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Niño-a-Niño
incluyendo actividades sobre niños discapacitados
Parte Seis
NIÑO-A-NIÑO:
INCLUYENDO A LOS
NIÑOS DISCAPACITADOS
Bianca, la hija de Inez, ayuda a Jesús, quien es ciego, a pintar el “sube-y-baja” en el Parquecito para Todos los
Niños de PROJIMO.
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Con un niño que es diferente, otros niños pueden ser muy amables o muy crueles. A veces sólo se requiere un poco de
concientización para que un grupo cambie de la crueldad a la amabilidad. Una de las metas de Niño-a-niño es ayudar a
los niños no discapacitados a entender a los niños discapacitados, a ser sus amigos, a ayudarles a superar las dificultades
y a ser más autosuficientes.
Finalmente, todos los niños proponen ideas de juegos en los cuales el niño con la pierna “tiesa” puede jugar sin
experimentar ninguna discapacidad: por ejemplo a las canicas o las damas.
CERILLOS
• Guardar los cerillos donde
los niños más chicos no los
puedan agarrar. (Hasta
podrían hacer una canastilla
o una repisa para poner los
cerillos en un lugar alto.)
Desafortunadamente, en muchos países, las actividades Niño-a-niño relacionadas con discapacidad con frecuencia son
realizadas sin incluir a los niños discapacitados en los papeles centrales o de liderazgo. A menudo, las actividades son
sobre niños discapacitados y no con ellos.
En los eventos Niño-a-niño dirigidos por PROJIMO, los niños
discapacitados casi siempre juegan
el papel principal. Lo hacen con el propósito de incluir a los
niños de edad escolar—discapacitados y no discapacitados—
como ayudantes,
voluntarios y como “agentes de cambio” entre sus compañeros.
PARQUES
¡Un buen parque—pero SIN NIÑOS!
La idea de hacer un parque de rehabilitación
bajo costo vino de un campo de refugiados
de Tailandia. El parque tenía una variedad de
equipos hechos con bambú … pero cuando el
autor visitó el parque, había un gran problema:
¡NO HABIA NIÑOS! El parque tenía un cerco
alto y una puerta con llave. La razón, según el
encargado, era que los niños no discapacitados
iban a jugar y constantemente quebraban los
juegos. Así que los niños locales no podían usarlo.
Sin embargo, con frecuencia, ¡Tampoco los niños El parque de rehabilitación de Tailandia: muy bonito,
discapacitados iban a jugar! pero sin niños.
Un Parque para TODOS los Niños. Para evitar un problema parecido, PROJIMO, en México, invitó a los niños del
pueblo para que ayudaran a construir y dar mantenimiento al parque de juegos, con el acuerdo de que ellos también
podrían jugar allí. Los niños ayudaron con gusto y el parque ha permitido una activa integración de los niños
discapacitados y no discapacitados.
Con palos que cortaron del monte, niños del pueblo Un niño con parálisis cerebral juega en la rampa,
hacen una rampa como parte del equipo para el motivado por otros niños. La rampa le estira los
parquecito. tendones tiesos de los tobillos. Esta “terapia” le va
ayudar a caminar mejor—no de puntillas—como se ve aquí.
Los niños discapacitados juegan en columpios hechos Este columpio extra-ancho permite que dos niños se
por los niños del pueblo. (Vea las páginas 32 y 57.) paseen juntos, uno ayudando al otro.
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Haciendo que la terapia sea divertida y funcional. Cuando un equipo del parque parece
proveer ejercicios útiles, al niño se le motiva a que juegue en ellos. Debido a que está hecho con materiales baratos
locales, la familia puede hacerlo en casa.
Un sube-y-baja en la horqueta de un árbol de mango tiene la cabeza de un burro en una punta. En la otra punta tiene un asiento, con un
espacio detrás para que otro niño no discapacitado se siente y cuide al niño discapacitado.
Esta “tanque para terapia” también es una mini-alberca. Las barras paralelas sirven para que los niños
Los niños del pueblo pueden aprender a nadar, jugar en el discapacitados se enseñen a caminar y que los niños
agua y ayudar con la terapia de los niños discapacitados. no discapacitados pueden usarlas para hacer gimnasia.
Éste niño ayuda a su hermanito con retraso del desarrollo A veces se invierten los papeles. Aquí, Jorge, un niño
a mejorar su equilibrio mientras está sentado. discapacitado (pero muy capaz) pasea a una niña no
discapacitada.
De Beneficiados a Facilitadores:
Ramona, Jesús y Niño-a-niño
CAPITULO
45
Fijándose en las Cualidades, No en los Defectos
El juego en el que los niños no discapacitados experimentan una discapacidad temporal e imaginaria (como amarrarse
una tabla a la pierna) tenía el defecto de que sólo permitía enseñar sobre las dificultades y frustraciones de ser
discapacitado, sin apreciar las maneras en que las personas discapacitadas desarrollan nuevos dones y habilidades
para salir adelante. Por eso, el juego puede inspirar más lástima que aprecio.
Es bueno incluir a niños discapacitados en los juegos para motivar a niños no discapacitados a notar las
habilidades en vez de los defectos. La importancia de esto se comprobó durante un programa de enseñanza
de Niño-a-niño llevado a cabo en Nicaragua en 1990.
RAMONA, una jovencita tímida, era una de las participantes discapacitadas. Tenía una pierna paralizada por polio y
caminaba con la otra pierna usando muletas. Cuando llegó el momento de hacer un “juego de simulacro” donde los
niños no discapacitados experimentaban una discapacidad, les pidieron a unos niños que se amarraran una pierna
de la cintura y se pararan con una pierna. A otros niños les pidieron que buscaran un bastón o que improvisaran una
muletas para que sus amigos “discapacitados” pudieran caminar. Cuando se alistaban para jugar una carrera, Ramona
preguntó con timidez que si ella también podía correr.Ramona, por supuesto, les ganó con mucha ventaja. Los otros
niños en vez de sentir lástima por ella, se quedaron asombrados de su velocidad y agilidad.
El juego no sólo fue educativo para los niños, sino que fue una experiencia liberadora y un cambio para Ramona. Durante las
actividades que siguieron, todos la trataban con respeto. Ramona, venciendo su timidez, participó con entusiasmo.
Ramona ha progresado mucho desde entonces. Como promotora de salud de CISAS,* se hizo una de
las líderes de su pueblo y una gran defensora de los derechos de las mujeres y de los niños. Viajó
hasta México para participar en un encuentro sobre los derechos de las personas discapacitadas
que hubo en PROJIMO. (Mientras estuvo allá, el equipo de PROJIMO le corrigió la contractura de
la rodilla con yesos; luego le hicieron un aparato para la pierna.) En Nicaragua, Ramona fundó y
dirige una organización de personas discapacitadas. Además, se ha convertido en una
sobresaliente facilitadora de las actividades Niño-a-niño, con las que ayuda a los jóvenes de su
pueblo a que aprecien los dones de los niños discapacitados, no sus defectos.
* CISAS es un Centro de Información y Servicios de Asesoría en Salud en Nicaragua que ha estado promoviendo Niño-a-niño y ha luchado
por los derechos de las personas. Vea la página 341.
296 CAPITULO 45
JESÚS, uno de los niños discapacitados que vivía temporalmente en PROJIMO, se acercó con su silla al grupo de
participantes, interrumpiendo el curso que se estaba llevando a cabo bajo la sombra de un laurel. Preguntó por Conchita,
una de las coordinadoras de PROJIMO, quien estaba participando en el curso. El niño se veía molesto. “¡Éste es el
último día que voy a la escuela!” dijo.
“¡Es que la maestra no me quiere!,” dijo Jesús. “Cuando le pregunto qué es lo que está escrito
en el pizarrón, me castiga porque dice que distraigo a los niños”
“¿Tu maestra no sabe que no puedes ver?” preguntó una de las participantes del curso, quien era ciega.
“Ya le dije, pero es como si no me oyera. Tal vez no me cree.” dijo Jesús. “¡Me trata como si
fuera culpa mía de que no pueda ver!”
Jesús, quien tiene varias discapacidades, ha tenido una vida difícil. Nació con espina bífida, un defecto de la espina
dorsal que causa pérdida de la fuerza y de la sensibilidad de la parte baja del cuerpo (vea la página 131). A la edad
de 3 años y con mucha ayuda de sus padres, Jesús aprendió a caminar aunque con dificultad. Luego, cuando cumplió
seis años, se enfermó de meningitis. Esto lo dejó casi ciego y con una rigidez de los músculos (espasticidad) que
disminuyó el control de sus movimientos. La rigidez disminuyó poco a poco y el niño aprendió a caminar otra vez con
muletas arrastrando los pies. Pero debido a la falta de sensibilidad en los pies, se le formó una llaga de presión en el pie
derecho. La llaga le ocasionó una crónica infección del hueso y a la edad de 7 años, le amputaron la pierna derecha.
Jesús volvió a gatear y poco a poco se le desarrollaron contracturas en las caderas y en la rodilla izquierda. Por estar
sentado tanto tiempo (tampoco sentía en las nalgas), se le formaron unas profundas llagas que llegaban hasta el hueso.
La falta del control de la vejiga y del intestino (debido a la espina bífida) evitaban que las llagas se mantuvieran limpias, y
empeoraban año tras año. (En el Capítulo 16 se describe un aparato para ayudar a que sanara la llaga del pie de Jesús.)
Cuando Jesús tenía 13 de edad, su mamá lo llevó de Mazatlán a PROJIMO, en el pueblo de Ajoya. Cuando examinó a
Jesús, el equipo le dijo que con una pierna artificial—que ellos mismos podrían hacer—a lo mejor podría volver a caminar,
pero antes debían corregirle las contracturas de las caderas y la rodilla. Le explicaron que iba a tardar semanas o meses
para corregirle lentamente las contracturas mientras estaba acostado en una camilla. De cualquier modo, necesitaba
acostarse boca abajo para que las llagas le pudieran cicatrizar. Jesús tenía tantas ganas de caminar, que estuvo de acuerdo
(y su mamá también). Así que se quedó en PROJIMO por un tiempo.
Mientras estaba en Ajoya, Jesús tuvo su primera oportunidad de ir a la escuela. La emoción que le causaba asistir a clases
venció su temor de estar lejos de casa. Su mamá y su hermana ya le habían enseñado el abecedario. Podía leer las letras y
los números si se los escribían muy grandes y viéndolos de cerca. Jesús estaba contento de poder aprender más. Al
principio estuvo asistiendo a la escuela en la camilla.
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Jesús es listo y tiene una mente curiosa. A pesar de que ve poco, aprendió tan rápido que apenas en unas semanas lo
pasaron a segundo grado. Desafortunadamente, la profesora sabía poco de sus necesidades especiales. Miraba al niño
más como una molestia que como un desafío. Como Jesús no podía leer ni el pizarrón ni los libros, y debido a que la
profesora lo regañaba cada vez que pedía ayuda, el niño se había desanimado. “No tiene caso,” se quejaba. “Me voy a
salir de la escuela. Quiero regresar a mi casa.”
Cuando Jesús dijo que iba a salirse de la escuela, los participantes del curso buscaron ideas que pudieran ayudar al niño
a que tuviera valor y deseo para seguir estudiando. Tres de los participantes eran de un programa para personas
invidentes y una de ellas era ciega. Tenían ideas para ayudar a que Jesús aprendiera con más facilidad y se ofrecieron
para hablar con la maestra.
Ramona, la joven de Nicaragua opinó, “¿Por qué no probamos con el método de Niño-a-niño? Podría ayudar tanto a
los niños como a la maestra a entender mejor el problema y a buscar maneras de ayudarle para que aprenda.” Los
participantes sabían poco sobre Niño-a-niño, pero querían aprender más. Quienes trabajaban con personas
invidentes querían participar en la clase de Jesús. Hablaron con el director de la escuela y la profesora de segundo
grado para hacer la actividad al día siguiente.
Actividad Niño-a-niño.
Ramona solicitó voluntarios para tomar parte en el juego. Dos niños jugaron el papel de niños ciegos. Otros dos se
turnaron para hacer el papel de niños con visión limitada como Jesús, y otros dos serían los maestros. Los dos niños
“ciegos” tenían los ojos tapados con un pañuelo y no podían ver. Trataron de andar por el salón y de seguir las
instrucciones del “maestro.” Los niños chocaban contra los mesabancos y se confundían. Decían que era como caminar
por un cuarto oscuro de noche.
El niño se quitó el pañuelo y miró confundido a quien pensaba que era Eliza. “¡Me engañaron!” gritó.
Toda la clase soltó la risa.
298 CAPITULO 45
Cuando terminaron el juego, otro “maestro” pidió a Jesús que leyera lo que escribieron en el pizarrón. Jesús se acercó.
Para leer las palabras tenía que agarrarse de las coderas de la silla de ruedas y levantarse hasta que su cara quedaba
casi pegada al pizarrón.
Luego de que los niños vieron la dificultad que Jesús tenía para
leer, tanto del pizarrón como de los libros, Ramona preguntó,
“¿Tienen ideas de cómo podrían ayudar a Jesús a que entienda las
lecciones y
aproveche la escuela a pesar de su discapacidad?”
• Sentar a un niño junto a Jesús para que le diga al oído lo que hay escrito en el pizarrón.
• La maestra o uno de nosotros debe leer en voz alta lo que hay escrito en el pizarrón.
• Uno de nosotros puede apuntar en la libreta de Jesús lo que hay escrito en el pizarrón.
• Tal vez Jesús puede usar una libreta más grande y un marcador negro, para que él
mismo lea lo que escribe.
• Tal vez Jesús puede usar una lupa (vidrio con aumento)
• Algunos de nosotros podríamos llevarlo y traerlo a la escuela. (Aunque Jesús ya sabía el camino y no tenía ningún
problema, hay un cuesta muy empinada en el camino a la escuela y a Jesús le gusta la ayuda y la amistad de sus
compañeros.)
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• ¿Qué tal una grabadora? Podemos grabar las lecciones del libro;
así, él podría estudiar cuando quiera.
Luego, la muchacha ciega sugirió algo que le encantó a los niños. Les dijo que con un poco de ayuda, Jesús podría
aprender a leer con los dedos. Sacó de su bolsa unas hojas grandes escritas en Braille y mostró a los niños cómo
podía leer con las yemas de los dedos (vea la página 5). Dejó que todos los niños sintieran los puntos resaltados sobre
el papel. Luego dejó que Jesús los sintiera guiándole los dedos con su mano. Le dio a Jesús una hoja con el alfabeto
Braille. Junto a cada letra en Braille ella escribió una letra negra grande, para que Jesús empezara a aprender Braille.
Los niños estaban encantados y Jesús temblaba de la emoción. La visitante les explicó que el alfabeto Braille fue
inventado hace muchos años por un niño ciego de Francia.
A juzgar por la respuesta de los niños, la actividad Niño-a-niño fue un gran éxito. Jesús decidió seguir en la escuela. La
maestra pidió a Jesús que se sentara junto a un niño travieso que había dado varias sugerencias de cómo ayudar a Jesús
con su enseñanza. Algunos de los niños
acompañaban a Jesús cuando iba y venía a la escuela. Otros le ayudaban con la tarea, y ahora Jesús tenía una lupa y
una grabadora. Una niña en PROJIMO, quien también tenía espina bífida y una pierna amputada, se ofreció para ayudarle
a grabar las lecciones del libro.
Es evidente que no se solucionaron todos los problemas. Al principio, los niños hacían la tarea de Jesús en vez de
ayudarle a que él la hiciera solo. Sin embargo, el proceso de Niño-a-niño en sí, ha sido una buena experiencia para
todos. Tanto Jesús como sus compañeros
aprendieron algo más que las lecciones. Han descubierto la alegría que surge al encontrar nuevas formas de
entendimiento, al buscar soluciones creativas y el ayudarse unos a otros.
Jesús terminó el año escolar en Ajoya, donde se hizo más independiente y ganó mayor confianza en sí mismo. Su
mamá, que antes no quería mandarlo a la escuela, se convenció de que el niño debía seguir estudiando.
A pesar de sus dificultades al principio, después de la experiencia de Niño-a-niño a Jesús le gustó tanto la escuela, que
decidió regresar a Ajoya para asistir al siguiente año escolar.
Ahora Jesús ayuda a facilitar las actividades Niño-a-niño en otros pueblos. Su primera experiencia fue con una familia de
un pueblo llamado El Limón, a 50 kilómetros de Ajoya. La familia llevó a PROJIMO dos niños, CHIRO y RICARDO, quienes
tenían distrofia muscular (vea la página 317). Los hermanos, de 9 y 11 años de edad, caminaban con dificultad y eran muy
tímidos. Dos años atrás, sus padres trataron de mandarlos a la escuela, pero los niños dejaron de asistir porque los
otros niños se burlaban de ellos.
Ricardo y Chiro veían todo desde cierta distancia. Quedaron sorprendidos cuando Jesús jugó carreras en su silla de
ruedas con algunos de los niños más fuertes de la clase. Hábil para usar la silla de ruedas, Jesús dejó a sus
competidores muy atrás. Emocionados, los hermanos se
acercaron.
Después de las actividades, el equipo de PROJIMO habló con los alumnos y los maestros sobre la importancia
de tratar a los niños discapacitados como iguales y de ayudarles a que desarrollen sus habilidades en vez de
burlarse de sus defectos. Los niños se mostraban
dispuestos a brindar su amistad y asistir a los nuevos compañeros. Los hermanos, después de observar la
admiración de los niños por Jesús en su silla de ruedas, vencieron el temor y decidieron regresar a la escuela.
La mamá de Fernando creció en un pueblo chico, pero cuando era adolescente se fue a
estudiar a la ciudad. Allá se puso de novia con un muchacho joven, con quien se casó poco después. Meses
después tuvieron un niño a quien llamaron Fernando. Era un niño encantador. Al principio, las señales de su
parálisis cerebral no eran tan evidentes.
Después de tres años difíciles, el matrimonio se deshizo. Ambos padres pelearon para quedarse con el niño. Una
noche, el papá de Fernando llegó al pueblo muy borracho y se llevó al niño a la fuerza, amenazando a la madre con
una pistola. A medida que el niño iba creciendo, la espasticidad y otras señas de parálisis cerebral empezaron a
notarse más. A los 4 años de edad empezó a andar con las rodillas pegando una con otra y con marcada
espasticidad. Nunca ha podido hablar. No dispuesto a aceptar que su hijo era discapacitado, el papá lo llevó con
varios doctores tratando de que lo curaran. Algunos doctores le dijeron que la enfermedad del niño era incurable, que
no se podía hacer nada. Otros le hicieron pruebas costosas y le recetaron medicinas muy caras. Negándose a criar
un hijo a quien consideraba como un “minusválido”, su papá lo llevó de nuevo con su mamá.
Para entonces, la mamá del niño ya tenía un nuevo novio quien, como su papá, no quería un “inválido.” Al final—como
siempre pasa—la abuela de Fernando se quedó con el niño. Ella quería mucho al niño y deseaba lo mejor para él. Pero
su marido había muerto (de tuberculosis y alcoholismo), y se le dificultaba mantener la tiendita de donde sacaba su
sustento.
La abuela de Fernando vive en Ajoya, donde PROJIMO está localizado. El equipo de PROJIMO platicó con ella y
cuando Fernando cumplió 5 años, la animaron para que lo pusiera en el kinder. Año tras año iba a la escuela, pero
nunca pasaba del primer grado. El niño se veía listo y parecía inteligente, pero tenía problemas de aprendizaje para
hablar y leer. Después de repetir el primer grado 5 veces, aún no podía escribir su nombre.
El equipo de PROJIMO pensó que sería más útil para Fernando aprender algunas habilidades prácticas en vez de
tratar de que aprendiera a leer y escribir. Hicieron esfuerzos para incluir al niño en actividades que hacían en el Parque
de Juegos para Todos los Niños, y en el Taller de Juguetes para Niños de PROJIMO, pero aún a
los 11 años de edad, el niño era tímido, especialmente cuando había adultos.
Todos pensaron que era una buena idea. Conchita platicó con los amiguitos de Fernando. A los compañeros de juego de
Fernando les gustó la idea y querían ayudar.
Mari sabía que era bueno que Fernando empezara con una actividad sencilla y fácil de hacer. La actividad le dio
confianza, pero era demasiado fácil. Él necesitaba algo más complicado; así que Mari pidió a los niños que acomodaran 3
barrotes largos de 7 cm. de ancho, en forma triangular.
ROMPECABEZAS DE MADERA
HECHOS EN PROJIMO
Aunque Manuel y Chito se divirtieron con las distintas actividades, también tomaron con seriedad su trabajo de
ayudar Fernando a aprender nuevas habilidades, sintiéndose orgullosos cuando vieron que el niño se las
arreglaba para hacer nuevas cosas.
324 CAPITULO 49
Más juguetes. Los niños querían hacer más juguetes. Le preguntaron a Fernando que si quería hacer algún animal y
empezaron a decir varios nombres: ¿Un pollo? ¿Un perro? ¿Una vaca? ¿Un gato? ¿Un mapache? Fernando movía la
cabeza diciendo “¡No!” a cada sugerencia. Luego los niños dijeron “¿Un caballo?” Fernando inclinó la cabeza. Chito y
Manuel dijeron que ellos también querían caballos. Emocionado, Fernando aún tenía otra idea, pero tenía problemas para
decir lo que quería. Todos le preguntaban sobre otros animales o figuras, pero seguía moviendo la cabeza para decir que
no.
Y claro, los otros niños también quisieron un jinete y un caballo. De nuevo, los lijaron y los pintaron con entusiasmo. Esta
vez, uno de los niños sostenía la pieza mientras que Fernando la pintaba cuidadosamente. Ahora parecía tener mejor
control de las manos, lo cual logró, en parte, por tener más confianza en sí mismo.
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Fernando caminaba con notable dificultad. Agitaba los brazos con cada paso y su cuerpo se tambaleaba
de un lado a otro. Las puntas de los pies se le volteaban hacia adentro. Cuando las rodillas espásticas
pegaban una con otra, parecía como si fuera a tropezarse y a caerse, pero casi nunca lo hacía.
Sin embargo, algunas veces los pies torcidos de Fernando se tramaban ocasionándole que se cayera.
Años atrás, su papá lo había llevado con especialistas, que le recetaron unos aparatos con cables
torcidos para tratar de enderezarle los pies de modo que apuntaran hacia adelante (vea la página
110). Pero no le gustaban y además se caía más seguido.
Con esta idea, el equipo de PROJIMO ideó dos métodos diferentes que quizás ayudarían a que Fernando aprendiera a
dar pasos con los pies apuntando hacia adelante.
Para que las huellas quedaran del tamaño y de la forma adecuada, Manuella recortó las
figuras en cartón grueso y pedazos de madera delgada. Con el huarache de un niño marcó
la forma de la huella y luego la cortó. Los niños pusieron las formas en el piso de la
cancha y pintaron las huellas de distintos colores.
326 CAPITULO 49
Cuando la pintura se secó, todos los niños querían caminar sobre las huellas que daban
vueltas por toda la cancha de baloncesto. Jugaban a seguir al líder, donde cada quien
imitaba al que iba adelante. Algunas veces caminaban rápido, otras veces despacio,
procurando pisar sobre las huellas. Animaban a Fernando a que hiciera lo mismo.
Fernando se esforzó por poner los pies correctamente, logrando dar pasos más parejos y
con la punta de los pies apuntando hacia adelante.
2. Huellas de madera.
Las huellas de madera tienen una más ventajas que las huellas pintadas en el cemento. Primera: el grosor de la madera
hace que queden elevadas del suelo y los niños tienen que hacer un mayor esfuerzo para pararse bien sobre ellas.
Segunda: se pueden llevar fácilmente de un lugar a otro. Tercera: se pueden ajustar de acuerdo a la necesidad de cada
niño.
Por ejemplo, para un niño con poco equilibrio, las A medida que mejora el equilibrio y el control, las
huellas primero se pueden poner un poco abiertas. huellas se pueden ir poniendo más en línea.
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Al principio, Fernando se paraba sobre las huellas con los pies torcidos hacia adentro, pero con
la motivación de los otros niños, se dio cuenta que podía poner los pies exactamente sobre las
huellas, logrando así mantener la punta de los pies en una posición más recta.
Caminado entre los travesaños de una escalera. Otro método sencillo para ayudar a Fernando a
mejorar el control de los pies también se tomó del programa de RBC de Sri Lanka. Como parte del
juego de caminar sobre las huellas, el equipo puso una escalera larga de madera en el suelo. Pidieron
a los niños que pisaran en los espacios que quedan entre los barrotes. Para hacerlo, Fernando tenía
que levantar los pies y ponerlos con cuidado. De nuevo, los niños jugaron a seguir al líder. Al
principio, Fernando los siguió, pero después era él quien dirigía orgullosamente a los demás niños.
328 CAPITULO 49
Para sorpresa de todos, Manuel, de 8 años y el mejor amigo de Fernando, no quiso jugar. Siguiendo
el ejemplo de su amigo, Fernando tampoco quiso jugar. Mari le rogó a Manuel para que jugara. Le
explicamos lo mucho que podía beneficiar a Fernando el aventar y atrapar la pelota, pero Manuel aún
se negaba a jugar. Los trabajadores de PROJIMO se preguntaban porqué Manuel, quien hasta ahora
había participado en las actividades y juegos de enseñanza con Fernando, de repente no quería
cooperar.
Finalmente, nos olvidamos del vóleibol y decidimos probar un juego más sencillo. Les pedimos a los niños que formaran un
círculo y que aventaran la pelota a la persona que tenían a un lado. Esta vez, Manuel se acercó a jugar. Volteó a ver a
Fernando y juntos entraron sonrientes al círculo.
La Sabiduría de un Niño
Al observar a Fernando, el equipo de PROJIMO entendió a porqué su amiguito Manuel se había negado a jugar
vóleibol. Era que quería proteger a su amigo del fracaso y de que se rieran de él. Él sabía que su amigo tenía poco
habilidad para un juego rápido y competitivo como el vóleibol. Con tal de no ver a Fernando humillado, Manuel
simplemente se negó a jugar. Imaginó que su amigo entendería la idea y haría lo mismo. Sin embargo, el nuevo juego
de pelota era más fácil y menos competitivo. Manuel parecía sentir que Fernando podía participar sin temor a que
fracasara.
Aunque era tan joven, Manuel descubrió una de las lecciones básicas para ayudar a que un niño discapacitado (o a
cualquier niño) aprenda nuevas habilidades: poco a poco ir ideando nuevas actividades que el niño pueda
aprender rápidamente para que tenga éxito. Seguramente sintió que si Fernando jugaba vóleibol con los niños no
discapacitados se le iba a ser muy difícil y la presión sería demasiado fuerte. Iba a resaltar las debilidades de Fernando
y no sus recientes habilidades. Manuel no quería que nosotros, los adultos con buenas intenciones, sometiéramos a
su amigo a otra experiencia desalentadora.
Aprendimos bastante de los compañeros de juego de Fernando. Con frecuencia, los niños poseen una sabiduría
oculta. Si nos sensibilizamos y tomamos el tiempo de escucharlos con la mente abierta, podemos aprender mucho.
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Karate y “Luchitas”
En el Capítulo 41 vimos el ejemplo de cómo en
India, el Karate se usa con niños que tienen parálisis
cerebral—como una excelente forma de terapia física
y una aventura excitante para ellos.
Una de las mejores actividades para aumentar la fuerza y el control de Fernando fue desarrollada por los mismos niños en
el cuarto de terapia de PROJIMO. Cuando Fernando y dos de sus amiguitos vieron las mesas grandes con colchones, se
les ocurrió jugar a las “luchitas”. Mientras los niños rodaban de un lado a otro, Fernando usaba casi todos los músculos
del cuerpo de un modo raro pero con sorprendente coordinación
La idea de usar dibujos para que Fernando pudiera comunicarse surgió de las actividades que se hicieron en el taller de
juguetes. Manuella había pedido a los niños que le dijeran el nombre del animal que querían hacer de madera.
Fernando, quien no podía hablar, tuvo dificultad para expresar lo que quería. Finalmente, haciendo señas con las manos,
pudo decir que quería un caballo y su jinete. Pero se le dificultaba más decir otras cosas. Mari le prestó a Manuella un
libro con dibujos de animales del cual Fernando podía escoger apuntando con el dedo. Improvisando un juego, los niños
empezaron a decir distintos nombres de animales y le pedían a Fernando que apuntara a cada uno de ellos. Lo hizo muy
bien.
Aunque Fernando no podía leer, escribir o hablar, obviamente entendía bien las palabras y los dibujos. El equipo se dio
cuenta que a veces Fernando estaba ansioso por tratar de decir algo que era importante, pero se le dificultaba. Podía
hacer algunas señas sencillas con las manos, pero la espasticidad de los dedos también lo limitaban.
Mari sugirió que escribieran el nombre de cada cosa abajo del dibujo. Fernando no había aprendido a leer en la escuela,
pero si repetidamente veía las palabras escritas de cada dibujo y las escuchada, tal vez las podría memorizar.
Fernando disfrutó el juego de enseñanza y sus amigos se divirtieron enseñándole. Gracias a la ayuda de sus compañeros
de juego, los dibujos le dieron a Fernando la oportunidad de poder comunicarse mejor.
Fernando tenía un buen sentido del espacio y la proporción. Sorprendió a sus amigos
con su habilidad para armar algunos rompecabezas de madera hechos en PROJIMO.
Un día, Manuel lo retó a que armara el rompecabezas de un gusanito, cuyas piezas
estaban numeradas del 1 al 10.
Un Caballito Mecedor
Hace poco, Miguel (el esposo de Conchita) construyó un nuevo
tipo de caballito mecedor con una llanta vieja y un resorte grande
de un auto viejo. Diseñó el caballito para que resistiera el uso
incansable de los niños.
A los niños, discapacitados o no, les encantaba el nuevo El nuevo diseño, con un resorte de carro
caballito que se mecía hacia todos lados. Pero nadie lo usó en vez de las cámaras de llanta, resistió
más que Fernando y sus amiguitos. a Fernando y a sus amigos.
332 CAPITULO 49
Mejoras
Con la ayuda de Manuel y otros niños como ayudantes de terapia, Fernando cambió completamente. Es difícil
saber qué tanto mejoró físicamente en cuanto a su modo de andar, postura y control de las manos. Sin embargo, su
confianza y la idea que tenía de sí mismo mejoraron bastante. Muchas personas del pueblo comentaban la diferencia.
“Antes era tan reservado y tímido, especialmente cuando estaba entre los adultos. ¡Ahora se ve más contento
y lleno de vida!”