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Breve Comentario a la opinión de Kristol-Kagan

sobre PEEUA

Lic. Mª Celeste Gigli Box

Big Brother Uncle SAM


“Habiendo perdido el diablo comunista, reencontramos al diablo los unos en los
otros”.
Adam Michnik.

“¡Ah, pero América [EUA] no es un lugar, es una idea diferida, continuamente auto-
corregida, siempre buscando su mejor sentido!”
Michael Wood.

Tomemos en este caso la política exterior de EUA (en más,


PEEUA). En el texto de Kristol-Kagan podemos encontrar diversos
tópicos. Debo comenzar1 con el recorrido que el autor hace del CPP,
allá por los ´50s, que advertía sobre la amenaza soviética. A lo largo
de todas sus etapas (como el CPD I donde se relegó a la evaluación
del material militar ruso; el CPD II con la delimitación del Mal en el
comunismo hasta el final de la Guerra Fria), llegó a su tercera edición:
el CPD III tras el 11-S. Ahora, el militarismo para la defensa, la
expansión y promoción de la democracia, son la clave. Este nuevo
Mal, que da especial importancia a las ideas, reconoce que la inacción
implica que aquél se expanda. Entendido como la muerte de
inocentes occidentales y kuffar, apoyado por el Califato que libra la
jihad; se libra para prevalecer. Los autores plantean la dicotomía en la
lógica del Will to power, cotejada con la bellum omnium in omnes. Si
tomamos la idea con la lógica de JFK del success for freedom, se lo
presenta como una red de contención a la máxima nietzscheana, ya
que esto dará el prevalecer por sobre los demás. Algo que Bush Jr.
llamó a Distinctly American Internationalism. Pero lo destacable en
pocas palabras, es el hecho de que el NSC-68 y el CPD III reconocen
un enorme paralelismo entre el demonio comunista y el demonio,
pero terrorista. En lo que respecta al rol de los EUA, en tanto que
Superpower, recela de la acción de todos los Great Powers. La
paradoja existe en que los segundos pueden desafiar al primero (sean
amigos u aliados). Los que sólo son amigos, conservan la unidad sin
atender el interés geopolítico. Es decir, no suponen una amenaza
para EUA ni para sus aliados. Los segundos, serán aquellos que
compartan intereses geoestratégicos y geopolíticos con la
Constitución Republicana. En otras palabras, los que “misionan” por el

1
Tomo el camino de la enumeración –o bien, el seguimiento lineal del texto-, para
no omitir tópicos trascendentes y para poder ser específica en los análisis.
libre mercado y la forma de gobierno democrática2. Siendo EUA el que
vela por el nuevo orden que propende, necesitará proteger lo
establecido. ¿Cómo? Muy simple: el unilateralismo como estrategia de
defensa de intereses nacionales y no escatimar en su la necesidad
exige el uso de la fuerza3. Claro que también es necesario que los
Great Powers no aspiren a ser más de lo que ya son. Es preciso
plantear una cuestión que no es meramente terminológica. Bush
padre, utilizó la denominación Axis of Evil, que tenía su similitud con
el Empire of Evil que Reagan usaba contra China. Ya Clinton, se
decidió por Unholy Axis. Hacia enero de 2002, Bush hijo pronunció la
expresión de David Frum, Eje del Mal. En esta calaña, caen los
estados terroristas, los canallas y las organizaciones criminales
internacionales.

Tomando ya lo que los autores presentan, lo más destacado que


aparece, es la desmitificación de las PEEUA entre las distintas
administraciones en cuanto a la retórica contra Saddam: tanto el
demócrata Clinton como el republicano Bush apelan al unilateralismo,
el excepcionalismo no-wilsoniano, los ataques preventivos y la
democratización del mundo. Esto que sabe a la retórica dura del
actual PEN, estaba presente en el anterior mandatario. El uso
benevolente de la fuerza, parece una política de estado, más que de
gobierno. Lo que sí encontramos en esta construcción discursiva del
PEN luego del 11-S es el hecho de definir la cuestión en términos de
Bien y Mal, donde el primero debe prevalecer. Esto implicó la
socialización del riesgo al común de los estadounidenses. Este
maniqueísmo acaba por invocar lo que se está poniendo en juego: las
libertades de las que goza EUA son odiadas/envidiadas por los demás.
Quienes detentan la libertad, son acechados por quienes la desean y
oprimen a sus compatriotas, mientras atentan contra los propios
estadounidenses. Esto implica que la pelea no se de en clave del
terrorismo vs. EUA, sino que es el primero el que ataca a la
civilización.

Hagamos un brevísimo comentario. Siempre es preciso señalar


algo que puede quedar estereotipado, y por ende, erráticamente
percibido. Por lo general, en un sistema bipartidista tan estanco como
el de EUA, puede hacernos suponer que esas diferencias que dividen

2
La lógica es la siguiente: la democracia constituye el fin, pero el medio es el grado
de democratización. Con esto último, se plasma la hegemonía. Este deseo de una
nueva configuración mundial a través de la democracia, se ve desde la primera
reunión en Varsovia de “La Comunidad de las Democracias” (luego en Seúl 2002, y
Chile 2005). Uno de sus objetivos era la no inclusión de estados canallas en el
Consejo de Seguridad de la ONU, ya que eso implicaría que quienes constituyen el
Eje Maldito, tengan iguales ventajas que quienes respetan los DDHH, no poseen
armas de destrucción masiva, y se encuentran enmarcados en un Estado de
Derecho. Se bregaría por un Democracy Caucus, con la preeminencia de EUA
3
Recordemos las fórmula post guerra fría: Double Major Regional Conflict (esto es,
librar exitosamente dos conflictos regionales simultáneos en cualquier parte del
mundo. Sin desatender la política doméstica y con un intensidad mayor o igual a la
operación Desert Storm
pueden trasladarse mecánicamente al plano externo. Pues no. Esto
no es siempre así. Allende que suele ser muy común cierto viraje en
el quehacer político de un candidato cuando efectivamente toma el
poder –hacia la moderación de lo que ha prometido en campaña-;
debiendo adaptar lo garantizado con las rigideces propias de la
gestión; existe, en el caso de la política externa, un agregado más.
Por lo general, el manejo de las relaciones de un país con el exterior
es una de las variables con menor capacidad de maniobra, o bien, es
la política que menos grados de libertad posee.

Las razones son varias: cualquier movimiento genera mucho


más cambio que otro viraje en el caso de la política doméstica,
implicando actores nacionales e internacionales que pueden
reaccionar dependiendo de las apreciaciones que tengan del cambio
por el primer gobierno. Por otro lado, el espacio de las relaciones
exteriores compromete múltiples sectores partidarios, que mantienen
diverso tipo de contacto con el exterior, así que aglutinarlos en el
apoyo de un cambio, es mucho más complejo. Salvando el caso de un
ataque como el del 11-S (que tanto impacto causó en la opinión
pública estadounidense como la mundial), cualquier viraje en
situaciones que suelen ser “cotidianas” en el quehacer internacional,
implica una gran evaluación de costos externos al país, e internos en
términos de apoyo político. En consonancia con esto, cuando cambia
la administración, no se puede realizar un desvío amplio como en la
política interna en cuanto a las concepciones del signo partidario y su
respectivo proceder político.

Pues bien, continuemos. Los autores desarrollan la idea de Pax


Democrática en clave de la Pax Britannica de 1815 (en tanto que
extensión de la democracia y sus virtudes; en clara clave kantiana).
En cambio, la Pax Americana, acude a lo que era la versión Romana,
ya que implica los conceptos de pacificación y seguridad. Claro que
aquí se presenta una tensión: la Pax Democrática no podrá durar si la
vemos incluyendo la Americana. El unipolarismo, implica que el
mundo hobbesiano sea progresivamente abandonado –ya que EUA se
convirtió en un casi imperio-, hasta llegar a una suerte de nueva
configuración kantiana como uno de los esquemas de
funcionamiento. Los autores señalan un criterio que comparto, como
es el de la falta de aprovechamiento por parte de los presidentes
Bush padre (quien se quedó con el triunfo “en las manos” cuando la
URSS cayó), y el caso de Clinton, quien supuso que si el enemigo
fenecía, la paz estaba asegurada. Esto es muy posible de comprobar.
Bush padre, además de los esquemas de evaluación que le produjo su
estilo de realpolitik, no tuvo el tiempo necesario como para ver cómo
evolucionaba la ex URSS y la CEI posterior. Por otro lado, debía tomar
decisiones imperiosas a la saga de lo que ocurría con el régimen
caído. Y, además de ser el “ganador”, esto no le obsta que deba
acomodarse a un nuevo escenario, con la información que llega a
medida que los acontecimientos se suceden.
En el caso de Clinton, el hecho de no ejercer esta dinámica
bipolar que tan costosa había resultado durante años, junto con el
afán de poder colocarse como el vencedor sin atropellar/destruir a
su enemigo, sino simplemente dejarlo caer por su “vetusto” peso,
puede haberle llevado o bien, a “dormirse en los laureles”, o bien a no
tener que pensar en el ejercicio de la fuerza –que suele tener costos
políticos en casi todos sus ejemplos-, y el primero de ellos es el apoyo
político. Cualquier presidente desearía vivir la era de Clinton, donde el
enemigo despareció, trata de reconstituirse –mientras se muestra
desnudo en sus vulnerabilidades-, y el ganador puede espectar esto
tranquilo, sin ejercer un poder que resulte innecesario. Claro que si el
presidente encima, es demócrata, tanto mejor para la consistencia de
su gestión. Mientras tanto, se podrán observar otros puntos vedados
del mapa de amenazas, o bien comenzar a utilizar sólo la retórica
como arma en el espacio de la política internacional4. Pero tal vez, lo
más interesante que señalan los autores es la identificación que
realiza Bush hijo, el que a los ojos de los neocons, se porta cual
demócrata: se refieren a la equiparación del interés nacional con la
grandeza de EUA. Este posible intercambio, hace que la defensa y
extensión de la paz luchando contra quienes la alteran, y fomentando
la interacción con quienes se oponen a los “chicos malos”. El análisis
es consistente, y lo apoyo. Lo cierto es que no puedo dejárselo a la
buena obra de Bush hijo y su administración, ya que no estoy
completamente segura de si, fue la perspicacia de sus asesores, o
bien la misma historia cuando asesta (=11-S) y obliga a este tipo de
retóricas extremas…

Cuando toca el caso de Irak, los autores plantean la inutilidad,


desde 1998, de la diplomacia sola para contener al tirano Saddam.
Pero aquí aparecen las diferencias abismales entre Clinton y Bush. El
primero, aliviado por la permanencia de tirano en Irak, sólo utilizó
fondos y equipos reciclados para tan complejo y futuro problema.
Parece que Saddam gozaba de grandes ventajas con el ex PEN
demócrata, tanto que hasta acordaba las inspecciones. Claro que esto
tiene sus costos, los que no asumirá la gestión “permisiva” sino la
que viene luego –por cierto, con un historial de desencuentros que
implican la obsesión de Bush Padre. Aquí los autores comienzan a
señalar todos los errores de la PEEUA con respecto al tema, en la que
se ven sus inoperatividades, como la burla a los embargos y demás
4
Puede también, cabe el caso de una suerte de inercia en un escenario que había
cambiado tanto a principios de los ´90, luego de 45 años de bipolaridad. Cualquiera
podrá decirme que este tipo de conductas son inaceptables en política externa, y
lo cierto es que estoy de acuerdo. Pero en este plano de la política también existe el
dejar hacer, para no incursionar en una acción demasiado contundente, y ver cómo
evoluciona el panorama internacional. En último caso, se ocupará el siguiente
titular de la Casa Blanca. Si a mí se me pregunta, en el hipotético caso de haber
sido Clinton, hubiese hecho lo mismo: esperado los hechos, y los hubiese forzado lo
suficiente como para que los que siguen, se ocupen del trabajo más complejo…
instrumentos punitorios por parte de la ONU. Parece que Clinton sufría
de una seria paranoia, que iba desde la obsesiva estabilidad en Irak
(que, el autor no lo menciona, pero que interpreté como una nueva
versión del apaciguamiento hacia Alemania que crió el expansionismo
nazi), pasando por el contagio que Irán podía tener ante un Irak
convulsionado, y finalmente, que Saddam sólo pueden destronarlo los
suníes y nunca una acción militar externa. Todo lleva a la imagen que
utilizan como el “síndrome de Bahía de Cochinos”, ya que la oposición
Iraki se parecería a la fuerza anticastrista de 1962. Con respecto a la
primera, esto es, la estabilidad, podremos resumirla en el fallo los
autores: donde las fuerzas centrífugas son lo bastante fuertes, el
control central logrado a través de la fuerza conducirá de hecho a
una inestabilidad creciente. (p.63). Con respecto a la pasividad de
Irán, están convencidos de ella bajo los ausentes movimientos de los
shiíes iraquíes. Irán tiene una influencia marginal en ellos. Y de esto,
no tengo la menor de las dudas. En cuanto a la tesis de la oposición,
allí tenemos una serie de problemas: parece que nada se escapa a los
ojos del tirano, y que sólo los iraquíes que moran fuera de su país
pueden considerarse oposición –salvo que sean suicidas. Además de
esto, deben tener un apoyo efectivo, para que su accionar sea viable.

Aquí encuentro algo circular en el razonamiento de los autores,


ya que ellos consideran que sólo una acción militar externa puede
hacer un cambio en la relación de fuerzas, criterio que legitiman con
la imposibilidad de encontrar espacio para la acción de oposición
desde dentro. ¿Pero cómo es posible asegurar que estos argumentos
se deducen? ¿Por qué suponerlos atinentes? El hecho de una acción
militar, tiene pocos costos para la opinión pública conservadora, pero
los dudo en el caso de la demócrata, como de la europea y mundial.
Además, implicaría una violación de esa suerte de moral kantiana en
que EUA a quedado siendo la gran superpotencia… sabemos que Kant
supone que una democracia no le hará la guerra a un gobierno no
democrático… salvo que sea por su legítima defensa, cuestión que
aquí no procede. Creo que para no entrar en este dilema, los autores
legitiman con la imposibilidad de acceder a una situación de
oposición al régimen, y así enarbolar como víctimas que habrá que
salvar por un ataque directo. Pero el punto, es el deseo del ataque
directo. Total… Kant no puede defender sus postulados, y nadie se
interpondrá al más poderoso del globo –salvo por las acusaciones
retóricas.

Con respecto a esa suerte de “trauma” que plantean con el


caso de Bahía de Cochinos, creo que debe verse con la última
afirmación. Cotejando que los autores destacan las acciones
inofensivas y disruptivas de EUA (que acaban fortaleciendo más aún a
Saddam que resiste siempre); lo mejor sería una operación lo
suficientemente fuerte como para deponerlo, sabiendo [=dando por
sentado] las existencia de armas de destrucción masiva, el tiempo
apremia. En conclusión, por un camino, o por el otro, siempre
concluyen en la acción externa, directa, contundente, y con miras a
derrocarlo… todo. En cuanto al Liberation Act, que planteaba la
diferenciación entre los castigos a Saddam y a los iraquíes (quienes
no estaban en el ámbito de la punición), el fortalecimiento de la
oposición en territorio iraquí, el bloque de los acuerdos realizados por
el tirano, como el financiamiento con recursos petroleros de los
provisionales, etc. Debería ser vista como una avanzadilla para una
estrategia militar más coherente (=bombas + plan táctico
consistentes) debería ser la regla. Pero esta tarea, parece la espada
de Damocles que Clinton dejó para el próximo PEN. Un mensaje que
me merece el juicio de algunas coincidencias en un claro mensaje
final del oficio de cualquier publicista del rey…

En el caso de Irán, los autores mencionan a Khatami como


aquél “buen hombre” que, por conocer a Tocqueville y a los colonos
de Plymouth, no puede ser nunca una mala influencia. Al menos, este
reduccionismo es el que colocan en el lugar de la percepción de la
Administración Clinton. A partir de ahora, los iraníes no provocarían
tantos dolores de cabeza, y, la doble contención de Irak-Irán sería
dejada de lado. Los autores le achacan el fallido advenimiento de la
Radio Liberty, la que podría haber sido utilizada como ayuda a las
fuerzas reformistas de Irán. Gracias a este asunto, los partidarios
iraníes de la línea dura –los que confunden amabilidad con debilidad-,
son los que guían esa situación. Por otro lado, Clinton se disponía a
ser quien obrase por un modus vivendi entre Washington y Teherán.
Había que ser conciliador y tener paciencia. Lo fundamental que
postulan es que Irán no es Irak: los primeros, halan abiertamente, y
por eso no existe la obsesión para encontrar información clave. Por
otro lado, es preciso que EUA no cometa lo que llaman uno de
nuestros pecados capitales: es decir, etiquetar a los iraníes como lo
hacemos con nosotros mismos (p.87).

Lo primero a tener en cuenta en el esquema del texto es el


factor Khatami. Éste no es tan amistoso como parece (o como le
pareció a Clinton). Fluctua entre la obtención de occidente de aquello
que permita desobedecer a la cultura occidental, pero también
mantiene una actitud beligerante con respecto a EUA. Además, en sus
esquemas evolucionistas para cotejar la realidad, se topa con el difícil
planteo de cómo, el éxito que conlleva la revelación final de Dios
implica a la civilización americana y no la musulmana, junto con su
contundente pragmatismo religioso y político. Además, mencionan la
conciencia de los dirigentes iraníes, quienes saben que sin diálogo
con Occidente, no accederán a créditos, ni a nuevas tecnologías, etc.
Pero esto no implica el imposible soslayo de EUA. No, pueden no
mirarle. Auque sí conlleva que los mullahs entablen más relaciones
con gobiernos europeos y con el pueblo nipón. Pero la Administración
de Clinton siguió en buenas migas, a pesar de que Kirstol-Kagan le
achacan que su concepto de sociedad civil no está demasiado claro,
por más que se presente en un icono de las noticias de occidente: la
CNN. Parece que tanto para Khatami como para el duro de Khameneh
´i, la confrontación con el Poniente es inevitable. Al menos, ante las
apreciaciones de los autores. Luego de que la juventud manifestara
en 1999, de su agotamiento de la gobernación clerical, las nuevas
relaciones con EUA, ocasionan un cuestionamiento al régimen, sin
poder negar la invasión cultural de EUA en Irán. Para el caso de los
mullhas, existe una tenaza entre su pasado de la insistencia clerical
del “Gran Satán” y su futuro dado en clave de lo que EUA proponga,
haga y reparta en materia de tecnología5.

Lo cierto es que ha habido muchos cambios en le mapa de


posiciones políticas en Irán: los radicales, como Khatami –que estuvo
en la línea dura a principios de los ´90s-, se convirtió en aperturista.
En el caso de la “derecha revolucionaria” también hubo
modificaciones: el caso de Mahdavi-Kani, es ahora etiquetado como
“conservador”. Pero lo que los autores muestran es que están
realineaciones –dejando de lado las batallas libradas y su éxito-, no
son fáciles de vislumbras (y aún menos, estables). Mientras una
izquierda iraní lucha por evolucionar, no hay nada como estar muchas
veces amando y odiando a EUA alternativamente. Por esto es que Irán
les resulta desconcertante a los autores, esta bête noire ha sido,
gracias a la Administración Clinton, un atisbo de varios pecados: el
apoyo al terrorismo, la oposición con respecto a la paz en Oriente
Medio, favoreciendo palestinos, provisión de recursos para los
activistas musulmanes, abusos contra los ciudadanos y por último,
pretensión de poseer armas de destrucción masiva. Todo se
soluciona, en la misma clave que con Irak: acción militar directa.

Veamos cada uno: en cuanto al terrorismo, La República


Islámica tuvo su compañía en el terrorismo durante más de 20 años
para golpear a los exiliados desestabilizadores o a los enemigos,
simplemente. Éstos pueden ir desde EUA hasta Israel. Lo cierto es que
ir contra ellos tampoco es una tarea simple. Cualquier disputa entre
Washington y Teherán, tendrá como damnificados no a los que viven
en América, sino a los súbditos de la Casa de Saud, (p. 118)6. Claro
que los israelíes aducen que también pueden probar las actividades
non sanctas de los iraníes. En esto, vale lo mismo que con Irak: la
acción militar directa –y si es conjunta entre Israel y EUA, tanto mejor.
Pero la magnitud es lo que cuenta: debe ser una fuerza descomunal y

5
los autores señalan la fundamental misión del teléfono, lo que facilitó que los
iraníes se comunicaran allende sus ubicaciones geográficas, y que la diáspora
conserve su unidad. Curioso es el modo de expresión que utilizan al parafrasear a la
Meca, cuando nombran a EUA como la “Tierra Prometida” de los iraníes en
disidencia (literalmente: iraníes de toda condición han huido hacia la Tierra
Prometida (p. 101). Huyen hacia EUA, y no desde lo que es su Tierra Prometida
(Irán)…
6
Refiriéndose al caso de los 19 oficiales muertos de los EUA, en el episodio de RIAD.
paralizante. (p. 121), ya que si se contraataca el terrorismo clerical no
se frenan por esto las reformas. Para los autores, esto es [tal vez en
demasía] mecánico: si bien puede molestar acción de EUA, detrás se
producirá un rebrote de antipatía a los clérigos que enfrentaron al
pueblo a la Súper Potencia… con toda franqueza, este tipo de análisis
me parece forzado e inatinente en una situación donde la
damnificación física (sea humana, como en infraestructura) directa
sea la regla. Si se produce la reacción, será necesario –según Kirstol-
Kagan-, amenazar aún más seriamente a los revoltosos. Parece que
esto no termina en una escalada irrefrenable. No. Según los autores,
esto lleva a los temerosos terroristas al sentarse a negociar con el
vencedor…. ¿? Incluso, los intereses mutuos, pueden dar lugar a que
¡los clérigos sean más amigables si EUA le asegura no profesar en
público una política de concesiones (¿?)!. Desde aquí, parece que no
es tan difícil como algunos creemos que se forje una alianza irano-
estadounidense, para hacer de piedra de toque contra el radicalismo
talibánico, Saddam, y Bin Laden en Afganistán y Pakistán.

En cuanto al segundo pecado (el apoyo a activistas islámicos en


todo el mundo), refieren al camino que [no] han tomado los radicales
suníes. Y a medida que éstos crezcan, más deseos de diezmar a los
shiíes tendrán. Y aseguran que salvo por Hizbollah, tanto Hamas
como la Jihad, continuarán con las hostilidades contra Israel y la OLP.
El tercer pecado, es el apoyo a los desestabilizadores de la paz en
Israel (radicales en Jordania, Cisjordania, Gaza y Líbano). El cuarto, la
ceguera de Clinton a las reiteradas violaciones a los DDHH, que tiene
a Khatami como responsable, no es seriamente vislumbrado. En lo
que hace al quinto pecado, esto es, la posesión de arsenal atómico,
podría poner en seria interdicción a la acción de EUA en el Golfo
Pérsico. Debería EUA sancionar más severamente, aunque aquí
aparece cierta resignación: sabiendo que las sanciones no acaban la
cuestión, lo mejor sería asumir que van a poseer el arsenal y proceder
según esto.

Lo cierto es que –según los autores-, las sanciones son


utilizables si EUA quiere debilitar a los clericales con la esperanza de
que la tenaza de presiones internas y externas lo derribará. Aunque
también es un arma de doble filo, ya que ninguna sanción económica
disuadirá a Irán de hacer un acto terrorista. Incluso, la amenaza de
sanciones, ha dotado a los iraníes del deseo de elevar el precio del
petróleo, necesitarán IED y no es fácil de concretarla. En pocas
palabras, sintetizan lo que se debe hacer como si las Administración
Clinton no continúa con las sanciones, los iraníes ni “darán las
gracias” ni cambiarán su comportamiento. (p. 133). Las mayores
restricciones a la exportación de bienes culturales como de consumo
estadounidenses (que ingresan por los Emiratos Árabes Unidos),
recortando las inversiones de compañías de EUA, de manera que la
economía iraní se destruya en manos de los propios nacionales.
Lo cierto es que los autores pretenden/desean que la próxima
Administración a la de Clinton tenga que sufrir los costos de Irán
violento y exacerbado. El diagnóstico está hecho, y la cura prescripta:
acción militar directa, devastadora y atemorizante. Contra Irán, y todo
lo que no pueda diferenciarse físicamente de ese país (sea o no el
“enemigo”).

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