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B.1 Antiguo Régimen T.

I Características generales Marian Calvo-Manzano

BLOQUE 1. SOCIEDADES MODERNAS: EL PERIODO IMPERIAL Y EL ANTIGUO RÉGIMEN


(SIGLOS XV, XVI Y XVII).

TEMA I.
EL ANTIGUO RÉGIMEN: CARACTERÍSTICAS
GENERALES

A. EVOLUCIÓN POLÍTICA: EL ABSOLUTISMO NONÁRQUICO DEL ANTIGUO


RÉGIMEN

B. LA SOCIEDAD

1. La nobleza

2. El clero

3. El Estado Llano

C. LA ECONOMÍA

1. La agricultura y la ganadería

2. La industria

3. El comercio
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I. EL ANTIGUO RÉGIMEN: CARACTERÍSTICAS


GENERALES
Antiguo Régimen es el período cronológico que abarca desde el s. XV al s. XVIII, durante el
cual la estructura política, económica y social es contrapuesta y desfasada con respecto a la
que prevalecerá a partir del s. XVIII, como fruto de los cambios producidos por la Revolución
Industrial. Precisamente, la expresión Antiguo Régimen apareció en el curso de la revolución
francesa para referirse, con cierto matiz despectivo, a la época anterior: con la Revolución
había aparecido el “Nuevo Régimen”.

Durante el Antiguo régimen se impuso un tipo de gobierno (la Monarquía Absoluta)


inapropiado para las transformaciones sociales y económicas que se estaban produciendo. Se
mantenía una injusta organización social, resultado de la división en estamentos. Esta situación
chocaba con los intereses de una naciente burguesía que sufría importantes trabas que
obstaculizaban la circulación de bienes y mantenían en el atraso la actividad económica.

Este régimen entró en crisis con la guerra de la Independencia en 1808, una guerra que tendría
graves consecuencias económicas ya que España fue teatro principal de operaciones de los
ejércitos inglés y francés.

En el periodo de la guerra se elaboró la primera Constitución liberal en España que anunciaba


el cambio hacia un estado liberal-burgués y que iba a servir de referencia normativa a lo largo
del siglo XIX.

A. EVOLUCIÓN POLÍTICA Y FORMACIÓN DEL ESTADO: EL ABSOLUTISMO


MONÁRQUICO DEL ANTIGUO RÉGIMEN

LOS MONARCAS:

SIGLO XV: LOS REYES CATÓLICOS

SIGLO XVI: LOS AUSTRIAS MAYORES: Carlos I y V de Alemania / Felipe II

SIGLO XVII: LOS AUSTRIAS MENORES: Felipe III, Felipe IV, Carlos II.

Todos los territorios de la Península ibérica se organizaron políticamente bajo la


Monarquía absoluta. En el Antiguo Régimen predominaba “el absolutismo” o política
defensora de que la monarquía era de derecho divino y sin limitaciones de poder: el rey
es el único titular de la soberanía: él es quien decide qué países son amigos o
enemigos y con quiénes, cuándo y cómo se hace la guerra o se firma la paz. También
es él el que organiza la sociedad y el país: desde la construcción de caminos y canales
hasta la atención de la educación o la sanidad o la asistencia a los desposeídos..., y
acuña moneda e impone impuestos. En fin, tiene “todos los poderes” en sus manos:
dicta leyes, las ejecuta y juzga sobre su cumplimiento. Sólo es responsable ante Dios
de sus actos.

Pero en el caso de España su poder estaba “limitado” por múltiples elementos:


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o El primero, las distancias y las malas comunicaciones, que hacían imposible el


cumplimiento de las leyes, la recaudación de impuestos…
o El segundo, más importante, desde el punto de vista político, la existencia de
leyes y de instituciones de grandísima tradición que se consideran intocables:
- leyes propias para la nobleza y el clero.
- leyes para territorios con ordenamientos políticos propios (los fueros).
- leyes civiles -sobre propiedad, compras, ventas, herencias, etc.- exclusivas
para los habitantes de determinados lugares, etc. El ordenamiento jurídico
era caótico y contradictorio con frecuencia. El resultado era que el mismo
delito cometido por personas distintas suponía la aplicación de leyes
distintas, ser juzgado por tribunales diferentes y, consiguientemente,
obtener sentencias igualmente diversas.
- instituciones específicas distintas en cada uno de los reinos: Castilla,
Portugal, Aragón, Navarra, Italia y provincias vascongadas. Estas
instituciones tenían facultades muy distintas: las Cortes de Castilla apenas
se reunían y sus decisiones podían ser revocadas por el rey (derecho de
veto); las funciones se reducían a la jura del heredero a la Corona y a la
aprobación de los subsidios o “servicios”. No ocurría lo mismo en Aragón o
en Navarra.
El estado del Antiguo Régimen es un Estado patrimonial: creación de monarquías
territoriales debido al afán de los monarcas de convertir a sus dominios en un
patrimonio privado (van sumando territorios).
Creación de ejércitos de soldados mercenarios (que cobraban un sueldo) para
mantener dichos territorios, mantenidos gracias a los prestamos y a la fuerte presión
fiscal (que solía recaer casi exclusivamente sobre Castilla).
Existencia de varios reinos o territorios con una organización administrativa y
política propia (fueros), a pesar de los intentos de uniformizar los territorios “al estilo y
leyes de Castilla”, es decir, de aplicar en todos los reinos las mismas leyes,
suprimiendo los sistemas de autogobierno de los distintos reinos.

B. LA SOCIEDAD

Lo más característico de la sociedad del Antiguo Régimen es la división social por estamentos:
nobleza, clero, estado llano. Por estamento se conoce a un grupo social cerrado definido por su
situación jurídica y al que se accede, fundamentalmente, por el nacimiento y que es
característico de la organización social del Antiguo Régimen. Los individuos pertenecen a un
estamento o estado por su nacimiento. Se nace noble, como se nace plebeyo, y esto comporta
una desigualdad radical a todos los efectos. No existe igualdad ante la ley, sino que los
tribunales juzgan a las personas con diferentes criterios legales según cuál sea su origen
social. La existencia de este orden estamental implica la “inmovilidad” social: salvo excepciones
como la compra de títulos de nobleza o el ennoblecimiento por concesión real, una persona no
nacida noble, por rica que llegue a ser, siempre permanecerá dentro del “tercer estado” (estado
llano).

1. La nobleza

La nobleza está integrada por el conjunto de personas que gozan de un reconocimiento real,
expresado en un documento “que les asegura el disfrute de derechos y privilegios”: exención
del pago de impuestos directos, derecho a llevar armas, a ser juzgados por tribunales
especiales, a no ser torturados. a disfrutar de tratamientos honoríficos, etc. El origen de la
nobleza proviene tanto del desempeño de cargos administrativos o domésticos cerca del Rey
como del ejercicio de las armas y se perpetúa a través del linaje cuando los hijos heredan los
títulos concedidos a sus padres.
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Podemos distinguir una alta y una baja nobleza. La alta nobleza está compuesta por los
«títulos» -duques, marqueses, condes- de los cuales algunos reciben la consideración especial
de «Grandes de España», que da derecho a honores especiales dentro de la propia nobleza.
Son poco numerosos, pero disfrutan de grandes propiedades territoriales, que le reportan
abundantes rentas, ya que no las explotan directamente sino que las tienen arrendadas a
campesinos sin tierra y tienen derecho a juzgar, condenar, imponer multas y cobrar impuestos
en su propio beneficio a sus súbditos, todo ello fuera del control del poder real.

La pequeña nobleza es más abundante y la integran el conjunto de hidalgos y caballeros que


también viven de las rentas de la tierra: estos se fueron empobreciendo a lo largo del XVII. La
Alta nobleza ocupaba los altos mandos del ejército y, por extensión, los altos cargos de la
administración real: cancilleres, miembros de consejos, virreyes, etc. La pequeña nobleza
surtió a la corona de excelentes funcionarios y empleados en la administración central, en los
ayuntamientos o en el ejército.

2. El clero

El clero, único estamento al que no se pertenece por nacimiento; abarca a todas aquellas
personas que de una u otra forma están al servicio de la Iglesia: curas, párrocos, frailes,
monjas, etc. Todos ellos, se encargan en primer lugar de efectuar y administrar mediante el
culto la mediación entre Dios y los hombres, pero también asumen muchas otras funciones,
como la educación o la asistencia a pobres y enfermos.

Dentro del clero se distingue el alto clero (obispos, cardenales, abades. etc.) que suele estar
integrado por los segundones de las familias nobles, y el bajo clero (curas, frailes y monjas)
que suele provenir del tercer estado. Las diferencias de situación económica entre los
miembros del clero eran enormes: el bajo clero -religiosos de conventos pobres y clero secular
parroquial- pasaba tanta hambre como sus vecinos del tercer estado, sin embargo, el alto clero
tenía un estilo de vida similar al de la alta nobleza con la que convivía. El clero vive de los
diezmos que pagan los fieles, especialmente los campesinos (aproximadamente una décima
parte de la cosecha) y que son administrados por los obispos en cada diócesis y tiene sus
propias leyes y tribunales, distintos de los civiles, lo que les otorga una gran autonomía
respecto del poder político. Además, las propiedades de la Iglesia están exentas del pago de
impuestos. La Iglesia ejercía, pues, una gran influencia en el Antiguo Régimen: controlaba “las
conciencias”, tenía un enorme patrimonio económico acumulado a lo largo de los siglos y
legitimaba el poder de los soberanos (“su autoridad proviene de Dios”).

3. El Estado llano

El tercer estado, estado general o estado llano, está compuesto por todas aquellas personas
que no pertenecen ni a la nobleza ni al clero, no disfrutan por tanto de ningún privilegio y están
sometidos al poder del Rey y de los señores. Es, pues, el estamento más numeroso y más
heterogéneo de todos, pues abarca desde los burgueses más ricos que hacen préstamos a la
corona hasta la población marginal. Como sucedía en todos los estamentos, había más pobres
que ricos, pero aquí la proporción de pobres aumentaba, porque constituían la mayor parte de
la población. Es difícil establecer una proporción del estado llano respecto a los estamentos
privilegiados; probablemente un 80% refleje una cifra media correcta. Podemos establecer
unas ciertas diferencias entre el campo y la ciudad.

La mayor parte del tercer estado está formada por campesinos cuya situación social y
económica varía del Norte al Sur de España: en el Norte había pequeños propietarios y en el
Sur abundaban los pequeños arrendatarios y jornaleros. El campesinado vive pobremente
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sometido al pago de todo tipo de impuestos: diezmos al clero, impuestos reales y derechos
señoriales en los territorios de señorío privado.

Las distintas actividades que se desarrollan en las ciudades van configurando en ellas una
sociedad diferente: coexisten comerciantes y banqueros que tienen y acumulan riquezas con
artesanos dueños de su propio taller, médicos, abogados que, asimismo, tienen un aceptable
poder económico: estos grupos constituirán la base de la “burguesía”; pero también existen
otros grupos más numerosos como asalariados de la burguesía (“aprendices de los artesanos”,
por ejemplo) y una amplia población flotante que vive de la mendicidad y la picaresca.

C. LA ECONOMÍA

El primer rasgo de la economía del Antiguo Régimen es el predominio abrumador del sector
primario: agricultura y ganadería constituyen la base de la riqueza. Las cuatro quintas partes de
la población europea vivían del campo de manera directa a finales del siglo XVII. Además, la
mayor parte de las tierras no se pueden vender y son explotadas por arrendatarios que
tampoco se sienten llamados a mejorar unas tierras que no son suyas.

El segundo rasgo característico de la economía en esta época es el “intervencionismo” en las


actividades económicas. El rey interviene en ferias y mercados -primero autorizándolos, luego
fijando días y hasta tipos de mercancías-, autoriza o prohíbe el comercio de determinados
productos con determinados países y concede privilegios de la exclusividad a determinadas
personas.

Por si fuera poco, también tenemos el sistema gremial. Los gremios fijan cantidades, precios y
calidades de los productos: la regulación gremial, aunque asegura el bienestar de los
asociados, anula la competencia y, con ella, la inversión en mejoras técnicas.

1. La agricultura y la ganadería

La economía española era eminentemente agraria: la agricultura era el sector que más riqueza
generaba y más población activa empleaba.

La propiedad de la tierra estaba en manos de los estamentos privilegiados: la nobleza y el clero


controlan la mayoría y el resto estaba en manos de la minoría de campesinos propietarios o de
los Ayuntamientos con un agravante: estas tierras de la nobleza y el clero no se podían
comprar ni vender. Las tierras de la nobleza estaban vinculadas y las del clero estaban
amortizadas o “en manos muertas” (“mecanismos jurídicos” de la vinculación nobiliaria y la
amortización eclesiástica).

La primera consecuencia de esto es que las pocas propiedades que salían a la venta
alcanzaban precios altísimos, por lo que no merecía la pena comprarlas y cuando se
compraban no se hacía para aumentar la productividad, sino como paso previo para conseguir
“un título nobiliario” por parte de la burguesía.

La segunda es que ni las técnicas de trabajo ni los cultivos habían sufrido grandes cambios
desde la Edad Media: se cultivaban cereales, vid y olivo (el tríptico mediterráneo). Lo único
reseñable en el siglo XVIII es la extensión del cultivo del maíz en la cornisa cantábrica y los
comienzos del de la patata.

La tercera es que los rendimientos eran mediocres (en el caso del trigo -el cereal más
demandado. y más caro- por cada grano sembrado no se cosechaban más de cuatro) y se
producían “crisis de subsistencia”.
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Conviene destacar el creciente predominio de la ganadería, agrupada en la poderosa


organización de la Mesta: la ganadería era la principal riqueza de Castilla, gracias a la
comercialización de la lana de la oveja merina; los grandes ganaderos se asociaron en el
Honrado Concejo de la Mesta, creado en el siglo XIII, y consiguieron continuas ventajas: zonas
obligatorias de pasto, caminos de paso -cañadas-, etc., en perjuicio de la agricultura.

2. La industria

La industria tenía carácter artesanal: así es que en el Antiguo Régimen no hablemos de


industria sino de “manufactura” (las “fabricas” eran edificios donde se juntaban muchos
“artesanos” para aumentar la producción). En general, las actividades se realizaban en
pequeños talleres artesanales que atendían a una demanda local y donde el uso de tecnología
y energía era muy escaso. Los maestros artesanos se unían en gremios o asociaciones de
artesanos integradas por todos los individuos del mismo oficio que trabajaban en una localidad;
los gremios controlaban tanto el acceso de los oficiales a la maestría, y con ello el derecho a
establecer un taller propio, como todo el proceso de elaboración del producto. De esta manera
se procuraba asegurar que cada taller artesanal, respetando las calidades y precios fijados por
el gremio, fuese capaz de mantenerse sin ningún tipo de competencia por parte de los otros
talleres del mismo gremio, que ofrecían calidades y precios similares a los suyos. Los aspectos
negativos de esta organización gremial son evidentes: impide cualquier innovación que hubiera
podido mejorar el sector y no permite aumentar la productividad de los talleres.

Los sectores más importantes, con un mercado más amplio, eran el textil y el siderúrgico. La
industria textil lanera se situaba sobre todo en las ciudades castellanas, con centros como
Segovia, Ávila, Toledo, etc., mientras que los centros sederos más importantes estaban en
Levante y Andalucía (La Alpujarra granadina), donde disponían tanto de una excelente materia
prima, que también se exportaba, como de mano de obra cualificada (los moriscos) que
dominaba las técnicas heredadas de los musulmanes. La industria textil lanera castellana
conoce una expansión durante el siglo XVI; este crecimiento de la actividad textil provocará la
generalización del sistema de adelantos mediante el cual un mercader anticipa al artesano, que
no dispone de dinero para hacerlo por su cuenta, dinero y/o materias primas que elaborará
éste. El “adelanto” se liquida no en dinero sino en producto elaborado a precios inferiores a los
del mercado; el comerciante controla así la producción industrial y su comercialización. Esto
significaba el fin de la independencia de los artesanos y su sometimiento a los comerciantes-
empresarios.

La industria siderúrgica se situaba en las provincias vascas y en Cataluña, donde se usaban


técnicas similares, ferrerías vascas y fargas catalanas, que dependían del carbón vegetal y de
la energía hidráulica de los ríos: se situaban en los bosques para aprovechar el carbón vegetal
como combustible, y a la orilla de los ríos. Su expansión en el siglo XVI dependió de la
demanda exterior y de las crecientes necesidades bélicas y navales de la Monarquía. Sus
productos eran de suficiente calidad para además de atender la demanda interna y la
americana. Sin embargo, en el s. XVII se produjo un descenso generalizado de la actividad
industrial y la monarquía adoptó una serie de medidas para relanzar la actividad industrial
como la prohibición de introducir productos de hierro extranjero en América, la prohibición de
importar tejidos de algodón, lana y seda de Asia, o el eximir a los productores del pago de
determinados impuestos: todo ello no fue suficiente para reactivar el sector textil, y la
Monarquía decidió crear fábricas( “Reales Fábricas” ó “Manufacturas reales”) capaces de
competir con las extranjeras. Aunque los productos de centros como la Real Fábrica de Paños
Superfinos de Segovia o las Manufacturas Reales de Guadalajara eran de gran calidad, sus
precios no eran competitivos porque los costes de producción superaban los ingresos
procedentes de las ventas.
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3. El comercio

El comercio regional era el que se ocupaba del abastecimiento de productos básicos (“de
comer, beber y arder”) y se realiza en los mercados semanales de multitud de ciudades y
pueblos. El comercio más importante era el de los cereales pagados por los campesinos como
impuestos a la nobleza y el clero, que los vendían a los consumidores urbanos. La deficiente
estructura del mercado, la mala red de transportes o la escasez de las cosechas daban lugar a
grandes fluctuaciones de los precios y a sublevaciones por la carestía de los productos.

El comercio internacional era el que se realizaba con Europa: se basaba en la exportación de


materias primas y la importación de productos manufacturados, lo que producía un déficit
comercial, compensado con los metales preciosos y los productos que proporcionaban las
colonias americanas. En el comercio con el Atlántico Norte -Inglaterra. Flandes y países
bálticos- Bilbao era la ciudad que ostentaba la primacía, monopolizando casi la exportación de
lana hacia la Europa del Norte.

El comercio colonial se realizaba con las colonias americanas, de donde se obtenían metales
preciosos (oro y, sobre todo, plata) y productos como el cacao, el tabaco o maderas preciosas,
que contribuían a paliar el desequilibrio de la balanza comercial. Para mejorar el control de este
comercio, la Corona organizó un sistema de control a partir de un solo puerto (primero Sevilla y
luego Cádiz) y de una institución (primero la Casa de Contratación de Sevilla y luego la de
Cádiz) y un método de transporte muy seguro: convoyes de naves de transporte protegidas de
los piratas por navíos de la armada. Este monopolio resultó ser ineficaz y ya en el siglo XVIII se
crearon compañías privilegiadas que controlaban áreas concretas: Compañía de Caracas en
1728, Compañía de La Habana en 1740 y Compañía de Barcelona en 1755.

A las Indias se llevaba aceite, vino y la mayor parte de los productos manufacturados que se
necesitaban (muchos traídos de fuera de España). De allí se trajeron nuevos productos
agrícolas y, sobre todo, metales preciosos: oro y, fundamentalmente, plata. Esta llegada
masiva de metales preciosos tuvo gran influencia en el desarrollo de la economía española.
Pero su abundancia no mejoró la economía española; al revés, los precios de los productos en
España se multiplicaron por cuatro, los costes de producción españoles se dispararon y no se
pudo competir con los productos extranjeros; en fin, que como “había mucho dinero” se
compraban muchos productos manufacturados fuera porque eran más baratos, así las
enormes riquezas que llegaron a España en estos siglos no sirvieron para su desarrollo
económico. A esto hay que añadir el coste de las innumerables guerras para mantener un
imperio tan extenso.

Además, perjudicó a las actividades productivas la mentalidad imperante en la sociedad


española que condenaba el trabajo con las manos como algo impropio del noble, aunque fuese
un hidalgo pobre. Esto trajo como consecuencia que los burgueses enriquecidos abandonaran
la actividad a la que debían su fortuna, para invertir en tierras mal explotadas porque esa era la
forma de adquirir la condición de nobles.

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