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¡NADA VA A SER IGUAL MAÑANA!

LA REBELIÓN JUVENIL EN GRECIA


Expone: Revista Alana de Grecia.

ALANA es una revista Griega de contra-información editada por un colectivo que


responde al mismo nombre. En una platica con los compañeros de la Comisión-
Chiapas-CGT nos dan a conocer sus objetivos de la siguiente manera: “Como grupo el
objetivo es ofrecer y dar información aquí, en Grecia, sobre las pequeñas y grandes
luchas y resistencias de América Latina. Y lo queremos intentar de varias maneras,
siendo una la revista... Pero no quedándonos solo ahí, sino que al mismo tiempo nos
interesa abrir espacios de conocimiento mutuo y participación con otros colectivos y
personas de acá, que también resisten y luchan cada cual a su manera, para así poder
ir fomentando, ampliando y afianzando las relaciones entre unos y otros, mientras
vamos sabiendo y aprendiendo todos de todos.

En lo más concreto, desde ALANA nos interesa mucho transmitir la esperanza


que nos llega de los movimientos de América Latina, es decir, provocar en los demás lo
que a nosotros y nosotras nos ha inspirado todo aquello. Creemos que en América
Latina está surgiendo una nueva manera de pensar y de hacer que quizás todavía no
ha dado los frutos esperados, pero sí que están sembradas las semillas necesarias y
precisas para que más tarde o más temprano se den. Y también creemos que las
resistencias de allá no se expresan solo en las grandes rebeliones, sino que están y
actúan -aunque no siempre de manera obvia- en muchos aspectos de la vida cotidiana
de las gentes y los pueblos, en su cultura, sus historias, su sentir y vivir en colectivo,
etc. En definitiva, pensamos que en América Latina hay tal diversidad de riquezas de
tan diferentes y variados aspectos, por supuesto que no refiriéndonos en lo
fundamental al contexto de economía de mercado que al poder y sus multinacionales
solo les interesa, sino todo lo contrario y precisamente como alternativa posible, que
nos parece muy interesante e importante comunicarlo a cuantas más personas lo
quieran y podamos ir llegando, al menos y principalmente, aquí en Grecia.

http://www.cgtchiapas.org/

Somos un pequeño colectivo. Personas que desde hace años estamos participando en
grupos de solidaridad a los zapatistas, y que también ahora, a través de la revista
Alana tratamos de dar a conocer en Grecia, los otros caminos de hacer política que
trazan las luchas y las resistencias de los pueblos de las Américas rescatando su propia
voz. Tratamos también de llevar a cabo formas de solidaridad con los movimientos con
quienes tenemos una relación directa.

Queremos pues compartir con ustedes unas palabras sobre lo que pasa ahora
en Grecia. No estamos aquí como representantes de la revuelta y no queremos hablar
como tales. Nosotros solamente participamos en esta revuelta como muchísimos otros
colectivos y miles de personas. Aquí van pues nuestras palabras.

Estos días hemos vivido en Grecia, y seguimos viviendo, una increíble explosión
de rabia social. De una rabia que estaba pendiente como dijo alguien. De una rabia que
se esta acumulando a diario en personas de experiencias diferentes pero con un rasgo
común: El desprecio a su trabajo y a sus sueños. La sensación que los de arriba se
están burlando de ellos, quitándoles cada vez más la esperanza de una vida mejor.

Quisieron presentar esta rabia como ciega. No. Ciega es la rabia que se
manifiesta en los pequeños casos de violencia que penetran la vida diaria. Ciega es la
rabia de pegarle a la esposa porque te han despedido. De pelear en la calle por una
plaza de apartamento o en la cancha porque el arbitro ha sido injusto. Ciega es la rabia
de insultar al empleado del banco porque no puedes insultar a su director.

La rabia que se ha expresado y que sigue expresándose en las calles de tantas


ciudades, más de cincuenta ciudades de Grecia, es en cambio una rabia que señala
sus objetivos. En todas partes hubo incendios de bancos, los coches caros, las tiendas
lujosas, los símbolos de la riqueza y del consumo ostentoso, han sido el blanco. Y
sobre todo la rabia se creció contra las fuerzas represivas. Seguro que nadie podía
imaginar que alumnos de catorce, quince años de edad cercarían las sedes de la policía
en todo el país. Incluso en ciudades que no sabían lo que es una manifestación. Nadie
podía imaginar que unas ochocientas escuelas secundarias estarían ocupadas en tan
pocos días.

La rabia no fue un afán de venganza, un afán que acompañaría la explosión


desesperada de los marginados y excluidos. No fue la rabia que desbordó en los
suburbios de París o las calles de Los Ángeles. A pesar que muchos de los excluidos
sintieron esta revuelta como propia. Fue quizás una rabia que expresó, de la manera
más profunda y más directa, la creciente falta de legitimidad del sistema.

El “Rambo” de la policía asesinó a un joven, Alexis, quien estaba con sus amigos
en el centro de Atenas, un sábado por la noche. Este asesinato simbolizó la sensación
de injusticia absoluta y catastrófica que penetra en la sociedad. Nadie, en ningún
momento pensó que el policía pagara por este crimen. Ningún policía pagó nunca ni
por torturar a los inmigrantes en las comisarías, ni por asesinar a los manifestantes, ni
por golpear a los trabajadores en huelga, ni por participar activamente en la mafia del
narcotráfico o de la prostitución.

La sensación de injusticia sin ningún tipo de garantía para su reparación, la


sensación de impunidad y de clientelismo entre el poder económico y el político, es
algo muy arraigado en la gente. Y el sistema, guiñándole el ojo a sus súbditos, detrás
de la retórica sobre la responsabilidad social, la cuestión social y el bienestar colectivo,
lo que en la realidad y su práctica les está diciendo es: “Tú también roba como puedas,
engaña, aplasta a los demás y ya así podrás salir adelante.”

Los jóvenes viven esta injusticia descarada como una cruda violencia cotidiana. Su
escuela, estructurada sobretodo como un mecanismo de absoluto control y disciplina,
no es nada más que el cementerio de sus sueños. Lo importante es sólo aprobar los
exámenes y sacar buenas notas. Y todo esto con la ilusión de que los más capaces van
a tener éxito. Los jóvenes viven la injusticia en la frustración de esta promesa, de cada
falsa promesa sobre su futuro. Por culpa de estas promesas son obligados a renunciar
a la alegría de la vida, a la ternura de la solidaridad. Y los jóvenes saben, quizá mejor
que sus padres, que pese a sus sacrificios pocos van a tener éxito. Y saben que para la
mayoría el futuro está ya decidido. La bala que mató a Alexis mató el escaso tiempo
libre que los jóvenes tienen para vivir y para soñar.

En las universidades la misma sensación de injusticia penetra a los y las


estudiantes. La educación superior pública y gratuita se está desmantelando
sistemáticamente por los ataques institucionales del neoliberalismo. La privatización y
la adaptación a la lógica del mercado, desprecia la educación superior rebajándola a la
capacitación de personas empleables, sin pensamiento crítico y sin derechos laborales.

Hace dos años un movimiento universitario que abarcó a las asambleas de los
estudiantes y a los sindicatos de los profesores, luchó contra la reforma neoliberal.
Consiguió detener la reforma de la Constitución que prohíbe la creación de
universidades privadas. Sin embargo, este año el gobierno está tratando de esquivar
este mandato constitucional, con el reconocimiento de las academias privadas que
funcionan como franquicias de universidades extranjeras.

La injusticia ha tomado una forma más. No hay manera de que las garantías de
su propio estado de derecho, impida a los dominantes derrochar el dinero público,
regalándolo a los bancos y a la iglesia o repartiéndolo entre sí, en forma de coimas,
comisiones, como hicieron hace poco con los fondos de la seguridad social.

Es la sensación de injusticia lo que hizo que la juventud se dirigiera a realizar


actos de destrucción simbólica o real. Es la sensación de injusticia lo que cercó las
sedes de la policía, tumbó coches, incendió bancos e inspiró numerosos actos de
protesta. Hacia esta injusticia y hacia la rabia que ella genera, los jóvenes quisieron
dirigir la mirada de la sociedad. Algunos ofrecieron flores a los policías, simbolizando la
distancia entre los dos mundos. Otros les tiraron piedras, convirtiendo esta distancia
en campo de batalla. Algunos ocuparon las oficinas de la Confederación General de
Trabajadores, marcando la diferencia entre los trabajadores y la dirigencia subordinada
de sus sindicatos. Algunos ocuparon cadenas de la televisión y de la radio. Otros
colgaron pancartas en el Partenón. Muchos ocuparon universidades.

¿Se trata de una revuelta?, Sí, si en la revuelta se manifiesta de manera


espontánea e impredecible la rabia acumulada. Sí, si en la revuelta se cuestiona la
legitimidad de los valores dominantes de la sociedad. Sí, si en la revuelta se producen
formas de acción que trascienden las válvulas de escape del sistema. Sí, si en la
revuelta nacen formas de autogestión distintas que expresen la crisis de la política, la
crisis de representación y de integración de los miembros de la sociedad.

Estos días han nacido en Grecia un montón de formas de comunicación entre


los rebeldes, un montón de formas para coordinarse, para reflexionar, para organizar
colectivamente sus acciones. Desde los celulares y el Internet, para la coordinación
inmediata, hasta las grandes asambleas abiertas en auditorios universitarios o edificios
públicos ocupados. Este multifacético y acéfalo movimiento, consiguió estar en todas
partes. Siempre impredecible y creativo, sorprendía al aparato represivo y atraía
consigo a grandes partes de la sociedad.

Pero también parían un parto difícil y doloroso. Paría sus propias formas de
comunicación horizontal, de democracia directa y de diálogo político. Las firmas en los
manifiestos y en las pancartas más conocidas desaparecieron. No se trata de las
plataformas de grupos de izquierda y anarquistas, se trata de consignas que nacen
diariamente en las calles por anónimas y anónimos. Se trata de iniciativas sin ningún
nombre o ninguno reconocible, como: vecinos de tal barrio, coordinadora de
estudiantes, asamblea abierta de tal ocupación. Se trata de una rabia que hasta el
momento no permite su apropiación de una u otra corriente ideológica. No se trata de
una revuelta de los anarquistas o de los de izquierda. Claro que participaron, pero las
firmas desaparecen y se inventan nuevas formas de hacer política, más anónimas,
imaginativas y participativas.

Y eso asusta. Siempre ha asustado a los defensores del orden social. ¿Quiénes son en
fin, los que están en las calles? La caracterización que utilizan todos ellos es de
encapuchados. Quienes ocultaron sus rostros en las marchas de la rabia, lo hicieron
para protegerse de las omnipresentes cámaras de vigilancia y de las sustancias
químicas que la policía echa a montones. Pero no es esto lo que más asusta a los
garantes del orden. Es que todos los que manifiestan su rabia, no son clasificables y
así controlables, en un escenario político que define los límites del cuestionamiento
legítimo del sistema. Les asusta lo impersonal de estos chicos que han ocultado sus
rostros para que los veamos. Son los chicos de a lado, nuestros hijos e hijas los que
irrumpen en el escenario, tumbando los equilibrios y las ilusiones. Estos días en la
plaza central de Atenas, el Árbol de Navidad está vigilado por policías armados hasta
los dientes. Estos días la vitrina de la fantasmagoría navideña y de las falsas promesas
de amor y consumo, ha quedado rota. Antes de ayer, por la noche, a la hora que
cambiaba el año, cientos de manifestantes se concentraron en la plaza, para expresar
su solidaridad con el pueblo palestino. Al mismo tiempo, casi mil personas festejaban
el Año Nuevo, fuera del casco central de Atenas en solidaridad con los presos y
también en Salónica, hubo disturbios con la policía.

La revuelta de la rabia, explosión de la juventud que vive la injusticia y exige un


futuro distinto, muestra su dignidad, moldea su discurso, sus formas de organización,
expresa sus propios valores de la solidaridad y de la alegría colectiva. Parece que lo
que ha pasado estos días, no es más que el preámbulo de un nuevo periodo. ¡Ya
basta! Nada debe ser igual mañana, han dicho los jóvenes. ¡Ya basta! Nada debe ser
igual mañana, han dicho los que sintieron que estos días también son de ellos. Nada va
a ser igual mañana. Lo han comprendido también los dominantes y están asustados.
Hagamos de la fuerza de la rabia, que asusto a los dominantes, la fuerza que parirá al
nuevo mundo. Gracias compañeros, compañeras.

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