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tradicionales
ciones dictadas. Hoy, la manera de cerrar tratos ha cambiado radicalmente
porque un empresario no se conforma con lo que ya está inventado, no
quiere solamente innovar, sino reinventar o incluso dar un nuevo significa-
do a lo que le pide el cliente.
a los negocios Hoy, existen cada vez más hombres y mujeres de negocios que experi-
mentan con su propio consumidor, con su equipo, con la comunidad y con
ellos mismos para encontrar algo más que el problema que se les plantea
design thinking
resolver. Observan detenidamente, definen la situación, crean y consideran
varias opciones, redefinen y seleccionan los posibles caminos (los repiten),
y ejecutan la solución… y si no les convence del todo, regresan al primer
paso tantas veces lo piensen necesario.
¿Y de qué se trata?
El design thinking no es una novedad o una moda o una táctica más para
hacer más y mejores negocios. Es una forma de pensar que puede llevar
incluso a analizar empresas, con la única finalidad de que sus creadores
las observen, encuentren sus deficiencias, hagan pruebas y las reinventen.
Tampoco es un proceso de pensamiento cuyos resultados se gestan en
una sola cabeza, sino en la capacidad de un equipo (trabajo colaborativo),
que juega para entender el problema y las alternativas de solución.
Recuerdo bien cómo uno de mis primeros jefes salía de su oficina a buscar
nuevos negocios: llevaba una carpeta institucional para informar al pros-
pecto o bien una presentación en papel que ofrecía los pasos a seguir en
determinado proyecto. Durante el trayecto a la reunión podría repasar (vol-
ver a leer) la presentación, buscar en su cabeza algún “as bajo la manga”
para cuando estuviera con el cliente o bien, se concentraba en el recorrido
y, simplemente, observaba.