20 LA VANGUARDIA O PINIÓ N MIÉRCOLES, 28 ENERO 2009

Ferran Requejo
Màrius Carol

TC y ‘tiranía de la mayoría’ Buenas

L palabras
as relaciones entre el liberalis- sociedad con una importante presencia tos (autonómico y central) y de un referén-
mo político y la democracia han de minorías nacionales permanentes y un dum de los ciudadanos implicados. Este

sido conflictivas desde los mis-
mos inicios de la modernidad.
Ello resulta bastante explicable ya que am-
bas concepciones apuntan a objetivos dis-
tintos y se basan en diferentes valores.
Mientras el liberalismo se mueve impulsa-
do por dos objetivos básicos, proteger una
esfera de derechos y organizar un tipo de
poder político que sea limitado, sea quien
sea el que lo ejerza, la democracia refiere
a la igualdad de ciudadanía, la participa-
ción y al control popular de las decisiones
colectivas. A través de procesos histó-
ricos convulsos, la práctica ha acaba-
do produciendo estos sistemas políti-
cos a los que llamamos democracias
liberales, un nombre híbrido que indi-
ca la yuxtaposición de dos lógicas dis-
tintas, cada una con sus partidarios y
detractores. Se trata de un tema clási-
co analizado desde los tiempos de las
revoluciones francesa y americana
(Madison, Jefferson, Tocqueville,
Stuart Mill, Berlin, Dahl, Wolin...).
Una concreción constitucional de
las tensiones entre liberalismo y de-
mocracia la constituye la de las deno-
minadas instituciones antimayori-
tarias. El liberalismo ha tratado de
combatir el riesgo de la tiranía de la
mayoría a partir de un conjunto de
instituciones (derechos, separación
de poderes, elecciones competitivas,
federalismo...) que garanticen los de-
rechos de las minorías y evite las ver-
siones autoritarias (no liberales) de
la democracia. Pero cuando la tradi-
ción liberal habla de minorías nor-
malmente se ha referido a las de ca-
rácter transitorio, es decir, aquellas
que lo son de momento pero tienen
opciones de convertirse en mayoría
en el futuro (por ejemplo, los parti-
dos de la oposición). En cambio, el te-
ma de las minorías permanentes de
las democracias no ha empezado a
tratarse de manera solvente hasta finales
del siglo XX (minorías nacionales, cultura-
les, étnicas...).
Los Tribunales Constitucionales (TC)
son una concreción, en principio conve-
niente, de las instituciones antimayorita-
rias. Pero, como casi todo en la vida, de-
pende de cómo se regulen. Y ello remite
al tipo de sociedad y de Estado concreto
de que se trate. En el caso español, una
F. REQUEJO, catedrático de Ciencia Política en la UPF
y autor de ‘Las democracias’ (Ariel, 2008)
Oriol Pi de Cabanyes
Estado con autonomías políticas. Sin em- es un procedimiento que enfrenta la legiti-
bargo, la regulación constitucional y legis- midad democrática y representativa con
lativa actual del TC en relación con am- la legitimidad judicial. Si el TC ha de ac-
bos aspectos presenta graves deficiencias, tuar, ello debería producirse antes del re-
especialmente en tres aspectos: su compo- feréndum, no después. La última palabra
sición, sus procedimientos y la relación deberían tenerla los ciudadanos.
que propicia con los partidos. 3. Dependencia de los partidos. En
1. Composición. El TC está formado los últimos años la lucha entre PSOE y PP
por doce magistrados, todos ellos nombra- ha sumido al TC en un profundo despres-
dos por instituciones del poder central tigio. Hasta el punto de que hoy puede
(Parlamento, Gobierno y una organiza- decirse que es una institución con un po-
ción judicial centralizada). Las autono- der político importante, pero con casi nu-
la autoridad moral. Ello representa
un problema para el conjunto del sis-
tema, especialmente en un Estado
plurinacional y con un doble nivel de
gobierno.
La experiencia del TC hasta ahora
ha mostrado diversas fases de actua-
ción que han ido de mejor a peor.
Hoy predomina un legalismo de cor-
to alcance y de bajo contenido intelec-
tual, muy alejado, por ejemplo, de las
sentencias de otros tribunales euro-
peos o americanos cuando se enfren-
tan a casos de pluralismo nacional o
sobre la organización territorial del
Estado.
El tema mal regulado es de fondo.
En las democracias plurinacionales,
las fórmulas antimayoritarias pue-
den asegurar una regulación solvente
del pluralismo interno que proteja el
reconocimiento y autogobierno de
las minorías nacionales. Pero en este
caso dicha protección debe ser explí-
cita y contundente en el texto consti-
tucional. En caso contrario, si se esta-
blecen regulaciones constitucionales
ambiguas y procedimientos legales
de dudosa legitimidad que no impi-
den la tiranía de la mayoría, como
aquí ocurre, es la misma democracia
liberal la que se resiente. La Constitu-
ción actual se estableció antes que las
JOAN CASAS
teorías liberal-democráticas actuales
mías no desempeñan aquí ningún papel aclararan cómo proceder a un reconoci-
relevante, pese a que es el TC quien falla miento y a una acomodación eficiente de
los casos de conflicto entre los dos niveles las minorías nacionales. El progreso siem-
de gobierno. El supuesto árbitro sólo lo pre llega tarde. Pero una de las virtudes
nombra uno de los equipos (la actual regu- de las democracias es la rectificación de
lación a través del Senado de cuatro magis- lo que está mal regulado. Y, más allá de la
trados es una simple tomadura de pelo). nefasta situación en caída libre actual del
2. Procedimientos. El caso de las refor- TC en términos de prestigio y de legitimi-
mas de los Estatutos aprobados por refe- dad, la deficiente regulación legal de los
réndum supone un sinsentido en térmi- tres aspectos anteriores debería ser cam-
nos procedimentales. No es de recibo que biada de raíz.c
el TC pueda actuar después de la aproba-
ción del texto por parte de dos parlamen- ferran.requejo@upf.edu
R
oosevelt fue el primer presi-
dente en entender la impor-
tancia de la palabra en tiem-
pos de crisis, así que llegó a
tener su propia emisión de radio para
explicarle al país su new deal, que la
nación escuchaba con devoción senta-
da alrededor de aquellos enormes re-
ceptores de madera. Kennedy descu-
brió que esta misma palabra en televi-
sión permitía ganarle el pulso electo-
ral a su rival Richard Nixon, aunque
este fuera delante en las encuestas;
una vez en la Casa Blanca, sus discur-
sos eran seguidos de forma masiva y
su idea de new frontier caló como llu-
via fina en la sociedad americana. Za-
patero, que sabe de su empatía con el
televidente, no rechazó la invitación a
su presencia en el programa Tengo
una pregunta para usted, que presenta
con contención, inteligencia y mesura
Lorenzo Milá. Algunos colaboradores
le recomendaron que no fuera, pero la
audacia del presidente es superior a
su prudencia y decidió dar la cara, so-
lo ante el peligro catódico.
Como previeron los asesores presi-
denciales que no tenían clara la com-
parecencia, los ciudadanos no se lo pu-
El programa de Lorenzo
Milá debió llamarse
por un día ‘No tengo
una respuesta para usted’
sieron fácil a Zapatero. Un jubilado
de nombre Teodoro no entendía que
el Gobierno dé el dinero a la banca y
que este no llegue a las familias. Un
restaurador le preguntó por qué los
ministros utilizan Mercedes en lugar
de Seat como coche oficial. Una joven
con síndrome de Down le pidió traba-
jo en el Congreso. Un electricista le re-
cordó que había pronosticado una des-
aceleración suave y avanzamos hacia
los cinco millones de parados. Un tra-
bajador de la construcción le dijo que
con la tercera parte de lo que el presi-
dente gana solucionaría sus proble-
mas. El asunto estrella del programa
fue la economía y cuando mejor estu-
vo el presidente fue al responderle a
una ejecutiva que, al acostarse, no pue-
de evitar hablar con su esposa del dra-
ma de tantos españoles ante el paro.
En general, el invitado del progra-
ma de Milá dio respuestas demasiado

Todos a ochenta
tecnocráticas, algunas calcadas de de-
terminadas comparecencias suyas en
el Parlamento. Había un exceso de fi-
chas preparadas en las réplicas y una
falta de alma en la mayoría de sus in-

S
oy usuario habitual de la C-32, la
autopista de entrada a Barcelona
por el sur, la de los túneles del Ga-
rraf, la más cara de España, si no
de Europa. Ahora está en los 5,30 euros
por cada ida o venida, después del aumen-
to del 4,6% que a principios de año ha im-
puesto la Generalitat, de quien depende,
superando de nuevo –más que doblando–
el último IPC.
Los ciudadanos que vivimos y pagamos
impuestos en la comarca del Garraf, en
Sitges o en Vilanova i la Geltrú, a menos
de cincuenta kilómetros de Barcelona,
nos preguntamos qué habremos hecho pa-
ra merecer esto. O por qué se nos cargó a
nosotros con la única barrera de pago de
la autopista, en Vallcarca, mientras se exi-
mía de su toda contribución a los usuarios
del Baix Llobregat.
Ahora, además, nos vemos conmina-
dos, bajo pena de multa y merma de pun-
tos, a permanecer atentos a los paneles
que nos van indicando a qué velocidad po-
demos circular. Le llaman al invento “ve-
locidad variable” y consiste en que, sin so-
brepasar nunca los 80 km/h, puede bajar
–y baja a ratos– hasta los 40 km/h. Pero,
eso sí, sin posibilidad alguna de subir a
100, ni que sean las veintitrés horas de un
puente de invierno o en el momento en
que el Barça dispute por la tele la final de
la Copa de Europa.
La medida parece completamente arbi-
traria, tomada y ejecutada caprichosamen-
te. Y no es que haya sido mal explicada, es
que se ha intentado explicar, tarde y mal,
por razones que no son sostenibles. Se ha
dicho que la medida ayuda a reducir la
contaminación atmosférica. ¿Se han estu-
diado en serio todas las variables que afec-
tan a la calidad del aire? No.
Se focaliza todo en el coche privado. Pe-
ro el estudio que está en la base de la medi-
da no ha tenido en cuenta ni las emisiones
de las industrias que emiten partículas en
suspensión las veinticuatro horas del día
ni las de los centenares de aviones que
despegan y aterrizan a diario en el aero-
puerto. Que contaminan muchísimo más
(también acústicamente) que todos los co-
ches que puedan circular en el mismo mo-
mento por la autovía de Castelldefels.
Y si se trata de prevenir las congestio-
nes, ¿por qué imponer los límites de velo-
cidad siempre y en ambos sentidos? La
medida, no lo dudo, reduce la siniestrali-
dad, eso sí. Pero todavía la reduciría más
que todos tuviéramos que desplazarnos
en guagua o a pie. Como en Cuba.c
tervenciones. Está bien que Zapatero
proclame que confía en el país, que de
la crisis saldremos fortalecidos y que
se coja a sus recetas como el náufrago
a la tabla en el océano, pero le faltó
cercanía a los dramas personales, co-
razón en sus mensajes individualiza-
dos. Los comunicólogos dirán que em-
pleó la humildad, que no estuvo arro-
gante y que supo mirar a los ojos. No
obstante, en las intervenciones le so-
bró resignación y escaseó la calidez.
Por un día, el programa pudo lla-
marse No tengo una respuesta para us-
ted, porque el presidente prefirió las
buenas palabras a correr riesgos. Care-
ció del valor que le permitió a Kenne-
dy anunciar en días no menos difíci-
les: “Nosotros escogemos ir a la Luna
y hacer otras cosas no porque sea fá-
cil, sino porque es lo más difícil”.c