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POR KHIMAIRA
MANAGUA.- JUNIO 2009
A quinientos metros del Complejo Pellas, ese edificio que tiene el logo del BAC a
lo alto y centrado de la fortaleza en Carretera a Masaya, a muchos metros de este
sitio comercial, si recorremos hacia el norte cruzando la Rotonda Rubén Darío y
tocamos «Suelo Santo»; ahí, a la par de la catedral nueva de Managua, se
encuentra acampando desde el mes de marzo la Asociación de ex trabajadores del
Ingenio San Antonio, los cuales sufren insuficiencia renal crónica e intoxicación
en la sangre (ANAIRC), intoxicación producida por la exposición que tuvieron
estas personas a los agroquímicos utilizados en la plantación de caña.
Misteriosamente tuvieron que retirar del sector a todo el personal que vivía ahí.
Sacaron a la población y la mandaron a un reparto de Chichigalpa llamado Candelaria.
A nadie se le advirtió nada. Para los trabajadores, laborar para la familia Pellas
significaba ganar mejor que en cualquier otro lugar; pero la necesidad salió cara.
Los cañeros hacen la equivalencia: «Un riñón puede costar 25 mil dólares». La
pregunta es: ¿Cada uno del cachimbo de afectados estará en condición de darse
este lujo?
Y 1998 fue el año en que el consorcio Pellas les encontró un nuevo lugar a los
desdichados, para acallar el conflicto.
Las comunidades indígenas del Pacífico centro y norte del país se enteraron de
estos acontecimientos. Y están organizadas.
Estas comunidades indígenas constituyen otro grupo social que se opone a las
políticas del consorcio. Ellas están en desacuerdo con la ocupación despiadada de
tierras fértiles que hacen estos empresarios para llenarse los bolsillos. Luego de la
Declaración Internacional de los Derechos Indígenas, está muy clara la
prohibición al deterioro del territorio indígena.
Como ven, es ya un sector muy amplio el que rechaza las políticas económicas
internas de esta empresa productora del ron Flor de Caña, de agrocombustible,
azúcar, productos farmacéuticos, de limpieza, entre muchos otros.
Infra-orgullo, pasada de cuenta
Pisoteados (as) por la familia más prominente del país, vulgariados por los
burócratas que atienden y administran el ingenio, enajenados física y moralmente
por nuestra cobardía; los (as) cañeros (as) y sus familias llevan a tuto la cruz de la
miseria, desprotección y humillación pública.
¿Será posible que la familia Pellas crea en algo más grande que no sea ella misma
y su imperio de trabajo que también es miseria para la población obrera y
agricultora nicaragüense, que son personas desechables dentro de estos sistemas
económicos?
¿Será que se les conmueva el corazón y su conciencia ahora que son virtuales
protagonistas de la masacre que sufre nuestro pueblo por culpa de los
agroquímicos que su empresa no deja de utilizar?
¿Acuerdos 2005?
¿Cómo sucedió?
– La seguridad social.
– El chequeo de la salud una vez que eran despedidos por no cumplir con los
requisitos para trabajar. Ahí es donde se logró conseguir (poco, peor es nada) el
reactivo químico con que les hacen la prueba de sangre para medir el avance de la
IRC. Además, testimonios de ellos mismos aseguran que en Chinandega a algunos
afectados se les está practicando diálisis. También están obteniendo medicamentos,
aunque es muy difícil conseguir una de las inyecciones que se les aplica para
prolongar su vida; este medicamento se llama hiltroproectina y es muy caro.
Los(as) afectados(as) por IRC, sus viudas y viudos, padres de familia que tienen
hijos fallecidos no quieren repetir reuniones donde se redunde los acuerdos, por lo
que ya se han cumplido algunos. El objetivo es reclamar tres cosas más que se
habían planteado en el 2005 y no se han conseguido.
Desde los primeros intentos por hacer justicia —vistos casi como una súplica—,
este gremio laboral logró plantear los niveles de toxicidad que emanaba ese
ingenio. Aseguraron que de los 27 pesticidas que se llegaron a utilizar en la
plantación, se redujo a 17; y un intento más logró la reducción a 12 tipos de
pesticida.
CRÉDITOS FOTOGRÁFICOS