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“Nadie nace sabiendo”, es una popular frase dentro de la sociedad chilena. Adagios
tales como “No sé nada”, “Ojala no me pregunten eso”, “No sabía que tenía que leerlo”, “Eso no
me lo dijeron”, “No tengo porque saber la ley” y “Sólo sé que nada sé” son típicas en la verborrea
popular, pero escasamente se dimensionan los alcances de las mismas.
Resulta gracioso que una de las frases que se le atribuyen a una de las personas más
brillantes de nuestra historia se use de forma tan liviana, cuando para Sócrates, el inmortalizado de
Platón, representaba un método para ampliar el espectro de una forma de pensar y analizar. Con
todo, no parece que esto sorprenda a nadie, más aún cuando las mayores preocupaciones de nuestra
sociedad parecen estar en la farándula, las noticias alarmantes, las profecías del fin del mundo y el
último grito de la moda.
Y es que, a diferencia de lo que ocurría siglos y siglos atrás, la cuna de los actuales
abogados no descansa en el manto de la sabiduría, sino en los trapos sucios y gastados de la
ignorancia y la vanalidad.
Cuando alguien pronuncia la voz “abogado” en frente del rústico común, la figura
dibujada en el inconciente colectivo se asemeja a un sujeto de buen vestir, lenguaje complejo,
mentiroso y embustero, dispuesto a sacar hasta el último quintil por resolver cosas que – de tenerse
la oportunidad y el seso para ello – podría resolver cada uno por si solo. Es más, parece improbable
que los mismos advocātus, - palabra que deriva de la expresión latina “ad auxilium
vocatus”, que traducido se entiende como “el llamado a auxiliar” – conozcan el origen
lingüístico de su profesión.
2. m. y f. Intercesor o mediador.
Bien podría decir alguno que elevar el tono intelectual de una discusión es
una licencia que pocos pueden darse y que en último caso no es resorte del abogado la
ignorancia de su entorno. Sin embargo, parece que la natural característica que inviste al
colega de traje y corbata, cual es la defensa de una persona, se disuelve en un antónimo
agresor.
Al contrario, se infiere que más que un servicio intelectual de un agente a
otro, lo que se configura es un castigo, una represión sin brújula a la ignorancia de otro que
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En este sentido, Politoff, Matus y Ramirez en relación a la pena de presidio perpetuo calificado. Lecciones
de Derecho Penal Chileno, año 2006 – Parte General, Pág. 479 y siguientes
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Art. 8º. Nadie podrá alegar ignorancia de la ley después que ésta haya entrado en vigencia. Código Civil
Vigente, año 2009. www.bcn.cl
se pone en sus manos y asume residualmente las cargas de éste sujeto que quizás se sienta
superior o meramente incomprendido.
El abogado debe entender lo que es una lesión por el dolor que causan y no
por lo que está prescrito en el código penal, debe saber qué significa el matrimonio más
allá de lo que expresa la ley civil de la materia y por sobretodo, debe comprender los lazos
de confianza y necesidad recíproca que se forman entre las personas para constituir una
sociedad, defender un caso de violación o dar curso a un cobro tributario.
A decir verdad, los abogados son en parte, los filósofos amateur de nuestro
tiempo. En medio de ese predicamento es fácil percibir en que momento y de que manera
zozobrará la gestión de algún sujeto que tenga el título en su oficina, pero no lo cargue con
la responsabilidad que exige la profesión.