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DEFENSA A

SANTO TOMÁS DE
AQUINO

Sebastián Gornall Siede


Defensa a Santo Tomás

La crítica del profesor D. J. O'Connor se centra principalmente en los


distintos presupuestos del intento de Aquino en basar la moralidad en la
naturaleza humana.
En primer lugar, realiza una crítica a la doctrina de las esencias -que es
determinante en el pensamiento tomista, sobretodo respecto de la naturaleza
humana-, refiriéndose y reconociendo la propiedades naturales de las cosas, son
los mismos hombres quienes seleccionan éstas para clasificarlas. En tal sentido,
es cierto que el hombre realiza distinciones de las cosas con fines pragmáticos,
sin embargo, hay que señalar que la intención de Santo Tomás en este sentido, es
que esta esencia afirma la identidad de una determinada cosa o persona, y por
ende afirma que el orden de éstas esencias configura el orden de la creación, y
que las clasificaciones que realiza el hombre lo hace a partir de tales esencias,
osea, a partir de un orden divino, es decir la ley divina reconocida por el hombre,
que a través de un proceso racional –innato en él- tiende a clasificarlas, pero sin
desconocer su origen u orden de esencia.
En segundo lugar, O'Connor cuestiona que se hagan suposiciones acerca
de la naturaleza humana y de los fines del hombre sin realizar observaciones
empíricas. En este sentido, la posición de Santo Tomás tiene algo a su favor, cual
es la relación con el punto anterior: el orden de la esencia de las cosas. Es decir,
si bien es cierto que la tesis tomista no se basa en un estudio empírico, puedo
sostener que eso no significa que sus argumentos tengan menos validez o menos
racionalidad. Éstas características podemos encontrarlas en el orden de la
creación o de la esencia como mencioné anteriormente, ya que la ley divina
siempre tiende a un “todo” o a un fin ulterior que de una u otra forma determina la
identidad del orden de las cosas –vistas individualmente y universalmente
también-. Es por esto, que para realizar determinados juicios sobre la naturaleza
humana, no siempre se necesitan estudios empíricos, sino que éstos pueden ser
subsanados con ése orden, puesto que siempre se identifican con un mismo
punto, ésa esencia si bien es individual, se identifica con algo ulterior, pudiendo de
esa forma sostener determinados caracteres de la naturaleza humana.
Respecto a la segunda crítica que realiza O’Connor, cual es que el
pensamiento tomista se coloca fuera de la argumentación filosófica, puesto que no
reconoce diversidad de estructuras, capacidades y comportamientos, puedo decir
que eso no es cierto. En tal sentido, Aquino lo que plantea no es el
desconocimiento de otros fines o planes de vida cuando se refiere a que el poder,
los fines sensoriales o el adquirir reconocimiento no bastan para lograrlo, sino que,
justamente no bastan. Es decir, reconoce la variedad de comportamientos y
estructuras, pero plantea que no se basta por sí mismo, o bien son incompletos.
Tomás lo que plantea es la diversidad de fines y capacidades, sin embargo, éstos
no satisfacen completamente a la persona, lo único que lo hace se encuentra en
Dios.
Por último, O'Connor objeta la tesis de que a partir de ciertas supuestas
inclinaciones naturales del hombre se puedan inferir conclusiones
acerca de cómo el hombre debe actuar. En este sentido, el profesor que critica
esta tesis, confunde los instintos puros con los instintos de la naturaleza humana.
Éstos últimos, los asociamos a que siempre, implícita o explícitamente, conlleva el
rol de la razón en sí mismo, en cambios los primeros son meros instintos que
carecen de ése carácter. En tal sentido, si bien el hombre en su naturaleza
humana y actuando racionalmente puede equivocarse, éste va comprendiendo y
aprehendiendo a cómo actuar correctamente, y es ahí donde el orden de creación
entra en juego, porque es así como el hombre cada vez se acerca más a un punto
o a un fin cúlmine, cual es Dios. Cuando el hombre aprende a actuar de forma
correcta lo hace porque a su vez está siguiendo su esencia, y su esencia está
inmutablemente relacionada a la ley divina, la cual, como ya sabemos en el
pensamiento tomista, tiene un fin ulterior, que a su vez, ayuda a que el hombre
actúe de la forma correcta.

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