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Una estela de desgracias, por Gordon Ainsleigh.

(Traducido por Mayayo Oxígeno)

En la creación de una de los grandes bendiciones de nuestro mundo

La Carrera de las 100 Millas de Western States.

La Western States Endurance Run (WSER) y sus 100 millas desde Squaw Valley a Auburn a través de la columna
vertebral de las motaña del norte de Sierra Nevada en California ha cambiado muchas vidas (en su mayoría para
mejor), y siempre de forma silenciosa cambió el destino de nuestro mundo natural. Se están acercando ya a un
centenar las carreras de 100 millas en América del Norte, todas más o menos según el patrón original de la Western
States, junto con una gran cantidad de carreras trail de más corta distancia y similar inspiración, sobre todo pruebas
en las distancias de 50 kilómetros (31.1 millas), 50 millas y 100Km (62,2 millas), con algún que otro bicho raro con
distancias de carrera de unos 40 o 75 millas salñpicados entre medias.

Cada una de estas carreras de trail hacen su trabajo para la conservación de una parte de nuestro mundo natural
mediante el fomento de un alto nivel de uso sensato, no destructivo y mínimamente intrusivo de grandes
extensiones de tierra salvaje. El ejemplo más notable de esto es que no tendríamos hoy una presa de Auburn hoy si
no fuera por una sucesión de acontecimientos que condujeron a la fundación de la WSER, un evento que provocó a
su vez que muchos corredores de montaña de gran influencia hayan caído enamorados del país de las maravillas
naturales a través del cual serpentea el trazado.

Todo esto vino de un día lleno de calamidades: 3 de agosto de 1974.

En ese día, empecé la versión de carrera pie de la Western States 100 al disputar la prueba corriendo, a la vera de
unos 200 caballos y jinetes que participaban en la Cabalgada anual por los senderos de los Estados del Oeste, un
evento para recorrer 100 millas en un día que va desde la cuenca del Tahoe a través de Auburn por las altas
montañas y profundos cañones de las montañas de Sierra Nevada y hasta las faldas de la misma, rara vez
desperdiciando cualquier oportunidad en ruta para bajar a cruzar un arroyo y volver a remontarse de inmediato a
una cresta.

Corre por internet alguna leyenda de que mi caballo quedó cojo tras las primeras 30 ó 35 millas y solo entonces
arranqué la WSER a pie, abandonando mi caballo a más de 2.000 metros de altitud en la alta Sierra (dejándolo a los
coyotes y pumas para que charlaran con él, supongo) y pasé el resto de 65-70 millas a pie hasta el final. La verdad es
que realmente completé esa competición para caballos íntegramente a pie de principio a fin durante un día de
miedo y sufrimiento, al que siguió una noche repleta de experiencias de otro mundo. Mucha gente hace cosas
extrañas y notables en el fragor del momento, cuando la oportunidad y la necesidad les golpean de forma
inesperada en la cara. Pero llevar adelante -a sabiendas y de forma muy deliberada- una fantasía tan salvajemente
delirante y su promesa de increíble sufrimiento, eso requiere en verdad una persona que ha sido realmente
deformada más allá de cualquier vestigio de normalidad. Usted puede preguntarse, amable lector, qué torturado
rastro de acontecimientos crearía un ser humano tan retorcido y fuera de la norma como para que acabara de veras
haciendo realidad tal cosa voluntariamente, con premeditación y alevosía.

Los científicos sociales han dejado sentado hace mucho tiempo que las personas de vida normal y confortable rara
vez logran cosas extraordinarias. Así que tal vez yo debiera estar agradecido por que mis padres fueran dos de las
personas más testarudas que he conocido y se separaran debido a una cabezonada inicial de mi madre a la que mi
padre respondió del mismo modo, todo antes de que yo naciera. Lo cual nos dejó a mí y a mi hermano para ser
criado por mi madre y mi hiper-religiosa abuela, quienes se dedicaron a la tarea de hacer de mi hermano y de mí
dos personas de un "separado y peculiar pueblo de Dios” porque EL FIN DE LOS DÍAS podía llegar ahora en cualquier
momento.
Mi madre era enfermera, y jugó el rol de padre y sostén económico de la familia, y mi abuela (su apodo se
pronunciaba “Gumma” pero ella siempre lo deletreó como “Gama”) jugó el rol maternal y se encargó de nosotros y
del hogar.

Así que allí estaba yo, en la década de 1950, sin padre en una época en que nadie se divorciaba y cada uno tenía un
padre, yendo a la iglesia en el "día equivocado" (sábado) y obligado a usar calzoncillos largos hasta el tobillo como
ropa interior en junio, porque sino podría acabar falleciendo de frío.

Un día, cuando tenía 7 u 8 años, salí al recreo con la bolsa de la comida buscando a alguien con quien ir a comer.
Miré a mi alrededor y no pude encontrar a nadie con quien me sintiera bienvenido. Me sentía dolorosamente fuera
de lugar y solo, separado y peculiar, tal como el Dios de Gama quería que me sintiera. Pero entonces mi mente lógica
intervino y me di cuenta de que nunca me había sentido así en casa (tal vez porque todo el mundo allí era del pueblo
separado y peculiar) No cabe duda: Siempre me sentí amado y querido en casa. Así que con el corazón en la garganta
y al borde de las lágrimas corrí todo el camino a casa para el almuerzo, recorriendo una milla por Deer Creek Canyon
y las empinadas colinas de la ciudad de Nevada. Gama quedó sorprendida y encantada de verme, me trató como a
un héroe, me preparó una comida y tras ella me envió corriendo de regreso a la escuela con un cálido abrazo. Me
sentí tan bien que lo hice otra vez y otra vez, cada vez que me sentí abrumado por ser “Diferente y peculiar”
Y de este modo, comenzó mi carrera como corredor.

Más tarde, cuando me hice cargo de la ruta de reparto de periódicos de un amigo, creo que simplemente estaba
gafado. Me tocó la ruta con el bucle rural más largo, con los buzones más esperados , y encima terminaba a dos
millas de mi casa, a la que tenía que volver en lo alto de las crestas que rodean la ciudad. La ciudad de Nevada está
construida como Roma sobre siete colinas, y ninguna de ellos tenía pendientes suaves, sobre todo las incluidas en mi
ruta diaria. Además vivíamos en la época de las bicis de una sola marcha y con más de 22 kilos de peso. Finalmente
me di cuenta de que lo único razonable que podía hacer era caminar por la ruta hasta que las bolsas quedaran algo
aligeradas, y luego empezar a correr de ahí en adelante en todos los llanos y las y bajadas. Esto me obligó a
convertirme en un corredor de a diario, un patrón masoquista y autodestructivo del que en gran medida he
renegado el resto de mi vida juramentado para el resto de mi vida como corredor de 3 días a la semana.

Luego, en mi primer año en un instituto, la desgracia golpeó de nuevo. Tuve un profesor de gimnasia que, o bien
acababa de salir de los marines, o que lo tenía como vocación frustrada. En cualquier caso, consideraba que su clase
de educuón física carecía de valor sin unos 10 minutos previos de doloro “calentamiento” antes de ponerlos con el
deporte de pelota del día. Hubo sin embargo, un fallo en sus placeres sádicos: El odiaba a correr. Así que sintió que
Dios le hablaba cuando decidió que la pena máxima por no hacer los suficientes fondos sería asignar a los el castigo
más doloroso que el hombre conoce. Bueno, al menos, para hombres como el: v-u-e-l-t-a-s-a-l-a-p-i-s-t-a

Al igual que Larry Bird, siempre he padecido la enfermedad del hombre blanco. Tal como Bird lo definió: “Ni puedo
correr muy rápido, ni puedo saltar muy alto” Y sobre todo, hacer fondos se me da fatal. Encima, los odio de todos
modos. Y soy un inepto. Y duele. Así que un día, cuando el sargento Sado nos estaba moliendo con su último lote de
flexiones, destrozado de dolor, puse un nuevo plan en ejecución. Así que empecé a hacer el vago y el sargento Sado
respondió con su castigo habitual: “Ainsleigh, te estás escaqueando. ¡Vete a dar una vuelta!” A mi alrededor,
cuerpos sudorosos arruinados por el dolor me miraban con lástima, compadecidos sabiendo que acababa de entrar
en un infierno de sufrimiento mucho mayor que el de ellos. ¿Y yo? Yo era el pájaro, libre de las barras y los grilletes
de la máquina de dolor del sargento Sado.

Esto continuó así durante un par de semanas, hasta que un día el sargento Sado se dio cuenta de aquello en lo que
me había convertido: “¡Ainsleigh! ¡Eres un vago redomado!” -gritó. Y entonces el sargento Sado hizo lo mismo que el
muy respetado médico que se desangró el padre de nuestra nación, George Washington hasta la muerte para
detener su enfermedad: Redobló el mismo tratamiento que no le estaba funcionando. “¡Dos vueltas!” A mi
alrededor, cuerpos musculosos se estremecieron esforzándose con terror, mientras yo flotaba alrededor de la pista
envuelto en un extraordinario dolor. Se me podía ver la angustia en la cara, cada vez que mi cara era visible para el
sargento Sado, quien sabía distinguir el bien del mal y al fuerte del débil. Él sabía que tenía que ser muy duros
conmigo para prepararme adecuadamente en la vida. Me pregunto si alguna vez se enteró de que me estaba
preparando para la vida como corredor ultrero. ¡El bueno del sargento Sado!
Durante un tiempo todo parecía ir bien y entonces, la desgracia golpeó de nuevo. Todos esos años, mi madre había
estado conduciendo desde la ciudad de Nevada City para trabajar como supervisora nocturno en un hospital para
tuberculosos en Weimar, a través del a menudo nevado Cedar Ridge y hacia abajo por el tortuoso camino de Bear
River Canyon. Mientras tanto, yo me estaba aburriendo dentro de los límites de ciudad de Nevada y acabé con un
pequeño matón como compañero habitual. Comenzamos a deslizar luces intermitentes y linternas rojas fuera de
cada sitio de trabajo de las obras públicas como algo interesante que hacer, dejando siempre los suficientes para que
no ocurriesen accidentes. Pero después de un par de emocionantes noches, aquello se nos hizo viejo. Luego me
enseñó a robar en las tiendas, que era muy emocionante, aunque yo siempre devolvía cada señuelo de pesca robado
o similar, al igual que siempre dejamos las luces intermitentes y las linternas de una noche de vuelta la noche
siguiente en otro sitio punto de trabajo de las obras.

En realidad, la pubertad me estaba golpeando muy duro por entonces, y rápidamente me interesé mucho más a
fondo por una recién descubierta emoción -LA LUJURIA- de lo que lo estaba en el proceso relativamente menos
interesante de sustraer y devolver. Así que me pilló un tanto por sorpresa que después de abandonar en gran
medida la búsqueda de emociones con mi amigo delincuente juvenil, cuando le atraparon robando dulces en una
tienda Safeway en el vecino Grass Valley, y con la esperanza de obtener una pena más leve si cantaba, mencionó mi
nombre junto con los de otros más dignos y expertos cómplices. Así que mi madre y mi abuela y yo compartimos
una amistosa charla al respecto con un oficial. Y a pesar de que había devuelto todo lo que había robado, me
pusieron en una “libertad vigilada” informal. Fue un día muy malo. En ese momento, mi madre decidió matar dos
pájaros de un tiro: Alejar a Gordy de las malas compañías y convertirlo en un sano chico de campo. Y para ella,
mudarse a una casa al lado mismo que el hospital donde trabajaba, reduciendo así sus viajes diarios de 21
kilómetros a través de Cedar Ridge nevado y las carreteras reviradas heladas de Bear River Canyon, abajo a 3
kilómetros de distancia de la base del Cerro Coyote por unas carreteras que rara vez estaban nevadas.

Lo que eso significaba para mí fue que me encontré yendo a un instituto de nueva construcción, Colfax High, con una
población total de alrededor de 300 estudiantes entonces y 400 tres años después cuando me gradué. El equipo de
atletismo andaba tapando huecos para la sección de larga distancia y mi profesor de educación física era ahora el
director del mismo. Siendo un poco más perspicaz para estas cosas que el sargento Sado, mi maestro de educación
física en el segundo año de instituto se dio cuenta que en realidad me gustaba correr, y que competía con Jerry Finch
cada día alrededor de la pista para nuestra vuelta de calentamiento antes del juego de pelota del día. Así que me
reclutó para la milla, una carrera con la que ninguno de los verdaderos atletas y héroes deportivos en mi clase de
educación física (y el resto de la escuela) nunca tendría nada que ver. A excepción de los hermanos nativos
americanos García, Pedro e Ignacio: yo fui su suplente para los velocistas americanos durante un año o dos.

Al principio, mis sueños de gloria se desvanecieron rápidamente al darse con el montón de basura de la realidad: Era
el segundo corredor más lento de todo el equipo. Así que el hombre más lento y yo nos quedamos con la prueba que
nadie más quería: La carrera de 2 millas. Otros chicos disputaban las emocionantes carreras glamoruosas que tenían
la gente en las gradas saltando a sus pies. Todo lo que nos quedaba era la oportunidad de ir dando vueltas y vueltas
durante ocho óvalos a un ritmo lento y aburrido, mientras los aficionados veían la final de salto con pértiga y salto
de altura. Así que mi ignominiosa y trágica preparación continuó de forma felizmente inconsciente.

Las humillaciones acumuladas: Incluso en el microcosmos de la humilde e universalmente ignorada prueba de las
dos millas, fui capaz de encontrar la derrota. En mi último año en el instituto de Colfax High, perdí el campeonato de
la liga escolar por un segundo, dejándome con una asignatura pendiente con las carreras, un agujero vació de por
vida, una oportunidad perdida. Un hambre que me impulsó hacia adelante cada vez que no sabía qué hacer.

Otra decepción fue cuando mi solicitud para la Universidad de California en Berkeley fue rechazada. Tuve que
conformarme con la Universidad de Santa Bárbara, donde, por casualidad, empecé a alquilar caballos del
Departamento de Recreación y finalmente compré mi primer caballo en el establo de la universidad porque era más
barato que las tarifas de alquiler acumuladas. Fue en el granero de ese establo donde finalmente ví por primera vez
un folleto en el tablón de anuncio para la Cabalgada de los Western States (Copa Tevis) cuando entré a dar de comer
a Rebel. Ah, sí, Rebel: mi propio Rocinante (el supremo jamelgo famoso de Don Quijote) que en realidad, sin astucia
alguna de mi parte con el tiempo demostró que había comprado accidentalmente un caballo de una resistencia
bastante buena.
Envié una solicitud para la Cabalgada en abril de 1970 y una vez más conseguí ser rechazado en algo. Ya me estaba
acostumbrando a ello por entonces. En una carta tan cortés como devastadora, Drucilla Barner, secretaria de la
organización, me aconsejó que volviera a pedirlo para el año siguiente en noviembre antes de que se llenara el cupo.
Así que me presenté de nuevo en noviembre, y comencé a entrenar a mi caballo galopando por él en torno a un
accidentado bucle de 5 millas con una larga subida al final, sin saber que un recorrido así apenas nos preparaba a
ninguno de los dos para 100 millas de montañas y cañones.

Era tan increíblemente ignorantes en 1971 que hice el viaje en una silla casi a pelo, sin estribos. De esa experiencia
atroz, aprendí que podría tolerar el dolor de hacer 70 millas a pie sin entrenamiento previo, cuando la alternativa era
un aún más doloroso desollamiento infinito de mis muslos a caballo. El revestimiento de plata en la nube llegó por
fin 10 días después, cuando por fin pude caminar sin cojear: Entré en la oficina de ahorro y préstamos al mando de
Wendell Robie -fundador y presidente de la Cabalgata- para obtener los resultados de la prueba y fuí introducido
inmediatamente en el despacho privado de Wendell y Drucilla Barner, su secretaria y asistente en todos los aspectos
de su vida. Resultó que Wendell y Dru se habían divertido mucho con mi salvaje ignorancia masoquista y me
respetabna por permanecer aguantando mi auto-infligida terrible experiencia hasta completar una conclusión
satisfactoria. Me aceptaron en su círculo de amigos, lo que cambió mi vida desde ese día en adelante.

Rebel, aquel primer caballo que compré en UCSB en 1970, resultó ser un caballo de resistencia robusto, duradero y
competente. Con un caballo fiable como Rebel, podría haber llegado a ser la segunda persona detrás de Nick
Mansfield en terminar 10 Cabalgadas de la Copa Tevis del tirón, y el nacimiento de la WS-100 a pie nunca habría
sucedido. Así que después de la cabalgada de 1972 con Rebel, que terminé con relativamente poco dolor (porque
para entonces ya me había dado cuenta de que una silla adecuada y salidas de 40 millas de entrenamiento eran
necesarios), lo que obviamente necesitaba hacer si alguna vez iba a convertirme en "El Padre del Ultra Trail
Running” era deshacerme de ese robusto caballo y conseguir otro caballo que fuera muy poco fiable. Esa
oportunidad irresistible vino en la forma de una de las chicas más bonitas tías hippies salidas del sur de California en
aquellos felices días de "Haz el amor, no la guerra" y hierba a 75$ el kilo.

Le encantaba la cerveza y la hierba, las acampadas y las fiestas, los caballos en general y mi caballo Rebel en
particular. Siempre me dijo que me amaba demasiado, hasta que me convenció para regalarle a Rebel y luego me
dejó por un tío chaparro, medio calvo gordo, barrigón y paticorto. Un hombre mayor casado y con un don para la
charla de una milla de largo, que a menudo aparecía en las cabalgadas con camisetas que decían. “Free Moustache
rides” Quiero decir, ¿cómo podría competir con una combinación ganadora como esa? Sin embargo, durante
décadas a partir de entonces, me preguntaba cómo pudo haberme dejado por él, para vivir en una choza en sus
establos y fingir, siempre que podía, que estaba siendo mi novia, hasta que su esposa finalmente descubrió lo que
estaba pasando y le dijo al marido: “O ella se va o me voy yo” por lo que a la mi ahora ex-novia era se le invitó a
marcharse y ella regresó al sur de California, con mi buen caballo Rebel.

Nunca pude entender cómo podía preferir a ese tipo antes que a mí, sobre todo porque ella se me confió varias
veces que yo era su mejor amigo y tampoco mostró nunca mucho interés en los “Moustache Rides”. Pero entonces,
38 años después, cuando estaba meditando sobre este misterio en voz alta en compañía de mi vieja amigo Diane, la
reina de resistencia a caballo en aquel entonces, que conocía muy bien a todos los actores de este drama, me dijo
con exasperación: “¡Gordy! ¡Ese tío tenía las mejores dorgas de todo el circuito de cabalgadas de resistencia!” Y
entonces recordé cómo me había dicho que amaba a la cocaína más que nada, y cómo me dijo tambien que cuando
muriera, quería hacerlo despegando envuelta en una nube de polvo blanco.. mientras me ponía una sonrisa de oreja
a oreja y caliente como el infierno. Así que esta fue la forma en que aquel barril de vino con piernas enanas consiguió
llegar a ser un polvo mejor del que yo era. Pero necesitó drogas para alcanzar ese estatus. Ahora ya me sentía mejor.

“¡Oh!” Era todo lo que acerté a decirle a Diane. “Nunca he sentido que valiera la pena gastarme el dinero en drogas
asíque nunca se me ocurrió que tendría que pillarlas por ahí para mantener a una mujer a mi alrededor” ”Bien Gordy,
eso explica muchas cosas.” Me dijo finalmente.

De todos modos tuve que conseguir otro caballo. Ahora, si yo hubiera conseguido otro caballo fiable como Rebelde,
nunca habría habido un Western States Endurance Run, lo que habría retrasado mucho o incluso o borrado el futuro
del deporte del Ultra Trail running. Así que la Divina Providencia intervino para preservar el destino de la versión
peatonal de la Western States 100. La intervención desde lo alto llegó en la poco probable forma de que el hombre
que elegí para ser mi mejor amigo durante el invierno de 1972-3 fuera una persona tan moralmente en bancarrota
que en nuestra hora de necesidad (su necesidad de dinero, mi necesidad de un caballo) no dudó en venderme un
caballo que los veterinarios le habían confirmado ese mismo verano que tenía un problema de cojera permanente,
con las palabras: "De lo único que nunca tendrás que preocuparte con este caballo es que se quede cojo., Jamás ha
dado un paso en falso hasta ahora.”

Así que el siguiente verano de 1973, mi nuevo caballo quedó cojo por supuesto, y lo hizo en mi entrenamiento final
justo una semana antes del gran evento del año. Estaba devastado, caminando de vuelta hacia la meta de la carrera
en el recinto ferial, llevando del ronzal a mi caballo nuevo recién cojo, cuando una voz alegre me llegó desde el jardín
de Drucilla a la izquierda de la carrerta: "Bueno, hola Gordy Cómo van las cosas?" Ella estaba fuera regando las
flores.

Empecé a desgranar mi larga y triste historia de dolor, pero Dru me detuvo, dejó la manguera, y dijo: “Espera, no te
vayas. Ahora mismo vuelvo…” Desapareció en su casa y volvió con una botella del más exquisito vino blanco y dos
copas. Nos sirvió una copa a cada uno, se sentó conmigo en el banco junto a un poste al lado de su camino, y me
dijo: “Bien, vamos allá.” Y escuchó mi larga y triste historia. Cuando terminé, me aconsejó que mi caballo de nuevo
herrado por un profesional (había puesto antes unas herraduras corrientes) y sentenció el asunto con total
naturalidad: “Si ese es el problema, en seguida estará bien. Si no es el problema, tu caballo seguirá cojo la semana
que viene cojo”

Debía parecer como si alguien hubiera atropellado a mi perro favorito, porque ella continuó: "E incluso si tu caballo
queda cojo la próxima semana para la Cabalgada, no es el fin del mundo De hecho, incluso podría ser una bendición
oculta" Ni la miré. “Sí, vale.” Murmuré con mi voz más deprimida y un lenguaje corporal a juego. No tenía mucho
importante que hacer entonces con mi vida, y aquella Cabalgada de las 100 Millas de los Estados del Oeste era lo
más grande de los grandes, desde mi perspectiva.

“Pues bien” -dijo alegremente- “Cada año pareces pasas más tiempo en el suelo que en el caballo, y nosotros nos
preguntamos cuando vas a dejar al caballo detrás y hacerlo todo a pie..” Me la quedé mirando atónito. Ese
“Nosotros” era una señal de la realeza. “Nosotros” eran ella y Wendell. Fue un poco como conseguir una invitación
directa de Dios. Después de una breve pausa, Dru continuó:. “El año que viene será el 20 º aniversario de la carrera,
y creo que sería un momento maravilloso para que dejes solo tu caballo en el pasto y correrla toda entera” .. Así que
sabía que estaba recibiendo la invitación de El Altísimo. Todo lo que dije fue. “Bueno, tal vez...”

Sin embargo, la Western States Endurance Run nunca podría haber sido si yo hubiera hecho lo razonable: conseguir
otro caballo resistente y duradero. Sin embargo, uno de mis más grandes dones en la vida es mi habilidad para
procrastinar las cosas de forma extravagante. En consecuencia, cuando llegó el verano de 1974 todavía tenía el
mismo caballo con el mismo problema de cojera. Logré completar varias salidas de 50 millas después de eso, pero
quedó claro que nunca haría 100 millas del tirón. Así que no me quedaba más remedio que correr entera la
Western States 100, o sentarseme en el banquillo y ser un espectador ... y nunca he sido un gran espectador.

A lo largo de la primavera de 1974 había entrenado duro para el otro evento importante del año, el Monta & Ata
Levi, a mediados de junio. Yo estaba en excelente condición para una distancia de maratón, pero nunca corriendo en
carretera pues mi formación se centró en los senderos. Mi compañero Jim Larimer y yo ganamos el Monta & Ata ese
año de forma tan clara que no vimos un solo rival en las últimas 15 millas de un trazado de 42. Incluso nos salimos
del recorrido durante varios minutos, y ya estábamos de nuevo secos y descansados cuando llegó el segundo equipo
llegó casi 17 minutos después. Pensé que estaba en buena forma, y que la Western States estaba aún a el oeste de
siete semanas. Decidí pensar en ello durante una semana y luego tomar mi decisión.

Me decidí a ir, y con seis semanas antes de la gran cita, me puse a pulir mi condicionamiento de maratón
enfocándolo a prepararme para mi nueva meta, más distante. Decidí entrenar mi cuerpo de la misma manera que
había entrenado a mi caballo: Entrenando sobre las últimas 40 millas de la Ruta de la Western States desde Michigan
Bluff a Auburn todos los sábados. Bueno, al menos ese era el plan. Rápidamente me di cuenta de que el camino a
Auburn era tan duro para mí que necesité una semana y media para recuperarme lo suficiente antes de intentarlo de
nuevo.
1974 fue un verano muy caliente. El trazado de hoy sube suavemente a la Green Gate, a medio camino de la ribera
sur del Middle Fork American Canyon, y serpentea durnate 10 millas entre los árboles entradando y saliendo de las
verdes barrancas del lado norte. Pero en aquellos días, el camino se quedaba en la orilla norte del río, brutalmente
expuesto en un lugar seco y caliente, a pleno sol, para la subida brutal todo el camino hasta la cima de la Brecha
Foresthill Divide en Echo Hills un pequeño resort privado de clase media-baja con una piscinita, snack bar y mesas de
picnic, que siempre estaba cerrado cuando pasaba a las 10:30. Había incluso alguna rampa brutal de propina en esa
subida, porque cuando llegabas casi a la vista de la cima, el camino caía abruptamente hasta llegar al fondo de un
cañón y volvía de nuevo a trepar brutalmente hasta el otro lado. Pero por lo menos la parte final de la subida (a
diferencia del resto de la subida brutal) tenían buena cobertura arbórea. ¿He mencionado que esta era una subida
brutal? Afortunadamente, llegaba allí antes de que se asentara lo peor del calor y siempre había una botella de
Gatorade que dejaba mi novia en su camino de regreso tras dejarme con el coche en Michigan Bluff.

Después de eso, era como descender a los infiernos durante las siguientes 10 millas. Yo por lo general llegaba a
través de las colinas alrededor de Echo sobre las 10:30-11 a.m., y siempre me llevó hasta las 4 de la tarde para lograr
completar tambaleante las 17 millas finales hasta Auburn. El trazado caía tan abruptamente hacia el fondo del cañón
que tenía que trabajar para llegar allí abajo, y luego seguía sobre ardientes bancos de arena y tramos con un piso de
cantos rodados y pisadas miserables. En la parte inferior del cañón, pero lejos del río de agua fresca. Nunca hubo
nubes y durante el calor del día, el sol me cocía desde arriba y la arena ardiente y las rocas me recocían desde abajo.

Había una salvación redentora en esas 10 millas de infierno integral: Un arroyo fresco y profundamente sombreado
en la boca de un cañón lateral. Nunca se secó como todos los demás lo hicieron en aquellas 6 semanas. Me
tambaleaba hasta el, me derrumbaba a beber, descansaba allí agotado durante unos 20 minutos y luego tocaba
levantarse y reanudar mi viaje a través del infierno. Mirando el lado positivo, estaba haciendo un maravilloso
entrenamiento para el calor pero no puedo el lado brillante durante ninguno de aquellos días miserables. Todavía de
vez en cuando recorro ese camino en los días calurosos recordando los buenos viejos tiempos y nunca dejo de beber
en aquel refugio con sombra fresca en la boca del arroyo.

En aquellos días, andaba montado en una de las mejores motos de calle de trail del mundo, una Kawasaki 350 Big
Horn. Así que el jueves antes del gran día, empaqué diez botellas de litro de Gatorade en una mochila, y nos
dirigimos a lo que hoy es el avituallamiento de Lyon Ridge. Yo había marcado en mi mente cada lugar en que pensé
que iba a necesitar una botella de Gatorade desde Squaw Valley hasta Michigan Bluff. Hoy en día, con una adición y
una omisión, hay un avituallamiento oicial en cada lugar en que dejé una botella de Gatorade aquel 1 de agosto de
1974. No pensé que iba a necesitar una botella en Dusty Corners, ya que era una mayoría simple, bajando a 3 millas
hasta Last Chance. ¡Oh, cómo llegué a lamentar esta omisión dos días más tarde!

El día anterior Sábado, 03 de agosto 1974, empecé a hacer los arreglos para el próximo fin de semana con la novia
que me había dejado en Michigan Bluff y dejó Gatorade en las Echo Hills durante toda mi preparación de cuatro
entrenamientos en las últimas seis semanas. Nunca se me había ocurrido que ella no querría estar allí conmigo,
encontrándonos siempre que se pudiera ni que no me ayudaría tanto como fuera posible, ya que se embarcó en lo
que yo sabía era el esfuerzo más importante y difícil que había intentado nunca en mi vida. Así que me sorprendió y
me sentí abatido cuando ella me informó que no subiría a la salida en Squaw Valley conmigo la tarde del viernes.
Que no estaría ahí toda la noche para sostener y calmar mis miedos, que no estaría allí en la mañana para desearme
suerte y verme partir, y que no estaría allí para encontrarse conmigo en Robinson Flat y Devils´s Thumb. “Voy a las
carreras de cacharros con Margaret la noche del viernes. Nos vemos en Michigan Bluff. Estarás bien.” Me informó
alegremente. Así que empaqué un solo saco de dormir y le pregunté a mis amigos Dave y Diane si podía dormir en la
parte trasera de su remolque de caballos sobre la estera de goma, después de recoger la caca de caballo lo mejor
que pude. Decir que me sentí deprimido, abandonado y dolorosamente solo sería una obra maestra del eufemismo
británico.

03 de agosto 1974, la temperatura es de 42ºC grados en California, y dos caballos murieron a causa de las luchas de
ese día. Sufrí más allá de mis imaginaciones más salvajes, pero ese fue el día que me encontré con la historia de la
fundación de la Carrera de las 100 Millas de Western States y el deporte de ultra trail running, en un día de calor
directamente venido del Infierno de Dante, y una noche de extraños sucesos y aún más extraña función mental.
Le debo a mi amiga Diane (de Dave y Diane y el remolque de caballos con la alfombra de goma y el perfume de caca
de caballo a través de la noche) el hecho de que llegara a Auburn, y que hoy haya una Western States 100-Mile Run y
un deporte de ultra trail running del que puedo disfrutar hoy en día. En la milla 46, en la parte inferior de la mitad
norte de Fork Canyon, ayudé a sacar a un caballo exhausto en un vado, tras haberse hundido en aguas más
profundas al cruzar el río más arriba. Sabía que ese caballo se estaba muriendo y llegué a Devils´s Thumb, tras dos
millas y 600 metros de ascensión más tarde, en todo un estado: Exhausto, asustado, y habiendo decidido dejarlo.
Pero la Divina Providencia había dispuesto que Diane estaría allí con su caballo ligeramente cojo. Ella corrió hacia mí
cuando entré en el control y emocionada me preguntó cómo lo estaba haciendo. Lo dejo. Le respondí. Bien, no lo
dejes en este momento,me dijo efusivamente. Pasa bajo este árbol con Page y conmigo para hablar de ello. Así que
Diane me alimentó con agua y tabletas de sal (que tontamente no había tomado hasta entonces), masajeó mis
piernas maravillosamente, y me habló con mucho cariño. Media hora más tarde me estaba sintiendo muy bien,
recuperado y cuidado, y listo para terminar mi carrera en Auburn. La novia que se fue a las carreras de cacharros con
Margaret pronto sería historia, Diane ha sido mi amiga desde entonces, y en el mundo de las Consecuencias
Imprevistas, un montón de nubes con guarniciones de plata fueron creadas en la vida de un montón de gente que
siguieron mis pasos, mientras yo seguía los pasos de Wendell Robie. La mayoría de ellas nunca las conoceré, pero sí
sé que el deporte que empecé ha permitido a muchos personas a su vez convertir unos limones muy serios en una
estupenda limonada en sus propias vidas.

Tuvo que suceder de esta manera: Un niño al que (1) hicieron sentir tan peculiar que tenía que(2) empezar a correr
a casa para comer sin sentirse solo, (3) tuvo un maestro que lo castigaba con sadismo equivocado al hacerle correr
vueltas alrededor de la pista, (4) fue un completo fracaso en todos los eventos de velocidad y se vio obligado a
disputar las pruebas de pista más largas que nadie más quería hacer, (5) no pudo ganar el campeonato de liga de la
carrera de 2 millas en su último año de instituto, dejándolo con asuntos pendientes en el correr para el resto de su
vida, (6) fue rechazado por la Universidad de California - Berkeley, lo que le obligó a (7) ir a la menos prestigiosa UC
Santa Barbara donde había un caballo decente resistencia esperando para ser comprado (8), era tan ignorante que
intentó montar durante 100 millas con una sillas casi a pelo, sin estribos, lo que le obligó a demostrar que podía
hacer 65 o 70 millas a pie, (9 ) eligió como el amor de su vida en el verano del 72 a una mujer sin fe que iba a hablar
con él de su caballo, buena resistencia y luego lo dejaría por un tapón gordo, calvo y casado con quien malvivir en un
cobertizo en su establo para tener relaciones sexuales con él por la cocaína, (10) era tan mal juez de carácter que
eligió como su mejor amigo a un chico que a sabiendas y alevosamente le vendió un caballo cojo, (11) era un vago
que iba a dejar pasar un año entero sin reemplazar ese caballo cojo, aunque sabía que era (12) el tipo de hombre
que odiaba ser un espectador, incluso en (13) un día tan caliente que hasta los caballos se acabaron muriendo.

Hoy en día, los caballos ya no mueren de calor y agotamiento en el recorrido de la Western States. Como resultado
de los conocimientos que adquirí durante mi día en el infierno, viendo un caballo moribundo en el fondo de un
cañón de 2,000 metros de profundidad, hice sugerencias a Wendell para la colocación de un puesto de control
veterinario nuevo en Last Chance, que tapa el agujero en la red de seguridad veterinaria que protege a los caballos.

Y a causa de todas las cosas malas que sucedieron en mi vida durante todos estos años, nosotros los los corredores
de montaña podemos ir hoy a casi cualquier lugar de América del Norte y disfrutar un majestuoso sendero a través
de algunos de los lugares más bellos del mundo. Tal como se atribuye a los dichos de Buda: La flor de loto más
hermosa es aquella surgida de un montón de estiércol. Y así tenemos hoy la Western States Endurance Run y el
deporte del ultra trail running como los frutos gloriosos que surgieron de la pila de estiércol de mi vida anterior.

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