Você está na página 1de 17

EL CAMINANTE

LA MUERTE

JOSE PRIETO
Por ahí aparece un caminante extenuado, arrastrando sus pies sin apenas poder más.

Caminante- ¡No puedo más, no puedo más, no puedo más... y no... puedo... más!

Rendido, se deja caer en el suelo.

Caminante- ¡Hasta aquí he llegado! Todas las fuerzas tienen un límite y las mías hace

ya varias jornadas que lo sobrepasaron, y hay que ver lo que un cuerpo humano resiste

sin comida alguna y sin poder saciar la sed. ¡En fin! Aquí remata mi camino, aquel que

un día empecé y ahora, en último término, me ha derrotado. Esperar la muerte sólo me

resta, esperar pacientemente a que mi estropeada máquina cese al fin de funcionar y mi

cuerpo, ya inerte, sea pasto de los gusanos y de la putrefacción hasta que desaparezca, y

con él yo mismo y yo completo, ya que la vida termina así, sin cielos, ni infiernos, ni

eternidades, y el alma muere con el cuerpo y con el cuerpo se desvanece. No hay más

vida que la que acaba al morir, así lo he pensado siempre y así, ahora, en el último

momento, lo pienso.

El caminante agoniza solo en el camino, aunque ya hace rato que una vieja de aspecto

misterioso lo escucha y observa.

Vieja- ¡Por todas las centellas del universo! ¡Que por más vieja que me hago no

acierto a entender la necedad del ser humano! Pues moribundo está y moribundo se sabe

y no hace más que afirmar y afirmar su ignorancia en materia de muertos. No hay peor

cosa que morir equivocado y creyéndose en posesión de la verdad. Debería dejarlo así,
por necio, pero tengo debilidad por los moribundos y me apenan tanto que no puedo

más que actuar de la forma en que lo haré.

La vieja se acerca al moribundo caminante. Saca un recipiente en el que vacía un

líquido e incorpora la cabeza del desahuciado.

Vieja- ¿Aún vives, desgraciado?

Caminante- (Con un hilo de voz) ¿Eh?

Vieja- Vives, ya lo veo. ¡Vamos! ¡Ayúdate un poco, que vengo a darte lo que no

mereces!

A duras penas, el caminante acerca sus labios al recipiente y bebe con dificultad.

Vieja- ¡Bebe, bebe! Bebe, perdido, bebe, que sin duda te reconfortará!

Caminante- Gracias.

Vieja- Bébetelo todo y no me des las gracias, que lo hago por debilidad de

carácter y no por voluntad de samaritana.

El caminante termina de beber.

Vieja- Así está bien y será suficiente para que continúes tu camino. Y yo, hecha

la obra, me esfumo , que mi presencia enturbiaría la soledad que precisas. ¡Por todos lo

rayos del sol, que siempre tengo yo que meterme en estos quehaceres! ¡Vocación debo

tener de auxiliadora de ineptos! ¿O será que tengo buen corazón? ¡Pues anda que si

acabo de monja! ¡De monja! ¡Ja, ja, ja! ¡De monja! ¡Ja, ja, ja!
Se marcha la vieja entre carcajadas. El caminante, aún recostado y aturdido, parece

poco a poco recuperarse y lentamente comienza a incorporarse.

Caminante- Parece que nuevas fuerzas ha encontrado mi organismo. ¡Que prodigio es

la naturaleza del cuerpo humano, que aunque semeje que se halle en irreversible

flaqueza, consigue sacar de quien sabe donde un nuevo hálito de vida! ¡Un momento!

Creo haber tenido un sueño, un sueño en el que alguien saciaba mi sed. (Mira a su

alrededor) Pero aquí no hay nadie, y si alguien hubiera sido el que me hubiera ofrecido

ayuda, no tendría sentido que luego de auxiliarme se marchara sin siquiera escuchar mi

agradecimiento. Así que sueño ha sido y quizá el propio acto de dormir es al que tengo

que agradecer que se hayan rehabilitado mis fuerzas y pueda por consiguiente reanudar

mi camino.

Se dispone a ponerse de nuevo en marcha, justo cuando aparece ante el un extraño ser

brillante, que emite una luz sobrenatural. El caminante, por supuesto, se asusta al

verlo.

Caminante- ¿Qué es esto? ¿Qué es lo que veo? ¿Quién o que eres, repentina

aparición?

Ser celestial- Eso es lo que yo debiera preguntar, pues has sido tú el que ha venido y no

yo.

Caminante- ¿Qué es lo que dices? Yo no he ido a ninguna parte y sólo sigo mi camino

en el cual tú te has interpuesto ahora.


Ser celestial- Llevo aquí toda la eternidad, y el camino que dices seguir es el que

conduce hasta mi.

Caminante- No sé quien eres ni me importa, pero mi camino no termina aquí y ahora

mismo pienso continuarlo.

Ser celestial- Este es el final del camino. A partir de aquí sólo puedes continuar con mi

permiso.

Caminante- ¡Que prepotencia! ¿Pero quién crees ser tú?

Ser celestial- Nadie demasiado importante, sólo un enviado de Dios

Caminante- ¿Un enviado de Dios? No me hagas reír, que yo no creo en lo divino, y

como lo divino necesita fe para existir y la fe es algo que yo no tengo, por lo tanto, lo

divino no existe para mi.

Ser celestial- ¿Y quien entonces soy yo?

Caminante- Un farsante, un loco, o ambas cosas a la vez.

Ser celestial- No estás haciendo demasiados méritos para que deje que entres en el

cielo.

Caminante- Yo no quiero entrar en el cielo, sólo quiero seguir mi camino.

Ser celestial- Pues por aquí se va al cielo

Caminante- Pues yo me dirijo a Santiago

Ser celestial- Eso era cuando aún estabas vivo

Caminante- ¿Qué? ¿Qué es lo que dices?

Ser celestial- ¿Es que aún no te has dado cuenta?

Caminante- ¿De qué?

Ser celestial- No, no te has dado cuenta, ya me lo figuraba

Caminante- ¿De qué no me he dado cuenta?


Ser celestial- Siento tener que ser yo el que te de la noticia, pero lo cierto es que... que

estás muerto.

Caminante- ¿Muerto?

Ser celestial- Sí, muerto, y por eso me han enviado a recibirte, pues parece que, y esto

no debería decírtelo, parece que salvo algunos detalles que podríamos solucionar como

la falta de fe y algunas otras cosillas, puede que cumplas los requisitos indispensables

para entrar en el cielo. Así que no pongas esa cara pues si todo va bien estás a punto de

conseguir la dicha eterna y esto, la verdad sea dicha, no se consigue todos los días.

Caminante- ¡Cállate ya! ¡Que no tengo ganas de seguir oyendo patrañas!

Ser celestial- ¡Huy! Esto empieza a restar méritos

Caminante- Yo estoy vivo, y bien vivo. (Se toca y mueve sus miembros) ¡Mira, mira,

mira! ¡Totalmente vivo! ¡Absolutamente vivo! ¡Vivo! ¡Vivo! ¡Vivo!

Ser celestial- Debes asumir tu suerte, tú no estás vivo.

Caminante- ¡Estoy vivo!

Ser celestial- ¡No estás!

Caminante- ¡Te digo que sí!

Ser celestial- ¡Y yo te digo que no!

Caminante- Pues te lo voy a demostrar

Ser celestial- Pues demuéstralo.

Caminante- ¡Voy a darte un puñetazo en la nariz que sólo un vivo podría dar!

Ser celestial- Como quieras, pero la violencia también resta méritos

Caminante- ¡No necesito méritos!

El caminante intenta golpear al ser celestial pero falla los golpes como repelido por

una supuesta defensa divina.


Ser celestial- No insistas y ven conmigo al cielo.

Caminante- No pienso ir contigo a ninguna parte. No sé lo que me pasa pero debe ser

fruto del cansancio esto que me está a suceder. Lo más probable es que tú no existas y

que sea mi mente la que, por debilidad, esté engañando a mi razón. Debo alejarme te ti

y poner orden en mi pensamiento.

El caminante, aturdido y pensativo se aleja hacia el otro lado.

Ser celestial- Entiendo tu aturdimiento pero debes asumir cuanto antes tu nueva

condición.

Caminante- ¡Déjame en paz!

Ser celestial- En paz estarías si vinieses conmigo

Caminante- ¡Bah!

Ser celestial- Está bien, tómate un tiempo si quieres, mientras yo abro las puertas de la

eternidad a muertos menos testarudos que tú. ¡Por Dios que no sé hacia donde va el

mundo, si ya ni los muertos creen en la muerte y los incrédulos son tan incrédulos que

hasta me hacen dudar de yo mismo!

El enviado se retira y el caminante se dirige hacia el otro lado, intentando clarificar su

cabeza a base de golpes.

Caminante- ¡Esto no es cierto! ¡Es mi mente agotada! ¡Esto no es cierto! ¡Es mi

mente agotada! ¡Esto no es cierto!


De repente, se oye un terrible sonido de truenos, y ante él aparece una figura de

aspecto demoníaco que porta una antorcha en cada mano y le sonríe con exagerada

mueca.

Caminante- ¡Aaaah! ¡Esto no es cierto! ¡Esto tampoco es cierto!

Demoníaco- ¡Ja, ja, ja, ja! ¿Te vienes con nosotros?

Caminante- ¡Aaah! ¿Qué?

Demoníaco- ¡Ven con nosotros! ¡Te vas a divertir, te lo aseguro! ¡Ven! ¡Ven! ¡Ven!

Caminante- ¿A... a dónde?

Demoníaco- A donde estás deseando... a la inigualable diversión... ¡De los infiernos!

¡Ja, ja, ja, ja!

Caminante- ¡No! ¡No! ¡Déjame! ¡Es mi mente! ¡No te veo! ¡No te oigo! ¡Tú no estás

aquí!

Demoníaco- ¿Ah, no?

Caminante- No, sólo estás en mi imaginación.

Demoníaco- ¡Bien, bien, bien, bien, bien! No estoy aquí, por lo tanto... no puedo...

¡Quemarte!

Le acerca las antorchas y el caminante huye.

Caminante- ¡Aaaaah!

Demoníaco- ¡Ja, ja, ja, ja! ¿Por qué huyes de mi si no estoy?

Caminante- ¡No sé! ¡Ya no sé! ¡Ya no sé que es lo que me pasa!


Demoníaco- Lo que te pasa, querido amigo, es que has sido pecador, lo cual te honra y

te convierte en uno de los nuestros, así que... ¡Déjate de estupideces y acompáñame, que

el fuego nos espera!

Caminante- Yo no creo en el pecado... no puedo ser pecador

Demoníaco- ¡Eres pecador! ¡Tú no crees en Dios!

Caminante- ¡Tampoco creo en el Diablo!

Truenos.

Demoníaco- ¡Aaaaaah! ¡No vuelvas a decir eso!

Caminante- ¡No creo que haya nada después de la muerte!

Demoníaco- ¿Ah, no? Pues esto, querido, esto es ya después de la muerte. ¡Vámonos!

Te aseguro que... ¡No te arrepentirás! ¡Ja, ja, ja, ja! ¡No te arrepentirás! ¡Nosotros nunca

nos arrepentimos! ¡El arrepentimiento es cosa de los otros! ¡Vámonos! ¡Vámonos!

¡Vámonos!

Caminante- ¡No quiero!

Demoníaco- ¿Cómo que no quieres?

Caminante- ¡No quiero!

Demoníaco- ¡No seas estúpido! ¿No quieres la lujuria eterna?

Caminante- ¡Quiero estar vivo!

Demoníaco- ¡Ja, ja, ja, ja! Es un poco tarde para eso. ¡Vámonos! ¡Vámonos!

¡Vámonos!

Caminante- Necesito descansar

Demoníaco- ¡Descansar! ¡Estúpido! Lo que necesitas es un buen fuego que te caliente

de verdad.
Caminante- Debo estar loco, necesito descansar.

El caminante se sienta completamente superado por los acontecimientos.

Demoníaco- ¡Malditos sean los nuevos pecadores que ni cuenta se dan de su buena

suerte! ¡Aaah! ¡Lástima que no me esté permitido llevarte a la fuerza! ¡Está bien!

¡Descansa! ¡Descansa! ¡Descansa! ¡Que no tardaré en volver a buscarte! ¡Estúpido!

El ser diabólico se esfuma y el caminante reflexiona en voz alta.

Caminante- ¿Será entonces cierto? ¿Habré muerto de verdad? ¿Y sin darme cuenta?

Muy real me parece todo para tratarse de un sueño. ¡Oh, destino fatal! No sé si me has

vuelto loco o me has vuelto muerto y tampoco sé muy bien de las dos cosas cual

prefiero, aunque quitarme esa duda sería en este momento el mayor peso del que

quisiera aliviarme.

Mientras el caminante divaga, de la tierra surge alguien. Alguien de aspecto tétrico,

lento caminar y mirada perdida. Se acerca al caminante sin que este se de cuenta y se

sienta silencioso a su lado. El caminante, al sentir su presencia, lo ve y se asusta una

vez más.

Caminante- ¡Aaah! ¿Y quien eres tú, ahora?

Alguien- Aún estás fresquito

Caminante- ¿Qué?

Alguien- Que aún estás fresquito. ¿Ha sido hace poco?


Caminante- ¿El qué?

Alguien- Sí, hace poco, aún haces preguntas inocentes. No te preocupes, ya te

acostumbrarás. Yo al principio también me sentía extraño, y a decir verdad he tardado

bastante tiempo en aceptarlo.

Caminante- ¿Aceptarlo? Pero entonces tú también... es decir... tú estás...

Alguien- Muerto, sí. Absolutamente muerto... como tú. Aunque tú aspecto es

todavía de vivo. Me trae recuerdos de cuando yo también era así.

Caminante- Entonces... es cierto. Estoy... ¡Oh, no!

Alguien- No te aflijas, que tampoco es para tanto. Al principio conservas ciertas

características de la vida, como la sorpresa, el miedo o el sufrimiento, pero poco a poco

eso se va perdiendo y con el tiempo terminan desapareciendo del todo. Es cierto que

también desaparecen las emociones gratas, lo que puede causar cierta añoranza, pero esa

perdida se compensa con la ausencia de cualquier tipo de dolor, ya sea físico, mental o

del espíritu. No se goza, pero tampoco se sufre. No se está bien, pero tampoco se está

mal. Es simplemente... estar.

Caminante- ¿Y cuanto hace que... simplemente... estás?

Alguien- Pronto hará doscientos cincuenta y cuatro años.

Caminante- ¿Doscientos cincuenta y cuatro años?

Alguien- Sí, pero eso no tiene aquí ninguna importancia. El tiempo no es

importante para los muertos... en realidad nada es importante para los muertos.

Caminante- ¿Y qué haces todo el tiempo?

Alguien- Vagar, de aquí para allá, ir, venir, subir, bajar, errar, vagar.

Caminante- ¿No es aburrido?

Alguien- Ya te he dicho que nosotros no tenemos emociones.

Caminante- ¡Pero eso es como estar... muerto!


Alguien- Así es... exactamente.

Caminante- ¡Oh, por favor! ¡No puede ser!

Alguien- Puede, puede, ¿vienes?

Caminante- ¿A dónde?

Alguien- A vagar

Caminante- ¿A vagar?

Alguien- Sí, a vagar. Creo que has rechazado el cielo y el infierno, como yo, y te

aseguro que los muertos no tenemos muchas más opciones.

Caminante- El cielo... el infierno.. o vagar...

Alguien- Sí, el cielo es demasiado riguroso en comportamiento y horarios, el

infierno demasiado caótico, el vagar es más... más libre... ¿Vienes?

Caminante- ¡No sé, no sé! ¡No sé que hacer!

Alguien- (Incorporándose) ¡Venga, vamos!

Caminante- No sé...

Como un rayo, llega al lugar el ser celestial.

Ser celestial- ¿Has reflexionado ya? ¿Estás preparado para emprender tu camino a los

cielos? ¡Ah, veo que no te encuentras solo! Y aquí se verifica el dicho de más vale solo

que mal acompañado, pues te hallas en mala compañía.

Alguien- No soy ni buena ni mala, sino simplemente compañía, y exijo el debido

respeto.

Ser celestial- No puedo respetar demasiado a quien rechaza la salvación eterna.


Alguien- Estoy en mi derecho, y además la salvación que ofreces no me interesa,

pues exige el cumplimiento de demasiadas reglas y yo prefiero fijar las mías y

quebrarlas cuando me apetezca.

Ser celestial- No pienso discutir de nuevo contigo, al que ya doy por perdido, es a ti

(Al caminante) a por quien vengo. Pongámonos en camino que el destino que te ofrezco

es el perdón de los pecados y la paz eterna.

En ese momento, tras el correspondiente trueno, aparece la diabólica criatura.

Demoníaco- ¿El perdón de los pecados? ¡Ja! ¿La paz eterna? ¡Ja, ja! ¡Paparruchas! Tú

lo único que ofreces es el aburrimiento perpetuo.

Ser celestial- Ya ha llegado el aguafiestas

Demoníaco- Aquí el único aguafiestas eres tú, que condenas todo aquello que da

placer.

Ser celestial- Condeno el placer obtenido de cualquier manera

Demoníaco- Cualquier manera es buena si al fin se obtiene el placer

Alguien- Estos son los conflictos que me evito, pues yo no busco nada

Demoníaco- Tú cállate, que ni sabes lo que es el placer ni lo que te pierdes por no

saberlo.

Alguien- Esa es la verdadera paz, la ausencia de deseos que implica a su vez la

ausencia de frustraciones. La paz absoluta

Demoníaco- ¡La estupidez absoluta! ¡Bah! ¡Basta de filosofías! ¡Y tú! (Al caminante)

¡Vámonos de una vez y dejemos a estos sosos cada uno con su freno, y dirijámonos de

lleno al desenfreno! ¡Ja, ja, ja! ¡Freno y desenfreno! ¡Ja, ja, ja!
Ser celestial- (Al caminante) Ni se te ocurra escuchar sus tentaciones sino quieres

condenarte para siempre.

Alguien- (Al caminante) No escuches a ninguno de los dos, pues como buen

caminante es el camino el que te colma y no la búsqueda de fin alguno.

Demoníaco- ¡Ven a quemarte en las llamas de las pasiones!

Ser celestial- ¡Ven a descubrir la claridad de tu alma!

Alguien- ¡Ven a perderte en el infinito vagar!

El caminante no sabe que hacer, y se debate en insufrible tortura, mientras los otros

siguen acosándolo.

Demoníaco- ¡Ven conmigo!

Ser celestial- ¡Ven conmigo!

Alguien- ¡Ven conmigo!

Demoníaco- ¡Ven!

Ser celestial- ¡Ven!

Alguien- ¡Ven!

La insistencia es cada vez mayor. Los tres lo rodean y el caminante parece a punto de

estallar. Al fin, lo hace.

Caminante- ¡Aaaaaaah!

El caminante se derrumba en el suelo. Los tres entes parecen difuminarse y se hace el

silencio. Transcurridos unos instantes, aparece de nuevo la vieja, se acerca al


caminante y aguarda paciente a que este comience lentamente a incorporarse de nuevo.

Al hacerlo, ve a la vieja y la mira con ojos aún presos por el pánico.

Vieja- ¡Qué cara tienes, hijo! ¡Ni que hubieses visto un fantasma! ¡Ja, ja, ja!

Caminante- ¿Dónde... dónde estoy?

Vieja- En pleno camino

Caminante- ¿Hacia donde?

Vieja- Hacia donde tú quieras

Caminante- Pero... ¿Estoy... estoy... estoy vivo?

Vieja- Yo diría que sí

Caminante- Entonces... ¿Y tú quien eres? Yo te conozco, te he visto alguna vez...

Vieja- Es posible... viajo tanto...

Caminante- Entonces... todo ha sido un sueño, un mal sueño...

Vieja- No

Caminante- ¿Qué?

Vieja- Que no ha sido un sueño.

El caminante la mira extrañado.

Vieja- Lo que acabas de vivir no ha sido un sueño.

Caminante- ¿Qué ha sido entonces?

Vieja- Has tenido el privilegio que muy pocos tienen, has tenido la oportunidad

de contemplar como sería exactamente lo que habría pasado si efectivamente hubieses

muerto ahora... cuando te hallé moribundo y negando la existencia de cualquier más

allá, no pude evitar el mostrarte la realidad a través de un secreto brebaje. ¡Soy muy
blanda! ¡Quizá debiera haberte dejado, pero tengo una especial debilidad por los

moribundos descreídos! ¡En fin! Ahora ya sabes que esto no termina aquí, y que el día

que de nuevo llegue tu hora tendrás importantes decisiones que tomar. ¡Eso es todo! ¡El

resto no me incumbe! Aunque antes de marchar quisiera hacerte una pregunta. ¿Has

aprendido algo?

Caminante- Sí, he aprendido...

Vieja- ¡Es suficiente! ¡La pregunta queda respondida! ¡Que tengas un agradable

camino... el de vivo y el de muerto! ¡Por todas las chispas, que aún hay veces que tengo

ganas de emocionarme como una doncella! ¡Pues sí que...! ¡Cómo una doncella! ¡Ja!

¡Eso está bien! ¡Como una doncella!

La vieja se marcha y de nuevo el caminante se queda en soledad.

Caminante- ¡He aprendido! ¡En verdad he aprendido! Y son sobre todo tres cosas las

que he aprendido. La primera es que vivir es un regalo con el que no hay que dejar

nunca de jugar, la segunda es que todo está en la mente y es la mente la que nos hace

creer, dudar y soñar, que aunque haya brebajes que nos parezcan hacer vivir una distinta

realidad, ello no es cierto, por lo cual todo lo que acabo de vivir es mentira, y sólo ha

ocurrido en mi manipulada imaginación y sigo sin creen en cielos, ni en infiernos ni en

eternidades, ni creo tampoco en las criaturas celestiales, ni en las diabólicas ni en

ninguna criatura que pertenezca a la ultra realidad. ¡No creo en ninguna de ellas!

En ese momento se escucha un estruendo, seguido de rayos, llamas y centellas. Arriba,

en un lado está el ser celestial emitiendo luces cegadoras, al otro lado, el ser
demoníaco, rodeado de fuego y de la tierra, surge una mano que sujeta con fuerza la

pierna del caminante. El caminante continúa.

Caminante- ¡Y tercera cosa que he aprendido! ¡Es que no creo en ellas...! Pero...

¡Habelas hailas!

Você também pode gostar