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Julio C.

Jobet: El Socialismo Científico y la


Libertad
El Socialismo amplía la libertad y rechaza el totalitarismo

Si el liberalismo envuelve la idea de libertad, en la práctica la defiende en forma limitadísima. El


socialismo expresa el anhelo de libertad y la exigencia de organización. El espíritu exige la libertad
política; la necesidad material impone la organización económica. Tal como lo manifestara Fourier, ser
socialista es hacer el inventario de las necesidades humanas y darles satisfacciones. Y al conseguirlo
permite que la libertad impere efectivamente para todos los miembros de la sociedad. La supuesta
afirmación de que el socialismo es enemigo de la libertad, deriva del excesivo hincapié de algunos
discípulos de Marx en asignarle un valor muy relativo e histórico (la libertad y la moral serían productos
históricos, simples reflejos de la evolución del mundo externo), confundiendo su esencia con sus
manifestaciones pasajeras. Esta actitud, sin embargo, no guarda relación con el pensamiento y la
actividad de Marx. Su preocupación por el hombre es constante, y su lucha por la libertad, apasionada e
intransigente. Poseyó una fe indestructible en las capacidades del hombre y en las posibilidades de su
transformación y de su perfeccionamiento. Al combatir la reacción en algunos países europeos y
denunciar sus tendencias conquistadoras, señalaba su derrota inevitable ante "la fuerza explosiva de las
ideas democráticas y la sed ingénita del hombre por la libertad". Y no aceptaba su defensa por cualquier
hipócrita u oportunista, porque "el que quiere defender la libertad debe primero amarla".

La URSS, al transformarse en una organización dictatorial basada en la socialización de los medios de


producción, extendió aquel juicio simplista y equivocado. El comunismo soviético ha desacreditado la
libertad, el socialismo y la democracia, a causa de su sistema tiránico absorbente, donde se ha avasallado
al hombre, sometiéndolo completamente inerte a un Estado totalitario. Las ventajas económicas
logradas no compensan tal esclavizamiento del hombre. Pero es preciso no confundir el socialismo,
libertario por excelencia, con el comunismo soviético, opresor y aplastador de la personalidad humana.
Es una verdad profunda la expresada por el líder socialista francés León Blum, cuando ha dicho: "Hay una
conexión indisoluble entre socialismo y democracia; sin socialismo la democracia es imperfecta y sin
democracia el socialismo es imposible”.

El socialismo combate todo totalitarismo para afirmar una posición democrática y libertaria; señala el
peligro de los regímenes dictatoriales centralizados y la amenaza de los grupos reaccionarios: sectores
monopolistas, consorcios imperialistas, tarifas clericales y pandillas militaristas. El socialismo precisa que
la clase trabajadora es genuinamente democrática y si lucha por eliminar la propiedad privada de los
medios de producción y la existencia de las clases antagónicas, es para conseguir la democracia y la
libertad. Y como régimen de transición persigue la creación de una economía de Estado planificada, con
amplias nacionalizaciones, hacia un colectivismo evolutivo, a cumplirse en provecho de los intereses
populares y humanos, destruyendo los viejos privilegios, pero manteniendo en forma intransigente la

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libertad y reconociendo la acción y dirección de los trabajadores, por medio de sus organismos sindicales
y cooperativos y los consejos de productores y comunas, en el proceso. El socialismo en ningún instante
coarta la fecunda iniciativa de las masas y tiene el convencimiento de que apoyado en ellas podrá
realizar la transformación del régimen capitalista en otro de verdadera democracia económica y social,
sin la cual no es posible la democracia política.

Para Carlos Kautsky, el gran teórico socialista y colaborador de Federico Engels, la lucha por el socialismo
y por la emancipación del trabajo es, al mismo tiempo, una lucha por la emancipación humana en
general; la organización colectiva de la economía no es un fin en sí misma, es el medio para asegurar la
libertad y el completo desarrollo de la persona humana. Al perseguir la emancipación humana el
socialismo está ligado indisolublemente a la democracia. La propiedad colectiva no puede concebirse sin
democracia. La propiedad colectiva y socialismo son imposibles en un régimen despótico, en donde los
miembros de la colectividad estén privados del derecho de decidir libremente sobre el modo en que esta
propiedad debe ser organizada y regida, y sobre las reglas según las cuales deban ser distribuidos, entre
aquéllos, los frutos de su trabajo. Según Kautsky, para Marx la implantación del socialismo sólo podría
ser obra de la propia clase obrera y creía posible esta realización en el lugar y en el momento en que
dicha clase hubiera alcanzado la fuerza y la educación necesarias. La condición para lograrlas consistía,
por un lado, en un desarrollo económico avanzado y, por el otro, en una gran libertad política, es decir,
en una vigorosa ascensión del movimiento obrero. Kautsky atacó la experiencia del comunismo
soviético, precisamente, por su tentativa de imponer el socialismo en un medio atrasadísimo recurriendo
a una feroz esclavitud de Estado y a una explotación inhumana del trabajo. Y la realidad del capitalismo
de Estado burocrático y de tiranía política no significa el fracaso de los métodos socialistas del marxismo,
sino el de los métodos del utopismo operando con un proletariado insuficientemente desarrollado. Es
un fracaso de la dictadura como medio de conservar el poder y de realizar el socialismo. El comunismo
soviético posee escasa relación con el socialismo, porque en su funcionamiento aplasta al hombre con el
peso del despotismo en lugar de elevarle y emanciparle. El socialismo se revela superior al comunismo,
al perseguir la democratización económica, social y política junto al ennoblecimiento espiritual de la
sociedad y del individuo.

Ha ayudado también a extender el errado juicio de que el socialismo es el enemigo de la libertad el


hecho de suponerle un afán igualitario en un sentido nivelador. El socialismo rechaza la igualdad
entendida en esta forma por considerarla una concepción simplista y torpe. Únicamente pretende
conquistar una base material justa y equitativa para todos a través de la socialización de los medios de
producción y de la eliminación de las clases sociales, de donde partan los individuos en iguales
condiciones y con iguales oportunidades. El socialismo quiere elevar al hombre sobre sus propias
necesidades para hacerlo alcanzar el dominio de la plena libertad. Para los socialistas, la libertad es una
realidad y un ideal. Ella es, a la vez, el motor de la vida humana y su objetivo. Los socialistas no niegan la
libertad; niegan que pueda ser efectiva por el sólo conocimiento de las leyes de la naturaleza y de la
evolución histórica, y niegan que sea un milagroso don del cielo, una mera facultad poseída. La
consideran un esfuerzo incesante, una creación humana continua, inseparable de la confianza en sí y de
la acción. La libertad es la acción del hombre para dominar la naturaleza y superar las contradicciones de
la historia. De este modo, el socialismo es el más completo humanismo. En todas las épocas de la historia

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se comprueba este esfuerzo del hombre por escapar de la animalidad para mejorar sus condiciones de
vida y de pensamiento. El hombre tiene conciencia de su libertad, pero no la ha podido realizar en
plenitud. Pertenece al socialismo hacerla existir verdadera y totalmente. La libertad no puede imperar en
una sociedad donde las clases dominantes, dueñas de los medios de producción, aplastan y subyugan a
las clases que no poseen sino su fuerza de trabajo. La libertad, entonces, no puede ser el privilegio de
algunos elegidos; ella implica un esfuerzo de todos para realizarla. La libertad no puede ser efectiva más
que en una sociedad sin clases.

El socialismo es un completo humanismo porque supone la abolición de la enajenación del hombre; su


recuperación como verdadero ser humano. El socialismo "es la abolición positiva de la propiedad
privada, de la auto enajenación humana y, por lo tanto, la apropiación real de la naturaleza humana a
través del hombre y para el hombre. Es, pues, la vuelta del hombre mismo como ser social, es decir,
realmente humano, una vuelta completa y consciente que asimila toda la riqueza del desarrollo
anterior... Es la resolución definitiva del antagonismo entre el hombre y la naturaleza y entre el hombre y
el hombre. Es la verdadera solución del conflicto entre la existencia y la esencia, entre la objetivación y
autoafirmación, entre la libertad y la necesidad, entre el individuo y la especie. Es la solución del dilema
de la historia y sabe que es esta solución".

El peligro de tiranía en el seno del socialismo y el verdadero sentido de la dictadura del proletariado

La democracia es una conquista y una creación continuas. En una saciedad donde una clase explota a
otra, la democracia y la libertad se encuentran disminuidas y limitadas; asimismo donde el Estado se ha
fortalecido, concentrando todo el poder económico, social y político.

A raíz de las experiencias contemporáneas ha quedado de manifiesto que la posibilidad de democracia o


de dictadura, como forma de Estado, está presente tanto en el sistema capitalista como en el sistema
socialista.

Todo estado burgués es, en última instancia, un instrumento de la dominación de la clase hegemónica,
pero, al mismo tiempo, en el seno del capitalismo avanzado, es preciso distinguir la diferencia existente
entre un sistema de democracia parlamentaria y un sistema de dictadura fascista. La democracia
parlamentaria permite el funcionamiento de las libertades burguesas iniciales, logradas en su lucha
contra el feudalismo y el absolutismo, y las garantías legales obtenidas por el movimiento obrero en su
tenaz contienda contra la burguesía. Ya no son libertades burguesas, ajenas al movimiento obrero, sino
libertades democráticas del pueblo, conseguidas, mantenidas y ampliadas por sus costosas y, a menudo,
sangrientas batallas. La dictadura fascista arrasa con todas las libertades públicas y las sustituye por la
represión y el terror, por los campos de concentración y la muerte. La experiencia del fascismo obliga,
entonces, a distinguir con claridad en el seno del capitalismo demo burgués, entre la democracia y la
dictadura.

Por la razón anterior, en el régimen capitalista avanzado, el movimiento obrero lucha por el socialismo
en la medida que éste le abre perspectivas amplias para una democracia más perfecta que aquella en la
cual vive. Esta finalidad se afirma y extiende frente a una nueva situación: en el régimen socialista, tal
como sucede en el capitalista, pueden existir diferentes sistemas políticos. La experiencia del estalinismo

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(modalidad del culto a la personalidad) señaló que dentro del socialismo puede imperar un modo
dictatorial basado en la violencia directa de los órganos de represión de la elite dominante, violando
abiertamente la legalidad socialista. El estalinismo mostró la existencia de campos de concentración, no
sólo para los representantes de las clases derrocadas, sino también para los miembros de la clase obrera,
del campesinado, de los intelectuales avanzados, para los socialistas y comunistas, y, por lo tanto,
mostró que en un sistema socialista los derechos democráticos de los ciudadanos, proclamados
formalmente, pueden ser adulterados y abrogados con maquinaciones políticas y violados brutalmente
con instrumentos de represión. Si los "campos de concentración nazis" han llegado a ser un símbolo de la
monstruosidad alcanzada por la violencia de un régimen dictatorial en la sociedad capitalista, las "purgas
de Stalin" se han convertido en un término representativo de una terrible realidad ligada a la dictadura
en el socialismo, por lo cual ha desacreditado de manera profunda el socialismo en los países
democráticos.

De esa experiencia deriva otra implicación trascendental, como en el ideario socialista se define su forma
política como una "dictadura del proletariado", para muchos observadores un régimen socialista significa
concreta e ineludiblemente un sistema dictatorial y tiránico, como el estalinista. Entonces, el término
dictadura del proletariado aparece comprometido y repudiado a causa de la violación de la democracia
en los países que se proclaman socialistas, durante el largo periodo estalinista, y, en primer lugar, en el
principal, la URSS.

El problema adquiere extraordinaria gravedad, porque aun en las condiciones de una revolución pacífica
es necesario seguir elaborando la concepción de la "dictadura del proletariado" como parte integrante
de la teoría marxista del Estado. Aun en tales condiciones el poder sigue siendo la cuestión principal; es
decir, organización del proletariado en clase dominante. El proletariado debe primero conquistar el
poder político, el Estado, no para abolirlo inmediatamente, sino para utilizarlo en la solución de las
contradicciones de la sociedad clasista existente, en su interés, esto es, en el interés de la mayoría, y de
la construcción consciente de la sociedad socialista sin clases, pues ése es el sentido y el fin último de la
lucha política de la clase trabajadora (el poder político en el sentido de la dominación coactiva sobre los
hombres es una categoría histórica ligada a la sociedad de clases y no un atributo perpetuo de la
sociedad humana en general; en la sociedad socialista sin clases la gestión social directa de las cosas
sustituirá la dominación política sobre los hombres). Después del triunfo del socialismo, la organización
del poder político estatal debe corresponder a la doble exigencia de ser estructurado de tal modo que
haga posible la influencia directa y decisiva de los trabajadores en la conducción de los asuntos sociales,
y de facilitar el proceso natural de su propia extinción. O sea, la democracia directa, y más plena, es la
forma legítima de la organización política del Estado socialista.

En el presente, cuando la historia ha demostrado que también en una sociedad socialista puede existir
un régimen de dictadura, después de la experiencia estalinista, al hablar de dictadura del proletariado lo
hacemos en el claro sentido de "gobierno de la clase trabajadora", sin identificarlo, en la menor
concesión, con el concepto de sistema dictatorial. El socialismo y el gobierno del proletariado rechazan la
dictadura de una persona, de una capa de la burocracia, o de cualquier grupo social, porque es opuesta a
lo entendido por Marx en su frase "dictadura del proletariado", como concepción del poder de la clase
obrera y demás masas trabajadoras.

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Marx expuso su fórmula de la dictadura del proletariado en oposición a la dictadura de la burguesía y no
como contraria de la democracia. En la actualidad, al insistir en la proclamación a secas del término
"dictadura del proletariado" adherimos a algo condenado por la experiencia histórica y enemiga de la
esencia democrática del socialismo y, además, a algo identificado por la opinión pública con un régimen
dictatorial de tipo estalinista.

En vista de lo expresado, el Partido Socialista de Chile lucha por establecer una sociedad socialista por
medio de la acción organizada de los trabajadores manuales e intelectuales: de obreros, campesinos,
técnicos, empleados y profesionales, hombres, mujeres y jóvenes, para dar forma a una República
Democrática de Trabajadores, pluripartidista. Y en cuanto a él, como partido, practica una disciplina
consciente y una vida interna dinámica. Hace suyas las palabras de Engels en una carta a Bebel: "¿Cuál es
la diferencia entre ustedes y Puttkamer (ministro prusiano del Interior y enemigo acérrimo de la
socialdemocracia), si ustedes aprueban leyes anti socialistas contra sus propios camaradas? A mí,
personalmente, no me importa. No hay partido en el mundo que pueda condenarme al silencio cuando
estoy resuelto a hablar... Ustedes -el partido— necesitan la ciencia socialista, y esa ciencia no puede
existir a no ser que haya libertad en el partido" (Citado por Gustav Meyer en su biografía de Engels).

En una sociedad socialista, unipartidista o pluripartidista, el gobierno de la clase trabajadora deberá


actuar para impedir el retorno al poder de la clase derrocada, de la burguesía, y, al mismo tiempo, para
desarrollar las relaciones sociales socialistas y ampliar constantemente la democracia directa. Las clases
derrocadas se encontrarán constreñidas, sin necesidad de la violencia física contra sus miembros, por la
presión de la nueva legislación socialista y las variadas formas de organización y de actuación de las
fuerzas políticas del socialismo y de las masas trabajadoras. La clase trabajadora se transformará
realmente en clase dominante, en forma directa, y no tan sólo a través de sus representantes, en base
de una profunda socialización de la política, del poder y de la economía. O sea, llegará a las más amplias
formas de democracia directa.

A muchos parecerá ocioso este debate, pero no ocurre así, dada la proximidad de la victoria del
socialismo y de la clase trabajadora. Aunque se admita la posibilidad de diversos caminos al socialismo,
el resultado final será una u otra forma de gobierno del proletariado y demás clases laboriosas. Es
imposible eludir, entonces, el examen del término "dictadura del proletariado" y al enfrentarlo, en la
actualidad, no se puede discutir sobre él, en ningún sitio, como si el estalinismo no hubiera existido. Ni
tampoco es posible dejar de considerar el régimen de la URSS, sus fundamentos y su trayectoria, por
tratarse de la principal potencia socialista, y donde se dio el ejemplo más drástico de que un sistema
social socialista también puede engendrar un régimen de violencia y desafuero, de tiranía implacable,
característico del período llamado de "culto a la personalidad".

Es urgente llegar a una conclusión clara en este asunto. En la Conferencia Nacional del Partido Comunista
de Noruega, en diciembre de 1965, según su presidente, Reidar Larsen, el P.C.N. rechazó en su programa
el término "dictadura del proletariado" y lo sustituyó por el de "poder de la clase obrera", a causa de que
tanto la propaganda democrático-burguesa como el abuso de poder en algunos países socialistas habían
adulterado aquel concepto haciéndolo indeseable y corruptor.

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Según Gustav Meyer, en la década de 1840 se entendía por socialismo, en Alemania, la lucha por la
transformación pacifica de la sociedad, y por comunismo, el esfuerzo llevado a cabo por asociaciones
proletarias secretas para destruir la sociedad capitalista. Marx y Engels se definieron como comunistas
para acentuar sus concepciones filosóficas y políticas revolucionarias, vinculadas a los intereses del
proletariado, frente a las diversas agrupaciones socialistas utopistas, desligadas de la actividad de la
clase trabajadora, y cuyas doctrinas habían penetrado hasta en los salones aristocráticos. Con el tiempo,
las doctrinas del socialismo científico y revolucionario de Marx y Engels nutrieron la teoría y él programa
de los partidos socialistas de la II Internacional, la llamada Socialdemocracia; pero, desde comienzos del
presente siglo, se extendió una corriente revisionista, encabezada por Eduardo Bernstein e influida por
los éxitos electorales y la conquista de diversas reformas sociales de la socialdemocracia alemana,
sometiendo a crítica las concepciones revolucionarias de Marx (a su juicio el socialismo podría
implantarse por la vía pacífica utilizando los medios electorales directos por la actividad reformista y
evolutiva) y, al mismo tiempo, señalando que la evolución del capitalismo contradecía o negaba muchas
de las afirmaciones más rotundas de Marx. Sin embargo, la Guerra Mundial de 1914 demostró una vez
más las incurables contradicciones del sistema capitalista y dieron la razón a quienes se mantuvieron
fieles a la ortodoxia marxista, como Rosa Luxemburgo y Lenin.

Desde la toma del poder en Rusia, en octubre de 1917, por el Partido Bolchevique, por decisión de Lenin
éste se transformó en Partido Comunista y, a la vez, creó la III Internacional Comunista. A partir de esa
fecha, el comunismo entró a existir como teoría, programa y política claramente diferenciado del
socialismo clásico. El régimen comunista soviético y los partidos comunistas de la III Internacional se
proclamaron los verdaderos representantes de las doctrinas marxistas y del socialismo en general. Pero
pronto el comunismo como sistema resultó estar bastante alejado del auténtico patrimonio del
socialismo marxista y su experiencia demostró la imposibilidad de la liberación económica, social y
espiritual del hombre, aunque se elimine la propiedad privada de los medios de producción y se aplaste
a la burguesía, si se da vida a una economía centralizada y se fortalece el poder del Estado, pues tales
medidas desembocan en un régimen de capitalismo de Estado y de burocratismo social y político, y el fin
de rescatar al hombre, económica y socialmente enajenado, para devolverle a la plena integridad de sí
mismo, se convirtió en una realidad opuesta, creándose un sistema opresivo, aniquilador de la iniciativa
y de la voluntad de las masas y de la libertad. En vez de la extinción del poder del hombre sobre el
hombre se levantó un Estado despótico que sometió al hombre a una mayor servidumbre.

Las posiciones teóricas del P.S. de Chile frente al comunismo soviético

Marx y Engels poseyeron un irreductible espíritu revolucionario y democrático, anticapitalista y fueron


enemigos del aplastante poder del Estado y, en general, de toda opresión y verdaderos adalides de la
emancipación de las clases trabajadoras y de la sociedad entera; y campeones denodados de la libertad y
de la dignidad del hombre. El sistema comunista soviético se alejó de los valores humanistas,
revolucionarios y democráticos, de las concepciones marxistas, entrañando un nuevo revisionismo que
alcanzó su expresión más radical durante el Gobierno de Stalin y de su régimen de "culto a la
personalidad". Aunque los escolásticos soviéticos envolvieron el estalinismo con abundantes citas de
Marx y Engels y lo proclamaron expresión legítima y fiel de sus doctrinas, en verdad significó un nuevo y

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temible revisionismo que asimiló la práctica de las teorías de Marx a una simple experiencia de tiranía
terrorista y a un cruel régimen de esclavitud industrial y de explotación del trabajo humano.

El Partido Socialista de Chile rechazó, desde su nacimiento, tanto el revisionismo de la socialdemocracia


como el revisionismo del estalinismo. Al primero, por su reformismo infecundo, adulterador del
contenido revolucionario del marxismo; y al segundo, por su despotismo estatal y por las diversas
deformaciones introducidas en la interpretación y en la práctica del marxismo.

En primer término, el PS no acepta una interpretación oficial de la doctrina marxista ni una fijación
dogmática de sus principios y, por lo tanto, rechaza la acusación de "revisionismo" a los movimientos
socialistas y revolucionarios preocupados de enriquecerla y de adecuarla a las nuevas experiencias y
situaciones, proclamando la posibilidad de diversas vías hacia el socialismo. Por el contrario, acusa como
posición típicamente revisionista la del estalinismo y su correspondiente sistema de culto a la
personalidad. En segundo término, respecto de las desviaciones de la práctica estalinista, el PS no acepta
el debilitamiento de la lucha de clases en aras de la contienda entre naciones o bloques de naciones, ni
el reemplazo del internacionalismo proletario por el nacionalismo soviético u otro; rechaza la política de
colaboración de clases, como la contenida en las tácticas de frente popular, alianza democrática o frente
de liberación nacional, y se mantiene leal a la política revolucionaria de clase, de acuerdo con la fórmula
marxista: la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos. En la construcción
de la sociedad socialista, no acepta la entrega de los medios de producción al Estado y la administración
de éstos por una capa terno-burocrática, porque ello elimina la gestión de la clase trabajadora y la
transforma solamente en asalariada del Estado; tampoco tolera la constitución de un régimen de
capitalismo de Estado burocrático, con una economía cuya finalidad principal es el -desarrollo industrial
y tecnológico, el armamentismo y la cohetería espacial, mientras se traduce para las clases laboriosas en
una fuerte explotación del trabajo y en un bajo nivel de vida. Asimismo, rechaza el robustecimiento del
poder del Estado y el culto a la personalidad, porque supone una dictadura implacable sobre toda la
sociedad; un despotismo incompatible con los fines liberadores del socialismo; y tal rechazo implica su
repudio a la dictadura y el monopolio político e ideológico, y la correspondiente eliminación de los
partidos que expresan las diversas corrientes de la actividad y del pensamiento de las clases
trabajadoras, de la democracia y de la fraternidad revolucionarias. Igualmente se opone a la supresión
de las huelgas y al manejo de la organización internacional del proletariado al servicio de los intereses
nacionales de una potencia-gula, en vista de conducir directamente al hegemonismo y al anexionismo.

El PS, al mismo tiempo, señaló las consecuencias negativas del revisionismo estalinista: en el plano
filosófico: esterilidad del pensamiento teórico y predominio del dogmatismo y la escolástica, cultura
dirigida e intervención en el plano de la creación artística y literaria (el mal llamado "realismo
socialista"); regresión del pensamiento marxista hacia la apología y defensa de las relaciones
burocráticas de capitalismo de Estado, del despotismo estatal y del culto de la personalidad, del
conformismo ideológico y del chauvinismo soviético; en el plano sociológico: sojuzgamiento de la clase
trabajadora por el Estado y exaltación de éste como potencia autónoma de la sociedad; eliminación de la
libertad y atropello constante de la persona; el individuo queda indefenso ante el Estado todopoderoso;
en el plano económico: predominio de una vasta burocracia con las características de una "nueva clase"
privilegiada; y sacrificio del nivel de vida, del poder consumidor y del bienestar de los trabajadores, para

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crear una economía de Estado en vista a un mayor poderío industrial y militar; en el plano político:
oportunismo político en defensa de los intereses hegemónicos del estalinismo hasta llegar a pactos anti
populares y combinaciones reaccionarias (como en los casos de la alianza con el nazismo para destruir la
socialdemocracia, facilitando el triunfo de Hitler; de la imposición del frente popular como alianza de los
partidos obreros con las agrupaciones democrático-burguesas para detener el fascismo; el pacto nazi-
soviético, que selló una alianza entre el estalinismo y el fascismo, lo cual permitió el desencadenamiento
de la Segunda Guerra Mundial, y, a consecuencia de los triunfos de Hitler y su ataque a la URSS, nueva
alianza con las democracias capitalistas, y como resultado de la victoria contra el fascismo,
expansionismo y atropello del principio socialista de la libre determinación de los pueblos).

El PS, a pesar de algunos errores en su vida política, de acuerdo con su declaración de principios, ha
sostenido su fidelidad al marxismo, y la ha concretado en la defensa intransigente de los siguientes
puntos básicos: adhesión al principio dialéctico del constante devenir de los procesos humanos: sociales,
políticos, ideológicos y aplicación crítica de ese principio a dichos procesos; consonancia entre la filosofía
y la práctica, entre la teoría y la praxis; reconocimiento de la lucha de clases y sólo la clase trabajadora es
revolucionaria; únicamente su acción logrará destruir el sistema capitalista y asegurar su emancipación; y
defensa y práctica del internacionalismo proletario; socialización de los medios de producción y
administración de ellos por los trabajadores organizados, como la única forma de una economía de
bienestar y de una democracia económica; debilitamiento del Estado por la entrega de las actividades
económicas a la sociedad a través de los sindicatos y consejos obreros, y la descentralización de las
funciones políticas por medio del engranaje de las comunas y los consejos de ciudadanos, como únicos
fundamentos de un gobierno democrático del pueblo. Por lo tanto, no acepta la dictadura de un partido
monolítico (en nombre de la dictadura del proletariado), confundido con el aparato estatal, pudiendo
existir otros partidos de trabajadores y, al mismo tiempo, practica el respeto y el fortalecimiento de la
organización sindical y del derecho a huelga. Tiende a la eliminación de todo sistema policial terrorista, al
amplio ejercicio de las libertades públicas y a la defensa de la libertad de creación artística y literaria, y
todo concebida como los factores del funcionamiento de una real democracia política, popular y
revolucionaria.

En cuanto al método para llegar a la edificación de esa sociedad, plantea la práctica de una política
revolucionaria basada en un frente de trabajadores manuales e intelectuales y la constitución de una
República Democrática de Trabajadores. La revolución socialista en nuestra época progresa desde la
periferia compuesta por los pueblos coloniales y semi-coloniales hacia el centro ocupado por los países
capitalistas avanzados y la ciudadela imperialista de los EE.UU en último lugar. La revolución socialista
puede comenzar y progresar apoyada en el campesinado y ser respaldada por la clase obrera de las
ciudades donde reside la fuerza más poderosa del enemigo capitalista. El PS de Chile sellé/5a toda
ejecutoria a cualquier alianza con sectores burgueses y niega la existencia de una burguesía progresista,
pues toda ella está comprometida con el imperialismo. Sólo una política revolucionaria, afirmada en el
proletariado el campesinado y los estudiantes e intelectuales, podrá triunfar en los países
subdesarrollados y transformar el régimen de dominio de la clase terrateniente, de la burguesía y la
penetración imperialista, en otro socialista y popular. Por eso denuncia la táctica de "frente de liberación
nacional", llamando a la burguesía progresista a unirse a las clases trabajadoras en la lucha contra el

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capitalismo, como una contradicción con cualquier posición antiimperialista y una carencia de identidad
de intereses entre esa consigna y las clases trabajadoras.

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