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R. SIERRA BRAVO
CIENCIAS SOCIALES. EPISTEMOLOGIA, LOGICA Y METODOLOGIA :
TEORIA Y EJERCICIOS
CAPITULO 1
Ambos mundos son de naturaleza diferente, pues mientras el primero, la realidad espacio-
temporal, es el mundo verificable de los cuerpos, es decir, de la extensión y la
localización, respecto del segundo no se ha podido comprobar hasta ahora su
materialidad, ni que posea las propiedades indicadas de los cuerpos: la extensión y la
localización propias e independientes en el espacio.
Ambos, mundo interior y exterior son, por tanto, los que junto con la capacidad indicada
del interior de captar o hacer suyo en cierto modo el mundo exterior, constituyen los
presupuestos básicos del conocimiento, es decir, los supuestos previos indispensables
para que el conocimiento pueda tener lugar.
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pueden distinguir en él.
Una de las características que definen el mundo del pensamiento es la de ser interior al
hombre y, por tanto, propio y peculiar suyo, en cuanto se produce en su intimidad y
supone la existencia en él de una capacidad o facultad que lo hace posible.
Ahora bien, toda facultad lo es porque realiza o es capaz de realizar una actividad. Este es
el segundo significado del término conocimiento: la actividad de la facultad cognoscitiva o
mejor dicho la acción de conocer en su más amplio sentido que aquélla efectúa.
Por último, toda actividad precisa de instrumento o instrumentos para llevarla a efecto, de
la misma naturaleza que la actividad. Según esto el instrumento por excelencia del
conocimiento es el LENGUAJE. Este es el instrumento que da forma a los conceptos y
juicios originados en el proceso de conocimiento y el que no es indispensable para pensar
o razonar. El lenguaje, por consiguiente, es otro aspecto esencial del conocimiento. En
cuanto es su forma, constituye una unidad inescindible con el tercer aspecto acabado del
que se puede distinguir pero no separar. De ahí que junto al tercer sentido indicado, se
pueda decir que existe también un cuarto, que, esencialmente es el mismo que el del
tercero, en cuanto resultado del proceso del conocimiento, pero en el que las ideas o
conocimientos se consideran no en si mismas, sino como expresadas y manifestadas
mediante el lenguaje.
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No obstante, el tercero y el cuarto expresan el resultado del conocimiento, por lo que de
hecho son, en cuanto tales, parte integrante del mismo. Constituyen su forma lógica y
lingüística.
a) El sujeto
b) El objeto
c) Su relación
En sentido amplio, el sujeto es, como es obvio según lo expuesto, el hombre individual
todo entero, pues, aunque realice esta actividad por medio de órganos, los sentidos, y de
una facultad, la razón o inteligencia, específicos, estos se pueden distinguir pero no
separar del hombre en su conjunto, que es el que conoce, como lo pone de manifiesto.
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Según la distinción de partida en este análisis entre mundo interior y exterior, el sujeto, en
sentido estricto, del conocimiento no es el hombre todo entero, sino su mundo interior, el
centro al que se imputan la conciencia y los actos intelectuales del hombre. En relación a
este mundo interior el mismo hombre en conjunto y en sus distintas facetas puede ser
objeto de conocimiento.
b) Objeto. Sujeto y objeto son etimológicamente dos palabras contrapuestas, formadas las
dos por derivación del término verbal latino jaceo, yacer, y su unión con las preposiciones
latinas sub, debajo, y ob, ante, y que significan, por tanto, literalmente yacer debajo y
yacer ante respectivamente. Por tanto, respecto del conocimiento, si sujeto es lo que
subyace al hombre, es decir, lo que se considera su ser más íntimo y profundo, objeto es
lo que yace ante esa intimidad del hombre o está puesto ante ella de modo que pueda ser
conocido.
Igualmente, del mismo modo que se distingue el sujeto en sentido amplio y estricto, así,
en relación al objeto se pueden diferenciar también los dos sentidos indicados: amplio y
estricto.
Sin embargo, no todas las corrientes filosóficas piensan así; hay muchas escuelas
modernas que, de una u otra forma, no ven esta relación que se podría llamar objetiva
entre la cosa y el objeto, y los separan sosteniendo alguna especie de idealismo
gnoseo1ógico, que hace del objeto una creación del conocer, relegando la cosa a la
oscuridad o penumbra de la incertidumbre.
Los seres y fenómenos que observamos en el universo son diferentes pero no dejan de
tener algo en común que los une y vincula y, por tanto, relaciona de muy diverso modo
entre sí. En ello hay que empezar por contar incluso el hecho de formar parte del mismo
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universo.
La relación exige como elementos dos términos, o sea, dos seres o fenómenos distintos, y
un fundamento, es decir, un hecho o circunstancia que da lugar a la relación.
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forma del resultado del conocimiento.
Los conceptos sólo adquieren forma y, mediante ésta, existencia, cuando se les atribuye
un término lingüístico que les represente y exprese. Por otra parte, la formación de juicios
y el razonar sólo se hace posible porque los conceptos no sólo están en nuestra mente
como ideas puras, sino representados por términos lingüísticos o, aunque no sea aSÍ,
podemos encontrar en el acto de pensar una palabra que sea más o menos adecuada a
esa pura idea.
De ahí que a la triple forma del resultado del conocimiento, conceptos, juicios y
raciocinios, corresponda una también triple manifestación lingüística de los mismos: los
términos, enunciados y conjuntos de enunciados.
El alcance de este papel activo no está aún determinado científicamente pero, de acuerdo
con A. Schaff (1967), en este papel activo se pueden distinguir las siguientes
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manifestaciones:
a) La sociedad de la que formamos parte nos transmite, junto con su lenguaje, una
visión de las Cosas y una determinada concepción de la vida que, si existe,
indudablemente, ha de influir en el conocer y pensar de cada individuo.
Por ello, de acuerdo con Seiffert (1977, 32), se puede llamar trercera o del lenguaje, a la
época filosófica actual en relación a la segunda, de la conciencia, en la Edad Moderna, y
a la primera, del ser, en la antigüedad y la Edad Medí:!.
Sin embargo, sucede, como pasó antes con el psicoanálisis, que especialmente algunas
de estas direcciones, todo lo pretenden interpretar en clave lingüística y olvidando el
carácter instrumental esencial y principal en el lenguaje, no dejan de caer en un
formalismo lingüístico. Sea lo que fuere, no se puede afirmar que estas nuevas
orientaciones hayan producido frutos importantes en las ciencias sociales.