Você está na página 1de 5

3.

El mètode socràtic: ( l'educació no prové de fora,


com pensaven els sofistes, sinó que ve de dins):

• Refutació (ironia): Preguntes perquè l'interlocutor reconegui la


seva ignorància.
• Maièutica: L'interlocutor descobreix la veritat que es troba dins de
la seva ànima.

4.3 Plató: La refutació a Laques


"Sòcrates: Intenta definir el valor, Laques.
Laques: Vatua, Sòcrates, fes-me preguntes més difícils! L’home
que s’allista a l’exercit i que, quan s’ha d’enfrontar amb l’enemic,
no fuig corrents, pots estar segur que és valent.
Sòcrates: A la batalla de Platees, segons diu la història, els
espartans van atacar [els perses], però no van poder resistir el
contraatac de l’enemic i es van haver de retirar. Els perses van
trencar files per perseguir-los, però, aleshores, els espartans van
girar en rodó, van lluitar com si fossin la cavalleria i van acabar
guanyant la batalla. “

Plató, Laques.

4.4 Plató: Els dolors de la refutació de Menó


"Sócrates: Por tanto, excelente amigo, no creas tú tampoco que,
mientras se está aún investigando qué es la virtud en su conjunto,
vas tú, contestando por medio de partes de ella, a ponerle a nadie
en claro la virtud, o cualquier otra cosa con este mismo tipo de
definición, sino que de nuevo habrá que hacer la misma pregunta:
¿Qué es esa virtud de la que así hablas en tu definición? ¿O te
parece que no tiene valor lo que estoy diciendo?
Menón: Me parece que tienes razón.
Sócrates: Responde entonces otra vez desde el principio: ¿Qué
afirmas que es la virtud, tú y tu amigo?
Menón: Mira, Sócrates, ya había yo oído antes de conocerte que
tú no haces otra cosa que confundirte tú y confundir a los demás; y
ahora, según a mí me parece, me estás hechizando y embrujando y
encantando por completo, con lo que estoy ya lleno de confusión.
Y del todo me parece, si se puede también bromear un poco, que
eres parecidísimo, tanto en la figura como en lo demás, al torpedo,
ese ancho pez marino. Y en efecto, este pez, a quienquiera que se
le acerca y le toca, lo hace entorpecerse, y una cosa así me parece
que ahora me has hecho tú; porque verdaderamente yo, tanto de
alma como de cuerpo, estoy entorpecido, y no sé qué contestarte.
Y, sin embargo, mil veces sobre la virtud he pronunciado muchos
discursos y delante de mucha gente, y muy bien, según a mí me
parecía; pero ahora ni siquiera qué es puedo en absoluto decir. Y
me parece que haces bien en no querer embarcarte ni viajar fuera
de aquí; porque si siendo extranjero en otro país hicieras tales
cosas, quizá te detuvieran por mago."

Plató. Menón 79d - 80b

4.5 Plató: La maiéutica


"Sócrates. ¡Qué extraño que nunca hayas oído que soy hijo de una
partera, una apacible y saludable mujer, llamada Fenarete!
Teeteto. Lo he oído.
Socr. ¿Te han dicho que yo también practico el mismo arte?
Teet. No, nunca.
Sócr. Sin embargo, es verdad; pero no divulgues mi secreto. No se
sabe que yo poseo esa habilidad, y es así que los ignorantes me
describen como un excéntrico que reduce a las personas a una
perplejidad sin esperanza. ¿Te han dicho eso?
Teet. Sí.
Sócr. ¿Quieres que te diga la razón?
Teet. Sí, por favor.
Sócr. Considera, entonces, lo que ocurre con todas las parteras.
Lograrás así comprender lo que quiero decir. Creo que sabes que
ellas sólo atienden a otras mujeres en sus partos cuando ya no
pueden engendrar hijos ni criarlos, puesto que están demasiado
viejas para ello.
Teet. Por supuesto.
Sócr. Dicen que eso ocurre porque Artemisa, la diosa de los
nacimientos, no tiene hijos. De ese modo, si bien ella no permitió
que las mujeres estériles fueran parteras, porque excede el poder
de la naturaleza humana el ser hábil en algo sin tener ninguna
experiencia en ello, confirió tal privilegio a las mujeres que ya no
podían criar hijos, en razón de su semejanza con ella.
Teet. Es probable.
[…]
Sócr. Todo esto, pues, cae dentro del campo de la partera; pero
sus logros son inferiores a los míos. No es propio de las mujeres el
dar a luz unas veces a criaturas reales y otras a meros fantasmas,
de manera que resulte difícil distinguir a los unos de los otros. Si
llegara a suceder semejante cosa, la más elevada y noble tarea de
la partera consistiría en distinguir lo real de lo irreal. ¿No es
cierto?
Teet. Naturalmente.
Sócr. Mi arte mayéutica es, en general, como el de ellas; la única
diferencia es que mis pacientes son hombres, no mujeres, y que mi
trato no es con el cuerpo sino con el alma, que está en trance de
dar a luz. Y el punto más elevado de mi arte es la capacidad de
probar por todos los medios si el producto del pensamiento de un
joven es un falso fantasma o está, en cambio, animado de vida y
verdad. Hasta tal punto me parezco a la partera, que yo mismo no
puedo dar a luz sabiduría, y el reproche usual que se me hace es
cierto: a pesar de que yo pregunto a los demás, nada puedo traer a
luz por mí mismo, porque no existe en mí la sabiduría. La razón es
la siguiente: el cielo me obliga a servir como partera, pero me ha
privado de dar a luz. De modo que por mí mismo no tengo ninguna
clase de sabiduría ni ha nacido nunca de mí descubrimiento
alguno que fuera criatura de mi alma. Algunos de quienes
frecuentan mi compañía parecen, al principio, muy poco
inteligentes; pero, a medida que avanzamos en nuestras
discusiones, todos los que son favorecidos por el cielo hacen
progresos a un ritmo tal que resulta sorprendente tanto a los
demás como a sí mismos, si bien está claro que nunca han
aprendido nada de mí; las numerosas y admirables verdades que
dan a luz las han descubierto por sí mismos en sí mismos. Pero el
alumbramiento, en cambio, es tarea del cielo y mía.
La prueba de esto es que muchos que no han sido conscientes de
mi asistencia, pero que gracias a mí han dado a luz, creyendo que
toda la tarea había sido exclusivamente de ellos, me han dejado
antes de lo que debían, ya sea por influencia ajena o por propia
determinación, por lo que fueron malogrando, en lo sucesivo, su
propio pensamiento al caer en malas compañías. Han ido
perdiendo los hijos que yo les había ayudado a tener, porque los
educaron mal, al atender más a los falsos fantasmas que a lo
verdadero; y así, finalmente, tanto los demás como ellos mismos
fueron conscientes de su falta de entendimiento. Eso fue lo que
,sucedió con Arístides, hijo de Lisímaco, y con muchos otros.
Cuando vuelven, y buscan reanudar nuestro trato invocando
extravagancias, la advertencia divina que llega hasta mí, a veces,
me lo prohibe. En otros casos, me lo permite, y entonces ellos
comienzan nuevamente a progresar. En otros términos, quienes
buscan mi compañía tienen la misma experiencia que una mujer
con su hijo: sufren los dolores del parto y, tanto de noche como de
día, están llenos de padecimientos mucho mayores que los de una
mujer; y mi arte tiene el poder de producirlos o de evitarlos. Eso
es lo que les pasa a alguno; otros, en cambio, Teeteto, pienso que
en sus mentes nunca han concebido nada. […]"

Platón.Teeteto, 149-151b.

4.6 Plató: La ironia de Sòcrates


"- ¡Por Hércules!, tenemos a Sócrates otra vez con su
acostumbrada ironía... esto es, que no sea él quien conteste y que,
al ser otro el que conteste, tome él la palabra y le refute...
- Pero, ¿cómo podría contestar?, querido amigo -dije yo
(Sócrates)- quien, no sabiendo nada de antemano, acepta que
realmente no sabe, ... Es más razonable que hables tú, ya que dices
que sabes y que tiene cosas que decir."

Platón. República, 337-338.

Você também pode gostar