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Aproximación al Manifiesto Comunista.

Luis Pino Moyano1.

Creo esencial que al comenzar consignemos dos cosas que para algunos pueden ser
consideradas nimias, pero que creo son relevantes a la hora de interpretar El Manifiesto Comunista.
Una es la edad de sus autores. Estamos acostumbrados a ver en las portadas de las distintas versiones
del Manifiesto a dos señores ancianos, de pelo cano y largas barbas blancas. Pero la verdad es que Karl
Marx tenía 29 años y Friedrich Engels tenía 27 años al momento de publicar el texto del cual estamos
dando cuenta. ¿Qué tiene esto de importancia? Creo que es un antecedente a tener en cuenta a la hora
de hacer ese quiebre tan riguroso entre un Marx joven y un Marx maduro, separación que debemos al
marxismo de corte estructuralista, que plantearía que con el paso del tiempo el pensamiento de Marx
iría evolucionando. Althusser diría que El Capital sería el fruto máximo de dicho quiebre
epistemológico. ¿Qué es lo que se plantea? Que Marx se iría alejando progresivamente de la filosofía.
Es más, Marx negaría de la filosofía, producto de que dicho estudio sería simplemente especulativo, lo
que no tendría relación con la “ciencia revolucionaria” que fundamenta la acción política de los
marxistas. Por mi parte, creo que dicha separación es demasiado drástica. Es evidente el giro temático
que se da en Marx, pero decir que es una ruptura epistemológica, es una elucubración mayor. Años
antes de la publicación del Manifiesto, Marx diría en sus Tesis sobre Feuerbach que: “los filósofos han
interpretado de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Con dicha
tesis, Marx revoluciona a la filosofía, no la elimina. Lo que hace es ponerle los pies en la tierra,
centrándola en las condiciones materiales de existencia. Y no sólo eso, genera una proyección
fundamental: la transformación de la sociedad. Es decir que la interpretación del mundo que se hace a
partir de la filosofía es vana si no busca la revolución, en tanto cambio social. Un cambio que busque la
eliminación de la explotación del hombre por el hombre y de paso a una relación hombre al hombre. En
síntesis, considero que la teoría económica de Marx tiene su fundamento epistemológico en sus escritos
filosóficos de juventud. Lo segundo que quiero consignar es que uno no debiese sobrevalorar el
Manifiesto, llevándolo a una dimensión de texto fundante, o de la ópera magna de Marx y Engels,
porque sería convertirlo en un libro sagrado, cuestión que ni Marx ni Engels querrían. El Manifiesto fue
un folleto (un “panfleto”, en el sentido estricto de la expresión) que tuvo originalmente una tirada de
mil quinientos ejemplares. Marx y Engels señalan el contexto que origina este documento en el prólogo
a la edición alemana de 1872: “La Liga Comunista, una organización obrera internacional, que en las

1 Estudiante de Licenciatura en Historia con mención en Estudios Culturales. Ayudante de la Cátedra de Historia de la
Historiografía. Síntesis preparada en relación a dicha ayudantía.
circunstancias de la época -huelga decirlo- sólo podía ser secreta, encargó a los abajo firmantes, en el
congreso celebrado en Londres en noviembre de 1847, la redacción de un detallado programa teórico
y práctico, destinado a la publicidad, que sirviese de programa del partido. Así nació el Manifiesto,
que se reproduce a continuación y cuyo original se remitió a Londres para ser impreso pocas semanas
antes de estallar la revolución de febrero”2.Vale decir, que el Manifiesto, es un folleto que presenta la
declaración de principios y el programa político de la Liga Comunista, antes llamada “Liga de los
Justos”, a la que Marx y Engels ingresan en 1847. Por ello, creo que es muy necesario tener en cuenta
las palabras de Antonio Labriola, quien dice: “El manifiesto no tiene retórica de protestas. No derrama
lágrimas para nada. Las lágrimas de las cosas se han puesto por sí. El manifiesto no ofreció, ni podía
ofrecer el diseño de la sociedad futura. No fue ni pretendió ser el código del socialismo ni el
catecismo del comunismo crítico, ni el vademécum de la revolución proletaria”3.

La problemática central del Manifiesto es sintetizada por Engels, en el prólogo a la edición


alemana de 1883. Dice: “La idea central que inspira todo el Manifiesto, a saber: que el régimen
económico de la producción y la estructuración social que de él se deriva necesariamente en cada
época histórica constituye la base sobre la cual se asienta la historia política e intelectual de esa
época, y que, por tanto, toda la historia de la sociedad -una vez disuelto el primitivo régimen de
comunidad del suelo- es una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y
explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las diferentes fases del proceso social, hasta llegar a
la fase presente, en que la clase explotada y oprimida -el proletariado- no puede ya emanciparse de la
clase que la explota y la oprime -de la burguesía- sin emancipar para siempre a la sociedad entera de
la opresión, la explotación y las luchas de clases; esta idea cardinal fue fruto personal y exclusivo de
Marx” 4. Cuando hablamos de lucha de clases, no estamos hablando de un enfrentamiento entre
individuos por intereses personales, sino que, estamos hablando del conflicto histórico en un marco
social. La sociedad se constituye por fuerzas productivas, las que se relacionan antagónicamente a lo
largo de la historia. En Marx no sólo la comprensión de la realidad es dialéctica, sino que ella es
dialéctica. Definimos dialéctica como la contraposición de dos fuerzas, de la cual emana una más fuerte
en términos cualitativos. Esta contradicción es la que impulsa el desarrollo de la historia. Por eso, se la
llama “el motor de la historia” y se figura su avance como el de una rueda. Es una acción política,
señalan los autores del Manifiesto.

El Manifiesto, se divide en cuatro capítulos:

i. El capítulo 1: Burgueses y Proletarios, que está dedicado a la lucha de clases como el motor de
la historia en la sociedad.
ii. El capítulo 2: Proletarios y Comunistas, que es la parte programática del Partido Comunista, el
cual debe constituirse como la vanguardia de la clase obrera. En dicho programa se promueve la
abolición de la propiedad privada de los medios de producción y con ella, la instauración de la
propiedad colectiva y la revolución en las relaciones sociales, económicas e ideológicas.
iii. El capítulo 3: Literatura socialista y comunista, es una crítica a las corrientes de pensamiento
socialista que no tiene como método de análisis el materialismo histórico. Caen en lo que Marx
llama el utopismo.
2 Marx, Karl y Engels, Friedrich. El Manifiesto Comunista. (Buenos Aires: Centro Editor de Cultura, 2006), p. 19. Como
se señala, el texto pertenece al prólogo de Marx y Engels a la edición alemana de 1872.
3 Labriola, Antonio. En memoria del Manifiesto Comunista. Citado por: Vitale, Luis. Una lectura latinoamericana al
Manifiesto Comunista. Contribución al 150 aniversario del Manifiesto Comunista, Santiago, 1998. Disponible
http://mazinger.sisib.uchile.cl/repositorio/lb/filosofia_y_humanidades/vitale/obras/obras.htm , sitio de la Universidad de
Chile, destinado a las obras del historiador marxista Luis Vitale Cometa.
4 Marx y Engels, Op. Cit., pp. 22, 23. Como se ha señalado, corresponde al prólogo de Engels a la edición alemana del
Manifiesto en 1883.
iv. Por último, el capítulo 4: Actitud de los comunistas ante los otros partidos de oposición, que da
cuenta del movimiento estratégico y táctico del Partido Comunista en el mundo. La política de
alianzas no debiera llevar, eso sí, a olvidar que, como diría Marx, “sin revolución no podrá
realizarse el socialismo”.
Para los fines de esta síntesis, nos abocaremos más a los primeros dos capítulos del Manifiesto,
haciendo una mención a la parte final de él.

El Manifiesto, comienza con el planteamiento de que “el espectro del comunismo se cierne por
toda Europa”. A tal nivel ha llegado su emergencia en la sociedad, que incluso a todos los opositores se
les moteja de “comunistas”.

El capítulo 1, se inicia con la célebre frase: “Toda la historia de la sociedad humana, hasta la
actualidad , es una historia de luchas de clases”. Detengámonos por un momento aquí. Ya hablamos
de las clases sociales en tanto fuerzas productivas y definimos el concepto de lucha de clases. Cuestión
central, entonces, para seguir con el análisis, es entender a qué se refiere Marx cuando habla de
sociedad(es). El término sociedad en Marx se puede analogar con el de “modo de producción”, el cual
no aparece en el Manifiesto, pero que nos será útil para comprender mejor la lógica que siguen Marx y
Engels. Cuando hablamos de modo de producción, en esto sigo a Eric Wolf, tenemos que partir de dos
premisas axiomáticas de la antropología moderna: a) el homo sapiens es parte de la naturaleza; y b) el
homo es una especie social. Eso hace que la preocupación marxista esté centrada en las relaciones
sociales, pues lo que conecta a estos dos aspectos es el trabajo. El trabajo es la forma en que los
humanos organizan la producción y cada forma de hacerlo constituye un modo de producción. Wolf
define el modo de producción como un “conjunto concreto, que ocurre históricamente, de relaciones
sociales mediante las cuales se despliega trabajo para exprimir energía de la naturaleza por medio de
utensilios, destrezas, organización y conocimiento”. De ahí que Marx y Engels, al dar cuenta de la
historia de la humanidad, hablen del paso entre distintos modos de producción, en palabras del
Manifiesto, por distintas sociedades: primitiva, esclavista, feudal y burguesa5. Y de ahí que el giro
revolucionario propuesto por Marx y Engel sea la transformación de la sociedad, lo que se concretizaría
con el establecimiento de una sociedad comunista, la que acabaría con la contradicción.

Marx y Engels señalan que la sociedad burguesa “no ha abolido los antagonismos de clase”,
muy por el contrario, ha creado nuevas clases sociales. La contradicción es agudizada con el paso de la
manufactura a la producción industrial, con la burguesía a la vanguardia del proceso y con el
proletariado en la retaguardia. Opresores y oprimidos. Burgueses que hablan de libertad y de igualdad,
pero ese juego se da en el ejercicio del comercio, por ende el poder está centrado en el dinero, la diosa
y la puta del capitalismo (haciendo un ejercicio ecléctico entre Marx, Shakespeare y Goethe). La
burguesía ha tenido una tremenda fuerza revolucionaria, lo cual es notorio en las palabras de Marx y
Engels: “La época de la burguesía se caracteriza y distingue de todas las demás por el constante y
agitado desplazamiento de la producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones
sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes. Las relaciones inconmovibles y mohosas del
pasado, con todo su séquito de ideas y creencias viejas y venerables, se derrumban, y las nuevas
envejecen antes de echar raíces. Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es
profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada
fría su vida y sus relaciones con los demás”. Ha tenido el poder de disolver todo lo sólido en el aire. Y,
siguiendo la lógica, no sólo ha sido revolucionaria para sí, sino que ha creado, con la misma fuerza de
su movimiento, las condiciones para la revolución proletaria. Dicen: “Las armas con que la burguesía
derribó al feudalismo se vuelven ahora contra ella. / Y la burguesía no sólo forja las armas que han de

5 Wolf reduciría los modos de producción habidos en la historia a tres: de parentesco, tributario y capitalista.
darle la muerte, sino que, además, pone en pie a los hombres llamados a manejarlas: estos hombres
son los obreros, los proletarios”.

El obrero es visto como un objeto de la historia. Como una mercancía. Marx y Engels señalan
que: “El obrero, obligado a venderse a trozos, es una mercancía como otra cualquiera, sujeta, por
tanto, a todos los cambios y modalidades de la concurrencia, a todas las fluctuaciones del mercado.
(...) El trabajador se convierte en un simple resorte de la máquina, del que sólo se exige una operación
mecánica, monótona, de fácil aprendizaje”. Eso mismo nos conduce a hablar de las revoluciones
burguesas, las que innegablemente han reportado beneficios para la sociedad, pero que no pueden
considerarse triunfos del proletariado. Que combatan ellos, no significa que el triunfo sea de ellos. El
triunfo es de la burguesía, porque ellos van a la vanguardia. El proletariado es la carne de cañón en
dichas batallas.

En la lucha de clases que se estaba viviendo, señalan Marx y Engels, que la única clase
verdaderamente revolucionaria es el proletariado. Decidores resultan ser los siguientes párrafos: “De
todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía no hay más que una verdaderamente
revolucionaria: el proletariado. Las demás perecen y desaparecen con la gran industria; el
proletariado, en cambio, es su producto genuino y peculiar. / Los elementos de las clases medias, el
pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el labriego, todos luchan contra la burguesía
para salvar de la ruina su existencia como tales clases. No son, pues, revolucionarios, sino
conservadores. Más todavía, reaccionarios, pues pretenden volver atrás la rueda de la historia. Todo
lo que tienen de revolucionario es lo que mira a su tránsito inminente al proletariado; con esa actitud
no defienden sus intereses actuales, sino los futuros; se despojan de su posición propia para abrazar la
del proletariado. / El proletariado andrajoso , esa putrefacción pasiva de las capas más bajas de la
vieja sociedad, se verá arrastrado en parte al movimiento por una revolución proletaria, si bien las
condiciones todas de su vida lo hacen más propicio a dejarse comprar como instrumento de manejos
reaccionarios”. En esta lucha entre opresores y oprimidos, reaccionarios y revolucionarios, el triunfo
de la revolución socialista es inexorable6.

En el capítulo dos, en la parte programática del Manifiesto, se propone la abolición de la


propiedad privada, con el consecuente fin de la explotación. La que nutren distintos aparatos
reproductivos. Entre ellos, la familia, que nutre la explotación. En el hogar se da la explotación de
esposos a esposas y de padre a hijo. Cito a Flora Tristán, novelista peruano-francesa, quien dice que:
“el hombre más oprimido puede oprimir a otro ser, que es su mujer. Ella es la proletaria del
proletariado mismo”. Otro aparato, es la patria. Cualquier idea que motive al orgullo del proyecto
patriótico de la burguesía es falaz. Los trabajadores no tienen patria. Deben construir una de cuño
proletario e internacionalista. Para ello deben entender que la burguesía ha construido un discurso de
apariencia natural que reproduce el sistema. Dicho constructo es la ideología. Así lo dicen en el
Manifiesto: “La historia de las ideas es una prueba palmaria de cómo cambia y se transforma la
producción espiritual con la material. Las ideas imperantes en una época han sido siempre las ideas
propias de la clase imperante”. Y lo otro que deben entender, es que su tarea es conquistar el poder,
apoderándose del Estado. Marx y Engels dicen: “Ya dejamos dicho que el primer paso de la revolución
obrera será la exaltación del proletariado al Poder, la conquista de la democracia . / El proletariado
se valdrá del Poder para ir despojando paulatinamente a la burguesía de todo el capital, de todos los

6 Esto me hace recordar las palabras parteras de Fidel cuando habla de la revolución y su inexorabilidad: “Pero nosotros
consideramos que este continente tiene en su vientre una criatura que se llama Revolución. Que viene en camino, y que
inexorablemente, por ley biológica, por ley social y por ley de la historia tiene que nacer. Y nacerá de una forma o de
otra. El parto será institucional, en un hospital, o será en una casa. Serán ilustres médicos o será la partera quien
recoja la criatura, pero de todas maneras habrá parto”.
instrumentos de la producción, centralizándolos en manos del Estado, es decir, del proletariado
organizado como clase gobernante, y procurando fomentar por todos los medios y con la mayor
rapidez posible las energías productivas”. Y desde ahí, desde el proceso de construcción socialista,
procederá una nueva sociedad. Una sociedad comunista. Marx y Engels señalan: “Tan pronto como, en
el transcurso del tiempo, hayan desaparecido las diferencias de clase y toda la producción esté
concentrada en manos de la sociedad, el Estado perderá todo carácter político. El Poder político no
es, en rigor, más que el poder organizado de una clase para la opresión de la otra. El proletariado se
ve forzado a organizarse como clase para luchar contra la burguesía; la revolución le lleva al Poder;
mas tan pronto como desde él, como clase gobernante, derribe por la fuerza el régimen vigente de
producción, con éste hará desaparecer las condiciones que determinan el antagonismo de clases, las
clases mismas, y, por tanto, su propia soberanía como tal clase. / Y a la vieja sociedad burguesa, con
sus clases y sus antagonismos de clase, sustituirá una asociación en que el libre desarrollo de cada
uno condicione el libre desarrollo de todos”. No podemos avanzar, sin decir que Marx y Engels, en el
prólogo de 1872 -citado anteriormente-, introducen una corrección a las medidas revolucionarias
propuestas al final del capítulo II. Dicen: “Si tuviésemos que formularlo hoy, este pasaje presentaría
un tenor distinto en muchos respectos. Este programa ha quedado a trozos anticuado por efecto del
inmenso desarrollo experimentado por la gran industria en los últimos veinticinco años, con los
consiguientes progresos ocurridos en cuanto a la organización política de la clase obrera, y por el
efecto de las experiencias prácticas de la revolución de febrero en primer término, y sobre todo de la
Comuna de París, donde el proletariado, por vez primera, tuvo el Poder político en sus manos por
espacio de dos meses. La comuna ha demostrado, principalmente, que “la clase obrera no puede
limitarse a tomar posesión de la máquina del Estado en bloque, poniéndola en marcha para sus
propios fines”. (V. La guerra civil en Francia, alocución del Consejo general de la Asociación Obrera
Internacional, edición alemana, pág. 51, donde se desarrolla ampliamente esta idea)”. No basta con
tomar el Estado. El Estado debe ser destruido para acabar con la contradicción y asegurar la
consistencia y la permanencia de lo conseguido por la revolución.

Como diría Ernesto Che Guevara, “el deber de todo revolucionario es hacer la revolución”,
cuestión que se encuentra de manera preclara en el Manifiesto. En el capítulo cuatro, en las
conclusiones, Marx y Engels señalan: “Resumiendo: los comunistas apoyan en todas partes, como se
ve, cuantos movimientos revolucionarios se planteen contra el régimen social y político imperante. /
En todos estos movimientos se ponen de relieve el régimen de la propiedad, cualquiera que sea la
forma más o menos progresiva que revista, como la cuestión fundamental que se ventila. / Finalmente,
los comunistas laboran por llegar a la unión y la inteligencia de los partidos democráticos de todos
los países. / Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones.
Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el
orden social existente. Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una
revolución comunista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas.
Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar”.

El Manifiesto finaliza con la proclama de: “¡Proletarios de todos los Países, uníos!”. Si las
condiciones de explotación se dan en todos los países bajo el sistema capitalista, sistema en el que se
diluyen las fronteras y propenden las contradicciones de clase, de la misma manera se desmorona la
patria y la nación en el discurso marxista. Eliminar la explotación del hombre por el hombre en todo el
mundo, es más que un deber. Es condición sine qua non de la revolución.

San Bernardo, 7 de Mayo de 2009.

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