Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
I.
Una de las bases de la etimología está en individuar en cada palabra su raíz
temática. Pero muchas veces las palabras nos engañan e imaginamos que comparten una
misma raíz palabras que en realidad tienen distinta procedencia. Tal es el caso de las
palabras adolecer y adolescencia.
1
FERNÁNDEZ LÓPEZ, Justo, ¿En qué consiste el error de considerar que adolescente tiene relación con
adolecer?, Hispanoteca, lengua y cultura, http://culturitalia.uibk.ac.at/hispanoteca/Foro-
preguntas/ARCHIVO-Foro/Adolescente%20y%20adolecer.htm. 9-III-2009.
Para cerrar este apartado de la etimología, hemos de decir que adolescentia
procede del participio presente del verbo adolesco, que se enuncia adolescens,
adolescentis. Que puede traducirse de diversas maneras: 1°.- El que está creciendo; 2°.-
Creciente; 3°.- El que crece; y, sin duda, como 4°.- Adolescente.
II.
Como todo este embrollo surgió del momento en que, durante la clase, se
hablaba del estatuto de la infancia y ésta como una etapa imprecisa e incierta, misma
que después fue sufriendo una división de edades hasta llegar a una similitud con lo que
tenemos hoy día. He querido añadir a este estudio lo que en la antigüedad se denominó
septem aetates hominis, es decir, las siete edades del hombre. Esto, con la finalidad de
hacer notar como se encuadra la adolescencia entre ellas y mostrar que, al igual que la
infancia, es una edad incierta e imprecisa en su comprensión cronológica.
Quien presenta esta división de la vida del hombre en siete etapas es Iohannes
Amos Comenius. En su obra Orbis sensualium pictus, en el capítulo XXXVI,
encontramos la siguiente ilustración y enumeración:
Comenius, que nos debe ser conocido por sus aportaciones en el terreno de la
pedagogía, hace especificación de las edades de acuerdo al sexo. Nos dice: “El hombre
es primero: infante, después niño, en seguida adolescente, después joven, en seguida
hombre, después anciano y, finalmente, cadáver ambulante. Así también en el otro sexo,
son niña, muchacha, virgen, mujer, anciana y anciana decrépita.
Otro autor que habla de las distintas etapas de la vida del hombre, mucho antes
que Comenius, es Agustín de Hipona. En su carta número 213, escrita el 26 de
septiembre de 426, como actas eclesiásticas relativas a su sucesor en la diócesis de
Hipona, dice:
“En esta vida todos somos mortales, pero el último día de esta vida es para cada individuo algo
incierto. En la infancia se espera de llegar a la niñez, de la niñez a la adolescencia, en la
adolescencia a la juventud, en la juventud a la edad adulta; en la edad adulta a la edad madura; en
la edad madura a la vejez. No se está seguro de llegar, pero se espera. La vejez, al contrario, no
tiene delante a ella otro periodo al que pueda esperar: su misma duración es incierta. Sólo es cierto
que no queda ninguna otra edad que pueda suceder a la vejez”2.
En una página web, donde se habla de la vie quotidienne chez les Romains, se
presentan los periodos de la vida tal como los describió Comenius, salvo pequeñas
variantes, y le colocaron los años que corresponderían a cada una de las etapas. Helo a
continuación:
Hombre (vir)
1.- Infans: (el que todavía no habla) hasta 7 años.
2.- Puer: de 7 a 17 años.
3.- Adulescens: de 17 a 30 años.
4.- Iuvenis.- de 30 a 46 años.
5.- Senior: de 46 a 60 años.
6.- Senex: de 60 a 80 años.
7.- Aetate provectus: después de 80 años.
Esta descripción nos ayuda a comprender que entre los romanos, cuya etimología
hemos tomado para la palabra adolescencia. No entendían esta etapa en el mismo
margen de tiempo que lo hacemos nosotros. Así también podemos notar las variantes
que presentan Varrón e Isidoro de Sevilla, las cuales son distintas incluso de las que
acabamos de referir:
“Según Varrón, en Roma se era puer hasta los quince años; la adolescencia (adulescentia), duraba
de los quince a los treinta y la juventud (iuventa) de los treinta a los cuarenta y cinco años. Para
Isidoro de Sevilla, a principios del siglo VII a.C., la infancia duraba hasta los siete años, la pueritia
abarcaba de los siete a los catorce, la adolescencia (adulescentia) de los catorce a los veintiocho y
la juventud (iuventus) de los veintiocho a los cincuenta”3.
Sin lugar a dudas, tener la comprensión exacta de los límites temporales de cada
etapa nos resultará imposible, pero si podemos ejemplificar, a fin de esclarecerlo un
poco. Así bien, hablando de la familia romana, en el contexto de las prácticas religiosas
forman parte de una institución de tan gran importancia en la cultura romana, se nos
dice que:
“El niño recibía el apellido del padre, es decir, era reconocido por éste una semana después de su
nacimiento, el día llamado de la purificación. Era generalmente criado y educado por la madre,
hasta el momento en que iba a la escuela. Se le suspendía al cuello una bolsita o bula, que contenía
amuletos contra el aojo, y que conservaba hasta el día en que abandonaba la toga pretexta para
ponerse la viril. Esta ceremonia de la mayor edad se verificaba ante el altar de los lares, cuando
tenía diecisiete años; pero, aun declarado mayor de edad, continuaba bajo la potestad de su
padre”4.
3
FRASCHETTI, Augusto (1996): “El mundo romano” en LEVI, Giovanni i SCHMITT, Jean – Claude
(Direc.);(1996): Historia de los jóvenes I. De la Antigüedad a la Edad Moderna. Taurus. Madrid, (pp. 73-
116). http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id=432736904 . 9-III-2009.
4
MALET, Alberto, Roma, los orígenes, las conquistas, el imperio, Ed. Librería Hachette S. A., Buenos
Aires, 1942, p. 40.
la mayoría de edad, pero eso no indica que se tenga independencia ni autoridad. De
hecho, entre los romanos, no se tenía ni independencia ni autoridad por el hecho de
casarse o ser de edad avanzada. En esto puede estribar la discrepancia de tiempos en que
se circunscribe cada aetas hominis, como vemos a propósito de Varrón e Isidoro de
Sevilla. El artículo citado, tomado del Instituto de la juventud Injuve hace una ulterior
aportación:
“La excesiva prolongación tanto de la adolescencia como de la juventud se la debía la sociedad
romana a una institución típicamente suya, la patria potestas “el poder de los padres”… Bajo esta
potestad, los padres podían organizar todas las fases de la vida de los hijos hasta que, después de la
muerte de éstos, aquellos no se convertían a su vez en padres de familia, para reproducir y practicar
los idénticos mecanismos de poder a los que anteriormente habían estado sometidos”5.
También respecto a este punto podríamos comentar muchas cosas pero quiero
resaltar únicamente el hecho de que los hijos solamente podían ser llamados pater
familias hasta que su propio pater familias había fallecido. Entonces, ninguna de las
etapas de la vida del hombre marcaba en sí una independencia respecto a la familia de
origen, como lo entendemos hoy día. Su estructura social, fundamentada en la familia,
les permitía tener ese dominio. Ahora, tampoco podemos irnos al extremo de
considerarlo completamente dependientes y atados.
Para terminar, quiero hacer una última citación. Se trata de uno de los escritos
autobiográficos de San Agustín, Las Confesiones. Arriba lo habíamos citado a propósito
de las distintas edades por las que pasa un hombre. Pues bien, en el libro séptimo de sus
Confesiones, ya pasado los treinta años de edad, nos dice así para señalar la aetas
hominis en la que él se encuentra: “Iam mortua erat adulescentia mea mala et nefanda,
et ibam in iuventutem”, lo que significa: “Ya mi adolescencia, impía y malvada, había
muerto y me encaminaba hacia la juventud”6. Como dije, ya más de treinta años y
apenas se siente que ha entrado en la juventud. Esto para mostrar, por boca de uno de
los mismos ciudadanos romanos, su experiencia en el desarrollo de su propia persona,
desarrollo que podemos enmarcar más en sentido anímico que biológico.
Todo ser humano llega a una etapa, ésta sí de orden biológico, en la que se le ha
de llamar adolescens, adolescentis, por las características de la misma, etapa de
desarrollo, etapa de <el que esta creciendo>. Pero todos anhelamos llegar e instaurarnos
en una etapa en la que, si bien ya no son tan notorios los cambios ni tan amplias sus
características, pueda de decirse de nosotros que somos un adultum, que significa <el
que está crecido, crecido> lo que consideramos madurez y madurez no sólo biológica
sino mental. Aún así, siempre seremos adolescentes, en el sentido de que siempre habrá
en nosotros un desarrollo y habrá, aunque menos notoria, una transición de una aetas
hominis a la otra, como dijera San agustín. Esta transición a la etapa superior que tanto
anhela la inferior inmediata y, aunque la vejez no tiene ya una edad que anhelar o
esperar, tendrá también su adolescencia, su desarrollo, pero a una etapa que unos
considerarán su mayor logro, otros su pero fracaso, pero siempre será el punto final de
una historia que nadie, algunos o muchos querrán recordar.
5
Imjuve, Instituto de la juventud, http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?
id=432736904. 9-III-2009.
6
AGUSTÍN DE HIPONA, Opera Omnia, Confessionum libri XIII, liber septimus, 1.1.
http://augustinus.it/latino/confessioni/index2.htm. 9-III-2009. Traducción personal.