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EL AUTOR EN SU CONTEXTO

Stº. Tomás es el pensador más representativo de la escolástica cristiana medieval. Nació hacia finales de 1224 o
principios de 1225 en el castillo de Roccasseca, cerca Nápoles, dentro de una familia nobiliaria: era el hijo menor del
conde de Aquino. En 1245 ingresa en la orden de los dominicos y se va a estudiara París bajo la dirección de S. Alberto
Magno. Tras varios años en Colonia, vuelve a París y se licencia en teología en 1256. Allí ocupa una cátedra de teología
y ejerce su magisterio hasta 1259, en que marcha como maestro a la corte pontificia en Italia. Vuelto nuevamente a
París en 1268, se ve involucrado en la polémica con los averroístas. En 1272 se marcha a Nápoles y en 1274, yendo al
concilio de Lyón, muere.
1.1. Contexto histórico.
El siglo XIII, en que vivió Stº. Tomás, viene a ser la culminación de una serie de fenómenos económicos y
sociales, que se inician a finales del siglo X y comienzos del
XI. Entre los fenómenos económicos se pueden destacar el progreso rural, la revolución comercial y el
florecimiento del artesanado; y entre los sociales el aumento demográfico, el desarrollo de la vida urbana y la
feudalización de la sociedad. Dos elementos técnicos intervienen en el progreso rural. El primero de ellos es el
desarrollo del molino de agua, y en donde el agua no era abundante, el molino de viento. Ambos van a liberar una
considerable fuerza de trabajo, que se puede emplear en otras labores del campo. El segundo elemento es la difusión del
arado de ruedas que, con su penetrante cuchilla, permitirá roturar en profundidad grandes extensiones de terreno. A
estos dos elementos hay que añadir la mejora de los instrumentos que se usan, que pasan a ser de hierro. Todo ello trajo
consigo un aumento de los terrenos roturados y, sobre todo, un aumento de la producción agrícola.
Aunque la economía feudal buscaba en sus orígenes la autosubsistencia, muy pronto apareció la necesidad de
establecer intercambios comerciales para dar salida a los excedentes agrícolas. De la época anterior se había heredado la
existencia de ferias, que eran mercados periódicos al aire libre que se celebraban durante una festividad religiosa, pero
enseguida se volvieron insuficientes; y hubo que recurrir a mercados cubiertos y tiendas permanentes, que a veces
ocupaban calles enteras en las ciudades. El desarrollo comercial es de tal calibre que se puede hablar de revolución
comercial, potenciada por la abundancia del crédito y las diversas figuras asociativas que se usaban, algunas de las
cuales, como la “comanda” y la “compañía”, están en el origen de la banca. Adquiere gran relevancia la figura del
mercader, que va a dar un gran impulso a las rutas comerciales, tanto terrestres como marítimas, lo que le permitió
comerciar con el mundo bizantino y el islámico, e incluso ir más allá, hasta China India. Al principio y, dado que el
mundo bizantino y el mundo islámico estaban más desarrollados que el Occidente europeo, la Europa
romanogermánica sólo podía intercambiar materias primas y muy pocos productos elaborados.
Pero el desarrollo comercial invirtió la situación con el tiempo, convirtiendo a los países exportadores de
productos elaborados en importadores, sobre todo, de productos italianos.
El progreso rural y la revolución comercial impulsaron el florecimiento del artesanado. El perfeccionamiento
de las técnicas de cultivo y los intercambios comerciales inducen a que un sector de la población que vive en la ciudad o
se traslada a ella, los artesanos, se dediquen específicamente a la fabricación de determinados productos. El artesanado
estaba organizado en tres niveles, maestros, oficiales y aprendices, siendo los primeros los que ostentaban el poder.
Cada oficio artesanal se organizará como un gremio con sus privilegios.
En el proceso de producción artesanal la relación entre la materia prima, el instrumento de trabajo y el artesano
es directa e individual. No hay un intermediario técnico, como la máquina, ni organizativo, de tal manera que el
producto elaborado es la expresión del trabajo individual de cada artesano.
Esta personalización del producto tendrá un reflejo ideológico en la importancia que da la escolástica a la
sutileza, o sea, a la finura interpretativa de cada pensador acerca de un texto ya establecido como verdadero. Entre los
siglos XI y XIII se produjo en la Europa Occidental un aumento considerable de la población, pasando de cuarenta
millones a casi el doble. La causa más determinante fue el desarrollo rural con el aumento de las tierras roturadas, que,
al garantizar la subsistencia, permitía adelantar la fecha de casamiento. Pero el incremento de la población no sólo se
notó en el campo, sino también en las ciudades, que aumentaron su tamaño por las posibilidades de trabajo que ofrecía
la revolución comercial.
La Italia septentrional es la que concentra un mayor número de ciudades y de mayor densidad, seguida de
Francia. Entre las actividades productivas destaca la industria textil (la pañería, y en menor medida, la lencería y la
sedería), pero también hay otras, como la industria alimentaria o las de transformación, entre las que destaca la
metalurgia (del cobre o del hierro). El dinamismo urbano atrajo a gentes de muy diversa procedencia. La mayoría de la
población formaba parte del “común”, que estaba organizado en corporaciones y cofradías, pero también estaba
presente el clero (obispos, clérigos regulares y seculares, etc.), había minorías étnicas (judíos, musulmanes) o grupos
marginales o desheredados.
El proceso de feudalización da origen a una división de la sociedad en tres órdenes: de los oratores (obispos y
gentes de Iglesia), el de los bellatores (reyes, nobles y caballeros) y el de los laboratores (siervos, artesanos, etc.). Es un
proceso que afecta tanto a la sociedad rural como a la sociedad urbana, y que se manifiesta en la aplicación de un
sistema jerarquizado de poder, aunque de forma diferente en cada una.
En la sociedad rural ese sistema se basa en el vasallaje y el feudo, que dará origen a estructuración piramidal:
rey, nobleza y clero, caballeros y siervos. En la sociedad urbana no gobierna el pueblo llano; quienes ejercen el poder

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constituyen un vértice social, basado en el prestigio social, una situación jurídica privilegiada y una riqueza económica
acumulada.
Desde el punto de vista político esta época se caracteriza por los continuos enfrentamientos entre los reyes y
sus vasallos, y por las disputas entre el Imperio y el Papado acerca de su hegemonía. El Papado defendía la
subordinación del poder temporal al poder espiritual, mientras que los emperadores querían someter el poder
eclesiástico a sus propios intereses políticos. Éste es el origen de la querella de las investiduras, que se resolvió con una
solución de compromiso que no evitó nuevos conflictos.
1.2. Contexto cultural.
El primer elemento cultural importante del siglo XIII es la creación de las universidades. Nacidas generalmente
de las escuelas catedralicias (o de las escuelas laicas), acaban sustituyéndolas.
La universidad nace como una asociación de profesores y estudiantes; de ahí su nombre, universitas, la
totalidad de las personas que intervienen en el proceso educativo. A veces surge una universidad como secesión de otra.
Es el caso de la universidad de Oxford, que nace como una secesión de la universidad de París. En su origen la
universidad es bastante más democrática que la que existe en la actualidad, pero se constituye al modo medieval, como
corporación universitaria, con sus fueros y privilegios. Las dos universidades más famosas fueron la de París y la de
Bolonia, la primera por sus conocimientos de filosofía y teología, la segunda por sus conocimientos de derecho. La
universidad de Paris mantendrá su importancia e influencia, no sólo en el siglo XIII, sino también durante los siglos
XIV y XV. Estaba organizada en cuatro Facultades: Artes, Teología, Medicina y Derecho.
El núcleo fundamental era la Facultad de Artes, que daba acceso a las otras tres; y en ella se enseñaban las
materias más propiamente filosóficas. El segundo elemento cultural destacable en el siglo XIII es la aparición de las
órdenes mendicantes, que son órdenes religiosas que pretendían en su origen llevar una vida de pobreza estricta. Surgen
contra la corrupción de la Iglesia y contra las herejías sociales. Las dos órdenes más importantes fueron los
franciscanos, fundados por S. Francisco de Asís, y los dominicos, fundados por Stº. Domingo de Guzmán.
Los franciscanos van a rebatir las herejías de forma práctica, con su testimonio de vida; los dominicos van a
rebatirlas de forma teórica. Los franciscanos empiezan siendo más tradicionales y se fijan en S. Agustín; los dominicos
toman a Aristóteles como fundamento filosófico de su teología. Tanto unos como otros solicitan cátedras de teología en
la universidad de París. Los dominicos consiguen dos y los franciscanos una. Stº. Tomás enseñará en una de aquéllas.
Otro elemento cultural importante en el siglo XIII es el desarrollo del arte gótico y su manifestación más
característica, la catedral. El arte gótico supone en pintura y escultura un paso hacia el naturalismo con el abandono
progresivo de la rigidez románica. Hay una síntesis en el gótico entre lo espiritual y lo natural. En la catedral a esa
primera síntesis se añade otra nueva entre lo eclesial y lo social. La catedral es un fenómeno arquitectónico
esencialmente urbano, tanto por su complejidad técnica como por el número de personas que intervenían en su
construcción. Mandada construir por el obispo, la catedral simboliza la riqueza del poder religioso, beneficiada por el
desarrollo urbano, pero también el poder real, que se va imponiendo a los restantes poderes feudales. En la catedral
gótica hay una síntesis entre su altura, símbolo de espiritualidad, y su luminosidad, símbolo de comunicabilidad o
sociabilidad; luminosidad conseguida sustituyendo muros por columnas o pilares y rellenando los vanos con vistosas
vidrieras.
1.3. Contexto filosófico.
Los dos fragmentos de Stº. Tomás pertenecen uno a la Summa contra Gentiles y el a la Summa Theologica.
La Summa contra Gentiles fue redactada durante la estancia de Stº. Tomás en Italia en la corte pontificia. Es una obra
apologética escrita para defender al cristianismo frente a los que no creen en él . La Summa Theologica es una obra
escrita para uso de los estudiantes, aunque su amplitud la ha convertido en algo más que un texto escolar. Empezó a
escribirse como muy pronto hacia 1265, la parte primera (pars prima) en París, la parte segunda (prima secundae y
secunda secundae) en Italia, y la parte tercera (tertia pars) en París entre 1272 y 1273. A diferencia de la Summa contra
Gentiles, que está dividida en capítulos, la Summa Theologica está compuesta por una cantidad enorme de cuestiones
(quaestiones), en total 612, dividida cada una de ellas en cierto número de artículos, que reflejan la práctica escolar
seguida en las universidades medievales. Todas las cuestiones siguen una misma estructura:
a) Enunciado de la cuestión que se va a tratar, normalmente en forma de “si...”.
b) Introducción de la opinión contraria (“dificultades”) con la frase “parece que...”, seguida de los argumentos
numerados a favor de esa opinión contraria.
c) Introducción (“por otra parte”) de una cita de una autoridad reconocida o incluso de un breve razonamiento,
que muestra la necesidad de aceptar la tesis que se va a defender
.
d) Desarrollo de la tesis que se considera verdadera (“respuesta”). Es la parte más importante.
e) Respuesta (“soluciones”) por orden a cada uno de los argumentos en contra.
Aunque las Summas pueden considerarse las dos obras más importantes, o al menos más conocidas, Stº.
Tomás escribió otras muchas, que pueden organizarse de la siguiente manera:
a) Opúsculos, pequeñas obritas en las que Stº. Tomás expresa algunas de sus reflexiones filosóficas, como el
De ente et essentia (Sobre el ente y la esencia) o De naturae (Sobre los principios de la naturaleza).
b) Comentarios a Aristóteles (sobre la “Metafísica”, la “Ética a Nicómaco”, y quizás sobre la “Física” y sobre
la “Política”).
c) Cuestiones disputadas, como por ejemplo, “Sobre la verdad”, “Sobre el mal”, “Sobre
el alma”...

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d) Cuestiones quodlibetales.
e) Obras apologéticas, como “Sobre la unidad del entendimiento contra los averroístas”.
Todas esas obras muestran claramente la relación de Stº. Tomás con ese fenómeno cultural, filosófico y
teológico, que fue la escolástica cristiana medieval, de la que él es el máximo representante. No fue la única escolástica,
pues casi al mismo tiempo, o quizás un poco antes, se desarrollan otras dos escolásticas: la escolástica judía y la
escolástica árabe. Pensadores destacados en la primera son Ibn Gabirol y Maimónides, y en la segunda Avicena y, sobre
todo, Averroes, el gran comentador de Aristóteles.
La escolástica cristiana medieval ocupa un extenso período, que va desde el siglo XI al XV. Stº. Tomás
pertenece al período de esplendor, el siglo XIII, en el que el problema principal que le da sentido, la relación entre
Razón y Fe, se expresa en una postura armónica y equilibrada. La escolástica cristiana se caracteriza por cuatro rasgos:
carencia de autonomía, falta de originalidad, ausencia de sentido histórico y estrecha conexión con la enseñanza. La
escolástica no es capaz de pensar por sí misma, sin supuestos previos. Su objetivo principal es reflexionar sobre
verdades ya aceptadas, verdades reveladas por Dios, verdades de fe. La carencia de autonomía tiene su reflejo en la
aplicación del criterio de autoridad, que anula toda originalidad filosófica. La escolástica sólo sabe recoger y aceptar
filosofías ya elaboradas, especialmente el platonismo y el aristotelismo, adaptándolas a los nuevos problemas del
momento.
Pero esa adaptación se realiza con una completa ausencia de sentido histórico. Platón y Aristóteles son
considerados filósofos contemporáneos, sin caer en la cuenta de que pertenecen a una cultura diferente y con una
problemática también diferente. Por último, la ausencia de originalidad determina el predominio de la función
transmisiva sobre la creativa, y por tanto, la hegemonía de la labor docente. Es ésta la que determinará los dos métodos
usados preferentemente por la escolástica: la lectio (lectura y comentario de textos) y la disputatio (debate acerca de un
problema), así como los géneros didácticos correspondientes.
Los comentarios dan origen a los libros de “Sentencias” y los debates a las “Cuestiones Disputadas”, si eran
debates ordinarios, a las “Cuestiones Quodlibetales”, si el tema del debate era libre, y por último a las “Summas”.
Otro elemento muy importante es la influencia de Aristóteles. Stº. Tomás elabora su pensamiento, filosófico y
teológico, basándose en Aristóteles. Esto supuso una gran novedad, porque la obra de Aristóteles ni era conocida en su
totalidad, ni de forma adecuada en la Edad Media. Excepto las traducciones de Boecio, lo demás era desconocido. El
resto de la obra de Aristóteles empieza a llegar a través de los árabes y por un proceso de traducción muy poco fiable.
Stº. Tomás tuvo que recurrir a un compañero de la orden, Guillermo de Moerbeke, que le hizo una traducción directa del
griego. Pero el aristotelismo de Stº. Tomás no es un aristotelismo puro, sino un aristotelismo adaptado a las necesidades
y problemática de un pensamiento cristiano.
Lo que más destaca en Stº. Tomás no es la originalidad de su pensamiento sino su capacidad de síntesis entre el
cristianismo y la dogmática cristiana, el neoplatonismo y el aristotelismo que penetraba con fuerza. El resultado es el
aristotelismo tomista. St Tomás entiende a Aristóteles desde su mentalidad de cristiano; y si considera que hay alguna
contradicción entre la mentalidad cristiana y lo que dice Aristóteles, la respuesta es que Aristóteles no ha sido
suficientemente claro y hay que precisarlo.
Frente al aristotelismo tomista se desarrollará durante la segunda mitad del siglo XIII el averroísmo latino,
contra el que va a luchar Stº. Tomás. El averroísmo latino constituye una interpretación de Aristóteles basada en los
comentarios del filósofo cordobés Averroes, más fiel al Aristóteles original. Los averroístas defendían que Dios no
había sido absolutamente libre al crear el mundo, ni conoce las cosas individuales, sino sólo a sí mismo, que el mundo
es eterno y se ajusta a leyes que Dios tiene que respetar, y que el alma, como forma del cuerpo, muere igual que éste.
Todas estas tesis son claramente heterodoxas. Los averroístas se defendían aplicando la doctrina de la doble verdad, que
lo que era verdad según la razón, no tenía que serlo según la fe.

ESTRUCTURA DEL TEXTO


SUMMA CONTRA GENTILES
I. Verdades divinas accesibles a la razón (cap. IV)
1. Existencia de dos clases de verdades reveladas.
2. Inconvenientes del conocimiento exclusivamente racional de los preámbulos de la fe.
a. Número reducido de personas.
b. Dificultad para su demostración.
c. Riesgo de caer en errores.
II. Verdades divinas accesibles sólo por la fe (cap. V)
1. Argumentos basados en la necesidad de estas verdades:
a. Ordenan a los hombres a un bien superior a la limitación humana.
b. Proporcionan un conocimiento más veraz de Dios.
2. Argumentos basados en la utilidad de estas verdades:
a. Reprimen el orgullo.
b. Confieren al alma una gran perfección.

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ANÁLISIS-RESUMEN DEL TEXTO DE STO. TOMÁS

Verdades divinas accesibles a la razón


1. Existencia de dos clases de verdades reveladas.
Stº. Tomás establece dos clases de verdades reveladas: 1) verdades reveladas e inteligibles que son demostrables por
el entendimiento humano sin otra ayuda; y 2) verdades reveladas e inteligibles que no son demostrables. Las primeras reciben
el nombre de “preámbulos de la fe”, como la existencia de Dios o la inmortalidad del alma. Las segundas reciben el nombre
de “artículos de fe”, como el dogma de la Trinidad, el dogma de la Encarnación, etc. Si las primeras se pueden conocer a
través de la razón, ¿para qué necesitamos de la fe? Stº. Tomás considera que aún así es útil la ayuda de la fe y va a dar tres
justificaciones, pero en sentido negativo, indicando los inconvenientes que habría si la fe no prestara su ayuda.
2. Inconvenientes del conocimiento exclusivamente racional de los preámbulos de la fe.
a. Número reducido de personas.
El primer inconveniente que existe, si la fe no presta su ayuda, es el número reducido de personas que podrían el
conocimiento de esas verdades reveladas. Stº. Tomás da tres razones: la incapacidad, la dedicación a otros asuntos y la
dificultad de la investigación. Hay quienes por su misma estructura fisiológica no pueden desarrollar al máximo sus
capacidades mentales y, por tanto, no son aptos para alcanzar este conocimiento. Hay otros, que teniendo capacidad
suficiente, no disponen del tiempo necesario, porque tienen que atender a asuntos más urgentes, como es el cuidado de la
familia o la gestión del estado. Por último, hay otros que, aun teniendo capacidad y tiempo, no están suficientemente
preparados. El conocimiento racional de estas verdades reveladas exige una ardua preparación filosófica, porque para Stº.
Tomás la filosofía está orientada a Dios; y más concretamente, exige un buen conocimiento de la metafísica, que es la parte
más difícil, a través de la cual se puede realizar su demostración. Ya para Aristóteles la metafísica era una ciencia divina,
aunque lo divino para los griegos esté muy lejos del Dios cristiano. No todo el mundo, aunque lo desee está dispuesto a hacer
el esfuerzo necesario (pereza intelectual) para conocer racionalmente estas verdades, sino sólo unos pocos. Aunque el deseo
de conocer la verdad divina es natural a todos los hombres, el amor a la ciencia que permite ese conocimiento exige un trabajo
que la mayor parte de los seres humanos no está dispuesta a realizar.
b. Dificultad para su demostración.
El segundo inconveniente es la dificultad que entraña la demostración de estas verdades reveladas. Son verdades
que, por su profundidad, el entendimiento no puede fácilmente conocer. Para Stº. Tomás la metafísica está situada en el tercer
grado de abstracción, tras la física y las matemáticas, que ocupan el primer y segundo grado respectivamente. Por tanto, la
metafísica exige un esfuerzo intelectual mayor. Y dentro de la metafísica la parte última y más complicada es la que versa
sobre Dios. La dificultad en el conocimiento de estas verdades exige dos condiciones: largo ejercicio y mucho tiempo. Largo
ejercicio, porque, antes de llegar a este conocimiento, se necesitan otros previos, entre ellos el dominio del razonamiento
lógico, el conocimiento de la naturaleza y el conocimiento de las matemáticas. Y mucho tiempo, porque se necesita de una
madurez que no da la juventud. El conocimiento de estas verdades reveladas exige una tranquilidad de espíritu y un equilibrio,
que sólo se pueden conseguir cuando las pasiones, ligadas a las funciones sensitivas del alma, están sometidas a la razón.
c. Riesgo de caer en errores
El tercer inconveniente son los errores en que puede incurrir el entendimiento. Estos errores se deben a dos causas:
1) la dificultad que tiene el entendimiento en distinguir un conocimiento de otro, una razón de otra. Podemos confundir un
razonamiento verdadero con un razonamiento probable o incluso con un razonamiento falso que se nos presenta a primera
vista como verdadero. También puede suceder al contrario, que no sepamos descubrir un razonamiento verdadero y dudemos
de una verdad que puede perfectamente demostrarse. Es la debilidad de nuestro entendimiento la que explica la disparidad de
opiniones entre las personas más sabias. 2) La confusión introducida por el conocimiento sensible. El entendimiento humano
no tiene un conocimiento directo de la esencia de las cosas, sino a través de un proceso de abstracción; necesita partir de
imágenes sensibles, que a veces nos pueden confundir. Por el contrario, la fe nos garantiza la seguridad de la certeza,
resolviendo las diferencias de opiniones, y nos ofrece un conocimiento nítido y claro. En conclusión, la ayuda de la fe
resuelve los tres anteriores inconvenientes, facilitando el conocimiento de las anteriores todos los hombres y evitando errores
y dudas.
La cita de la Carta de San Pablo a los efesios (Nuevo Testamento) muestra las dificultades que tiene la razón
humana para conocer las verdades divinas, de manera que quienes no poseen la Revelación (los gentiles), sólo pueden obtener
conocimiento superficial y confuso. La cita se completa con otra del profeta Isaías (Antiguo Testamento), que indica la
conveniencia de la Revelación.

Verdades divinas sólo accesibles por la fe


Stº. Tomás elabora cuatro argumentos para demostrar la conveniencia de que el hombre conozca por la fe las
verdades divinas no accesibles a la razón. Los dos primeros argumentos se basan en la necesidad de dichas verdades, los dos
últimos en su utilidad.
1a. Ordenación de los hombres a un bien superior.
Stº. Tomás empieza criticando a quienes niegan la necesidad de estas verdades, porque superan la capacidad de la
naturaleza humana. Se trata de una objeción fuerte, a la que responde Stº. Tomás tratando de demostrar que tales verdades son
necesarias para el hombre. La demostración parte del principio según el cual “no hay deseo o inclinación, si no hay un bien
conocido de antemano”. A continuación se añade una afirmación fáctica: los hombres están ordenados a un bien superior a la
razón humana, que es Dios. Y como para que ese bien superior sea amado y deseado debe ser conocido, es necesario dar a
conocer al hombre las verdades de fe.

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El argumento se vuelve mucho más interesante si lo reinterpretamos. El principio del que parte la demostración se
puede reformular de la manera siguiente: “si no hay un bien conocido o que deba conocerse, no hay deseo o inclinación a ese
bien”. En segundo lugar, existe ese deseo o inclinación, ya que los hombres están ordenados por Dios a un bien superior a la
propia limitación humana. Lo que esto quiere decir es que en el hombre hay una contradicción entre lo que es, sus propias
limitaciones, y lo que quiere ser, un proyecto de infinito (no concebimos fin a la tarea de proyectar). Como el punto de partida
de la demostración es un enunciado condicional, de la negación del consecuente que hace la afirmación fáctica (“hay deseo o
inclinación a un bien superior”) podemos pasar a la negación del antecedente: “hay un bien superior conocido o que debe
conocerse”. Por tanto, si hay un bien superior que debe conocerse, habrá que presentar al alma el conocimiento de ese bien,
que son las verdades de fe. Asimismo ese conocimiento reforzará la tendencia del hombre a ese bien superior.
En apoyo de lo anterior Stº. Tomás hace referencia a los preceptos del Antiguo Testamento (ley antigua), que
contienen unas muy pocas verdades no accesibles a la razón natural. También aduce como apoyo el esfuerzo de los filósofos
antiguos por conducir a los hombres desde los placeres sensibles a bienes superiores a los sensibles, como son los bienes
morales y bienes del conocimiento teórico, aunque en este caso ambos pertenecen a la naturaleza humana.
b. Conocimiento más veraz de Dios.
El conocimiento de Dios que puede obtener la sola razón humana no es suficiente. Es incompleto e impreciso, como
corresponde a un ser que supera la capacidad de nuestro pensamiento. Dios, la sustancia divina, no puede conocerse tal como
hacemos con las demás sustancias, partiendo de la experiencia. Lo que sabemos de Dios es por vía negativa o por analogía.
La mente humana no puede conocer la esencia divina tal como es en sí. El conocimiento que nos proporciona la fe es más
completo y, sobre todo, más verdadero, más acorde con su objeto, porque al superar el conocimiento natural, nos muestra la
trascendencia de Dios respecto al pensamiento humano.
2a. Represión del orgullo.
El tercer argumento que propone Stº. Tomás va contra el orgullo, y nosotros diríamos además, contra la soberbia de
quienes se creen en posesión de toda la verdad. Este argumento tiene un lado objetivo y un lado subjetivo. Desde el lado
objetivo, el orgullo consiste en creer que es posible alcanzar toda la verdad (“toda la naturaleza de un ser”); desde el lado
subjetivo, el orgullo consiste en considerar que todo lo que uno sabe es verdadero, y todo lo que uno no sabe es falso.
2b. Gran perfección para el alma.
En cierta manera el cuarto argumento es complementario del primero y su planteamiento equivalente. Si los
hombres están ordenados a un bien superior, el conocimiento de ese bien superior les perfeccionará mucho más que el
conocimiento de los otros bienes; y por tanto, el conocimiento de las verdades divinas sólo accesibles por la fe, que es un bien
superior, perfecciona a la razón humana. Asimismo la argumentación se plantea contra una opinión contraria, semejante a la
que ya se criticó en el primer argumento: lo propio del hombre es conocer lo humano y lo propio del mortal es conocer lo
mortal. Sin embargo, la segunda y la tercera cita de Aristóteles, sacadas de la Ética a Nicómaco, y Sobre el cielo, están mal
interpretadas. El sentido de las verdades inmortales y divinas, de que habla Aristóteles, no es el que le da Stº. Tomás, porque
esas verdades inmortales y divinas son accesibles en Aristóteles a la razón humana. Como ya se dijo antes, Aristóteles llama
en un primer momento a lo que para él es la “Filosofía Primera”, y que nosotros conocemos con el nombre de “Metafísica”,
“Teología”, ciencia divina. Por otra parte, el conocimiento de las sustancias superiores, de que habla en Sobre el cielo, sigue
siendo tan natural como el de las sustancias inferiores. Puede resultar extraño que el conocimiento de los cuerpos celestes se
considere un conocimiento superior. Lo que sucede es que la astronomía aristotélica, de carácter geocéntrico, divide el
mundo en dos partes totalmente diferenciadas: el mundo infralunar, perecedero (el de las sustancias inferiores) y el mundo
supralunar, eterno y perfecto (el de las sustancias superiores). Esta concepción del mundo cambió con la astronomía
copernicana, que es básicamente la nuestra.
Las citas del Eclesiástico (libro del Antiguo Testamento, formado por una colección de aforismos sapienciales) y de
la Carta de S. Pablo a los corintios (Nuevo Testamento) sirven para confirmar que esas verdades de fe ya están disponibles
por la Revelación.
La estructura de este texto es la típica de una quaestio (pregunta) escolástica, que consta de cuatro apartados además
del enunciado de la cuestión o

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