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La revolución de los peces

Florentino Díaz Ahumada

Ediciones BardoBorde
Lima, Octubre 2007

Lo más parecido a Dios es el agua

Ba Han Shen

Este libro es una propuesta de confluencia entre la poesía que emerge de la


palabra y la poesía del trazo a través de la expresión ideográfica del artista
David Kamt, quien se confabula en este texto para hacer del libro, como urdimbre,
una sonoridad visual que transmita un sentido en la infinitud de posibilidades del
movimiento del Qi.
Los ideogramas que se aprecien son distintos en cada ejemplar y evocan la
excepcionalidad de cada ser que se hace receptáculo de esa chispa del Espíritu.
Cada ejemplar ha sido hecho a mano, en la sintonía del hacer artesanal, rescatando
la posibilidad sanadora de la labor con las manos, precisamente un rasgo
fundamental de lo “hu-mano” y dejando entrever ese humor de universo que se toma
el mágico detalle de mostrarnos una diversidad inmensa en lo existente.
Hacer público cualquier tipo de trabajo implica la complicidad de muchas personas
y circunstancias a las cuales deseamos agradecer. Y ese acto de agradecer
implicaría el surgir de un cuento, porque deberíamos empezar aludiendo a la Fuerza
Creadora, al cielo, luego a su expresión en los ancestros, esa corriente de
humanidad que desde el primer fuego encendido fue transmitiendo lo revelado en las
estrellas. A los seres que, en su cuido y dedidación, nos han mostrado siempre
luces para ir andando o dejándose llevar de una manera “en conformidad con el
cielo y en concordancia con los hombres” Aquí quisieramos recordar al maestro José
Luis Padilla, a Carlos Gatti y a Jaime Díaz, mi padre, curiosamente todos músicos
y poetas en la generosidad de sus mensajes. Recordar también, en ese volver a dar
el corazón permanentemente, a Marlene D Smedt, quien nos alienta por la gentil
presencia de sus versos, a Darwin Terrones por la calidez de sus enseñanzas, a
Leopoldo Martos, que trae lo lúcido y lo tierno en las cosas que él observa, a
David Kamt por la magia de su inspiración y el cariño y la dulzura de ofrecerlo.
A todos los amigos que de una u otra manera a través de sus palabras, gestos y
recuerdos nos han permitido traer estos versos. Ya llegará de pronto, si así se
quiere donde se puede, aquel libro que pueda vislumbrar en canto el destello de
cada uno de sus rostros.

Florentino Díaz Ahumada

Lima, octubre del 2007

La narración del fuego:

El fuego unifica, alía los metales, congrega cuerpos y miradas, nos une en el
recuerdo de nuestra condición. Fuego es principio de transformación de la presa:
dónde la carne cazada se cuece y nace la cultura. Perder el fuego es olvidar
humanidad. Quien narra historias en torno al fuego, repite pasos de primeros
poetas, hombres-mujeres-medicina, guardianes de los actos que realizaron los
antiguos y fundaron el mundo tal como se le conoce: los que derrotaron a las
tinieblas de la indiferenciación y pusieron al cielo en el cielo y la tierra en la
tierra. Saber reptil, originario, despierta en palabras del narrador. El narrador
es reservorio o manantial, puqial de sabiduría que sostiene el ser-en-común. No es
la genialidad del creador individual, escribiendo en soledad: la figura de
excepción y originalidad del artista en occidente, no tiene sentido para el
eterno-retorno que ejecutan las palabras del narrador mítico. No se trata de
innovar, de hablar desde la nada, ni de conmocionar a la audiencia con fuegos
pirotécnicos de una inteligencia erudita. Es más bien acercarse a los orígenes lo
que guía la voluntad del narrador de la comunidad. Quien narra los tiempos
míticos, es siempre quién recuerda a quien le narró el mito. Se recuerda a sí
mismo escuchando el mito de la boca de otro narrador, se sabe continuidad de
cadena inagotable, que podemos remontar al principio de la humanidad. Se hace uno
con aquel que pronuncio primero las palabras, con el maestro luminoso que se las
enseñó a sus abuelos, con el ser alado que trajo la palabra del cielo y se la dio
a la humanidad. La palabra convoca el tiempo narrado, trae el vapor de los
orígenes, revive ancestros en la memoria de la comunidad, los hace despertar en
cada célula de los que atienden. Los evoca e invoca su poder. Hace tomar
conciencia que los ancestros siempre estuvieron presentes, que no se ausentaron,
que muerte es sólo engaño, que transformados siguen viviendo en nosotros. Se
recuerda saber que se transmite silenciosos de generación en generación: el
narrador hace recordar lo que desde siempre se supo.
El narrador escenifica, recrea, encarna; es poseído por voces que se expresan a
través de sus timbres, sus facciones, sus movimientos. Sus diálogos son los
diálogos que sostuvieron los antiguos; sus gestos son gestos de héroes fundadores.
Escuchar la narración es volver a vivir lo vivido por padres primeros, los
progenitores, los fecundadores. La narración, al emocionarnos, al poner a palpitar
nuestro corazón en acompasamiento con los sucesos re-vividos al escuchar,
despierta nuestros pensamientos con el correr de la sangre. Acordarnos de quiénes
somos, de quiénes fueron nuestros padres, de dónde venimos y cuál el sentido de
nuestros pasos. Escuchar es salvarnos del olvido bestial, incestuoso, antisocial;
preservar nuestra condición. A pesar de sus diferencias evidentes, pueblos
amazónicos y pueblos alto andinos, comparten noción de lo que es pensar: pensar es
siempre acordarse de alguien, del amor y amistad que nos une con ese alguien, de
los lazos de parentesco y leyes de reciprocidad que sustentan al ser-en-común, de
los que juntos pasan sus días, sus labores, y juntos se acompañan a la muerte.
Pensar es recordar el cariño que nos prodigaron cuando éramos más frágiles y
realizar esos mismos cuidados hacia los que dependen de nosotros. Pensar es
acordarse de las situaciones vividas con otros. Es repetir pasos aprendidos, pues
pensar deriva en experiencias y muestras concretas de amistad, cariño, cuidado.
Pensar es salvar la comunidad. Revivir los momentos vividos con quienes nos
enseñaron a hacer las cosas, a ser humanos, y ponernos en el lugar de quien nos
enseñó. Narrar es recordar a maestros primordiales, sus concejos, y
transmitírselos a los otros.
Inspirado en sus lecturas del Tao, en su práctica de medicina tradicional china,
en las noches intensas recitando a los clásicos romanos y a Rimbaud, en las
inquietudes que lo han guiado desde siempre – como si les vinieran susurradas de
una vida pasada y fuera a ellas por inclinación natural, inevitable – Florentino
Díaz pone a tambalear su literatura sobre las formas poéticas primeras, donde
narración y verso se unen. Y desde ahí se palpa, se recuerda y nos recuerda lo que
somos. La respiración acompasada con el cosmos nos da justa medida de nuestra
condición. El cuerpo, que permite actuar en el mundo, percibir y ser percibido por
los demás, puede ser cambiado para moverse en otros mundos. El cuerpo es el sitio
de las percepciones. El cuerpo no es algo definido, estático en el tiempo, sino un
contenedor en el que se va madurando y se transforma hasta completar ciclos, tras
los cuales se cambia de piel. Para las tradiciones recordadas por Florentino Díaz,
toda forma, toda entidad respiratoria, es manifestación de la energía vital, común
a lo existente. El aliento se hace cuerpo en personas, geografía, animales y
plantas. La energía vital anima todo lo vivo en permanente transformación,
manifestándose en formas que abandona para seguir mutando. La energía se
cristaliza en formas que luego abandona para cristalizarse en otras. Todo comparte
una misma energía, kamay, y Díaz la canta recordando a los chamanes. El chamán es
tal vez el primer poeta, el de la palabra sagrada que congrega voluntades, infunde
valor, hace reír, y cura cuerpos y espíritus. Por eso no sorprenderá que sus
saberes muten en formas distintas, que tomen presencia en nuevos cuerpos, que se
manifiesten en formas literarias que dan voz a sensibilidades postergadas por
estéticas dominantes. Muta conservando saberes ancestrales. El aliento persiste y
el origen es presencia en el presente. Alba que nos recuerda.

Pedro Favaron
Preparación del cardumen

Poca favilla gran fiamma seconda.

Paradiso, I.
Dante Alighieri

Si quieres recordarte, siéntate:


respira,
Junta las manos
derecha sobre izquierda.
Crea un puente en los pulgares.
Presta atención a tu vientre, percíbelo.
Allí el caldero donde emerge el tú.
la luna, el sol y los demás destellos.

La luz va llegando desde el este, observa.

El sonido del mar se hace cercano.


El sueño y la vigilia, ambas se han fundido
No te distraigas, esto es sencillo no huele.
No sabe a nada, no tiene color, es agua.
Ése es el hilo. Lo vas notando lentamente.

Se expresa en el silencio la urdimbre de las voces.


Se va abriendo en la penumbra el rumor del aire.
Vital y grato. Siéntelo,
hazte el propósito.
Es invisible, no le tocas, no le puedes atrapar.
¿No será de amor Su aliento cuando al fin te encuentra?
Sigue respirando porque más de ti vas conociendo.
Más del suelo, del sillón, del edificio.
Más del parque, de la calle, de los autos.
Más de ese navío, de esas puertas. Ese tonel y ese garfio.
Lo íntimo del mar está en el viento.

Vas comprendiendo y el miedo se diluye.

Escucha: En esta noche duerme la ciudad


En este día.
Y en realidad todo relucirá de otra forma
Cuando tiendas desde el centro del corazón
Un lazo al infinito resplandor ahí en lo alto.
Y te dispongas
al cuidado del gladiolo y cedas al sereno
Canto de la mañana que no te pide nada.
Y de la noche que todo tu brillar recibe.

En esa estancia cada ser de tu ser se fundirá al servicio.


De la claridad amplísima del viento.
Y el Divino dejará caerse en tiernos gestos
Y en su caricia nunca olvidaremos nuestro origen.

En este momento hablemos, si tú quieres.


Podemos sostener dos alientos y entre ellos
Percibir en los dos rayos el color.

Temblamos, nos movemos en la luz.


Como dos velas que el fuego consume en el espacio.
Pero no mires lo absurdo en lo que apenas comprendes,
Y no enjuicies tan pronto el latido del león,
Ni la fruición de la ardilla o la lengua de los caballos.

De todos los cristales hoy éste ha aparecido.


Evita en lo sucesivo hacer comparaciones y aprende
A ver la fluidez del canto en la mirada, el fulgor de lo sentido
Entre las manos.
Hurgando esa palabra para abrazar soles, cálices de aguas,
Yerbas, bosques, algas y tormentas.

Lo que se vive ahora es guerra.


Lo que se vivió antes, lo que está por vivirse
Es guerra, si cerrando los ojos, desaparece el crepúsculo.

Pero la poesía se invoca en su ritmo, su plenitud.


Si ahondas en su sonido, puede que aparezcan
Cálidas lagunas, plazas, movimientos de planetas.
También los sucesos y sus temas, el ondear de su cabello,
Los sauces y sus secretos.

En ese sonido escuchar


Lo que a ti llegando en la quietud se ofrece.
Sólo date cuenta, espera un momento, inspírate
Del verdor en el fresno, ve: aquel jazmín no es lejano.

También está el sonido de la guerra, es lo que abunda.


Y lo que abunda no siempre es tu sentido.

Lo que deseo explicarte no tiene en su asunto vía recta,


Concatenación discursiva de lógica moldeable.
Lo que busco decirte está en los silencios
De la bruma y el sol entre las flores,
Entra, no por eso me volveré tu superior.
No pensaremos por ti, no haremos muros a tu alrededor.
En la contemplación torna a la alegría.
El verso es un saludar, brilla en consciencia,
Cual el ver de la piedra o el monte hacia la nube.

Y a cada instante algo se está volviendo lumbre.


Observa, deja a un lado los prejuicios.
Una caricia, un ritmo: La pausa entre el sonido y la ventana.
El estallido de la flor cuando se abraza a la luz,
El suspirar de las olas cuando se nutren de la noche.

Así, por ese repentino rumor


De relámpagos y encinas,
Podemos conocer el rumbo del electrón en la pantalla
O la sinuosa ruta de la imagen en tus ojos. Eso no es todo,
Pero ante la inmensa pregunta que plantea cada cosa
Puede serlo.
Una a otra van ligadas, uno a todo, causalmente.

Nombro esta ansia: llamar a ese Espíritu,


Hacerme uno con Él.
Reunirme nuevamente con el sol, amar
Con lo sin fin de cada astro.
Beber en su hálito la flama que en tu cuenco pueda despertar,
Que saborees, que gustes el grato aroma de la luna
Cuando el sol también está y todo a una inefable presencia
Se va entrelazando.
Todo es un decir celebrando. En el tono
Está lo importante, lo sugerente en la cualidad de la inflexión,
La diferencia entre lo visto y lo escuchado: el puente
Entre los ojos y el oído.

Debes saber que en la pupila, su oscuridad,


Congrégase la semilla de mil nombres, crecen serenos
Los suspiros y el fuego oscuro derramado en la rosa.
Sin competir, sin desafiar con estruendos las miradas.
No se yergue sobre otros, nunca combate.

Luego de todo aquello nada sabemos, sólo siente


La complacencia de estar de cada cosa, la bella forma
Que adquiere el agua en las orillas, su danza irrepetible.
Un poco de eso está en tus ojos,
su cimbrear y su aleteo
También anida en cada mano, siempre que palpite
Tu corazón como un único encuentro en el instante,
Como un sabor que en cada aliento se renueve.

La vida hace mucho que empezó,


Estamos en el océano.
3

Lo que ves es cómo lo ves.


Y en esa singular visión las visiones. Una a una concuerdan,
Aunque distantes.
Lo que ves no es sólo lo visto.
Es lo que detrás te va llegando: un abrazar.
Estás envuelto: un recordar. Estás atento.

El sendero no es otro que el servicio a la gente.

Que no te dividan en dos. No temas,


Eso es poder.
El poder desea que le temas,
Eso no es el universo.
No ejerce el sol sobre la luna un dominio. Sino
Que a su resplandor el arco sigue y los planetas
Son los destellos de ese canto. No te animes
A tejer en los que velan algún nudo de querencia
No es ésa la vía, no es el corazón hecho para el miedo.
No repitas el mismo comportar de los que viven
Enlazados por un signo, una palabra y se hacen eco
Mental de aquello que despiertan: lo que ríe es un manto
Luminoso y amarillo. Te reaviva y te conduce.
Por eso amanece,
Por eso oscurece.
Así lo vivo vive,
Así se anda en su mirar cantado la infinita posibilidad.

Y lo imposible una señal de que se está por el sentido,


Se está muy cerca, mas nunca se le alcanza, ¿qué medirás
Qué lumbre o sueño o angosta majestad es lo que pesas?

No te enfrentes a nada que se agite o te revuelva.


La música se esparce como ondas en el agua y el fruto
Permanece fresco ahí en la rama. El cielo otorga su color
Y la mañana es una hermosa princesa que no duda.
Sus brazos cobijan lo viviente y le hace ofrenda
De puntual esplendor cuando aparece y todo empieza a despertar.

Amando un poco más las cosas, la piedra, el árbol


El verso retorna al corazón y el sonido, eso importante,
Cuyo tronco es para ti una puerta, o una dorada espuma,
Va declarándose en el aire y entonces confiando le pronuncias
Mientras el sol sigue buscando y las hojas renacen a otro verde.
En ese momento sabes que hay voces en el viento y en la tierra.
Las escuchas, pero no con alarma, no con prisa. Esperas
El rumor de aliento, el entusiasmo, la risa verdadera.
Y las flores del campo. Con ellas nos iremos. El sol sigue
Su camino por el río y la ciudad. No te pierdas
El paso entre la nube y tus pies.
Es también la cuerda entre el gigante y la tierra.
Asciende, que el corazón te lleve
Lejos donde hay cima sin neblina
Y reposa hermoso aquel palacio.
El sendero no es la exterioridad del signo, en él tú no buscas
Ser contemplado por el rito, la presencia de lo fabricado.
Es la comprensión de tu lugar en este gran lugar,
Hacerse acorde al movimiento de la luz.

La humildad de la flor cuando le acaricia el rocío.


El paso de la gota en las cenizas del cielo, ya de noche,
Pronto, pronto se hará perla, ha tocado a la puerta
Y en el umbral se han abierto con ternura las certezas.

Ver y darse puede ser la vida.

Una araña en el agua, el pino en la ventana.

La noche de tu amor con su esplendor.


El hilo de oro de los mundos.

Y la luna una caricia en la penumbra.


Tu mano,
el claro movimiento, la sonrisa.
Una canción: la copa, el cristal y la estrella,

El rostro,
el mar, cómo decirlo.

La luz negra, la luz blanca,


la luz y el aire.

Sueño tus ojos: la noche del bosque.


Si me siento estoy atento al segundo.
El segundo no existe. Me lo vuelvo a decir.

La luna, tu cuerpo en la hierba y el manto.

Mientras va llegando el crepúsculo


Un ave atraviesa el cielo,
Va de un edificio al árbol, no sabe de cables
De metralla.
No le abarcan del todo mis cinco sentidos.
Viaja.
Inmensidad del gozo.
¿Cómo ríes? ¿Cómo cantas?
.

Estoy cantando y ríes.

Cuéntame cómo el verso hará del corazón un templo


-¿Para qué? El corazón ya lo es.-

Cómo devolverá a su centro el hálito de amor,


- ¿No está el amor en todo? ¿No se mueve siempre el centro?.-

Cómo en toda su andadura le traerá el recuerdo y buscará


La altura de los gestos y el resplandor en la mirada.
- ¿A qué tanto buscar?, enciende la vela, cuenta.-

Dímelo ahora si estoy apto asir ese camino


Claro, prístino. Reunir en una esfera lo disperso,
Incorporarla, renovarla, expresarla claramente.
- Una figura alada duerme en los restos disconformes
La excelencia es el sello de su forma.-

Ahora apremia tal sentido, ahora se clama lo perdido.


- Ustedes en vuestra inquietud, algo intuyen.-

Y tú, verso de vida, que nos tocas y sustentas,


Verso de amor que nos encuentras y acaricias...
-¿Empezará la dicha con sólo nombrarla a abrir los ojos y mirar,
Abrir los poros y escuchar la luna y otros astros?.-

Pero no es ésta la cerrada dimensión, el tedioso divagar


Por las calles sabiéndose ya muerto, no es posible
Tanta novedad de estrellas para ser un grito, una jaqueca.
Que se pierda en los silencios de estorbados edificios.
O escupir sin dote de lumbre en los jardines y decir
Que nada nos atiende y nada atenderemos como obsequio
Al viejo dios cansado de los libros y los hechiceros.
- En eso todos coincidimos, persevera.-

No puede ser tanta maravilla dentro, fuera y en los lirios,


Una vez que vemos uno, no soltar la risa amplísima,
Aligerar los pies y aliarse al aire con ahínco como pluma
Cual si supieras ciertamente ya no estar perdiendo.
- Si tu corazón despierta al amor, gusta de sus besos.
Todo tu ser es hilo de ellos.-

Sé que estás ahí y me estás escuchando.


- Eso es cierto.-

Sé que has mirado el pasaje de las sombras en la noche.


Sé que mi casa ha ardido y mi comida se ha hecho tierra.
Sé de mis manos, mis piernas, mi lento levantar.
- También podrías hablarme de tu pena, tu camino de espinas,
Tu poca paciencia cuando la descubres en los puentes.
Y aún con eso si este aire percibes celébralo, eso es saber.-

No vengo a escribir de mí, sino a preguntarte


Cuál de tus dos ojos tiene un nombre sin fin.
Cuál de tus dos manos recibe sin derroche el brillo
Del día y la frescura de la noche.
-¿Estás harto? ¿Miras con deleite aquel cuchillo? Tómalo
Ve a la tierra y abre un surco, respírale hondo, sopla.
Todo el cielo se derramará contigo. Convócale.-

He venido para que me respondas: de eso depende hoy la brisa


De eso puede que disfrutemos o no este universo.
- No estás aquí por ti. Te hemos llamado
Y aunque las luces todas, de lunas y de estrellas, se apagaran
Nuestra luz verías encendida, de incandescente corazón.-

El mar es el misterio.

El agua es bella.
Su belleza nutre la vida.
Nutriendo la vida el agua se hace corazón.
Resonando en el latido es la visión y lo visto.

Un bosque ha nacido y un planeta


Y todas las demás estrellas. Un cuerpo es una caricia.
Una sombra ha brotado de su movimiento
Ha emergido en su torrente de espuma.

Cómo despertarás cuando regrese


El ala oscura de los enramados y sus puertas.

Cómo nacerá de vuelta en ti la chispa de los días.


Aquella de la mirada alegre, del color en los labios.

Aunque corras y escondas todo rostro, aunque te escurras


Y el cuerpo se haga pequeño o polvo o fuego, no podrás
Del agua escapar, convertida en rayo por la luna,
Convertida en heliotropo por el borde de los espejos.
No tendrás alternativa, ni siquiera huir.
Estás adentro.
Ni madre ni padre para decir no quiero.
Ni las manos del hermano ni su rubor con llanto.
Ni ella ni él ni los caminos ni las olas ni el bajo muro.
Nada. No podrás hacerte invisible a nuestras lenguas.
Ardiendo,
Sin calma en los balcones, o en la desierta calle.
Sin apuro, en la estrechez del músculo y el hueso.

Del pozo ha brotado.

Se ha quedado noche, no se pierde.


Pero sabe qué es la lágrima en el sudario, la frente
Enjugada entre los dedos.
Un día estará el sol
Muy alto en la ventana de los edificios y la gente
Sin sangre en los talones danzará encantada.
Y el corazón dirá sus nombres: un tesoro hallado
En el caldero de los trenes. Y se hará perla el rocío
En las flores hechizadas por la aurora. Está pronto
El silencio que te envuelve para el canto, el susurro
Que te llama para el eterno brillar de las estrellas.
En ti se hacen las almas un sonido.
En ti habrán de reunirse en un centro y seguirán
Su viaje hacia destinos infinitos, innombrables.

¿Nos dejarás tus joyas como flores bajo el sol?


¿O buscaremos una brizna de hierba que te siga?
Eso lo puedes preguntar y está la torre cerca.
Si observas, te detienes en la franja roja del horizonte.

La sombra de los árboles ha crecido y el agua


Se va volviendo oscura,
el sol desaparece.

Cada día más los hombres hacen de la tierra un lento,


Pero cierto barro enmarañado que desean de fuego.
Lo que desean les es concedido por el cielo.
El cielo es generoso en cuanto al deseo persistente
Se refiere.
Eso que llaman carácter, siempre otorga
Su fruto cual una antorcha que prende en la paja
O una ciudad cubierta bajo la sal.

Sé inocente, no pierdas la dimensión de lo imposible.

Pero el cielo concede


En su infinita generosidad una caricia, un gesto
Que trae a quien le sueña una guirnalda de rosas
O una esmeralda tras la piedra.

Lo que sabemos es muy poco,


Comparado con el pintor, la pintura y la tela.
Somos trazos que andan esperando
Algunos la palma imaginada que no llega
Y los otros el verse como en oro en las estrellas.

Comprender que eso no es real es lo urgente.

Del barro nos cuentan


Empezó todo hace tanto.
Tal vez deseamos sin saber volver al barro
Para ser nosotros los autores de ese otro comienzo.
Mas es locura que sólo la sombra se haga
Fuente de los brillos.
En todo caso en lo oscuro está la semilla.
En la oscuridad anida la raíz
En ella también se muestra el agua.

Aún lo oscuro se niega a ver el hombre.

Si lo azul deseas transformar en rojo,


Te será dado.
A quienes esto reciban, nosotros,
les pedimos calma.
Su piel transformarán también para esa luz y ese otro aire.
Otro color tendrá el crepúsculo y la luna.
Y una gota de agua será como el beso de la amada,
Un resplandor, que se derrame en vosotros cada día.

Habiendo anidado desiertos


El desierto vendrá.

Y en sus arenas contemplaremos,


Sin mediación que nos distraiga,
El curso de la vida renovada.
Tal vez ahí demos por fin un Sí que sea cierto.
Y nuestras espaldas se doblen hasta el suelo con respeto,
Con alegría miraremos la vasta duna que circunda
Lo que antes fueron las ciudades.

La gente se agrupará y sabrá del viento, volverá el saber


Que se daba con la luna y otros astros.
Se exhalarán de memoria los poemas, volverán los cuentos
Y el empeño de leyenda también volverá.

Lo más importante es que retorne el aliento


De aquellos que se fueron cruzando los ciclones.
Y dejaron en las piedras su rastro de viajeros.
Cada quien es uno de ellos.

Pero debemos seguir, permanecer.


Aprender de este planeta la preciosa gentileza, el aire
Que a todos se dispone para hacerse alma.

El verso ha de mostrarnos su origen en el agua.

Ciudad del Agua

y confiando en lo divino se aplicó a la labor.


Pítica, IV
Píndaro

jugar, jugar, jugar.

Jorge Eduardo Eielson

8
Luminosidad del fuego,
Recuerda la oscuridad del agua profunda.

Miro el cielo, también las flores por ambos lados.


Algo para decirte: La copa de los árboles verdes.
La estación del tren más allá.
¿Y por qué? ¿Sólo por gusto estas palabras?

Tendrías que llegar al centro.


En el rumbo de los ciervos o de los enlutados.
Abrir un periódico, mirar la sangre,
Recobrar el sentido luego de los misiles, los incendios,
La destrucción del instante por la palabra que miente.
La tristeza de ese amante encarado a la noche.

Cuidado con el cable. La chirimoya tiene buen precio.


El carbón, la cera para los vecindarios, el arpegio
Establecido de los guitarristas.

Todo tiene su signo, todo te está hablando, te conduce


A que algo dentro, en tu cuerpo, se despierte.
.
Por eso es importante
dejarse de conclusiones y mirar.
Establecer en el sentir el vínculo de lo percibido como un manto

Si te resfrías, nos reiremos un poco,


O nada de nada. Hay más de dos chances:
Un sí, un no, otro que no se deja ver
Tan facilmente.

Si te resfrías, diremos que es un nuevo virus.


Tal la cuarta posibilidad, y aislaremos ciudades
Y el precio de la carne caerá, y el precio de la legumbre, del aceite
Será el apropiado.
El manto es la permanente urdimbre de las cosas,

Una que sueña, otra que destella, pero ambas son luces.
El manto también es la percepción de que te sabes hilo.

No obstante hemos empezado con este cuadro:


Los zapatos en la avenida, el carro, el bus, la combi.
El todo Pardo, el todo Ayacucho, el todo Arica.
Las huelgas, el complot de los armamentistas,
La rutina de los serial killers, los quince minutos de fama,
El negocio impresionante de los fármacos en la tierra.

Tú: la sonrosada claridad, ése es tu cielo.


Este es mi cielo. Entonces te podría preguntar
El brujo ¿Y cuál tu cielo? El brujo podría también
No preguntarte nada. Tú, solitario. Tú, argonauta,
Tú, cobrador, con las medias desde el viernes.
Te podría ni sí preguntar ni no preguntar.

Las palabras tienen su acento,


la cumbre de la respiración, su recuerdo
En la repetición se va tejiendo,
no es la misma, es otra
La sustancia de las letras.
El sonido tiene un eco en todo lo que existe.
Soltar la pluma, arrojarse, entregarse.
La felicidad está en el servicio,
También en la luz reflejada por los ventanales.

Marchémonos, ven conmigo donde se gesta el cenit.


Vamos con las huellas de ese dragón,
No te asustes de este sueño. El color azul no es de la muerte.

Ni el negro ni el rojo ni el blanco ni amarillo.

Podrás haber quebrado alguna vez la realidad.


Haber rendido el corazón a la vanidad del mando, la opulencia
De los que aniquilan lo sencillo y se hacen parte de esta extraña inmersión.
Eso no importa.
La transformación es del instante.

Esos hálitos dorados por el suelo, la pista, el auto


Los túneles bajo la montaña.
Y te has quedado completamente detenido.
No hay intención en el metal de irse.
A cada paso más no sabes, a cada respuesta un abismo.

En realidad has considerado siempre


El destruir como un renovar, un purificar.
En eso has fundado tu combate con el cielo.
En ello te has hecho el inventor de esta guerra.

Y te desgarra no entender,
No hay sencillez para vivirlo.
Va más allá de la claridad de tu ciencia:
La íntima e intensa incertidumbre.

Incomprensible. La piedra, el movimiento, este boulevard.


Desgrana el rosa de esa letra, el verde, siente
El ritmo de amor en cada pincelada, las vocales, esto les fue
Otorgado en el principio, y era la más sutil de las ciencias.

Los niños muerden el polvo de los maceteros.


No visitan las ventanas. No hay venta en el vidrio.
De ahí que insistamos en la importancia de mirar
En cada ser la trama del tejido.
No como una
Estructura acaparable: ni la cercana viga es tan cierta.

Lejos el sol.
míralo,
la tierra gira y otra luz le acaricia.

El madero en esa puerta te nombra. Percibe.


Te importa poco el cristal.
- No, algo.-
Te importa demasiado la grasa del muro.
- No.-
La persiana se ha llenado de arena.
Escóndete para los felinos: el blanco, el negro.
Si muerdes al alfil, muerde a la reina.
Si lo deseas puedes tú también girar.

Los pareceres surgen de ti, los juicios.


Te mueves en función de esa trama y no despiertas.
Te acostumbras y tus riñones se hacen dolorosos.
Cedes y tu color transita el amarillo, el rojo.
Sigue buscando. Identifícate: sé lo que eres.
Canción de olas sin clavos.

La fantasía es el principio de la realidad.


Y la realidad es un torpe reflejo de la fantasía.

Los miedos también surgen de ti, todos los temores:


Una justificación. Comprométete, el día es hoy.

Y tú eres Él, pero no eres Él.


Vuélvete espejo.

El caso es que comprendieron al llegar.


Miraron el crepúsculo. Juntos, las manos cercanas.

Si continuáramos con las palabras, volverían a su brillo.


Pero ésta no es más que una entre mil cosas posibles.

El gusto de los amantes lo beberás sólo de sus labios.


-¡Qué bueno¡ ¿Verdad?-
Apura la calle, el vino apura.

Si pudieras en este instante, te irías a dormir.

Cerré la puerta, el edificio también verde, algo sucio.


¿Sabrás leer el signo abierto de las hojas?
Sólo tengo confianza en el vino

Las aves pasaron sobre nosotros. Es temprano.


Eso no cuenta para las palomas.
Caminan, miran
vuelven a volar.

II

La anciana ha llegado. Sentada, elevada en una silla.


Penetra el recinto y habla de sus huesos.
Intente caminar, señora, hágalo.
No se enoje, mujer. Usted, señor, ¿qué le sucede?
Mientras espera recostada el albor la no dormida.
Pronto, llevadas las piedras, habrá jardín.
Si Él lo quiere habrá bosque.
No te enojes, anciana.
Lo que duele es no dejarse enseñar por este hilo.

El viento trae su máscara azul, es mediodía.


Las cien reuniones, la barrera de la fuente, la ruta del agua.

En esta casa el fuego nace del jardín.


Te invita, entra sin excusa de sombra.
Un vínculo.
Su calor está en tu espalda. Su calor,
En tu vientre.
Te has hecho sordo. Eso es lo que sucede.
Te has hecho ciego a la herrumbre de este clavo.
Evitas hechizarte en su quietud. Lo ves sin alma.
Al madero el metal lo corta. – Le doy cita a las 3.-
Tres hombres en la sala: Sonido de martillos.
También el piano. Calor.
Divina indiferencia creativa de la tierra.
La primavera es para ti que eres feroz.

Fulgura la duda. Y el tormento deviene acorde.


El vagabundo se sienta.

Ya no sigamos con el todo cuba. El cobrador es silencioso.


Las hojas secas sobre la hierba.

A lo largo de la vía central. Palmeras,


Altas compañeras. No te veía.

Hemos emprendido la construcción de una estancia.


Prescindiendo de las semillas. Hemos buscado evitar
Como sea mirar los ojos oscuros de la niña en la banca.
- Si eso te contenta todo marcha.
Si eso no te contenta ¿Qué le vamos hacer?-
Aparece, si te fijas, aquella criatura,
Pálida y frágil se dedicaría al bosque.

¿Te admira esa tupida sombra?


¿Ese verde que se congrega en la cabeza de la noche?

Sigue observando. Busca.

III

Va a ser medianoche. Una aguja no es un número.


Redondo. Te lo explicarían la posición de las estrellas.

Millones son los que con ella intermedian el sanarse.

En la ciudad donde respiras el día empieza.


Dos agujas y dos números. Se acerca el sonido
De la campana. Muévete. Recibe la luz nueva
En tus pupilas. Clara, la luz tiene su ritmo.
Cada quien descubre un hilo con sus voces.
Tu pecho tiembla, acógele.

Muévete. Si estás en la ciudad, toma nota:


Esos rostros son también la música
Que clama río, que clama monte.
Que clama una estrella amante en cada altura.
Todos caminando. Desamparados, desvelados, desventurados.

Tu nostalgia será la del vino.


Déjalo ser recuerdo.

Tarde del viajero, ilusionada brisa


¿Nadie habla de ellos?
Es el violín, también es el jardín.

Te parecerá todo muy poético. ¡Muy sentimental!


Tienes el manto en la cintura y sigues pensando.
Tal vez prefieras, luego de todo, mirar la sombra
Como si fuera sólo sombra.

No te olvidaron los que antes de ti vinieron.


Ni eres el primero, ni el segundo, ni el último.

Vuelve a llamar a las flores por su nombre,


Por si ellas contestan, aunque antes no lo hayan hecho.
Vuelve a pensar la bendición de cada lágrima.
Plena de vida, de ilusión.
Ojos nublados al alba. Deja que Su fragancia te cobije
Te dé aliento redentor para tus luces.

IV

Estás buscando un amante.


Eso te aflige.

Tratemos de encontrar por qué insistes en la lucha,


En el combate.

Estás bebiendo bajo la luz blanca y no ríes.


Eso te duele.

¡Deja de fingir¡ Los puentes son naturales.


El colibrí, la fuente.
Tú viajas en un templo.
Ahora sí estás diciéndote a ti mismo: mejor me voy.
Mejor les dejo y no me alíneo. Imbrícate.
Mejor aún: date cuenta.
No hay enemigos. Eso tampoco te lo crees.
No hay camino permanente en este océano.
Gira. Gira. Gira.
Guárdate lo que no tengas. Lo otro entrégalo.
Siguen caminando en esta ciudad. Siguen
Caminando en la ciudad.

Estás ahí, pero no eres de ahí.


“Estoy aquí, pero no soy de aquí”.

El verso está a tus pies, sobre tus pies.


A la diestra de tus pies, a la izquierda.
Adelante, detrás. El corazón siempre es el centro.

Sigo bebiendo y el licor es tibio.


Hay ardor y hay arte. Percibe el ritmo, tal es el sentido.

Recreamos, en esta solitaria quietud,


Pon atención al fuego.
No escribo aún desde el exterior al corazón.
Escribo desde el corazón al borde, al viento.

Mas si queremos completar este poema,


Que se insinúa en los rieles, sin ferrocarril, del humo;
En las cortinas, sin muralla, de las torres,
Bastará con hacer de nuestra venia un llamado a cada rostro
Que haya encontrado en el mar su cotidiano elemento

Sorpréndete, también es un diamante enamorado de los peces.

Canto para la designación apropiada de un matiz de aromas.

El viaje de la luna es breve. El alcohol, la sinrazón son breves.


El velo tras la lengua y su candor amarillo es breve.
Todo lo que podamos dar es breve.
Pero en la fuente cuando llegas al aroma lento del agua.
Cuando en el borde el estambre de las colinas se revela,
Entonces ves que la montaña se hace nube
Y que la voz se hace caricia.

Ni la nube ni la caricia son breves.

Tú encuentra el sol. Te encuentra la celeste variación.


Y adelante las rosas te sonríen con la llegada del crepúsculo.
¿Cómo recordar la viña?
Está la chispa del cielo en los racimos.
Los árboles que observas te invitan a otro canto.
La tierra bajo tus pies está latiendo.
Deja el grito y el lamento, la terquedad y la duda.

El silencio también está en tus pies.


La humedad del gorrión y la columna de la piedra.

Reconócete un viajero, un bebedor


Del luminoso enjambre.
La sombra del monte tiene sus doncellas.
Y la luz del monte corceles para la danza.
Tampoco es breve el pino, ni la araucaria ni el cedrillo,
La luz sobre la hoja que me lleva a tus labios;
La música en el aire que me transforma en tus ojos.
No es breve el sonido de tu voz haciendo del caballo unas estrellas.
Volviendo el agua en la mirada de un niño.

Porque pasamos como espigas sedientas


Cuyos rostros no se escancian el delirio del día
O la placidez de la noche.
Y entonces pasamos sin atender
Cuán pronta está la palabra de la arena, el cactus y la hierba.
La palabra de los postes y los cables, la palabra del río
Y los altos edificios.

Ya está cediendo la tierra el suspiro hacia la noche.


Muchos tienden la frente hacia la piedra
Recuerdan la inmensidad del sol llevando a sí
Todo el horizonte.

Al día decimos adiós, pues no fue breve


Si se ha concedido embriagado por tus ojos
La música secreta a un corazón asombrado.

10
Canto para el mimbre que se halla en la arena

Estamos en el desierto,
No esperes florestas, no marcas de cigarrillos, no carteles con autos atravesando
el cuerpo.
Ni esperes el rumbo de lo concertado o el tamiz de los planes,
Aquí se olvida todo aquello.
Ellos vinieron antes y ahora no siguen siendo ellos.
Te preguntarás por su sombra o el caudal de sus canciones.
Te digo que permanecen, te aseguro que están contigo. Vuélvete.
Escucha a quien de verdad te dice lo que te ama
A quien te acepta como eres, sin usurparte,
el desierto no te quiere para sí.
Sé tú tu propio ser. Ese es el resplandor del desierto.
Aspira a culminar en la rivera, exhala el perfume del cielo.
Los muertos dónde están. Ya no los ves.
Los muertos con sus corazas, sus costras y sus huesos molidos,
su cavidad de polvo.
La mano tierna descúbrela.
Está el manto majestuoso del sol.

La poesía del silencio. Ella se expresa y te resuelve, te calma y purifica.

Sobrevive con la nostalgia de lo que viene, con el duelo


de quienes se vieron arrasados
Durmiendo por las bombas sin lluvia.
Sobrevive y cuéntalo, para que no vuelva a ocurrir.
Un medallón que nadie extinga en ningún fuego abierto a la codicia.
Sobrevive y siente con tu voz cómo se alían otras voces.
Que la vida está siempre volviéndose inspirada hacia tus ojos.
Es fácil recordar la bóveda vacía que teme el corazón.
Esa te alimenta, te llama a lo que puede ser.
Ve el día, tiene más tiempo:
lo imposible es lo verdaderamente posible.

También lo imposible es lo real.


Mas no le atrapes, ve, porque el Amor es peregrino, cuando
Te dice Estoy aquí, es que ya está partiendo,
no le ates, síguelo.
Y no pretendas haber cazado al oso sin siquiera verlo.
Si te crees triunfante te engañas, es el impostor quien juega con el mundo.
Ve las cosas como son, no busques la oreja entre los pies
Porque entre los pies está la tierra.
No busques los dedos en el pelo, porque están con cada mano.
Sé como el suelo paciente y dispuesto a recibir las pisadas de la eternidad.
Exalta lo que puedes llegar a ser, Amor del ave y del comienzo del vuelo.
Sobrevive. Hazlo, vierte el canto transmitido de los siglos,
Acude al niño y consuélale, sus ojos te anhelan.
Este desierto tiene tantas voces, ocúpate de su silencio.

Destino

La liberación: Hsieh
Chen, lo suscitativo
K´an, lo abismal, el agua.

Es propicio el sudoeste. Si ya no queda nada a donde uno debiera ir, es venturoso


el regreso. Si todavía hay algo a donde uno debiera ir, entonces es venturosa la
prontitud

I Ching

11

Te había visto en la calle.


Contemplé tu rostro y recordé
Que nada crece sin un puente,
Una rama de agua que se albergue en las estrellas

Por eso, cuando te evoco estoy viajando.

No me atreveré a decir
Cuál de los cielos es más profundo cuando se esconden los oídos
Cuál de las dos manos tiene perlas.

No tenemos miedo del encuentro.

Somos parte de la lluvia, de su canto.


Parte alegre de la nube, hondo respirar
En las vasijas del mercado.

La libertad viajera de los mantos vendrá.


Y danzaremos en los perfiles cariñosos del jardín.
Algo que no se encuentre, eso deseo.

Cantaremos, cual los niños, el poema.


Porque en la amplitud del canto hay tantas formas
De intuir con melodía la presencia del Misterio.

Entonces diremos con ansia de suspiro


Que nos sueñe el Soñador eterno de los hilos.

12

Canto para el destino volviéndose una voz

El mensaje ahí está, acogiendo, alentando.


La calidez vuélvese a sentir, el pálido aroma:
Esa otra nostalgia.

Y que de lo mucho guardado algo se transforme,


Mute y se transmute, una nueva
Nenúfar que sonría en el canasto.
Un nuevo corcel que se acerque desde lejos.

La calidez es un rayo deshaciéndose en el agua.


Presto a la suavidad como al susurro.
Nunca en jirones o trozos inconexos.
Sí en alforjas que aguardan un sonido, un verso.

De esa forma puedo empezar a sentir


A dejar que se abra el corazón tan silenciado, tan en su muro.

No es solamente el brillo de la vela


Lo que alienta, sino el candil mecido por el viento

Así, luego de haber andado en el bus durante horas


Por la tarde empecé una nueva forma
De sentir el manto. Me dije:

“esto es un bosque”

Y de inmediato vi canales fluyendo entre los vidrios.


Me dije:

“esto es el mar”

Y al momento sentí un edificio doblarse y regresar.


Pregunté al jardín por su riqueza
Y las rosas exhalaron su perfume divino.

Marché, fui lejos y no sabía a dónde.


Tenía en los pies la inquietud de los caballos
Y en los ojos el anhelo del dragón.
Casi pierdo uno de ellos por no querer mirar la luna.
Pero el camino de las hojas es lento y precioso.

Yo seguí cerca del río, abandoné ciudades


Y me interné en lo profundo
De la carne que suscitan los poemas
Como un canto diurno a la espuma de las cebras,
Al mirador de los castaños y a la suavidad del olivo.

No había comprendido antes


El amor de la liana por la penumbra
Ni la claridad del pétalo que aguarda la mañana.

El sol en mi ojo recuperó su luz.


Se había transformado la mirada en cosmos

Por eso,
Mirar adentro y mirar fuera: una estación,
Un movimiento.
En cada paso, siempre su respiro.
En cada nube los ojos vuelven
y en las flores
Sentimos una casa cercana, una caricia
Para el corazón que dance, para la mirada ardiente y todo
Esto es sencillo si lo observas, si en ello estás
Es magia,
si a ello asistes te puedes encender.
Lo único que no puedes dejar es de irte
Con las manos abiertas y el rostro complacido
De saber atesorar con gozo un sueño
Para volcarlo al duende que remedio pone
En las espaldas y descubre con dulzura
Tus alas y el sonido de tu canto,
todo en un instante.
Aunque te hayas encontrado en los fusiles
Y derramado con la sangre el oro de otros seres.
No te despojes de tu natural resplandor,
Es momento para el retorno.

Si el resplandor del palacio nunca se extingue.


Aquí en la fuente del agua,
Aquí en el mar luminoso.
Y la puerta jamás se ha cerrado. Regresa,
Por la visión de lo bello o el escuchar de la virtud,
Por la atención que prestes a los signos o a la miel
Destilada de unos besos o a su sombra,
lo mismo es
Si en ti el pulso tórnase en el fuego y la sonrisa
Te hace más cercano al corazón del mundo.

13

Érase una vez


Un hombre que se recordó niño entre los destellos y la neblina de una vieja ciudad
Y los crepúsculos y los desiertos y las arenas y los lentos edificios.
Se había recordado como la sombra del ciervo intuye
La luz que le comprende y le delínea.

Su corazón, lo entendió mirando largamente el firmamento,


Era el de un mago,
Una cuerda vacía anudada al fuego,
Un recipiente oscuro enamorado de la luna.

A veces esta cuerda se hacía transparente,


Invisible,
Como el sonido dorado de un animal en el cielo,
Y otras veces flexible,
doblábase vuelta mundo,
Nudo o punto.

Y se posaba sobre la letra “i”


De cada respiro
Con su perenne acorde de melancolía y de fiesta.

No supo bien cuándo se presentó aquella imagen.


El hombre recibe su recuerdo más puro como una lluvia repentina
Y la carne que es alma y el alma que es el mismo espíritu
No se resisten a danzar.

No supo bien cuándo


Pero el destello aguijoneaba insistente
Y el aroma del olivo y el mar le llamaban.

Una tarde vistió de rosa las nubes,


Con una gran sábana blanca se hiló piel con piel
Con el jardín.
Las amarillas flores sonreían
Como lo habían hecho desde el alba.

Apenas la primera insinuación de ese recuerdo basta


Para que el sonido de un verso te pueda salvar la vida,
Porque el sonido del verso es también la vida.

Apenas basta, si te toma,


El canto ligero de ese retornar
Para verter como un gesto fundido
Tu sueño al sueño de los otros,
Tu hambre al hambre de los lirios,
Tu amor al corazón del agua.

En la medida que fue haciéndose grande,


Por ese ritmo infinito de los astros,
Se fue gestando cada vez más niño
Y jugaba con el verso como quien desvela nudos.
Jugaba con los nudos
Como quien va trazando esferas.
Jugaba con las esferas como quien vive atento al sonido
Del agua en el ombligo
O al palpitar del corazón cuando no hay luna.

A los ojos de los hombres un viaje puede parecer muy largo.


Mas es un parpadeo de luz, una bocanada de humo
Para las montañas y los ríos.
Sólo un momento para las estrellas.
Casi una nada en la fuga majestuosa de las constelaciones.

Venimos
Como quien llega desde el vacío, la luz negra,
Y expresamos en un verso toda la energía y el abrazo
De los labios cuando se humedecen por reír
O de los ojos que se nublan en la calidez de la brisa.
Y todo porque tal vez la brisa no sea solamente brisa
Ni la risa sea solamente risa, sino
Algarabía de arena hecha manto de luceros,
Algarabía de luceros que se vuelven a la noche.

Mas el poema del artista, de la artista,


Que se sabe niño y fulgor y sueño
Es un viajero de mundos, una palabra de misterio.
Es la quintaesencia del instante
Entregado como el aroma de la flor al aire,
También una noticia, una esperanza
De salud para los hombres.

Por eso sigue escuchando atento el sonido de las olas,


Sigue viviendo sin murallas
el encuentro de las aguas.
Sigue buscando el manto y su caricia.
Tal vez le encuentres y tú también te sientas brillo,
Viajero interminable en las estrellas.

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