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Taller Judicial sobre Biodiversidad: Capacitación para Jueces de RD, Haití y Jamaica

Ley Constitucional
Ley Ambiental y Conceptos Constitucionales en la República
Dominicana

Mag. Claudio Aníbal Medrano Mejía

El mayor regalo de Dios es el proceso de selección natural que, dado el


tiempo suficiente, podría unir la complejidad y la belleza del mundo en
que vivimos”.
G. Hardin

Una buena parte de lo que hasta hoy se ha considerado bienes


comunes (como la atmósfera y los océanos) se caracteriza por el hecho
de que si están disponibles para una persona, automáticamente lo
están para todas las demás.
José Luís Gordillo.

1. Exordio.

Los antiguos romanos a distinguian las cosas en res patrimonio o in


commercio y extra parimonium o extra commercium, es decir, hablaban de
cosas apropiables o no apropiables por los particulares, y esta distinción que
constituyó una de las herencias que la cultura jurídico-política moderna ha
recibido del antiguo derecho romano; no eran susceptibles de apropiación las
cosas santas, cosas sagradas o res divini iuris ni las cosas públicas del Estado
res publicae, o res communis ómnium, o sea, las cosas comunes a todos como
el aire, el agua corriente, el mar y sus riberas. Esta distinción permitió un
desarrollo del derecho privado en torno a la propiedad de las cosas tenidas
como dentro del comercio. Sin embargo, para aquella antigua sociedad
romana, el uso de las cosas comunes no planteaba ningún problema1. Los
1
Gordillo, José Luís, prólogo a La Protección de los Bienes Comunes de la Humanidad. Un
desafió para la Política y el Derecho del Siglo XXI. Madrid, España. Editorial Trotta, 1ra.
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juristas romanos entonces, no se detuvieron a considerar siquiera las medidas


jurídico -políticas que demanda la sociedad actual, para su preservación. Un
par de milenios después, señala Gordillo (2006), nos vemos obligados, a la
vista de la magnitud de la crisis ecológica del presente, a aguzar nuestra
imaginación para dar respuesta a problemas que aquellos hábiles
jurisconsultos ni siquiera podían atisbar2.

No es noticia que aquellos cosas o bienes comunes, cuyo uso y disfrute


pertenece a todos los hombres, sin que puedan atribuirse particularmente a
ninguna persona3, como el aire, el agua, la flora y la fauna de un país, o de
una región, hoy se encuentran seriamente amenazadas, por la acción del
hombre sobre la naturaleza; por aquella suerte de malaventura que el Biólogo
Garrett Hardin (1968) ha identificado como la tragedia de los bienes comunes
o tragedia de los espacios comunes como se la ha traducido al castellano.
Plantea que en un sistema de capitalismo de mercado los bienes que son de
todos y cuyo uso es gratuito tienden a ser sobreutilizados y, por ello
devastados4.

Para Hardin, situado en una postura mercantilista, el único problema que


habría que resolver ante esta tragedia, sería decidir quién y cómo debe poner
precio a los bienes comunes, pues, estimaba que su gravación monetaria,
actuaría como una medida disuasoria tendente a evitar su destrucción.
Desconfiaba de la intervención estatal; estimaba como línea prioritaria de
actuación en la preservación del medio ambiente, la institución de la
propiedad privada, aunada a la herencia legal.

Al ser abrazada la tesis de Handin por el ecologismo o ambientalismo de


mercado, las vías de solución se han escindido, entre esta tendencia
mercantilista, y la tutela o intervención estatal con la solidaridad ciudadana.

edición, 2006. p 11.


2
Ídem.
3
Ídem.
4
Hardin, G., The Tragedy of the Commons (La Tragedia de los Espacios Colectivos), Science 162
México, 1989, en H. Daly, Economía, ecología, ética, FCE, PP. 111-124.
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Importa la última línea; la otra opción posible, que es la de encomendar la


tarea de protección y preservación del medio ambiente, a los poderes públicos.
Y es que ésta, ha sido la opción que, aunque de modo tardío, ha abrazado la
legislación dominicana.

Igual que lo hizo España en 1978, desde su Constitución; como lo han hecho la
generalidad de las Constituciones de la postguerra, al considerar el medio
ambiente entre las principales preocupaciones de la sociedad.

2. Antecedentes.

Para Norberto de la Mata, tratando de identificar el medio amiente como


objeto de tutela penal, afirma que el catálogo de bienes tutelados por un
ordenamiento ha estado vinculado al surgimiento y evolución de un concreto
modelo social y que en la respuesta a la cuestión de si debe protegerse jurídica
y penalmente el ambiente, se ha de tener presente esta idea 5. Cabe decir, si se
trata o no, de un tipo modelo social en donde los derechos sociales están
asegurados.

Así el antecedente histórico más relevante en torno al registro constitucional


de este derecho humano, se le atribuye a la Constitución de Weimar (1919) en
donde se registra por primera vez, en una constitución europea, los derechos
sociales. En ella se reguló la tutela de "monumentos históricos, las obras de
arte, las bellezas de la naturaleza y el paisaje". Estos bienes quedaban
"protegidos y cuidados por el Reich". Con mayor precisión es hasta 1935
cuando el ordenamiento alemán adopta la protección de la naturaleza, en la
Ley del Reich sobre tutela de la naturaleza (Reichsnaturschutzgesetz).

Luego lo haría la Constitución italiana de 1947. Al regular la tutela del paisaje,


conjuntamente con la protección del patrimonio histórico y artístico dejando
así configurado constitucionalmente el derecho humano al medio ambiente.
5
De la Mata, Norberto J. Y De La Mata, Ignacio et all. El ambiente como objeto específico de
tutela penal. en Estudios Jurídicos en Memoria de José Maria Lidon. P. Universidad de Deusto,
Bilbao, España. 2002. pp. 332 y ss.
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Pero ha sido la Corte Constitucional que en su actividad interpretativa ha


desarrollado esta perspectiva que le conduce al reconocimiento de un derecho
subjetivo al medio ambiente. Lo anterior se observa particularmente en una
resolución judicial de 1987, en la que aquella jurisdicción constitucional ha
reconocido un interés general relevante, que hace merecedor de tutela un
derecho subjetivo al medio ambiente (sentencia 210/1987).

Conforme a las ideas antes desarrolladas, en un trabajo para la Escuela


Nacional de la Judicatura, publicado en el año 2006, en la revista Saber
Justicia, Carlos Besares, estima como pioneras en este tema a las legislaciones
socialistas. Y además del antecedente de Weimar, refiere a titulo de ejemplo,
que la Constitución de Polonia de 1952 establecía para los ciudadanos el
"derecho al aprovechamiento de los valores del ambiente natural y el deber de
defenderlos".

3. Derecho al medio ambiente entre los derechos sociales.

La verdad es que el derecho al medio ambiente, aparece con el surgimiento de


derechos sociales, en el último tercio del siglo XIX, vinculados a los conflictos
del capital y el trabajo. Surge entre aquellos derechos caracterizados por ser
derechos de grupos, y no de individuos, como derechos de desigualdades, y
vinculados a una sociología que trata de explicar las relaciones sociales
pertinentes6.

La inserción del derecho al medio ambiente dentro de los derechos sociales,


crea un marco referencial de normas que, a decir de Víctor Abramovich y
Christian Courtis en El Umbral de la Ciudadanía, permite afirmar que este
derecho y los que derivan de él, como todos los derechos sociales, se hallan
tutelados por una serie de obligaciones genéricas que derivan para los
Estados, de los instrumentos internacionales, precisados por organismos
internacionales como el Comité de Derechos Económicos Sociales y Culturales

6
Abramovich, Víctor y Christian Courtis, El Umbral de la Ciudadanía, Buenos Aires, Argentina,
Editorial Estudios del Puerto, primera edición. 2006. pp. 5-33.
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de la ONU. Estas obligaciones incluyen a) prohibición de toda discriminación,


b) obligación de adoptar medidas inmediatas, c) obligación de garantizar
niveles esenciales de los derechos y, d) obligación de progresividad y
prohibición de regresividad.

4. Protección constitucional del derecho humano al medio


ambiente.

El estudio del derecho al medio ambiente en las constituciones


contemporáneas, permite identificar áreas o dimensiones distintas de este
derecho. Ante todo, como se ha dicho es un bien jurídico de corte
supraindividual. Atañe al individuo como parte de la colectividad. Para Mir
Puig (1976) en España, es un reflejo de la participación de la persona en el
sistema social7; tiene que ver según Muñoz Conde (1975), con los presupuestos
de autorrealización de la persona en la vida social8, según Terradillos (1981),
con la satisfacción de necesidades humanas9.

Son derechos que se vinculan a un nuevo Estado social, de carácter expansivo,


que ha de atender las necesidades de todos y cada uno de los miembros de la
sociedad.

En el análisis del contenido del derecho ambiental, resulta conveniente


diferenciar entre el derecho a un medio ambiente adecuado, y el derecho a la
protección de un medio ambiente adecuado. Danilo Solo, en una formidable
discusión con Ferrajoli, en torno al fundamento de los derechos
fundamentales, ha escrito que un derecho sin garantía no es derecho10. Y así
Ferrajoli le ha contestado que un derecho sin garantía indica que hay un vacío
en la legislación que debe ser llenado11. Por tanto, estos derechos; al medio
7
Mir Puig, S., Introducción a las bases del Derecho Penal, Barcelona, España, Edit. Bosch. 1976.
P. 140.
8
Muñoz Conde, Introducción al Derecho Penal, Barcelona, España, Edit. Bosch. 1975. P. 48.
9
Terradillos Basoco, J., La Satisfacción de Necesidades Humanas como criterio de
determinación del objeto de tutela jurídico-penal, en RFDUC, Núm. 63, 1981. Pp. 136 y ss.
10
Ferrajoli, Luigi et all, Fundamento de los Derechos Fundamentales, Madrid, España, Edit.
Trotta. 1ra. edición. 2001. Pp. 29 y ss..
11
Ibidem.
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ambiente y a la protección del medio ambiente, operan como derechos


correlativos, en donde el segundo es, a mi modo de ver, garantía del primero.

Hay quienes ven el derecho a la protección del medio ambiente, como un


derecho autónomo que se realiza frente al Estado, como un derecho diferente
al derecho al medio ambiente adecuado. Esto es correcto, pero a la vez, es la
garantía de aquel otro derecho que es el medio ambiente; en todo caso supone
una exigencia para el Estado de protección al medio ambiente, es decir, una
actuación de la administración tendiente a hacer efectiva esa protección, no a
favor de un sujeto ambiente, por el ambiente mismo, sino como medio para la
realización de la persona humana, como ente individual y colectivo12.

Es por esto que Roberto e Ignacio de la Mata, si bien afirman que el artículo 45
CE permite describir el ambiente como realidad objetiva y material, el
apartado segundo del mismo texto, en cambio, circunscribe a los recursos
naturales utilizados por el hombre, relacionados con su calidad de vida
personal y social, sin limitación, abarcando aire, agua, suelo, fauna y flora,
así como la propia relación del hombre con dichos elementos13.

Este es un principio que debe guiar al legislador y al juez en desarrollo de sus


funciones para que pueda conservar el equilibrio entre los tres derechos
esenciales del derecho ambiental: el derecho al desarrollo, al medio ambiente
adecuado y a la vida digna.

Por tanto, cuando el intérprete de las leyes ambientales se limita pretender


reconocer el derecho al medio ambiente adecuado, está obviando las vías de

12
Indica Polaino, que la determinación conceptual de los bienes ecológicos exige el
reconocimiento de la perspectiva biológica del ambiente, que aglutina un conjunto de factores
aglutinadores de un ecosistema entre diferentes grupos de organismos, con sus respectivas
condiciones biológicas reales de convivencia. En su dimensión relacional, en el ambiente se ha
de apreciar el conjunto de condiciones ecológicas que interesan a la convivencia humana, en la
medida en que entran en relación con el hombre, abarcando los fundamentos naturales de la
vida humana en su globalidad [Polaino, “La criminalidad ecológica en la legislación penal
española” en Política Criminal y Reforma Penal (homenaje a la memoria del profesor Dr. D.
Juan del Rosal) Madrid, España, EDERSA, 1993. 856.
13
De La Mata, Norberto J. y De La Mata, Ignacio et all. Obr. Sup. ind. p. 337.
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hacer efectivo ese derecho, pues, ya está reconocido en la Constitución, en los


instrumentos internacionales o en las leyes ordinarias el derecho al medio
ambiente. Lo que debe guiar al intérprete que invoca o aplica este derecho, es
la necesidad efectiva de la colectividad a que el derecho se realice, o lo que es lo
mismo, a que el Estado proteja el medio ambiente, para de esa forma
mantener el equilibrio entre desarrollo, medio ambiente, vida digna (o calidad
de vida)"14.

En este orden, las garantías operan como mecanismos o técnicas de tutela de


derechos, destinados a asegurar su efectividad15.

La generalidad de las constituciones de la postguerra tiende a establecer el


deber del Estado para velar por la protección del ambiente. Pero también a
reconocer el derecho a disfrutar o a vivir en un ambiente adecuado, con el
deber de su conservación. Es el caso de la Constitución de Costa Rica, cuyo
artículo 50 prescribe que “Toda persona tiene derecho a un ambiente sano y
ecológicamente equilibrado”; que “por ello, está legitimada para denunciar los
que infrinjan ese derecho y para reclamar la reparación del daño causado”.

Como en España y República Dominicana, El Estado garantizará, defenderá y


preservará ese derecho. A diferencia de Costa Rica, República Dominicana ha
regulado todo lo relativo al medio ambiente en la ley ordinaria. Los derechos
relativos al medio ambiente, no forman parte expresa de la parte dogmática
de la Constitución de la República.

Sin embargo, las distintas Constituciones de los Estados Nacionales reconocen


los derechos humanos y el deber de respetarlos de diversas formas; unas de
manera ordenada siguiendo algún criterio de clasificación, como el proyecto
que actualmente cursa en la Asamblea Nacional Revisora de la Republica
Dominicana; otras de manera irregular en distintos espacios del
14
De la Mata, Norberto J. Y De La Mata, Ignacio et all. El ambiente como objeto específico de
tutela penal. en Estudios Jurídicos en Memoria de José Maria Lidon. P. Universidad de Deusto,
Bilbao, España. 2002. pp. 332 y ss.
15
Abramovich, Víctor y Courtis, Christian, obr. Sup. P. 65.
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ordenamiento constitucional, pero de algún modo, en ambos casos, se


encuentran estos derechos reconocidos de manera expresa.

Por otro lado, algunas constituciones que han seguido una técnica distinta,
tienen estos y otros derechos reconocidos de manera implícita, como ha sido el
caso de las constituciones colombiana y dominicana.

En este orden, siguiendo a Marcos A. Besares (2006) se puede clasificar las


constituciones por la forma en que consagran el derecho a un medio ambiente.
En primer lugar, aquellas que no incluyen referencias concretas de protección
ambiental ni hacen reconocimiento expreso del derecho a disfrutar o a vivir en
un medio ambiente adecuado, aun cuando por la interpretación por vía
jurisprudencial de varios de sus artículos se haya desarrollado ese derecho,
caso indicado de Italia.

En segundo lugar, las constituciones que no tienen referencias o frases


indirectas o aisladas, sino que contemplan el derecho de los ciudadanos a
disfrutar de un medio ambiente, señalan que éstos y el Estado tienen el deber
de su conservación, como es el caso de España y de Portugal.

En tercer lugar, aquellas constituciones que consagran de manera clara y


precisa el derecho a un medio ambiente como un derecho subjetivo, que es el
caso de Venezuela (arts. 127 y ss.).

Finalmente, y en cuarto lugar, se hace referencia a textos constitucionales que


por una parte, consagran el derecho a un medio ambiente como derecho
subjetivo, pero además lo reconocen como un derecho solidario en el contexto
del interés difuso, señalando que su titularidad no sólo corresponde a los
ciudadanos individualmente considerados, sino también a la colectividad, lo
que sienta las bases para cierta legitimidad procesal a propósito de su
protección. (Caso del proyecto de Constitución Dominicano en proceso de
discusión). Igual la Constitución de Venezuela, cuyo artículo 127 dispone que
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Es un derecho y un deber de cada generación proteger y mantener el ambiente


en beneficio de sí misma y del mundo futuro.

Es indudable que las constituciones por su supremacía normativa, juegan un


papel preponderante en la tutela de los derechos fundamentales, y
particularmente en la tutela del medio ambiente, sea cuando se han ocupado
expresamente de él, o cuando lo recepcionan en su naturaleza de derecho
fundamental, de forma implícita, como en la Constitución colombiana de 1991
(art. 94)16, y en la vigente Constitución dominicana 1994/2002 (arts. 3, 8 y
10).

Pero es indudable que las garantías de eficacia en la protección de un derecho,


se extreman cuando este derecho es reconocido expresamente, y no tornan
indispensable la adopción de normas complementarias de aplicación, como lo
hace la Constitución Española de 1978 en el artículo 45.

Bajo sus disposiciones, el medio ambiente adecuado, es un derecho y un deber,


unido al libre desarrollo de la personalidad, y a la calidad de vida. Todos
tienen el derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado para el
desarrollo de la persona, así como el deber de conservarlo.

El derecho al medio ambiente, se lo ve así como bien jurídico de corte


supraindividual. Se lo configura como un derecho que atañe al individuo como
parte de la colectividad. Y como hemos dicho de Santiago Mir Puig, lo
considera como un reflejo de la participación de la persona en el sistema
social, y a decir de Muñoz Conde, está relacionado con los presupuestos de
autorrealización de la persona en la vida social.

Compete a los poderes públicos velar por la utilización racional de todos los
recursos naturales, con el fin de proteger y mejorar la calidad de la vida y
defender y restaurar el medio ambiente, apoyándose en la indispensable
16
Rep. de Colombia. CP de 1991, art. 94. La enunciación de los derechos y garantías contenidos
en la Constitución y en los convenios internacionales vigentes, no debe entenderse como
negación de otros que, siendo inherentes a la persona humana, no figuren expresamente en
ellos.
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solidaridad colectiva, según precisa el mismo texto de la Constitucional


española.

Lamentablemente, la Constitución dominicana que ha sido reformada en 39


oportunidades, no ha prestado la debida atención al medio ambiente. Y hasta
el año dos mil, cuando se adopta la Ley Num. 64-00, sólo algunas leyes
sectoriales dispersas se ocuparon del tema.

Sin embargo, como se ha dicho, el proyecto de reforma constitucional que


cursa en la Asamblea Nacional revisora, en su artículo 56, pretende
reconocer como un derecho y como un deber de cada generación, proteger y
mantener el ambiente en provecho de sí misma, y del las generaciones futuras.
Habla por tanto, de un derecho, que a la vez es un deber frente a la sociedad y
a las generaciones futuras, y que es un derecho social de solidaridad.

También precisa el proyecto de Constitución dominicano, que toda persona


tiene derecho, tanto de modo individual como colectivo, al uso y goce
sostenible de los recursos naturales, a habitar en un ambiente sano,
ecológicamente equilibrado y adecuado para el desarrollo y preservación de
las distintas formas de vida, del paisaje y de la naturaleza. Y finalmente,
mantiene, como lo hace Constitución española del 78, y como ha sido
desarrollado en la Ley Num. 64-00 en la República Dominicana, el concepto
de que los Poderes Públicos con participación de la sociedad protegen este
derecho.

Por tanto, la pretensión de elevar este derecho al rango constitucional, surge


en el citado proyecto, íntimamente vinculado, a la transformación de la forma
de Estado, en un estado social y democrático de derecho, como precisa en su
artículo 6.
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5. Conceptos constitucionales en la Ley ambiental


dominicana.

La Ley Núm. 64-00, adoptada en agosto del año 2000, contiene el marco
normativo general para la elaboración de leyes sectoriales relacionas con la
protección y conservación del medio ambiente y los recursos naturales, como
las referidas a su promoción mediante la educación formal e informal (arts.
56-58) y las disposiciones de su artículo 34 que aluden a las áreas protegidas.

Crea además, la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos


Naturales. Tiene por objeto, establecer las normas para la conservación,
protección, mejoramiento y restauración del medio ambiente y los recursos
naturales, asegurando su uso sostenible (art. 1). Prescribe sus disposiciones
como de orden público (art. 2), como tales, no pueden ser modificadas por
convenciones entre particulares (art. 6 CCD).

Proclama los recursos naturales y el medio ambiente como patrimonio común


de la nación y los considera como un elemento esencial para el desarrollo
sostenible del país (Art. 3).

Y en este orden, también consagra ciertas garantías institucionales de


carácter político que tienden al aseguramiento de los derechos confiados a las
instituciones del Poder Público17, como cuando declara de interés nacional
la conservación, protección, restauración y uso sostenible de los recursos
naturales, el medio ambiente y los bienes que conforman el patrimonio
natural y cultural (art. 4).

Como se ha dicho, y como han hecho las Constituciones citadas, en otras


naciones, proclama en este marco, que la protección, conservación,
mejoramiento, restauración, y uso sostenible de los recursos naturales y del
medio ambiente, y la eliminación de los patrones de producción y consumo no

17
Abramovich, Victor y Courtis, Christian, obr. Sup. Ind. P. 66.
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sostenibles, es responsabilidad del Estado, de la sociedad y de cada habitante


del país (art. 5).

Desarrolla en su artículo 6 del derecho al medio ambiente como un derecho de


individual y colectivo, cuando prescribe que la libertad de los ciudadanos en el
uso de los recursos naturales se basa en el derecho de toda persona a disfrutar
de un medio ambiente sano.
Se advierte sin embargo, una especial limitación, que reduce la titularidad de
este derecho a los ciudadanos, con lo cual parece establecer una distinción con
los no ciudadanos de consecuencias imprevisibles. Lo que parece matizar, el
mismo texto, creando la obligación del Estado de garantizar la participación,
ya no de los ciudadanos únicamente, sino de las comunidades y de los
habitantes del país en la conservación, gestión y uso sostenible de los recursos
naturales y el medio ambiente.

Y curiosamente, estableció esta ley, una garantía política que sectorialmente


se adelantaba a la Ley Núm. 200-04, del mes de noviembre, sobre Libre
Acceso a la Información Pública, cuando incluye entre las responsabilidades
del Estado la garantía de acceso a información veraz y oportuna sobre la
situación y el estado de los recursos naturales y del medio ambiente, en su
artículo 6. Sin embargo, no se advierte en la ley un desarrollo de garantía
jurisdiccional para la tutela de este derecho en los tribunales, con las
características propias de los procesos constitucionales; como amparo o
habeas data con los que se suele proteger el derecho de acceso a la
información.

Los procedimientos que esta ley define, si bien tienen cierta especialidad, como
la amplísima legitimación para denunciar o querellarse (art. 178), y para
intervenir en la adopción de medidas que la ley ordena (art. 180), reconocida
universalmente a toda persona, o asociación de ciudadanos, a toda persona
natural o jurídica, esta legitimación, no deja de ser en su esencia un
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procedimiento ordinario, reservado al conocimiento del juzgado de primer


instancia (art. 177).

La acción judicial que deriva de los delitos ambientales, también es


considerada como de orden público y puede ser ejercida incluso oficiosamente
(art. 176 y 181).

Mientras las legitimación de la acción penal ambiental es tan amplia, es, en


cambio restringida para la reparación del daño. Sólo está permitida a quien
ha sido perjudicado y al Estado y a sus instituciones especializadas en el área
(art. 179).

El Capítulo IV de la Ley, es destinado a la tutela de la biodiversidad, o


diversidad biológica, entendida como El conjunto de todas y cada una de las
especies de seres vivos, de genes, paisajes y hábitats en todas sus variedades
(art. 16.6).

En esta parte se define una política pública en la que se declara de alto interés
nacional, la conservación de las especies de flora y fauna nativas y endémicas,
el fomento de su reproducción y multiplicación. Además, la preservación de los
ecosistemas naturales que sirven de habitat a aquellas especies de flora y
fauna nativas y endémicas cuya supervivencia dependa de los mismos, los
cuales serán objeto de rigurosos mecanismos de protección in situ que
incluye participación comunitaria (Art. 136).

Como en la constitución, la Ley 64/00, prescribe un mecanismo de recepción


del derecho internacional sectorial, cuando establece como deber del Estado y
de todos sus habitantes velar por la conservación y aprovechamiento
sostenible de la diversidad biológica y del patrimonio genético nacional, de
acuerdo con los principios y normas consignados en la legislación nacional y
en los tratados y convenios internacionales aprobados por el Estado
Dominicano.
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Los recursos costeros y marinos, como bienes de dominio público, de


propiedad estatal y como tales, son inalienables, imprescriptibles e
inembargables. Todo ciudadano tiene el derecho a su pleno disfrute, salvo las
limitaciones que impone la seguridad nacional, lo cual será objeto de
reglamentación (Art. 138).

Finalmente, la ley incluye la defunción de los conceptos básicos. Y de este


modo, en ella se definen conceptos esenciales a los derechos y a los recursos
tutelados, criterios técnicos y bienes tutelados que permean todo el contenido
de la ley.

Muchos de estos conceptos forman parte del contenido esencial de los derechos
como aprovechamiento sostenible, áreas protegidas, calidad de vida y calidad
ambiental, daño e impacto ambiental, desarrollo sostenible y otros.

El aprovechamiento sostenible se refiere a la utilización de los recursos


naturales en forma que se respete la integridad funcional y la capacidad de
carga de los ecosistemas de que forman parte.

La Calidad de vida que constituye uno de los tres pilares del derecho
ambiental, puede ser descrita a partir del contenido conceptual de la ley,
como el grado en que los miembros de una sociedad humana satisfacen sus
necesidades materiales y espirituales, cuya calificación se fundamenta en
indicadores de satisfacción básica y a través de juicios de valor.

El otro pilar es el desarrollo sostenible. Recuérdese que este es uno de aquellos


tres derechos básicos mencionados. Es entendido en la ley como el proceso
evaluable mediante criterios e indicadores de carácter ambiental, económico
y social que tiende a mejorar la calidad de vida y la productividad de las
personas, que se funda en medidas apropiadas de preservación del equilibrio
ecológico, protección del medio ambiente y aprovechamiento de recursos
naturales, de manera que no se comprometa la satisfacción de las necesidades
de las generaciones futuras.
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El ecosistema constituye el contenido esencial del derecho al medio ambiente.


Es definido como el Universo de relaciones funcionales entre los componentes
de un hábitat. Igual las nociones de interés difuso y de interés colectivo. El
primero responde en los términos de la ley, al interés que corresponde a
colectividades o grupos de personas. Y el segundo, el interés difuso, al que se
encuentra diseminado en una colectividad, correspondiente a cada uno de sus
miembros, y que no emana de títulos de propiedad, derechos o acciones
concretas.

Aquí prestamos atención al concepto de medio ambiente que la norma


provee. Se lo define como un sistema de elementos bióticos, abióticos,
socioeconómicos, culturales y estéticos que interactúan entre sí, con los
individuos y con la comunidad en que viven, y que determinan su relación y
sobrevivencia.

Y no debemos ignorar, los recursos naturales, concebidos legalmente como


elementos naturales de que dispone el hombre para satisfacer sus necesidades
económicas, sociales y culturales, y de otro lado, la vida silvestre encierra el
conjunto de especies de flora y fauna que se encuentran en estado natural, que
no son cultivadas ni domesticadas.

Ferrajoli nos ayuda a entender los derechos fundamentales como unos


derechos reconocidos a titulo universal, personalísimos e indisponibles,
sustraídos tanto a las decisiones de la política como al mercado; no son
alienables activamente por el sujeto que es su titular, ni pasivamente son
expropiables o limitables por otros sujetos, comenzando por el Estado18.

De esto resulta, que determinados derechos contenidos en la ley como derecho


de toda persona, y estimados como indispensables a su existencia en
condiciones de dignidad, e indisponibles porque ningún ser humanos puede
vender ni ceder su derecho al medio ambiente, al desarrollo de su
18
Ferrajoli, Luigi et all, Fundamento de los Derechos Fundamentales, Madrid, España, Edit.
Trotta. 1ra. edición. 2001. Pp. 29-35.
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personalidad ni el derecho a una vida digna, son derechos, que por ser de
configuración legal, no dejan de tener un carácter de derechos fundamentales.
Sobre todo, porque la Constitución incluye otros derechos de igual naturaleza
que aquellos en ella expresamente enumerados (CD art. 10).

Pero también son derechos fundamentales dotados de rango constitucional,


porque han sido incluidos expresamente en convenios internacionales
aprobados por los poderes públicos (CD, art. 3).

Por tanto, tampoco hoy es determinante para la tutela jurisdiccional de estos


derechos, la escasa atención que el constituyente les ha prestado desde la
primera Constitución (1844) a la Constitución vigente (1994/2002).

Aparte de la recepción de derechos contenidos en los instrumentos


internacionales que el Estado reconoce (art. 3). Se puede decir que la
Constitución dominicana permite el reconocimiento de derechos de igual
naturaleza que aquellos contenidos en la Constitución y en los convenios
internacionales si seguimos para interpretar la nuestra, a la Constitución
colombiana de 1991 (Art. 94, citado).

Con un mínimo esfuerzo hermenéutico, sistemático, creemos posible derivar el


reconocimiento de derechos ambientales de carácter sustancial, con los
alcances analizados, de los únicos contenidos constitucionales que tocan a los
componentes de estos derechos. Es decir, de la combinación material de los
artículos 5, 8 y 37 de la Constitución.

El artículo 5 constitucional define la extensión y los límites del territorio.


Considera como partes del territorio nacional, el mar territorial y el suelo y
subsuelo submarinos correspondientes, así como el espacio aéreo sobre ellos
comprendido. La extensión del mar territorial, del espacio aéreo y de la zona
contigua y su defensa, lo mismo que las del suelo y subsuelo submarinos y su
aprovechamiento, serán establecidos y regulados por la ley.
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El artículo 8, que contiene los derechos individuales y sociales, reconoce como


finalidad principal del Estado la protección efectiva de los derechos de la
persona humana y el mantenimiento de los medios que le permitan
perfeccionarse progresivamente dentro de un orden de libertad individual y de
justicia social, compatible con el orden público, el bienestar general y los
derechos de todos. Para garantizar la realización de esos fines se fijan las
normas concretas que enumeran diferentes derechos en la Constitución. una
enumeración que según el art. 10n “no es limitativa y, por consiguiente, no
excluye otros derechos y deberes de igual naturaleza”.

La Constitución atribuye competencia al Congreso para “Proveer a la


conservación y fructificación de los bienes nacionales, y a la enajenación de los
bienes del dominio privado de la Nación, excepto lo que dispone el Inciso 10 del
Artículo 55 y el Artículo 110”.

Ahora bien aplicando los principios hermenéuticos de todo sistema jurídico


constitucional, aunque no estén expresamente reconocidos en el sistema
constitucional, pueden derivarse derechos fundamentales, por su carácter
inmanente a la persona humana, su indisponibilidad y universalidad.

Considero que el derecho al medio ambiente contenido en el artículo 6 de la ley


64-00; aquel que reconoce que la libertad de los ciudadanos en el uso de los
recursos naturales se basa en el derecho de toda persona a disfrutar de un
medio ambiente sano, y que el Estado garantizará la participación de las
comunidades y los habitantes del país en la conservación, gestión y uso
sostenible de los recursos naturales y el medio ambiente, al igual que el
derecho de acceso a la información veraz y oportuna en torno a ellos, son
merecedores de tutela constitucional mediante un proceso constitucional como
el amparo. Sobre todo en presencia de un daño grave e inminente.
Taller Judicial sobre Biodiversidad: Capacitación para Jueces de RD, Haití y Jamaica

Y finalmente, mientras estos derechos no sean objeto de tutela expresa en la


Constitución, no serán tomados en serio de modo suficiente como para que su
tutela sea eficaz. Tengo fe en que, en esta ocasión, así ha de ser.

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