Estamos ubicados en el plano de lo estratégico y de la recursividad. Las
estrategias nos hablan de los mecanismos, métodos, técnicas y procedimientos a seguir cuando existen pretensiones de lograr algo. En el caso de la recursividad, los recursos nos permiten tener los medios para que las estrategias se puedan desarrollar.
¿Cómo evaluar competencias? La pregunta se resuelve estratégicamente. Es
claro que la competencia se constituye con el aporte de un sinnúmero de componentes aportantes, todos ellos de orden cognitivo que la convierten en algo complejo. Esto también nos dice que la competencia sólo se puede visualizar a través de sus evidencias, que no son otra cosa que demostraciones reales de lo que existe profundamente en el sujeto. Dicho de otra manera, la competencia está en el sujeto-persona y las conductas específicas son sus demostraciones. La estrategia para valorar una competencia en particular nos habla de asuntos altamente complejos, tales como lo: integral, procesual, diferencial, dimensional y sistémico.
En el caso de la Integralidad la valoración de la competencia implica todos los
componentes humanos y cognitivos comprometidos en su constitución. El asunto es que algunos de los componentes implicados no son fácilmente visibles. Hagamos entonces uso de todo aquello que esté en la visibilidad para orientar la estrategia integral. Podríamos decir que los elementos de la competencia, como mínimo, serían lo mental, afectivo, moral, social, cognoscitivo y psicomotriz. Dicho de otra manera saber hacer, saber conocer y saber ser. A esto se ha denominado tabla de saberes.
Lo procesual nos habla del proceso mediante el cual la competencia se
desarrolla, las competencias no salen de la nada. Esto quiere decir, que una competencia se construye, transforma y desarrolla a lo largo de la vida; de lo cual me puedo enterar en cualquier momento y esto lo hago a través de la valoración. De allí que en los procesos educativos me puedo enterar de su presencia mediante mecanismos de evaluación, que en este caso, deben permitir reconocer cuál es la ruta de aprendizaje de la competencia y no tanto de la ruta de enseñanza. En el enfoque de las competencias la evaluación y la formación no está centrada en el docente o en lo que enseñe, sino en el estudiante, es decir, en lo que se aprende. Finalmente, la manera de reconocer la existencia de la competencia se hace a través de la ruta de aprendizaje: antes, durante y después.
El proceso de enseñanza es un asunto colectivo en el cual los estudiantes
reciben formación, instrucción o educación de parte del docente o de alguien que lo haga intencionalmente. El proceso de aprendizaje es un asunto estrictamente personal. Es el estudiante quien decide aprender, de tal manera que el único responsable del proceso, los resultados, efectos y alcances dependen de sus capacidades, posibilidades y decisiones. Complementario a lo anterior, debemos tener presente que todas las personas aprendemos diferente; de donde nacen las diferencias individuales.
Vale la pena decir, que siendo el aprendizaje es un asunto personal las
competencias son constituidas, desarrolladas, transformadas o adquiridas en los planos individuales pero reconocidas o puestas en la visibilidad en lo social, laboral, ocupacional y cultural. ¿Cómo hacer qué algo que es personal deba ser presentado o demostrado en lo social? Este es uno de los asuntos de mayor complejidad por su aparente contradicción, que debemos resolver en el enfoque de las competencias.
En esta discusión, competencias vs aprendizajes, debe quedar claro que en
ambos casos el proceso que los implica prácticamente es invisible y que podemos dar cuenta de ellos sólo a través de sus evidencias y que éstas deben tener reconocimiento social. Esta es la tarea de los procesos educativos y del ser humano en adaptación y transformación. A esto lo llamaremos diferencias individuales y la manera de evaluarlas es a través de la valoración diferencial. No se trata de hacerle a cada estudiante un examen diferente, de lo que se trata es de aplicar el principio que toda evaluación debe ser personal.
En el punto anterior estamos en la diferencia entre examinar y evaluar. El
examen puede ser el mismo para todos pero evaluar es diferente. Para tal caso, con el examinar exhaustivo puedo llegar a evaluar. Aquí juegan un papel fundamental tres aspectos definitivos en materia de competencias, a saber: toma de consciencia, el darse cuenta y el aquí y el ahora. De allí que es menos importante tener conocimiento que saber actuar sobre él o saberlo utilizar.
La evaluación diferencial tendrá dos caminos simultáneos: valoración
cognoscitiva y valoración de desempeños. La primera valora tanto la utilización del conocimiento como la capacidad de transformación. En el caso de la valoración de desempeños se evalúa: conciencia de desempeño, darse cuenta de desempeño y el aquí y el ahora de desempeño.
En la evaluación dimensional vale la pena decir que el proceso educativo es de
carácter social y que en este sentido, su compromiso es tanto personal como interpersonal y consensual. Su valoración compromete en lo personal la autoevaluación, en lo interpersonal implica tanto la interevaluación como la heteroevaluación; es decir valoraciones de ida y vuelta. Finalmente la autoevaluación, interevaluación y heteroevaluación deben coincidir en su proceso, constitución y valoración que permita configurar la coevaluación, para tal efecto, se utiliza la tabla de valoración dimensional de competencias.
El aspecto central de toda valoración de competencias es lo sistémico. La
concepción sistémica está demarcada por la fundamentación basada en la Teoría de los Sistemas estructural y funcional. En este caso los insumos son todos aquellos elementos valorativos del desempeño, que salen de lo integral, procesual, diferencial y dimensional. Se insiste en que un solo asunto evaluativo (examen) no permite conocer el estado de la competencia. De igual forma, no olvidar que una competencia no obedece a un solo aspecto cognitivo.