Discover millions of ebooks, audiobooks, and so much more with a free trial

Only $11.99/month after trial. Cancel anytime.

Odas III
Odas III
Odas III
Ebook46 pages36 minutes

Odas III

Rating: 0 out of 5 stars

()

Read preview

About this ebook

Las odas son composiciones de carácter lírico que constituyen la obra cumbre de la lírica latina.  En ella se jacta de haber sido el primero en transplantar al latín la lírica eolia en su conjunto, imitando los temas y los metros líricos griegos, sobre todo de Alceo, Safo y Anacreonte. Horacio tiene conciencia de que sus odas son lo mejor de su obra y afirma que serán más duraderas que el bronce. En las Odas el componente fundamental es el lírico. Podemos agrupar las odas en varios grupos temáticos: alabanza de Augusto, elogio de la amistad, tema filosófico y moral, el amor, y finalmente el campo y la naturaleza. Expone el poeta su filosofía de la vida: hay que saber hacer uso de las riquezas y ser generoso; no hay que dejarse abatir por la adversidad y debe uno gozar de los bienes presentes, que son precarios; lo mejor para ser feliz es la "áurea mediocridad" (Aurea mediocritas). Hay una invitación a gozar del momento presente, ya que el día de mañana es incierto: carpe diem. Este tema tendrá gran fortuna en la literatura universal.
LanguageEspañol
Release dateMar 6, 2021
ISBN9791259710673
Odas III

Read more from Horacio

Related to Odas III

Related ebooks

Classics For You

View More

Related articles

Reviews for Odas III

Rating: 0 out of 5 stars
0 ratings

0 ratings0 reviews

What did you think?

Tap to rate

Review must be at least 10 words

    Book preview

    Odas III - Horacio

    III

    ODAS III

    I - A ASTERIE

    Asterie, ¿por qué l oras la ausencia de Giges, que el templado Favonio de la primavera te ha de

    restituir, siempre constante en su fe

    y rico con las ganancias de Bitinia? Empujado por el Noto al Epiro

    <Órico>, después que se

    ocultaron las infaustas Cabrillas, pasa las frías noches sin dormir, y derrama un río de lágrimas.

    Un nuncio astuto de su solícita amiga Cloe le dice que suspira por él, que se abrasa por él en

    las mismas l amas que tú, y por todos los medios pone a prueba su constancia.

    Le refiere cómo una pérfida mujer indujo al crédulo Preto, con sus falsas imputaciones, a quitar

    la vida a Belerofonte por demasiado casto.

    Le cuenta que Peleo estuvo a pique de descender al Tártaro por esquivar los halagos de

    Hipólita de Magnesia, y le recuerda cien historias que convidan al placer.

    Todo en vano; firme que firme, desatiende sus voces, más sordo que los escol os de Ícaro; pero

    guárdate que tu vecino Enipeo no te cautive más de lo conveniente, y eso que ninguno otro te

    iguala en la destreza con que monta a cabal o sobre el césped del campo de Marte, ni atraviesa

    a nado con mayor rapidez la corriente del Tíber.

    En las primeras horas de la noche cierra tu casa; no te asomes a la cal e atraída por el son de

    la flauta quejumbrosa, y permanece insensible, aunque te l ame mil veces dura y cruel.

    II - A MECENAS

    Mecenas, doctísimo en las letras griegas y latinas, ¿te sorprende ver a un célibe como yo

    solemnizar las calendas de marzo con la naveta l ena de incienso, con flores exquisitas y con las

    brasas del carbón sobre el fresco césped?

    He prometido a Baco un gran festín y sacrificarle un macho cabrío por haberme librado del

    golpe de un árbol que cayó sobre mí.

    Aquel fausto día que el curso del año renueva hará saltar el corcho, sujeto por la pez, del ánfora

    que guardo al humo desde el consulado de Tulo.

    Toma, pues, cien veces la copa que te brinda tu salvo amigo; haz que bril en las antorchas

    hasta el amanecer, y envía noramala los altercados y la cólera.

    Desecha las inquietudes políticas que te inspira Roma; del dacio Cotisón ha

    sucumbido; los terribles medos se destruyen con sus propias armas; el cántabro de España,

    nuestro irreconciliable enemigo, dobla por fin el cuel o a la cadena, y el escita, aflojando la

    cuerda de su arco, se resuelve a cedernos el campo.

    Da al olvido un momento los públicos intereses que tanto afán te cuestan, déjate de graves

    negocios y coge alegre por los cabel os la dicha de la hora presente.

    III - DIÁLOGO ENTRE HORACIO Y LIDIA

    HORACIO.– Cuando tú me amabas y ningún rival poderoso oprimía tu cuel o con sus brazos,

    me sentía más feliz que el rey de los persas.

    LIDIA.– Cuando

    Enjoying the preview?
    Page 1 of 1