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CAPITULO II

PERU: BICENTENARIO ENTRE DOS REPUBLICAS1

La cercanía de la celebración del Bicentenario de la Independencia de


América, tiene fechas diversas en sus actividades, que rememoran desde los
primeros pronunciamientos en 1810 hasta los pronunciamientos más tardíos en
1821 y batallas finales en 1824. Los fastos del Primer Centenario en el siglo XX
se perdieron más rápido que sus pompas. Fueron los pseudoeventos que José
Nun rechaza por su futilidad2, y plantea, más bien, convocar a reflexiones
sustantivas sobre el Bicentenario considerando los actuales cambios históricos
en el continente. A este esfuerzo busco contribuir.

La coyuntura continental a inicios del Siglo XXI tiene correspondencia, en la


importancia de la política, con la de la Independencia en el Siglo XIX. América
del Sur está nuevamente estremecida en los asuntos claves de la nación, la
democracia y la soberanía. Desde las Declaraciones de Independencia, nunca
han tenido esta suma de naciones de una sola gran nación, tanto margen de
autonomías ni tan variadas responsabilidades en decisiones públicas
soberanas respecto a su destino. Son dos coyunturas históricas, en el Sigo XIX
y a fines del XX e inicios del XXI, en las cuales entran en crisis y se reformulan
aspectos sustantivos de la vida en sociedad. La política, como acción,
comunidad y reflexión, adquiere primacía y relevancia para los cambios.

Un modo de acercamiento a estas coyunturas, nos los brinda el ya clásico


estudio de Jhon Pocock, sobre el Momento Maquiavélico, respecto al
pensamiento político florentino y la tradición republicana atlántica. Pocock,
escribe a fines del Siglo XX, en la segunda mundialización y cuando se aplican
las tecnologías a la vida humana, trata de los problemas formulados por la
teoría republicana en un tiempo histórico similar, situando en la primera
mundialización, en el Siglo XV, en los albores de la era moderna y el mercado
mundial, cuando se aplicaba la tecnología a la naturaleza. El Momento
maquiavélico, en ambos, es el de la autonomía de la política. Estudia Pocock
los fundamentos, su contexto histórico, el significado, pero principalmente el
sentido, en la práctica social, del discurso político, cuya práctica social asume
como intervención activa en los acontecimientos históricos.

Trato de hacer algunas reflexiones, tomando en cuenta las teorías de Pocock, y


de otros autores sobre nación y democracia, para delinear esta problemática
respecto a los momentos políticos “Maquiavélicos” de nuestra Suramérica y a
sus desafíos relativos para la ciudadanía.
1
Ensayo elaborado en Curso de Sinesio López del Doctorado de CCSS en la Facultad de CCSS de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Agradezco además de las de Sinesio Lopez, las sugerencias
de Manuel Dammert Guardia. En todo caso, los errores y defectos son responsabilidad del autor.
Publicado en el libro Dammert, Manuel, Dialectica del Territorio, Esquizofrenia del Lugar,UNMSM,
2008, Cap II.
2
Nun, José, Grimson, Alejandro, Convivencia y Buen Gobierno, Edhasa, 2006. Buenos Aires.
2

I. PRIMACIA DE LA POLITICA Y LA DIALECTICA


ESPACIOTEMPORAL

Pocock sitúa el punto de arranque de todo su estudio sobre la Política


Maquiavélica en el Tiempo como supuesto de la razón histórica. Tiempo no
Teológico, sino proceso secular construido por los hombres.3

El discurso de la cristiandad hacía del tiempo la caída en el pecado, el


paréntesis de la eternidad, a la cual siempre debía retornar el pecador una vez
salvado. Este tiempo era la historia, que no se explicaba por si misma, sino por
la eternidad. Los Humanistas Cívicos, en el Renacimiento, con Maquiavelo,
hicieron del tiempo la capacidad de la conciencia humana para entender y
construir la vida. Este es el tiempo secular (laico). Pocock señala que de esta
forma, arriban a un tiempo histórico como supuesto formal estable. Pero
quedaba pendiente resolver la acción del hombre para operar con la razón
sobre esta realidad e influir o imponerse al fluir de los eventos de la vida, que
pueden ser adversos o favorables. Pocock resuelve esta inquietud con el
tiempo político. Ante la inevitable corrupción de la virtud en el tiempo histórico,
era imprescindible la mayor virtud civica en la comunidad política. Este es el
sentido de la república. Esta es la dimensión de la razón para la vida activa y
la vida cívica. Permite hacer de la identidad cívica el fundamento constitutivo de
la república, de la comunidad política con la cual hacer frente a la fortuna del
devenir. El ser humano hace que el mundo pueda ser efectivamente su mundo.
Lo logra en comunidad política, la cual es conducida por el Príncipe, Legislador
o Profeta, y constituye el orden de la convivencia social.

De esta forma, el renacimiento florentino plantea al ser humano en condición


secularizada, temporalizado, plenamente histórico. Es el “animal político” de
Aristóteles, que es tal por vivir en la polis, en la ciudad. Esta dimensión
humana es la que afirma su condición original, práctica, universal y
convivencial.

La acción en el tiempo genera costumbres, que son una “segunda naturaleza”


del ser humano. Este es otro concepto fundamental que señala Pocock en
Maquiavelo y los republicanistas. Las costumbres pueden ser consideradas
resultados de unas supuestas leyes naturales, propias del pasado, sean
prescriptivas o presuntivas. Incluso pueden ser generadas por las leyes que se
dan las propias sociedades con el uso de la razón. Con el tiempo secular, a
cargo de la propia polis, se transforma este uso, esta “segunda naturaleza”. Al
edificar sus vidas en común, la república funciona como vida activa de
ciudadanos que tienen estabilidad, legitimidad e innovación. La República, por
ello, está basada en “la estructura de Virtud, mas que en la costumbre” 4. La
Política, así concebida, es el lazo de conexión social y el escenario de cambios
en la sociedad.
3
Pocock, El Momento Maquiavélico: 115
4
Pocock, El Momento Maquiavélico: 276
3

Pocock hace un detallado y preciso estudio del Paradigma Republicano.


Analiza el discurso sobre la Republica en el pensamiento Político Florentino de
1494 a 1530, especialmente de su principal exponente. Es fundamental la
distinción señalada por Pocock en la obra de Maquiavelo, entre su texto sobre
el Príncipe, que expresa el poder sin legitimidad, y su estudio sobre Los
Discorsi y el Arte Della Guerra, que son los del nuevo orden legitimo de la
república, con Venecia, y no Florencia, como modelo. Pocock estudia también
las teorías republicanas en el mundo Atlántico Anglosajón, las que señalan la
monarquía constitucional como el modelo de la constitución y el gobierno mixto,
que logra el balance y equilibrio de sus diversos componentes. Con amplitud
analiza el universo cultural norteamericano en la formación de su república
federal, en la que se instituye el Estado Representativo en la democracia
moderna.

Los supuestos fundamentales del paradigma político Republicano, del cual


Maquiavelo es su exponente fundamental, tal como lo estudia Pocock5, son
básicamente tres:

a) Explica la política como un vivere civile, una realidad colectiva a la que la


vita activa ciudadana eleva a la condición de supuesto efectivo. La
política es la actividad más digna para armonizar los diferentes intereses
contrapuestos, lo que solo puede hacerse con la implicación del hombre
como sujeto de su propia ciudadanía, otorgando dimensión moral a la
acción pública. La virtud cívica encarna los valores de una vita activa
inmersa en el vivere civile. Es diferente a la virtú activa, que responde a
la necesidad definida por Maquiavelo al hacer frente el ciudadano a la
fortuna desde unos determinados valores a cuyo servicio se entrega el
hombre con coraje personal.
b) La libertad de los antiguos precede a la de los modernos. Sin libertad
ciudadana, forjada por la vida política activa, no procede hablar de
libertad del hombre. La virtud cívica de ciudadanía prima sobre la
libertad negativa ante el poder; y el vivir juntos obliga a precisar los
contenidos materiales que hacen posible esa convivencia. El bien común
conseguido en la comunidad política libre, es el marco que hace posible
la libertad individual.
c) La democracia radica en la virtud ciudadana. No se reduce a
procedimientos. No cabe democracia sin ciudadanos dispuestos a obrar
virtuosamente y participar en el vivere civile para elevar la estructura de
virtu.

El derrotero de las formulaciones republicanas que sigue Pocock para cada


contexto histórico, permite apreciar algunas de las características comunes de
la teoría republicana y su noción de ciudadanía, la que, al mismo tiempo, va
modificándose en cada uno de los diversos contextos históricos.

Existe un amplio debate entre las versiones republicana, comunitarista y liberal


sobre la ciudadanía. Señala Hanna Arendt, desde una visión comunitarista,
5
Pocock, El Momento Maquiavélico: 59
4

que la ciudadanía es la construcción de lo público, en nueva relación con lo


privado. Otros autores tienen énfasis y ópticas distintas.

Al hacer una revisión de las teorías básicas al respecto, Sinesio López señala
un conjunto de elementos básicos comunes. La definición mínima que propone
respecto a la ciudadanía es: “el ciudadano es un individuo o comunidad de
individuos con derechos garantizados por el Estado y con responsabilidades
hacia la comunidad política de la que forma parte”6

La definición mínima de López, que señala válida para el comunitarismo, el


liberalismo y el republicanismo, comprende los siguientes elementos. Primero,
la autonomía relativa del sujeto ( individuo o conjunto de individuos). No puede
haber ciudadanía en una sociedad de estamentos, de siervos y de esclavos.
Segundo, el énfasis en los derechos, entendido como atribuciones de ciertas
capacidades, frente a las responsabilidades del sujeto (individuo o conjunto de
individuos). Este es el fundamento de la libertad positiva, la libertad negativa y
los derechos sociales. Tercero, una relación de la sociedad y el individuo con el
estado, en al cual éste ofrece garantías para concretar los derechos. Cuarto,
sentido de pertenencia y membresía a una determinada comunidad política.

Con la definición mínima de López, podemos tomar lo señalado por Pocock, así
por otros autores, como Gargarella y Petit, y podemos sintetizar las principales
características de lo que viene a ser un núcleo común en la teoría republicana
sobre la política como dimensión de la acción humana.

1. La reivindicación del estado-libre, del Autogobierno, contrario a toda


dominación. Es la republica donde los ciudadanos son iguales en cuanto
tales. A través de un complejo proceso histórico, se distingue la
dominación, definida como la servidumbre de unos respecto a otros, de
la restricción o coacción, la que puede ser producto de un acto legítimo
como una ley o una norma común y que supone la vida social. El
republicanismo, en este aspecto, es muy variado, pues son diferentes
las relaciones del ciudadano con la estructura social. En las ciudades
estado emblemáticas grecorromanas tenían una estructura en la cual
existía la esclavitud; las republicas de propietarios, agrarios y artesanos,
incluyendo la Inglesa, mantenían la servidumbre de amplios sectores
sociales; el federalismo norteamericano, mantenía la esclavitud y la
servidumbre en la estructura social. Al asumir como universal la no
dominación, el tiempo histórico será lo que irá construyendo estructuras
sociales en las cuales existan condiciones y garantías, como bases
materiales, institucionales y sociales, para el ejercicio igualitario de la
ciudadanía.
2. La afirmación de valores cívicos como sustento de la vida política común
y promovida por la República. Son largas, variadas y contrapuestas las
listas de valores reclamados por las diversas variantes y experiencias de
formas republicanas. Es muy interesante al respecto lo estudiado por
Pocock que señala como rasgo del republicanismo, en función del
tiempo, histórico y político, no la adscripción fija, atemporal, a un tipo
de valores, sino la tensión entre la fortuna y la virtu, tensión en torno a la
6
López, Sinesio, Ciudadanos Reales e Imaginarios: 119. 1997.IDS
5

cual se van desarrollando distintos valores en diferentes contextos


históricos. Estos cambios expresan las transformaciones de las propias
bases de las repúblicas, como demuestra en su estudio relativo al
mundo anglosajón y la transformación de los valores de propietarios de
tierras a los del comercio y el crédito.
3. El Autogobierno exige que la formación de las instituciones básicas de la
sociedad, el gobierno y la economía, estén bajo el control de los
ciudadanos y se efectúe guiados por el criterio de no dominación. Se
busca asegurar la independencia de los ciudadanos y disminuir el abuso
de los gobernantes. Este ha sido el fundamento para que a través de
diversas versiones de republicanismo, se aplicaran procedimientos para
que los ciudadanos pudieran controlar a sus representantes, se
ampliara el ejercicio de los derechos de ciudadanía a todos los
integrantes de la sociedad, se rotaran los cargos públicos, se ampliaran
las opciones de elección y la competencia en la participación para
escogerlos.
4. Impulso a los procedimientos deliberativos, con instituciones que
alentaban la discusión pública en torno al bien común y promoviendo la
formación de la opinión pública como espacio social de la ciudadanía.
5. La separación de poderes. El poder se distribuye en funciones distintas,
entre uno, pocos y muchos, bajo diversas combinaciones históricas que
logran su adecuado equilibrio y contrapesos. Existen diferentes teorías
al respecto según diferentes autores. Pero la mayoría incluye en las
repúblicas las formas de gobierno aristocráticas y las democráticas.
Todas en función de un “gobierno equilibrado”, “mixto”, en el cual unos
se controlen a otros. El asunto clave de esta separación de poderes es
la relación de autoridad entre el estado y los ciudadanos, entre los que
gobiernan y los gobernados. Maquiavelo hace una revolución
copernicana y pone el acento de las relaciones de autoridad en la
capacidad de resistencia de los gobernados, que es el fundamento de
legitimidad de la vida activa para la vivencia de la comunidad política.
6. La promoción de un tipo particular de organización económica funcional
a las virtudes de ciudadanía. La comunidad política de ciudadanos, no
es una sociedad de mercado. La republica esta vinculada a la
organización de la economía. A este respecto, las trayectorias históricas
que estudia Pocock son ilustrativas, pues son variados y contrapuestos
los sustentos de la organización económica y sus valores cívicos
promovidos. Es lo que analiza cuando señala las diferencias entre la
republica “agraria” y la de “artesanos”, y la que esta basada en el
comercio y la industria así como aquella de la Democracia Social, que
formula una garantía de base para los derechos de ciudadanía y se
emparenta con el socialismo democrático.

Esta primacía de la Política es la asunción de la dimensión humana del tiempo.


De ahí que el estudio de Pocock ha reformulado la tesis que identificaba con el
liberalismo y su individuo atomístico, los cambios político históricos
renacentistas de las ciudades estados italianos, de las revoluciones inglesa y
francesa, y de la independencia norteamericana. Ha precisado en el estudio de
6

estos acontecimientos, la fisonomía y fundamentos del republicanismo como


teoría política.

Este perfil de la teoría política republicana es lo que se presenta en las dos


coyunturas históricas, en los dos momentos maquiavélicos, en el Siglo XV y a
fines del XX e inicios del XXI. .

Señala bien Eloy Garcia7, cuando indica que el momento maquiavélico del
Siglo XV se dio en un instante que la ciudad-republica parecía victima de la
primera mundialización, de la gran expansión de Europa al mar y a la conquista
del nuevo mundo. Ante estas condiciones adversas, y en pugna con las
grandes monarquías territoriales, Pocock devela como Maquiavelo y los
republicanos lograron construir un discurso político de autogobierno coherente
con el discurso republicano cívico (república equilibrada, virtud cívica, conflicto
virtud-fortuna, virtú dinámica, etc ). Este discurso, se diferencia tajantemente de
otro que en esos mismos años se asentaba, el liberal-individualista, que
encierra al hombre como individuo económico. Esta es una de las tesis
principales de Pocock. El fundamento iusnaturalista, contractualista o pactista,
del liberalismo individualista, reducía el ser humano a hombre-económico, a
individuo-económico, con libertad para transformar el mundo pero en una
sociedad de mercado, sujeto a sus fuerzas dominantes. El republicanismo
asumía, más bien, la dimensión humana como político-social, parte de la
comunidad política, en la cual se afirmaba como ciudadano en el autogobierno.

El estudio y reperfilamiento de la teoría política republicana, la exégeis de la


primacía de la política en el tiempo histórico, la realiza Pocock ubicado desde el
Siglo XX, en una coyuntura histórica en la que están en debate similares
presupuestos del discurso democrático sobre el papel de la política. Es la
coyuntura de la segunda mundialización, en la que se aplica la ciencia al
hombre, a su vida e inmediata realidad vital. Está en crisis la legitimidad
racional-normativa democrática, sustentada en la teoría del poder de Weber,
definida por el liderazgo con séquito y clientelas, que compiten periódicamente
la hegemonía en la élite, para administrar la creciente e imparable racionalidad
de la “jaula de hierro” de la administración estatal. Esta crisis, señala Eloy
García, ha dado paso a la posmodernidad, que la define como un “segundo
asalto a la razón”, pues busca poner en jaque a la razón histórica como
posibilidad del hombre de construir el mundo, de hacerse dueño de la vida, de
su vida. Señala que estamos en un gran momento de transformaciones
históricas, que exigen reconstruir la conciencia histórica y restaurar la razón
emancipadora, aportando nuevos argumentos, superando definitivamente la
razón determinista teológica. Este es el significado del aporte del estudio de
Pocock con el renacimiento del pensamiento político democrático.

Existe otra cuestión teórica que puede tratarse en relación al estudio que
comentamos. El método discursivo de Pocock la incluye, pero la subordinada, y
no la relaciona luego con una apreciación más amplia del propio curso
histórico. Es la de la Dialéctica Espaciotemporal.

7
Garcia, Eloy, Estudio Preliminar y notas a “El Momento Maquiavélico”,de Pocock,J., Tecnos 2002
7

Pocock coloca en el centro el “tiempo”, la historia humana como tiempo de la


política, en la cual los hombres pueden construir su destino. Si bien lo trata,
subestima el “espacio”, también como dimensión construida socialmente, y lo
separa del tiempo. No logra apreciar como en el “uso”, en la “segunda
naturaleza” de la actividad humana, existe también la dimensión espacial, no
inerte según lo que proclamó la teoría Kantiana, sino construida socialmente.
El Espacio construido es el que interviene en la estructura de virtud. Esta
restricción en el análisis respecto al espacio, es lo que limita su apreciación
dialéctica del acontecer en la teoría republicana.

Su estudio presenta magistralmente la relación de la tradición atlántica


republicana con el espacio, pero no saca las conclusiones teóricas respectivas
sobre el uso y la “segunda naturaleza”.

Al estudiar las teorías republicanas clásicas, que incluyen a Aristóteles, Polibio,


Maquiavelo, de la antigüedad greco-romana y del renacimiento, señala dos
características espaciales fundamentales. Una, que se trata de ciudades-
estado, a cuyo ámbito corresponde el territorio de las repúblicas. Son
comunidades políticas localizadas en pequeños espacios territoriales, de
configuración urbana. Otra, es que el orden político de la republica se establece
a su interior; pero su relación con el exterior es de conquista, con otras reglas,
en las que no existe legitimidad republicana sino la que otorga la conquista.

Al estudiar la teoría republicana en Inglaterra, señala una modificación


sustantiva en el espacio y por tanto, también en la propia teoría. Se trata de
Inglaterra como Nación, y el modelo emblemático de la Constitución y el
Gobierno “Mixto”, con la monarquía constitucional. El espacio es ahora un
amplio territorio, urbano y rural, en el cual existe dominio jurisdiccional del
Estado, en la titularidad de los derechos sobre las tierras y en la formación
ascendente y descendente de las autoridades. La Vida pública tiene una mayor
densidad y complejidad espacial. Inglaterra no es una ciudad-estado, sino una
Nación.

Cambia sustantivamente el ámbito: la república se organiza en el territorio de


una Nación. Para formar la respectiva comunidad política en este vasto espacio
nacional, se asume su condición de “nación elegida” por Dios, opuesta al
dominio del Vaticano y la Iglesia Católica. Esta base territorial de la Nación se
sustentaba en la alianza del Rey con los propietarios de tierras y sus milicias.
La monarquía parlamentaría expresaba el acuerdo de este “republicanismo
agrario”. Pero en pocos años Inglaterra se transformó en Gran Bretaña: pasó a
dominar los mares e imponer un imperio colonial. Modifico con ello
sustantivamente su base territorial. Pasó a ser una nación imperial, comercial y
financiera, reordenando la condición de los propietarios de tierras. El cambio
producido por las fuerzas de innovación modificó el “uso”, la “segunda
naturaleza”, simbolizadas en las nuevas condiciones por el imperio comercial,
los ejércitos profesionales permanentes, y el crédito.

El tercer discurso republicano que estudia Pocock es el de la Independencia


de Norteamérica y la formación de su República Federal. El espacio tiene
también una gran importancia en su configuración como república. Ante todo,
8

partía de una colonia que se independizaba de Inglaterra. En el nuevo mundo,


se disponía de un inmenso espacio continental, que se asumía “vacío”, libre.
Los indígenas y los esclavos, no eran parte de la ciudadanía. El territorio debía
ser ocupado por el trabajo tenaz de una república de granjeros, de farmers. Por
esto mismo, al ser una colonia que se emancipaba de Gran Bretaña, no había
continuidad posible con la monarquía y su forma de gobierno parlamentaria. La
soberanía de la república debía ser democrática, lo que aparecía imposible
más allá de una ciudad-estado, esta vez en un vasto territorio continental.
Surge de este imperativo territorial lo que va a ser uno de los aportes
sustantivos de la república norteamericana: el estado democrático
representativo. Es decir, que el pueblo elige a sus representantes, en un cuerpo
para que ejerzan la soberanía. Si bien el Presidencialismo es la añoranza del
rey; los cuerpos de representación, son la impronta del territorio entre los
ciudadanos y sus representantes. Estas condiciones posicionan el valor épico
de conquista territorial como un valor cívico, lo que va a arraigar en
Norteamérica como comunidad política, en sus políticas espaciales internas y
en sus designios de relación con el mundo.

La Primacía de la política, al vincular el tiempo con el espacio, ambos


construidos por la humanidad al forjar su mundo, como puede leerse del
estudio que hace Pocock de las teorías republicanas, permiten apreciar dos
conceptos fundamentales de la misma. La Nación y el Territorio, configurados
por la república, son ambos aspectos del “uso”, de la “segunda naturaleza”, de
lo que forma la estructura de virtud de la comunidad política.

Estos dos conceptos han variado sustantivamente en los dos momentos


maquiavélicos señalados.

La Nación cambia. Se forma con metafísicas esencialistas de afirmación del


Estado-Nación, que acentuaban la primacía de lo étnico-linguístico,8 y con
imposición de absoluto dominio territorial. A inicios de la era moderna, en el
Siglo XXI se afirma en lo que sintetizo mas adelante como una “comunidad
histórico-territorial y política de destino”. El Territorio, por su parte, no solo ha
roto su pretendida inercia kantiana, eclosionando como una construcción
social, sino que ha cambiado su dinámica en relación al anterior férreo dominio
estatal, pues si bien el estado-nación sigue siendo territorial, estos son ahora
múltiples y con dinámicas propias de interrelación global-local.9 Trataremos
estos aspectos más ampliamente.

II. SURAMERICA: LOS TIEMPOS DE LA POLITICA Y LOS CAMBIOS


DE REPUBLICAS

El Bicentenario de la Independencia de Suramérica, es una ocasión para una


reflexión que compare los dos “momentos maquiavélicos” de afirmación y
primacía de la política que ha tenido el continente en los últimos siglos, el Siglo
8
Hobsbawm, E, Naciones y Nacionalismo desde 1780:112
9
Al respecto, ver el trabajo incluído como Capitulo I del presente libro.
9

XIX de la Independencia de España, y el Siglo XXI, de Redefiniciones


continentales de las Repúblicas de Ciudadanos ante la Era de la Información y
la Globalización

El Siglo XIX es el siglo de la Independencia política, en el cual su rasgo


principal es la primacía de la soberanía para organizar su espaciotiempo. Ya no
eran el Rey y sus cuerpos de poder legitimados los que decidían nuestros
destinos, sino que con la independencia debían establecerse nuevos
procedimientos para que desde nuestras propias sociedades pudiese
soberanamente construirse las decisiones. Se establecen las primeras
repúblicas, de las que todavía somos tributarios.

El Siglo XXI es el siglo de las revoluciones de ciudadanía y de la Soberanía


como comunidad política de estados-nación, para reposicionarse
continentalmente en los cambios del sistema-mundo y las sociedades de
información. Son las nacientes repúblicas de ciudadanos, con diversas
trayectorias en nuestras naciones, desde los procesos de los países andinos,
hasta los del MERCOSUR y los del caribe centroamericano.

En ambos momentos históricos, la república en nuestro continente es la


respuesta de las comunidades político sociales a los desafíos de construirse en
el espaciotiempo. Tienen distintas trayectorias en las naciones de américa del
sur, con la tensión constante de ser una gran nación continente, que no logra
elevarse a esta condición, y de formarse en estados-nación separados que
muchas veces buscan su destino aislados. Las Repúblicas de América del Sur
tienen, bicentenariamente, esta doble dimensión: la portar la condición de una
“gran nacion” continental; y la de un estado-nacion territorial, por lo que sus
formas republicanas tienen esta condición bifronte. Centramos estas
reflexiones en el Perú y sus avatares republicanos. Son las complejas
relaciones entre sus dos repúblicas la que constituyen nuestro hilo conductor.
Plantean un itinerario para una investigación mayor, en la cual se dibujan
problemáticas y se abren interrogantes y perspectivas.

1. La administración de poblaciones de sujetos no ciudadanos, que


son mayorías nacionales.

En la relación entre gobernantes y gobernados, nuestras repúblicas han tenido


una cuestión medular no resuelta todavía. Es la que tiene que ver con la
extensión de la ciudadanía y la administración de poblaciones a los que no se
incluye como tales, y que, no por casualidad, son la mayoría de la nación. Este
no es un tema del pasado. Su crisis todavía no resuelta es uno de los ejes
estratégicos de la crisis actual de la nación.

Andrés Guerrero aporta ideas sustantivas a este respecto. Releyendo – y


redefiniendo- a Foucault10, hace una nueva interpretación de procesos
históricos del Ecuador Republicano. Señala que a mediados del Siglo XIX
sobrevino un cambio en el “sistema de dominación” de las poblaciones
10
Guerrero, Andrés, El proceso de identificación: sentido común ciudadano , ventriloquía y
transescritura, en Etnicidades, FLACSO-Ecuador. 2000
10

indígenas (no-ciudadanas), al pasar de una modalidad explicita de gestión,


concentrada en las instituciones del estado ( una actualización de las
Republicas de Indios colonial) a una forma republicana, descentrada hacia
poderes privados (haciendas, compradazgos, etc), a la que se transfiere la
soberanía Se hace una delegación de la soberanía republicana a un “patrón
ciudadano” para el gobierno de las poblaciones agrupadas en comunidades de
hacienda, arraigadas en su propiedad privada. Para Guerrero, la crisis de este
patrón de administración de poblaciones, es lo que está en crisis a fines del
Siglo XX en el Ecuador.

Esta es una ruta teórica que es imprescindible explorar para el caso Peruano.

Foucault, señala el origen de esta tecnología de poder, la biopolítica, en la


segunda mitad del Siglo XVIII, que se destina no al hombre/cuerpo sino al
hombre vivo, al hombre ser viviente, al hombre/especie, tecnología atenta a
nacimientos, mortandad, higiene, nivel de salud, etc. 11 Este sistema de
dominación no es necesariamente jurídico político, es un poder que une lo
disciplinario y la administración de la subjetividad.

Se limita Foucault. No se inicia esta aplicación de la razón con la biopolítica en


la Europa del Siglo XVIII. Es la otra cara de la razón universal de la era
moderna. Se organizan y despliegan estos métodos de administración de
poblaciones, para los considerados no ciudadanos, en la variedad de
clasificaciones sociales, y desde el ámbito público o transferido al ámbito
privado. Son las tecnologías desarrolladas con el tráfico de esclavos y que
impone la razón colonial excluyente en los territorios conquistados. Es la otra-
razón de la razón moderna emancipadora. La era moderna en Europa integra
estas tecnologías para sus propias poblaciones, como gobierno de la especie
no-ciudadana.

Una de las modalidades más audaces y astutas de esta administración de


poblaciones no-ciudadanas, fue la aplicada por España en la Colonia, tras
derrotar la guerra de resistencia indígena de 40 años y ajusticiar a Tupac
Amaru I. La hizo como parte sustantiva de su política de evangelización. En el
imperio colonial hispano existían, como dos miembros del cuerpo humano, dos
repúblicas, la república de los indios y la república de los españoles. La
república de los españoles era la conductora del orden y representaba a las
autoridades del imperio, a cuya cabeza estaba el Rey, conectado con “la ciudad
de Dios”. La república de Españoles incluía a los españoles y a los criollos con
atribuciones diferenciadas adscritas a su condición étnica. La república de los
indios incluía a toda la población aborigen organizada de acuerdo a las
indicaciones territoriales, estableciéndose los centros de poblaciones con un
sistema jerárquico organizado en base a potestades locales, instituciones
prehispánicas y clasificación étnica. Ambas repúblicas de indios y españoles
eran parte de un cuerpo único, de un mundo jerarquizado sometido al poder
colonial, organizado por adscripciones como atributos de los grupos étnicos.

El Virrey Toledo instaura las Repúblicas de Españoles y las de Indios, como


una gran reorganización del espaciotiempo de las poblaciones. Busca romper
11
Foucault, M., Defender la Sociedad, FCE 2001
11

la organización andina espacial y su base civilizatoria, para imponer la colonial.


Descentra las poblaciones del territorio e impone este sistema de
administración de poblaciones, cuya permanencia está a la base de las crisis
de las actuales repúblicas en el sigo XXI

El interés de España era la producción de la plata metálica, desde las minas de


Potosí al mercado mundial, dinero metálico que ordenó la moneda mundial
desde el Sigo XVI hasta el S XVIII, en que fue sustituida por el patrón oro y la
libra esterlina. Toledo impuso tres procesos claves en el último cuarto de S.
XVI: 12 a) Elevó la producción y productividad de la mina de Plata de Potosí.
Para ello cambio la técnica indígena de producción por huayras (fundiciones de
viento) por el refinamiento por Azogue, nueva y exitosa técnica; b) monetizó la
renta agraria, el convertir el tributo con predominio del pago en plata y no en
productos, cambiando la naturaleza de la encomienda; c) Modificó las formas
de ocupación y propiedad del suelo, con la concentración de la población
indígena en reducciones, y rompiendo el patrón cultural indígena de ocupación
del espacio y uso de los recursos naturales en reciprocidad sociedad-
naturaleza.

Estas medidas reorganizaron el espacio territorial continental construyendo el


sistema económico colonial. En función de enviar la mercancía-dinero, la plata
metálica, a España, y así dotar de dinero metálico a la expansión mundial del
capitalismo por varios siglos, se impuso un eje territorial del mercado interno
colonial en torno a las minas de Potosí. En el Eje Lima Potosí, con mas de 100
mil habitantes, Tucumán y Córdova (en Argentina actual) eran la zona de mulas
para arriaje; Cochabamba ( en Bolivia) era la zona cerealera principal, lo que
luego se amplio al trigo ( centro de Chile) y a varios productos ( Arequipa);
Cusco, ayacucho y Quito eran la zona de los obraje de producción textil; Lima-
Callo era la zona de puerto de embarque.

Se aprovechó de los sistemas andinos de la mita (trabajo obligatorio por turnos)


y de las aldeas de ayllus, para establecer el “pacto fiscal tributario indígena”,
que permitía tierras y sus repúblicas a cambio de pago con metálico y
reclutamiento compulsivo de la fuerza de trabajo para las minas. Esto no era
posible sin la reubicación de la población en concentraciones poblacionales,
con nuevas organizaciones espacio temporales. Para contar con este aporte
fiscal y fuerza de trabajo, era imprescindible la reubicación en torno a las
parroquias y las iglesias, terreno para la evangelización y la “extirpación de
idolatrías”, imprescindible para aplastar los saberes andinos de relación con la
naturaleza que organizaban el mundo andino, su uso del espacio y el tiempo.

La República de Indios fue una de las más ambiciosas modalidades de esta


administración de poblaciones. Mantuvo a los curacas, como autoridades de
mediación, y al mismo tiempo, excluidas. Era una población sin derechos
reales, pero con posibilidades de acumular riquezas y de reclamar ante el
poder colonial, cuyo Monarca se ofrecía como propietario de tierras y al mismo
tiempo mediador de conflictos. Diezmada con el genocidio de la conquista,
derrotada en la guerra de resistencia, atropellada por la extirpación de
idolatrías, prohibida en su lengua, técnicas y símbolos, arrancada de sus
12
Sempat Assadourian, El Sistema de la Economia Colonial, IEP,1982
12

vínculos con la naturaleza para la reproducción social y cultural, se impuso


durante varios siglos esta singular administración de la población.

La república de indios era un régimen jurídico que construía un cuerpo socio


territorial de representación, segregado del cuerpo de derechos colonial. Era
una población administrada. Pero no era un régimen como el aparheit
sudafricano, pues los curacas podían tener privilegios, de enriquecimiento, de
reclamación ante el Imperio y de autoridad entre los suyos. Estas cesiones del
poder imperial colonial, eran dadas como parte del pacto colonial sustantivo.
Por este pacto, las republicas de indios, disponían de territorios asignados por
etnias, producían para la subsistencia, tenían sus propias autoridades y podían
intervenir en otras actividades comerciales y de arriaje, pero estaban excluidos
de otras propiedades y de los cargos de poder, atributos exclusivos de las
republicas de españoles. A cambio de esta condición, el pacto obligaba al pacto
en dinero metálico de tributos, la contribución de indios, y a la mita minera, es
decir, al trabajo anual obligatorio en la actividad minera, a la cual debían ir con
su familia y por su cuenta. De esta forma, las relaciones entre ambas
repúblicas eran las de una administración de poblaciones, en la cual el Estado
colonial controlaba y garantizaba la necesaria oferta de trabajo para la minería.

El pacto colonial tributario tuvo una condición sustantiva de dominio: la


campaña de extirpación de idolatrías. Esta “evangelización”, era parte de la
respuesta a la lucha de la resistencia indígena. El objetivo era transformar su
identidad cultural andina. Extirpar la cosmovisión andina, que construía una
práctica social espacio temporal, de reciprocidad con la naturaleza, para
imponer otra organización del espacio y otro sentido y uso del tiempo. La
concentración de las poblaciones indígenas en la república de indios, esta
marcada por estos valores, para instarlos en el centro de su nuevo cuerpo
colonial de convivencia social, de exclusión, subordinación y control como
poblaciones.

Los pueblos andinos empezaron una larga resistencia. Resignificaron los ritos y
formas culturales, creció la población, recuperaron poder social los curacas,
adquirieron fortuna algunos de ellos en el comercio y el arriaje. Desde la propia
república de indios se levantó el principal movimiento nacional durante la
colonia: la revolución nacional de Tupac Amaru II en 1780.13 Derrotada, vino la
contrarrevolución colonial, pero ya estaban en curso los procesos que
terminarían con la sujeción a España en Suramérica, pero no con el
colonialidad en la administración de poblaciones

Las Republicas Independientes, se formaron con el derrumbe del circuito


colonial continental de la plata metálica y su eje territorial. Estaba España en
crisis, y los Borbones, con su absolutismo, la precipitaron aun más. Se quebró
el sistema colonial territorial, y se empezaron a formar diversos espacios
regionales, en cuyas disputas de centralidad se forjan las naciones, muchas
veces contrapuestas o fragmentando a la gran nación. Se formaron con las
Repúblicas nuevos cuerpos sociales de representación. Pero no superaron el
régimen de administración de poblaciones heredado.

13
Flores Galindo, Alberto, Buscando un Inca
13

Durante la guerra de independencia y hasta que esta se afirmara, se


declararon ciudadanos iguales a todos los habitantes de las republicas. En el
Perú, lo hizo San Martin y lo ratifico Bolivar. Se suprimió el tributo indígena. No
habían terminado las guerras, y fue inmediatamente reestablecido. Fue una de
las fuentes principales de ingresos del Estado, y vía patrimonial de
enriquecimiento desde la función pública encargada de recaudarlo.

Con la Independencia se realiza tres cambios en la administración de


poblaciones. Primero, el tributo ya no lo administran los curacas, sino los
delegados del Estado, nacionales y locales, que lo usan como un recurso
patrimonial para enriquecerse. A mediados del Siglo XIX, con el auge
exportador del Guano y sus rentas extraordinarias al Estado, se anulara el
tributo indígena, pero seguirá siendo capturado por los representantes locales
del Estado. Segundo, la administración de poblaciones se amplió a otros
sectores, ya no solamente a las indígenas. Tras las guerras de independencia y
en medio de las guerras civiles internas, era evidente el problema de la mano
de obra en las diversas actividades. Los dueños de haciendas, de compañías
guaneras, y caucheros en la amazonia, pasan a administrar poblaciones, de
libertos afrodescendiente, inmigrantes chinos o de nativos amazónicos, bajo
formas de neo-esclavitud y servidumbre. Los excedentes del guano se
derrochan y usan en mecanización de actividades productivas ( barcos a vapor,
máquinas agrícolas, telégrafo, ferrocarriles) pero con el uso intensivo de formas
de neo esclavitud y servidumbre. Tercero, se inicia para la administración de
poblaciones, la cesión de soberanía a poderes privados, que pasan a hacerse
cargo de administrar las poblaciones diversas, los que se enriquecen y forman
poderes privados locales, generalmente en torno al régimen de haciendas,
remplazando al Estado.

Luego de la crisis del Guano y la guerra con Chile, con la centralidad territorial
de la nación y la edificación del estado centralista, se volverá a estatuir la
contribución indígena, y se intentará ampliar a todas las clasificaciones
sociales. En el Siglo XX, se mantiene y redefine como contribución de
conscripción vial. A cambio, no obstante, se redefine la forma del pacto
tributario colonial. El Estado reconoce la propiedad de las tierras de las
Comunidades Indígenas y se aplican políticas de “protección”. A cambio el
Estado extiende las funciones nacionales estatales de recaudación y coacción,
pero promueve la concentración de tierras en manos de los hacendados, a los
que crecientemente otorga el control de los sistemas de representación. Con
esta continuación redefinida del pacto colonial tributario, se produce la cesión
más amplia de soberanía de esta administración de poblaciones, las que se
descentran al ámbito privado. Es el periodo de mayor auge del gamonalismo y
del régimen de haciendas como poderes privados de amplios territorios, desde
los que negocian con un Estado que va ampliando su presencia y recortando la
discrecionalidad faccional de estos poderes privados.

Será con las grandes movilizaciones antifeudales del Siglo XX, en los años 60
para adelante, y con la masiva migración que pasa de 70 % de población rural
en 1940 a 70 % de población urbana en 1980, que se producen
transformaciones en la administración de las poblaciones. Lo más resaltante,
es que estos desplazamientos acaban con el régimen de propiedad
14

terrateniente y el gamonalismo, rompen las jerarquías étnico-coloniales, se


amplia producción mercantil simple, se accede a servicios de salud, educación
e información, se visibilizan los contingentes sociales, se expresan en las
votaciones, y se conquistan posiciones de representación local y nacional. Se
pone en cuestión el fundamento de la república de indios y de exclusión
colonial que había mantenido la primera república.

Se amplía la ciudadanía, pero se mantiene a las poblaciones como no-iguales,


por lo que se organizan otras formas de administración de las mismas,
mientras no cambian el régimen instalado en la primera república. Continúan
amplias poblaciones como ciudadanos con derechos restringidos. Ante la crisis
del pacto tributario colonial, se incentiva el control corporativo privado del
territorio, con el que se generaliza un sistema de archipiélagos minero-
energéticos y de “maquilas de agroexportación”, conectados al sistema mundo
global en corredores de interconexión, rompiendo la dinámica integral de los
territorios, en esta pugna entre dialéctica y esquizofrenia.

Se limita la servidumbre y la esclavitud, ampliándose las relaciones mercantiles


de la fuerza de trabajo, pero ahora existen amplios contingentes que “sobran”,
excedentes de población condenados a la exclusión y desarraigados de los
territorios, etiquetados en diversos grupos de exclusión y discriminación. Se
organizan nuevas formas de disciplinar la subjetividad social con el uso de las
nuevas técnicas de información y comunicaciones. Se forman “enclaves
despóticos”, otorgándose a las corporaciones privadas global-locales
atribuciones sobre el territorio que incluyen facultades de administración de
poblaciones. El caso mas patente en el Perú es el uso del excedente minero,
generado en la coyuntura 2005-6, de proyecciones similares a la era del guano
del Siglo XIX. Este excedente es definido como un recurso privado (no se
establece tributación al respecto), con aportes “voluntarios” privados, y para un
fondo de inversión de condición “privado” (no ingresa al presupuesto público)
que se destina a usos públicos de desarrollo local, administrado
discrecionalmente por las propias corporaciones privadas y sus clientelas. Las
poblaciones son asumidas como clientelas sociales del estado, pero
disciplinadas desde el poder privado corporativo territorial y el poder mediático
privado. Esta exclusión en recursos, representación, territorios, funciones de
gobierno, sustento de nuevas poblaciones asumidas como “ciudadanías
disminuidas”, genera nuevas formas de sujeción. El estado empieza a transferir
a corporaciones empresariales no solo la gestión de territorios sino también la
administración de poblaciones de su ámbito.

La ampliación sustantiva de la ciudadanía, el reclamo por el ejercicio pleno de


sus derechos, no obstante, enfrenta esta forma de imponer un nuevo modelo
de administración de poblaciones para continuar el pacto tributario colonial pero
en las nuevas condiciones del mundo globalizado. La política, la formación de
diversas modalidades para actuar en la esfera política, los sentidos de
constitución de la comunidad nacional, es el escenario de esta confrontación.

2. La Nación en Perú, una comunidad por constituir


15

Desde republicas áreas de minorías criollas, luego de la independencia tras


una “guerra civil regional”, se formó a fines del Siglo XIX e inicios del Siglo XX
el Estado centralista. Desde él se ha ido forjando la comunidad imaginaria de la
Nación, la que ha puesto en crisis la vieja república criolla, de privilegios y
exclusión, y proyecta las condiciones de una nueva república de ciudadanos. A
inicios del Siglo XXI tenemos dos repúblicas en curso, y somos todavía una
nación cuya comunidad está por constituir.

Importantes estudios están replanteando las condiciones de nuestra formación


como Nación. En las ciencias sociales se dan estas cruciales reflexiones.
Siguiendo las teorías e innovaciones de Pocock, Squiner y Kosselleck, Elias
Palti esta enriqueciendo la apreciación sobre la formación histórica de nuestras
naciones. En un estudio sobre nuestro Siglo XIX, por ejemplo, señala que será
el Siglo de refundación e incertidumbre, en que la vida comunal al replegarse
sobre la instancia de su institución, permite que la política emerja tiñendo todos
los aspectos de la existencia social. El Siglo XIX lo define como el tiempo de la
política.14 Los núcleos problemáticos que estudia son los de sujeto, la sede, los
fundamentos y los modos de manifestación de la soberanía. Señala que no
existen soluciones válidas a priori, las que supuestamente habría que
contrastar con “tipos ideales” para ver su cercanía, con lo que crítica algunas
escuelas de pensamiento. Palti señala que las condiciones de la nación se
revelan en el proceso de reconstrucción histórica de su trama problemática
como comunidad de ciudadanos.

Siguiendo a Palti, es necesario reformular la propia concepción sobre la


Nación, para desentrañar ese singular proceso de formación de la nación
peruana.

La nación peruana no parte de una identificación lingüística-étnica para


reclamar soberanía y autodeterminación. Como señala Hobswawm15, éste era
el rasgo dominante en la transformación del nacionalismo entre 1870 y 1918, y
en relación a él es que Anderson señala que nuestros nacionalismos son
pioneros, basados en una comunidad imaginada, en la cual la visión del
territorio y su dominio sobre él tienen un rol fundamental. El proceso de la
nación tiene raíces principales, no sólo linguisticas, que siendo de identidad se
afincan en las prácticas sociales de relación sociedad-naturaleza. Por ello es
necesario repensar el concepto mismo de la nación.

Al estudiar las naciones, Otto Bauer señala que “la tarea de derivar la
peculiaridad nacional de la historia de la nación: eso , y nada mas, significa mi
definición de la nación como comunidad de carácter nacida de una comunidad
de destino”16 De esta forma, asienta la nación en la historia precedente, que en
consideración dialéctica contiene un presente incompleto cargado de
perspectivas de futuro, y no en una “sustancia metafísica”, en un supuesto
“plasma nacional material”, ni en el carácter individual atomístico, o en una
reducida comunidad lingüística, o una “etnia” superior a la humanidad.

14
Palti, Elias, El Tiempo de la Política, Siglo XXI,2007
15
Hobsbawn: 112
16
Bauer, Otto: 10-11
16

Señala que la nación es producto de su historia. Las condiciones en que los


antepasados se procuraron y conquistaron su sustento vital determinan las
cualidades heredadas por sus descendientes, que es el aspecto de su
condición de comunidad de carácter. Pero es también una comunidad de
destino, no por tener un mismo destino fijado de antemano por alguna
entelequia trascendente, sino por compartir un destino vivido en común en la
práctica social.

Hobsbawn17, señala, por su parte, que “no considero la “nación” como una
entidad social primaria ni invariable. Pertenece exclusivamente a un periodo
concreto y reciente desde el punto de vista histórico. Es una entidad social sólo
en la medida que se refiere a cierta clase de estado territorial moderno, el
“estado-nación”, y de nada sirve hablar de nación y de nacionalidad excepto en
la medida en que ambas se refieren a él. ..Yo recalcaría el elemento de
artefacto, invención e ingeniería social que interviene en la construcción de
naciones…el nacionalismo antecede a las naciones”.

Al referirse a la vieja “cuestión nacional”, plantea que “se encuentra situada en


el punto de intersección de la política, la tecnología y la transformación social.
Las naciones existen no solo en función de determinada clase de estado
territorial o de la aspiración a crearlo…sino también en el contexto de una
determinada etapa de desarrollo tecnológico y económico…. Las naciones y los
fenómenos asociadas con ellas deben analizarse en términos de las
condiciones y los requisitos políticos, técnicos, administrativos, económicos y
de otro tipo”

Este fundamento que estudia la génesis de las naciones en la historia, en la


comunidad de carácter y de destino, ubicada en la intersección entre política,
tecnología y transformación social, debe ser complementado con los estudios
de Anderson sobre las naciones como comunidades imaginadas18, pero
abriéndose a la relación entre nación, poder y territorio.

La nación como producto histórico debe ser apreciada desde las condiciones
de su espaciotiempo. Este es uno de los fundamentos de la tesis de Anderson
sobre la nación como comunidad imaginada. Pero Anderson tiene una singular
tesis al respecto. Señala que “ la idea de un organismo sociológico que se
mueve periódicamente a través del tiempo homogéneo, vacío, es un ejemplo
preciso de la idea de la nación, que se concibe también como una comunidad
sólida que avanza sostenidamente de un lado a otro de la historia”19

Este es uno de los aspectos de la modernidad en los cambios de los marco de


referencia en el sistema cultural. “Lo que ha llegado a tomar el lugar de la
concepción medieval de la simultaneidad a lo largo del tiempo es- como dice
Benjamín- una idea del “tiempo homogéneo, vacío”, donde la simultaneidad
es, por decirlo así, transversa, de tiempo cruzado, no marcada por la
prefiguración y la realización, sino por la coincidencia temporal, y medida por el

17
Hobsbawn: 18
18
Anderson, Comunidades Imaginadas
19
Anderson: 48.
17

reloj y el calendario”20. Esta aprehensión del tiempo es el sustento para que


pueda existir la comunidad imaginaria en interacciones de espacios amplios, en
formas anónimas de sociabilidad de largo alcance.

Señala, con razón, Partha Chatteree, al criticar a Anderson, que “esta


concepción observa únicamente una dimensión del espacio tiempo de la vida
moderna. Pero las personas solamente pueden imaginarse a sí mismas en un
tiempo homogéneo vacío. No es que vivan en él. El espacio tiempo homogéneo
vacío es el tiempo utópico del capital. Linealmente conecta el pasado, el
presente y el futuro, creando las condiciones de posibilidad para todas aquellas
imaginaciones historicistas de identidad, la nacionalidad, el progreso, etc., que
Anderson, junto con otros, nos han hecho familiar”.21 Pero, señala, “el tiempo
homogéneo y vacío no existe como tal en ninguna parte del mundo real. Es
utópico. El espacio real de la vida moderna es una heterotopía (en ese punto
mi deuda hacia Michel Foucault es obvia, a pesar de que no siempre estoy de
acuerdo con el uso que hace de este término). El tiempo es heterogéneo,
disparejamente denso”.22

Criticando que Anderson queda en el tiempo homogéneo vacío del capitalismo,


al que así naturaliza, la propuesta de Partha Chatteree, desde su óptica de la
subalternidad, plantea el espacio “de la gobernabilidad”. Plantea para el
estudio de las naciones una visión más amplia que occidente, incluyendo las
naciones postcoloniales, por lo que señala que “cada dominio, no solamente
actúa por oposición al otro, sino que, a través de este proceso de
confrontación, modela también las formas emergentes del otro dominio. Por lo
tanto, la presencia de lo popular o de elementos comunitarios integrados en el
orden liberal del estado poscolonial…. es, más bien, un reconocimiento por
parte de esta élite de la presencia tangible de un espacio para la política de los
subalternos, un espacio a partir del cual existe la necesidad de negociar
acuerdos”.23 Si bien cita a Marx y a E.P. Thompson, respecto a la superación
del capitalismo por su propia dinámica, la alternativa central en donde sitúa la
nación poscolonial la resume al señalar que “es moralmente ilegítimo defender
los ideales universalistas del nacionalismo, sin exigir simultáneamente que las
políticas generadas por la gubernamentalidad sean reconocidas como una
parte igualmente legítima del verdadero tiempoespacio de la vida política
moderna de la nación”.24

Es necesario asumir que ni el tiempo ni el espacio son homogéneos, vacíos,


inertes, en los que deambulan las naciones. El tiempo es heterogéneo y forma
una unidad con espacio que es socialmente producido. Este es la perspectiva
territorial de la nación. Señala Lefebvre: “¿Cómo definir la nación? Unos, la
mayor parte, la definen como una especie de sustancia nacida de la naturaleza
y desarrollada en el tiempo histórico. Hay quien le atribuye una “realidad”
consistente, tal vez definitiva al igual que definida… Para otros teóricos, la
nación como el nacionalismo se reducirá a la ideología. …. Un Estado-Nación

20
Anderson: 46
21
Partha Chatteree: 113
22
Partha Chatteree: 60.
23
Partha Chatteree 101
24
Partha Chatteree: 108.
18

no puede definirse ni por una substancialidad personalista, ni por una pura


ficción (un “centro especulativo”) ideológico. Hay otro modo de existencia
definido por su relación con un espacio”. (Henry Lefebvre)

Esta apreciación del espacio producido requiere superar el conocimiento


descorporeizado y descontextualizado, que produce una fisura ontológica de
occidente entre la razón y el mundo.25 Señala Mignolo que el imaginario
(construcción simbólica de una comunidad tal como se define a sí misma) del
mundo moderno/colonial fue afirmado por Occidente construyendo su imagen
como si fuese el equivalente a la estructuración social26, por lo que la diferencia
colonial era externa a la modernidad, su zona natural, su sombra. Para realizar
la ruptura epistemológica, se requiere una visión holística que permita entender
la estrategia de poder que organiza la colonialidad, y que hace de la diferencia
colonial, la estructuración social a gran escala de clasificación de los seres
humanos en grupos de dominio por “condición de raza”, como eje de dominio
del espacio del mundo. Desde esta incorporación del espacio como producción
social, es que, señala, ya “no es posible concebir la modernidad sin la
colonialidad”27, y que “el horizonte de colonialidad de las américas es
fundamental, sino fundacional, del imaginario del mundo moderno”. 28

La nación, por lo señalado, podemos asumirla como una “comunidad histórico-


territorial y política de destino”. Comunidad, por estar sustentada en lazos de
identidad y reconocimiento de pertenencia y convivencia social. Histórica, por
tener tiempos heterogéneos, y un presente incompleto portador de futuros
inciertos. Territorial, por disponer de espacios socialmente construidos para
habitabilidad, con normas compartidas obligatorias, y un dominio con algún tipo
de delimitación. Política, por disponer de esfera política diferenciada para tratar
los asuntos comunes con obligaciones al conjunto. De Destino, por tener una
trayectoria en común que genera singularidades de su practica social, no una
finalidad adscrita metafísicamente al conjunto ni a uno de su integrantes
individuales o grupales.

Desde esta apreciación de la Nación, la nuestra, surge como criolla excluyente


con una república contradicha, pues se declaraba igualitaria pero se
organizaba excluyente de la mayoría.

Su era política fundacional, es la de su coyuntura de soberanía. Con el


trasfondo de la revolución nacional de Tupac Amaru II, la era fundacional es la
de los primeros años de la Independencia. En estos años se define el ejercicio
político de la soberanía conquistada, con opción entre la república o la
monarquía. No era una opción simple. No por casualidad el Perú fue el último
bastión realista, y los dos primeros presidentes de la republica peruana se
pasaron al bando realista. El alumbramiento de la República, pasa por los
fastos de conquistar el derecho a la soberanía. Se abrió un nuevo
tiempoespacio en el cual la comunidad política debía responder a sus desafíos,
empezando por el de constituirse a si misma, y reencontrarse con su territorio

25
Lander: 15
26
Mignolo: 74
27
Mignolo: 58
28
Mignolo: 64
19

socialmente construido. Es un error de perspectiva, obviar esta crucial


definición de autogobierno, y señalar como hace Carmen Mc Evoy que la era
fundacional de la política peruana es la de la “república de la verdad” , la del
gobierno civil de Manuel Pardo.29

Afirmada la República, en su primera forma contradicha, se abre un tiempo de


pugna por la centralidad territorial de la República, en torno a la cual va
cambiando la propia nación. Tiene varias etapas, que merecen ser re-
estudiadas. La primera, de la Nación criolla y la Republica Guerrera-Guanera30,
desde 1821 hasta 1895, comprende las guerras civiles e internacionales, que
atraviesan las guerras civiles entre norte y sur, la confederación Perú-Boliviana,
la prosperidad falaz de la era del guano y su crisis en el gobierno civil de
Manuel Pardo, y la derrota del Perú en la Guerra con Chile. La segunda, de la
Nación criolla excluyente y la Republica Oligárquica, 1895 hasta 2000, es la de
la centralidad lima-norte, y la construcción del estado centralista, que es
desbordada por la creciente revolución de ciudadanía pluriétnica. La tercera, es
la de la Nación Pluriétnica, que abre sus desafíos desde inicios del siglo XXI,
hacia un estado descentralizado con autonomías macroregionales, y en la que
pugnan una república que se resiste a morir y una nueva república que no
termina de nacer.

3. La centralidad territorial de la República

Anderson formula que las naciones de América son pioneras de la formación


mundial del estado-nación31. Un enfoque sobre las centralidades territoriales de
la república, permite matizar y reformular esta tesis.

Al estudiar las naciones como comunidades imaginadas, Anderson señala que


en el caso de los criollos americanos, que formaron las naciones de América,
los cuerpos territoriales coloniales fueron el punto de partida. “Cada una de las
nuevas repúblicas sudamericanas habían sido una unidad administrativa desde
el siglo XVI hasta el XVIII”32 . Indica que habían sido demarcaciones fortuitas,
producto de conquistas militares, pero que en el tiempo dieron forma a cuerpos
de gestión administrativa autónomas, por factores geográficos, políticos y
económicos. Desde el Uti possidetis, las naciones independizadas afirmaron su
soberanía. Los organismos administrativos de esta forma crearon su
significado, en gran parte por la nueva ubicación de los criollos americanos y
sus funcionarios criollos peregrinos y los impresores criollos provinciales.

Pero no sólo y fundamentalmente por estas circunstancias. Ha sido


fundamental la clasificación estamental del poder en la configuración de los
territorios sociales. El señalamiento de Anderson es ininteligible si no se
aprecia la dinámica de los cuerpos territoriales organizados por el Virrey
Toledo, que dieron estabilidad al régimen colonial, y que recién entraron en
crisis con la crisis de la republica fines del siglo XX.

29
Mc Evoy, Carmen, Homus Politicus:23
30
Carmen Mc Evoy se refiere a parte de este período como el del Leviatán Guanero.
31
Anderson: 77-101
32
Anderson, B: 84
20

Los territorios, apreciados desde el positivismo, como señala críticamente


Sánchez33, serían un espacio físico, de elementos heterogéneos, en los cuales
activan las sociedades. El Perú vendría a ser así una nación cuyas actividades
transcurren en un continente inerte y de configuraciones aisladas
relativamente. Esta perspectiva positivista, lo que hace es naturalizar las
relaciones de poder que configuran el territorio.

Para apreciar la relación entre nación y territorio es necesario asumir sus


relaciones de poder, que señala Santos, se establecen el ser al mismo tiempo
un “sistema de objetos y un sistema de prácticas”. Estas relaciones de poder
tienen una configuración local-global, que varia en las sucesivas épocas
históricas hasta el momento actual, que define santos como una era en la cual
se ha construido una “segunda naturaleza” la técnica-informacional.

Es necesario apreciar, por lo dicho, el territorio como una heterogeneidad


espacial34, en la cual existen configuraciones ( soporte, recurso, medio
producción, medio geográfico), usos ( continente, relación social), funciones
( localización, movilidad, división, jerarquías, funcionalidades) y dinámicas
sistémicas ( sociales, escalares, instancias decisionales)

Lo que Bauer denomina “el principio territorial”35 y que Santos establece con
una conceptualización más amplia como el territorio-espacio formado “por el
sistema de objetos y prácticas”36, es una forma de organizar el dominio de la
organización de los territorios desde la condición del poder en la apropiación de
sus recursos, su producción y el uso.

Por lo dicho es indispensable una relectura, en una genealogía foucaltdiana 37 o


una estratigrafía de rugosidades miltonianas38, de los principales momentos
históricos de los cuerpos territoriales en el Perú y sus relaciones básicas de
poder. Podremos apreciar como las pugnas por establecer las centralidades
territoriales de la república tienen un rol decisivo en la configuración como
nación.

El fundamento andino territorial es el de las sociedades andinas del periodo


autónomo, que perviven en sus poblaciones, y que no son meros paisajes de
un país de incas sin indios, como pensaban muchos de los criollos
republicanos del S. XIX, entre ellos el fundador de esta narrativa, Sebastián
Lorente. La territorialidad andina es desde los señoríos regionales y horizontes
panandinos, hasta el tawantisuyo, en las sociedades andinas autónomas. El
territorio estaba organizado en las relaciones sociedad-naturaleza en la matriz
andina de reciprocidades-dualidades-triparticiones, que relacionaban el poder
político religioso, la apropiación de recursos y fuerza de trabajo, el ciclo
agrícola-hídrico y las relaciones de parentesco.

33
Sanchez, Joan-Eugeni, Geografía Política
34
Sanchez, Joan-Eugeni, idem
35
Bauer, Idem
36
Santos, La Naturaleza del Espacio
37
Foucault, Las Palabras y Las Cosas
38
Santos, Idem
21

La organización colonial Toledana del poder virreynal. A partir de la conquista y


la extirpación de idolatrías, que rompían el vinculo religioso sociedad-
naturaleza, reorganizaban el espacio con las reducciones y la mita minera,
para la explotación minera y formación de haciendas, estableciendo los
cuerpos territoriales, de base “racial”, de las repúblicas de Españoles y de
Indios, y sus regímenes tributarios monetizados. El espacio colonial se
organizó como un sistema territorialmente integrado, cerrado y autosuficiente,
con un mercado con especializaciones territoriales en la división del trabajo, de
funcionamiento continúo por varios siglos, constituyendo la fuente de la
moneda metálica del mundo de ese entonces.

La ruptura del vínculo colonial con la metrópoli, abrió el espacio para la


soberanía, desde la cual los criollos formaban estados y naciones. Sobre el
entramado de la perviviente repúblicas de indios y españoles, incorporados en
forma disímiles a las guerras de independencia, las repúblicas de los criollos
construían sus espacios de soberanía y representación. Se ha reducido este
período republicano al de la “anarquía y el caudillaje militar”. Estudiar este
periodo desde la perspectiva de las centralidades del territorio nos brinda otras
luces. Permite estudiarlo como el periodo de las guerras civiles regionales.

El sistema colonial territorial, el circuito productivo-mercantil-tributario, desde


Potosi-Cusco-Lima, se derrumbo con la Independencia. Pero no fue
reemplazado inmediatamente por otro. Los formadores de republicas
asumieron las circunscripciones delimitadas por la Colonia, con el Uti
Possidettis, como una cartografía imaginaría de las pretensiones territoriales
para formar la nación. Pero no eran estas cartografías imaginarías las que
definían las pugnas por establecer las centralidades territoriales de la nación.
Se equivoca Anderson al respecto, pretendiendo hacer de la circunscripción
administrativa el origen de la nación.

El caso del Perú es ilustrativo. Entre 1810 y 1824, mientras se define el triunfo
de la guerra de independencia, se van reformulando las centralidades
territoriales. Estas pugnas estallan en una guerra civil regional, entre el Estado
del Norte (Lima y Trujillo) y el Estado del Sur. Su expresión mas alta será la
Confederación Perú-Bolivia, que se instala y fracasa rápidamente. Existen
asuntos de formas de gobierno y naturaleza de organización de las
representaciones. Pero el tema de fondo de esta guerra civil regional era otro.
Estaba en torno a las centralidades territoriales en la formación de la nación. La
disputa entre el norte y el centro tenía que ver con decisivas transformaciones
en las dinámicas territoriales que debe merecer más amplia atención.

El espacio colonial estaba en reformulación. Desde 1740 los barcos europeos


llegaban al Pacífico por el Cabo de Hornos, lo que es autorizado por el rey de
España. Para afirmarse ante el imperio portugal que se instala en brasil,
España da facilidades y luego forma el Vireynato del Río de La Plata en 1776.
Traslada la Audiencia de Chuquisaca, donde estaba Potosí, y quiebra la
relación con Lima. Se amplio el libre comercio, y la ruta del cabo de Hornos
hace de Buenos Aires y de Valparaiso en Chile dos nuevas centralidades. El
declive naval español y el crecimiento del poderío ingles, a inicios del siglo XIX,
acentúa la quiebra del sistema colonial, el que atravesaba un proceso que los
22

historiadores discuten si era crisis o reestructuración diversificada, pero en


todo caso se cambiaban las centralidades que funcionaron varios siglos. Una
de ellas, era la que entrelazaba la producción de trigo del centro de chile que
era comerciada con Potosí y el Peru, con la producción de Azúcar del norte del
Peru, que era comerciada a Chile y por su intermedio a Cuyo y Buenos Aires.
Los cambios rompían este comercio, pues el azúcar brasileño llegaba hasta
chile, y Potosí se entrelazaba para abastecerse y exportar con Buenos Aires y
no con Lima. Estaba planteada, en el Perú, la pugna por la centralidad en torno
a estos cambios, y es el fundamento para la guerra civil regional. No es casual
que la Confederación Perú Boliviana tenga como una de sus medidas
principales la apertura del puerto de Cobija como puerto Libre, para
recentralizar la Ruta del cabo de Hornos a su favor. Y tampoco que los
gobiernos de la era del guano, orienten recursos para incentivar la producción
azucarera y su exportación en la costa norte.

La Aristocracia limeña y el Guano de las islas, van a definir la guerra civil


regional. Se utilizan los ingentes excedentes de la riqueza guanera, en una
conquista territorial de un país que se suponía vacío de personas pero lleno de
recursos naturales, a los que había que conectar con los mercados mundiales
gracias a los ferrocarriles, y para los cuales debía traerse mano de obra
inmigrante. El Estado se revestía de limitados pero significativos
procedimientos institucionales democráticos, pero su fundamentos territoriales
no tenian centralidades afincadas en la historía y sus potencialidades. Rotos
los vínculos con el Alto Perú (Bolivia), se afianzan las producciones del eje que
se construía en torno al tráfico marítimo vía valparaiso, el que luego entra en
crisis con la producción azucarera de brasil. La Guerra Perú-Bolivia-Chile,
promovida desde Inglaterra por el salitre y en función de consolidar los nuevos
ejes territoriales del continente, será el corolario de ese descentramiento de la
nación y el territorio.

Será en el periodo de reconstrucción nacional y a inicios del Siglo XX, que se


establecerá la centralidad territorial hegemónica, se forma el estado centralista
en torno a ella y desde el cual se proyecta para ir forjando la nación.

La ampliación del carácter de la nación a lo largo del Siglo XX,, como


pluriétnica y de integración de imaginarios, y la crisis de la republica
excluyente, con la emergencia de diversos territorios sociales, con mayores
exigencias y ejercicios de autonomías, es lo que marca el reposicionamiento
del Perú desde los años 70, en el continente y en el mundo. Desde esta base
de territorialidad se van formando amplios espacios macro regionales, de
continuidad en la historia para su habitabilidad y gestión sociedad-naturaleza,
como nuevas centralidades territoriales, en torno a las cuales se reformula la
unidad de la nación y se habilitan las autonomías descentralistas de la
república de ciudadanos.

4. Estado, Representación y Autonomías: crisis del sistema de


representación
23

La historia de nuestra república ha tenido en los cuerpos de representación una


de sus cuestiones fundamentales. La Republica ha tenido un inicio fundamental
al zanjar con la propuesta de una monarquía constitucional y optar por la
soberanía democrática. Pero en ese mismo acto, asumió un configuración de la
esfera pública y un sistema de representación que no expresaba a la nación en
su conjunto y que hasta la fecha muestra su crisis. Los rasgos de este diseño
de las relaciones de autoridad fueron el de la representación criolla excluyente,
el semi-presidencialismo de carácter oligárquico, la debilidad de las autonomías
ciudadanas y el sistema de partidos, y el centralismo estatal politico-
administrativo. Entre Dos Repúblicas es que crujen estos aspectos de la forma
inadecuada de estado representativo peruano.

Representación criolla excluyente en la nación pluriétnica y con poder social.

Existen problemas que aquejan a la configuración de la esfera pública peruana.


Sus rasgos constitutivos son conocidos:

a) El poder organizado desde la discriminación étnica social, que la colonia


estatuyó y la primera república mantuvo como sociedad de señores,
cuyos rasgos perviven en contradicción con el ascenso ciudadano.39
b) El cuerpo de representación estatal escindido de la mayoría nacional,
con un largísimo proceso de ampliación del derecho electoral a lo largo
del siglo XX (voto a las mujeres en los años 50; voto a los analfabetos
en 1979).
c) Las formas corporativas de asociación gremial que asumen poderes en
los asuntos públicos, expresando los grupos de poder económico
privilegiados, que corporativizan el territorio.
d) Los encargados de los asuntos públicos, por elección o por designación,
asumen la función como un patrimonio personal y como la entrada a un
círculo de privilegios y de privilegiados.
e) El reconocimiento formal de los derechos de los ciudadanos,
conquistados en forma paulatina, los que además están divorciados de
su ejercicio efectivo, se construyen en una relación en la cual la mayoría
debe dedicarse a resolver sus asuntos privados, mientras una elite
privilegiada es la que, por encargo, violencia o imposición, asume
hacerse cargo de resolver los asuntos públicos, ciertamente que para
sus fines particulares.
f) La separación de la ética de la política.

En el siglo XIX, la representación se redujo a cuerpos organizados desde el


estado, con los militares de la independencia como la principal corporación
política, y con un sistema electoral ad hoc a sus intereses. Se partía de una
escisión. La población mayoritaria estaba excluida de los cuerpos de
representación. Al ser indígena, afrodescendiente esclava, o china
semiesclava, la relación del estado con ella era de “administración de
poblaciones”, como hemos señalado antes. No formaban parte de la soberanía.
39
López, Sinesio, Ciudadanos Reales e Imaginarios,
24

Eran una población no-ciudadana. Los problemas para la representación en el


ejercicio de la soberanía por ello, se reducían a una minoría de la nación. Pero,
aun así, eran problemas institucionales fundamentales de cualquier ejercicio
de soberanía. Esto es lo que da singular perspectiva a los esfuerzos de los
civilistas de Manuel Pardo, por mejorar las instituciones de representación
democrática de este sector nacional.

Una de las cuestiones que se reiteran como debate fundamental en el Siglo


XIX y en el Siglo XXI, es la relativa a la representación entre el ciudadano y la
nación. La teoría liberal señalaba que el ciudadano debía ser individualmente el
depositario de la soberanía, por lo que su vínculo debía ser directo en la
elección de los integrantes de los cuerpos de representación. No debían existir
entre el ciudadano y la nación, organismos intermedios, asociativos, que
expresaran el poder social. Esta teoría contradecía no solo la historia social,
sino las experiencias que inspiraban a las formaciones de las repúblicas como
comunidad política. En el siglo XIX, al reducirse la potestad de representación
a un minoritario grupo de personas, los criollos alfabetos y con recursos, los
problemas de representación contraponian al ciudadano-individuo con dos
corporaciones: los militares, y las asociaciones urbanas, especialmente de
artesanos. Los gobiernos locales eran mas un asunto poblaciones-
administradas, pues asumían el cobro de tributos y contribuciones indígenas y
de castas.

La creciente revolución de ciudadanía a lo largo del siglo XX, ha ampliado


hasta variar sustancialmente la cuestión de la representación. En el Siglo XXI,
esta cuestión se formula por ello, en una combinación de la democracia
representativa con los mecanismos de la democracia directa. El ciudadano, en
cuanto individuo de la comunidad política, tiene más derechos y forma parte de
diversos lazos en el poder social. Por esto mismo, se incluye su participación
en diversas asociaciones, en distintos cuerpos de representación territorial y
social, con los que pugna por atribuciones que redistribuyan poder en la
comunidad política. De esta forma, es que se replantea el tema de la soberanía
y su ejercicio representativo, para el individuo y la sociedad.

El semi-presidencialismo de carácter oligárquico, y su transformación semi-


presidencial parlamentaria y territorial.

El régimen semi-presidencial, constituye lo que se denomina la constitución


histórica no escrita del Perú. Si bien hemos tenido muchas Constituciones, es
una constante de nuestra formación política estatal, que se organiza un sistema
por el cual la soberanía democrática elige directamente al presidente y al
congreso y entre diversas instituciones se controlan y contrapesan. Esta
apreciación jurídica, debe ser contrastada con las crisis de la propia república.
Cerca de los 200 años de Republica, hemos tenido menos de 30 años de
gobiernos democráticamente elegidos, en los marcos de un sistema precario
de representación. La amplía mayoría de gobiernos han sido dictaduras
militares, cívico-militares, autocracias abiertas o dictaduras embozadas. Esta
es la “normalidad” republicana, a la que hacia alusión el Poeta Martín Adán.
25

La tradición jurídica peruana, del semi-presidencialismo abstracto, con sus


ambigüedades y medias instituciones, basadas en el autoritarismo del miedo a
la mayoría excluida, se ha dado forma a la “normalidad” de un régimen
presidencialista oligárquico, que es el que mas ha gobernado la república. Con
este régimen autoritario es que se han debilitado, recortado, anulado o
aplastado las autonomías ciudadanas y territoriales; con este régimen es que
se han impuesto los sistemas electorales discrecionales para el poder de turno;
y con este régimen es que se han normado y respondido a los partidos de la
sociedad y los fabricados desde el estado. La creciente revolución de
ciudadanía y la visibilización defjnitiva de la nación pluri-etnica, son las
condiciones democráticas para el ejercicio de la soberanía que han puesto en
crisis Terminal a la república oligárquica.

La República Oligárquica, con su forma de Estado, junto a la sociedad de


señores, entró en crisis terminal en los últimos decenios del Siglo XX, pero
continuó entre los años 1992-2000, bajo las formas de la Autocracia y sus
súbditos. Esta república entró en crisis por diversos factores, debido sobre
todo al ascenso de la democratización social. Se produjo la irrupción masiva de
la ciudadanía y sus múltiples iniciativas autonómicas en todo ámbito nacional,
ejerciendo crecientemente sus derechos políticos, socioeconómicos y cívicos.
Entre estos factores de autonomías ciudadanas podemos señalar el mayor
acceso al voto universal, las migraciones nacional y al mundo, el acceso a la
educación y servicios básicos, la ampliación de los mercados hasta la
generalización de la actual producción mercantil simple urbana y rural, la
densidad de formas de cooperación y reciprocidad en la vida social, la
afirmación de lo pluriétnico cultural como fuente de identidad y progreso social,
la incorporación a la sociedad mundial de la información y la ampliación de las
posibilidades de innovación y ejercicio de las libertades por las personas.

El desplome de la autocracia fujimorista a inicios del Siglo XXI, no ha


significado el fin de ciertas reglas políticas que lo sustentaban en la esfera
pública. La continuación de algunas de estas reglas se presentan variadas
como «democracias delegativas», las que se fundamentan en la premisa
básica de un presidencialismo acrecentado, «paternal» en el cuidado de la
nación, y propietario de su función, lo que hace extensivo a su corte en las
alturas del poder.

El régimen político semi-presidencial podrá renovarse si se efectúa su


transformación parlamentaria y territorial. El nuevo estado debe ser unitario con
autonomías, con seis grandes espacios territoriales macroregionales con
autonomías habilitadas, y cuerpos de representación territorial, en los niveles
de Región y Municipios, con Senado Regional en el que esté igualmente
representado el conjunto de las regiones, con reales facultades de territorios
por las comunidades campesinas y nativas. Podrá así expresar la creciente
democracia de ciudadanos, que reclama la sociedad en ebullición.

Autonomías ciudadanas y el sistema de partidos

La creciente formación de una comunidad política nacional, pone en cuestión el


régimen político de autonomías en el país. No se trata de identificar
26

autonomías con escisión, secesión o autarquías. Ya José Carlos Mariátegui


aludía a ellas cuando sostenía que la descentralización nacional requiere un
nuevo régimen “más orgánico y menos coercitivo” en la unidad de la nación. 40
Las autonomías son las capacidades de decisión en el autogobierno, que
tienen diversos niveles de gobierno en ejercicio, y que se habilitan desde la
sociedad y la vida de los ciudadanos. Una de las expresiones de avance en la
formación de una comunidad política, es el incremento de las autonomías, por
parte de los ciudadanos de las organizaciones sociales y de los cuerpos de
representación territorial.

En el Siglo XIX, las fuerzas conservadoras reclamaban “autonomía”, en función


de ampliar el poder terrateniente, el gamonalismo, la administración privada de
poblaciones, y la apropiación y cobro de los tributos indígenas. Este reclamo
asumía ropajes federalistas.

Cuando se afirma la centralidad territorial y se forja el estado centralista, a


inicios del siglo XX, se reformulan los términos. Contra la arbitrariedad
autoritario y la coerción centralista, es que se plantean la Descentralización
como un reclamo de autonomías. Tanto para los ciudadanos, a través del
naciente sistema de partidos que irrumpe en los años 30; como para los
territorios, que reclaman regionalización y niveles de gobierno local
representativo. Las dictaduras militares o cívico militares, irrumpen contra
estas autonomías y para defender el orden oligárquico.

La revolución de ciudadanía que hemos reseñado anteriormente, es base del


poder de la sociedad democrática. De ahí que se amplían las tendencias de
mayores autonomías ciudadanas y territoriales. Comprenden en ese nuevo
régimen “más orgánico y menos coercitivo”, distintas dimensiones del
desarrollo de la sociedad:

a) La formación de un nuevo sistema de partidos, que derrote la inmensa


presión mediática y del poder económico para despolitizar al ciudadano
reduciéndolo a cliente –súbdito. El nuevo sistema de partidos debe
constituirse con partidos que sean expresión de valores cívicos,
movimientos sociales, corrientes de opinión de ciudadanos y via de acceso
a ejercer decisiones, y no solo partido-aparatos de clientelas
presupuestales.
b) La ruptura y superación de las jerarquías étnico-coloniales, afirmando los
espacios sociales e institucionales de un país pluri-étnico, con libertad de
las personas solidarias y que construye su unidad en la diversidad de
culturas y el aporte civilizatorio de los pueblos andinos amazónicos.
c) La multiplicación de las iniciativas de fuerza de trabajo, en la denominada
informalidad, que no es otra cosa que la pequeña producción mercantil
simple, sometida a la precariedad y expoliación, y que plantea incorporar
innovaciones, créditos, asociatividad y rutas de acceso a mercados de valor
agregado.
d) La individuación de sujetos de derechos individuales y sociales, superando
la fragmentación y discriminación social, para multiplicar lazos de
40
Mariátegui, José Carlos, 7 Ensayos de Interpretación de la realidad peruana
27

reciprocidad, de cooperación y de acción común en el desarrollo solidario,


afianzando las habilitaciones de autonomías de las personas, las
organizaciones y los espacios públicos.
e) La incorporación de la dimensión ética en la política y los asuntos públicos.
f) La afirmación de la familia como núcleo básico social, sustentada en la
igualdad de género, las relaciones horizontales entre sus integrantes y la
responsabilidad solidaria.
g) La organización de las actividades económicas bajo la forma empresarial de
nuevo tipo, con responsabilidad social, en la cual se transforman insumos
para elaborar productos, se organiza en base a procesos y resultados, y se
establecen las responsabilidades en respeto democrático de sus
integrantes.
h) El reconocimiento de las Comunidades Campesinas y Nativas, de los andes
y la amazonía, como organizaciones comunales de gestión territorial, con
autoridades de pueblos indígenas reconocidas como fuentes de poder.
i) El impulso a las organizaciones sociales y de auto emancipación, en redes
sociales y públicas, que construyen la densidad más sustantiva de la
sociedad civil democrática, en su trabajo creador y relación solidaria.

El centralismo estatal politico-administrativo y la Descentralización

En el Siglo XIX, la opción republicana fué siempre acompañada de un régimen


centralista administrativo. Lo que acontecía, tras la independencia y durante
todo el siglo XIX., era una guerra civil regional por ganar la centralidad territorial
de la nación. Los debates sobre el tema deben leerse en este contexto.
Definida esta disputa, desde inicios del siglo XX se construye un estado
centralista. El centralismo no corresponde a las condiciones de la nación y su
naciente comunidad política. Es por ello, que a lo largo del siglo XX se van
produciendo diversos cambios que desconcentran la administración pública de
los territorios y amplían la base municipal, si bien mantienen el centralismo
político y fiscal..

A fines del Siglo XX e inicios del Siglo XXI, se produce el divorcio entre las
dinámicas de lo político administrativo y las de los territorios sociales. El
desarrollo democrático de la sociedad peruana y las rearticulaciones
territoriales macroregionales del nuevo siglo, marcan el fin de la actual
institucionalidad estatal centralista, de la vieja republica de privilegios y
exclusiones, la que se ha constituido en una traba fundamental para el
progreso de la nación. La organización territorial en torno a un centro
macrocefalico, herencia colonial y prolongación de la república de privilegios,
esta en activísimo proceso de cambios hacia el posicionamiento regional-
mundial de seis grandes espacios macro regionales, los que acentúan su
contraposición a un estado centralista.

Este proceso de reforma descentralista, mas allá de cualquier limitación,


reclama una redistribución democrática del poder en el territorio de la Nación.
Supone, requiere y expresa una reforma del conjunto del Estado y de sus
relaciones con el territorio y la sociedad, para ampliar la habilitación de las
28

autonomías, efectivizándose que la descentralización es una vía de integración


de la nación, opuesta a su fragmentación o secesión.

Este contenido territorial autonómico, es lo que constituye la novedad básica


del actual momento de la república. Las propias condiciones y exigencias del
desarrollo nacional, obligan a entrelazar el cambio en el Estado, y la
descentralización fiscal, política y administrativa, con el necesario desarrollo de
los territorios que reinvierten excedentes, añaden valor agregado, edifican
sistemas de innovación local-regional, endogenizando el desarrollo para
conseguir un nuevo posicionamiento competitivo en la nación y con ella en el
mundo global. De la manera como se relacionen ambos aspectos depende el
destino de la república.

III. EL PERÚ ENTRE DOS REPÚBLICAS

Los resultados de las elecciones generales en abril-mayo 2006 y de las


municipales-regionales en Noviembre de ese mismo año, evidencian la crisis
nacional y de la reforma descentralista. La alta polarización Alan-Humala, que
preanunciaba un bipartidismo en una polarización extrema, basados ambos en
promesas de cambios sociales sustantivos, se ha diluido en las siguientes
elecciones regional-municipales en una fragmentación política generalizada
pero con alta polarización social. El APRA ha formado un gabinete de centro
derecha con un programa neoliberal, y ha sido derrotada en las elecciones de
municipios y regiones; se ha diluido la alternativa que quiso expresar Humala;
la derecha conservadora se ha reducido y amurallado en lima, organizada
partidariamente en programas de TV, radios y periódicos. En medio de la
acentuada fragmentación política, emergen variopintos movimientos. Vuelve a
la escena pública el centroizquierda, que tiene como portaestandartes
descentralistas a Guillen, Simon, Gonzáles y Huaroc. Están fujimoristas
encabezados por Kuori y Salas. Aparecen síntomas de estallidos anarcoides. El
Gobierno está más que nunca en un precario equilibrio insostenible hacia la
derecha, con un partido de base popular. Y muchos de los gobiernos regionales
y municipales tienen gran fragilidad institucional y débil base de sustento, al
haber ganado con menos del 20 % de votos de respaldo.

La coyuntura política expresa una cuestión estructural: el pais está entre dos
repúblicas. Esta idea, que desarrolla Norberto Bobbio,41 referida a la esfera
pública de poder donde se deciden los asuntos comunes a la nación, permite
explicar lo que acontece en estos años de celebración del Bicentenario.

El Perú vive la agonía de la primera republica de privilegios, impunidad y


exclusión, que la autocracia neoliberal fujimorista intentó remodelar para
prolongarla y perpetuarla como “Estad Mafioso”42. Desde la sociedad surge otro
41
Bobbio, Norberto, Entre Dos Republicas.
42
Dammert, Manuel, El Estado Mafioso, 2001
29

y nuevo sentido de república. Han crecido la democratización social, las


demandas de autonomías locales y regionales, las iniciativas de
emprendimientos y auto constructores, la afirmación pluriétnica, las exigencias
universales de progreso ciudadano. La democracia y el sufragio universal se
asumen instrumento de cambio. Pero las autoridades rápidamente pierden
legitimidad, y asistimos a la fragmentación con múltiples “partidos de
personas”, vehículos efímeros de clientelas.

Podemos apreciarlo en varios aspectos.

a) No ha primado el independentismo antipolítico de los años 90. Existe,


más bien, intensificación de la participación, que navega entre la
soberanía de los ciudadanos y la sumisión de las clientelas
b) En una extendida crisis del sistema de partidos y de la representación,
que afecta a las formaciones de derecha, centro e izquierda, se
empieza a reconfigurar el sistema de partidos. Están todavía bloqueados
por el sistema de su acceso a la representación, que no aprecia vida
orgánica y ciudadana efectiva, sino listados de firmas y simulación de
organismos.
c) Las poblaciones excluidas no aceptan ser “poblaciones administradas” y
crecientemente reclaman participar como comunidades políticas de
ciudadanos, expresándose en forma muy intensa en torno al uso y
disposición de los recursos naturales y culturales ( minas, bosques,
patrimonio cultural, etc), en especial en las comunidades campesinas ,
que son las que tienen a su cargo las cabeceras de cuenca en la parte
altoandina, así como las comunidades nativas amazónicas. Esta es una
de las cuestiones claves, por ligarse los cuerpos socioterritoriales de
representación con la disposición de recursos naturales.
d) Los cuerpos de representación, en el congreso nacional pero también en
regiones y municipios, pierden rápidamente legitimidad, acrecentando
un vacío que propicia autoritarismo mesiánicos, no solo desde la
sociedad sino sobre todo desde el estado y el poder económico.
e) Se ha evidenciando la fragilidad del sistema electoral, que ha permitido y
facilitado gobiernos locales y regionales son escasa base de
sustentación, y un congreso que es minoría nacional.
f) Los plurales movimientos sociales exigen niveles de participación y
decisión ciudadana, empezando a cambiar el escenario de los cuerpos
intermedios de representación
g) Se amplía la esfera pública para la participación ciudadana, en formas
de concertación, presupuestos participativos, desarrollo económico local,
si bien masivamente pero todavia con resultados muy limitados

El creciente interés ciudadano por participar en política, el trasfondo de


reclamados cambios sociales sustantivos en un país con la mayoría de su
población en pobreza, desocupada, y las variadas formas de agrupamiento,
son señas de la paulatina configuración de un nuevo sistema de partidos, que
está en el eje de esta pugna entre dos repúblicas, en la crisis nacional del
sistema político, de representación y de partidos.
30

Para la vieja república, la derecha política y los grupos de poder económico,


propugnan su remodelación corporativa-autoritaria. Quieren aprovechar la
bonanza de excedentes por el precio de los minerales en el mercado mundial y
formar una nueva oligarquía. Su programa es claro.

- Pretende recortar derechos humanos;


- Busca restringir los derechos sociales e individuales ( contra ongs y
sindicatos y movimientos sociales);
- propugna el crecimiento sin desarrollo, sólo con “donaciones”, con
amplísima polarización en la concentración de ingresos;
- quiere encuadrar a la opinión pública en el secuestro de ideas y noticias
y la estigmatización de lo que sea cambio e izquierda;
- afianza el centralismo administrativo, que solo negocia cuotas y
parcelas, propugnando que los enclaves minero-energéticos asuman
corporativamente funciones de poder local-regional;
- Pretender anular los cuerpos socio-territoriales de representacion, como
las comunidades campesinas y nativas, para concentrar los recuso
naturales y hacer de ellos un uso depredador
- pretende ir hacia el distrito electoral uninominal, para que sus fuerzas
traten de copar las próximas elecciones para un sistema bi-partidista,
mientras ahora capturan los sistemas electorales.

Desde la sociedad, las fuerzas sociopolíticas de nueva republica emergen, por


su parte, hacia una opción progresista, que se sustenta en un país de
ciudadanos, con ética en la política, por lo que su programa democrático
participativo es el de la sociedad justa, la nación pluriétnica descentralizada y la
institucionalización de los partidos para el des-caudillaje del poder. Su
programa es también identificable:

- Formula ampliar los derechos en el estado social democrático;


- impulsa trabajo digno y revolución productiva, con redistribución del
ingreso, empezando con los impuestos a las sobre ganancias y la
recuperación de la renta de los recursos naturales;
- incentiva la nación plurietnica, de convivencia entre todos los peruanos;
- promueve opinión pública plural, libre, vigilante;
- descentraliza con autonomías, fortaleciendo los espacios macro
regionales, los municipios, los territorios diversos;
- plantea la reforma política para una nueva representación con partidos
de ciudadanos y sistemas electorales proporcionales, en donde la
igualdad de acceso se garantice por la democracia institucionalizada,
superada la herencia presidencialista-autocrática.

Las opciones entre las dos repúblicas, atraviesan todo el espectro político-
social. No se trata de enfrentamientos entre aparatos burocrático-militares, sino
en dos formas distintas de organizar el tratamiento de los asuntos comunes de
la sociedad, formas contrapuestas que están en contraste activo y desde la
propia sociedad. Y en la cual el tema de la reforma descentralista es uno de
sus aspectos medulares, al constituir las relaciones entre los crecientes
espacios territoriales de las seis macro regiones y su relación con la reforma
31

institucional para su representación y gestión, uno de los asuntos


fundamentales de la viabilidad de la nación.

En el Bicentenario, en un país entre dos repúblicas, la política vuelve a la


primacía para la activa presencia de los ciudadanos en decidir en torno a las
opciones básicas que tiene la nación.

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