Você está na página 1de 8

EL ÁRBOL COMO MADRE ARCAICA EN LA POESÍA DE GABRIELA MISTRAL

(1982)

Patricio Marchant

Nota general

La ponencia presentada al Primer Seminario Nacional de Estudios Literarios -que


reproduzco aquí, con ligeras modificaciones, pero con notas aclaratorias
importantes y, como se dice en la nota final, con exclusión de su última parte-
expone el argumento esencial que desarrollaré en un libro sobre la poesía de
Gabriela Mistral (Sobre Árboles y Madres), primera parte de un estudio filosófico
sobre la poesía chilena, El primer problema que precisa ser resuelto es por qué
surge en Chile, sin que nada lo prepare, al parecer, una gran poesía, una rápida
sucesión de grandes poetas. Explicaciones que hagan intervenir la "espontaneidad"
del "genio creador" o explicaciones de carácter sociológico (las segundas al menos
dicen algo, las primeras constituyen meros modos de hablar) deben ser dejadas de
lado. Lo único que resulta posible (es decir, más bien, necesario) es postular la
presencia, la acción -sin poder explicar su surgimiento- de una Forma Inconsciente
Generante que determina un "contenido latente", estructurado en forma articulada
y un muy diferente "contenido manifiesto" de esa poesía; una forma lógica que
llama ser recibida y que predetermina lógicamente lugares precisos, modos
precisos de poetizar. Ahora bien, el trabajo sobre la Forma Inconsciente Generante
debe partir por el estudio del árbol-Cristo mistraliano, objeto muy resumido de
esta ponencia, y de su relación lógica inconsciente con la estructura inconsciente
actuante en la obra de los otros grandes poetas chilenos. Hemos llevado a cabo
estudios -los hemos expuesto en conferencias, no en textos publicados- sobre
Gabriela Mistral, Nicanor Parra y Altazor de Huidobro. La estructura lógica de la
poesía de Neruda, por su parte, nos parece, con cierta certeza, corresponder
(insistimos: a nivel de estructura inconsciente), pero no adelantemos más por el
momento, con la estructura del discurso hegeliano sobre Egipto (1),

A Roque Esteban Scarpa se le debe, como es sabido, la publicación de los poemas


que Gabriela Mistral escribió en Magallanes y que permanecían inéditos. De esos
poemas nos interesan aquí aquellos -y son numerosos- que tienen como tema el
árbol. Para Scarpa se trataría de variaciones de un tema único: "la impiedad
utilitaria del hombre frente a la vida hermosa de la naturaleza, y sus consecuencias,
la mutilación de lo existente con su dolor que este hombre no entiende, en lo que al
árbol se refiere" (2). Particularmente importantes son las distintas versiones que
Scarpa publica del poema que en su forma final, tal como aparece en Desolación,
se llamó Arbol muerto. En dos de esas versiones primeras el poema se llamaba
Árbol Cristo, en una, y Un árbol-Cristo, en la otra. Y el verso, que en la estrofa
definitiva dice: " ... un árbol blanco roto /y mordido de llagas", en otras versiones
decía: "un árbol Cristo, un árbol /roto y lleno de llagas" o "un árbol Cristo, solo /y
mordido de llagas" o "un árbol-Cristo, roto /y mordido de llagas". Escribe Scarpa: "
... la relación árbol-Cristo... sólo se perderá cuando reemplace el nexo religioso que
plásticamente se le imponía por la imagen de su cuerpo roto y llagado; pero que
negaba su autenticidad por aquella adjetivación de seco y blasfemo..." (3). Es decir,
según Scarpa, a Cristo no le conviene, en comparación con el árbol poetizado, lo de
seco y de blasfemo y sí le conviene lo de roto y llagado; debemos pensar, siguiendo
la lógica implícita de su pensamiento, que le conviene por los adjetivos solos y no
por lo de un árbol roto y llagado. Para Scarpa no podría existir una relación
intrínseca auténtica entre e.¡ árbol como tal y Cristo, y jamás, en ningún caso, por
ejemplo, una identidad (4). Pero, como es evidente, negar una relación intrínseca

1
entre el árbol y Cristo supone, al menos, saber dos cosas: qué sea el árbol, qué
representa el árbol en la estructura de la psique y saber de qué modo, como qué,
Cristo afecta el alma del creyente o del hombre que pertenece a la tradición
cristiana. Pero, ¿quién sabe del árbol, quién sabe de Cristo? Supongamos que
podemos demostrar esta proposición: que la poesía de Gabriela Mistral poetizó
incansablemente y de modo originario, tal como nunca había sido pensado antes,
las nociones de árbol y de Cristo y la relación entre ambas. Esto significaría que no
se puede intentar comprender su poesía con conceptos que suponen conocido
aquello que esa poesía poetizó, que pensó, inconscientemente, por primera vez, y
de manera absolutamente radical. Proposición, suposición, que no es en principio
tan extraña o imposible si pensamos que la poesía de Gabriela Mistral no fue
comprendida -a nivel consciente, no decimos a nivel inconsciente- por sus
contemporáneos, por sus lectores, por sus críticos; tampoco por su creadora
misma. Y si pensamos, además, que esa incomprensión no fue un accidente
fortuito que le ocurrió a su poesía, accidente que pudo no ocurrirle; en realidad, esa
incomprensi6n fue una condición de posibilidad de su producción: de haber sido
comprendida esa poesía, porque inaguantable, no hubiera sido posible. Veamos si
es posible demostrar la proposición anterior. Preguntémonos por la poesía, a partir
de la poesía de Gabriela Mistral, no qué sea un árbol, no qué sea Cristo -estas
preguntas, formuladas en términos de lo que algo sea, de lo que algo es, adelantan
su respuesta, una respuesta metafísicamente determinada por la esencia- sino
preguntémonos cómo insiste en su poesía el árbol, cómo insiste Cristo. "Insistir":
es decir, "mantenerse algo firme en", "aferrarse a".

Ahora bien, si queremos trabajar la insistencia del árbol y de Cristo en la poesía de


la Mistral debemos buscar primero, de todos modos, otros apoyos, Intentemos ir a
las raíces del árbol. ¿Qué nos puede decir, por ejemplo, el psicoanálisis sobre lo que
el árbol representa, sobre el árbol como símbolo? El árbol para Freud es símbolo
fálico y como, ciertamente, el árbol que insiste en la poesía de Gabriela Mistral no
es un símbolo fálico, resulta evidente que el psicoanálisis sensu stricto freudiano no
nos presta ninguna ayuda en este punto. Pero lo que el psicoanálisis puede decir
sobre el árbol no se agota en lo poco y limitado que Freud expuso -lo que a su
nivel, por lo demás, es decir como símbolo correspondiente a la etapa fálica del
desarrollo de la libido, es ciertamente efectivo. Pero, en la continuación rigurosa de
Freud, en la serie de grandes psicoanalistas húngaros, en la obra capital, de 1943,
de lmre Hermann Los instintos arcaicos del hombre (traducida al francés en 1972
con el título de L’instinct filial podemos leer, aparentemente en forma accidental al
hablar sobre el origen del fuego en relación al síndrome del "agarrarse a", lo
siguiente: "En los sueños de los enfermos, el árbol representa a menudo a la
madre; la etnología, por su parte, suministra numerosos materiales que permiten
interpretar al árbol como el substituto de la madre" (5). En forma accidental sólo al
parecer. La empresa de Hermann consiste, en términos de Derrida, en proponer
"una deducción articulada, diferencial, concreta, de todos los conceptos
psicoanalíticos (al mismo tiempo reelaborados) a partir de una teoría del agarrarse
a (cramponnement), del instinto de agarrarse a y de un archi-acontecimiento
traumático de des-agarrarse, que construye la tópica humana, una tópica que no
conoce inicialmente ninguna "triangulación" (es decir, no conoce el Edipo) (6).
Aquello que es propio del hombre, según Hermann, es poseer un instinto primario
en estado inhibido, el cual, precisamente por su inhibición y los efectos que esta
inhibición produce -instinto insatisfecho que busca de todas maneras su
satisfacción-, se convierte en el instinto fundamental del hombre. El hombre, a
diferencia de los animales que le anteceden, no tiene una madre a la cual puede
agarrarse de modo de constituir -otro concepto fundamental de Hermann- una
Unidad Dual con ella: un ser que es único sólo cuando es dos, que está completo
como uno, sólo cuando es dos. El hombre sufre, entonces, de pérdida de madre;
madre, en esta teoría, es una noción absolutamente precisa a la vez que
enteramente nueva. En la serie de las formas de madre que el psicoanálisis

2
distingue (las tres formas distinguidas por Freud: la madre-productora, la madre-
amante y la madre-muerte que recoge al hijo muerto; la noción de madre de
Groddeck, como madre incestuoso -su interpretación de Siegfried-, distinta de la
madre como virgen y de la madre como amante que recoge el sexo del hombre
después del acto de amor -.su interpretación de la Pietá-, aquello que Hermann
entiende por madre es el sentido primario, más elemental, arcaico por
consiguiente, y que permanece, produciendo sus efectos específicos, en todas las
otras nociones de madre. Huérfano de madre, el hombre busca y crea objetos
substitutivos -su propia madre llamada madre real es ya un substituto- que sean
para él madre: objetos a los cuales se pueda agarrar, así la historia humana
consiste en la constitución de símbolos que intentan restaurar esa Unidad Dual
perfecta que nunca fue. El inconsciente humano en su estrato más arcaico sabe de
la pérdida de la madre, el abandono de la madre; el inconsciente es la huella del
abandono. Y tal abandono lo sabe y lo dice de un modo preciso, referido a un
momento preciso de los múltiples momentos del abandono. Ese momento, ese
abandono preciso, lo constituye la pérdida del bosque, bosque que se había
convertido en substituto de la madre. Cito a Hermann: "... la vida en el bosque, en
la selva, tuvo un fin traumático; ahora bien, ese traumatismo golpeó no al individuo
solo sino a la especie entera: el bosque se quemó (por el frío, agreguemos, no se
olvide que el árbol, el bosque, se queman, ya sea por el frío como por el fuego:
magnífica, porque fundada, ambigüedad del lenguaje) y el hombre tuvo que
descender del árbol" (7). Luego, separado del bosque, el hombre quemó los
árboles como repetición del traumatismo; la madre infiel fue, entonces, destruida:
venganza de los hijos y superación simbólica del trauma; al mismo tiempo,
resultado inesperado: el calor como substituto de la madre, como efecto-de-madre,
como madre, por lo tanto. Tema de la muerte por el fuego de la madre -el fuego
como abandono y castigo por el abandono, como símbolo de la liberación forzada
del hijo, o de su no querer liberarse; relación entre el origen del hombre
propiamente tal y el descubrimiento del fuego, el origen del lenguaje, el origen del
trabajo organizado y el origen de la sociedad: todos estos temas van juntos,
simbolizan juntos, se simbolizan (símbolo, en griego, es, como es sabido, lo que va
junto, lo que está arrojado junto). Este saber del abandono y de la madre
constituye el estrato más arcaico, lo repetimos, del inconsciente-. Estrato al cual,
por ejemplo, no llegó Freud (compárese su interpretación, que es fálica, del origen
del fuego) (8), estrato al cual llegan los enfermos mentales, pero también aquellos
cuya capacidad de penetrar el insconciente es enteramente anormal y que pueden
decir lo que saben en textos más allá o más acá de la calificación de textos locos.
Como los de Gabriela Mistral. Ahora bien, aunque Hermann diga que su método es
eminentemente comparativo, que "coordina los hechos obtenidos por la experiencia
analítica, por una parte, y los hechos sacados de la zoología de los primates" (9),
pensamos, sin embargo, siguiendo a Nicolás Abraham -a este psicoanalista
húngarofrancés se le debe el descubrimiento de la verdadera importancia de
Hermann- que otra cosa está en juego en la teoría de Hermann. Escribe Abraham
(no tal vez sin cierta exageración): "Se ve claramente que, una vez descubierta, tal
teoría tiene muy pocas relaciones con la observación de los monos antropoides o
del recién nacido humano, que ella no se inspira en los "datos" paleontológicos ni se
apoya en la neurofisiología, así como tampoco deriva de la observación de las
costumbres y los hábitos...” (10) El problema sería, en realidad, otro. Problema de
peculiaridad del lenguaje psicoanalítico, lenguaje anasémico en la terminología de
Abraham, que alude a aquello "sin lo cual ninguna significación habitual -ni en
sentido propio ni en sentido metafórico- podría advenir", lenguaje de lo anterior que
es origen de modos de hablar que pueden, ellos, ser formalizados, así, un solo
ejemplo, "hay" una relación Periferia-Núcleo que es anterior y que hace posible
todas las aplicaciones particulares (y precisas en su ámbito) de "periferia-núcleo".
Psicoanálisis como archianálisis, lenguaje primero de todas las ciencias, como
archiciencia. De este modo el discurso de Hermann sobre el surgimiento del
hombre, como historia del abandono y pérdida de la madre, como historia del fuego

3
y de los árboles no estaría reconstituyendo un primer pasado histórico del hombre
sino constituiría más bien, el poema del inconsciente sobre el origen del hombre,
poema que sería el origen de todo posible hablar sobre el origen del hombre.
Descubrimiento de ese poema que sería más importante -por su "presencia" actual
en el inconsciente de cada hombre- que la descripción histórica concreta del origen
del hombre -si esta descripción tiene algún sentido. Ahora bien, si para Abraham el
hombre, cada hombre, es "su" poema -que no es "suyo"- y si cada hombre vive el
poema que se cuenta, por su parte, la obra de arte es un poema mayor y por ello
-esto es esencial para comprender el sentido de nuestra tarea de interpretación de
la poesía de Gabriela Mistral- psicoanalizar una obra de arte, un poema, no consiste
en llevar al diván al creador, al poeta, sino como Abraham lo subraya con fuerza, de
lo que se trata es analizar la obra de arte misma para comprender lo que esa obra
produce, trae a luz, como producción mayor, nueva (es decir, como otra posibilidad,
otra salida, otra alternativa)" (11). Pero hecha esta aclaración fundamental,
dejemos descansar, soñar, a Hermann a la sombra de su árbol y a Abraham
soñando la suerte, la condición del poeta, del hombre como poeta.

II

Examinemos ahora qué pasa con el árbol en la poesía de Gabriela Mistral. Sin
duda, ningún objeto o tema, para llamarlo de algún modo, cualitativa y
cuantitativamente más importante que el árbol en esta poesía. Cualquier lector de
la poetisa lo sabe, debiera saberlo, en todo caso lo puede comprobar; lo que
importa es la recta interpretación de su sentido. Ahora bien, los sentidos del árbol
en la poesía de la Mistral son muchos y diferentes. Si como símbolo fálico tal vez
no aparece nunca sino implícitamente (en Éxtasis de Desolación), sí aparece varias
veces como madre productora (12), otras veces, como se le puede llamar al árbol
de Altazor, como árbol-jeune fille en fleur (13), otras veces como árbol-jesús, árbol
de Navidad (14), o como árbol-Erasmo, árbol de la cultura (en Hijo Arbol) o como
árbol del sentido, árbol-maestra (en La Maestra Rural), otras veces como leño que
arde como símbolo del hijo, pero sobre todo, y fundamentalmente en Desolación y
en los poemas escritos en Magallanes que permanecían inéditos, como árbol-
madre-arcaica objeto del instinto inhibido del "agarrarse a", soporte, complemento,
Unidad Dual con el Hijo. De modo tal que la insistencia en este árbol-madre-
arcaica define la primera poesía de la Mistral y al mismo tiempo define su poesía sin
más, pues las otras formas de árboles se derivan o deducen del árbol-madre-
arcaica, como es el caso también de la última forma del árbol a la cual llegan los
textos de Gabriela Mistral: el árbol-Goethe (15). Árbol-madre-arcaica que será
poetizado como muerta, como abandonada, destruida, quemada. Gabriela Mistral
trabaja, entonces, con los mismos elementos de lo que, comentando a Abraham
comentando Hermann, llamamos el poema del origen del hombre; es decir, pero
entiéndase bien lo que esto significa, Gabriela Mistral pensó por su cuenta,
independientemente del psicoanálisis, relaciones inconscientes arcaicas (esto es,
relaciones referidas a la etapa primera del desarrollo del individuo y de la especie).
Así, de una manera no seria, riéndonos de la cronología, lo que no es grave, pero sí
con conceptos que aunque parecen serios no son rigurosos, lo que sí ya es grave,
se podría decir que la poesía de Gabriela Mistral "ilustra" Los Instintos Arcaicos del
Hombre o que Los Instintos Arcaicos del Hombre "comentan" la poesía de la
Mistral. Pero en su poema sobre el origen, Gabriela Mistral da una interpretación
diferente de Hermann del abandono, de quien abandona. Para ella, quien
abandona no es la madre sino el hijo. El árbol-madre es quemado por los hombres,
por los hijos o derribado por los leñadores de "lascivas hachas" -el hacha es
obviamente símbolo fálico-, por los hijos que abandonan a sus madres por otras
mujeres. Así, los elementos del poema del origen son los mismos que los
señalados por Hermann; lo que cambia es sólo la interpretación: quién es el que

4
abandona, quién es el bueno, quién es el malo del poema. Esta diferente
interpretación confirma, por lo demás, la crítica ya mencionada de Abraham a
Hermann: que la archi-lógica de Los Instintos Arcaicos del hombre no describe
hechos históricos sino constituye un poema (nos permitimos imaginar la sorpresa,
la alegría, con que Hermann y Abraham hubieran recibido la poesía de la Mistral de
haberla conocido. Nos aterra -nos referimos a ello al final de esta ponencia- que la
grandeza conceptual de la poesía de Gabriela Mistral no haya sido ni siquiera
sospechada. Alguien pensó en Chile; silencio: nadie se ha dado cuenta). Señalamos
sólo de paso, aunque es decisivo, que con los elementos del poema del origen y
conociendo lo que llamamos la interpretación del poema, se pueden realizar
deducciones a priori que pueden ser comprobadas luego en su cumplimiento
fáctico. Si los árboles quemados o destruidos simbolizan a las madres injustamente
quemadas o destruidas en la poesía mistraliana (Hermann dirá: las madres
quemadas o destruidas con justicia), se abre otra posibilidad: que, visto desde la
madre, un leño que arde (y, por sus dimensiones, sólo un leño; no un árbol y en
ningún caso una selva) simbolice al hijo que abandona a la madre. Ahora bien, el
leño como hijo que arde se encuentra en los poemas magallánicos A la Nieve y La
escarcha, así como en la segunda estrofa de la Segunda Parte del Poema del Hijo.
Igualmente, si como Hermann señala, los árboles quemados producen calor, es
decir, en terminología nuestra, un efecto-de-madre, el leño que arde como hijo
produce un efecto-de-hijo: el dolor que le causa a la madre, dolor que la hace ser
madre.

III

Veamos ahora qué pasa con Cristo en la poesía de Gabriela Mistral. Nos referimos
aquí sólo a dos poemas de Desolación: El Dios triste y La Cruz de Bistolfi.
Detengámonos en lo que estos poemas nos dicen sobre la existencia o, mejor
dicho, la presencia o ausencia de los dioses, de Dios. En esta poesía la ausencia o
la presencia de un Dios se demuestra -bastante heideggerianamente, pero antes de
Heidegger, por supuesto (16) - por la capacidad de un Dios de determinar un modo
de existencia humano. Tres nombres de dioses se nombran en estos poemas.
Primero, el Dios de David ("Aquel tremendo y fuerte señor"), Dios que no existe
ahora, en este tiempo, pero que existió antes, cuando existían hombres que medían
su existencia por su nombre (y Dios que fue presente para la hablante en su
juventud). El segundo Dios que se nombra es el Dios triste, el Dios Padre de los
cristianos; Dios inmenso por la inmensa cantidad de hombres que se determinen
por él, existente ahora, pero ahora implícitamente también, siempre, Dios
ontológicamente triste, débil, herido, sin aliento y, defecto capital, Dios sin canto,
es decir, Dios que no es origen del canto. Tercero, finalmente, en La Cruz de
Bistolfi, el nombre de Dios oculto, la Cruz. Cruz que para sentirla no necesitamos
saber que la sentimos, que es cierta, como ancha montaña, cuyos brazos nos
mecen y su sombra nos baña. Cruz que es nuestro único amor real: los otros
amores son suplencias; Cruz que perdona, Cruz que domina toda dirección en el
tiempo y en el espacio. Cruz a la cual hemos estado prendidos, desde el nacer
(esto es, como madre que nos produce) al morir (esto es como madre que nos
acoge como madre-muerte), pero Cruz que es, ante todo, otra cosa, que es
anterior, a la madre productora y a la madre-muerte. Cruz a la cual hemos estado
prendidos, dice el poema, "como el hijo a la madre". Como el hijo a la madre. Que
los ingenios, aquellos que creen en la libertad de las metáforas o aquellos, los
metafísicos, que creen que una distinción es posible o es finalmente posible entre
concepto y metáfora, digan que se trata de una simple metáforas (17). Para quien
sabe leer, el poema, al decir que la Cruz es como madre, dice sin más que la Cruz
es madre.

5
Ahora bien, si la Cruz es madre y si la Cruz es un árbol y todo árbol, que es madre,
es Cruz; si Cristo está en la Cruz, si la Cruz es Cristo (una Cruz desnuda de Cristo,
como la Cruz de Bistolfi, es Cristo), entonces, siendo Cruz, siendo árbol, Cristo es
madre. Cristo opera en el estrato más profundo del inconsciente no como figura
masculina, como Dios-hombre o como un hombre-Dios sino que opera, está
inscrito, produce efectos-de-madre, opera como madre. Por cierto que para una
importante cantidad de cristianos, Cristo es primeramente una figura masculina:
como Padre -o sea, el Dios triste, o Hermano- para la llamada "teología de la
liberación". Pero en su estrato más fundamental, en su significación más arcaica -y,
como ya dijimos, la significación más arcaica está ocultamente presente en las
significaciones superpuestas, es decir, más superficiales, que se derivan de la
significación arcaica -Cristo es madre. Cristo es la Voz que responde, que
corresponde enteramente, bondad única, el grito del hijo abandonado o que se
abandona; o Cristo en tanto madre, y como la madre, según la teoría de Hermann
y Abraham da al hijo el inconsciente, el inconsciente es, entonces, la madre en el
hijo; Cristo como el inconsciente reconocido en la plenitud del amor, es lo que vive
la experiencia mística. Aclaremos, una vez más de paso, rápidamente, que la
Virgen María, en su significación corriente, no es la madre arcaica sino que
corresponde a la madre en la época de la declinación del complejo de Edipo (para
dar cuenta de estas dos formas de madre habría que trabajar, además, la notable
distinción entre el contenido manifiesto y el contenido latente en el complejo de
Edipo que propone Abraham en L’ecorce et le noyau); de este modo, entonces,
todas las interpretaciones filosóficas, por ejemplo, la interpretación fundamental
propuesta por L. Feuerbach en La Esencia del Cristianismo y las interpretaciones
psicoanalíticas de la función de la Virgen María (así Ilse Barande en Le Maternel
Singulier y Sarah Kofman en Nerval. Le Cbarme de la Répétition), en tanto ven
únicamente la maternidad de la Virgen María y pasan por alto la maternidad de
Cristo, resultan ser radicalmente insuficientes y deben ser reinterpretadas a partir
de las teorías de Hermann y de la poesía de la Mistral.

Hagamos ahora, aunque sea brevemente, pero se trata de algo esencial, dos
observaciones, Primero que el sacrificio de Cristo no basta, en esta poesía, para
obtener la redención. Cristo en la Cruz es la madre abandonada, pero Cristo está
todavía, sigue todavía, en la Cruz -lo dice el poema Viernes Santo. La acción
redentora se consumirá sólo cuando una voz diga y una voz enseñe la verdad -la
verdad del reino de las madres que fue destruido y que debe ser restaurado. La
poetisa y la maestra serán las figuras femeninas, las verdaderas madres
encargadas de terminar la acción que Cristo en la Cruz, permaneciendo en la Cruz
no puede terminar". Pues en esto consiste el proyecto fundamental de Gabriela
Mistral:- sustituir al falogocentrismo, constitutivo de la tradición occidental -el
término, como es sabido, pertenece a Jacques Derrida (19)-, un hysterocenirismo:
la divinidad como, madre, el sentido de las cosas como sentido maternal (20). Por
cierto, este proyecto de restauración del sentido maternal de las cosas es
enteramente "loco", tanto como el proyecto contrario, el falogocentrismo, del cual
representa su simple inversión, es decir, su crítica, pero, al mismo tiempo, su
reafirmación. Segundo, que si para Gabriela Mistral lo que podemos llamar el
conjunto de las representaciones cristianas son verdaderas, sí para ella el
cristianismo oficial es sólo una interpretación, una errada interpretación de esas
representaciones, y si lo que su poesía intenta es dar la interpretación adecuada, su
poesía debe necesariamente, entonces, entroncarse -no por la altura de su valor
poético, ciertamente; sí por el contenido de su pensamiento- con la grandiosa
reinterpretación del cristianismo oficial propuesta por Goethe, en la Segunda Parte
de Fausto, en su escena final".

Ahora bien, esta feroz "herejía": Cristo es madre como objeto del instinto, del
deseo, de la pasión fundamental del hombre (la poetisa y la maestra deben, si se
quiere entender rectamente el sacrificio de Cristo, consumar la acción redentora),

6
este exceso de pensamiento y, en lo que concierne al carácter maternal de Cristo,
lo más profundo que se haya dicho sobre Cristo (22) todo esto fue pensado,
pensado todo lo inconscientemente que se quiera, pero fue pensado por una
profesora primaria chilena. Que los contemporáneos de la Mistral no lo hayan
sabido no tiene nada que asombrar o avergonzar; dijimos que condición de
posibilidad de su poesía fue la incomprensión de su significado: si Gabriela Mistral
hubiera sabido lo que estaba diciendo seguramente lo hubiera callado o se le
hubiera abierto el camino de la locura. Y además, inconscientemente, su
pensamiento, el árbol-Cristo de Gabriela fue entendido y su acción fue fecunda. La
gran poesía chilena -nos lo proponemos demostrar en un trabajo en preparación- se
atiene al árbol-Cristo de la Mistral. Así, los poetas chilenos respondieron,
correspondieron, al destino, a lo a ellos destinado.

Hasta aquí todo está bien y normal. Lo que no es normal -o tal vez es demasiado
normal- es que aquellos que dicen pensar, los Departamentos de Filosofía de las
Universidades chilenas, no sepan nada, sigan sin saber nada, del árbol-Cristo
mistraliano. Arbol-Cristo que debiera haber puesto en movimiento no sólo, como lo
hizo, la poesía chilena, sino también, en tanto don asignado (Heidegger) o envíos
(Derrida), debiera haber generado un pensamiento filosófico chileno. Pues no sólo
por el tema, que hunde sus raíces en toda tradición y por ello en la tradición
occidental, sino también, al mismo tiempo, por esto: para entender lo poetizado por
Gabriela Mistral es necesario poner en movimiento lo más importante del
pensamiento contemporáneo: el pensamiento del don (y lo que ello implica: la
Ereignis, la guardia y la lógica de la Ent-fernung) y la meditación sobre la presencia
o ausencia de los dioses de Heidegger; el psicoanálisis de Freud a Hermann y a
Nicolás Abraham y el pensamiento de Jacques Derrida. Incapaces de comprender
que la filosofía sólo surge frente a necesidades (dones, envíos), ignorando que el
pensamiento poético pre-pensando abre la necesidad de la filosofía, que la filosofía
es pensar necesario, lo contrario, por tanto de la autorreferencia de estudios sobre
estudios; ajenos a la generosidad esencial -que consiste no en dar sino en saber
recibir-, estos Departamentos de Filosofía merecen ser, deben ser, cerrados, o
abiertos, inaugurados, para comenzar por el principio, en el nombre, sobre el
nombre, con el nombre del árbol-Cristo (23).

NOTAS

(1) Agradezco muy especialmente al Departamento de Lingüística y Literatura de la Universidad de Concepción


su invitación al Seminario, pese o porque no soy profesor de Literatura. Como el tema de la ponencia
desarrollaba temas delicados, por decirlo así, para una conciencia cristiana, agradezco a Hugo Montes la
recepción que hizo a mi discurso. Como el contenido de esta ponencia fue discutido posteriormente con el
profesor de Literatura Española y Latinoamericana contemporáneas de la Universidad de Bari (Italia), ensayista,
traductor de Neruda y poeta él mismo, Ignazio Delogu (discusión sobre-Neruda y la Mistral en el Taller de Artes
Visuales de Santiago, noviembre de 1981), aprovecho la oportunidad de agradecerle el interés que prestó a las
ideas aquí expuestas, Finalmente debo declarar que sin la lectura del texto magistral sobre Gabriela Mistral: Por
hambre de su carne de Jorge Guzmán (en prensa, en Dispositio, Universidad de Michigan), esta ponencia, que
tanto se opone, sin embargo, a la tesis de Guzmán, no habría sido de ninguna manera posible.

(2) Roque Esteban Scarpa, La Desterrada en su Patria, Nascimiento, Santiago, 1977, Tomo 1, p.269.

(3) Ib., p. 272.

(4) A Scarpa se le pasa por alto incluso -aquí al menos- el hecho que la tradición cristiana vincula directamente
a Cristo con el árbol, que el árbol es metáfora de Cristo.

(5) Hermann, L’instinct filial, Denoél, París, 1972, p.189. (Traducción y subrayado del autor).

(6) Derrida, Entre crochets, Entretietis avec jacques Derrida, Digraphe No. 98, Flammarion, París, abril 1976,
p.98.

(7) Hermann, op.cit., p.189.

(8) Freud, Sobre la conquista del fuego, 1932.

7
(9) Hermann, op. cit., p. 64.

(10) N. Abraham, Pour introduire "L'instinct filial", en L'écorce el te noyau. Anasémies II, Aubier-Flammarion,
París, 1978, p.349. (Traducción del autor).

(11) Así Abraham ha comentado el Libro de Jonás del poeta húngaro Michael Babits, en Jonas (Anasémies III),
Aubier-Flammarion, París, 1981.

(12) Que el árbol es símbolo de la madre productora o reproductora lo sabía Jung (por ejemplo, en la obra con
la que se separa del Psicoanálisis: Transformaciones y símbolos de la libído) y lo sabían antes y por su cuenta
los historiadores de la religión. Pero enteramente otra que la madre productora o reproductora, constituyendo
una problemática enteramente otra, es la madre como objeto del instinto de "agarrarse a".

(13) Altazor. Fin del Canto Primero: 'Silencio/Se oye el pulso del mundo corno nunca pálido / La tierra acaba
de alumbrar un árbol'. Comienzo del Canto Segundo: 'Mujer el mundo está amueblado por tus ojos / Se hace
más alto el cielo en tu presencia/ La tierra se prolonga de rosa en rosa / Y el aire se prolonga de paloma en
paloma'.

(14) En su poesía, 'Jesús' es el hijo perfecto, esto es, el hijo que no abandona a la madre. Véase la ronda
llamada precisamente Jesús, de Ternura.

(15) Recado Terrestre, que comienza así: 'Padre Goethe que estás sobre los cielos" y, sobre todo, el Último
Arbol (Lagar).

(16) Nuevamente Gabriela Mistral piensa por su cuenta originariamente y, para quienes les importan las
cuestiones no importantes de prioridad, primero, así, "antes" que Freud o Hermann, "antes" que Heidegger.

(17) Jacques Derrida, La Mythologle Blanche in Marges- de la philosophie, Minuit, París, 1972.

(18) Por cierto, que Cristo necesite ser salvado no sólo es contrario a la teología cristiana oficial sino que -lo
único que nos importa aquí- contradictorio con su carácter de madre absoluta, salvación total del hijo. Pero al
nivel del poema del origen, del poema de las mujeres y para las mujeres -pero ¿cómo insiste "la” mujer?; ¿se
leerá alguna vez en Chile o en cuántas décadas más Éperons de Jacques Derrida?- no hay contradicción alguna:
la madre que salva a Cristo y salva a las madres, mediante su canto o por su acción como maestra, creando, de
ese modo, hijos absolutos (Poema del hijo), esa madre se salva a sí misma.

(19) Por ejemplo en Ecarts. Quattre essais á propos de Jacques Derrida, Fayard, París, 1973, Anexe II.

(20) “Dame el ser más madre que las madres", dice La oración de la maestra y “Voy conociendo el sentido
maternal de las cosas", el Poema de las madres de Desolación.

(21) La Madre del Fausto es la Virgen María, no la madre arcaica. Pero en el 'comentario' más importante del
Fausto, en la medida que este comentario es musical, la Virgen María se transforma en madre arcaica; nos
estamos refiriendo, como se habrá adivinado, a la Octava Sinfonía de Gustav Mahler. Debemos señalar,
además que, de acuerdo al Dios-Naturaleza de Goethe, Groddeck interpretó a la Cruz como la madre en la que
el hijo muere y se transforma: Stirb und werde.

(22) Pues Hermann entendió lo que representa el árbol pero nada dijo sobre Cristo. Por otra parte las
interpretaciones psicoanalíticas de Cristo, de Freud a Reik (Mito y Culpabilidad) pasando por Reich (La Muerte
de Cristo) resultan ser, frente a lo pensado por Gabriela Mistral, enteramente insuficientes. En realidad,
Gabriela Mistral pensó, descubrió la "superioridad psíquica" (si se aceptan estos términos), es decir la “verdad"
del cristianismo. Por cierto, las referencias conscientes, ideológicas, de la poetisa sobre Cristo o el cristianismo
o sobre otras religiones expuestas en sus propios textos en prosa y estudiadas en el libro, tan rico en
informaciones como pobre conceptualmente, Sensibilidad Religiosa de Gabriela Mistral de Martin C. Taylor
(traducción española en Editorial Gredos), no pueden ser recibidas directamente y deben ser trabajadas en
forma sistemática.

(23) Entendamos: la filosofía puede surgir sólo cuando una necesidad obliga a pensar. Sin esta necesidad, los
estudios filosóficos se convierten en juegos académicos. Que la filosofía en Chile debiera haber comenzado por
el trabajo sobre el árbol-Cristo no implica que su contenido hubiera debido reducirse, o debiera reducirse, a
este tema -tema, por lo demás, en sí, inmenso (y no pasemos por alto el hecho que los cristianos se han lavado
las manos ante el pensamiento poético de la Mistral). Originada por una necesidad, esa filosofía hubiera sido
necesaria, hubiera alcanzado este nivel: necesidad -esto es únicamente lo que estamos afirmando. Señalemos
finalmente que la ponencia finalizó con una breve exposición oral sobre la búsqueda de una escena que pusiera
en escena la escena del psicoanálisis. Tal escena la encontramos en El Retablo de Isseizheim de Mathias
Grünewald. Todas las posiciones, los lugares lógicos del psicoanálisis se encuentran ahí dramatizados (un sólo
ejemplo: le Nom du Pére de Lacan en Juan Bautista). Nos interesaba la figura de María Magdalena. La
interpretamos así: María Magdalena es la madre que da al hijo no sólo, como toda madre, el inconsciente, sino
también -y en ello no se ha reparado- la madre que da al hijo, además, el don de la separación, que le envía la
separación. El hijo cree haber abandonado él a la madre; pero, sola de su soledad, María Magdalena, en
silencio, da ella al hijo la separación -la libertad que el hijo dice "tener" él. Problema que se debe conectar con
el árbol mistraliano -lectura de Gabriela Mistral como envíos - plural necesario- de María Magdalena.

Você também pode gostar