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Entre el revuelo y el temor que causó la confirmación de los primeros casos de gripe
humana en Chile, la semana pasada también se dieron a conocer los resultados del
informe anual de competitividad, desarrollado por el Internacional Institute for
Management Development de Suiza y la Universidad de Chile. Nuestro país se ubicó en el
lugar 25 del ranking, subiendo una posición desde el lugar 26 en que se había situado por
dos años consecutivos. Esto nos permite mantener el liderazgo de la región y aumentar la
brecha de nueve a 12 ubicaciones con el competidor más cercano, Perú, quien descendió
este año dos posiciones, pasando del puesto 35 al 37.
Seguramente usted se preguntará, ¿cómo es posible que en tiempos de crisis nuestro país
pueda incrementar su competitividad? La respuesta es muy simple: en un ranking lo que
importa es la posición relativa de los países analizados, más que la comparación de la
evolución de cada país de un año a otro. Realicemos la analogía con una carrera de
Fórmula Uno en que, en la mitad de su desarrollo, comienza una lluvia torrencial.
Obviamente todos los autos en competencia deberán reducir su velocidad. Sin embargo,
aquellos que estaban mejor preparados, por ejemplo, que iban equipados con neumáticos
de mayor agarre o cuentan con un conductor experimentado, probablemente tendrán una
mayor capacidad de sobreponerse a la inclemencia del tiempo.
Chile es uno de aquellos autos que cuenta con mejores condiciones para enfrentar los
efectos negativos ocasionados por la crisis. La decisión de guardar combustible,
equivalente a la entonces criticada decisión de ahorrar los excedentes del cobre durante
los años de bonanza, es uno de los factores que hoy nos convierten en la economía que
tiene una posición privilegiada en el continente.
Lo anterior se ve confirmado por los resultados del test de estrés, que mide cuán
preparada está una economía para sortear con éxito la crisis económica y mejorar su
competitividad futura, en que Chile obtiene el lugar 15. Esta buena evaluación también se
debe, en parte, a que nuestro país aprendió de las crisis financieras anteriores y generó un
marco regulatorio que hoy es reconocido. Por ejemplo, Chile obtiene el primer lugar en
manejo de riesgo en el sistema financiero y el segundo en la efectividad de la regulación
financiera y bancaria.
En general, el test de estrés muestra que las economías pequeñas, como la nuestra, que
tienen una orientación a la exportación, con un ambiente político y social estable, están
mejor equipadas para beneficiarse de la recuperación. Así, Chile destaca por el manejo
actual y futuro de las finanzas públicas (5to), la estabilidad política (10mo) y una positiva
actitud de la sociedad hacia la globalización (2do).
Sin embargo, no todo son buenas noticias. Un análisis más reposado y menos coyuntural
vuelve a poner como el principal talón de Aquiles de nuestra competitividad, actual y
futura, a la calidad de nuestra educación. Si bien aumentos en el gasto en esta materia no
aseguran una mejora automática en la calidad de la misma, el informe deja en claro que
Chile es uno de los países que menos recursos destina a educación como porcentaje del
PIB.
Dicha cifra alcanza tan sólo a un 3,2%, lo que nos ubica en el lugar 48, siendo la inversión
promedio de las 57 economías evaluadas un 4,8%. Resulta ilusorio, entonces, pensar en
mantener un alto nivel de competitividad cuando se cuenta con un capital humano que no
está a la altura de las exigencias de una economía globalizada.