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JOHN MAYNARD KEYNES LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ EDITORIAL CRITICA Grupo editorial Grijalbo BARCELONA ALEAG LAMA Pee 44 330.156 33428-1 K44 B32 ATAU UM "HE HCONOMIL KUNSEQUL EY we seem om The Macmillan Press Traduccién castellana de JUAN UNA Revision de LLU{S ARGEMf Cubierta: Enric Satué 1971: ‘The Royal Economic Society, Londres © 1987 de la traduccidn castellana para Tspaite y América: Editorial Critica, 8.A., Arag6, 385, 08013 Barcelona ISBN: 84-7423-321-6 Depésito legal: B, 17.927 - 1987 Impreso en Espafia Tony. HUROPE, 8. A., Recatedo, 2, 08005 Barcelona PREFACIO El autor de este libro, agregado temporalmente al Tesoro britd- nico durante la guerra, fue su representante oficial en la Conferenciu de la Paz, de Paris, hasta el 7 de junio de 1919; también tuvo asien to, como mandatario del ministro de Hacienda, en el Consejo Supre mo Econémico. Dimitid de estos puestos cuando se hizo evidente que no se podia mantener por mds tiempo la esperanza de una modifica cién substancial en los términos de la paz proyectados. Los funde mentos de esta oposicién al Tratado, o més bien a toda la politica de la Conferencia respecto de los problemas econdmicos de Europa, apa- recerén en los capitulos siguientes. Son por completo de cardcter pa blico, y estén basados en hechos conocidos del mundo entero. J. M. Keynes King’s College, Cambridge Noviembre de 1919 Capfruto I INTRODUCCION La facultad de adaptacién es caracteristica de la Humanidad. Po- cos son los que se hacen cargo de Ia condicién desusada, inestable, complicada, falta de unidad y transitoria de Ja organizacién econémi- ca en que ha vivido la Europa occidental durante el tltimo medio siglo. Tomamos por naturales, permanentes y de inexcusable subor- dinacién algunos de nuestros ultimos adelantos més particulares y circunstanciales, y, segtin cllos, trazamos nuestros planes. Sobre esta cimentacién falsa y movediza proyectamos la mejora social; levanta- mos nuestras plataformas politicas; perseguimos nuestras animosida- des y nuestras ambiciones personales, y nos sentimos con medios suficientes para atizar, en vez de calmar, el conflicto civil en la fami- lia eurépea. Movido por ilusién insana y egofsmo sin aprensién, el pueblo alemdn subvirtid los cimientos sobre los que todos viviamos y edificébamos. Pero los voceros de los pueblos francés e inglés han corrido el riesgo de completar la ruina que Alemania inicié, por una paz que, si se lleva a efecto, destrozaré para lo sucesivo —pudiendo haberla restaurado— Ia delicada y complicada organizacién —ya al- terada y rota por la guerra—, vinica mediante la cual podrian los pue- blos europeos servir su destino y vivir. El aspecto externo de la vida en Inglaterra no nos deja ver to- davia ni apreciar en lo més minimo que ha terminado una época. Nos afanamos para reanudar los hilos de nuestra vida donde los dejamos; con la tinica diferencia de que algunos de nosotros parecen bastante més ricos que eran antes. Si antes de la guerra gastébamos millones, ahora hemos aprendido que podemos gastar, sin detrimento aparente, cientos. de millones; evidentemente, no habfamos explotado hasta lo 10 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ Uiltimo las posibilidades de nuestra vida econémica. Aspiramos, desde luego, no sélo a volver a disfrutar del bienestar de 1914, sino a su mayor ampliacién e intensificacién. Asf, trazan sus planes de modo semejante todas las clases: el rico, para gastar mds y ahorrar menos, y el pobre, para gastar mds y trabajar menos. Pero acaso tan sdlo en Inglaterra (y en América) es posible ser tan inconsciente. En la Europa continental, la tierra se levanta, pero nadie esté atento a sus ruidos. El problema no es de extravagancias o de «turbulencias del trabajo»; es una cuestién de vida o muerte, de agotamiento o de existencia: se trata de las pavorosas convulsiones de una civilizacién agonizante. Para el que estaba pasando en Parfs la mayor parte de los seis meses que sucedieron al Armisticio, una visita ocasional a Londres constitufa una extrafia experiencia. Inglaterra sigue siempre fuera de Europa. Los quejidos apagados de Europa no Ilegan a ella. Europa es cosa aparte. Inglaterta no es carne de su carne, ni cuerpo de su cuerpo. Pero Europa forma_un todo sélido. Francia, Alemania, Italia, Austria y Holanda, Rusia y Rumania y Polonia palpitan a una, y su estructura y su civilizacién son, en esencia, una. Florecieron juntas, se han conmovido juntas en una guerra, en la que nosotros, a pesar de nuestro tributo y nuestros sacrificios enormes (como América en menor grado), quedamos econdmicamente aparte. Ellas pueden hun- dirse juntas. De esto arranca Ja significacién destructora de la Paz de Paris. Si la guerra civil europea ha de acabar en que Francia ¢ Italia abusen de su poder, momenténeamente victorioso, para destruir a Alemania y Austria-Hungria, ahora postradas, provocarin su propia destruccién; tan profunda e inextricable es la compenettacién con sus victimas por los més ocultos lazos psiquicos y econémicos. El inglés que tomé parte en Ja Conferencia de Paris y fue durante aque- llos meses miembro del Consejo Supremo Econémico de las Potencias Aliadas, obligadamente tenia que convertitse (experimento nuevo para él) en un curopeo, cn sus inquictudes y en su visién, Allf, en el centro nervioso del sistema europeo, tenfan que desaparecer, en gran parte, sus preocupaciones briténicas, y debfa verse acosado por otros y més terrorificos espectros. Paris era una pesadilla, y todo alli era algo morboso. Se cernia sobre la escena la sensacién de una catdstrofe inminente: insignificancia y pequefiez del hombre ante los grandes acontecimientos que afrontaba; sentido confuso e irrealidad de las de- cisiones; ligereza, ceguera, insolencia, gritos confusos de fuera —alli INTRODUCCION 11 se daban todos los elementos de la antigua tragedia—. Sentado en medio de la teatral decoracién de los salones oficiales franceses, se maravillaba uno pensando si los extraordinarios rostros de Wilson y Clemenceau, con su tez inalterable y sus rasgos inmutables, eran real- mente catas y no mascaras tragicémicas de algtin extraiio drama o de una exhibicién de muiiecos. Toda la actuacién de Paris tenia el aire de algo de extraordinaria importancia y de insignificante a la par. Las decisiones parecian pre- fiadas de consecuencias para el porvenir de la sociedad humana, y, no obstante, murmuraba el viento que las palabras no se hacfan carne, que eran futiles, insignificantes, de ningtin efecto, disociadas de los acontecimientos; y sentia uno, con el mayor rigor, aquella impresién desctita por Tolstoi en La Guerra » la Paz, 0 por Hardy en Los Di- nastas, de los acontecimientos marchando hacia un tétmino fatal, extrafio ¢ indiferente a las cavilaciones de los estadistas en Consejo: Ex Espiritu pe Los Trempos Observa que toda visién amplia y dominio de st mismas Han desertado de estas multitudes, ahora dadas a los demonios Por el Abandono Inmanente. Nada queda Més que venganza aqui, entre los fuertes, Y alli, entre los débiles, rabia impotente. Ex Espinrru pe 1a Prepap éPor qué impulsa la Voluntad una accién tan insensata? Ex Esfrrru pe Los Trempos Te he dicho que trabaja inconscientemente, Como un poseido, no juzgando. En Paris, los que estaban en relaciéa con el Consejo Supremo Econdmico secibian casi cada hota informes de la misetia, del desoe den y de Ja ruina de Ia organizacién de toda la Europa cenvral y otien- tal, aliada y enemiga, al mismo tiempo que conocian, de labios de los representantes financietos de Alemania y de Austria, las pruebas incontestables del terrible agotamiento de sus pafses. La visita ocr sional a Ja sala caliente y seca de la residencia del presidente, donde los Cuatro cumplian su misi6n en intriga atida y vacia, no hacia més 12 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ que aumentar la sensacién de la pesadilla. No obstante, allf, en Paris, Jos problemas de Europa se ofrecfan terribles y clamorosos, y era de un efecto desconcertante volver Ia vista hacia la inmensa incompren- sién de Londres. Para Londres, estos asuntos eran cuestiones muy lejanas, y allf sélo preocupaban nuestros propios problemas més insignificantes. Lon- dres crefa que Paris estaba causando una gran confusién en sus asun- tos; pero continuaba indiferente. Con este espiritu, recibié el pueblo briténico el Tratado, sin leerlo. Pero este libro no se ha escrito bajo Ja influencia de Londres, sino bajo la influencia de Parfs, por alguien que, aun siendo inglés, se siente también europeo, y que por raz6n de una reciente experiencia, demasiado viva, no puede desinteresarse del ulterior desarrollo del gran drama histérico de estos dias que ha de destruir grandes instituciones, pero que también puede creat un nuevo mundo. Capituto II EUROPA ANTES DE LA GUERRA Antes de 1870, diferentes partes del pequefio continente europeo se habian especializado en sus productos propios; pero, considerada en conjunto, Europa, substancialmente, se bastaba a si misma. Y su poblacién estaba acomodada a tal estado de cosas. Desde 1870 se desarrollé en gran escala una situacidén sin prece- dente, y la condicién econémica de Europa Ilegé a ser, durante los cincuenta afios siguientes, insegura y extrafia. La relacién entre la exigencia de alimentos y la poblacidn, equilibrada ya gracias a la faci- lidad del aprovisionamiento desde América, se alteré por completo por primera vez en Ja Historia. Conforme aumentaban las cifras de Ja poblacién, era més facil asegurarle el alimento. Una escala creciente de la produccién daba rendimientos proporcionalmente mayores en Ja agricultura asf como en Ia industria. Con el aumento de la poblacién europea hubo, de un lado, mds emigrantes para labrar el suelo de los nuevos patses, y de otro, més obreros utilizables en Europa para pre- parar los productos industriales y las mercancfas esenciales para man- tenet la poblacién emigrante y construir los ferrocarriles y batcos que habfan de traer a Europa alimentos y productos en bruto de distante procedencia. Hasta 1900 aproximadamente, la unidad de trabajo aplicada a la industria producfa de afio en afio un poder ad- quisitivo de una cantidad creciente de alimentos. Acaso hacia el afio 1900 empezé a trastornarse esta marcha, y se inicié de nuevo un proceso decreciente en la compensacién de Ja Naturaleza al esfuetzo del hombre. Pero la tendencia de los cereales a elevar,su coste real fue contrapesada por otras mejoras, y, entre otras muchas novedades, empezaron entonces a utilizarse por primera vez en gran escala los 14 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ recursos del Africa tropical, y un gran trifico en semillas oleagino- sas empez6 a traer a la mesa de Europa, en forma nueva y mas bara- ta, una de Jas substancias alimenticias esenciales pata la Humanidad. Muchos de nosotros alcanzamos este Eldorado econémico, esta utopia econémica, que hubieran imaginado lds priméros “economistas. Aquella época feliz perdid de vista un aspecto del mundo que llené de profunda melancolia a los fundadores de nuestra economia politica. Antes del siglo xvi1, la Humanidad no mantenfa falsas es- peranzas. Para echar por tierra ilusiones que se habian hecho popu- lares a fines de aquella época, Malthus solté un diablo. Durante medio siglo todos los escritos serios de econom{a colocaban aquel diablo a Ja vista. En la siguiente segunda mitad del siglo se le encadené, se le oculté. Acaso ahora lo hemos vuelto a soltar. iQué episodio tan extraordinario ha sido, en el progreso econé- mico del hombre, Ia edad que acabé en agosto de 1914! Es verdad que la mayor parte de la poblacién trabajaba mucho y vivia en las peores condiciones; pero, sin embargo, estaba, a juzgar por todas Jas apariencias, sensatamente conforme con su suerte. Todo hombre de capacidad 0 cardcter que sobresaliera de la medianfa tenfa abierto el paso a las clases medias y superiores, para las que Ia vida ofrecfa, a poca costa y con la menor molestia, conveniencias, comodidades y amenidades iguales a las de los més ricos y poderosos monatcas de otras épocas. El habitante de Londres podfa pedir por teléfono, al tomar en la cama el té de Ja mafiana, los variados productos de toda la tierra, en la cantidad que le satisficiera, y esperar que se los Ilevara a su puerta; podia, en el mismo momento y por los mismos medios, invertir su riqueza en recursos naturales y nuevas empresas de cual- quier parte del mundo, y participar, sin esfuerzo ni aun molestia, cn sus fratos y ventajas prometidos, o podia optar por unir la suerte de su fortuna a la buena fe de los vecinos de cualquier municipio importante, de cualquier continente que el capricho 0 la informacién le sugirieran. Podia obtener, si los deseaba, medios para trasladarse a cualquier pafs o clima, baratos y cémodos, sin pasaporte ni ninguna formalidad; podia enviar a su criado al despacho o al Banco més préximo pata proveerse de los metales preciosos que le pareciera conveniente, y podia después salir para tierras extranjeras, sin cqno- cer su religién, su lengua o sus costumbres, Hevando encima riqueza acufiada, y se hubiera considerado ofendido y sorprendido ante cual- quier intervencién. Pero lo més importante de todo es que él con- EUROPA ANTES DE LA GUERRA 15 sideraba tal estado de cosas como normal, cierto y permanente, a no Set para mejorar atin més, y toda desviacién de él, como aberracién, escdndalo y caso intolerable. Los Propésitos y la politica de militaris- mo € imperialismo, las rivalidades de razas y de cultura, los monopo- lios, las restricciones y los privilegios que habian de.hacer el papel de serpiente de este Paraiso, eran poco mds que el entretenimiento de sus periddicos, y parecfa que apenas ejercian influencia ninguna en el curso ordinario de Ja vida social y econémica, cuya internacionaliza- cién era casi completa en Ia préctica. Nos ayudard a apreciar el cardcter y consecuencias de la Paz que hemos impuesto a nuestros enemigos el poner un poco més en clato algunos de los principales elementos alterables de la vida econémica de Europa, ya existentes cuando estallé la guerra. I. Posiacién En 1870, Alemania tenfa una poblacién de unos 40 millones de habitantes. Hacia 1892, esta cifra subié a 56 millones, y en 30 de junio de 1914, a 68 millones. En los affos que precedieron inmedia- tamente a la guerra, el aumento anual fue de unos 850.000, de los cuales emigté una insignificante proporcin.! Este gran aumento sélo pudo hacerlo posible una transformacién de mucho alcance de la es- tructura econémica del pais. Alemania, que era agricola y que en todo lo esencial se sostenia a si misma, sé transformé en una vasta y complicada mé4quina indus- trial, que dependia para su trabajo de la combinacién de muchos fac- tores, tanto de fuera de Alemania como de dentro. El funcionamiento de esta maquina, continuo y a toda marcha, era indispensable para Ets encontrara ocupacién en casa su creciente poblacidn, y para que lograra los medios de adquirir sus subsistencias del exterior. La mé- quina alemana era como un pedn que, para mantener su equilibrio, tiene que marchar més y més de prisa. En el Imperio austro-htingaro, que habia aumentado desde unos 40 millones de habitantes en 1890 a por lo menos 50 millones al es- tallar. la guerra, se mostté la misma tendencia, aunque en menor 1, En 1913 hubo 25.843 emigrantes de Alemania, de los que 19.124 se fueron a los Estados Unidos, 16 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ grado; siendo el exceso anual de nacimientos sobre las muertes de medio millén, aproximadamente, a pesat de que habia una emigra- cién anual de un cuarto de millén. Para comprender Ja situacién presente, tenemos que penetrarnos de Jo extraordinario que es el centro de poblacién en que se ha con- vertido Ta Europa central por el desarrollo del sistema alemdn. Antes de la guerra, la poblacién de Alemania y de Austria-Hungria juntas no sélo excedfa realmente a la de los Estados Unidos, sino que era casi igual a la de toda la América del Norte. En la reunién de tales cifras dentro de un territorio unido descansa la fuerza militar de las Potencias centrales. Pero estas mismas cifras de poblacién, que la guetra no ha disminuido de modo apreciable? sin medios de vida, implican un grave peligro para el orden de Europa. La Rusia europea aumenté su poblacién en proporciones atin ma- yores qué Alemania: de menos de 100 millones en 1890, Ileg6 a unos 150 millones al estallar la guerra; y en los afios que precedieron inmediatamente a 1914, el exceso de nacimientos sobre las muertes en Rusia Ilegé en conjunto a la prodigiosa proporcién de 2 millones por afio. Este desordenado crecimiento de la poblacién de Rusia, que no se ha apreciado debidamente en Inglaterra, ha sido, sin embargo, uno de los hechos de més significacién de estos afios recientes. Los grandes acontecimientos de la Historia son debidos frecuen- temente a cambios seculares en el crecimiento de la poblacién y a otras causas econémicas fundamentales, que, escapando, por su ca- récter gradual, al conocimiento de los obscrvadores contempordneos, se atribuyen a las locuras de los hombres de Estado o al fanatismo de los ateos. Asi, los acontecimientos extraordinarios de los afios pasados en Rusia, esa inmensa remocién social que ha trastornado lo que parecia mds estable —la religién, las bases de la propiedad, el dominio de la tierra, asi como Jas formas de gobierno y Ia jerarquia de clases— puede ser debida més a las profundas influencias del cre- cimiento de los primeros que a Lenin o a Nicolds; y al poder demo- ledor de Ja fecundidad nacional excesiva puede haberle cabido parte 2. El decrecimiento neto de la poblacién alemana a fines de 1918, por dis- minucién de nacimientos y exceso de muertes, comparado con el principio de 1914, se calcula en 2.700.000. 3. Incluyendo Polonia y Finlandia; pero excluyendo Siberia, Asia Central y el Cfucaso. EUROPA ANTES DE LA GUERRA 17 mayor en la rotura de ligaduras de todo lo convencional, que al poder de la idea 0 los errores de la autocracia. TI. OrGantzaci6n La delicada organizacién en que vivian estos pueblos dependia, .en parte, de factores internos del sistema. El inconyeniente de las fronteras y de las aduanas se redujo a un minimo, y casi unos 300 millones de hombres vivian dentro de los tres Imperios de Rusia, Alemania y Austria-Hlungria. Los varios sistemas de circulacién, fundados todos sobre una base estable en relacién al oro, y unos en otros, facilitaban el curso facil del capital y del co- mercio en tal extensidn, que sélo ahora, que estamos privados de sus ventajas, apreciamos todo su valor. Sobre toda esta extensa area, la propiedad y las personas gozaban de una seguridad casi absoluta, Estos factores de orden, seguridad y uniformidad, que hasta aho- ra no habia disfrutado Europa en tan amplio y poblado territorio, ni por un perfodo tan largo, preparaban el camino para la organizacién de aquel vasto mecanismo de transportes, distribucién de carbén y comercio exterior, que hacian posible una organizacién industrial de la vida en los densos centros urbanos de poblacidn nueva. Esto es demasiado conocido para requerir explicacién detallada con cifras. Pero puede ilustrarse con las relativas al carbén, que ha sido Ia Have del crecimiento industrial de la Europa central poco menos que del de Inglaterra; la extraccién de carbén alemén aumenté de 30 millo- nes de toneladas en 1871 a 70 en 1890; 110 millones en 1900, y 190 en 1913. Alrededor de Alemania, como eje central, se agrupé el resto del sistema econémico europeo; y de la prosperidad y empresas alemanas dependia principalmente Ja prosperidad del resto del continente. El desarrollo creciente de Alemania daba a sus vecinos un mercado para sus productos, a cambio de los cuales Ja iniciativa del comerciante alemén satisfacta a bajo precio sus principales pedidos. La estadistica de la interdependencia econédmica de Alemania y sus vecinos es abrumadora, Alemania era el mejor cliente de Rusia, Noruega, Bélgica, Suiza, Italia y Austria-Elungria; era el segundo cliente de Gran Bretafia, Suecia y Dinamarca, y el tercero de Francia. Era la mayor fuente de aprovisionamiento para Rusia, Noruega, Sue- 2, — KEYNES 18 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ cia, Dinamarca, Holanda, Suiza, Italia, Austria-Hungria, Rumania y Bulgaria, y la segunda de Gran Bretafia, Bélgica y Francia. En cuanto a Inglaterra, export4bamos més a Alemania que a ningtin otro pafs del mundo, excepto la India, y le comprabamos més que a ningtin pais del mundo, salvo los Estados Unidos. No habia pais europeo, excepto los del occidente de Alemania, que no hiciera con ella més de Ja cuarta parte de su comercio total, y en cuanto a Rusia, Austtia/Hungria y Holanda, la proporcién era mucho mayor. ‘Alemania no sélo provefa a estos paises con el comercio, sino que a algunos de cellos les proporcionaba una gran parte del capital que necesitaban para su propio desarrollo. De las inversiones, de Alema- nia en el extranjero antes de la guerra, que ascendfan en total a 1.250 millones de libras aproximadamente, no menos de 500 millones de libras se invertian en Rusia, Austria-Hungrfa, Bulgaria, Rumania y Turqufa. Y por el sistema de la penetracién pacifica, daba a estos paises no sélo capital, sino algo que necesitaban tanto como el ca- pital: organizacién. Toda la Europa del este del Rin cayé asi en la étbita industrial alemana, y su vida econédmica se ajusté a ello. Pero estos factores internos no hubieran sido suficientes para po- ner a la poblacién en condiciones de sostenerse a si misma si no hubiera existido la cooperacién de factores externos y de ciertas dis- posiciones generales comunes a toda Europa. Muchas de Jas circuns- tancias ya expuestas eran ciertas respecto de Europa toda, y no pe- culiares de los Imperios centrales; pero, en cambio, todo lo que sigue era comtin al sistema europeo en conjunto. III. La pstcoLocia DE LA SOCIEDAD Europa estaba, pues, organizada social y econdmicamente pata asegurar la méxima acumulacién de capital. Aunque habia cierta me- jora continuada en las condiciones de la vida corriente de la masa de a poblacién, la sociedad estaba montada en forma que la mayor parte del aumento de los ingresos iba a parar a disposicién de Ja clase me- nos dispuesta probablemente a consumirla. Los ricos nuevos del si- glo x1x no estaban hechos a grandes gastos, y preferfan el poder que les proporcionaba la colocacién de su dinero a los placeres de su gasto inmediato. Precisamente la desigualdad de la distribucién de la EUROPA ANTES DE LA GUERRA 19 tiqueza era la que hacia posibles de hecho aquellas vastas acumula- ciones de riqueza fija y de aumentos de capital que distingu‘an esta &poca de todas las dems. Aqui descansa, en realidad, la justificacién fundamental del sistema capitalista, Si los ricos hubieran gastado su nueva riqueza en sus propios goces, hace mucho tiempo que el mun- do hubiera encontrado tal régimen intolerable. Pero, como las abejas, ahorraban y acumulaban, con no menos ventaja para toda la comu- nidad, aunque a ello Jos guiaran fines mezquinos. Las inmensas acumulaciones de capital fijo que con gran beneficio de la Humanidad se constituyeron durante el medio siglo anterior a la guerra, no hubieran podido nunca llegar a formarse en una socie- dad en la que la riqueza se hubiera dividido equitativamente. Los ferrocartiles del mundo, que esa época construyé como un monumen- to a la posteridad, fucron, no menos que las pirdmides de Egipto, la obra de un trabajo que no tenia libertad para poder consumir en go- ces inmediatos 12 remuneracién total de sus esfuerzos. Asi, este notable sistema dependfa en su desarrollo de un doble bluff o engaiio. De un lado, las clases trabajadotas aceptaban por ignorancia o impotencia, 0 se las obligaba a aceptar, persuadidas 0 engafiadas por la costumbre, los convencionalismos, la autotidad y el orden bien sentado de Ia sociedad, una situacién en la que sdlo podian Hamar suyo una parte muy escasa del bizcocho que ellos, la Naturaleza y los capitalistas contribufan a producir, Y en cambio se permitia a las clases capitalistas Ilevarse la mejor parte del bizcocho, y ademés, en principio, eran libres para consumirlo, con la técita condicién, establecida, de que en Ia practica consumfan muy poco de él. El deber de «ahorrar» constituyé las nueve décimas partes de la virtud, y el aumento del Lizcocho fue objeto de verdadera religién. De la privacién del pastel surgieron todos aquellos instintos de pu- ritanismo que en otras edades se apartaban del mundo y abandona- ban las attes de la produccién y las del goce. Y asi crecié el pastel; pero sin que se apreciara claramente con qué fin. Se exhorté al in- dividuo no tanto a abstenerse en absoluto como a aplazar y a cul- tivar los placetes de la seguridad y la previsién. Se ahorraba para la vejez o para los hijos; pero sdlo en teorfa, la virtud del pastel con- sistfa en que no serfa consumido munca, ni por vosottos, ni por vues- ttos hijos después de vosotros. Decir esto no significa rebajar las practicas de esa generacién. En la recondita inconsciencia de su ser, la sociedad sabfa lo que habia 20 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ acerca de ello. El pastel era realmente muy pequefio en relacién con el apetito de consumo, y si se diera participacién a todo el mundo, nadie mejorarfa gran cosa con su pedazo. La sociedad trabaja no por el logro de los pequefios placeres de hoy, sino por la seguridad futura y por el mejoramiento de la raza; esto es, por el «progreso». Si no se repartiera el pastel y se le dejara crecer en la proporcién geométrica predicha por Malthus para Ia poblacién, y no menos cierta pata el in- terés compuesto, acaso Iegara un dia en el que bastara con sentarse a descansar y que la posteridad entrara en el disfrute de nuestros trabajos. Ese dia acabarfan el exceso de trabajo y de aglomeracién, y la escasez de alimentacién, y los hombres, cubiertas sus necesida- des y sus comodidades corporales, podrian dedicarse a los més nobles ejercicios de sus facultades. Una proporcién geométrica puede contra- pesar otra, y asf, el siglo xrx, en la contemplacién de Jas virtudes mareantes del interés compuesto, fue capaz de olvidar la fecundidad de las especies. Esta expectativa ofrecta dos inconvenientes: nuestra abnegacién no puede producir felicidad mientras la poblacién sobrepase Ja acu- mulacién, mientras, al fin y al cabo, el pastel hubiera de consumitse prematuramente en Ia guerra, consumidora de todas aquellas espe- ranzas. Pero estas ideas me Ilevan demasiado lejos de mi propésito. Trato tan sélo de hacer ver que el principio de la acumulacidn, basado en la desigualdad, era una parte vital del orden de Ja sociedad en la pre- guerra y del progreso como nosotros Jo entendimos entonces, y de hacer resaltar que este principio dependia de condiciones psicolégicas inestables que es imposible reproducir. No era natural que una po- blacién en la que eran tan pocos los que gozaban de las comodidades de la vida, hiciera tan enormes acumulaciones. La guerra ha revelado a todos la posibilidad del consumo, y a muchos, la inutilidad de la abstinencia. Asi queda al descubierto la farsa; las clases trabajadoras pueden no querer seguir mds tiempo en tan amplia renuncia, y las clases capitalistas, perdida la confianza en el porvenir, pueden tener la pretensién de gozar mds plenamente de sus facilidades para con- sumir mientras ellas duren, y de este modo precipitar la hora de su confiscacién. EUROPA ANTES DE LA GUERRA 21 IV. La ReELAcION DEL. Virjo Munpo con EL NuEvo Los habitos de ahorro de Europa, antes de Ja guerra, eran Ja con- dicién precisa del mayor de los factores externos que sostenfan el equilibrio europeo. Del excedente de capital en forma de mercancfas, acumulado por Europa, se exporté una gran parte al extranjero, donde su aplicacién hacfa posible el desarrollo de nuevos recursos en alimentos, materia-, es y transportes, y al mismo tiempo ponfa en condiciones al Viejo Mundo de reclamar, fundadamente, su parte en la riqueza natural y en la productividad virgen del Nuevo. Este ultimo factor Ilegé a ser de Ja mayor importancia. E] Viejo Mundo empleé, con inmensa pru- dencia, el tributo anual que tuvo asi titulos para obtener. Es cierto que se disfrutaba y no se aplazaba el disfrute de los beneficios de los aprovisionamientos baratos y abundantes, resultado del nuevo desa- rrollo que el exceso de capital hacia posible. Pero la mayor parte del interés del dinero, acrecentando estas inversiones extranjeras, era in- vertida nuevamente y se dejaba que se acumulara, como una reserva (asi se esperaba entonces), para el dia menos feliz en que el trabajo industrial de Europa no pudiera seguir adquiriendo, en condiciones tan faciles, los productos de otros continentes, y para cuando corriera peligro el conveniente equilibrio entre’ su civilizacién histérica y las razas pujantes de otros climas y otros paises. Asf, todas las razas europeas tendfan a beneficiarse también del crecimiento de los nue- vos recursos, ya persiguiendo su cultivo en el pais, ya aventurdndose en el extranjero. De todas suertes, aun antes de la guerra, estaba amenazado el equilibrio asi establecido entre las viejas civilizaciones y los nuevos recursos. La prosperidad de Europa se basaba en el hecho de que, debido al gran excedente de provisiones alimenticias en América, podia adquirir sus alimentos a un precio que tesultaba barato, apre- ciado en relacién con el trabajo requerido para producir sus produc- tos exportables, y que, a consecuencia de la inversién previa de su capital, tena derecho para adquitir una suma importante anualmen- te, sin compensacién alguna. El segundo de estos factores parecia, pues, libre de peligro; pero como resultado del crecimiento de la poblacién en ultramar, principalmente en los Estados Unidos, no. estaba tan seguro el primero. a LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ Cuando por primera vez se pusieron en produccién las tiertas virgenes de América, la proporcién de la poblacién de estos mismos continentes, y, por consiguiente, de sus propias exigencias locales, eran muy pequefias comparadas con las de Europa. Hasta 1890, Europa tuvo una poblacién tres veces mayor que la de América del Norte y Ja del Sur juntas, Pero hacia 1914, la demanda interior de trigo de los Estados Unidos se aproximaba a su produccidn, y estaba, eviden- temente, cetcana la fecha en que no habria sobreproduccién exporta- ble més que en los afios de cosecha excepcionalmente favorable. La demanda interior actual de los Estados Unidos se estima, en efecto, en més del 90 por 100 de la produccién media de los cinco afios de 1909-1913.4 No obstante, en aquella época se mostraba la tendencia a la restriccién, no tanto por Ja falta de abundancia como por el aumento constante del coste real. Es decir, tomando el mundo en conjunto, no faltaba trigo; pero para proveerse de lo suficiente era necesario ofrecer un precio efectivo mds alto. El factor mds favorable de esta situacién habfa que encontrarlo en Ja extensién en que la Europa central y occidental habia de ser alimentada, mediante los sobrantes exportables de Rusia y Rumania. En resumen: la demanda de Europa de recursos al Nuevo Mundo se hacia precaria; la ley de los rendimientos decrecientes volvia al fin a reafirmarse, y se iba haciendo necesario para Europa ofrecer cada afio una cantidad mayor de otros productos para obtener la misma cantidad de pan; no pudiendo Europa, por consiguiente, de ningdn modo soportar la desorganizacién de ninguna de sus principales fuen- tes de aprovisionamiento. Se podria decir mucho més en un intento de describir las parti- cularidades econémicas de la Europa de 1914. He escogido como caracterfsticos los tres o cuatro factores mds importantes de inestabi- lidad: Ja inestabilidad de una poblacién excesiva, dependiente para 4. Aun desde 1914, la poblacién de los Estados Unidos ha aumentado en siete u ocho millones. Como su consumo anual de trigo, por cabeza, no es me- nor de seis bushels (36,34 litros aproximadamente, un tercio menor que la fa- nega espafiola), Ia escala de produccién de antes de la guerra en los Estados Unidos mostrar solamente un exceso notable sobre la demanda interior actual un afio de cada cinco. Hemos sido salvados de momento por las grandes cose- chas de 1918 y 1919, que han sido acaparadas, gracias al precio de garantia, por Mr. Hoover. Pero no se puede esperar que los Estados Unidos continien indefinidamente elevando ei coste de la vida en una cifra importante en su pro- pio pais para proveer a Europa de un trigo que ésta no puede pagar. EUROPA ANTES DE LA GUERRA 23 su subsistencia de una organizacién complicada y artificial; la inesta- bilidad psicoldgica de Jas clases trabajadoras y capitalistas, y la ines- tabilidad de las exigencias europeas, acompafiada de su total depen- dencia para su aprovisionamiento de subsistencias del Nuevo Mundo. La guerra estremecié este sistema hasta poner en peligro la vida de Europa. Una gran parte del continente estaba enferma y mori- bunda; su poblacién excedia en mucho el ntimero para el cual era posible la vida; su organizacién estaba destruida; su sistema de trans- portes, trastornado, y sus abastecimientos, terriblemente disminuidos. Era misién de la Conferencia de la Paz honrar sus compromisos y satisfacer a la justicia, y no menos restablecer la vida y cicatrizar Jas heridas. Estos deberes eran dictados tanto por la prudencia como por aquella magnanimidad que la sabidurfa de la antigiiedad aplicaba a los vencedores. En los capftulos siguientes examinaremos el cardc- ter efectivo de la Paz. Capituto III LA CONFERENCIA En los capftulos IV y V estudiaré con algtin detalle las dispos ciones econdémicas y financieras del Tratado de Paz con Alemania. Pero seré més fécil apreciar el verdadero origen de muchas de estas condiciones si examinamos aqui algunos de los factores personales que influyeron en su preparacién. Al acometer esta empresa, toco inevitablemente cuestiones de motivacién, en las que el espectador estd sujeto a error y carece de titulos para echar sobre si las respon- sabilidades de un juicio definitivo. Si en este capitulo parece que me tomo a veces libertades permitidas al historiador, que generalmente no nos atrevemos a usar al tratar de los contempordneos, a pesar del mayor conocimiento de causa con que hablamos de cellos, exctiseme el lector recordando cudn grande es la necesidad que el mundo tiene, si ha de comprender su destino, de iluminar, aun cuando sea parcial ¢ inciertamente, la compleja Iucha, atin no acabada, de la voluntad y de Ja decisién humanas, que, concentrada en las cuatto individuali- dades en forma nunca igualada, hizo de ellas, en los primeros meses de 1919, el microcosmos de la Humanidad. En las partes del Tratado a que aqui me teficto, los franceses tomaron la direccién, en cuanto ellos iniciaron generalmente las pro- posiciones més definidas y més extremas. Esto fue, en cierto modo, cuestién de téctica, Cuando se espera que el resultado final sea una transaccién, lo mds prudente es partir de una posicién extrema; y los franceses previeron desde el principio, como otras muchas gentes, un doble juego de transacciones, primero para atender a las ideas de sus aliados y asociados, y después, en el curso de la Conferencia de la Paz propiamente, para con los mismos alemanes. Lo sucedido ha LA CONFERENCIA 25 justificado esta téctica. Clemenceau gané con sus colegas del Consejo una reputacién de moderacién, por abandonar algunas veces, con aire de inteligente imparcialidad, las proposiciones més extremas de sus ministros; y otras muchas pasaron porque los criticos americanos e ingleses desconocian, como era natural, el verdadero punto a discu- sion o porque Ia critica demasiado persistente de Francia por los alia- dos colocaba a éstos en una situacién que los hacia parecer como envidiosos y como poniéndose de parte del enemigo y defendiendo su causa. Asi es que, cuando los intereses ingleses y americanos no resultaban seriamente afectados, su critica era débil y pasaban algu- nas decisiones que los mismos franceses no hubieran tomado muy en serio, y para las cuales luego no cabia remedio por Ia cléusula de la undécima hora, que no permitia discusién con los alemanes. Pero ademis de la tactica, los franceses tenfan una politica. Aun- que Clemenceau abandonara las pretensiones de un Klotz o de un Loucheur, 0 cerrara sus ojos con aire de fatiga cuando los intereses franceses no estaban ya en litigio, conocia Jos puntos vitales para Francia, y en éstos cedia poco. En cuanto a Jas principales Iineas econémicas del Tratado, responden a una idea razonada: esta idea es la de Francia y la de Clemenceau. Clemenceau cra, con mucho, el miembro més eminente del Con- sejo de los Cuatro, y se habia dado cuenta dél valor de sus colegas. Era el tinico capaz de tener una idea y, al mismo tiempo, de poder hacerse cargo de todas sus consecuencias. Su edad, su cardcter, su in- genio y'su porte, se sumaban para darle relieve y un perfil definido en un fondo confuso. No se le podia despreciar ni dejar de amarle. Lo tinico que podia hacerse era tener ideas diferentes acerca de Ja naturaleza del hombre civilizado, 0 por lo menos entregarse a otras esperanzas que las suyas. La cara y el porte de Clemenceau son universalmente familiares. En el Consejo de los Cuatro Ievaba una chaqueta de bordes cua- drados, de una tela muy buena, negra, y en sus manos, nunca des- nudas, guantes de Suecia, grises; sus botas eran de cuero negro, fuerte, muy bueno, pero de tipo nistico, y algunas veces cerradas cuidadosamente por delante con una hebilla en vez de cordones. Su sitio en Ja sala de la casa presidencial, donde se celebraban las reunio- nes ordinarias del Consejo de los Cuatro (a diferencia de las Confe- rencias privadas e inesperadas, que se celebraban en un cuarto més pequefio, abajo), cra un sillén cuadrado, de brocatel, colocado en 26 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ medio del semicirculo, frente a la chimenea, con Orlando a su ize quierda, el presidente préximo al fuego, y el primer ministro Lloyd George, enfrente, al otro lado de la chimenea, a su derecha, No lle- vaba papeles nj cartera, y no Je acompafiaba ningtin secretario par- ticular, aunque varios ministros y funcionarios franceses, indicados segtin la materia especial de que se tratara, estaban presentes, alrede- dor de dl. Su porte, su mano y su voz no carecian de vigor; pero, no obstante, especialmente después del atentado cometido contra 4, ofrecia el aspecto de un hombre muy viejo que ahorraba sus fuerzas pata las ocasiones graves. Hablaba poco, dejando la exposicidn inicial de Ja causa francesa a sus ministros 0 funcionarios; con frecuencia, cerraba sus ojos y se arrellanaba en su sillén, con una cara impasible de pergamino, y sus manos, enguantadas, cruzadas delante, General- mente, Je bastaba una frase breve, incisiva o cinica, una pregunta, la desaprobacién, no fundada, a sus ministros, sin guardar siquiera las apariencias, o un despliegue de terquedad reforzado por unas cuantas palabras en un inglés promunciado con viveza.! Pero nunca le faltaba elocuencia ni pasién cuando las necesitaba, ni la rauda expresién de palabra, con frecuencia seguida de una tos profunda de pecho, que producia impresién més por el vigor y la sorpresa que por la per- suasi6n. Frecuentemente, Mr. Lloyd George, después de hacer un discur- so en inglés, mientras se traducfa al francés cruzaba la alfombra has- ta el presidente para reforzar su causa con algdn argumento ad homi- nem, en wna conversacién privada, o pata sondear el terreno para una inteligencia; y ésta era, algunas veces, la sefial para la agitacién yel desorden general. Los consejeros del presidente le rodeaban; un mo- mento después, los técnicos ingleses cruzaban para saber el resultado, © ver si todo iba bien, y en seguida Ilegaban los franceses, un poco recelosos de que los otros pudieran estar arreglando algo a sus espal- das, hasta que toda Ia sala acababa por estar en pie y la conversacién se hacia general en ambos idiomas. Mi impresidn wiltima y mds viva es de una escena semejante: el presidente y el primer ministro, en el centro de una multitud agitada y de una babel de sonidos; una mez- 1. Era el tinico que entre los Cuatro podia hablar y comprender ambas len- guas. Orlando sab{a sélo francés, y el primer ministro y el presidente, sdlo in- glés; siendo de importancia histérica notar que Orlando y el presidente no tu- vieron medio directo de comunicacién. LA CONPERENCIA 27 colanza de compromisos ansiosos e imprevistos y de contracompro- misos; ruidos y furias sin significacién sobre cualquier cuestién sin realidad, y olvidados y abandonados los grandes enunciados de la reunién de Ja mafiana... y Clemenceau, silencioso y alejado mientras no estaba en litigio nada que afectara a la seguridad de Francia, do- minando, como en un trono, con sus guantes grises, en un sillén de brocatel, con el alma seca y vacia de esperanzas, muy viejo y cansado, pero vigilando la escena con un aire cinico, casi desdefioso y mali- cioso; y cuando, al fin, se restablecia el silencio, y cada cual volvia a su sitio, resultaba que él habia desaparecido. Sentfa, respecto de Francia, lo que Pericles de Atenas: lo tinico que valia la pena estaba en ella; lo demds no tenia ningtin interés; pero su teorfa politica era la de Bismarck. Tenia una ilusién: Fran- cia; y una desilusién: 1a Humanidad, incluyendo los franceses, y no menos sus colegas. Sus principios, en cuanto a la Paz, pueden ex- presarse sencillamente. En primer lugar, era un creyente decidido en aquel concepto de la psicologfa alemana, segin el cual el alemén no comprende ni puede comprender nada més que la intimidacién; que no tiene generosidad ni remordimiento en los tratos; que no hay ventaja que no sea capaz de utilizar, y que por su provecho se rebajaré a todo; que no tiene honor, orgullo ni piedad. Por tanto, no se debe tratar nunca con un alemén, ni conciliarse con él; se le debe mandar. De otro modo no os respetar4, ni impediréis que os engafie. Pero es dificil saber hasta qué punto pensaba él que estas caracterfs- ticas eran exclusivas de Alemania, o si su candorosa opinién de al- gunas otras naciones era, en esencia, diferente. En su filosofia no cabja el sentimentalismo en las relaciones internacionales. Las nacio- nes son cosas reales, de las cuales se ama a una, y por las demés se siente indiferencia u odio. La gloria de la nacién que se ama es un fin deseable; pero generalmente hay que obtenerlo a costa del vecino. La politica de la fuerza es inevitable, y no hay que esperar nada muy nuevo de esta guerra ni del fin por que se luchaba; Inglaterra habia destruido, como en el siglo precedente, a un rival comercial, y se ha cerrado un capitulo importante en la lucha secular de la gloria ale- mana y la gloria francesa. La prudencia exigfa que en cierta medida se sitviera de palabra los ideales de los tontos americanos y de los hipéctitas ingleses; pero seria estipido creer que hay lugar en el mun- do, tal y como éste es en realidad, para asuntos tales como la Socie- dad de Naciones, ni que tiene algtin sentido el principio de autode- 28 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ terminacién, a no set como férmula ingeniosa para empujar la balan- za de la fuerza del lado de nuestro interés propio. Sin embargo, esto son generalidades, Al trazar los detalles practi- cos de la Paz que él creia necesarios para el poder y seguridad de Francia, tenemos que retroceder a las causas histéricas que han ac- tuado durante su vida, Antes de Ja guerra franco-alemana, la pobla- cién de Francia y de Alemania eran iguales, aproximadamente; pero el carbén, el hietro y la marina de Alemania estaban en su infancia, y la riqueza de Francia era muy superior. Aun después de la pérdida de Alsacia-Lorena no habia gran diferencia entre los recursos efec- tivos de los dos paises; pero en el perfodo siguiente, la posicién re- lativa habfa cambiado por completo. Hacia 1914, la poblacién de ‘Alemania excedia en un 70 por 100 Ia de Francia; habia Megado a set una de las ptimeras naciones del mundo en industria y comer- cio; su habilidad técnica y sus medios de produccién de futura ri queza no tenfan igual, Francia, en cambio, tenfa una poblacidn esta- cionaria 0 decreciente, y habia quedado seriamente por debajo en tiqueza y en poder para producirla. A pesar, sin embargo, de que Francia ha salido victoriosa de la lucha presente (con la ayuda, esta vez, de Inglaterra y América), su posicién futura sigue siendo precaria a los ojos del que considere que Ja guerra civil europea ha de mirarse como cosa normal, o al menos como un estado de cosas que se ha de repetir en el porvenir, y que Ja misma clase de conflictos entre las grandes potencias organizadas que han Ilenado los cien afios pasados se reproducird en Jos venide- ros, Segtin esta visién del porvenir, Ja historia europea consiste en una lucha perpetua, en Ja que Francia ha ganado esta partida, que no seré ciertamente la tiltima. La politica de Francia y de Clemenceau son consecuencia légica de Ja creencia de que el viejo orden de cosas no cambia esencialmente: esté basado en la naturaleza humana, que es siempre la misma, y por consiguiente se sigue el escepticismo hacia toda la doctrina defensora de la Sociedad de Naciones. Una Paz mag- ndnima, 0 de trato noble y equitativo, basada en Ia ideologia de los Catorce puntos del presidente, no podia dar més resultado que acor- tar el perfodo de la convalescencia alemana y precipitar el dia en que volviera a arrojat sobre Francia sus masas mayores, sus tecutsos su- periores y su habilidad técnica. De aqui la necesidad de las garantias; y cada garantia que se tomaba, aumentando Ja irritacién, y, por tan- to, la probabilidad de la subsiguiente revancha de Alemania, hacia LA CONFERENCIA 29 necesarias nuevas precauciones para aplastarla. As{ es que, adoptando esta idea del mundo, y desechando Ia otra, es consecuencia ineludible que se ha de pedir una paz cartaginesa, con énimo de imponerla con toda la fuerza del poder actual. Clemenceau no hizo ninguna demos- tracién de que se considerara obligado por los Catorce puntos, y dejé a los ottos el cuidado de preparar las f6rmulas que de vez en cuando eran necesarias para salvar los escrtipulos del presidente. Consistia, pues, la politica de Francia, hasta donde fuera posible, en parar el reloj y deshacer lo que desde 1870 se habia Jogrado por el progreso de Alemania. Habfa que disminuir su poblacién por la pérdida del territorio y otros medios; pero principalmente habia que destruir su sistema econdmico, del que dependia su nueva fuerza; su yvasta organizacién, fundada sobre el hierro, el carbén y los transpor- tes. Si Francia podia adquirir, aunque sdlo fuera en parte, lo que Alemania se vefa obligada a abandonar, el desequilibrio de fuerzas entre los dos rivales para el logro de la hegemonfa europea podia re- mediarse durante muchas generaciones. De aqui surgen las mmtltiples decisiones que tienden a la destruc- cién de su vida econémica, tan superiormente organizada, que exami- naremos en el préximo capitulo. Esta es la politica de un viejo cuyas sensaciones y cuyas image- nes més vivas pertenecen al pasado y no al porvenir. El no ve esta empresa més que en cuanto afecta a Francia y Alemania, no en cuan- to afecta a la Humanidad y a Ia civilizacién europea, en lucha por un nuevo orden de cosas. La guerra ha mordido en su conciencia en forma diferente que en la nuestra: él no se apercibe, ni desea, que estemos en el dintel de una nueva era. Pero ocurte, ademas, que la cuestién que esta sobre el tapete no es una cuestién puramente ideal. Tengo el propdsito de demostrar cn este libro que la paz cartaginesa no es prdcticamente justa ni po- sible. Aunque la escuela doctrinal de que proviene se preocupa del factor econémico, prescinde, sin embargo, de las tendencias econd- micas més profundas que han de regir en el porvenir. El reloj no pue- de pararse. No se puede restaurar a Eutopa central de 1870, sin cau- sar tales desgarraduras en la estructura europea y sin dar suelta a ta- les fuerzas humanas y espirituales, que, pasando sobre razas y fron- tetas, no sdlo os artollarén a vosotros, sino a todo lo que constituye nuestras garantias, y a vuestras instituciones y a todo el orden exis- tente de vuestra sociedad. 30 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ Por qué arte de prestidigitacién fueron sustituidos los Catorce puntos por esta politica, y cémo Ilegé el presidente a aceptarla? La contestacién a esta pregunta es dificil, y se basa en circunstancias de cardcter, en elementos psicolégicos y en sutiles influencias del medio, dificiles de descubrir y mas diffciles todavia de escribir. Pero si al- guna vez la accién de un solo individuo puede contar para algo, la defeccién del presidente ha sido uno de los acontecimientos morales decisivos en la Historia; tengo que tratar de explicarlo. ;Qué lugar ocupaba el presidente en el corazén y en las esperanzas del mundo cuando embarcéd en el George Washington! {Qué gran hombre vino a Europa en los primeros dfas de nuestra victoria! En noviembre de 1918, los ejétcitos de Foch y las palabras de Wilson nos habian arrancado de repente de aquella vordgine que se tragaba todo lo que més nos importaba. Las condiciones parecfan més favorables de lo que se esperaba. La victoria fue tan completa, que el temor no jugaba ningtin papel en el Convenio. El enemigo ha- bia entregado las armas confiando en una solemne inteligencia en cuanto al cardcter general de la Paz, cuyos términos parecian asegu- rar una solucién de justicia y de magnanimidad, y una esperanza leal para Ja restauracién de la interrumpida corriente de la vida. Para ha- cer de la probabilidad certeza el presidente mismo habia venido para poner el sello a su obra. Cuando el presidente Wilson salié de Washington, gozaba de un prestigio y de una influencia moral en todo el mundo no igualados en la Historia. Sus palabras firmes y mesuradas Iegaban a los pueblos de Europa por encima de las voces de sus propios politicos. Los pue- blos enemigos confiaban en él para Ievar adelante el compromiso con ellos pactado, y los pueblos aliados le acataban no sélo como vence- dor, sino casi como un profeta. Ademés de esta influencia moral, te- nfa en sus manos la realidad del poder. Los ejércitos americanos es- taban en el apogeo por el mimero, la disciplina y el avituallamiento. Europa dependia completamente de las provisiones de alimentos en- viadas por los Estados Unidos, y atin estaba més absolutamente a su merced en aspectos financieros. No sélo debfa a los Estados Unidos més de lo que podfa pagar, sino que necesitaba un auxilio eficaz pos- terior para salvarse del hambre y de la bancarrota. Jamas un filésofo ha posefdo armas semejantes para someter a los principes de este mundo, jCémo se apifiaban las multitudes de las capitales europeas alrededor del carruaje del presidente! ;Con qué curiosidad, con qué LA CONFERENCIA 31 ansiedad y con qué esperanza tratébamos de ver los rasgos y el porte del hombre del destino, que, venido de Occidente, venia a traer ali- vio para las heridas de la vieja madre de su civilizacién y a echar los cimientos de nuestro porvenir! La desilusién fue tan completa, que los que ms confiaron ape- nas se atrevian a hablar de ello. ¢Podia ser cietto?, preguntaban a los que volvian a Paris, ¢Era el Tratado realmente tan malo como parecia? ¢Qué le habia pasado al presidente? ¢Qué debilidad o qué desgracia habia Mevado a tan extraordinaria, tan imprevista traicién? Sin embargo, las causas eran muy vulgares y muy humanas, El presidente no era ni un héroe ni un profeta; no era ni siquiera un fildsofo; no era mas que un hombre de intencién generosa, con mu- chas debilidades de los dem4s seres humanos y carente de aquella preparacidn intelectual dominadora que hubiera sido necesaria para luchar frente a frente en el Consejo con los magos, sutiles y peligro- sos, a quiencs una tremenda colisién de fuerzas y personas ha Ilevado a la ctispide, como maestros triunfantes en el répido juego del toma y daca, juego en que él carecfa de toda experiencia Tenfamos realmente una idea completamente equivocada del pre- sidente. Sabfamos que era un solitario retraido; le crefamos de gran fuerza de voluntad y obstinado. No nos lo figurébamos como hombre de detalles; pero crefamos que Ja claridad con que se habia apropiado de ciertas ideas substanciales en combinacién con su tenacidad, le harfa capaz de apartar toda clase de telas de arafia. Ademés de estas cualidades, debia de tener Ia objetividad, la cultura y el conocimiento amplio de un hombre de estudio. Lo selecto del lenguaje que se apreciaba en sus famosas notas, parecia indicar un hombre de ima- ginacién elevada y poderosa. Sus retratos le mostraban una her- mosa presencia y expresidn imperativa. Y, por afiadidura, habia alcanzado y ostentado con autoridad creciente Ja primera magistratura de un pais en el que no se menosprecian las artes del politico. Todo lo cual, sin esperar lo imposible, parecia una hermosa combinacién de cualidades para el caso de que se trata. La primera impresién que producia de cerca Mr. Wilson rebajaba algunas, pero no todas estas ilusiones. Su cabeza y sus rasgos estaban finamente trazados, exactamente como en sus fotografias, y su cuello y el porte de su cabeza eran distinguidos. Pero, como Ulises, el pre- sidente parecfa ms grave cuando estaba sentado, y sus manos, aun- que hdbiles y bastante fuertes, carecian de sensibilidad y de delica- 32 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ deza. La primera mirada al presidente no sdlo sugerfa que, fuera lo que fuera, su temperamento no era substancialmente el de un sabio o de un hombre de estudio, sino que no tenia siquiera aquel conoci- miento del mundo que distingue a M. Clemenceau y a Mr. Balfour, como caballeros tan exquisitamente cultivados de su clase y genera- cién. Pero, lo que es atin mds grave, no sdlo era insensible al medio externo, sino que era totalmente insensible a su séquito. ¢Qué ven- taja podria tener un hombre asi, frente a la sensibilidad infalible, casi de un médium, para todo lo que inmediatamente le rodeaba, de Mr. Lloyd George? Viendo al primer ministro briténico vigilando a los presentes, con seis o siete sentidos, que no tienen los hombres vulgares, juzgando el cardcter, los motivos, el impulso subconsciente, penetrando en lo que cada uno esta pensando y hasta en lo que cada uno va a decir, y ordenando, con instinto telepdtico, el argumento o la excitacién mds adecuada a Ia vanidad, la debilidad o el egoismo de su auditor, se comprobaba que el pobre presidente iba a jugar en esta partida el papel del ciego. No hubiera podido salir a plaza vic- tima mds perfecta y predestinada para las perfectas artes del primer ministro. En todo caso, el Viejo Mundo era tenaz en su perversidad; su corazén de piedra podia mellar la hoja mejor afilada del més bravo de los caballeros andantes. Pero este Don Quijote, ciego y sordo, en- traba en una caverna donde el acero répido y centelleante estaba en Ja mano del adversario. Mas, si el presidente no era el rey de los fildésofos, ¢qué era? Después de todo, era un hombre que habia pasado gran parte de su vida en una Universidad. No era, en modo alguno, un hombre de negocios ni un politico de partido vulgar, sino un hombre de fuerza, de personalidad y de importancia. ¢Cudl era, pues, su temperamento? Una vez encontrada la explicacién, todo se aclara. El presidente era algo asi como un ministro «no conformista», acaso un presbite- riano. Su pensamiento y su temperamento eran esencialmente teol6- gicos y no intelectuales, con toda la fuerza y toda la debilidad de tal manera de pensar, de sentir y de expresarse. Es un tipo del que ya no quedan en Inglaterra ni en Escocia tan magnfficos ejemplares como antes; pero esta descripcién, sin duda, daré a un inglés la idea més exacta del presidente. Conservemos en nuestro espiritu este retrato, y volvamos al cur- so de los acontecimientos. El programa que el presidente habia dado LA CONFERENCIA 33 al mundo, presentado en sus discursos y en sus notas, habia mostrado un espiritu y unos propésitos tan admirables, que sus simpatizantes no se ocuparon en juzgat los detalles; detalles que, segtin ellos, se habfan omitido con razén en el presente, pero se darian a su debido tiempo. Se crefa por la generalidad, al principio de la Conferencia de Paris, que el presidente habia pensado, auxiliado por sus conse- jeros, un plan que no sdlo abarcaba la vida de Jas naciones, sino la incorporacién de los Catorce puntos al Tratado de Paz actual. Pero el presidente, en realidad, no habfa trazado nada, y cuando Ilegé a la prictica, sus ideas eran nebulosas e incompletas. No tenfa plan, ni proyecto, ni ideas constructivas para vestir con carne viva los man- damientos fulminados desde la Casa Blanca. Hubiera podido predicar un sermén sobre cualquiera de ellos, o dirigir una oracién levantada al Todopoderoso para su ejecucién; pero lo que no podia era encajar su aplicacién concreta al actual estado de Europa. No sdélo no trafa proposiciones detalladas, sino que en muchos respectos estaba incluso mal informado de las citcunstancias de Euro- pa. Y no sélo estaba mal informado, lo que también era cierto, de Mr. Lloyd George, sino que su espfritu era tardo e inadaptable. La Jentitud del presidente entre los européos era digna de notarse. No podia entender en un minuto lo que los demés estaban diciendo, abarcar la situacién con una mirada, ordenar una contestacién, ni evitar una pregunta por un r4pido cambio de terreno, y estaba ex- puesto, por consiguiente, a la derrota tan sdlo por la rapidez, faci- lidad de comprensién y agilidad de un Lloyd George. Pocas veces habré asistido un hombre de Estado de primera fila mds incompetente que el presidente a las agilidades de la discusién de un Consejo, Fre- cuentemente se presentaba un momento en el que se alcanzarfa una victoria importante si, mediante una concesién aparente, se pudiera evitar la oposicién o se la pudiera conciliar reformando vuestra pro- posicién en modo favorable para los contrarios y sin perjudicarse a s{ mismo en nada esencial. El presidente no posefa este arte sencillo y corriente, Su espiritu era demasiado lento y falto de recursos para estar prepatado a cualquier evento, Era capaz de hincar sus talones y de no moverse, como hizo en lo de Fiume. Pero no tenfa més de- fensa, y, por regla general, sus contradictores necesitaban hacer muy poco pata impedir que las cosas Ilegaran a tal estado antes de que fuera demasiado tarde. Con amabilidad y con apariencias de conce- siones, se podia sacar al presidente de su terreno y hacerle perder el 3, — KEYNES 34 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ momento de hincar sus talones, y cuando se enteraba de dénde le habfan Mevado, era ya demasiado tarde, Ademds, es imposible clavar los talones a cada momento cuando se est4 un mes y otro en intima y ostensible amistad con asociados intimos. La victoria no era posible mds que para el que tuviera en todo momento una percepcién lo suficientemente viva de la situacién en conjunto, para reservar su pasién, pata actuar de modo decisivo en los momentos precisos, y para esto el presidente era excesivamente tardo y vacilante. No remediaba estos defectos recurriendo a la ayuda de la sabi- durfa colectiva de sus auxiliares. Tenfa a su alrededor, para las ma- terias econémicas del Tratado, un grupo muy capaz de hombres de negocios; pero eran inexpertos en los asuntos piblicos, y sabian (con una o dos excepciones) tan poco de Europa como de él, y sdlo los Hamaba cuando los necesitaba para un propésito particular. Asi man- tuvo aquel aislamiento que en Washington habia sido eficaz, y la reserva anormal de su naturaleza no admitid cerca de él a nadie que aspirara a la igualdad moral o al ejercicio continuo de Ia influencia. Sus plenipotenciarios eran mudos, y hasta el eal coronel House, con mucho més conocimiento de los hombres y de Europa que Wilson, gracias a cuya perspicacia habia ganado mucho la lentitud del presi- dente, quedé relegado, andando el tiempo, a segundo lugar. Todo esto fue fomentado por sus colegas del Consejo de los Cuatro, que, por Ja disolucién del Consejo de los Diez, completaron el aislamiento iniciado por el propio temperamento del presidente. Asi, dia tras dia y semana tras semana, consintié en ser encerrado, abandonado, sin consejo y sin auxilio, con unos hombres mucho més perspicaces que a, en situaciones de suprema dificultad, cuando precisamente nece- sitaba para el éxito de toda clase de recursos, imaginacién y conoci- miento. Se dejé envenenar por su atmésfera; toleré la discusién del fundamento de sus propésitos y de sus principios, y se dejé Ievar a su terreno. Estas y otras causas se combinaron para producir la siguiente si- tuacién: El lector debe tener presente que el proceso que aqui se encierra en unas cuantas péginas tuvo lugar lenta, gradual e insidio- samente en un perfodo de unos cinco meses. Como el presidente no habfa preparado nada, el Consejo traba- jaba generalmente sobre la base de un plan francés o inglés. El pri- mero tenfa que tomar, por tanto, una actitud persistente de obstruc- cién, de critica y de negacién, si el proyecto habia de ponerse en LA CONFERENCIA 35 algiin modo en Ifnea con sus propias ideas y propésitos. Si en algunos puntos se le trataba con aparente gencrosidad (pues siempre habfa un tmargen seguro para ceder de proposiciones absurdas que nadie tomaba en serio), era dificil que él no lo compensara en otra forma. El compromiso era inevitable, y muy dificil no comprometerse nunca en Io esencial. Ademés, se le hizo aparecer en seguida como defensor de Ja causa alemana, exponiéndose a Ia insinuacién (a la que era ne- cia y desgraciadamente sensible) de estat por los alemanes. Después de un alarde de principios y de dignidad en los primeros dias del Consejo de los Diez, descubrié que habia ciertos puntos muy importantes en el programa de sus colegas franceses, ingleses e italia- nos (segtin el caso), cuya sumisién era incapaz de obtener por los métodos de la diplomacia secreta. ¢Qué iba él a hacer, pues, en tl- timo extremo? Podfa dejar que la Conferencia se arrastrara sin fina- jidad interponiendo su obstinacién, Podia interrumpirla y volverse a América en un momento de rabia, sin arreglar nada. Podfa intentar una Hamada al mundo pasando por encima de los miembros de la Conferencia. Todas eran alternativas desdichadas, contra cada una de las cuales habia mucho que decidir. Eran ademés muy arriesgadas, sobre todo para un politico. La politica equivocada del presidente en la eleccién del Congreso habia debilitado su posicién personal en su propio pais, y no era, en ningtin modo, seguro que el ptiblico ame- ricano Je hubiera sostenido en una posicién intransigente. Significarfa ello una campafia cuyas consecuencias se anularian por toda clase de consideraciones personales y de partido, y gquién podria decir que el Derecho triunfarfa en una Iucha que no habria de decidirse, cier- tamente, por sus méritos? Ademés, cualquier ruptura abierta con sus colegas atraerfa sobre su cabeza la pasién ciega de los antialemanes, sentimiento que todavia inspiraba al pttblico de todas las naciones aliadas. No oirfan sus argumentos. No tendrfan Ja suficiente frialdad para considerar su iniciativa como caso de moralidad internacional o de buen gobierno para Europa. El grito serfa, sencillamente, que por varias razones aviesas y egoistas, el presidente deseaba «no de- jar que se metieran con los hunos». Se podia pronosticar cudl serfa la voz undnime de la prensa francesa e inglesa. Asi pues, si artojaba el guante piblicamente, podia ser derrotado. Y si lo era, ¢no seria la Paz definitiva mucho peor que si él estaba alli sosteniendo su pres- tigio y tratando de hacerla todo lo buena que las limitadas condicio- nes de la politica europea se lo permitieran? Pero, sobre todo, si era 36 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ derrotado, gno se perderia la Sociedad de Naciones? ¢Y no era éste, ‘después de todo, y con mucho, el resultado mas importante para Ja ,futura felicidad del mundo? El Tratado podia alterarse y dulcificarse con el tiempo. Mucho que en él parecta ahora vital podria Megar a ‘ser insignificante, y mucho que era impracticable, por esta misma tazén no ocurrirfa nunca, Mientras que la Sociedad, aun en forma imperfecta, era permanente; era cl comienzo de un nuevo principio de gobierno del mundo; Ia verdad y la justicia en las relaciones in- ternacionales no podian establecerse en unos cuantos meses; debian hacer en su tiempo por la lenta aceptacién de la Sociedad. Clemen- cea habfa tenido bastante talento para dejar ver que tragaria la So- ciedad a cierto precio. En este momento critico de su suerte, el presidente era un hom- bre abandonado. Cogido en los lazos del Viejo Mundo, tenia gran necesidad de simpatia, de auxilio moral, de entusiasmo en las masas. Pero enterrado en la Conferencia, ahogado en Ia calurosa y envene- nada atmésfera de Paris, no le legaba ningtin eco del mundo exte- rior, ni una palpitacién de pasién, simpatia o aliento de sus silenciosos reptesentados de todos los paises. Sentfa que la Lama de popularidad que le habia ovacionado a su llegada a Europa estaba ya debilitada; la prensa de Paris le escarnecia abiertamente; sus contrarios politi- cos, en su pais, se aprovechaban de su ausencia pata crear atmésfera contra él; Inglaterra, fria, censora, no le contestaba. Habfa consti- tuido de tal modo su entourage, que no Ilegaba a él por conductos privados la corriente de confianza y de entusiasmo de que estén col- madas las fuentes populares. Necesitaba la fuerza acumulada de Ia fe colectiva; pero le faltaba. El terror alemén pesaba atin sobre noso- tros, y el publico simpatizante estaba atin muy prevenido; el enemigo no debfa ser alentado; nuestros amigos debian ser auxiliados; no era éste el momento para discordias o agitaciones; habia que tener con- fianza en el presidente para que hiciera lo que mejor pudiera. ¥ en esta aridez, la flor de la fe del presidente se marchité y se_secd. Y Tlegé a ocurrir que el presidente dio contraorden al George Wash- ington, al que en un momento de célera, harto motivada, habfa or- denado que estuviera dispuesto para Ievarle desde las traidoras es- tancias de Paris a la sede de su autoridad, donde volviera a encontrarse consigo mismo nuevamente. Pero en cuanto tomaba el camino de los compromisos, los defectos ya mencionados, de su temperamento y de su prepatacién, aparecian fatalmente. Podia tomar un camino cleva- LA CONFERENCIA 37 do; podia tener obstinacidn; podfa lanzar notas desde el Sinai o desde el Olimpo; podia ser inabordable en la Casa Blanca o en el Consejo de los Diez, y estaba seguro. Pero si legaba a descender a la intima igualdad de los Cuatro, la partida estaba perdida. Y entonces fue cuando lo que yo he Iamado su temperamento teolégico o presbiteriano se hizo peligroso. Habiendo decidido que era inevitable hacer algunas concesiones, podia haber intentado, con firmeza y habilidad, utilizando el poder financiero de los Estados Unidos, asegurar cuanto hubiera podido del espiritu, aun con cierto sacrificio de la letra. Pero el presidente eta incapaz de una transaccién tan clara consigo mismo como esto suponia. Era demasiado concien- mdo. Aunque las transacciones eran ahora necesarias, él seguia sien- do un hombre de principios, y los Catorce puntos un contrato que le ligaba en absoluto. No hubiera hecho nada que no fuera honorable, nada que no fuera justo ni recto, nada que fuera contrario a su gran profesién de fe, Asi, sin perder nada de su verbal inspiracién, los Catorce puntos se convirtieron en un documento de glosas e inter- pretaciones con todo el aparato intelectual de la propia decepcién, por el cual, me atrevo asegurar, los antepasados del presidente se habfan persuadido a si mismos de que el camino que crefan necesario seguir dependia de cada silaba del Pentateuco. Entonces la actitud del presidente, frente a frente de sus colegas, Ileg6 a ser la siguiente: Tengo que coincidir con vosotros en cuanto puedo; veo vuestras dificultades, y desearfa ser capaz de acceder a lo que proponéis; pero yo no puedo hacer nada que no sea recto y justo, y vosotros tenéis ante todo que mostrarme que lo que desedis cabe realmente dentro de Jas palabras de las declaraciones que me obligan. Y entonces empezé el tejer de aquella tela de exégesis y sofisma je- suftico que habfa de acabar revistiendo de insinceridad el lenguaje y la substancia de todo el Tratado. La palabra fue Janzada a los bru- jos de todo Parfs: Fair is foul, and foul is fair, Hover through the fog and filthy air? Los sofistas més sutiles y los proyectistas m4s hipécritas se pu- sieron a la obra y produjeron muchos trabajos ingeniosos que hubie- 2. Lo bueno es malo, y lo malo bueno, revoloteando a través de la niebla y del aire impuro. 38 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ ran engafiado durante mds de una hora a un hombre més inteligente que cl presidente. Asf, en lugar de decir que al Austria alemana se le prohibe unirse con Alemania, a no ser con la autorizacién de Francia (lo que no cabria dentro del principio de la libre determinacidn), el Tratado, con habilidad delicada, afirma que «Alemania reconoce y respetard estrictamente la independencia de Austria dentro de las fronteras que se fijatén en un Tratado entre aquel Estado y las Potencias principa- les aliadas y asociadas; reconoce que esta independencia seré inalie- nable, a no ser con el consentimiento del Consejo de la Sociedad de Naciones», lo cual suena completamente diferente y es lo mismo. Pero ¢quién sabe que el presidente olvidé que otra parte del Tratado dispone que para este propésito el Consejo de la Sociedad ha de de- cidir de forma undnime? En lugar de dar Dantzig a Polonia, el Tratado establece que sea ciudad libre; pero la incluye dentro de las fronteras aduaneras pola- cas, confiando a Polonia el control del sistema de ros y ferrocarriles, y ordena que «el Gobierno polaco dirigird las relaciones extranjeras de la ciudad libre de Dantzig, asi como la proteccién diplomatica de sus ciudadanos en el extranjero». Al colocar el sistema fluvial de Alemania bajo el control extran- jero, el Tratado habla de declarar internacionales aquellos «sistemas fluviales que sirven naturalmente a mds de un Estado de acceso al mar, con o sin trasbordo de uno a otro barco». Tales ejemplos pueden multiplicarse. El propésito honrado y com- prensible de la politica francesa, de limitar la poblacién de Alemania y debilitar su sistema ccondémico, se revistid, en obsequio del presi- dente, con el augusto lenguaje de la libertad y de la igualdad inter- nacionales. Pero acaso el momento més decisivo en Ia desintegracién de la situacién moral del presidente y del anublamiento de su espiritu, fue cuando, al fin, con descorazonamiento de sus consejeros, se dejé per- suadir de que el gasto hecho por los gobiernos aliados para pensiones y compensaciones de internados (?) podfa considerarse justamente como «dafio causado a la poblacién civil de las Potencias aliadas y asociadas por Ia agresién de Alemania por tierra, por mar y por aire», en un sentido en el que no podian considerarse los otros gastos de la guerra, Hubo una larga lucha tcoldgica, en la cual, después de LA CONFERENCIA 39 desechar muchos argumentos diferentes, el presidente acabé por ca- pitular ante la obra maestra del arte de los sofistas. Por fin se acabé la obra, y la conciencia del presidente quedaba intacta. A pesar de todo, yo creo que su temperamento le permitié dejar Paris siendo realmente un hombre sincero, y es probable que hoy esté profundamente convencido de que el Tratado no contiene realmente nada en desacuerdo con sus primeras declaraciones. La obra eta demasiado completa, y a esto fue debido el ultimo episodio trégico del drama. La réplica de Brockdorff-Rantzau no po- dia menos de tomar el argumento de que Alemania habfa depuesto Jas armas sobre la base de ciertas garantias, y que el Tratado, en muchos particulares, no estaba de acuerdo con ellas. Pero esto era precisamente lo que el presidente no podia admitir; en la penosa contemplacién solitaria, y con sus oraciones a Dios, no habia hecho nada que no fuera justo y bueno; admitir que la réplica alemana tenfa algtin valor, significaba para el presidente destruir el respeto de si mismo y romper el equilibrio interno de su alma, y todos los instintos de su naturaleza obstinada se levantaban en defensa propia. En términos de psicologfa médica, sugerir al presidente que el Tra- tado era un abandono de sus promesas, era tocar en lo vivo un com- plejo freudiano. No era materia discutible, y los instintos subconscien- tes conspiraban todos para evitar nuevas exploraciones. Y asf fue como Clemenceau logré el éxito de la propuesta, que algunos meses antes habja parecido extraordinaria e imposible, de que los alemanes no fueran ofdos. Sélo con que el presidente no hu- biera sido tan concienzudo; sélo con que no se hubiera ocultado a sf mismo su propia obra, aun en el ultimo momento hubiera estado en situacién de recobrar el terreno perdido y lograr un éxito muy con- siderable, Pero el presidente estaba inmévil. Sus brazos y sus piernas habfan sido sujetados por los cirujanos en una postura fija, y antes se hubieran roto que movido. Mister Lloyd George, deseando en el ultimo momento obrar con la mayor moderacién, descubrié horrori- zado que en cinco dias no podria persuadir al presidente de que era un error aquello que habia tardado cinco meses en demostrarle que era justo y recto. Después de todo, era més dificil sacar del engafio a este viejo presbiteriano que lo habia sido engafiarlo, porque en su engafio iba ya envuelta su fe y el respeto de sf mismo. Asi, en el tiltimo acto, el presidente se mantuvo terco y rehusdé toda conciliacién. CapituLo IV EL TRATADO Las ideas que he expuesto en el capitulo II no estaban presentes en el espiritu de Ia Conferencia de Paris. No les interesaba la vida futura de Europa; no les inquictaban sus medios de vida. Sus preo- cupaciones, buenas y malas, se referfan a las fronteras y a las nacio- nalidades, al equilibrio de las Potencias, a los engrandecimientos im- periales, al logro del dcbilitamiento para el porvenir de un enemigo fuerte y peligroso, a Ia venganza, y a echar sobre las espaldas del vencido Ja carga financiera insoportable de los vencedores. Dos proyectos rivales para la futura politica del mundo se presen- taban: los Catorce puntos del presidente, y la paz cartaginesa de M. Clemenceau. Sélo uno de ellos tenia titulos para prevalecer, por- que el enemigo no se habia rendido incondicionalmente, sino en con- diciones convenidas en cuanto al cardcter general de Ja Paz. No se puede pasar, desgraciadamente, sobre este aspecto de lo ocurrido sin decir alguna palabra, porque en el espfritu de muchos ingleses, por lo menos, ha sido wn asunto muy mal comprendido. Muchas personas creen que las cléusulas del Armisticio constitufan el primer contrato concluido entre las Potencias aliadas y asociadas y el Gobierno alem&n, y que entrébamos en Ja Conferencia con nues- tras manos libres, tan sdlo en aquello en que los términos del Ar- misticio no podian atarnos. No era éste el caso. Para simplificar la situacién, es necesario revisar brevemente la historia de las negocia- ciones, que empezaron con Ia nota alemana de 5 de octubre de 1918, y que concluyeron con la nota del presidente Wilson de 5 de no- viembre de 1918. En 5 de octubre de 1918, el Gobierno alemén dirigié una nota breve al presidente aceptando los Catorce puntos y EL TRATADO 41 pidiendo negociaciones de paz. La contestacién del presidente, de 8 de octubre, preguntaba si debia entenderse de un modo terminante que el Gobierno alemén aceptaba Jos «términos fijados» en los Ca- force puntos y en sus mensajes subsiguientes, y «que su objeto al entrar en discusién serfa tan sdlo llegar a conformidad en los detalles practicos de su aplicacién». Afiadia que Ja evacuacién del territorio invadido tenfa que ser una condicién previa del Armisticio. El 14 de octubre, habiendo recibido esta contestacién afirmativa, el presidente dio una nueva comunicacién aclarando los puntos: 1.°, que la deter- minacién de los detalles del Armisticio quedarfa a los consejeros mi- litares de los Estados Unidos y de los aliados, y que deberfa dar seguridad absoluta contra Ia posibilidad de que Alemania reanudara las hostilidades; 2.°, que para que continuaran estas conversaciones, habrfa de cesar la guerra submarina, y 3.°, que exigfa nuevas garan- tias del card4cter representativo del Gobierno con quien tenia que entenderse. El 20 de octubre, Alemania acepté los puntos 1° y 2.°, e indicd, en cuanto al 3.°, que tenfa una Constitucién y un Gobierno cuya autoridad dependfa del Reichstag. El 23 de octubre, el presi- dente anuncié que, habiendo recibido del Gobierno alemén la solemne y explicita se- guridad de que aceptaba sin reserva los términos de Ia Paz fijados en su comunicacién al Congreso de los Estados Unidos en 8 de enero de 1918 (los Catorce puntos), y los principios de arreglo enupciados en sus mensajes subsiguientes, particularmente en el mensaje de 27 de septiembre, y que est4 dispuesto a discutir los detalles de su aplicacién, ha comunicado la citada contestacién a los gobiernos de las Potencias aliadas, «con la indicacién de que si estos gobiernos estaban dispues- tos a Ievar a cabo la Paz sobre los términos y principios indicados», deberfan pedir a sus consejeros militares que formularan los términos del Armisticio, con tal espfritu, que Si se arguyera que en el caso de Bélgica pudiera estar justificado algo més parecido a una indemnizacién por los gastos generales de la guerra, esto slo podria ser partiendo de la base de la infraccién del Derecho internacional que implica la invasién de Bélgica, acerca de lo cual como hemos visto, los Catorce puntos no incluyen ninguna reclama- cidn especial. Como el coste del socorro a Bélgica (segtin g), asi como sus gastos generales de guerra, han sido ya satisfechos por adelantos de los gobiernos inglés, francés y de los Estados Unidos, Bélgica probablemente utilizarfa cualquier pago hecho por tal concepto por Alemania para descargar, en parte, su deuda con estos gobiernos; asf es que tales demandas son, en realidad, una adicién a las recla- maciones de los tres gobiernos prestatarios. Las reclamaciones de los otros aliados se formularian en términos andlogos. Pero para ellos se presenta, con mds apremio, la cuestién 3. Los billetes o los créditos poseidos en territorio que hubiera estado ocu- pado antes por los nacionales aliados serdn incluidos, en todo caso, en el arre- slo de las deudas del enemigo, asi como otras sumas debidas a los aliados na- cionales y no en relacién con Ia reparacién. 4, Una reclamacién especial en favor de Bélgica se incluyé entonces en el Tratado de Paz, y fue aceptada por los representantes alemanes sin demora. REPARACIONES 79 de hasta qué punto puede hacerse a Alemania responsable subsidia- riamente por el daiio causado, no por ella misma, sino por sus cobe- ligerantes Austria-Hungria, Bulgaria y Turquia. Este es uno de los muchos problemas a Jos que no dan contestacién clara los Catorce puntos; de otto lado, atienden explicitamente en el punto once al dafio causado a Rumania, Servia y Montenegro, sin calificacién en cuanto a la nacionalidad de las tropas que hayan causado el dafio; por otra parte, la nota de los aliados habla de agresién «alemana», cuando pudiera haber hablado de Ja agresién de «Alemania y sus aliados». En una interpretacién estricta y literal, dudo si pueden hacerse reclamaciones contra Alemania por el dafio causado, pot ejem- plo, por Jos turcos en el canal de Suez, o por los submarinos aus- triacos en el Adridtico. Pero es un caso en el que si los aliados qui- sieran apurar la materia, podian imponer una responsabilidad solidaria a Alemania, sin tergiversar seriamente la intencién general de sus compromisos. En cuanto a los aliados entre sf, el caso es completamente dife- rente, Serfa un acto innoble y desleal que Francia y Gran Bretafia se quedaran con lo que Alemania pague, y dejaran a Italia y a Setvia que sacaran lo que pudieran de los despojos de Austria-Hungrfa. Asi como entre los aliados mismos es claro que los ingresos debian ser divididos y repartidos en proporcién al conjunto de sus reclamaciones. En este caso, y si mi cdlculo es aceptado tal y como mas adelante lo doy, la capacidad de Alemania para pagar quedar4 agotada por las reclamaciones directas y legitimas que los aliados presentan contra ella, y la cuestién de sus responsabilidades subsidiarias se convierte en una cuestién académica para los aliados. Todo estadista prudente y honorable hubiera debido concederle el beneficio de 1a duda y no haberle reclamado mds que el dafio que ella misma ha causado. cA qué ascenderé la peticién total segtin la citada base de recla- macién? No existen cifras para fundar un célculo exacto o cientifico, y doy el mfo propio por lo que pueda valer, haciéndolo preceder de Jas siguientes observaciones: La suma total del dafio material causado en los distritos invadi- dos ha sido objeto de exageraciones, aunque naturales, enormes. Un viaje por los tertitorios asolados de Francia impresiona la vista y la imaginacién indescriptiblemente. Durante el invierno de 1918 a 1919, antes de que la Naturaleza hubieta cubierto la escena con su manto, el horror y la desolacién de Ja guerra se hacian visibles en un grado 80 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ extraordinario de terrible grandeza, Era evidente la totalidad de la destruccién. En millas y millas no quedaba nada. No habia casa ha- bitable ni campo que pudiera ser arado. La monotonfa era impre- sionante. Una regién devastada era exactamente igual a otra: un montén de escombros, una charca de hoyos de obiis y una matrafia de alambreS La suma de trabajo humano que se requerird para res- taurar tales campos pareceria incalculable; y para el viajero, todos los millones de libras parecerian pocos para expresar materialmente la enormidad de la destruccién grabada en su espiritu. Algunos gobier- nos, por razones comprensibles, no han sentido rubor para sacar al- gtin partido de estos sentimientos. Yo cteo que el sentimiento popular se equivoca, sobre todo en el caso de Bélgica. De cualquicr modo, Bélgica es un pais pequefio, y el dea actual de devastacién es una pequefia parte del todo. La primera avalancha alemana en 1914 causé algtin daiio local; después, la linea de batalla de Bélgica no se ha trasladado, como ha pasado en Francia, por una gran extensin del pats. Practicamente estaba fija, y Jas hostilidades se limitaban a un pequefio rincén, gran parte del cual, en tiempos recientes, era atrasado, pobre y estancado, y no contenia nada de Ja industria activa de Ja nacién. Quedan: algtin dafio en la pequefia 4rea inundada, y el daiio deliberado causado por los alemanes, en su tetirada, en los edificios, plantaciones y transpor- tes, y el pillaje en la maquinaria, el ganado _y demés propiedades muebles, Pero Bruselas, Amberes e incluso Ostende estén substan- cialmente intactos, y la gran masa de Ja tierra que constituye la prin- cipal riqueza de Bélgica esta casi tan bien cultivada como antes. EI viajero atraviesa en automévil de parte a parte el drca devastada de Bélgica casi sin enterarse. En cambio, la destruccién en Francia es de otra especie y a otra escala, Industrialmente, el pillaje ha sido grave y, desde luego, paralizador; peto el coste efectivo para reem- plazar la maquinatia sube lentamente, y con muy pocas decenas de 5. Para el observador inglés, sin embargo, una escena sobresale de las de- més: el campo de Iprés, En ese rincén desolado y espectral, el color natural y el cardcter del paisaje y del clima parecian designados para expresat al viajero fas Memorias de la tierra. El visitante del saliente, en noviembte de 1918, cuan- do algunos caddveres alemanes afiadian um toque de realismo y horror humano, y ain no habfa acebado la gran lucha, podia sentir alli, como en ninguna otra parte, el presente ultraje de Ja guerra y al mismo tiempo la trégica y sentimental purificacién que en el porvenir transformaré en cierto grado su dureza. REPARACIONES 81 millones se cubrirfa el valor de toda clase de méquinas que Bélgica haya poseido. Ademis, el estadistico frio no debe prescindir del hecho de que el pueblo belga posce el instinto de Ja propia proteccién in- dividual, desarrollado en fotma poco corriente; y la gran masa de billetes de Banco alemanes * cogidos en el pais al firmarse el Armis- ticio, muestra que ciertas clases supicron encontrar un medio, a pesar de toda la severidad y barbarie del Gobierno alemén, para aprove- charse a costa del invasor. Las reclamaciones belgas contra Alemania, que yo he visto que subfan a una suma que excedia de Ja riqueza del pafs entero, calculada en su totalidad antes de la guerra, no merecen respuesta? Nos ayudaré a encauzar nuestras ideas el indicar la evaluacién oficial de la riqueza belga, publicada en 1913 por el ministerio de Hacienda de Bélgica, que fue como sigue: 6. Estos billetes, que se calcula que suben a no menos de 6,000 millones de marcos, son ahora un motivo de embarazo y de gran pérdida potencial para el Gobierno belga, porque, para alivio del pais, Jos toma a los ciudadanos a cambio de billetes belgas, al precio de 1,20 francos por marco. Este precio de cambio, que excede en mucho al valor del billete-marco, al precio corriente (y enormemente al precio a que los billetes-marcos han bajado después, valiendo ahora el franco belga mds de 3 marcos), dio ocasién al contrabando de billete- marco en Bélgica a gtan escala, para utilizar la ventaja de esa ganancia. El Go- bierno belga dio este importante paso, en parte, porque esperaba persuadir a Ja Conferencia de Paz para que redimiera estos billetes de Banco al cambio ‘a Ia par a cargo de Alemania. La Conferencia de Paz sostuvo, sin embargo, que la reparacién, propiamente tal, debfa preceder al ajuste de las transacciones bancarias improcedentes efectuadas a un tipo excesivo de cambio. La posesién por el Gobierno belga de esta gran masa de moneda alemana, afiadida a una suma de cerca de 2.000 millones de marcos que tenia el Gobierno franeés, que cambié de un modo semejante en beneficio de la poblacién de los territorios jnvadidos de Alsacia-Lorena, supone una seria agravacién de la situacién del cambio del marco. Serfa ciertamente deseable para los Gobiernos belga y alemén Ilcgar a algin arreglo, en cuanto a su disponibilidad, aunque esto se hace difi- cil por el privilegio de prioridad que tiene 1a Comisién de tales reparaciones sobre todo el activo disponible alemén para tales propésitos. Habria que affadir, noblemente, que las reclamaciones muy excesivas exigidas en nombre de Bélgica incluyen, genetalmente no sélo la devastacién propiamente dicha, sino toda especie de demandas, como, por ejemplo, los be- neficios y ganancias que los belgas podian razonablemente haber esperado tener sino hubieran estado en guerra, KEYNES 82 LAS CONSECUENCIAS ECONGMICAS DE LA PAZ Libras —..r-.-,rtr—“<=*=s*s™S™*™*SC*SSC*=C#*SCSCS 264.000.000 Construcciones . 2. / ee ee 235.000.000 Riqueza particular. . . . . + + 545.000.000 Meme tt tl lh a kt = 17.000.000 Muebles y utensilios, etc. 2 2... 120.000.000 1.181.000.000 Este total atroja un término medio de 156 libras por habitante, que el doctor Stamp, la mayor autoridad en Ja materia, estd dispues- to a considerar como prima facie, demasiado baja (aunque no acepta ciertos cdlculos mucho més altos que corrieron tltimamente), siendo la riqueza correspondiente por cabeza (tomando los vecinos inmedia- tos de Bélgica) de 167 libras para Holanda, 244 libras para Alemania y 303 libras para Francia.’ Un total de 1.500 millones de libras, que da un término medio de unas 200 libras por cabeza, hubiera sido muy generoso. El célculo oficial de la tierra y de las construcciones es probablemente mds exacto que el resto. Por otra parte, hay que dar margen para el aumento del coste de la construccién. Teniendo en cuenta todas estas consideraciones, no calculo el valor en dinero de la pérdida material actual de la propiedad de Bél- gica, causada por la destruccién y pillaje, en més de 150 millones de libras, como maximo, y aunque vacilo en reducir atin més el cdlculo que difiere tanto de Jos corrientes, me sorprenderfa que resultara po- sible demostrar la efectividad de las reclamaciones ni siquiera hasta esta suma. Las reclamaciones con respecto a los impuestos, multas, requisiciones y otras cosas podrian elevarse posiblemente a més de 100 millones de libras. Si se comprenden las sumas adelantadas a Bélgica por sus aliados para sus gastos generales de guerra, ha de agregarse una suma de 250 millones de libras (en la que se incluyen los gastos de socorro), Hegéndose a un total de 500 millones de libras. La destruccién en Francia fue, desde luego, en un grado mucho mds importante, no sélo en lo que se refiere a la extensién de la li- nea de batalla, sino también por el 4rea del pais, inmensamente mds 8. «The Wealth and Income of the Chief Powers», por J. C. Stamp. (Jour- nal of the Royal Statistical Society, julio, 1919.) REPARACIONES 83 amplia, sobre la cual se extendié Ja batalla alternativamente, Es una ilusién vulgar pensar que Bélgica es la victima principal de la guerra; yo creo que se demostrard que, teniendo en cuenta las muertes, pér- didas de propiedad y cargas de la deuda futura, Bélgica ha hecho el sactificio relativamente menor de todos los beligerantes, salvo los Estados Unidos. De los aliados, los sufrimientos y pérdidas de Servia han sido proporcionalmente los mayores, y, después de Servia, sigue Francia. Francia, en todo lo esencial, ha sido tan victima de la ambi- cién alemana como Bélgica, y la entrada de Francia en la guerra fue tan inevitable como Ia de Bélgica. Francia, a juicio mio, a pesar de su politica en la Conferencia de la Paz, politica, en gran parte, debida a sus sufrimientos, tiene los mayores derechos a nuestra generosidad. La posicién especial que ocupa Bélgica en el espiritu popular es debida, naturalmente, al hecho de que en 1914 su sacrificio fue, con mucho, cl mayor de todos los aliados, Pero después de 1914 jugs un papel de menos importancia. Por consecuencia, hacia finales de 1918 sus sacrificios relativos, aparte de los sufrimientos de la inva- sién, que no pueden medirse en dinero, han quedado por debajo, y en ciertos respectos no fueron siquiera tan grandes, por ejemplo, como los de Australia. No digo esto con el deseo de eludir las obli- gaciones para con Bélgica que nos han hecho coniraer, en diferentes fechas, las ofertas de nuestros hombres de Estado responsables. Gran Bretafia no debe pretender ningtin pago de Alemania para si misma hasta que las justas reclamaciones de Bélgica hayan sido plenamente satisfechas. Pero esto no es razén para que ni ellos ni nosotros deje- mos de decir la verdad acerca de su cuantia. Aunque las reclamaciones francesas son inmensamente mayores, también aqui ha habido exageracién excesiva, segtin han indicado los ptopios estadisticos competentes de Francia. El enemigo no ocupé de un modo efectivo mds del 19 por 100 del drea total de Francia, y dentro de la zona de vetdadera devastacién no comprendia més del 4 por 100. De las 60 ciudades francesas que tienen una poblacién de mds de 35.000 habitantes, sdlo dos fueron destruidas: Reims (115.178) y Saint-Quentin (55.571); otras tres fueron ocupadas: Lille, Roubaix y Douai, que sufrieron pillaje en Ja maquinaria y en otras propiedades, pero no fueron perjudicadas substancialmente en ninguna otra cosa, Amiens, Calais, Dunkerque y Boulogne sufrieron dafios menores por el bombardeo por el aire; pero el valor de Calais 84 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ y de Boulogne debe haber aumentado por las nuevas obras de varias Gases construidas para uso del ejército inglés. El Anuario Estadistico de Francia de 1917 valora la propiedad total en construccién de Francia en 2.380 millones de libras? El cAlculo, cortiente en Francia, de 800 millones de libras por la des- truccién de la propiedad edificada solamente es, por tanto, notoria- mente exagerado." La cifra de 120 millones de libras a los precios anteriores a la guerra, o sean 250 millones de libras ahora, se acerca mucho més a la cifra exacta. Los célculos del valor de Ja tierra de Francia (aparte de las construcciones) varfan desde 2.480 millones de libras a 3.116. Asi es que resulta exagerado el calcular el dafio en este punto en més de 100 millones. El capital en granjas agricolas de toda Francia no se ha calculado, por autoridades competentes, en més de 420 millones de libras."" Quedan las pétdidas en mobiliarios y maquinaria, dafios en las minas de carbén y en el sistema de trans- pottes y muchos otros secundaios. Pero estas pérdidas, aunque gta ves, no se pueden valorar en cientos de millones de libras esterlinas con respecto a una parte tan pequefia de Francia. En una palabra: sera muy dificil formular una cuenta que pase de 500 millones de libras por el dafio fisico y material de las comarcas ocupadas y de- vastadas del norte de Francia.” Me confirma en mi cdlculo Ia opinién 9. Oiros célculos varian de 2.420 a 2.680 millones de libras. (Véase Stamp, loc. cit.) 10. Ast Jo indicé clara y valientemente Charles Gide en L’Ertancipation de febrero de 1919. Ti. Para detalles de éstas y otras cifras, véase Stamp, loc. cit. 12, Aun si se fijara la extensién del dafio material, serfa excesivamente di- fcil ponerle un precio que dependeria, en gran parte, del perfodo en el cual empezara la restauracién, y de los métodos adoptados. Serfa imposible reparar Gl dato en un afio o en dos a ningin precio, y el intento de hacer esto en una proporcién excesiva, en relacién con la cantidad de trabajo y de materiales a Piano, podtia forzar los precios hasta un nivel desconocido. Debemos, pienso Yo aeeptar un coste de trabajo y de materiales aproximadamente igual al co- wMente en el mundo en general. Sin embargo, de hecho podemos, con seguridad, afrmar que Ja restauracién literal no se lograré nunca, Realmente, serfa muy fostoso hacer eso. Muchas de las ciudades eran viejas e insanas, y muchos de fos pueblos, miscrables. Seria esttipido reconstruir el mismo tipo de construccio- nes en los mismos sitios. En cuanto a Ia tierra, lo mas prudente serd en algunos fasos dejar grandes partes de ella sin Jabrar durante algunos afios. Deberfa com- purarse una suma alzada en dinero que representara el valor de fos dafios ma Piriales, y deberia dejatse a Francia que la gastera en la forma que creyera més prudente, atendiendo a su enriquecimiento econémico total. Ya han soplado REPARACIONES 85 de M. René Pupin, autor del célculo més amplio y cientifico de la tiqueza de Francia antes de la guerra, que yo conoci después de haber hallado mis cifras. Esta autoridad calcula las pérdidas materia- les de las regiones invadidas en 400 a 600 millones de libras,"* entre cayas cifras estén las mias. Sin embargo, M. Dubois, hablando en nombre de la Comisién de presupuestos de la Camara, ha dado la cifra de 2.600 millones de libras «como minimo», sin contar . El 6 de diciembre, el primer ministro lanzé una declaracién de su politica y de sus propésitos, en la que, acentuando significativa- mente la palabra europeos, dijo que «todos los aliados europeos ha- bfan aceptado el principio de que las Potencias centrales debian pa- gar el coste de la guerra en lo que su “capacidad lo permitiera”». Pero no faltaba mds que una semana para el dia de la eleccién, y atin no habfa dicho lo bastante para satisfacer los apetitos del mo- mento. El 8 de diciembre, el Ties, proporcionando, como de cos- tumbre, un manto de ostensible y aparente decoro a Ja incontinencia de sus compajieros, declaré en un articulo de fondo, titulado «Hay que hacer pagar a Alemania», que «el espiritu ptiblico estaba atin desconcertado por las diversas afirmaciones del primer ministro». «Existe la sospecha —afiadia— de la actuacién de ciertas influen- cias para dejar a los alemanes libres poco a poco, y no debe haber més norma posible para determinar su capacidad para pagar que el interés de los aliados.» «El candidato que se ocupa de los problemas del dia —escribia su corresponsal politico—, que adopta la frase de Mr. Barnes de colgar al Kéiser, y que insiste en que Alemania pague Jos gastos de guerra, es el que arrastra a su auditorio y el que da las notas a que éste responde mejor.» El 9 de diciembre, en Queen’s Hall, el primer ministro esquivé el tema, Pero, desde entonces en adelante, la francachela de ideas y palabras aumenté de hora en hora. Sir Eric Geddes proporcioné el espectéculo més gravoso en el Guildhall en Cambridge. En un dis- curso anterior, en un momento de ingenuidad poco meditada, habia formulado sus dudas sobre Ja posibilidad de sacar de Alemania todo el gasto de la guerra. Este discurso fue objeto de serias censuras, y a pensé que tenfa que rehacer su reputacién. «Sacaremos de ella todo Jo que se puede sacar estrujando un limén, y algo més», gritaba el penitente; «la estrujaré hasta que oigtis crujir las pipas.» Toda su politica consistia en coger todo pedazo de propiedad perteneciente a los alemanes en los paises neutrales y en los aliados, y todo su oro y plata y sus joyas, y el contenido de sus Museos de Pinturas y de 94 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ sus Bibliotecas, para venderlo en beneficio de los aliados. «Yo qui- siera despojar a Alemania —gritaba— como ella ha despojado a Bélgica.» El 11 de diciembre, el primer ministro habfa capitulado. Su ma- nifiesto final de los Seis puntos, lanzado aquel dia al cuerpo electo- ral, ofrece una comparacién lamentable con su programa de tres semanas antes. Lo copio literalmente. 1° Procesamiento del Kéiser. 2° Castigo de los responsables de brutalidades. 3° Pago completo de indemnizaciones por Alemania. 4° Inglaterra para los ingleses, social ¢ industrialmente. 5° Rehabilitacién de los perjudicados en Ja guerra. 6° Un pais més feliz para todos. He aqui una buena materia para los cinicos. Tres semanas de pla- taforma electoral habian Ievado a los podetosos gobernantes de In- glaterra, a aquellos que un poco antes habian hablado con nobleza del desarme y de la Sociedad de Naciones, de una Paz justa y dura- dera que sentara los cimientos de una nueva Europa, a esta mezco- lanza de aridez y pasiones, de prejuicios y falsedades. En efecto; a misma tarde, el primer ministro abandond, en Bris- tol, sus anteriores resetvas, y senté cuatro principios directivos de su politica de indemnizacién, de los cuales los principales fueron tres: 1° Tenemos un derecho absoluto a reclamar el coste total de Ja guerra. 2° Nos proponemos reclamar el coste total de la guerra; y 3° Un comité nombrado bajo la direccién del gabinete cree que esto puede hacerse.* Cuatro dias después fue a las elecciones. El primer ministro no dijo nunca que él creyera que Alemania podia pagar todo el gasto de la guerra. Pero el programa se concreté en boca de sus partidarios. Se hacia creer al elector vulgar que se podia obligar a Alemania a pagar la mayor parte, si no todo el coste de Ja guerra. Asi se complacia, tanto a los que los gastos de la guerra sugerfan temores de orden practico y egofstas para el potvenir, como a los que tenfan el sentimiento perturbado por sus horrores. Votar 25. El coste total de la guerra se calculé en més de 24.000 millones de libras, Esto significa un pago anual de intereses (aparte del fondo de amorti- zacién) de 1.200 millones de libras. ¢Podia ningiin comité técnico haber infor- mado que Alemania podia pagar esta suma? REPARACIONES 95 por el candidato de la coalicién significaba crucificar al anticristo y encajar a Alemania la deuda nacional britdnica. Resulté una combinacién irresistible, y una vez més acerté el instinto politico de Mr. George. No habfa candidato que, ctiticando este programa, se pudiera salvar, y ninguno lo hizo. EI viejo partido liberal, no teniendo nada comparable que ofre- cer al cuerpo electoral, fue barrido2* Nacié una nueva Cémara de los Comunes, la mayorfa de cuyos miembros se habfa comprometido a mucho mds que Jas promesas cautas del primer ministro. Poco des- pués de su Ilegada a Westminster, pregunté a un amigo conservador, que habfa conocido Camaras anteriores, qué pensaba de ésta. «Es una partida de hombres de cara rigida —dijo—, que tienen la apariencia de haber escapado muy bien de Ja guerra.» Este era el ambiente en que el primer ministro estaba metido cuando salid para Parfs, y éstas las dificultades que 1 mismo se habia proporcionado. Se habia comprometido, y habia comprometido a su Gobierno, a plantear exigencias contra un enemigo impotente, en desacuerdo con los solemnes compromisos contrafdos por nuestra parte, confiando en los cuales este enemigo habfa depuesto las armas. Hay pocos episodios en la Historia que la posteridad tenga menos motivo para perdonar: una guerra emprendida en defensa de la san- tidad de los compromisos internacionales, y que acaba con la in- fraccién, por parte de uno de los campeones victoriosos, del mas sagrado de esos compromisos” Prescindiendo de otros aspectos del asunto, creo que la campafia para asegurar de Alemania el pago total del coste de Ja guerra era uno de los actos mds graves y de mayor torpeza politica de que han sido jamés responsables nuestros gobernantes. ¢Qué porvenir tan distinto pudiera haber esperado Europa, si Mr. Lloyd George o mis- 26. Desgraciadamente, no se lanz6 con sus banderas desplegadas muy glo- riosamente. Por una u otra razdn, sus jefes guardaron un silencio que era de- cisivo, {Cudn distinta postura tendrfan ahora en Ia estimacién del pais si hu- bieran sufrido la derrota protestando firmemente contra el fraude, Jas superche- rias y el deshonor de todo aquel proceder! 27. He escrito estas palabras después de la més penosa reflexién. La casi completa falta de protesta de los estadistas directores de Inglaterra, le hace a uno pensar que debe de haber cometido algiin error. Pero yo creo que conozco todos los hechos, y no puedo descubrir tal error. En todo caso, he expuesto los més notorios compromisos en el capitulo IV y al principio de éste; asi es que el lector puede formar su propio juicio. 96 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ ter Wilson hubieran comprendido que el problema més grave de to- dos los que reclamaban su atencién no era politico o territorial, sino financiero y econémico, y que el peligro del porvenir no esta en las fronteras ni en la soberanfa, sino en el alimento, el carbén y el trans- porte? Ninguno de ellos presté la debida atencién a estos problemas, en ningtin momento de la Conferencia. Pero, en todo caso, el ambien- te favorable a un estudio prudente y razonable se disipé, sin espe- ranza, pot las intervenciones de la delegacién briténica en la cuestién de indemnizaciones. Las esperanzas que habfa hecho nacer el primer ministro, no sdlo le obligaban a defender una base econdmica, in- justa e irrealizable para el Tratado con Alemania, sino que le ponjan, de un lado, en desacuerdo con el presidente, y de otro, con los in- tereses, en competencia, de Francia y Bélgica, Cuanto més claro aparecia que se podia esperar poco de Alemania, era mas necesario poner en juego Ia ambicién patridtica y el sagrado egotsmo, y qui- tarle el hueso a Francia, cuyas reclamaciones eran més justas y sus necesidades mayores, o a Bélgica, cuyas esperanzas eran bien fun- dadas, Sin embargo, los problemas financieros, que estaban a punto de poner a prueba a Europa, no tenfan solucién posible con la am- bicién, Sélo la generosidad podfa curarla. Si; Europa necesita para sobrevivir a estas perturbaciones tanta magnanimidad por parte de América como la que ella misma debe practicar. No valdrd a los aliados, enardecidos por haber despojado a Alemania y por haberse despojado unos a otros, pedir auxilio a los Estados Unidos para que pongan a flote a los Estados de Europa, incluso a Alemania. Las perspectivas financieras de Europa serfan ahora mucho me- jores si la eleccién general de diciembre de 1918 se hubiera refiido en tétminos de prudente generosidad y no de estipida avidez. Yo creo que antes de la Conferencia principal o muy al principio de sus reuniones atin hubiera sido el momento para que los representantes de Gran Bretafia hubieran entrado a fondo, con los de los Estados Unidos, para tratar de la situacién econémica y financiera en con- junto, y los primeros debieron haber sido autorizados para hacer proposiciones completas sobre estas Iineas generales: 1* Que todas Jas deudas internacionales se cancelaran inmediatamente, 2.* Que se fjara en 2.000 millones de libras la suma que tenia que pagar Ale- mania, 3." Que Gran Bretafia renunciara a toda exigencia a partici- par de esta Suma, y que todo aguello a que demostrara tener derecho REPARACIONES 97 se pusiera a disposicién de la Conferencia, con el propésito de ayudar a la Hacienda de los nuevos Estados que se iban a establecer. 4." Que con objeto de dar valor inmediatamente a algunas bases de crédito, se garantizara, por todos los interesados en el Tratado, una parte proporcionada de las obligaciones alemanas, representacién de la suma que ella habfa de pagar; y 5.* Que a las Potencias que habfan sido enemigas les fuera permitido, con miras a su restauracién eco- némica, emitir una suma moderada de bonos que Ilevaran una ga- rantia semejante. Tales proposiciones implicaban una apelacién a la generosidad de los Estados Unidos. Pero eso era inevitable, y tenien- do en cuenta que sus sacrificios financieros fueron mucho menores, ésta era una peticién que se les podia hacer noblemente. Tales pro- posiciones hubieran sido realizables. Nada hay en ellas quijotesco o utépico. Y hubieran abierto para Europa una perspectiva de estabi- lidad y de reconstruccién financiera. Quede la ulterior elaboracidén de estas ideas para el capitulo VIT, y volvamos a Paris. He mencionado los entorpecimientos que Lloyd George Ievé consigo. La posicién de los ministros de Hacienda de los ottos paises aliados era todavia peor. Al fin, nosotros, en Gran Bretafia, no habfamos basado nuestros arreglos financieros en nin- guna esperanza de indemnizacién, Ingresos de tal origen hubieran tenido més o menos Ja naturaleza de una ganga, y prescindiendo de ulteriores desarrollos, esperdbamos, desde luego, equilibrar nuestro presupuesto por los métodos normales. Pero no era éste el caso de Francia ni de Italia. Sus presupuestos de paz no pretendian el equi- librio, ni pretendian Ilegar a él sin una previa revisién extensa de la politica actual, En realidad, Ia situacién era, y sigue siendo, casi de- sesperada, Estos paises barruntaban la bancarrota nacional, que no podia evitarse mds que alimentando la esperanza de grandes ingresos procedentes del enemigo. En cuanto se admitié que era prdcticamen- te imposible obligar a Alemania a pagar los gastos de ambas partes, y que no eta realizable descargar todas las responsabilidades sobre el enemigo, la posicién de los ministros de Hacienda de Francia y de Italia se hizo insostenible. ‘Asi es que toda consideracién cientifica de la capacidad de Ale- mania para pagar fue desechada desde el principio. Las esperanzas que las exigencias de la politica habfan hecho necesario alentar esta- ban tan lejos de la verdad, que una leve alteracién de las cifras no tenia objeto, siendo necesario ignorar por completo los hechos. La 1. — Keynes: 98 LAS CONSECUENCIAS ECONGMICAS DE LA PAZ mentira resultante fue fundamental. Sobre una base de tal falsedad fue imposible cimentar ninguna politica financiera constructiva y rea- izable. Por esta raz6n, entre otras, era esencial una politica financiera de desprendimiento. La situacién financiera de Francia e Italia era tan mala, que no era posible que éstas atendieran a razones sobre el asunto de la indemnizacién alemana, si no se les podia indicar, al mismo tiempo, alguna alternativa para librarse de sus males.* Los representantes de los Estados Unidos cometieron, a mi juicio, una gran falta por no haber tenido propuestas constructivas que ofrecer a una Europa doliente y enloquecida. Vale Ia pena de sefialar, de paso, otto elemento de la situacién; esto es, la oposicién existente entre la politica aplastante de M. Cle- menceau y las necesidades financieras de M. Klotz. El propésito de Clemenceau era debilitar y destruir a Alemania por todos los medios posibles, y yo incluso Iego a creer que menosprecié siempre Ja in- demnizacién porque tenia la intencién de no dejar a Alemania en si- tuacién de realizar una actividad comercial vasta. Y no se molesté en comprender nada respecto a Ja indemnizacién ni a las dificultades financieras aplastantes del pobre M. Klotz. Si a los financieros les divertia incluir en el Tratado algunas exigencias gravosas, no habia dafio en ello; pero no se debfa permitir que la satisfaccién de estas demandas se mezclara con las exigencias esenciales de una paz car- taginesa. La combinacién de la politica realista de M. Clemenceau que Hevaba a conclusiones ilusorias, con la politica de apatiencias de M. Klotz, fundada en consecuencias muy reales, introducia en el Tra- tado una serie completa de decisiones incompatibles entre sf, ademas de las imposibilidades prdcticas inherentes a las propuestas de re- paraciones. No puedo describir aqui la controversia sin finalidad y la intriga entre los mismos aliados, que al fin, después de algunos meses, cul- mind en la presentacién a Alemania del capitulo de reparaciones en su forma definitiva. Habré habido pocas negociaciones en la Historia tan retorcidas, tan miserables y tan substancialmente poco satisfac- 28. En la conversacién con los franceses, personas particulares y extrafias a las consideraciones politicas, este aspecto se presentaba muy claro. Se los po- dia persuadir de que los célculos corrientes, en cuanto a la suma que podria obtenerse de Alemania, eran completamente fantésticos. Sin embargo, al final volvian al punto de partida, «Pero Alemania tiene que pagar, porque si no, gqué Ie va a ocurrir a Francia?» REPARACIONES, 99 torias para todas las partes. Dudo que ninguno de Jos que tomaron parte en aquel debate pueda volver Ja vista atrds sin sentir vergiien- za. Me contentaré con analizar los elementos del compromiso final, que conoce todo el mundo. El punto principal que habia que resolver era, naturalmente, el de las partidas cuyo pago podia exigitse a Alemania, El compromiso electoral de Mr. Lloyd George para pedir que los aliados tuvieran derecho a exigir de Alemania el pago del gasto total de la guerra fue, desde el principio, notoriamente insostenible; 0 més bien, para ser mds imparcial, no habfa fuerza, por grande que fuera, capaz de persuadir al presidente de la compatibilidad de esta demanda con los compromisos que precedieron al Armisticio. El acuerdo real, al que se Ilegé finalmente, se lee como sigue en los pérrafos del Tratado, tal y como se han dado a conocer al mundo. E] articulo 231 dice: Los gobiernos aliados y asociados afirman, y Alemania acepta, Ia responsabilidad de Alemania y de sus aliados por haber causado todas las pérdidas y dafios a que los gobiernos aliados y asociados y sus nacionales han estado sometidos como consecuencia de la guetra impuesta por Ja agresién de Alemania y sus aliados. Este articulo es un artfculo bien y cuidadosamente trazado, porque el presidente podia entenderlo como seconocimiento de la parte de responsabilidad moral de Alemania por haber causado Ja guerta, mien- tras que el primer ministro podia explicatlo como el reconocimiento de Ja responsabilidad financiera por los gastos generales de la guerra. El articulo 232 contintia: Los gobiernos aliados y asociados reconocen que los recursos de Alemania no son suficientes, teniendo en cuenta la disminucién per- manente de tales recursos, que resultard de otras disposiciones del presente ‘Tratado, para hacer una reparacién completa de todas aquellas pérdidas y dafios. El presidente podfa quedarse tranquilo pensando que esto no era més que la afirmacién de un hecho indudable, y que reconocer que Alema- aia no puede pagar cierta reclamacién no implica que esté obligada a pagatla; pero el primer ministro, a su vez, podia alegar que en el texto se acentuaba ante el lector la presuncién de la responsabilidad 100 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ tebrica de Alemania, afirmada en el articulo precedente. El articu- lo 232 dice: Los gobiernos aliados y asociados exigen, sin embargo, y Ale- mania se compromete a que ella recompensard todos los dafios causados a la poblacién civil de las Potencias aliadas ‘y asociadas y @ su propiedad, durante el periodo de beligerancia de cada una de éllas, como Potencia aliada o asociada contra Alemania por tal agre- sién, por tierra, por mar y por aire, y en general todo dafio, segin lo define el anexo 1.° adjunto” Las palabras en cutsiva, que son précticamente una acotacin de las condiciones anteriores al Armisticio, satisfacen los escréipulos del pre- sidente, mientras que las palabras afiadidas «y en general todo el dafio, segiin se define en el anexo 1.° adjunto», ofrecen al primer mi- nistro una probabilidad en el anexo 1°. Sin embargo, de todas formas, todo esto no es mds que una cues- tién de palabras, de habilidad de redaccién, que no hacen dafio a nadie y que, probablemente, parecen, de momento, mucho mds im- portantes de Jo que serén en adelante, desde ahora hasta el dia del juicio. Volvamos, para lo substancial, al anexo 1.°. Una gran parte del anexo 1.° estd en conformidad estricta con las condiciones anteriores al Armisticio, 0, en todo caso, no las extiende més allé de lo que es noblemente razonable, El parrafo primero exi- ge compensacién por el perjuicio causado por el dafio a las personas civiles, 0, en caso de muerte, a las que de ellas dependfan, como consecuencia directa de actos de guerra; el parrafo segundo, por ac- tos de crueldad, violencia 0 malos tratos cometidos por el enemigo con victimas civiles; el pArrafo tercero, por actos del enemigo perju- diciales para Ja salud, 0 para la capacidad de trabajo, o para el honor de los civiles en territorio ocupado 0 invadido; el parrafo octavo, por trabajos forzados exigidos por el enemigo a los civiles; el parra- fo noveno, por dafio causado a Ia propiedad, «con excepcién de las obras o materiales navales o militares», como consecuencia directa de las hostilidades, y el parrafo décimo, por multas y exacciones im- puestas por el enemigo sobre la poblacién civil. Todas estas exigen- 29. Un pérrafo mds adelante exige los gastos de guerra de Bélgica, «de acuerdo con los compromisos de Alemania, ya otorgados, para completar la restauracién de Bélgica». REPARACIONES 101 cias son justas y en conformidad con Jos derechos de los aliados. El pérrafo cuarto, que reclama por «dafio causado por toda es- pecie de malos tratos a los prisioneros de guerra», es més dudoso en Ia letra estricta; pero puede estar justificado por la Convencién de La Haya, y supone una suma muy pequefia. Los pérrafos quinto, sexto y séptimo encierran un asunto de un significado inmensamente mayor. Estos parrafos establecen una re- clamacién por el total de las indemnizaciones de separacién y simi- lares otorgadas durante la guerra por los gobiernos aliados a las fa- milias de las personas movilizadas, y por la suma de las pensiones y compensaciones por dafio o muerte de los combatientes, pagadera por estos gobiernos ahora y en adelante. Como veremos después, esto afiade, financieramente, a la cuenta una suma muy grande, unas dos veces mayor que todas Ias demés reclamaciones juntas. El lector se apercibird pronto de la plausible argumentacién que se puede ofrecer en pro de la inclusién de estas partidas del dafio, aunque no fuera mds que por el aspecto sentimental. Ante todo, pue- de hacerse notar, desde el punto de vista de la justicia en general, Jo monstruoso que es que una mujer, cuya casa ha sido destruida, tenga derecho a reclamar del enemigo lo que una mujer cuyo marido ha sido muerto en el campo de batalla no tiene titulos para reclamar; © que un labrador, ptivado de su granja, pueda reclamar lo que una mujer, privada del trabajo de su marido, no puede reclamar. De he- cho, el caso para incluir pensiones e indemnizaciones de separacién depende-en gran medida de explotar el cardcter realmente arbitrario del criterio sentado en las condiciones precedentes al Armisticio. De todas las pérdidas causadas por la guerra, algunas pesan més grave- mente sobre los individuos, y otras estén distribuidas més bien sobre la comunidad, Pero, mediante Ias compensaciones otorgadas por el Gobierno, muchas de las primeras se convierten de hecho en las se- gundas. El criterio més Iégico para una reclamacién limitada, que- dando por debajo del gasto total de la guerra, hubiera sido fijarla por los actos del enemigo contrarios a los compromisos internacio- nales o a las précticas reconocidas de la guerra. Pero también hubicra sido esto muy dificil de aplicar, e injustamente desfavorable para los intereses franceses, en comparacién con los de Bélgica (cuya neutra- lidad habfa garantizado Alemania), y de Gran Bretafia (la principal victima de los actos ilfcitos de los submarinos). En todo caso, las Ilamadas al sentimiento y a la nobleza antes sefialadas son vanas, I 1 ! 102 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ porque no hay diferencias para el que recibe una indemnizacién de separacién o una pensién, entre que el Estado que se la paga reciba la compensacién bajo uno u otro titulo; que el Estado cobre una in- demnizacién aliviarfa lo mismo al contribuyente que una contribucién pot los gastos generales de la guerra. Pero la consideracién principal es que era demasiado tarde para pensar si las condiciones que pre- cedieron al Armisticio eran perfectamente sensatas y légicas, 0 si se debfan corregir; Ia sola cuestién a dilucidar cra si estas condiciones no estaban de hecho limitadas a los tipos de dajio directo a los civiles y a su propiedad, que se precisan en los pétrafos primero, segundo, tercero, octavo, noveno y décimo del anexo 1.° Si Jas palabras tienen algtin sentido, o los compromisos alguna fuerza, no tenemos mayor derecho a reclamar por los gastos de guerra del Estado, que surgen de las pensiones e indemnizaciones de separacién, que por cualquier otro de los gastos generales de la guerra. g¥ quién es capaz de de- fender en detalle que tenemos titulos para pedir estos tiltimos? Lo que realmente ocurrié fue que se produjo un compromiso en- tre las promesas del primer ministro al cuerpo electoral briténico, para reclamar los gastos totales de Ia guerra, y el compromiso contra. tio que los aliados habfan adquirido con Alemania en el Armisticio. El primer ministro podfa alegar que aunque él no habia logrado ase- gurar el pago de todos los gastos enteros de la guerra, habia, al me- nos, asegurado una contribucién importante a ellos, que siempre habia condicionado sus promesas a la capacidad limitada de pago de Alemania, y que la cuenta, tal y como ahora se ha presentado, ago- taba en exceso esa capacidad, segtin est4 calculada por las autoridades competentes menos exageradas, El presidente, por otra parte, habia buscado una férmula que no era una violacién de fe demasiado clara y que le evitaba un problema con sus asociados en una materia en la que toda apelacién al sentimiento y a la pasién se hubiera vuelto contra él, en el caso de que se hubieran hecho materia de abierta con- troversia popular. Teniendo en cuenta los compromisos clectorales del primer ministro, el presidente no podia tener la esperanza de lograr que los abandonara en su integridad sin una lucha publica, y el grito por las pensiones hubiera sido una bandera decisivamente popular en todos los pafses. Una vez mds el primer ministro se ha mostrado como un politico tactico de superior calidad. Otro punto de gran dificultad puede percibirse entre las lineas del Tratado. No fija una suma precisa que represente la responsabi- REPARACIONES 103 lidad de Alemania. Este punto en particular ha sido objeto de critica general, pues es tan inconveniente para Alemania como para los mis- mos aliados el que ella no sepa lo que tiene que pagar, ni ellos lo que tienen que recibir. El método que aparentemente se Propone el Tratado, de llegar al resultado final en un perfodo de varios meses, por la adicién de cientos de miles de reclamaciones individuales, por dafios en Ia tierra, en los edificios, en las granjas, construcciones y ganados, es evidente. mente impracticable; y el procedimiento razonable hubiera sido, para ambas partes, un entendimiento para llegar a una suma redonda sin examinar los detalles. Si esta suma redonda se hubiera Precisado en el Tratado, el arreglo se hubiera hecho sobre una base mucho més parecida a una base de orden mercantil. Pero esto era imposible por dos razones. Se habfan hecho dos cla- ses distintas de afirmaciones falsas: una, en cuanto a la capacidad de Alemania para pagar; otra, en cuanto a la suma de las justas recla. maciones de los aliados, con respecto a las areas devastadas. La fijn cién de cada una de estas cifras presentaba un dilema. Una cifra que hubiera fijado Ia posible capacidad de Alemania para pagar que no hubiera excedido en mucho los célculos de las autoridades més sin- ceras y bien informadas, hubicra estado desesperadamente lejos de las esperanzas populares, tanto de Inglaterra como de Francia. Y por otro lado, una cifta precisa, definitiva, por el daiio producido, que no hubicra frustrado las esperanzas que habfan surgido en Francia y en Bélgica, hubiera sido imposible de sostener en la discusién, y hu- biera quedado al descubierto ante la critica perjudicial de los alema- nes, a quienes se suponia lo bastante prudentes como para acumular pruebas considerables en cuanto a la extensién de sus propios dafios. Por tanto, eta con mucho el mejor procedimiento para los polf. ticos el no mencionar cifras en absoluto; y de esta necesidad pro- cede, en gran parte, la complicacién del capitulo de las reparaciones. No obstante, el lector puede tener interés en conocer mi célculo de Ia reclamacién que de hecho puede deducirse del anexo 1° del capitulo de reparaciones. En Ia primera seccién de este capftulo he calculado ya las reclamaciones, que no son las de pensiones y de in- 30. Habia que hacer frente a la discusién de los otros aliados tanto como a la del enemigo; porque, en vista de los limitados recursos del Ultimo, los otros aliados tenian acaso un interés mayor que el enemigo en ver que ningune de ellos fijaba una reclamacién excesiva, 104 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ demnizaciones de separacién, en 3.000 millones de libras (para tomar el limite superior de mi célculo). La reclamacién por pensiones € indemnizaciones de separacién bajo el anexo 1.° no se ha de basar en cl coste actual de estas compensaciones a los gobiernos, sino que ha de ser una cifra computada, calculada sobre la base de Jas escalas vigentes en Francia en la fecha en que el Tratado entré en vigor. Este método nos evitard el sistema parcial de evaluar la vida de un notteamericano o de un inglés en una cifra mayor que la de un fran- cés 0 un italiano. La proporcién francesa para las pensiones ¢ indem- nizaciones es wna proporcién intermedia, no tan alta como la ame- ricana o Ja inglesa, pero superior a la italiana, la belga o la servia. Los Yinicos datos exigidos para el calculo son las tasaciones francesas ac- tuales y el ntimero de hombres movilizados y de bajas en cada clase de los distintos ejércitos aliados. Ninguna de estas cifras son precisas en cuanto al detalle; pero se sabe bastante del nivel general de las pensiones, de las cifras que suponen y de las bajas sufridas como para permitir un célculo que no se separard mucho de lo justo. Mis Cdlculos, en cuanto a la suma que hay que afiadir con respecto a las pensiones ¢ indemnizaciones, es como sigue: Millones de libras Jmperio britinito « 2 - - + ~ tH 4 1.400 ee ee 2.40031 Ci 500 Otros aliados, incluso los Estados Unidos. . - 700 Toran. 2 ee ee ee et 5.000 Tengo mucha més confianza en la exactitud aproximada de la cifra total ? que en su divisién entre los diferentes reclamantes. Observara el lector que, en todo caso, la suma de pensiones ¢ indemnizaciones aumenta enormemente la reclamacién total, elevdndola realmente casi al doble. Aiadiendo esta cifra al célculo obtenido bajo otros capi- 31. M. Klotz ha calculado las reclamaciones francesas bajo este capitulo ‘en 3,000 millones de libras (1.300 para indemnizaciones, 60 para pensiones y 2 para las viudas). Si esta cifra es exacta, las otras podrian alcanzarse también. 32. Esto es, yo pretendo que la cifra total ofrece exactitud dentro de un 25 por 100 de error. REPARACIONES 105 tulos, tenemos una reclamacién total contra Alemania de 8.000 mi. Iones de libras.* Yo creo que esta cifra es bastante elevada, y que el resultado actual puede ser algo inferior a ella.* En la siguiente seccién de este capitulo se examinard la relacién de esta cifra con la capaci- dad de pago de Alemania. Sélo es necesario recordar aqui al lector otros aspectos particulares del Tratado, que hablan por sf mismos: 1° De Ja suma total de la reclamacién, sea cual fuere, deberd ser pagada, antes de 1.° de mayo de 1921, una cantidad de mil millo- nes de libras. Més adelante discutiremos Ia posibilidad de este pago. Pero el mismo Tratado prevé ciertas disminuciones. En primer lugar, esta suma comprende los gastos de Jos ejércitos de ocupacién desde el Armisticio (carga grande en orden a Ja magnitud, de 200 millones de libras que, segtin otro articulo del Tratado, nim. 249, pesa sobre Alemania *), Pero, ademds, los aprovisionamientos de alimentos y 33. En su discurso de 5 de septiembre de 1919, dirigido a la Cémara fran- cesa, M. Klotz calculé Jas reclamaciones totales de los aliados contra Alemania, segiin el Tratado, en 15.000 millones de libras que devengarfan interés hasta 1921, y que serfan pagadas después 34 anualidades de 1.000 millones de libras aproximadamente cada una, de los cuales Francia recibiria unos 550 millones de libras anuales. El efecto general de la afirmacién de que Francia recibirfa annalmente de Alemania este pago resulté, se dice, muy animador para el pais en conjunto, y se reflejé inmediatamente en la Bolsa y en todo el mundo de los negocios de Francia. Mientras tales afirmaciones puedan aceptarse en Parfs sin protesta no puede haber porvenir financiero 0 econémico para Francia, y una catastrofe de desilusién no esté lejana. 34. Como materia de juicio subjetivo, calculo para esta cifra una exacti- tud de 10 por 100 por bajo, y de 20 por 100 por alto; es decir, el resultado estarg entre 6.400 millones y 8.800 millones de libras. 35. Segiin el Tratado, Alemania estd también obligada a pagar, ademds de las indemnizaciones por las reparaciones, todos los gastos de los ejércitos de ocupacién desde que se firme Ia Paz y durante los quince afios siguientes de ocu- pacién. Hasta donde Mega el texto del Tratado, no hay nada que limite el nd- mero de estos ejércitos, y Francia puede, por consiguiente, acuartelando todo su ejército normal en el rea ocupada, eludir Ia carga de sus contribuyentes, echindola sobre los de Alemania, aunque en realidad tal politica seré a costa no de Alemania, que en hipétesis esté ya pagando por Ja reparacién hasta el limite completo de su capacidad, sino de los aliados de Francia, que recibirfan tanto menos con respecto a su reparacién. Se ha publicado un documento blan- co [c), #), d), 240] en el que se inserta una declaracién de los Gobiernos de Jos Estados Unidos, Gran Bretafia y Francia, comprometiéndose a limitar la suma pagadera anualmente por Alemania para satisfacer el coste de la ocupa- cién en 12 millones de libras, «tan pronto como las Potencias aliadas y asocia- das interesadas se convenzan de que las condiciones del desarme por parte de 106 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ materias primas que, a juicio de los gobiernos y principales Potencias aliadas y asociadas, sean esenciales para poner a Alemania en condi- ciones de hacer frente a sus obligaciones por reparaciones, pueden también, con la aprobacién de dichos gobiernos, ser pagados a cuen- ta de dicha suma.* Esta es una especificacién de gran importancia. La cldusula, tal y como est4 redactada, permite a los ministros de Hacienda de los paises aliados sostener ante sus electores la esperan- za de percibir grandes pagos en un plazo préximo, mientras que, al mismo tiempo, da a la Comisién de reparaciones Ia facultad discre- cional, que la fuerza de los hechos la obligaré a ejercitar, para de- volver a Alemania lo que requiera el mantenimiento de su existencia econémica. Este poder discrecional hace la demanda de un pago in- mediato de mil millones de libras menos perjudicial de lo que seria de otra manera; pero en ningtin modo lo convierte en inofensivo. En primer lugar, mis conclusiones, en la seccién inmediata de este capitulo, indican que esta suma no se podrd encontrar en el periodo indicado, aunque sea devuelta una gran parte en la practica a Ale- mania con el propésito de capacitarla para pagar sus importaciones. En segundo lugar, la Comisién de reparaciones sdlo puede ejetcer su facultad discrecional haciéndose cargo efectivamente de todo el co- mercio extranjero de Alemania, junto con el cambio extranjero que de él deriva, lo que excederé completamente a la capacidad de tal cuerpo. Si la Comisién de reparaciones hace algtin intento de admi- nistrar la recaudacién de esta suma de mil millones de libras y auto- tiza la devolucién a Alemania de una parte de ella, el comercio de Ja Europa central seria estrangulado por la reglamentacién burocré- tica en su forma més ineficaz. 2° Ademés del primer pago en metélico o en especie por una suma de mil millones de libras, Alemania estd obligada a entregar bonos al portador en una cantidad superior a dos mil millones de libras, 0, en el caso de que los pagos en metdlico 0 especie, hechos antes de 1.° de mayo de 1921, plazo valedero para la reparacién, no Alemania estén satisfactotiamente cumplidas». La palabra que he subrayado es algo significativa, Las tres Potencias se reservan para si la necesidad de modifi- car este arreglo en todo tiempo, si acuerdan que es necesatio. 36. Articulo 235. La fuerza de este articulo esté algo robustecida por el articulo 251, en virtud del cual se pueden también acordat concesiones para otros pagos, asi como para alimentos y materias primas. REPARACIONES 107 alcanzaran mil millones por razén de las deducciones permitidas, una suma que haga subir el pago total por parte de Alemania, en moneda, especie y bonos al portador, a una cifra total de tres mil millones.” Estos bonos al portador tienen un interés de 2,5 por 100 al afio, de 1921 a 1925, y de 5 por 100, mds 1 por 100 por amortizacién, en adelante. Suponiendo, por tanto, que Alemania no sea capaz de pro- porcionar ningtin excedente apreciable para las reparaciones antes de 1921, tendrd que encontrar una suma de 75 millones de libras anualmente desde 1921 a 1925, y de 180 millones de libras anual- mente, en adelante.* 3.° Tan pronto como la Comisién de reparaciones esté conven- cida de que Alemania puede hacer algo ms que esto, se emitirdn bonos al portador, al cinco por ciento, en cantidad de 2.000 millo- nes; siendo determinada la proporcién de amortizacién por la C misién, posteriormente. Esto har4 ascender el pago anual a 280 mi- Hones de libras, sin permitir nada en descargo del capital de los citados 2,000 millones. 42 La responsabilidad de Alemania, sin embargo, no se limita a 5.000 millones de libras, y la Comisién de reparaciones pediré nue- vas cuentas de bonos al portador hasta que haya sido cubierta la responsabilidad total del enemigo, segtin el anexo 1.°. Sobre la base de mi célculo de 8.000 millones de libras para la responsabilidad total, que probablemente serd criticada, mds bien por demasiado baja que pot excesiva, la diferencia seré de 3.000 millones de libras. Si poniendo el interés a 5 por 100, esto elevard el pago anual a 430 mi- llones de libras, sin gastos de amortizacidn. 5. Pero esto no es todo atin. Hay una disposicién ulterior de una significacién devastadora. Los bonos que representan pagos por mds de 3.000 millones de libras no se emitirén hasta que la Comi- sién esté segura de que Alemania puede hacer frente al pago de in- tereses. Pero esto no significa que el interés sea perdonado en el interin. Desde 1.° de mayo de 1921 se cargaré a Alemania el interés en la parte de su deuda originaria que no haya sido cubierta por el 37. Tal es el efecto del parrafo 12 C) del anexo 2° del capftulo de repa- raciones, dejando a un lado complicaciones menores. El ‘Tratado fija los pagos en marcos oro, que se convierten en la proporcién de 20 marcos por 1 libra. 38. Si, per impossibile, Alemania pagara 500 millones en moneda o en especie en 1921, sus pagos anuales setian de 62.500.000 libras de 1921 a 1925, y de 150 millones de libras en adelante. 108 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ pago en moneda o en especie o por Ja admisién de bonos, como he dicho” y «la cuantia del interés seré de 5 por 100, a no ser que la Comisién estime, en adelante, que las circunstancias justifican una variacién de esta cuantia». Es decir, que el capital de la deuda se aumenta todo el tiempo a interés compuesto. El efecto de esta dis- posicién, en cuanto al aumento de la carga, es, en la suposicién de que Alemania no puede pagar grandes sumas al principio, enorme. Un capital al 5 por 100 de interés compuesto se dobla en quin- ce afios, En ef supuesto de que Alemania no pueda pagar mds de 150 millones de libras anualmente hasta 1936 (esto es, 5 por 100 de interés sobre 3.000 millones de libras), Jos 5.000 millones de libras, sobre los cuales el interés queda diferido, se elevarén a 10.000 millones, con un interés anual de 500 millones. Es decir, aunque Alemania pagara 150 millones anuales hasta 1936, nos de- betia, sin embargo, en esta fecha, més de Ia mitad mas de lo que nos debe ahora (13.000 millones, en lugar de 8.000). Desde 1936 en adelante tendré que pagarnos 650 millones de libras anualmente sdélo para satisfacer los intereses. ‘Al final de cada afio en el que haya pa- gado menos de esta suma, deberd més de lo que debia al principio. Y si ha de descargarse del capital en treinta afios desde 1936, esto es, en cuarenta y ocho afios desde el Armisticio, tendré que pagar anual- mente 130 millones més, resultando, en total, 780 millones.” ‘A juicio mio, es todo lo cierto que una cosa pueda serlo, y por razones que explicaré inmediatamente, que Alemania no puede pagar, ni temotamente, esta suma. Por tanto, mientras el Tratado no se modifique, Alemania resulta comprometida a entregar a los aliados, a perpetuidad, todo el excedente de su produccién. &° Por eso, este caso no es el motivo menor que se ha tenido para dar a la Comisién de reparaciones poderes disctecionales para Variar la cuantia del interés y para retrasar, y aun cancelar, la deuda 39, Pérrafo 16 del anexo 2° del capftulo de reparaciones. Hay también una disposicién obscura, segén la cual el interés puede cargarse «sobre sumas jgue procedan del dafio material desde el 11 de noviembre de 1918 hasta el 1° Fe ayo de 1921». Esto parece diferenciar el dafio a la propiedad del dafio a Je persona en favor del primero. No afecta a las pensiones ni las indemniza: ciones, el coste de las cuales es capitalizado como en Ia fecha de entrar en vi gencia el Tratado. G0. En el supuesto, que nadie sostiene, y que aun los més optimistas temen que no sea posible, que Alemania pueda pagar toda Ja carga por intereses y capital desde el principio, el pago anual subird a 480 millones de Tibras- REPARACIONES 109 del capital. En primer lugar, algunos de estos poderes sélo pueden ejercerse si existe unanimidad en la Comisién o entre los gobiernos en ella representados."' Pero también, lo que acaso es mds importante, seré obligacién de la Comisién de reparaciones, hasta que haya ha- bido unénimemente un cambio de gran alcance en la politica que el Tratado representa, sacar de Alemania, affo tras afio, a mayor suma que sea posible obtener. Hay una gran diferencia entre fijar una suma precisa, que, aunque grande, esté dentro de la capacidad de ‘Alemania pata pagar, reteniendo atin algo para ella, y fijar una suma muy superior a su capacidad, con Jo cual se la somete a Ia discrecién de una Comisidn extranjera que acttia con el objeto de obtener cada afio el maximo que las circunstancias de aquel afio permitan. Lo pri- mero, atin le deja un ligero aliciente para el espfrita de empresa: la energia y la esperanza. Lo ultimo, la despoja viva, afio por afio a perpetuidad, y pot muy hébil y discretamente que la operacién se Heve a cabo, con miramiento para no matar al paciente, representard una politica que, si fuese realmente sostenida y deliberadamente ptacticada, pronto Ia sentenciarfa el juicio de los hombres como uno de los actos més ultrajantes de un vencedor cruel en Ia historia ci- vilizada. El Tratado concede a la Comisién de reparaciones otras funcio- nes y facultades de alta importancia, pero de éstas se tratard mds adecuadamente en una seccién aparte. III. Capactpap DE ALEMANIA PARA PAGAR Alemania debe satisfacer la suma que se ha comprometido a pa- gar, en tres formas: 12 Riqueza inmediatamente transferible en oro, barcos y valo- res extranjeros. 22 Valor de Ja propiedad en territorios cedidos 0 sometidos por el Armisticio. 41. Bajo el pérrafo 13 del anexo 2° se requiere Ja unanimidad: 1° Para posponer més allé de 1930 los pagos debidos entre 1921 y 1926; y 2° Para posponer, por més de tres afios, los pagos debidos después de 1926, Ademés, segtin el articulo 234, la Comisién no puede cancelar ninguna parte de Ia deu- da sin la estricta autorizacién de todos los gobiernos representados en la Co- misién. 110 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ 3. Pago anual, repartido en varios afios, parte en metélico y parte en especies, tales como productos del carbén, potasa y tintes. No figuran entre éstos: la inmediata restitucién de la propiedad cogida en territorio ocupado por el enemigo, como, por ejemplo, oto ruso, valores belgas y franceses, ganado, maquinaria y obras de arte. En cuanto los bienes cogidos puedan ser identificados y restaurados, han de ser, precisamente, devueltos a sus legitimos propietarios, y no pueden incluirse en el total de la reparacién general. Asi esta expre- samente dispuesto en el art. 238 del Tratado. 1. Rigueza inmediatamente transmisible a) Oro. Deducido el oro que hay que devolver a Rusia, la can- tidad de oro, segtin el informe del Reichsbank de 30 de noviembre de 1918, ascendfa a 115.417.900 libras. Esta suma era mucho mayor que Ia que figuraba en el informe del Reichsbank anterior a la guerra (en 23 de julio de 1914, la suma era de 67.800.000 libras), y fue resultado de la vigorosa campafia Ievada a cabo en Alemania, du- rante la guerra, para que se entregara al Reichsbank no sélo el oro acufiado, sino todos los adornos de oro de todas clases. Sin duda, existirén todavia tesoros privados; pero, dados los grandes esfuerzos realizados, no es probable que ni el Gobierno alemén ni los aliados sean capaces de descubritlos. Puede, pues, aceptarse la suma como una representacién aproximada del méximo total que el Gobierno alemén es capaz de sacar de su pueblo. Ademés del oro, habia en el Reichsbank una suma de un milldn de libras en plata. Debe, sin em- bargo, haber una suma mucho mayor en circulacién, porque lo que te- nia en caja el Reichsbank en 31 de diciembre de 1917 eran 9.100.000 libras, y se sostuvo aproximadamente en seis millones hasta fin de octubte de 1918, cuando empezé la circulacién interior de toda clase de moneda. Podemos, pues, aceptar un total de 125 millones de libras de oro y plata en Ia fecha del Armisticio. 42, Debido a la alta prima que tiene Ja plata acufiada alemana, como re- sultado combinado de la depreciacién del marco y del aprecio de Ia plata, es muy poco probable que sea posible sacar tal plata de los bolsillos de Ia gente; pero puede gradualmente pasar Ja frontera por la actuacién de los especulado- res particulares, y asf, indirectamente, beneficiar el cambio alemén en conjunto. REPARACIONES 111 Pero estas reservas no estén ya intactas. Durante el largo perfodo transcurrido entre el Armisticio y la Paz, los aliados tuvieron que facilitar el aprovisionamiento de Alemania por el extranjero. La si- tuacién politica de Alemania en aquel momento y la seria amenaza del espartaquismo hicieron necesario este paso, en interés de los mismos aliados, si deseaban la continuacién en Alemania de un Go- bierno estable con quien tratar. La cuestién de cémo se habian de pagar tales aprovisionamientos presentaba las més graves dificulta- des. Se celebraron una serie de conferencias en Tréveris, Spa, Bru- selas, y después en Chateau Villette y Versalles, entre los represen- tantes de los aliados y los de Alemania, con objeto de encontrar algdn sistema de pago lo menos perjudicial posible para los futuros pagos por reparacién. Los representantes alemanes sostuvieron desde el principio que el agotamiento financiero de su pais era por aquel en- tonces tan absoluto, que el tinico remedio posible eta un préstamo temporal por parte de los aliados. Dificilmente podrian los aliados admitir esto, en el momento en que estaban preparando peticiones para el pago inmediato por Alemania de sumas inmensamente ma. yores; pero, aparte de esto, Ia aspiracién alemana no podia ser acep- tada como estrictamente justa, en tanto que su oro no estuviera acufiado y que sus restantes valores extranjeros no fueran negociados. En todo caso, estaba fuera de cuestién suponer que en la primavera de 1919 la opinién publica en los pafses aliados 0 en América hu- biera permitido la concesién de un préstamo importante a Alemania. Por otra parte, los aliados repugnaban, naturalmente, agotar en el aprovisionamicnto de Alemania el oro, que parecia ofrecer una de las pocas fuentes claras y ciertas para las reparaciones. Se consumis mucho tiempo en Ia exploracién de todas las alternativas posibles; pero, por fin, resulté evidente que, aun cuando se hubieran calcu. lado en un valor suficiente las exportaciones alemanas y los valores extranjeros vendibles, no podian liquidarse a tiempo, y que el ago- tamiento financiero de Alemania era tan completo, que inmediata- mente no se podrfa utilizar nada en una cantidad que valiera la pena, a no ser el oro del Reichsbank. Por consiguiente, durante los seis primeros meses de 1919, se transfitié por parte de Alemania a los aliados (principalmente a los Estados Unidos y a Gran Bretafia), para pago de alimentos, una suma en oro, sacada del Reichsbank, que excedia de 50 millones de libras. 112 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ Pero esto no eta todo. Aunque Alemania se conformara, segéin la primera prolongacién del Armisticio, a no exportar oro sin el per- miso de los aliados, este permiso no podia negarse siempre. EI Reichs- bank tenfa deudas en los paises neutrales vecinos, a las que no se podia hacer frente mds que en oro. La quiebra del Reichsbank por no hacer frente a estas responsabilidades, hubiera causado una de- preciacién del cambio tan perjudicial para el crédito de Alemania, Gue hubiera repercutido en las futuras posibilidades de la reparacién. Por tanto, en algunos casos, se otorg6 por el Consejo econdmico de Ios aliados al Reichsbank el permiso para exportar oro. El resultado neto de estas diferentes medidas fue reducir la re- serva de oro del Reichsbank en més de Ja mitad, descendiendo Jas cifras de 115 a 55 millones de libras en septiembre de 1919. Seria posible, segiin el Tratado, tomar el total de esta viltima suma para fines de reparaciones. Sin embargo, tal y como es, asciende a menos del 4 por 100 de la emisidn del Reichsbank, y el efecto moral de su confiscacién total podria temerse (teniendo en cuenta el gran volu- men de billetes en marcos que habia en el extranjero) que destru- yera el valot del cambio del marco casi por completo. Podria tomarse para un fin especial una suma de 5, 10 0 aun de 20 millones de libras; pero podemos suponer que 1a Comisién de reparaciones lo juzgaré imprudente, teniendo en cuenta la tealizacién de sus futuras esperanzas de asegurar el cobro y arruinar el sistema de circulacién aleman, especialmente porque los Gobiernos francés y belga, tene- dores de un gran volumen de billetes en marcos, que antes circula- ban en los territorios ocupados o cedidos, tienen un gran interés en sostener algtin valor en cambio para el marco, por completo aparte de los propésitos de reparacién. Por tanto, se deduce de aqui que no se puede esperar ninguna sama, digna de menci6n, en forma de oro o plata para el pago inicial de los mil millones de libras que se deberd hacer en 1921. 5) Barcos. Alemania se ha comprometido, como hemos visto més arriba, a entregar a los aliados virtualmente la totalidad de su marina mercante. Una parte considerable de ella estaba ya, en ver- dad, en manos de los aliados antes de Ia conclusién de la Paz, por estar detenida en sus puertos, 0 por Ja transferencia provisional de tonelaje, segiin el Convenio de Bruselas, para el aprovisionamiento REPARACIONES: 113 de substancias alimenticias.* Estimando el tonclaje de los barcos ale- manes que habfan de ser cogidos, segiin el Tratado, en cuatro millo- nes de tonelaje bruto, y el término medio de su valor por toneladas en 30 libras, el valor total que suponfa en dinero es el de 120 mi- Ilones de libras.* c) Valores extranjeros. Antes del censo de los valores extran- jeros, levado a cabo por el Gobierno alemén en septiembre de 1916,* cuyos resultados exactos no se han hecho puiblicos, no se habia pu- blicado nunca en Alemania ningtin informe oficial de tales inversio- nes, y los vatios célculos no oficiales estén, segtin confesin, basados en datos insuficientcs, tales como la admisién de valores extranje- ros en las Bolsas alemanas, ingresos de derechos de Timbre, ingresos consulares, etc, Los principales célculos alemanes cotrientes antes de 43. Los aliados aprovisionaron de alimentos a Alemania durante el Ar- misticio arriba mencionado, a condicién de que se transmitiera provisionalmente Ia mayor parte de la marina mercante, lo que se Ievatia a efecto con objeto de embarcar substancias alimenticias para Europa en general, y para Alemania en particular. La repugnancia de Alemania a conformarse con esto produjo aplaza- mientos Iargos y peligtosos en cl suministro de alimentos; pero a las Confe- rencias abortadas de Tréveris y de Spa (16 de enero, 14 y 16 de febrero, 4 y 5 de marzo de 1919), siguié el Acverdo de Bruselas (14 de marzo de 1919). La falta de voluntad de los alemanes para llegar a una conclusién se debe princi- palmente a Ia falta de toda garantfa absoluta por parte de los aliados, de que si entregakan los barcos obtendrfan el alimento; pero suponiendo una razonable buena fe por parte de los ltimos (su conducta con tespecto a algunas otras clfusuilas del Armisticio, no obstante, no ha sido impecable y dio al enemigo algunas justas bases de recelo), su demanda no era impropia; porque, sin los barcos alemanes, la cuestién del transporte de alimentos hubiera sido dificil, si no imposible, y enttegados los barcos alemanes o su equivalente, resultaban, en efecto, casi por completo empleados en transportar alimentos a la misma ‘Alemania, Hasta el 30 de junio de 1919, 176 barcos alemanes, de 1.025.388 to- jeladas bretas, habfan sido entregados a Jos aliados, de acuerdo con el Conve- nio de Bruselas. 44. La suma del tonelaje transferido puede ser més bien superior, y el valor por tonelada més bien inferior. El valor total que supone no serd, sin embargo, probablemente menor de 100 millones de toneladas, ni mayor de 150 millones. 45. Este censo se Hevé a cabo en virtud del Decreto de 23 de agosto de 1916. En 22 de marzo de 1917, el Gobierno alemén adquirié el control Completo sobre Ja utilizacién de los valores extranjeros en posesién de alema- nes, y en mayo de 1917 empezé a cjercitar estos poderes para la movilizacién de ciettos valores suecos, daneses y suizos. 8, — KEYNES: 114 LAS CONSECUENCIAS ECONGMICAS DE LA PAZ la guerra se dan en la siguiente nota.* Esto demuestra la conformidad de opinién de Jas autoridades alemanas de que sus inversiones netas en el extranjero eran de més de 1.250 millones de libras. Tomo esta cifra como base de mi célculo, aunque creo que es exagerada: la de 1,000 millones serfa probablemente una cifra mds exacta. Las deducciones de este total se har4n segtin cuatro divisiones: 12 Las inversiones en los paises aliados y en los Estados Uni- dos, que por sf solos constituyen una parte considerable del mundo, han sido secuestradas por los fiduciatios ptiblicos, custodios de la propiedad enemiga y funcionarios semejantes, y no pueden tenerse en cuenta para las reparaciones, a no ser que tuvieran excedente so- bre las diferentes deudas privadas. Bajo el plan que rige las deudas enemigas, sefialado en el capitulo IV, el primer cargo contra estas sumas son las reclamaciones privadas de los aliados contra los stibdi- tos alemanes. No es probable, a no ser en los Estados Unidos, que haya ningtin excedente apreciable para ningdn otro propésito. 2.8 Los campos de inversién més importantes en el extranjero para Alemania, antes de la guerra, no estaban, como Jos nuestros, al otro lado de los mares, sino en Rusia, Austria-Hungria, Turquia, Rumania y Bulgaria. Una gran parte de éstos ha perdido casi todo valor, desde luego por el momento, especialmente los de Rusia y los de Austria Hungria. Si se toma como prucba el valor actual en el mercado, ninguno de estos valores es ahora vendible mds que en ci- fras nominales, y, a no ser que los aliados estén preparados para quedarse con ellos en mucho menos de su valor nominal en el mer- 46. Libras 1892 Schmoller ©. 2. 7 ee 500,000.00 dg90 Chisdans © «| | se: a @ 650.000.000 19934 Koch. - 2 1 ee tt et 600.000.000 100 Bale 800.000.000* 1913 Helfferich - - 2... . . ~ — 1,000.000.000* 1914 Ballod . . . 2... + + - — 1.250,000.000 1914 Pistorius... 2... . + 1.250,000.000 1919 Hans David... . . ~~ + — 1.050,000.000° a Més 500 millones de libras para otras inversiones que no sean valores. b Inversiones netas, esto es, segtin deduccién para la propiedad extranjera en Alemania. Este puede ser también el caso de algunos otros célculos. ¢ Este cflculo, dado en la Weltwirtschaftszeitung (13 de junio de 1919), es un célculo de las inversiones alemanas en el extranjero al estallar Ja guerra. REPARACIONES: 115 cado, y guardarlos para tehabilitarlos en el porvenir, no hay ninguna fuente importante de ingresos para el pago inmediato en los valores de esos paises. 3.8 Aunque Alemania no estaba en circunstancias de realizar du- rante la guetta inversiones en el extranjero, en el grado que nosotros lo estébamos, lo hizo, sin embargo, en ciertos paises y en la exten- sién que pudo. Se cree que antes de que los Estados Unidos entra- ran en guerra, Alemania vendié una gran parte de lo mejor de sus inversiones en valores americanos; pero los cdlculos corrientes de estas ventas (se ha mencionado una cifra de 60 millones) son proba- blemente exagerados. Pero durante la guerra, y particularmente en su tiltimo perfodo, cuando su cambio estaba debilitado, y su crédito en los paises neutrales vecinos muy bajo, dispuso la venta de todos los valores que Holanda, Suiza y Escandinavia pudieran comprar 0 aceptar. Es cierto que en junio de 1919 sus inversiones en estos pai ses se habian reducido a cifras despreciables, que eran sobrevalora- das, con mucho, por las deudas que en ellos tenfan. Alemania ha vendido también ciertos valores de ultramar, tales como cédulas ar- gentinas, para los que pudo encontrarse mercado. Es cierto que desde el Armisticio ha salido de Alemania una gran parte de los valores extranjeros que atin quedaban en manos de par- ticulares. Esto es sumamente dificil de impedir. Las inversiones ale- manas en el extranjero estén, por regla general, en forma de valores al portador, y no estan registradas. Pasan fécilmente al extranjero por las extensas fronteras de ticrra de Alemania, y es cierto que des- de algunos meses antes de Ia conclusién de la Paz no se permitia a sus poseedores retenerlas, si los gobiernos aliados descubrian algtin medio de apropiérselas. Estos factores se combinaron para estimular el ingenio humano, y los esfuerzos, tanto de los gobiernos aliados como del Gobierno alemén, para intetvenir eficazmente en esta fuga parece que han sido por completo intitiles. Dadas todas estas consideraciones, seré un milagro si queda algo para las reparaciones. Los territorios de los aliados y de los Estados Unidos, los de los propios aliados de Alemania y los paises neutrales limitrofes de Alemania, forman entre todos casi la totalidad del mun- do civilizado; y como hemos visto, no podemos esperar mucho pata Ja reparacién de los valores de ninguno de ellos. No quedan, en ver- dad, paises de importancia para las inversiones, salvo los de la Amé- tica del Sur. 116 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ Para expresar en ntimeros la significacién de estas deducciones, se necesita mucha labor imaginativa. Doy al lector el mejor célculo personal que he podido formar después de haber compulsado el asun- to a la luz de cifras apreciables y de otros datos convenientes. He calculado las deducciones, segtin el epfgrafe 1, en 300 millo- nes de libras, de los cuales pueden quedar, en definitiva, disponibles 100 millones después de haber pagado las deudas privadas, etc. En cuanto al 2.°, segiin el censo aceptado por el ministro de Ha- cienda austriaco el 31 de diciembre de 1912, el valor nominal de los valores austro-htingaros en poder de los alemanes era de 197.300.000 libras. Las inversiones alemanas en Rusia, anteriores a la guerra, aparte de los valores del Gobierno, se han calculado en 95 millones de libras, lo que esté muy por bajo de lo que podfa esperarse, y en 1906, Sartorius von Walterhausen calculaba las inversiones alemanas en valores del Gobierno ruso en 150 millones de libras. Esto da un total de 245 millones de libras, que, hasta cierto punto, est4 confir- mado por la cifra de 200 millones dada en 1911 por el doctor Isch- chanian, como célculo deliberadamente modesto. Un célculo rumano, publicado en el momento en que este pats entté en la guerra, valoré las inversiones alemanas en Rumania en cuatro o cuatro millones y medio de libras, de los cuales, de 2.800.000 a 3.200.000 estaban en valores del Gobierno. Una asociacién para la defensa de los intereses franceses en Turqufa, segtin refirid Le Temps de 8 de septiembre de 1919, ha calculado la suma total de capital alemd4n invertido en Turquia, aproximadamente, en 59 millones de libras, de las cuales, segtin el wiltimo informe del Consejo de Tenedores de papel extran- jero, 32.500.000 de libras las tenfan los nacionales alemanes en deuda exterior turca. No tengo ningtin cdlculo de las inversiones alemanas en Bulgaria. Me aventuro a estimar en 500 millones de libras la to- talidad de este grupo de paises. Calculo las ventas y las pignoraciones de valores durante la gue- tra (epigrafe 3.9), entre 100 y 150 millones de libras, comprendiendo prdcticamente todo lo que Alemania tenfa en valores escandinavos, holandeses y suizos, una parte de sus valores sudamericanos y una parte de sus valores norteamericanos, vendidos antes de la entrada de los Estados Unidos en Ja guerra. En cuanto a las deducciones exactas derivadas del capitulo IV, no hay, naturalmente, cifras precisas. Durante los ultimos meses, la prensa europea ha estado lena de historias sensacionales sobre los REPARACIONES 117 recursos adoptados. Pero si calculamos el importe de Jos valores que han salido ya de Alemania y de los que se han ocultado dentro de ella, en forma tal que no se pueden descubrit ni por los procedi- mientos més inquisitoriales y poderosos, en 100 millones de libras, no es facil que nos excedamos. Segtin estas diversas partidas, hay que deducit, de las disponi- bilidades de Alemania, en cifra redonda, unos mil millones, quedan- do un total, tedricamente valuable, de 250 millones.” A algunos lectores les pareceré baja esta cifta; pero recuerden que se propone representar tan sélo el remanente de los valores ven- dibles, sobre los que el Gobierno alemén puede poner mano para fines ptiblicos, A mi juicio, es excesiva, y aplicando al problema un método diferente, obtengo una cifra més baja. Dejando a un lado los valores secuestrados por los aliados y las inversiones en Austria, Rusia, etc., gqué masa de valores especificados por paises y empresas puede tener todavia Alemania que ascienda a 250 millones de libras? No puedo contestar a la pregunta. Tiene algunos valores del Gobier- no chino, que no han sido secuestrados; acaso unos pocos japoneses, y valores mds importantes de propiedades sudamericanas de primera clase. Pero ya quedan pocas empresas de esta clase en manos alema- nas, y su valor se mide por una o dos decenas de millones, y no por cincuentenas ni cientos. A mi juicio, quien entrara en un grupo que diera 100 millones en metdlico por el remanente que Alemania tiene en su poder de valores de ultramar, serfa un temerario. Si la Comi- sién de reparaciones Iega a lograr siquiera esta cifra tan baja, es probable que tenga que guardar, durante algunos afios, los titulos que coja, sin intentar disponer de ellos en el momento actual, Tenemos, pues, una cifra de 100 a 250 millones de libras como aportacién maxima de Alemania en valores extranjeros. Por tanto, su riqueza inmediatamente transferible se compo- ne de: a) Oro y plata, 60 millones de libras. b) Barcos, 120 millones de libras. c) Valores extranjeros, de 100 a 250 millones de libras. No se puede, en realidad, tomar ninguna porcién considerable de oro y plata sin producir en el sistema monetario consecuencias per- 47. No he deducido los valores que sean propiedad de los alsacianos y loreneses y de otros que han dejado de ser ciudadanos alemanes. 118 LAS GONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ judiciales a los intereses de los mismos aliados. La aportacién que Ja Comisién de reparaciones puede esperar obtener de todas estas fuentes en su conjunto para mayo de 1921 puede calcularse de 250 a 350 millones de libras, como méximo.* 2. Propiedad de los territorios cedidos o entregados por el Armisticio Segtin Ja redaccién del Tratado, no se abonardn a Alemania cré- ditos importantes para hacer frente a las reparaciones en atencién a sus propiedades en territorio cedido. La propiedad privada, en la mayor parte del territorio cedido, se utiliza para descargar la deuda de particulares alemanes, a favor de ciudadanos aliados, y sélo el excedente, si lo hay, se aplicaré a las reparaciones. El valor de tales bienes en Polonia y en otros Estados nuevos se pagaré directamente a los propictarios. La propiedad del Gobierno en Alsacia-Lorena, en el territorio cedido a Bélgica, y en las antiguas colonias alemanas, transferidas a un mandatario, debe ser confiscada sin abonérsele. Las construccio- nes, bosques y otras propiedades del Estado, que pertenecian al anti- guo Reino de Polonia, se entregardn también sin que sean abonadas. Quedan, por tanto, ptopiedades del Gobierno que no sean las ante- fiotes, entregadas a Polonia; propiedades del Gobierno en el Schles- wig, entregadas a Dinamarca;® el valor de los yacimientos de carbén del Sarre, el valor de las escuadras fluviales, etc., que han de ser 48. En todos estos célculos tengo 1a conciencia de que el temor de exage- rar en contra del Tratado me leva a dar cifras superiores a las de mi propio juicio. Hay una gran diferencia entre poner en el papel cilculos fantésticos de Jos recursos de Alemania y sacarle contribuciones en metilico. Yo no creo que la Comisién de reparaciones obtenga entregas efectivas cn mayo de 1921, ni si- quiera tan grandes como las més bajas de las dos cifras arriba dadas. 49. El Tratado (art. 114) deja muy dudoso hasta qué punto el Gobierno danés tenga la obligacién de hacer pagos a la Comisién de reparaciones, con respecto a su adquisicién del Schleswig. Pueden, por ejemplo, arreglarse para ciertas compensaciones, tales como el valor de los billetes de marco en poder de los habitantes de los territorios cedidos. En todo caso, la cantidad de dinero que esto implica es muy pequefia. El Gobierno danés esté haciendo un em- préstito de 6.600.000 libras, con el propésito de adquirir la parte de Schleswig He deuda alemana, para comprar propiedades pidblicas alemanas para auxiliar a la poblacién del Schleswig y para atteglar la cucstidn de Ja circulacién, REPARACIONES 119 entregadas segin el capitulo de puertos, canales y ferrocarriles, y el valor de los cables submarinos alemanes transferidos segtin el anexo 7 del capitulo de reparaciones. Diga lo que quiera el Tratado, la Comisién de reparaciones no lograré ningtin pago en dinero de Polonia. Creo que los campos car- boniferos del Sarre se han valorado entre 15 y 20 millones de libras. Es un célculo probablemente excesivo Ia cifra total de 30 millones de libras para todas las partidas citadas, prescindiendo del excedente relativo a la propiedad privada. Queda el valor del material entregado segtin el Armisticio. El articulo 250 dispone que la Comisién de reparaciones abonard en el crédito de Alemania el importe del material mévil entregado a conse- cuencia del Armisticio, asi como el de entregas especificas, y en ge- neral el de cualquier material asf entregado, que la Comisién de reparaciones crea se puede acreditar por no tener valor militar. El material mévil (150.000 vagones y 5.000 locomotoras) es el tinico que tiene verdadero valor. Probablemente, es un célculo amplio la cifra de 50 millones para todas las entregas del Armisticio. Tenemos, pues, que afiadir 80 millones de libras, en cuanto a este enunciado, a nuestra cifra de 250 a 350 del anterior. Esta cifra difiere de la precedente en que no representa una cantidad de nu- meratio capaz de beneficiar la situacién financiera de los aliados, sino que es tan sdlo una cuenta de crédito entre ellos y Alemania. EI total de 330 a 430 millones de libras, ahora alcanzado, no es, sin embargo, aplicable a las reparaciones. El primer cargo que pesa sobre él, segtin el art. 251 del Tratado, es el coste de los ejércitos de ocupacién, tanto durante el Armisticio como después de la con- clusién de Ia Paz. El total de estos gastos hasta mayo de 1921 no puede calcularse hasta que se conozca la marcha de Ia retirada, pues- to que ella reducird el coste mensual desde més de 20 millones, que es lo que se fijé durante la primera parte de 1919, a un millén, que sera la cifra normal probable. Yo calculo, sin embargo, que el total puede ser, aproximadamente, de 200 millones de libras, quedéndo- nos, por tanto, de 100 a 200 millones. Aparte de esto, y aparte de las exportaciones de mercancfas y de los pagos en especie, segtin el Tratado, anteriores a mayo de 1921 (los cuales atin no he tenido en cuenta), los aliados han alimentado la esperanza de Alemania de que se le permitirfa recibir sumas para la compra de las provisiones necesarias y de materias primeras que a 120 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ su juicio fueran imprescindibles para clla. Ahora no es posible for- mar un juicio exacto ni del valor en dinero de las mercancfas que Alemania necesitard comprar del extranjero para restablecer su vida econémica, ni del grado de liberalidad con que los aliados ejercerén esta facultad. Si sus stocks de materias primas y de alimentos hubie- tan de restablecerse acercindose siquiera a su nivel normal, hacia mayo de 1921, Alemania probablemente necesitarfa una potencia adquisitiva en el extranjero de 100 a 200 millones de libras, por lo menos, ademés del valor de sus exportaciones corrientes. Aunque no es probable que esto se permita, me atrevo a afirmar, como asunto fuera de toda discusién razonable, que Ja condicién social y econd- mica de Alemania no podré probablemente tolerar un excedente de Jas exportaciones sobre las importaciones, durante el perfodo ante- tior a mayo de 1921, y que se le tendré que devolver el valor de todos los pagos en especie, con los cuales tiene que proveer a los aliados, segtin el Tratado, en forma de carbén, tintes, maderas u otros materiales, para ponerla en condiciones de pagar las importa- ciones indispensables para su existencia.” La Comisién de reparaciones no puede, por tanto, esperar nin- gin aumento de otro origen en la suma de 100 a 200 millones de libras que le hemos abonado hipotéticamente mediante la realiza- cién de Ia riqueza inmediatamente transferible de Alemania, el cdlcu- Jo de los eréditos debidos a Alemania, segtin el Tratado, y el pago del gasto de los ejércitos de ocupacién. Como Bélgica ha asegurado un Convenio privado con Francia, los Estados Unidos y Gran Bre- tafia, aparte del Tratado por el cual tienen que recibir, como satis- faccién a sus reclamaciones, los primeros 100 millones disponibles para reparaciones, el resultado de todo ello es que Bélgica podré, posiblemente, recibir sus 100 millones de libras hacia mayo de 1921; pero ninguno de los otros aliados tiene probabilidad de asegurar para aquella fecha ninguna contribucién digna de mencién. En todo caso, seria muy imprudente para los ministros de Hacienda fundar sus planes en otra hipétesis. 50. Aqui, una vez més, mi juicio personal me Ilevarfa mucho mds lejos, y dudo de la posibilidad de que las exportaciones alemans igualen sus importa Giones durante este perfodo; pero lo consignado en el texto es suficiente @ os efectos de mi argumento. REPARACIONES. 121 3. Pagos anuales distribuidos en varios afios Es evidente que la capacidad de Alemania de preguerra para pagar un tributo anual al extranjero se ha visto disminuida por la pérdida casi total de sus colonias, de sus relaciones ultramarinas, de su marina mercante y de sus propiedades en el extranjero; por la cesién del 10 por 100 de su territorio y de su poblacién; de un tercio de su carbén y de tres cuartos de su minetal de hierro; por la muerte de dos millones de hombres en la mejor edad de la vida; por el hambre de su pueblo durante cuatro afios; por la carga de una gran deuda de guerra; por la depreciacién de su circulacién a una séptima parte de su valor anterior; por la desagregacién de sus aliados y sus territorios; por la revolucién en el interior y el bolche- vismo en sus fronteras, y por toda la ruina inconmensurable de vigor y de esperanzas de cuatro afios de una guerra agotadora y una de- rrota final. Supone uno que todo esto es evidente, y, sin embargo, la mayor parte de los cdlculos de una gran indemnizacién por parte de Alema- nia dependen de la suposicién de que estd en situacién de realizar en el porvenir un comercio mucho mayor del que ha hecho en el pasado. Con el objeto de obtener una cifra, no es de gran interés que el pago se haga en moneda (0 sea de cambio extranjero) 0 que se efec- tte, en‘parte, en especie (carbén, tintes, maderas, etc.), segtin lo previene el Tratado. En todo caso, Alemania no podré pagar sino merced a la exportacién de determinadas mercancias, y el procedi- miento para aplicar el valor de estas exportaciones a la cuenta de reparaciones es, relativamente, cuestidn de detalle. Nos perderfamos en meras hipétesis si no volviéramos, en cierto modo, a los primeros principios, y siempre que sea posible, a las es- tadisticas existentes. Es cierto que Alemania sdlo puede hacer un pago anual, durante una serie de afios, disminuyendo sus importacio- hes y aumentando sus exportaciones, esto es, aumentando el balance a su favor, que es el que tiene eficacia para efectuar pagos en el ex- tranjero. Alemania no puede pagar a la larga en mercancfas, y en mercancias solamente, sea proporcionando estas mercancfas directa- mente a los aliados, 0 sea vendiéndolas a los neutrales, pasando los créditos que se vayan formando asf de los neutrales a los aliados. La 122 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ base més sdlida para calcular hasta qué punto puede Ievarse este procedimiento, se ha de encontrar en un andlisis de los productos de su comercio antes de la guerra. Sdlo sobre la base de tal anilisis, complementado por algunos datos generales relativos a la total ca- pacidad productora de riqueza del pais, puede establecerse un su- puesto racional en cuanto al grado maximo a que pueden llegar las exportaciones de Alemania para superar a sus importaciones. En el afio de 1913 las importaciones de Alemania ascendian a 538 millones de libras, y sus exportaciones a 505 millones, exclu- yendo el comercio de trénsito y el de metales preciosos. Es decir, que las importaciones excedian de las exportaciones en unos 33 mi- Tones de libras. Sin embargo, calculado el término medio de los cinco afios que tetminan en 1913, resulta que sus importaciones ex- ceden de las exportaciones en una cantidad mucho mayor, esto es, en 74 millones de libras. Se sigue, por tanto, que la totalidad del excedente de preguerra de Alemania, destinado a nuevas inversiones en el extranjeto, procedfa del interés de los valores extranjeros exis- tentes y de las ganancias de sus barcos, Bancos en el extranjero, etc. Como ahora se le van a quitar sus propiedades extranjeras y su ma- sina metcante, y como sus Bancos en el extranjero y otras diversas fuentes de ingreso del extranjero han sido destruidos, resulta que, sobre la base de las exportaciones ¢ importaciones de preguerra, Ale- mania, lejos de tener un excedente con el que hacer el pago al ex- tranjero, estard a punto de no poder sostenerse a si misma. Su pri- mera tarea, por tanto, debe ser lograr el equilibrio del consumo y de la produccién para cubrir este déficit. Todo ahorro en el uso de las mercancfas importadas y todo estimulo de la exportacién serén de gran valor para las reparaciones. Dos tercios de la importacién de Alemania y del comercio de ex- portacién estén enumerados bajo epigrafes separados en las siguien- tes tablas. Las consideraciones aplicables a las partidas enumeradas pueden aplicatse, més o menos, al tercio testante, que se compone de mercancias de menor importancia. Estas tablas muestran que las exportaciones mds importantes con- sistfan en: 1. Mercancfas de hierro, incluyendo hojalata en planchas (13,2 por 100). 2. Maquinaria, etc. (7,5 por 100). REPARACIONES 123 Potcentaje Valor sobre el total Expottaciones alemanas, 1913 en millones de las expor- de libras taciones Mercancfas de hierro (incluyendo hojala- ta, etc.) . 66,13 13,2 Maquinas y piezas (incluyendo automé. viles) . : 37,55 15 Carbén, coque y briquetas . 35,34 7,0 Partidas de lana (incluyendo Jana en | brute y lana tratada y vestidos) . . 29,40 59 Partidas de algodén (incluyendo algodén en bruto, hilos y andlogos) . a 28,15 56 196,57 39,2 Cereales, etc, (incluyendo centeno, avena, trigo, hipulo) . 21,18 41 Cuero y articulos de cuero . 15,47 3,0 Aziicar 13,20 26 Papel, etc. 13,10 26 Pieles . eee 11,75 22 Atticulos de electricidad (instalaciones, médquinas, lamparas, cables) 10,88 22 Articulos de seda . 10,10 2,0 Tintes. . . 9,76 19 Articulos de cobre 6,50 13 Juguetes . : 5,15 1,0 Gaucho 'y objets dei caucho . 4.27 09 Libros, mapas, miisica 3,71 08 Potasa . 3,18 0,6 Cristal . noe 3,14 0,6 Cloruro de potasio 291 0,6 Pianos, Srganos, piezas sueltas 277 06 Cinc en bruto . 2.74 05 Porcelana . 2,53 0,5 142,34 28,0 Objetos diversos 165,92 328 ToraL 504,83 100,0 124 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ Porcentaje Valor sobre el total Importaciones alemanas, 1913 en millones de las impor- de libras taciones I. Materias primes: Algodén . : 30,35 56 Gueros y pieles . 24,86 46 Lana. i i: 23,67 44 Cobre . 16,75 31 Carbén 13,66 25 Madera 11,60 2,2 Mineral de hierto | 11,35 2a Picles . : 9,35 17 Lino y semilla de lino . 9,33 17 Salitre Le 8,55 1,6 Seda 7,90 15 Caucho 7,30 14 Yute . 4,70 09 Petrdleo . 3,49 07 Estafio : 291 05 Greta fosférica . 2,32 04 Aceite lubricante . 2,29 0,4 190,38 35,3 Il. Materias alimenticias, tabaco, etc.: Cereales (trigo, cebada, centeno, arroz, maiz, avena, trébol) . 65,51 12,2 Granos oleaginosos y tortas (comprendido aceite de palma, cacao, etc.) . » 20,53 38 Ganado grande y cordetos . 14,62 28 Café oo. 10,95 20 Huevos 9,70 18 Tabaco 6,70 12 Manteca . 5,93 Ul Caballos . 581 i1 Frutas . 3,65 07 Pescado 2,99 06 Caza 2,80 0,5 Vino . 2,67 05 151,86 28,3 REPARACIONES 125 Porcentaje Valor sobre el total Importaciones alemanas, 1913 en millones de las impor- de libras taciones IIL. Productos manufacturados: Hilo de algodén y géneros de algodén . . 9,41 18 Hilo de lana y géneros de lana... 157 14 Meno 4,02 07 21,00 39 IV. Objetos diversos . . . 1... 175,28 32,5 Toran. 2. ee. 538,52 100,0 3. Carbén, coque y briquetas (7 por 100). 4. Articulos de lana, incluyendo lana en bruto y lana tratada (5,9 por 100); y 5. Articulos de algodén, incluyendo hilo de algodén, algodén torcido y algodén en bruto (5,6 por 100). Estas cinco partidas suman el 39,2 por 100 de la exportacién to- tal. Se observard que todas estas mercancfas son de una especie en la que antes de la guerra Ia competencia entre Alemania y el Reino Unido era muy dura. Si, por consiguiente, el volumen de tales expor- taciones con destino a ultramar o a Europa aumenta mucho, el efecto sobre el comercio de exportacién briténico serd proporcionalmente grave. En cuanto a dos de las categorias, esto es, a las mercancias de algodén y de lana, el aumento de un determinado comercio de ex- portacién depende de un aumento de la importacién del material bruto, puesto que Alemania no produce algodén ni, précticamente, lana. Estos comercios no son, por consiguiente, capaces de expansién, a no ser que se den facilidades a Alemania para asegurarse estos ma- teriales en bruto (lo cual sélo puede hacerse a costa de los aliados) por encima del consumo de preguerra, y aun asi, el aumento efectivo no es el valor total de las exportaciones, sino solamente la diferencia entre el valor de las exportaciones manufacturadas y el del material en bruto importado. En cuanto a las otras tres categorias, 0 sea ma- quinaria, articulos de hierro y carbén, se le ha quitado a Alemania Ja capacidad para aumentar sus exportaciones por las cesiones de te- 126 LAS CONSECUENCIAS ECONGMICAS DE LA PAZ rritorio en Polonia, Alta Silesia y Alsacia-Lorena. Como ya se ha indicado, estos distritos representan cerca de un tercio de la produc- cién de carbén de Alemania. Pero también proporcionaban no menos de los tres cuartos de su consumo de mineral de hierro, 38 por 100 del de los altos hornos y 9,5 por 100 del de las fundiciones de hierro y acero. A no ser, por tanto, que Alsacia-Lorena y la Alta Silesia enviaran su mineral de hierro directamente a Alemania para ser tra- bajado (lo que implicaria un aumento en las importaciones para el cual no podria encontrar pago), lejos de ser posible un aumento en el comercio de exportacién, seré inevitable una disminucién.* Vienen en seguida en la lista los cereales, articulos de cuero, azti- car, papel, picles, artfculos de electricidad, articulos de seda y tintes. Los cereales no son una exportacién neta, y estén mds que contra- pesados por Ja importacién de la misma mercancfa. En cuanto al azti- car, cerca del 90 por 100 de las exportaciones de Alemania ‘de pre- guerra vienen al Reino Unido.* Un aumento en este comercio podria ser estimulado por Ia concesién de una preferencia en este pais al azticar alemén, 0 por un Convenio por el cual el azticar se tomara como parte del pago por la indemnizacién en los mismos términos que se ha propuesto para el catbén, los tintes, etc. Las exportaciones de papel pueden ser también susceptibles de algtin aumento. Los articulos de cuero, las pieles y las sedas dependen de las importa- ciones cortespondientes de la otra partida de la cuenta. Los articulos de seda estén muy en competencia con el comercio de Francia ¢ Ita- lia. Las restantes partidas son en si mismas muy pequefias. He oido sugerit que la indemnizacién podia pagarse en gran parte en potasa y cosas andlogas; peto la potasa, antes de la guerra, representaba el 0,6 por 100 del comercio de exportacién de Alemania, con un valor total de unos 3 millones de libras. Por otra parte, habiéndose asegu- rado Francia un yacimiento de potasa en el tertitorio que se le ha 51. Se ha calculado que la cesién de territorio a Francia, aparte de la pér- dida de la Alta Silesia, puede reducir la produccién anual de Alemania de pre- guerra de lingotes de acero de 20 millones de toneladas a 14 millones, y aumen- tar la capacidad de Francia de 5 a 11 millones de toncladas. 52. Las exportaciones de Alemania de aziicar en 1913 ascendian a 1.110.073 tonéladas, de 13.094.300 libras de valor, de las cuales 838.583 toneladas fueron exportadas al Reino Unido por un valor de 9.150.800 libras. Estas cifras supe- raban a las normales, siendo el término medio total de las exportaciones, en los cinco afios que acababan en 1913, de unos 10 millones de libras aproximada- mente. REPARACIONES 127 restituido, no verfa bien favorecer el estimulo de la exportacién ale- mana de este material. El examen de la lista de importaciones muestra que el 63,6 por 100 son materiales en bruto y alimentos. Las principales partidas de la primera clase, esto es, algodén, lana, cobre, cuero, mineral de hie- rro, pieles, seda, caucho y estafio, no pueden reducitse mucho sin repercutir sobre el comercio de exportacién, y tendrén que aumen- tarse si ha de aumentar el comercio de exportacién. Las importacio- nes de alimentos, esto es, de trigo, cebada, café, huevos, arroz, maiz y otros semejantes, presentan un problema diferente. No es probable que, aparte de ciertos articulos de lujo, el consumo de alimentos por las clases trabajadoras alemanas antes de la guerra excediera de lo que se requiere para la m4xima productividad; en realidad, proba- blemente serfa menor. Cualquier disminucién importante en las im- portaciones de alimentos repercutirfa desde Iuego en Ia productividad de la poblacién industrial, y, por consiguiente, en el volumen de la sobre-exportacién que estén forzados a producir. No se puede pensar en el aumento de Ja productividad de la industria alemana si los obreros estén alimentados deficientemente, Pero esto no es igual- mente cierto en cuanto a la cebada, café, huevos y tabaco. Si fuera posible robustecer un régimen en el que para el porvenir ningtin alemén bebiera cerveza ni café, ni fumara ningiin tabaco, se podria realizar un ahorro de importancia. De otro modo, parece que hay poco lugar para ninguna economia apreciable. El andlisis siguiente de las exportaciones y de las importaciones alemanas, atendiendo a su destino y a su origen, es también signifi cativo. Aparece de él, que de las exportaciones de Alemania en 1913, el 18 por 100 iba al Imperio briténico; el 17 por 100, a Francia, Italia y Bélgica; el 10 por 100, a Rusia y Rumania, y el 7 por 100, a los Estados Unidos; es decir, que més de Ja mitad de las exporta- ciones hallaban su mercado en los paises de la Entente. Del resto, 12 por 100 iba a Austria-Hungrfa, Turquia y Bulgaria, y el 35 a otras partes. Por consiguiente, a no ser que los aliados estén dis- pucstos a fomentar Ia exportacién de los productos alemanes, sdlo tendré lugar un aumento importante en el volumen total por su aca- paramiento completo de los mercados neutrales. 128 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ Comercio exterior de Alemania en 1913 Destino Origen de Jas exportacio- de Jas importacio- nes alemanas nes alemanas Millones de li- Millones de li- bras esterlinas bras esterlinas Gran Bretafia. . 2. + + +) TL 92 14,2 43,80 81 GndisiIngicsas . - « - - - 199 15 27,04 5,0 i Pee 04 5,92 i ee ee 3,02 0,6 3,20 0,6 ee 09 14,80 28 Africa del Sur... ee e234 0,5 3,48 06 Total para el Imperio briténico. 91,39 18,1 98,24 18,2 ie 78 29,21 5,4 Bi 55 17,23 32 Telia sw ee ee 19,67 39 15,88 3,0 Estados Unidos . . . - + + 35,66 gi gspe | Re a 13.2 Rumania. 2. se + + + 7,00 14 3,99 07 AustriaHungria. 2. 0... 55,24 109 41,36 7d. To 10 3,68 07 Be 03 0,40 = Otros paises... + + + + 178,04 Boa ied 320 504,47 100,0 538,52 100,0 El anterior andlisis ofrece algunas indicaciones de Ja posible mag- nitud de la modificacién maxima del excedente de exportacién de ‘Alemania bajo las condiciones que prevalecerdn después de la paz. En los supuestos siguientes: 1.° Que nosotros no favorezcamos espe- cialmente a Alemania en su aprovisionamiento de ciertas materias ptimas, tales como algodén y lana (cuya produccién mundial esté limitada). 2° Que Francia, habiendo asegurado los depésitos de mi- neral de hierro, haga un intento serio para asegurar también los altos hotnos y el comercio del acero. 3.° Que Alemania no sea estimulada y auxiliada para competir con el comercio de hierro y otros de los aliados en el mercado de ultramar; y 4° Que no se dé una preferen- REPARACIONES 129 cia importante a las mercancfas alemanas en el Imperio briténico; siendo esto asf, es evidente, segtin el examen de las partidas especi ficadas, que no se hard gran cosa. Volvamos otta vez sobre las principales partidas: 1. Articulos de hierro. En vista de la pérdida de recursos de Alemania, parece im- posible un aumento neto de Ia exportacién, y parece probable una gran disminucién. 2. Maquinaria. Es posible algiin aumento. 3. Car- bén y coque. El valor de Ja exportacién neta de Alemania antes de Ja guerra era de 22 millones de libras; los aliados han acordado que por ahora el maximo posible de exportacién sea de 20 millones de toneladas, con un aumento problemético (y de hecho imposible), a 40 millones de toneladas en algtin tiempo futuro. Aun sobre la base de 20 millones de toneladas, no tenemos virtualmente aumento de valor calculado sobre los precios de preguerra;® mientras que si este total es exacto, debe haber una disminucién de mucho valor en la exportacién de los articulos manufacturados que requieran carbén pata su produccién. 4. Articulos de lana. Es imposible un aumento sin tener la lana en bruto, y teniendo presentes los otros pedidos de lana en bruto, es segura una disminucién. 5. Articulos de algodén. Son aplicables las mismas considetaciones que a la Jana. 6, Cereales. Nunca hubo y nunca puede haber una exportacién neta. 7. Articulos de cuero. Son aplicables las mismas consideraciones que a la lana. Queda agotada, con lo dicho, cerca de la mitad de Jas exporta- ciones de Alemania antes de la guerra, y no hay ninguna otra mer- cancfa qtie representara entonces ni el 3 por 100 de sus exportacio- nes. ¢Con qué mercancia va a pagar? ¢Con tintes? Su valor total en 1913 era:de 10 millones. ¢Con juguetes? ¢Con potasa? Las ex- portaciones en 1913 fueron de tres millones de libras. Y aun si pudieran indicarse ciertas mercancfas, gen qué mercados se vende- rfan? Recordemos que estamos hablando de mercancias por su valor, no de decenas, sino de centenares de millones anuales, En cuanto a las importaciones, se puede esperar bastante mds. Bajando el nivel de vida, puede ser posible una reduccién apreciable del gasto de ar- ticulos importados. Pero, como ya hemos visto, muchas partidas importantes no se pueden reducir sin repercutir en el volumen de Jas exportaciones, 53, La adaptacién necesaria de los precios, que se requiere en las dos par- tidas de esta cuenta, se hard en bloque posteriormente, 9. — Keynes 130 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ Lleguemos en nuesttos supuestos todo lo lejos que podamos, sin Iegar a lo absurdo, y supongamos que, después de cierto tiempo, Alemania sea capaz, a pesar de Ja reduccién de sus recursos, de sus facilidades, de sus medios y de su potencia productiva, de aumentar sus exportaciones y disminuir sus importaciones hasta el punto de mejorar su balanza comercial en 100 millones de libras anuales, segiin los precios de preguerra. Tal arreglo lo tendria que utilizar primero pata liquidar la balanza comercial adversa, que en los cinco afios an- teriores a la guerra era, por término medio, de 74 millones de libras; peto vamos a suponer que, concedido esto, le queda un saldo comer- cial favorable de 50 millones de libras al afio. Doblando éste para dar cabida al aumento de los precios de la preguerra, tenemos una cifra de 100 millones de libras. Teniendo en cuenta los factores poli- ticos, sociales y humanos, asf como los puramente econémicos, dudo que se pueda obligar a Alemania a pagar esta suma anualmente du- rante un perfodo de treinta afios; pero no es un absurdo asegurarlo o esperarlo. Tal cifra, que permite un 5 por 100 de interés, y un 1 por 100 pata devolucién del capital, representa una suma que tiene un valor actual de 1.700 millones de libras.¥ Llego, por tanto, a la conclusién final de que, admitiendo todos los procedimientos de pago, tiqueza inmediatamente transferible, propiedad cedida y tributo anual, 2.000 millones de libras es la cifra maxima exacta de la capacidad de Alemania para pagar. No creo que, dadas todas las circunstancias actuales, pueda pagar tanto. Tengan en cuenta los que estiman que ésta es una cifra muy baja, la siguien- te oportuna comparacién. La riqueza de Francia en 1871 se estimé en un poco menos de Ja mitad de la de Alemania en 1913, Aparte de los cambios en el valor de la moneda, una indemnizacién de Ale- mania de 500 millones de libras seria desde luego aproximadamente comparable a la suma pagada por Francia en 1871; y como el peso efectivo de una indemnizacién aumenta en mayor proporcién que el aumento de su cifta, el pago de 2.000 millones de libras por Alema- 54. Si la totalidad del fondo de amortizacién se reduce y el pago anual contintia durante un niimero de afios mayor, el valor presente, tan poderosa es la operacién del interés compuesto, no puede ser aumentado materialmente. Un pago de 100 millones de libras anuales a perpetuidad, tomando un interés, como antes, del 5 por 100, aumentard el valor presente tan slo a 2.000 mi- Uones. REPARACIONES, 131 nia tendrfa consecuencias mucho més perjudiciales que el pago de los 200 millones de libras pagados por Francia en 1871. No hay més que un capitulo con el cual veo la posibilidad de aumentar la cifra alcanzada, siguicndo la argumentacién expuesta; esto es: que la mano de obra alemana se Ilevara actualmente a los territorios devastados, dedicdndola a la obra de reconstruccién, He ofdo que un plan incompleto de este tipo estaba ahora sobre el ta- pete. La contribucién adicional que asi se puede obtener depende del ntimero de trabajadores que el Gobierno alemén pueda mantener en esta forma, y también del niimero que, durante un periodo de afios, los habitantes belgas y franceses toleraran entre ellos. En todo caso, parece muy dificil emplear en la presente obra de reconstruc. cién, aun sélo durante un némero de afios, el trabajo importado, que tiene un valor neto actual que excede los 250 millones de libras; y aun esto no aportaria en la prdctica un aumento neto a la contribu- cién anual que se ha de obtener por otros medios. Una potencialidad de 8.000 millones de libras, ni siquiera de 5.000, no estd, por tanto, dentro de los limites de una posibilidad tazonable. Los que creen que Alemania puede hacer un pago anual de cientos de millones de libras esterlinas son los que deben decir en qué mercancfas concretas creen que se podria hacer este pago y en qué mercados se van a vender esas mercancias. Mientras no espe- cifiquen y no sean capaces de dar algin argumento tangible en favor de sus conclusiones, no merecen ser crefdos.® 55. Como ejemplo del desconocimiento del piblico en asuntos econémicos, merece ser anotada la siguiente carta de sit Sidney Low al Times de 3 de di. ciembre de 1918: «He visto célculos autorizados que valoran en conjunto los recursos minerales y quimicos de Alemania en 250,000 millones de libras ester. inas, 0 atin més; y se dice que s6lo las minas de la cuenca del Ruhr valen mas de 45.000 millones de libras. Es cierto en todo caso que el valor del capital de estos productos naturales es mucho mayor que la deuda total de la guerra de todos los Estados aliados. ¢Por qué no se substrae alguna porcién de esta th queza, durante un perfodo suficiente, a sus propietarios presentes y se asigna a Jos pueblos que Alemania ha asaltado, deportado y petjudicado? Los gobiernos aliados podian en justicia requerit a Alemania para que les entregara el uso de tales minas y depésitos de mineral que rindan de 100 a 200 millones anuales para los préximos treinta, cuarenta o cincuenta afios. Por este medio podtiamos Obtener suficiente compensacién de Alemania, sin estimular indebidamente sus fabricas y su comercio de exportacién en detrimento nuestro» ¢No esté claro el porqué, si Alemania tiene una riqueza que excede de 250.000 millones de libras esterlinas, se contenta sir Sidney Low con la insignificante suma de 100 a 200 132 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ Yo pongo tan sdlo tres condiciones, ninguna de las cuales afecta a la fuerza de mi argumento para los efectos practicos inmediatos. Primera. Si los aliados fomentaran el comercio y Ja industria de Alemania durante un perfodo de cinco o diez afios, proporcionén- dole grandes préstamos y abundantes barcos, alimentos y materias primas durante ese perfodo, le abrieran mercados y le dedicaran de- liberadamente todos sus recursos y buena voluntad, para hacer de ella Ia mayor nacién industrial de Europa, ya que no del mundo, probablemente se podria obtener de ella una suma notoriamente ma- yor, porque Alemania es capaz de una productividad muy grande. Segunda, Al calcular en dinero, yo parto de que no hay alte- racién en el poder adquisitivo de nuestra unidad de valor. Si el valor del oro hubiera de bajar a Ja mitad o a la décima parte de su valor presente, la carga verdadera de un pago fijado en oro se reducirfa proporcionalmente, Si un soberano de oro Ilegara a valer lo que vale ahora un chelin, entonces, naturalmente, Alemania podria pagar, con- tada en soberanos de oro, una suma mayor que la que he dicho. Tercera. Supongo que no habré alteracién notable en el rendi- miento otorgado por la Naturaleza y Ja materia al trabajo del hom- bre. No es imposible que los progresos de la ciencia pongan a nues- tro alcance métodos y practicas por los cuales el nivel de vida se eleve inmensamente, y que un volumen dado de productos represente tan sélo una parte del esfuerzo humano que hoy representa. En este caso, todas las clases de capacidad variarfan en todas partes. Pero el hecho de que todo esté dentro de lo posible, no es excusa para hablar ne- ciamente. Es cierto que en 1870 ningtin hombre hubiera podido predecir millones anuales? Pero su carta es una admirable reductio ad absurdum de cier- to modo de pensar, Mientras que un sistema de célculo, que aprecia el valor de las millas de carbén, a profundidad en las entraiias de la tierra, lo mismo que si estuviera en un cubo; que eleva una renta anual de 1.000 libras durante novecientos noventa y nueve afios a 999,000 millones de libres, y que aprecia un campo por el valor de todos sus frutos, como si ya hubieran madurado, tiene también sus inconvenientes. Si los recursos totales de Alemania valen 250.000 millones de libras, aquellos que tiene que repartir en la cesién de Alsacia-Lorena y de Ia Alta Silesia serén més que suficientes para pagar todos los gastos de la guerra y de las reparaciones juntos. De hecho el valor presente en el mercado de todas Ias minas de Alemania, de toda especie, se ha calculado en 300 millo- nes de libras, 0 sea un poco mds de la milésima parte de los célculos de sir Sidney Low. REPARACIONES 133 Ja capacidad de Alemania en 1910. No podemos pensar en legislar para varias generaciones. Los cambios seculares en Ia condicién eco- némica del hombre, y Ia sujecién de la previsién humana al error nos pueden conducir, con la misma probabilidad, a la equivocacién, en una o en otra direccién. Nosotros, como hombres razonables, no podemos hacer nada mejor que fundar nuestra politica en Ia eviden- cia y adaptarla a un plazo de cinco o diez afios, a los cuales podemos suponer que alcanza nuestra previsién; y no erraremos si prescindi- mos de supuestos extremos de la existencia humana y de los cambios revolucionarios en el orden de la Naturaleza o de las relaciones del hombre con ella. El hecho de no tener conocimiento exacto de la capacidad de Alemania para pagar en un Jargo perfodo de afios no es justificacién (ya que he ofdo sostener a algunas gentes que si lo es) para afirmar que puede pagar 10 millares de millones de libras. ¢Cémo ha creido el mundo Jas mentiras de los politicos? Si se necesitara una explicacién, yo attibuyo esta especial credulidad, en parte, a las siguientes influencias: En primer lugar, Jos enormes gastos de la guerra, la inflacién de los precios y la depreciacién de 1a circulacién monetaria, conducien- do a una inestabilidad completa de la unidad del valor, nos han he- cho perder todo sentido del ntimero y magnitud en cuestiones de Hacienda. Los que nosotros creiamos limites de lo posible se han excedido tan enormemente, y aquellos que fundaban sus célculos so- bre el pasado se han equivocado con tanta frecuencia, que el vulgo esté ahora dispuesto a creer todo lo que se le diga con cualquier apariencia de autoridad, y cuanto més grande es una cifra, més fécil- mente la acepta. Pero también los que profundizan mds en la materia se equivo- can algunas veces, llevados por un engafio que se explica mejor sea aceptado por personas tazonables. Estas pueden fundar sus conclu- siones en el excedente total de la produccién anual de Alemania como distinto de su excedente de exportacién. Helfferich calculé el aumen- to anual de la riqueza en 1913 en 400 a 425 millones de libras (excluyendo el aumento del valor de la moneda, de Ia tierra y de la propiedad). Antes de la guerra, Alemania gasté de 50 a 100 millo- hes en armamento, que puede ahora suprimir. Por consiguiente, ¢por qué no ha de pagar a los aliados una suma anual de 500 millones de libras? Esto es, colocar la argumentacién pura en su forma més fuer- te y mds aceptable. 134 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ Pero hay en ella dos errores. El primero, que los ahorros anuales de Alemania, después de lo que ha suftido en la guerra y en la paz, estarén muy por debajo de lo que eran antes, y si se le van quitando afio por afio, en el porvenir no podrén volver a alcanzar su nivel previo, Las pérdidas de Alsacia-Lorena, de Polonia y de la Alta Sile- sia no pueden calcularse, a los efectos del exceso de productividad, en menos de 50 millones anuales de libras. Se supone que Alemania ha sacado una ganancia anual de unos 100 millones de sus barcos, de sus inversiones en el extranjero y de sus Bancos y relaciones en el extranjeto, todo lo cual se le ha quitado ahora. Su ahorro, en ar- mamentos, est4, con mucho, contrapesado por la carga anual de las pensiones, calculadas en 250 millones de libras,* que representa una pérdida real de capacidad productiva. Y aun dejando a‘un lado la carga de la deuda interior, que sube a 240 millones de marcos, por ser una cuestién de distribucién interior més bien que de producti- vidad, atin tenemos que contar con Ja deuda exterior contrafda por Alemania durante la guerra, con el agotamiento de su stock de ma- terias primas, con la disminucién de su stock viviente, con la pro- ductividad descendente de su suelo por falta de abonos y de trabajo y con la disminucién de su riqueza por falta de conservacién y de renovacién durante un perfodo de cerca de cinco afios. Alemania no es tan rica como era antes de la guerra, y la disminucién de sus ahotros futuros por estos motivos, aparte de los factores ya citados, no se puede calcular en menos del 10 por 100, esto es, de 40 millo- nes de libras anuales. Estos factores han reducido ya el excedente anual de Alemania a menos de los 100 millones de libras que habiamos obtenido partien- do de otras bases, como maximo de sus pagos anuales. Y si se replica que no hemos concedido nada para el descenso del nivel de vida y de bienestar en Alemania, que puede razonablemente imponerse al enemigo derrotado,” atin habrfa un engafio fundamental en el modo 56. La conversién a la par de 5.000 millones de marcos sobrepasa, por razén de la depreciacién existente del marco, la carga monetaria del actual’ pago de las pensiones; pero no sobrepasa, con toda probabilidad, la pérdida real de productividad nacional como resultado de las bajas causadas por la guerra. 57. No se puede prescindir, al pasar, de tener en cuenta que el descenso del nivel de vida acttia de dos maneras sobre el excedente de productividad de un pais. Ademés, no tenemos experiencia sobre la psicologia de una raza blan- ca bajo condiciones cercanas a la servicumbre, Sin embargo, se supone general- REPARACIONES 135 de calcular. Un excedente anual aplicable a inversiones interiores sélo puede convertirse en un excedente aplicable a la exportacién al extranjero con un cambio radical en la clase del trabajo realizado. Puede ser el trabajo aplicable y eficaz para los servicios domésticos en Alemania y no encontrar salida para el comercio exterior. Y vol- vemos al misino problema que se nos presenté en nuestro examen del comercio de exportacién: ¢En qué comercio de exportacién en- contrard el trabajo alemén una salida considerablemente aumentada? No se puede Ievar al trabajo por nuevos caminos més que con pér- didas de productividad y con un gran gasto de capital. El excedente anual que el comercio alemén puede producit para mejoras impor- tantes en el interior, no es medida, ni tedrica ni prdcticamente, del tributo anual que puede pagar en el extranjero. IV. La Comisi6N DE REPARACIONES Este cuerpo es un organismo tan notable, y puede, si funciona, ejercer tan amplia influencia sobre la vida de Europa, que sus atti- buciones metecen examen aparte. No hay precedentes para la indemnizacién impuesta a Alemania por el presente Tratado; las exacciones monetarias, que formaban parte de los Convenios que han seguido a las guertas anteriores, han diferido en dos respectos fundamentales de ésta. La suma exigida habia sido siempre determinada y medida en una cantidad total de dinero, y mientras el vencido cumplia con las exigencias anuales del tributo, no era necesaria ninguna otra intervencién. Pero por razones ya dilucidadas, las exacciones en el caso pre- sente no estén todavia determinadas, y cuando se fije la suma resul- tard superior a lo que se puede pagar en moneda, y superior también a todo lo que pueda pagarse por todos los medios. Era necesario, por tanto, organizar un cuerpo, crear un organismo para formular la mente que si se priva al hombre de todo el excedente de su produccidn, se le quita su eficiencia, y su actividad disminuye. El empresario y el inventor no continuarda; el comerciante y cl tendero no ahorrarén; el trabajador no aguan- tard si se reservan los frutos de su industria, no para beneficio de sus hijos, de su vejez, de su orgullo o de su posicién, sino para el goce de un conquista- dor extranjero, i } 136 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ cuenta de reclamaciones, fijar la forma del pago y conceder las reba- jas y plazos necesarios. No habia mds medio que colocar a este orga- nismo en condiciones de obtener Ja mayor cantidad posible afio por afio, déndole amplio poder sobre la vida interior econémica de los paises enemigos, que habrén de ser tratados en adelante como Esta. dos en quiebra, que han de ser administrados por y para beneficio de los acreedores. Pero de hecho, sus poderes y funciones atin se han aumentado més de lo que se necesitaba para este propésito, y la Comisién de reparaciones ha quedado establecida como rbitro ul- timo en numerosos asuntos econémicos y financieros, que eta con- veniente no ultimar en el mismo Tratado® Los poderes y la constitucién de Ia Comisién de reparaciones es- tén fundamentalmente establecidos en los arts. 233 a 241 y anexo 2.° del capitulo de reparaciones del Tratado con Alemania. Pero la mis ma Comisién ha de ejercer autoridad sobre Austria y Bulgaria, y, posiblemente, sobre Hungria y Turquia, cuando se haga la paz con estos paises. Hay, pues, articulos anélogos, mutatis mutandis, en el Tratado con Austria ® y en el Tratado con Bulgaria.” Los principales aliados estén tepresentados cada uno por un de- legado-jefe. Los delegados de los Estados Unidos, Gran Bretaiia, 58. En el curso de los tratos y aplazamientos de la Conferencia habia mu- chas cuestiones en las que, para Hegar a alguna conclusién, fue necesario dejar un margen de vaguedad ¢ incertidumbre. Todo el sistema de la Conferencia tendié hacia esto: el Consejo de los Cuatro necesitaba no tanto una solucién de arreglo como un Tratado. En las cuestiones politicas y territoriales, Ia ten- dencia era a dejarlas al arbitrio definitive de la Sociedad de Naciones; ‘pero en as cuestiones financieras y econdinicas, la decisién final se ha dejado general- mente a Ia Comisién de reparaciones, a pesar de ser un cuerpo ejecutive com- puesto de partes interesadas, 59. La suma que ha de pagar Austria por reparaciones queda a la absoluta discrecién de Ia Comisién, no habiéndose mencionado en el texto del Tratado ninguna cifra determinada de ninguna especie. Las cuestiones de Austria serén tratadas por una seccién especial de la Comisin; pero la seccién no tendré més poderes que aquellos que delegue cn ella la Comisién principal. 60. Bulgaria ha de pagar una indemnizacién de 90 millones de libras en plazos semestrales que empiezan el 1° de julio de 1920. Estas sumas serén re- cogidas, a nombre de la Comisién de reparaciones, por una Comisién interalia- da de control, con residencia en Soffa. En ciertos respectos, la Comisién biilgara interaliada parece que tiene poderes y autoridad independientes de la Comi- sién de reparaciones; pero tiene que actuar, sin embargo, como agente de la Ultima, y estd autorizada para hacer advertencias a la Comisién de reparaciones, como, por ejemplo, en la reduccién de los plazos semestrales. REPARACIONES, 137 Francia e Italia toman parte en todas las actuaciones; el delegado de Bélgica, en todas las actuaciones, excepto en aquellas a que asisten Jos delegados del Japén o del Estado Servio-Croata-Eslovaco; el de- legado del Japén, en todos los debates que afecten a las cuestiones maritimas o especificamente japonesas; y el delegado del Estado Servio-Croata-Eslovaco, cuando las cuestiones que se refieran a Aus- tria, Hungria o Bulgaria estén sometidas a discusién. Los dems alia- dos estarén representados por delegados sin derecho a voto, siempre que sus reclamaciones ¢ intereses respectivos estén a examen. En general, Ia Comisién decide, por mayorfa de votos, excepto en ciertos casos especiales en los que se requiere la unanimidad, de los cuales los mds importantes son la cancelacién de la deuda alema- na, la prérroga de los plazos y Ja venta de los bonos de deuda ale- mana. La Comisién estd dotada de plena autoridad ejecutiva para evar a cabo sus decisiones, Puede organizar un Comité ejecutivo y delegar autoridad a sus funcionarios. La Comisién y su cuerpo de funcionarios gozan de privilegios diplomdticos, y sus sueldos serdn pagados por Alemania, que, a pesar de ello, no tendré voz en su de- signacién. Si Ja Comisién ha de cumplir adecuadamente sus numero- sas funciones, tendré que establecer una .amplia organizacién buro- cratica poliglota con cientos de funcionatios. A esta organizacién, cuyo cuartel general estard en Paris, se confia el destino econdmico de la Europa central. Sus principales funciones son las siguientes: 14" La Comisién determinaré la cifra exacta de Ia reclamacién contra las Potencias enemigas mediante un examen detallado de las reclamaciones de cada uno de los aliados, segtin el anexo 1.° del ca- pitulo de reparaciones. Esta tarea debe estar terminada en mayo de 1921. Dard al Gobierno alemén y a los aliados de Alemania opottuna «ocasién para set ofdos, pero no para tomar parte en las decisiones de Ia Comisién». Es decir, que la Comisién obrar4 como juez y parte al mismo tiempo. 28 Determinadas las reclamaciones, fijaré una tabla de pagos para devengar toda la suma, con intereses, dentro de los treinta afios. De tiempo en tiempo, con objeto de modificar esta tabla dentro de los limites de lo posible, «tendré en consideracién Jos recursos y ca- pacidad de Alemania ..., dando a sus representantes oportuna oca- sién para ser ofdos». «Al calcular periddicamente la capacidad de pago de Alemania, 138 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ Ja Comisién examinar4 el sistema alemén de impuestos; primero, con el fin de que las sumas para reparaciones que Alemania esi obli- gada a pagar pesen sobre todas sus rentas con prioridad a Jas sumas destinadas al pago de cualquier empréstito interior, y en segundo Jugar, para tener la seguridad de que, en general, el plan alemén de impuestos es proporcionalmente tan gravoso como el de cualquiera otra de las Potencias representadas en la Comisién.» 2 Hasta mayo de 1921, la Comisién tiene facultades, con ob- jeto de asegurar el pago de 1.000 millones de libras, para pedir la entrega de cualquier porcién de bienes alemanes, dondequiera que estén situados; es decir, «Alemania pagaré en los plazos y de la for- ma, sea en oro, mercancias, barcos, valores o de otra manera, que pueda fijar la Comisién de reparaciones». 4* La Comisién decidiré qué derechos ¢ intereses de nacionales alemanes, en empresas de utilidad pablica que funcionen ef Rusia, China, Turquia, Austria-Hungrfa y Bulgaria, 0 en cualquier territorio perteneciente anteriormente a Alemania o a sus asociados, han de ser expropiados y transferidos a la Comisién misma; fijard el valor de Jos intereses asi transferidos y repartird el resto. 5.4 La Comisién determinard qué cantidad de los recursos asi obtenidos de Alemania deberd devolvérsele, para sostener la sufi- ciente vida en su organizacién econémica que la capacite para conti nuar haciendo en el futuro los pagos de reparacién* 62 La Comisién fijaré el valor, sin apelacién ni arbitraje, de la propiedad y derechos cedidos por el Armisticio y por el Tratad material mévil, marina mercante, escuadrillas fluviales, ganados, mi nas del Sarre, propiedad cedida en territorio cedido, por la cual se concede crédito, y otros. 72 La Comisién determinard las sumas y valores (dentro de ciertos limites precisados) de las entregas que Alemania ha de hacer en especie afio por afio, segtin los varios anejos al capitulo de repa- raciones. 82 La Comisién velaré por la restitucién por Alemania de la propiedad que pueda ser identificada. G1. Segin el Tratado, ésta es la funcién de cualquier cuerpo designado para el objeto por los principales gobicrnos aliados 0 asociados, y no necesariamente de Ia Comisién de reparaciones. Pero es de presumir que no se estableceré nin- gin otro organismo para este propésito especial. REPARACIONES 139 92 La Comisién recibird, administraré y distribuird todos los pagos hechos por Alemania en dinero o en especie, Emitiré también y negociard los t{tulos de deuda alemana. 10. La Comisién asignaré la parte de la deuda ptiblica de pre- guerra que ha de ser adjudicada a los territorios cedidos del Schles- wig, Polonia, Dantzig y Alta Silesia, La Comisién distribuiré también la deuda publica del antiguo Imperio austro-htingaro entre sus par- tes constituyentes. 11. La Comisién liquidaré el Banco austro-héingaro, y vigilard la supresién y sustitucién del sistema monetario del tltimo Imperio austro-htingaro. 12. La Comisién informaré si, a su juicio, Alemania no cumple sus obligaciones, y aconsejaré los métodos pata obligarla. 13. En general, la Comisién, actuando mediante un cuerpo su- bordinado, realizard las mismas gestiones para Austria y Bulgaria que para Alemania, y también es de presumir para Hungria y Turquia® También se han asignado a la Comisién otros muchos deberes relativamente secundarios. La anterior enumeracién, sin embargo, muestra suficientemente el fin y significacién de su autoridad. Esta autoridad alcanza un significado mucho mayor por el hecho de que las exigencias del Tratado exceden generalmente de la capacidad de Alemania, y, por tanto, las cldusulas que permiten a la Comisién hacer reducciones (si a su juicio lo exigen las consideraciones econd- micas de Alemania) harén de ella en muchos casos el drbitro de la vida econémica de Alemania. La Comisién no sdlo tiene que inves- tigar la capacidad general de Alemania para pagar y decidir (en los afios primeros) la importacién de substancias alimenticias y de ma- terias primas que es necesaria, sino que esté autorizada para ejetcer presién sobre el sistema alemén de impuestos (anexo 2.°, pétra- fo 12 5)® y sobre los gastos de Alemania, con objeto de asegurarse de que los pagos para la reparacién son el gravamen preferente sobre 62. En Ja fecha en que se escribia este libro no se habian establecido Tra tados con estos paises. Es posible que de Turqufa se ocupe una Comisin se- parade, 63. Esta me perece ser, en efecto, la situacién (si este pérrafo significa algo), 2 pesar de la siguiente excusa de tales intentos cn la respuesta de los aliados: «Ni el pérrafo 12 &) del anexo 2° da a la Comisién poderes para es- tablecer 0 reforzar impuestos ni para disponer el cardcter del presupuesto alemén», 140 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ todos los recursos del pais; y ha de decidir, al efecto, sobre la vida econémica de Alemania, sobre las demandas de maquinaria, ganados, etc., y sobre las entregas de carbén. Por el art, 240 del Tratado, Alemania reconoce expresamente la Comisién y sus poderes, «que puede ser constituida por los gobier- nos aliados y asociados», y acepta itrevocablemente 1a posesién y el ejercicio por tal Comisién del poder y de la autoridad que se le da segtin el presente Tratado. Se compromete a proporcionar a la Co- misién toda la informacién necesaria. Y, finalmente, en el art. 241, «Alemania se compromete a aceptar, promulgar y mantener en vigor toda ley, orden y decreto que sean necesarios para dar completa efec- tividad a estas decisiones». Los comentarios que acerca de esto hizo la Comisién financiera alemana en Versalles no eran ninguna exageracidn: Ast se aniquila Ia democracia alemana en el preciso momento en que el pueblo alemén estaba a punto de organizarla después de una dura lucha, y es aniquilada por aquellos mismos que durante la guerra no se cansaron de proclamar que aspiraban a darnos la democracia ... Alemania ya no seré m4s un pueblo ni un Estado, sino que se convertiré en una empresa comercial puesta por sus acreedores en manos de un recaudador, sin concedérsele siquiera la ocasién de mostrar su voluntad de cumplir sus obligaciones es- ponténeamente. Esa Comisién, que va a tener su cuattel perma- nente fuera de Alemania, va a tener sobre Alemania derechos in- comparablemente mayores que jamés tuvo el Emperador; el pue- blo alemén, bajo este régimen quedar, durante décadas, privado de todo derecho, y en wna extensién mucho mayor que ningtin pueblo en los dias del absolutismo, de toda independencia de accidn, de toda aspiracién individual de progreso econémico, ¢ incluso de pro- greso moral. En su contestacién a estas observaciones, los aliados se negaron a reconocer que hubiera en ellas substancia, fundamento ni fuerza. Las observaciones de a delegacién alemana —dijeron— ofre- cen una opinién acerca de esta Comisién tan deformada y tan ine- acta, que cuesta trabajo creer que ha examinado serena y cuida- dosamente las cléusulas del Tratado. No es una maquina de opre- sién ni un medio para intervenir en Ja soberanfa alemana. No tiene fuerzas a sus Grdenes; no tiene poderes ejecutivos dentro del terri- REPARACIONES 141 totio de Alemania; no puede, como se sugiere, dirigir ni controlar la educacién ni otros érdenes de Ja vida de la nacién. Su misién es fijar lo que se tiene que pagar; asegurarse de que Alemania puede pagar, y dirigirse a las Potencias, de las que es delegada, en el caso de que Alemania falte. Si Alemania obtiene el dinero necesa- rio por procedimientos propios, Ia Comisién no puede ordenar que los obtenga de otra manera; si Alemania oftece el pago en especie, la Comisién puede aceptar tal pago; pero, salvo lo determinado en el Tratado mismo, la Comisién no puede exigitlo. Fsta no es una exposicién candorosa de la finalidad del poder de la Comisién de reparaciones, como se puede ver compatando sus tér- minos con el resumen antes expuesto o con el Tratado mismo, Asi, por ejemplo, la afirmacién de que la Comisién «no tiene fuerzas a sus 6rdenes» es un poco dificil de justificar teniendo en cuenta el ar- ticulo 430 del Tratado, que dice: En el caso en que, ya durante Ja ocupacién o después de ter minar los quince afios antes sefialados, la Comisién de reparacio- nes entienda que Alemania se niega a cumplir todo o parte de sus obligaciones segin el presente Tratado, con respecto a las repara- ciones, Ja totalidad, 0 parte, de los tertitorios especificados en el art. 429 serén reocupados inmediatamente por Jas Potencias aliadas y asociadas. La determinacién de si Alemania ha cumplido sus compromisos o de si es posible para ella cumplirlos, queda, como se observar4, no al arbitrio de la Sociedad de Naciones, sino al de la propia Comisién de reparaciones; y una determinacién negativa de la Comisién serd seguida inmediatamente del uso de la fuerza armada. Ademés, la dis minucién de los poderes de Ja Comisién, intentada en la contestacién aliada, procede claramente, en gran parte, de la suposicién de que ‘Alemania pueda «obtener el dinero requerido mediante sus propios procedimientos, en cuyo caso es cierto, en efecto, que muchos de los poderes de la Comisién de reparaciones no tendrian efecto practicos siendo, por tanto, positivo que una de las principales razones para crear la Comisién ha sido la suposici6n de que Alemania no serd ca- paz de levantar la carga que tedricamente se le ha impuesto. Se cuenta que, habiendo ofdo el pueblo de Viena que una seccién de la Comisién de reparaciones estaba a punto de visitarlo, habia puesto en ella sus esperanzas. Era notorio que un organismo financie- 142 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ ro no pod{a tomar nada de ellos, porque no tienen nada; por tanto, este organismo debia proponerse, sin duda, asistirlos y socorrerlos. Asi argumentaban los vieneses, aunque sospechando vagamente lo contrario. Pero acaso tengan razén. La Comisién de reparaciones ha de compenetrarse con los problemas de Europa, y tendr4 una res- ponsabilidad proporcionada a sus poderes. Puede, pues, venir a des- empefiar un papel muy diferente del que le han sefialado algunos de sus autores, Asimilado a la Sociedad de Naciones, érgano de justicia y no por més tiempo de intereses, gquién sabe si, cambiando de espiritu y de objeto, la Comisién de reparaciones podra todavia con- vertitse, de instrumento de opresién y rapifia, en un Consejo econé- mico de Europa, cuyo fin sea la restauracién de la vida y. de la feli- cidad, aun en los pafses enemigos? V. Las CONTRAPOSICIONES ALEMANAS Las contraposiciones alemanas fueron algo obscuras y realmente insinceras. Debe recordarse que aquellas cldusulas del capftulo de re- pataciones que tratan de la emisién de bonos por Alemania produ- jeron sobre el espiritu ptiblico la impresién de que Ia indemnizacién se habfa fijado en 5.000 millones, 0, en todo caso, en esta cifra como minimo. La delegacién alemana traté, por tanto, de formular su réplica sobre la base de esta cifra, suponiendo, al parecer, que la opinién publica en los paises aliados no se satisfaria con menos que con la apariencia de 5.000 millones de libras; y como no estaban realmente preparados para ofrecer una cifra tan alta, hicieron traba- jat su ingenio para producir una férmula que pudiera aparecer ante la opinién aliada como si alcanzase este total, aunque en realidad fuera una suma mucho mds modesta. La férmula era clara para cual- quiera que Ia leyera cuidadosamente y conociera los hechos, y era dificil que sus autores esperaran engafiar a los negociadores aliados. La téctica alemana partia, pues, del supuesto de que estos tiltimos estaban secretamente tan ansiosos como los alemanes mismos de lle- gar a un atteglo que tuviera alguna realidad practica, y que, desde luego, desearian, en vista de las dificultades que ellos mismos se ha- bian creado con sus propios pueblos, realizar una pequefia claudica- cién al redactar el Tratado, suposicién que, en otras circunstancias, hubiera acaso tenido fundamento. Tal y como estaban las cosas ac- REPARACIONES 143 tualmente, esta sutileza no los beneficié, y hubieran logrado mucho mds ofreciendo un célculo justo y sincero de lo que ellos ctefan que era el total de sus responsabilidades, de un lado, y de su capacidad para pagar, de otro. La oferta alemana de la pretendida suma de 5.000 millones de libras consistia en lo siguiente: En primer lugar, estaba condicio- nada en las concesiones del Tratado, asegurando que Alemania conservarfa la integridad territorial correspondiente a la Convencién del Atmisticio;* que conservard sus posesiones colo- niales y su marina mercante, incluso Ja de gran tonelaje; que en su propio pais y en el mundo todo gozard de Ia misma libertad de accién que los dems pueblos; que toda Ia legislacién de guerra scrd anulada de una vez, y que todas Jas intervenciones que durante la guerra ha habido en sus derechos econémicos y contra la propiedad privada alemana, etc., serdn tratados segin el principio de recipro- cidad, esto es, la oferta es condicional, siendo abandonada en la mayor parte del resto del Tratado. En segundo lugar, las reclamaciones no exce- derdn de un maximo de 5.000 millones de libras, de los cuales 1.000 millones se entregarn el 1.° de mayo de 1926, y ninguna parte de esta suma devengard interés mientras esté pendiente de pago.© En tercer lugar, se deducirdn de ella (entre otras cosas): a) el valor de todas las entregas hechas segtin el Armisticio, incluyendo el material militar (por ejemplo, la escuadra alemana); 5) el valor de todos los ferrocarriles y de la propiedad del Estado en territorios cedidos; c) la parte equivalente de la deuda piiblica alemana de todos los te- tritorios cedidos (incluyendo la deuda de guerra), y en los pagos de reparaciones que tales tertitorios hubieran tenido que soportar si hubieran seguido formando parte de Alemania, y d) el valor de la cesién de las reclamaciones de Alemania por sumas prestadas por ella a sus aliados en la guerra. 64. Significara lo que significara. 65. Suponiendo que el capital sea pagado de modo continuo en un perfodo de treinta y tres afios, esto tiene por efecto dividir la carga comparada con los pagos exigidos sobre la base del 5 por 100 de interés sobre el capital pen- diente. 66. Dejo de subrayar otros detalles de 1a oferta alemana, por ser Jos an- teriores los puntos esenciales. 144 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ Los créditos que han de deducirse, segtin los pérrafos a), 5), c) y d), podrfan exceder a los concedidos en el actual Tratado, segtin un célculo aproximado, en una suma de 2.000 millones, aunque la suma que se conceda, segtin el pdrrafo d), es diffcil de estimar. Si, por tanto, hemos de apreciar el valor real de la oferta alema- na de 5.000 millones de libras, segtin Ia base establecida por el Tra- tado, debemos, ante todo, deducir los 2.000 millones exigidos para compensaciones, que el Tratado no autoriza, y después partir por la mitad el resto, con objeto de obtener el valor actual de un pago di- ferido sobre el cual no se puede cargar interés. Esto reduce la pro- posicién a 1.500 millones de libras, en lugar de los 8.000 millones que, segtin mi célculo aproximado, exige de ella el Tratado. Esta oferta era en si misma muy importante; es verdad que le- vanté en Alemania crfticas generales, aunque, en vista de la condi- cidén que pedia el abandono de la mayor parte del resto del Tratado, no se podia considerar como una oferta seria‘’ Pero la delegacién alemana hubiera hecho mejor afirmando en un Jenguaje menos equi- voco hasta dénde se sentfa capaz de Ilegar. En la réplica final de los aliados a esta conttaposicién hay una disposicién importante, a la que hasta ahora no he prestado atencién, pero de la que debe tratarse en este sitio. Hablando en general, en el capitulo de reparaciones, tal y como se redacté originariamente, no se establecieron concesiones; pero los aliados reconocieron los inconvenientes de Ia indeterminacién de la carga de Alemania, y pro- pusieron un método por el cual Ja reclamacién total definitiva podia establecerse en una fecha anterior al 1.° de mayo de 1921. Prome- tieron, pues, que en cualquier momento, dentro de los cuatro meses después de Ia firma del Tratado (esto es, antes del fin de octubre de 1919), Alemania quedarfa en libertad para hacer una oferta de una suma global para el arreglo de toda su responsabilidad, segtin la definia el Tratado, y dentro de los dos meses siguientes (esto es, an- tes de fin de 1919), los aliados «contestarfan, en cuanto les fuera posible, a cualquiera de Jas proposiciones que hubieran sido hechas». Esta oferta esté sometida a tres condiciones: «Primera, las auto- 67. Por esta razén, no es comparable estrictamente con mi célculo de la capacidad de Alemania, hecho en una seccién anterior de este capitulo, cuyo cdlculo est4 sobre la base de la situacién de Alemania, cuando el resto del Tra- tado entre en vigor. REPARACIONES 145 tidades alemanas conferenciarén con los representantes de las Poten- cias directamente interesadas, antes de hacer tales proposiciones. Se- gunda, tales ofertas no deberén ser ambiguas, sino precisas y claras. Tercera, deben aceptar las categorias y cléusulas de la reparacién como asuntos ya terminados fuera de discusién». La oferta, tal y como se ha hecho, no parece que tiene en cuenta el problema de la capacidad de Alemania para pagar. Sélo se refiere a la fijacién de Ja cuenta total de reclamaciones tal y como esta pre- cisada en el Tratado, ya sea, por ejemplo, de 7.000 millones, 8.000 millones 0 10.000 millones de libras. «Las preguntas —afiade la ré- plica de los aliados— son simples cuestiones de hecho, esto es, del montante de las responsabilidades, y son susceptibles de ser trata- das en esta forma.» Si las negociaciones prometidas se Ilevan realmente por estos ca- minos, no es probable que sean fructiferas. No ser4 mucho més facil llegar a una cifta convenida antes de fines de 1919, que lo era en el momento de Ja Conferencia; y no mejorard la posicién financiera de Alemania el saber de cierto que ella es responsable por Ja suma enor- me a que segtin todos los cdlculos ascenderdén las responsabilidades del Tratado. Estas negociaciones ofrecerén, sin embargo, una opor- tunidad para volver a abrir toda Ja cuestién de los pagos por te- paraciones, aunque apenas puede esperarse que, en una fecha tan proxima, la opinién publica en los paises aliados haya cambiado lo bastante su humor.® No puedo dejar este tema como si el modo justo de tratarlo de- pendiera por completo o de nuestros propios compromisos o de he- chos econémicos. La politica de reducir a Alemania a la servidumbre durante una generacién, de envilecer la vida de millones de seres humanos y de privar a toda una nacidén de felicidad, serfa odiosa y detestable, aunque fuera posible, aunque nos enriqueciera a nosotros, aunque no sembrara la decadencia de toda la vida civilizada de Euro- pa. Algunos la predican en nombre de la justicia, En los grandes 68. Debido a los aplazamientos por parte de los aliados para ratificar el Tratado, la Comisién de reparaciones no ha sido todavia formalmente constitui- da a fines de octubre de 1919. Que yo sepa, por consiguiente, no se ha hecho nada para hacer efectiva la oferta anterior, Pero acaso, en vista de las circuns- tancias, se hayan ampliado las fechas. 10, —Kavyes 146 LAS CONSECUENCIAS ECONGMICAS DE LA PAZ acontecimientos de Ia historia del hombre, en el desarrollo del des- tino complejo de las naciones, la justicia no es tan elemental. ¥ si lo fuera, las naciones no estén autorizadas por la religién ni por la mo- ral natural a castigar en los hijos de sus enemigos los crimenes de sus padres 0 de sus jefes. { I I CapiruLco VI EUROPA DESPUES DEL TRATADO Este capitulo sera el del pesimismo. El Tratado no incluye nin- guna disposicién para lograr la rehabilitacién econémica de Europa; nada para colocar a los Imperios centrales, derrotados, entre buenos vecinos; nada para dar estabilidad a los nuevos Estados de Europa; nada para levantar a Rusia, ni promueve en forma alguna la solida- tidad econémica estrecha entre los mismos aliados. En Paris no se logré ningtin arreglo para restaurar la desorganizada Hacienda de Francia e Italia, ni para concordar los sistemas del Viejo y el Nuevo Mundo. El Consejo de los Cuatro no presté atencién a estos problemas, por estar preocupado con otros: Clemenceau, con ahogar Ia vida eco- némica de su enemigo; Lloyd George, con hacer algo y llevar a casa alguna cosa que durara una semana; el presidente, con no hacer nada que no fuera justo y recto. Es un hecho sorprendente que, teniendo el problema econémico fundamental de una Europa hambrienta y deshecha ante sus ojos, fuera ésta la tinica cuestién sobre la cual fue imposible despertar el interés de los Cuatro. Las reparaciones eran su tinica incursién en el campo econémico, y la resolvieron como un problema de teologia, de politica, de tactica electoral, desde todos los puntos de vista, excepto el del porvenir econédmico de los Estados cuyos destinos tenfan en sus manos. Dejemos, a partir de este punto, Paris, la Conferencia y el Tra- tado, para considerar brevemente la situacidn econémica de Europa tal y como la han creado la guerra y la paz; y no me propondré, en adelante, distinguir entre los frutos inevitables de la guerra y las des- gracias evitables de la paz. 148 LAS CONSECUENCIAS ECONGMICAS DE LA PAZ Expteso sencillamente los hechos esenciales de la situacién tal y como los veo. Europa es el nticleo més denso de poblacién conocido en la historia del mundo. Esta poblacién est4 acostumbrada a un tipo de vida relativamente elevado, que atin hoy muchos de sus elementos esperan mejorar y no empeorar. Comparada con otros continentes, Europa no se basta a si misma; especialmente, no puede alimentarse a si misma. La poblacién no esté distribuida con igualdad, sino que gran parte de ella est4 acumulada en un miimero relativamente pequefio de centros industriales muy densos. Esta poblacién habia asegurado su propia vida antes de la guerra, sin gran margen de excedente, mediante una organizacién delicada e inmensamente com- plicada, cuyas bases eran el carbén, el hierro, los transportes y una provisién ininterrumpida de alimentos y materias primas importados de otros continentes. La destruccién de esta organizacién y Ia inte- rtupcién de la cotriente de aptovisionamientos privan a una parte de esta poblacién de sus medios de vida. Ese excedente no puede emigrar. Se necesitarfan afios para trans- portatlos por mar, aunque, lo que no ocurre, hubiera paises dispues- tos a recibirlos. El peligro que nos acosa, por tanto, es el descenso r4pido del nivel de vida de las poblaciones europeas, hasta llegar a significar para algunas el hambre (punto a que ya se ha llegado en Rusia y pronto se legaré en Austria). Pero los hombres no siempre morirdn con tranquilidad. Porque jel hambre, que leva a algunos al letargo y a la desesperacién inerte, Ileva a otros temperamentos a Ja inquietud netviosa del histerismo y a la desesperacién loca. Y éstos, en su miseria, pueden acabar de trastornar los restos de organizacién y hundir la civilizacién toda en sus intentos desesperados para satis- facer las necesidades apremiantes del individuo. Este es el peligro contra el cual debemos aunar ahora todos nuestros recursos, nuestro valor y nuestro idealismo. | El 13 de mayo de 1919, el conde Brockdorff-Rantzau dirigié a la Conferencia de las Potencias aliadas y asociadas el informe de la Comisién econdmica alemana encargada de estudiar el efecto causado por las condiciones de la paz sobre la situacién de la poblacién ale- mana. En el curso de las dos iiltimas generaciones —informaban— Ale- mania se ha transformado de Estado agricola en Estado industrial. Mientras fue un Estado agricola, Alemania pudo alimentar a 40 mi. EUROPA DESPUFS DEL TRATADO 149 Hones de habitantes. Como Estado industrial, puede asegurar los medios de subsistencia para una poblacién de 77 millones; y en 1913, la importacién de substancias alimenticias ascendia, en cifras redondas, a 12 millones de toneladas. Antes de la guerra, 15 millo- nes de personas provefan a su existencia en Alemania mediante el comercio exterior, la navegacién y el uso directo 0 indirecto de ma- terias primas extranjeras. Después de reproducir las principales disposiciones del Tratado de Paz, el informe continta: Después de esta disminucién de sus productos, después de Ia depresién econémica resultante por la pérdida de sus colonias, su I flota metcante y sus inversiones en el extranjero, Alemania no es- tard en situacién de importar la cantidad necesaria de materias pri- mas. Una parte enorme de la industria alemana ser4 condenada, por tanto, a inevitable destruccién. La necesidad de importar materias alimenticias aumentard considerablemente, al mismo tiempo que dis- minuiré grandemente la posibilidad de satisfacer esta necesidad. Por tanto, muy en breve Alemania no estar4 en situacién de dar pan y trabajo a sus numerosos millones de habitantes, que estarén impo- sibilitados de ganar su vida con la navegacién y el comercio. Estas personas podtian emigrar; pero esto es materialmente imposible, porque muchos pajses, y los mas importantes, se opondrfan a toda inmigracién alemana. Ejecutar las condiciones de la paz implicaria Iégicamente, por tanto, la pérdida de varios millones de personas ‘en Alemania. Esta catdstrofe no tardaré mucho en ocuttir, puesto que la salud de Ja poblacién se ha debilitado durante Ja guerra por el bloqueo, y durante el Armisticio por Ia agravacién del bloqueo del ‘hambre. Ningin auxilio, por grande que fuera, ni por larga que fuera su duracién, podria impedir estas muertes en masa. No sabemos, y en realidad dudamos —termina el informe—, si los de- legados de Jas Potencias aliadas y asociadas se harén cargo de las consecuencias inevitables que tendrian lugar si Alemania, Estado industrial, densamente poblado, intimamente ligado con el sistema econémico del mundo, y bajo la necesidad de importar grandes cantidades de materias primas y de alimentos, se encontrara tepen- tinamente empujada a volver al momento de su evolucién corres- pondiente a Ia situacién econémica y a su poblacién de hace medio siglo. Aquellos que firman este Tratado firmarfan la sentencia de muerte de muchos millones de alemanes, hombres, mujeres y nifios. No sé de ninguna contestacién adecuada a estas palabras. La acu- 150 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ sacidn es, por lo menos, tan cierta en cuanto al arreglo con Austria Este es el problema fundamental que se nos presenta, y ante él, las cuestiones de ajustes territoriales y el equilibrio de las Potencias europeas son insignificantes. Algunas de las catdstrofes de la Historia que han retrasado el progreso humano durante siglos se han debido a las reacciones que han sido consecuencia de la desaparicién repen- tina, ya por obra de la Naturaleza, ya por actos del hombre, de con- diciones temporales favorables que habfan fomentado el crecimiento de la poblacién més allé de lo que se podfa suponer antes que ellas existieran. Los caracteres que expresan la situacién inmediata se pueden agtupar bajo tres epigrafes: 1.°, el hundimiento absoluto para el por- venir de la productividad interior de Europa; 2.°, la ruina del trans- porte y del cambio que servian para enviar sus productos cudndo y dénde mds se necesitaban, y 3.°, la incapacidad de Europa para ad- quirir sus provisiones de ultramar. EI decrecimiento de la productividad no puede calcularse fécil- mente, y puede ser objeto de exageraciones. Pero su evidencia prima facie es aplastante, y este factor ha sido el cargo principal formulado en las advertencias, bien pensadas, de Mr. Hoover. Lo han produ- cido multiples causas: el desorden interior violento y prolongado de Rusia y de Hungrfa; la formacién de gobiernos nuevos y su inexpe- riencia para reanudar las relaciones econémicas, como en Polonia y Checoslovaquia. La disminucién, en todo el continente, del trabajo, a causa de las pérdidas de la guerra y de la continuacién de la movi- lizacién; el descenso de la productividad, a causa de Ia carencia de alimentacién continuada de los Imperios centrales; el agotamiento del suelo, por falta de la aplicacién usual de abonos artificiales du- rante el transcurso de la guerra; la inquietud de los espititus en las clases obreras, producida por los problemas econémicos fundamen- tales del dia. Pero, sobre todo ello, segtin Mr. Hoover, «hay una gran disminucién de las fuerzas, teflejo del agotamiento fisico, de grandes sectores de la poblacién, producido por las ptivaciones y por la fatiga espiritual y ffsica de la guerra». Muchas personas estén, por una u otra razén, sin colocacién. Segtin Mr. Hoover, un estado de las oficinas de colocacién de Europa en julio de 1919 mostraba que 15 millones de familias estaban recibiendo indemnizaciones por falta de empleo, en una u otra forma, y eran pagadas principalmente mediante una inflacién constante de la circulacién monetaria. En Ale- EUROPA DESPUES DEL TRATADO 151 mania hay que afiadir el desaliento que, tanto al trabajo como al capital, produce la idea de que si se cumplen literalmente los térmi- nos de la reparacién, todo aquello que puedan producir sobre el mf- nimum indispensable para su existencia se les arrebataré durante afios. Los datos exactos que poseemos no afiaden mucho a la descrip- cién general de la depresién. Pero recordaré al lector uno o dos de ellos, La produccién de carbén de Europa en conjunto se calcula que ha bajado en un 30 por 100, y del carbén dependen la mayor parte de las industrias de Europa y todo el sistema de transportes. Mientras que antes de la guerra Alemania producia 85 por 100 del alimento total que consumfan sus habitantes, ahora ha disminuido la productividad del suelo en 40 por 100, y la calidad efectiva de su stock viviente, en 55 por 100.' De los paises europeos que antes te- nfan un excedente grande de exportacién, Rusia, tanto por razén de la deficiencia de transportes como por la disminucién de su produc- cién, acaso muera de hambre. Hungria, aparte de otras perturbacio- nes, ha sido saqueada, inmediatamente después de recoger la cosecha, por los rumanos. Austria ha consumido toda su cosecha de 1919 antes de acabar el affo. Las cifras Ilegan a pecar de excesivamente abrumadoras para producir la conviccién en nuestro espfritu; si no fueran tan absolutamente malas, nuestra confianza en ellas podfa ser atin mayor. Pero aun cuando pueda obtenerse el carbén y recogerse el grano, Ja ruina del sistema de ferrocarriles europeos impide su transporte; y aun cuando Jas mercancfas puedan fabricarse, la quiebra del sistema europeo de circulacién impide su venta. He descrito ya las pérdidas causadas por la guerra y por las entregas, ordenadas en el Armisticio, para el sistema de transportes por Alemania. Pero aun asi, la situa- cién de Alemania, teniendo en cuenta su potencia de reposicién me- diante la industria, no es acaso tan grave como Ia de algunos de sus vecinos. En Rusia (acerca de Ja cual tenemos una informacién muy poco precisa), se cree que es desesperada la situacién del material movil y uno de los factores fundamentales de su actual desorden econémico; y en Polonia, Rumania y Hungrfa, la situacién no es mucho mejor. Y es el caso que Ia vida industrial moderna depende esencialmente de la facilidad de los transportes, y la poblacién que 1, Report sobre las condiciones de Ja alimentacién en Alemania, del Pro- fesor Startlinge. (Cmd. 280,) 152 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ ha Hegado a asegurar su vida por estos medios no puede seguir vi- viendo sin ellos. El desastre de Ia circulacién monetaria y la descon- fianza en su valor adquisitivo son agravantes de estos males que de- berén discutirse con més detalle en relacién con el comercio extran- jero. eCudl es, pues, nuestra visién de Europa? Una poblacién rural que. puede sostener su vida con el fruto de su propia produccién agricola, pero que no produce el excedente acostumbrado para sos- tener a las ciudades, y privada también (como consecuencia de la falta de materiales importados, Y, por tanto, de variedad y cantidad de mercanefas para vender en las ciudades) de los incentivos usuales para cambiar los alimentos por otros articulos; una poblacién indus- trial que no puede sostener sus fuerzas a causa de Ja falta de alimen- to, incapaz de ganar su vida por falta de materiales, y, por tanto, incapaz de mejorar mediante las importaciones del exterior la falta de productividad en el interior. Sin embargo, segtin Mr. Hoover, «un cdlculo aproximado harfa ver que la poblacién de Europa tiene 100 millones mds de los que puede sostener sin importaciones, y que tienen que vivir tan sélo de la produccién y distribucién de las ex- portaciones», EI problema de Ja reanudacién del circulo continuo de Ja pro- duccién y del cambio en el comercio exterior me leva a una digre- sién necesatia acerca de la situacién de Ia circulacién monetaria de Europa. Se dice que Lenin ha declarado que el medio mejor para destruir el sistema capitalista es viciar la circulacién. Con un Proceso conti- nuado de inflacién, los gobiernos pueden confiscar, secreta e inadver- tidamente, una parte importante de la riqueza de sus ciudadanos. Por este método, no sélo confiscan, sino que confiscan arbitrariamente; y aunque el procedimiento arruina a muchos, por el momento enti- quece a algunos. La contemplacién de esta reorganizacién arbitraria a favor de los ricos atenta no sdlo a la seguridad, sino a la confianza en Ja equidad de la actual distribucién de la riqueza, Los favorecidos Por este sistema, aun més de Jo que merecen y aun més de sus espe- ranzas o deseos, se convierten en especuladores, objeto del odio de la burguesfa, a la que la inflacidn ha empobrecido, no menos que del proletariado. Como Ia inflacién sigue y el valor real de la moneda tiene grandes fluctuaciones de mes a mes, todas las telaciones perma- nentes entre deudores y acteedores, que constituyen el primer fun- EUROPA DESPUES DEL TRATADO 153 damento del capitalismo, se desordenan tan profundamente que Ie- gan a no tener sentido, y el procedimiento para hacer dinero degenera en un juego y en una loterfa. Lenin tenfa, ciertamente, razén. No hay medio més sutil ni mds seguro de trastornar las bases existentes de la sociedad, que envilecer el valor de la moneda. El procedimiento pone todas las fuerzas re- cdnditas de las leyes econémicas del Jado de la destruccién, y lo hace de manera tal, que ni un solo hombre, entre un millén, es capaz de notarlo. En los tiltimos momentos de Ia guerra, todos los gobiernos beli- gerantes realizaron, por necesidad o incompetencia, lo que un bol- chevique hubiera hecho intencionadamente. Aun ahora, cuando la guerra esté ya terminada, muchos de ellos contintian, por debilidad, las mismas corruptelas. Pero ademés, los gobiernos de Europa, mu- chos de ellos ahora tan temerarios como débiles en sus procedimien- tos, tratan de dirigir contra Ia clase conocida como especuladores la indignacién popular, que es consecuencia obvia de sus viciosos pro- cedimientos. Estos especuladores son, hablando en términos genera- les, la clase de capitalistas negociantes, es decir, el elemento activo y constructivo de toda la sociedad capitalista, que, en un periodo de rapida elevacién de precios no pueden por menos de entiquecerse con rapidez, lo quieran o no. Si los precios se elevan continuamente, todo negociante que ha comprado pata tener un stock, o que posee propiedades o materiales, inevitablemente tiene que ganar. Por tan- to, dirigiendo el odio contra esta clase, los gobiernos europeos avan- zan en el camino fatal que el espiritu sutil de Lenin ha previsto conscientemente. Los especuladores son una consecuencia y no una causa de los precios altos. Combinando el odio popular a la clase de los especuladores con el golpe que se ha dado a la seguridad so- cial con la perturbacién violenta y arbitraria de los contratos y del equilibrio establecido de Ja riqueza, resultado inevitable de la infla- cién, estos gobiernos estén haciendo r4pidamente imposible la con- tinuacién del orden social y econémico del siglo xrx. Pero no tienen plan para reemplazarlo. Estamos, pues, colocados en Europa frente al espectéculo de una debilidad extraordinaria por parte de la gran clase capitalista que ha surgido de los triunfos industriales del siglo xix y que hace unos cuantos afios parecfa nuestra duefia todopoderosa. El terror y Ja co- bardia personal de los individuos de esta clase son ahora tan gran- 154 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ des; la confianza que tenfan en su papel en la sociedad y en la nece- sidad que de cllos tiene cl organismo social est4 tan amenguada, que son victimas faciles de la intimidacién. No ocurrfa esto en Inglaterra hace veinticinco afios, como no ocurre ahora en los Estados Unidos. Entonces los capitalistas crefan en si mismos, en su valor para la sociedad, en su derecho a la existencia continuada en el pleno goce de su riqueza y con el ilimitado ejercicio de su poder. Ahora tiem- blan ante cualquier insulto; Hlamadlos germanéfilos, financieros inter- nacionales 0 especuladores, y os daran cualquier cosa que piddis para que no habléis de ellos tan duramente. Se dejan arruinar y perder por los que han sido sus propios instrumentos: los gobiernos hechura suya y una prensa de Ja que son propietarios, Acaso es histéricamente cierto que toda clase social ha perecido siempre por su propia mano. En un mundo tan complejo como la Europa occidental, la Voluntad Inmanente puede realizar sus fines con mds insidia y traer la revolu- cién de un modo fatal, lo mismo mediante un Klotz o un George, que mediante los intelectualismos, demasiado crueles y conscientes para nosotros, de los sanguinarios filésofos rusos. La inflacién de los sistemas de circulacién monetaria de Europa ha logrado extraordinaria extensién. Los diversos gobiernos belige- rantes, incapaces o demasiado timidos, o demasiado imprevisores, pata asegurarse, por préstamos o impuestos, los recursos que nece- sitaban, han impreso billetes para hacer el balance. En Rusia y en Austria-Hungtfa este procedimiento ha Ilegado a tal punto, que, para los efectos del comercio exterior, la moneda no tiene prdcticamente valor. El marco polaco se puede comprar por penique y medio, y la corona austriaca, por menos de un penique; pero no se pueden ven- der de ningn modo. El marco alemén vale menos de dos peniques en cambio, En la mayor parte de los otros pafses de Ia Europa orien- tal y del sudeste, la situacién efectiva es casi tan mala. La moneda de Italia ha bajado a un poco més de la mitad de su valor nominal, a pesar de estar atin sujeta a cierto grado de regulacidn; la moneda francesa tiene un mercado inseguro, y aun la libra esterlina ha dis- minuido gravemente en su valor, y su porvenir es incierto. Pero mientras estas monedas tienen en el extranjero un valor precario, no han perdido nunca por completo, ni aun en Rusia, su poder adqui- sitivo en el interior. Hay un sentimiento de confianza en la moneda legal del Estado tan profundamente arraigado en los ciudadanos de todos los paises, que no pueden dejar de creer que algun dia esta EUROPA DESPUES DEL TRATADO 155 moneda recobraré al menos una parte de su primitivo valor. Piensan que el valor es inherente a la moneda como tal. Y no comprenden que la riqueza real que esta moneda estaba representando se ha dis’ pado de una vez para siempre. .Este sentimiento estA sostenido por las varias reglamentaciones con que los gobiernos tratan de controlar los precios interiores para reservar algtin poder adquisitivo a su mo- neda legal. ‘Asi, la fuerza de la ley conserva una cierta medida de po- der adquisitivo sobre algunas mercancfas, y la fuerza del sentimiento y de la costumbre mantienen, especialmente entre los campesinos, la voluntad de acumular papel que, en realidad, no tiene valor.. Sin embargo, Ia conservacién del valor ficticio de Ja moneda por Ja fuerza de Ia ley, expresada por la regulacién de los precios, con- tiene en sf misma el germen de una decadencia econdémica definitiva y agota en seguida las fuentes de los uiltimos recursos. Si un hombre estd obligado a cambiar el fruto de su trabajo por papel que, como pronto Ie ensefia Ia experiencia, no puede utilizar para comprar lo que necesita a un precio proporcionado al que él ha recibido por sus propios productos, guardar4 estos productos para si mismo, dispon- dra de ellos para amigos y vecinos como un regalo, o disminuird sus esfuerzos para producirlos. El sistema de hacer obligatorio el cambio de mercancfas por aquello que no es su valor real, no sélo reduce la produccién, sino que Ieva en tiltimo término a Ia ruina y a la inefi- cacia del trdfico, Pero si un gobierno se abstiene de reglamentar y deja que las cosas sigan su curso, las mercancfas més precisas Iegan pronto a unos precios sélo al alcance de los ricos, la depreciacién de Ja moneda es notoria, y el fraude cometido no puede ocultarse mds tiempo al ptiblico. El efecto sobre el comercio exterior de la reglamentacién de los precios y de la persecucién del especulador, como remedios contra la inflacién, es atin peor. Ocurra lo que quiera en el interior, la mo- neda alcanza en seguida su nivel real en el extranjeto, con el resul- tado de que los precios de dentro y fuera del pafs pierden su relacién normal. EJ precio de las mercancfas importadas, cuando se cambia al tipo corriente del cambio, resulta estar muy por encima del precio local, hasta cl punto de que muchas mercancfas necesarias no se im- portardén en absoluto por los partictilares, y tendrén que ser propor- cionadas por el gobierno, el cual, al revenderlas a menos del precio de coste, se hunde cada vez més en la insolvencia. El aprovisiona- 156 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ miento de pan, ahora casi universal en toda Europa, es el ejemplo més expresivo de este fendmeno Las naciones de Europa se dividen en dos grupos distintos en el momento presente, en cuanto se refiere al modo de manifestarse lo que es realmente el mismo mal en todas partes: unas, cuyas relacio- nes internacionales han sido cortadas por el bloqueo, y otras, cuyas importaciones han sido pagadas con los recursos de sus aliados. Tomo a Alemania como ejemplo de lo primero, y a Francia e Italia, de lo segundo. La circulacién de billetes de Alemania es unas diez veces? mayor de Jo que era antes de Ja guerra. El valor del marco, en oro, es una octava parte de su valor anterior. Como los precios del mundo, en oro, son mds del doble de lo que eran, resultaré que los precios en marcos, dentro de Alemania, deben ser de dieciséis a veinte veces mayores de lo que eran antes de Ia guerra, si han de estar de acuerdo y conformidad con los precios de fuera de Alemania? Pero no ocurre esto. A pesar de Ja gran subida en los precios alemanes, probable- mente no alcanzan todavia un término medio de cinco veces mayor que su nivel primitivo, por lo menos en cuanto se refiere a las mer- canefas principales; y es imposible que suban mds, a no ser mediante una combinacién simulténea y no menos violenta con el nivel de los salarios en dinero. La mala combinacién existente atenta de dos for- mas (aparte de otros obstaculos) contra la resurreccién del comercio de importacién, que es la premisa esencial de la reconstruccién eco- némica del pais. En primer lugar, las mercancfas importadas estén por encima del poder adquisitivo de Ia gran masa de la poblacién,! y la corriente de las importaciones, que se esperaba hubiera seguido al levantamiento del bloqueo, no fue de hecho posible, comercial- mente. En segundo lugar, es una empresa aventurada para un co- 2. Algo més, incluyendo «Darlehenskassenscheine». 3. Asi mismo, en Austria los precios deben estat entre veinte y treinta ve- ces sobre su nivel anterior. 4. Una de las dificultades més notorias y sintométicas que se han presen- tado a las autoridades alisdas, en su administracién de los tettitotios ocupados de Alemania durante el Armisticio, han surgido del hecho de que, aun cuando trafan alimentos al pais, los habitantes no podfan pagatlos al precio de coste, 5. Teéricamente, el nivel, indebidamente bajo, de los precios interiores debe estimular las exportaciones, mejorindose ast ast mismo. Pero en Alema- nia, y atin més en Polonia y Austria, hay poco o nada que exportar, y tiene que heber importacién antes de que pueda haber exportacién. EUROPA DESPUFS DEL TRATADO 157 merciante o para un fabricante el comprar con crédito extranjero material por el cual, una vez importado o fabricado, recibira moneda en marcos de un valor completamente incierto y acaso itrealizable. Este ultimo obstaculo para el resurgimiento del comercio suele pasar inadvertido, y merece alguna atencién. Es imposible, en el presente, decir lo que valdré el marco, en moneda extranjera, de aqui a tres o seis meses, 0 a un afio y el mercado de cambios no puede cotizar ci- fras que merezcan confianza. Puede ocurrir, por tanto, que un co- merciante alemén al que se Ie ofrezca ahora un crédito a corto plazo en libras 0 délares, velando por su crédito futuro y por su reputacién, vacile y dude en aceptarlo. Deberia libras esterlinas o délares, y ven- derfa sus productos en marcos, y sus medios, Iegado el momento, pata devolver estos marcos en la moneda en que tiene que pagar su deuda serfan enteramente probleméticos. Los negocios pierden su cardcter genuino y no son més que una especulacién con los cambios, cuyas fluctuaciones hacen desaparecer por completo las ganancias not- males del comercio. Hay, pues, tres obstdculos distintos para la reanudacidn del co- mercio: el desacuerdo entre Jos precios interiores y los precios inter- nacionales; Ia falta de crédito individual en el extranjero pata com- prar Jas materias primas necesatias para asegurar la actuacién del capital y para restablecer el cambio, y un sistema de circulacién mo- netaria desordenado, que hace Jas operaciones de crédito arriesgadas 0 imposibles, aparte de los riesgos ordinarios del comercio. La citculacién fiduciaria de Francia alcanza un nivel seis veces mayor que antes de la guerra. El valor, en cambio, del franco, pa- gado en oro, es un poco menos de dos tercios de su primitivo valor; es decir, el valor del franco no ha descendido en proporcién al aumen- to del volumen de Ia circulacién fiduciaria® Esta situacién de Fran- cia, aparentemente superior, es debida al hecho de que hasta hace poco una gran parte de sus importaciones no han sido pagadas, sino que habian sido cubiertas por préstamos de los Gobiernos de la Gran Bretafia y de los Estados Unidos. Esto ha permitido que se estable- ciera una falta de equilibrio entre las exportaciones y las importa- 6. Admitiendo, por la disminucién del valor del oro, que el valor del cambio del franco sea menos del 40 por 100 de su valor anterior, en lugar de la cifra actual de un 60 por 100 aproximadamente, si el descenso fuera pro- porcionado al aumento en el volumen de Ia cisculacién. 158 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ ciones, y esté siendo un factor muy grave, ahora que va disminuyen- do gradualmente el auxilio exterior. La econom{a interna de Francia, y el nivel de sus precios, en relacién con la circulacin de billetes y los cambios extranjeros, esté basada ahora en un excedente de im- portacién sobre exportacién, que no es posible que continte. Sin em- bargo, es dificil prever cémo restablecerse la situacién si no es por una disminucién del consumo en Francia, que, aunque sdlo sea tem- poral, provocard un gran descontento.” La situacién de Italia no es muy diferente. Allf la circulacién en billetes es cinco o seis veces mayor que antes de la guerra, y el valor en cambio de la lira en oro es Ja mitad de su antiguo valor. Asf, la relacién del cambio con el volumen de Ia circulacién de billetes ha llegado mucho mds lejos en Italia que en Francia. Por otra parte, los ingresos invisibles de Italia, por las remesas de emigrantes y el gas- to de los turistas, han disminuido muy seriamente; el hundimiento de Austria la ha privado de un mercado importante, y su especial de- pendencia de los barcos extranjeros y de las materias primas importa- das de toda especie la ha dejado muy particularmente sometida al per- juicio originado por el aumento de los precios en el mundo. Por to- 7. Lo lejos que esta Francia del equilibrio con el cambio internacional pue- de verse por la siguiente tabla: Excedente de Media mensual Importaciones Exportaciones —_importacién L. 1,000 L. 1.000 L. 1.000 1913... 2. 28.071 22.934 5.137 tog AT 16.229 5.112 1918... . 66.383 13.811 52.572 Enero-marzo 1919. . . . 77.428 13.334 64.094 Abriljunio 1919. . . . 84.282 16.779 67.503 Jaio 19, 9 518 24.735 68.778 Estas cifras se han convertido de un modo aproximado a la par; pero esté compensado por el hecho de que el comercio en 1918 y en 1919 se ha evalua- do a los tipos oficiales de 1917. Las importaciones francesas na pueden con- tinuar en cifras que se acerquen siquiera a éstas, y la apariencia de prosperidad basada en tal estado de los negocios es engefiosa, EUROPA DESPUES DEL TRATADO 159 das estas razones, su situacién es grave, y su exceso de importacién, sintoma de un caso tan grave como el de Francia? La inflacién existente y el desequilibrio del comercio internacio- nal estén agravados, tanto en Francia como en Italia, por la desdi- chada situacién financiera de los gobiernos de estos paises. En Francia, el fracaso en el establecimiento de impuestos es no- torio. Antes de la guerra, los presupuestos totales de Francia y de Inglaterra y el impuesto medio proporcional por cabeza eran casi iguales; pero en Francia no se ha hecho ningtin esfuerzo importante para cubrir el aumento de gastos. «E] aumento de impuestos en Gran Bretafia durante la guerra, segtin se ha calculado, ha sido de 95 fran- cos por cabeza, a 265; mientras que el aumento en Francia ha sido sélo de 90 a 103.» Los impuestos votados en Francia para el aiio financiero que acabé en 30 de junio de 1919 cubren menos de la mitad del gasto calculado como normal para la posguerra. El presu- puesto normal para el porvenir no puede calcularse en menos de 880 millones de libras, y pucde exceder de esta cifra; pero para el afio fiscal de 1919 a 1920, todavia los ingresos calculados por los impues- tos no alcanzan mucho més de la mitad de esta suma. El ministro de Hacienda francés no tiene plan ni politica para hacer frente a este asombroso déficit, salvo la esperanza de los ingresos pagados por Alemania en tal cantidad, que los mismos funcionarios franceses sa- ben que carece de fundamento. Mientras tanto, se va ayudando con las ventas de material de guerra y excedentes de los stocks america- nos, y no vacila, aun en la segunda mitad de 1919, en hacer frente 8. Las cifras para Italia son Jas siguientes: Excedente de Media mensual Importaciones Exportaciones _importacién L. 1.000 L. 1.000 L. 1.000 PH... + 12.152 8.372 3.780 It. . . » 9.744 7.368 2.376 MiRe 2 rt 47.005 8.278 38.727 Enero-marzo 1919... . 45.848 7.617 38.231 Abriljunio 1919. . . . 66.207 13.850 52.357 Julio-agosto 1919. . . . 44.707 16.903 27.804 160 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ al déficit aumentando atin més la emisién de billetes del Banco de Francia? La situacién financiera de Italia es acaso un poco mejor que la de Francia. La Hacienda italiana, durante la guerra, fue més emprende- dora que Ia francesa, ¢ hizo esfuerzos mucho mayores pata establecer impuestos y pagar el coste de la guetta. Sin embargo, el sefior Nitti, primer ministro, en carta ditigida al cuerpo electoral la vispera de Jas elecciones generales de octubre de 1919, creyé necesario hacer publico el siguiente desesperado anélisis de la situacién: 1. El gas- to del Estado es tres veces mayor que los ingresos. 2. Todas las empresas industriales del Estado, inclayendo ferrocarriles, telégrafos ¥ teléfonos, tienen pérdidas. A pesar de que el ptiblico compra el pan a un precio alto, ese precio avin representa para el gobierno una pérdida de unos mil millones al afio. 3. Las exportaciones que salen ahora del pais estén valuadas en la cuarta o quinta patte que las importaciones del exterior. 4. La deuda nacional aumenta aproxima- damente en mil millones de liras al mes. 5. El gasto militar de cada mes todavia es mayor que el gasto militar del primer afio de guerra. Pero si ésta es la situacién financiera de Francia ¢ Italia, la del resto de los pafses beligerantes de Europa es atin més desesperada. En Alemania, el gasto total del Imperio, Estados federados y ciuda- des, se calcula para 1919-1920 en 25.000 millones de marcos, de los cuales no se obtienen més _que 10.000 millones con los impuestos anteriormente existentes. Esto es, sin conceder nada para el pago de indemnizacién, En Rusia, Polonia, Hungrfa o Austria se puede considerar que no existe nada que seriamente se pueda Ilamar’ pre- supuesto,9 Asi, pues, el peligro de la inflacién antes descrito no es meramen- te un producto de la guerra, del cual pueda ser remedio la paz, sino que es un fenédmeno persistente cuyo término no se ve, 9. En las dos iltimas memorias del Banco de Francia que tengo delante al escribir (2 y 9 de octubre de 1919), los aumentos de la emisién de billetes en Ja semana ‘subfan a 18.750,000 libras y 18.825.000 libras, respectivamente, 10. El 3 de octubre de 1919, M. Vilinsky hizo su declaracién financiers ante Ia Dieta polaca. Caleulé el gasto para los nueve meses siguientes en més del doble que el de los nueve meses pasados. Y aunque en el primer perfode sus ingresos habfan Megado a una quinta parte de sus gastos para los meces siguientes, calculaba Jos ingresos en Ia octava parte de los gastos. El corresponsal Gel Times en Varsovia decia que, «en general, el tono de M. Vilinsky eta op- timista y parecta satisfacer al auditorion | EUROPA DESPUES DEL TRATADO 161 Todas estas influencias se combinan no sdlo para impedir a Euro- pa que inicie inmediatamente una cortiente de expostaciones lo bas- tante grande para pagar las mercancias que necesita importar, sino para quitarle el crédito necesario para obtener el capital requerido para el restablecimiento del cambio, apartando también las fuerzas de la ley econémica atin més de su cquilibrio en lugar de acercarlas a él, favoreciendo la continuacién de las circunstancias presentes, en fugar de curarse de ellas, Estamos ante una Europa improductiva, sin trabajo y desorganizada, desorganizada por querellas intestinas y pot el odio internacional, luchando, muriéndose de hambre, robando y mintiendo, ¢Qué garantias hay para hacer de ella una descripcién de colores menos sombrios? He prestado poca atencién en este libro a Rusia, Hungria y Aus- tria.” Allf, las miserias de la vida y Ja desintegracién de 1a sociedad son demasiado notorias para requerir andlisis; y estos paises estén ya sufriendo la actualidad de aquello que para el resto de Europa esté atin en el reino de las predicciones. Y, sin embargo, abarcan un vasto territorio y una gran poblacién, y son un ejemplo patente de lo mu- cho que puede sufrir cl hombre y de lo bajo que puede caer la socie- dad. Sobre todo, son para nosotros la sefial de cémo en Ia catéstrofe Ultima la enfermedad del cuerpo pasa a ser enfermedad del espiritu. Las privaciones econémicas acttian lentamente, y mientras los hombres las sufren con paciencia, el resto del mundo se preocupa poco, La eficacia fisica y la resistencia para el mal disminuyen con lentitud;” pero la vida se desarrolla como puede, hasta que por fin 11, Las condiciones del Tratado de Paz impuestas a la Reptiblica austriaca no tienen en cuenta el hecho real de Ja situacién desesperada de aquel Estado. El Arbeiterzeitung, de Viena, del 4 de junio de 1919, lo comentaba asi: «Ja mds ha traicionado el espiritu de un Tratado de Paz tan brutalmente las inten- ciones que se dijo habfan guiado su concepcién como en el caso de este Trata- do ..., en el cual toda decisidn se permite con rudeza y falta de piedad, en el que no se encuentra un soplo de simpatfa humana, que ultraja a todo aquello que une al hombre con el hombre, que es un crimen contra la humanidad mis- ma, contra un pueblo doliente y torturado». Conozco en detalle el Tratado con ‘Austria, y estuve presente cuando se redactaron algunas de sus condiciones; pero no encuentro facil contestar a la justicia de esta protesta. 12. Durante los meses pasados, los informes acerca de las condiciones sani- tarias en los Imperios centrales han sido de tal carfcter, que la imaginacién se entristece y casi peca uno de sentimentalismo al referitlas. Pero su veracidad general no esté en cuestién, y recojo las tres siguientes, que el lector no debe apartar de su espititu: «En los tltimos afios de la guerra, sélo en Austria mu- 11, — xevees 162 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ llega al limite de Ja resistencia humana, y los consejos de la desespe- racién y de la locura levantan a los dolientes del letargo que precede a la crisis. Entonces el hombre se sacude, y las ligaduras del habito se desatan. El poder de las ideas es soberano, y atiende cualquier in- dicacién de esperanza, de ilusién o de venganza que le llega por el aire, Cuando estoy escribiendo, las llamas del bolchevismo ruso pa- rece que, al menos por el momento, han brotado, y los pueblos de la Europa central y oriental han cafdo en un embotamiento aterrador. La tiltima cosecha pone a salvo de las privaciones mas duras, y la paz Hieron, por lo menos, 35.000 individuos de tuberculosis; slo en Viena, 12,000. Hoy nos encontramos con un mimero de individuos que son tratados como tu: bereulosos, de 350.000 a 400.000 ... Como resultado de Ja mala nutricién, esta creciendo una generacién sin sangre, sin miisculos, sin atticulaciones y sin cere- bron, (Newe Freie Presse de 31 de mayo de 1919). La Comisién de médicos nom- brada por las Facultades de Medicina de Holanda, Suecia y Noruega, para exa- minar las condiciones en Alemania, informaron como sigue, en la Prensa sueca, tn abril de 1919: «La tuberculosis, especialmente en los nifios, esté aumentat do en forma desoladora, y es, hablando en general, maligna. Asi mismo, el raqi temo es més grave y mas extendido. Es imposible hacer nada para estas enfer- inedades; no hay leche para los tuberculosos ni aceite de higado de bacalao para Tos taquiticos ... La tuberculosis est4 presentando aspectos casi sin preceden- tes, que hasta ahora habfan sido conocides s6lo como casos excepcionales. Todo {1 cuerpo es atacado al mismo tiempo, y Ia enfermedad en esta forma es pric- ticamente incurable ... La tuberculosis es casi siempre fatal ahora entre los adultos, Es causa del 90 pot 100 de los casos de los hospitales. No se puede hacer nada contra ella, a causa de la falta de alimentos. Se presenta en las formas més tetribles, tales como tuberculosis glandular, que se convierte en purulenta». Lo siguiente esté dicho por un escritor en la Vosischezeitung de 5 fe junio de 1919, que acompafié a la Misién Hoover al Erzgebirge: «Visite grandes comarcas, donde un 90 por 100 de la totalidad de los nifios estaban ra- Guiticos, y donde los nifios de tres affos empezaban apenas a andar ... Acom- pafiadme a una escuela en el Erzgebirge. Creeréis que se trata de una escuela ge parvulos para los pequefios. No; son nifios de siete y de ocho afios, con la rosa, con grandes ojos tristes, sombreados por las frentes salientes del itismo; sus pequefios brazos no son mis que pellejo y huesos, y sobre sus pictnas, torcidas, con sus articulaciones dislocadas, llevan un vientre inflado ron el edema del hambre ... ¢Veis este nifio?, decfa el doctor, consume ahora Gna cantidad enorme de pan, y, sin embargo, ya no se fortalece. He visto que todo el pan que recibia lo escondia bajo su colchén de paja. Tenia tan arraiga- do el temor al hambre, que hacia provisiones en lugar de comerse el pan: un Snetinto animal mal guiado hace el miedo al hambre peor que su sufrimiento de momento», Sin embargo, hay muchas personas, por lo visto, segtin cuya opinién Ia justicia exige que tales sexes paguen un tributo hasta que tengan cuarenta 0 cincuenta afios, para ayudar al contribuyente inglés. EUROPA DESPUES DEL TRATADO 163 se ha hecho en Parfs, Pero el invierno se acerca. Los hombres no tienen nada que esperar, ni esperanzas que alimentar. Habra poco combustible para moderar los rigores de la estacién y para confortar os cuerpos extenuados de los habitantes de las ciudades. Pero equién puede decir hasta dénde se puede suftir 0 qué camino tomarén los hombres para lograr, al fin, la liberacién de sus des- gracias? Capftuto VII LOS REMEDIOS Es dificil lograr una visién exacta en Jos grandes asuntos. He cri- ticado la obra de Paris, y he pintado con sembrfos colores las con- diciones y el porvenir de Europa. Este es un aspecto de Ia situacién, y creo que es verdadero. Pero cuando los fendmenos son tan com- plejos, los prondsticos no pueden sefialar nunca un solo camino, y se puede incurrir en el error de esperar consecuencias demasiado ré- pidas e inevitables de causas que acaso no son todas Jas aplicables al problema. La propia oscuridad del porvenir nos hace dudar de su exactitud; nuestra imaginacién est4 mds bien embotada que estimu- lada por una narracién demasiado sombria, y nuestro espfritu se aparta de Jo que tiene por «demasiado malo para ser cierto». Pero antes de que el lector se deje influir demasiado por estas reflexiones naturales, y antes de que yo le presente, lo que trato de hacer en este capitulo, remedios y mejoras, tendencias mds felices, permitd- mosle restablecer el equilibrio de su pensamiento, evocando el con- traste de Inglaterra y Rusia, de las cuales, si la una puede fortalecer demasiado su optimismo, la otra le recordaré que existe la amenaza de catdstrofes y que la sociedad moderna no es inmune para los ma- les mds graves. Generalmente no he tenido presente, en los capftulos de este li- bro, la situacién ni los problemas de Inglaterra, «Europa», en mi re- lato, debe entenderse generalmente con exclusién de las Islas Britd- nicas. Inglaterra pasa por un estado de transicién, y sus problemas econémicos son graves. Acaso estamos en visperas de cambios pro- fundos en su estructura social e industrial. Algunos de nosotros tal vez se feliciten ante tal porvenir; otros lo deplorardn. Pero su indole LOS REMEDIOS 165 es diferente de los que penden sobre Europa. No percibo en Inglate- rra la mas leve posibilidad de una catastrofe, ni probabilidad ninguna seria de un levantamiento general de la sociedad. La guerra nos ha empobrecido, pero no gravemente; yo cteo que la riqueza real del pais en 1919 es, por lo menos, igual a lo que era en 1900. Nuestra balanza comercial es adversa; pero no tanto como para que su resta- blecimiento implique el desorden de nuestra vida econémica.! El dé- ficit de nuestro presupuesto es grande, mas no superior a lo que una politica hébil, firme y prudente puede dominar. La reduccién de Jas horas de trabajo puede haber disminuido en algo nuestra produccién; pero no seta demasiado esperar que esto sea transitorio, y nadie que conozca al obrero inglés puede dudar que si le conviene, y si las con- diciones de su vida le petmiten vivir con agrado y contento razona- bles, producité, por lo menos, tanto en una jornada de trabajo corta como producfa antes en més horas. La guerra ha puesto de relieve Jos problemas mds setios para Inglaterra; pero eran problemas fun- damentales en sus origenes. Las fuerzas del siglo x1x han realizado su misién y se han agotado. Los motivos econémicos y los ideales de aquella genetacién no nos satisfacen ya; tenemos que hallar un camino nuevo, y tenemos que sufrir otra vez el malestar, y, en defini- tiva, Jos dolores de un nuevo parto industrial. Este es un elemento. 1. Las cifras para el Reino Unido son las siguientes: Tmportaciones Exportaciones Excedente de Media mensual netas importacién L. 1.000 L. 1.000 L. 1.000 1913... 54.930 43.770 11.160 dela. . = 30,097 35.893 14.204 Eneromarzo 1919, . - 109.578 49.122 60.456 Abril-junio HS... . 111.407 62.463 48.940 Julio-setiembre 1919. . . 135.927 68.863 67.064 Pero este excedente no es, en ningtin modo, tan grave como parece, porque con el alto precio de los fletes de la marina mercante, las diversas exportacio- nes invisibles del Reino Unido son probablemente mayores que eran antes de Ia guerra, y pueden dar un témino medio lo menos de 45 millones de libras mensuales. 166 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ El otro es aquel acerca del cual traté en el capitulo II: el aumento en el coste real de Ja alimentacién y Ia produccién descendente de Ja Naturaleza frente a un aumento mayor de la poblacién del mundo, tendencia que serd perjudicial especialmente pata los paises de ma- yor industria y que dependen en mayor parte de las provisiones ali- menticias importadas. Pero éstos son problemas eternos, de los que ninguna edad esté libre. Son de un orden completamente distinto de aquellos que pue- den afligir a los pueblos de la Europa central. Los lectores que tienen presente en su espfritu, sobre todo, las condiciones de Inglaterra, con las que estén familiarizados, y atin m4s los que viven en inmediata proximidad a Amética, y se sienten predispuestos al optimismo, de- ben volver su espititu hacia Rusia, Turqufa, Hungrfa o Austria don- de son un hecho actual los males fisicos més terribles que el hombre es capaz de suftir: hambre, frio, enfermedades, guerra, crimeh y anat- quia, si quieren conocer la importancia de las desgracias contra cuya ulterior extensién tenemos el deber de buscar remedio, si es que lo hay. eQué puede hacerse? Las sugerencias intentadas en este capitulo pueden parecer al lector inadecuadas. Peto se perdié la oportunidad en Paris durante los seis meses que siguicron al Armisticio, y nada que hagamos ahora puede reparar el dafio causado entonces. Las gran- des privaciones y los grandes peligros para la sociedad son ya inevi tables. Todo lo que podemos hacer ahora es volver a dirigir, en cuan- to dependa de nuestro poder, las tendencias econémicas fundamenta- Jes que presiden los acontecimientos del momento para que promue- van el resurgimiento de la prosperidad y el restablecimiento del or- den, en lugar de sumirnos més profundamente en Ja desgracia. Ante todo, debemos librarnos de la atmésfera y de los procedi- mientos de Paris. Los que han dirigido la Conferencia pueden doble- garse ante los captichos de la opinién popular; pero no nos sacardn nunca de nuestras inquietudes. Es diffeil suponer que el Consejo de los Cuatro pudieta volver sobre sus pasos, aunque quisiera hacerlo. La sustitucién de los gobiernos existentes en Europa es, por tan- to, un paso preliminar casi indispensable. Propongo, pues, a los que creen que la Paz de Versalles no pue- de durar, la discusién de un programa, con los siguientes temas: I. La revisién del Tratado. II. El arreglo de las deudas interaliadas. LOS REMEDIOS 167 IIT, Un empréstito internacional y reforma de la circulacién mo- netaria. IV. Las relaciones de Europa central con Rusia. I. La REVISION DEL TRATADO aTenemos algiin medio constitucional para modificar el Tratado? El presidente Wilson y el general Smuts, que piensan que haber ase- gurado el compromiso de la Sociedad de Naciones compensaré mu- Bhos de los males del resto del Tratado, han indicado que debemos pensar en la Sociedad para lograr Ja evolucién gradual de una vida mas tolerable para Europa. Hay arreglos tertitoriales —escribfa el general Smuts— en su declaracién al firmar el Tratado de Paz, que necesitardn revisién. Hay garantfas establecidas que todos esperamos han de resultar pronto desproporcionadas con el nuevo temperamento pacifico y oon la situacién inerme de nuestros antiguos enemigos. Se estable- cen castigos sobre la mayor parte de los cuales, calmada la pasién, se preferird pasar Ia esponja del olvido. Hay indemnizaciones esti- puladas que no se podran hacer efectivas sin grave dafio para el re- Surgimiento industrial de Europa, y que por interés de todos se ha- tan mas tolerables y modetadas ... Yo conffo todavia en que la So- Ciedad de Naciones ba de ser el medio para librar a Europa de la ruina ocasionada por esta guerra. El presidente Wilson, cuando presenté el Tratado a principios de julio de 1919, informaba: Sin la Sociedad ... la inspeccién continuada sobre Ja obra de Jas reparaciones que Alemania se comprometié a realizar durante Ia préxima generacién, tiene que fracasar pot completo, y serfam im- 2. El presidente Wilson se equivocé al sugerir que Ja vigilancia de los pa: gos de reparacion habia sido confiada a Ja Sociedad de Naciones. Como sefialé en el capitulo V, aungue se invoque la Sociedad para la aplicaci6n de 1a mayor parte de las disposiciones econdmicas y tesritoriales del Tratado, no seré Jo Pismo en cuanto a as repataciones, en cuyos problemas y modificaciones la Comisién de reparaciones es poder supremo, sin apelacién de ninguna especie @ Ja Sociedad de Naciones. 168 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ practicables el nuevo examen y la revisién de los acuerdos adminis- trativos y de las restricciones que prescribe el Tratado; pero reco- nociendo que no podrfan ser ventajosas ni completamente justas, si se sostienen en vigor mucho tiempo. ¢Podemos abrigar la esperanza de asegurar, mediante la actuacién de a Sociedad, los beneficios que sus dos principales autores nos anima- ban a esperar de ella? En el articulo 19 del Compromiso se encon- trard el pasaje que contesta, que dice lo siguiente: «La Asamblea puede, de tiempo en tiempo, aconsejar que los miembros de la So- ciedad vuelvan a examinar los Tratados que hayan Iegado a ser inaplicables y a considerar de nuevo las condiciones internacionales, cuya continuacién puede perjudicar la paz del mundo». Pero el art. 5.° dispone que, «salvo en los casos en que se haya dispuesto expresamente de otra manera en este Compromiso o en los términos del presente Tratado, las decisiones de toda reunién de la Asamblea del Consejo exigirén la conformidad de todos los miem- bros de la Sociedad tepresentados en Ja reunién». ¢No reduce esta disposicién a la Sociedad, en cuanto se trate de un nuevo examen de cualquiera de los términos del Tratado de Paz, a ser un cuerpo que no sitva més que para perder el tiempo? Si todas las partes que han intervenido en el Tratado opinan undnimemente que éste requiere alteracidn en cualquier punto especial, no se necesita una Sociedad y un Compromiso para Ilevarla a cabo. Aun cuando la Asamblea de Ja Sociedad logre la unanimidad, no puede hacer més que aconsejar la revisién a los miembros a quienes especialmente afecte. Pero la Sociedad actuard, dicen sus defensores, mediante su in- fluencia sobre la opinién piiblica del mundo, y el modo de pensar de la mayorfa pesaré decisivamente en Ia préctica, aun cuando constitu. cionalmente no tenga valor. Pidamos que asi sea. Pero la Sociedad, en manos de los diplométicos europeos adiestrados, puede conver- tirse en un instrumento sin igual para obstruir y aplazar. La revisién de los Tratados se conffa, primeramente, no al Consejo, que se retine con frecuencia, sino a la Asamblea, que se reuniré mds raramente, y que Ilegaré a ser, como todo el que tiene experiencia de las gran- des conferencias interaliadas debe saber, una Asamblea deliberante poliglota, en la que la resolucién més importante y los mejores acuer- dos fracasarén, si proponen soluciones contrarias al stato quo. Hay, en verdad, dos manchas desastrosas en el Compromiso: el articu- LOS REMEDIOS 169 Jo 5.°, que prescribe la unanimidad, y el tan criticado articulo 10, por el cual «los miembros de la Sociedad se comprometen a respetar y conservar contra las agtesiones extetiores Ia integridad territorial y la independencia politica existente de todos los miembros de 1a So- ciedad». Estos dos artfculos coinciden, en cierto modo, para des- truir el concepto de la Sociedad como instrumento de progreso y para dotarla, desde el principio, de una inclinacién, casi fatal, hacia el statu quo. Estos son los articulos que han ganado para Ia Sociedad algunos de sus primitivos contrarios, que ahora esperan hacer de ella otra Santa Alianza para perpetuar la ruina econémica de sus enemi- gos y el equilibrio de las Potencias que les parece haber establecido con la paz en su propio interés. Pero asi como seria erréneo y tonto ocultarnos a nosotros mis- mos, en interés del «ideal», las dificultades positivas de la revisién de los Tratados, no hay ninguna raz6n para despreciar Ia Sociedad, que, si el mundo fuera sensato, todavia podria ser transformada en un poderoso instrumento de paz, y que en los articulos 11 a 17; ha realizado ya una mejora grande y provechosa. Estoy conforme, por tanto, en que nuestros primeros esfuerzos para la revisién del Tra- tado deben hacerse mediante la Sociedad antes que por ningtin otro medio, en la esperanza de que la fuerza de la opinién general, y si fuera necesario, la presién financiera y los estimulos financieros, se- tian bastante pata impedir que una minorfa recalcitrante ejercite su derecho de veto. Debemos confiar en los nuevos gobiernos, cuya formacién en los principales paises aliados anuncio, para que den ptuebas de sabiduria mds profunda y de mayor magnanimidad que sus predecesores. Hemos visto en los capitulos TV y V que hay muchos particula- res en los que el Tratado es criticable. No trato de entrar ahora en detalles, ni de intentar una revisién del Tratado, cléusula por cldusu- la. Me limito a sefialar tres grandes cambios, necesarios para la vida econémica de Europa, en cuanto a las reparaciones, al carbén, al hierro y a los aranceles de Aduanas. 3. Estos articulos, que establecen salvaguatdias contra la ruptura de hos- tilidades entre miembros de la Sociedad, y también entre miembros y no miembros, es la més sdlida obra del Convenio. Estos articulos, positivamente, dificultan una guerra como Ia de 1914 entre las grandes Potencias organizadas. Esto sdlo recomienda la Sociedad a todos los hombres. 170 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ Reparaciones Si la suma exigida por reparaciones es menor que aquella a que los aliados tienen derecho, segtin la recta interpretacién de sus com- promisos, es intitil especificar las partidas ni argumentar acerca de su composicién. Por tanto, propongo a siguiente solucién: 1. La suma del pago que ha de hacer Alemania por reparacio- nes y coste de los ejércitos de ocupacién, se fijaré en 2.000 millones de libras. 2. La entrega de la marina mercante y de los cables submarinos, segtin cl Tratado; del material de guerra, segtin el Armisticio; de las propiedades del Estado en tertitorio cedido; de las reclamaciones contra tales tetritorios, en lo relativo a la deuda publica, y de las reclamaciones de Alemania contra sus antiguos aliados se calculardn en la suma total de 500 millones de libras, renunciando a evaluarla partida por partida. 3. El saldo de 1.500 millones de libras no producird interés, y seré pagado por Alemania en 30 plazos anuales de 50 millones de libras, empezando en 1923. 4. La Comisién de repataciones se disolverd, 0, si le quedan algunos deberes que cumplir, se convertité en una dependencia de Ja Sociedad de Naciones, en Ja que habré representantes de Alemania y de los Estados neutrales. 5, Se permitird a Alemania que entregue Jos plazos anuales en la forma que le convenga; debiendo presentarse a la Sociedad de Na- ciones toda gueja por el incumplimiento de sus obligaciones. Esto es, en adelante no se expropiarén Jos bienes privados alemanes en el extranjero, excepto en cuanto sea necesario atender a las obligaciones alemanas privadas procedentes de Jas liquidaciones de esa propiedad © que esté en manos de los fiduciarios ptiblicos y de los custodios de Ja propiedad enemiga en los paises aliados y los Estados Unidos, y en particular, seré derogado el articulo 260 (que dispone la expro- piacién de los intereses alemanes en empresas de ut dad piiblica). %. No se hard ningtin intento para obtener pagos de reparacién de Austria LOS REMEDIOS 174 Carbon y hierro 3 1. Las opciones de los aliados sobre el carbén, establecidas en el anexo 5.°, serén abandonadas; pero se mantendré la obligacién de Alemania de compensar a Francia por la pérdida de carbén causada por la destruccién de sus minas. Es decir, que Alemania se com- promete a entregar a Francia anualmente, durante un petiodo que no pase de diez afios, una cantidad de carbén igual a la diferencia entre la produccién anual anterior a la guerra de las minas de carbén del norte y del Paso de Calais, destruidas a consecuencia de la guerra, y la produccién de Jas minas del mismo territorio durante esos afios. Tal entrega no excederd de 20 millones de toneladas al afio, en los primetos cinco afios, y de 8 millones de toneladas en cualquier de los cinco afios siguientes. Esta obligacién cesarfa, sin embargo, en el caso de que se quitaran a Alemania, en el arreglo final que siga al plebiscito, los distritos car- bonjferos de la Alta Silesia. 2. El arreglo referente al Sarre se mantendrd, excepto en que por una parte no se acreditaré a Alemania el valor de las minas, y por otra parte se le devolverén las minas y el territorio, sin pago e incondicionalmente, después de diez afios. Pero esto ser condicio- nal, dependiendo de la entrada de Francia en un acuerdo, segtin el cual, durante el mismo perfodo, proporcionaré a Alemania, proce- dente de Lorena, por lo menos el 50 por 100 del mineral de hierro que se Hevaba de Lorena a Alemania antes de la guerra, a cambio de un compromiso por parte de Alemania de proveer a la Lorena con una suma de carbén igual a la cantidad total que antes se le enviaba de la Alemania propiamente dicha, después de tener en cuenta la produccién del Sarre. 3. El arreglo establecido para la Alta Silesia se mantendré. Es decir, se verificaré un plebiscito, y al Iegar a una decisién final, «se tendrdn en cuenta, por las principales Potencias aliadas y asociadas, los deseos de los habitantes, mostrados en la votacién, y las condi- ciones geogréficas y econémicas de la localidad». Pero los aliados declararén si, a su juicio, las «condiciones econémicas» exigen la 172 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ agregacién de los distritos del carbén a Alemania, a no ser que la voluntad de los habitantes sea decididamente contraria. 4, La Comisién del carbén, ya establecida por los aliados, se convertird en una secuela de Ja Sociedad de Naciones y se ampliard para dar cabida a representantes de Alemania y de los otros Estados de Ja Europa central y oriental, de los neutrales del norte y de Suiza. Su autoridad seré solamente consultiva; pero se extenderé a Ia dis- tribucién de Jos aprovisionamientos de carbén de Alemania, Polonia y las partes constitutivas del antiguo Imperio austro-hingaro y del excedente exportable de Inglaterra. Todos los Estados, representados en Ja Comision, se comprometeran a proporcionarle la més completa informacién y a dejarse dirigir por su Consejo hasta donde su sobe- rania y sus intereses vitales lo petmitan. Aranceles Se estableceré, hajo los auspicios de Ia Sociedad de Naciones, una Unidn de librecambio de los paises que se comprometan a no esta- blecer aranceles proteccionistas 4 contra los productos de los demés miembros de la Unién. Alemania, Polonia, los nuevos Estados que antiguamente componfan Austria-Hungrfa y el Imperio turco y los Estados mandatarios serin obligados a adheritse a esta Unién durante diez afios, pasado cuyo tiempo la adhesién ser4 voluntaria. La adhe- sién de los demés Estados sera voluntaria, desde el principio; pero en todo caso es de esperar que el Reino Unido sea un miembro de origen. Al fijar los pagos pot reparaciones, atendiendo a Ja capacidad de Alemania para pagar, reavivaremos la esperanza y el espftitu de em- 4, Seria facil definir asi un arancel proteccionista, que permitiera: @) La prohibicién total de ciertas importaciones. 5) La imposicién de aranceles sun- tuatios o de renta sobre las mercancfas no producidas en el pafs. c) La impo- sicién de aronceles que no excedieran on més de un 5 por 100 a los derechos equivalentes sobre mercancfas similares a las producidas en el interior, y d) De- rechos de expottacién. Ademés, podrian permitirse excepciones especiales por mayoria de votos de los pafses que entraran en la Unién. Los derechos que hayan existido durante cinco afios antes a la entrada de un pais en Ja Unién, se puede permitit que desaparezcan gradualmente, por plazos iguales, distribui- dos en Jos cinco afios siguientes a Ia entrada en la Unién. LOS REMEDIOS 173 ptesa dentro de su territorio, evitaremos los rozamientos perpetuos y los motivos de presiones inconvenientes establecidas en las clausu- jas del Tratado, imposibles de cumplir, y haremos innecesarios los poderes intolerables de Ja Comisién de reparaciones. Con la mode- racién de las cléusulas referentes, directa 0 indirectamente, al car- bén, y con el cambio del mineral de hierro, permitiremos 1a conti- nuacién de la vida industrial de Alemania y contendremos el descenso de la productividad que resultarfa del conflicto entre las fronteras politicas y Ia localizacién natural de Ja industria del hierro y del acero. Mediante la Unidn librecambista propuesta, podria recuperarse parte de la pérdida de organizacién y de cficacia econémica, que de otro modo se producird por Jas innumerables fronteras politicas aho- ra creadas entre los Estados nacionalistas, avaros, envidiosos, sin ma- durez y econémicamente deficientes. Las fronteras econémicas eran tolerables, mientras unos pocos grandes Imperios abarcaban un terri- torio inmenso; pero no seré tolerable una vez que los Imperios ‘de Alemania, Austria-Hungria, Rusia y Turquia se hayan repartido entre unas veinte soberanias independientes. Una Unién librecambista que comprenda toda la Europa central, oriental y sudotriental, Siberia, Turqufa y, como yo lo espero, el Reino Unido, Egipto y 1a India, puede hacer tanto por Ja paz y la prosperidad del mundo como la misma Sociedad de Naciones. Es de esperar que Bélgica, Holanda, Escandinavia y Suiza se adhieran en breve a ella, Y es muy de de- seat, por sus amigos, que Francia e Italia encuentren también medio para adherirse. Supongo yo que algunos criticos objetardén que tal arreglo puede conducir, en cierto modo, a la realizacién de Jos antiguos suciios ale- manes de la Mitteleuropa. Si los demés paises fueran tan necios como pata quedarse fuera de la Unidn y dejar a Alemania todas sus ventajas, podria haber en esto alguna verdad. Pero un sistema eco- némico al que cada cual tiene ocasién de pertenecer y que no con- cede privilegio especial a nadie, estd absolutamente a salvo de las objeciones de un plan imperialista privilegiado y confesadamente de exclusién y preferencias. Nuestra actitud ante estas criticas debe de- terminarse por nuestra actitud moral y sentimental frente al porvenir de las relaciones internacionales y de la paz del mundo. Si lo que nos proponemos es que, por Jo menos durante una generacién, Alemania no pueda adquirir siquiera una mediana prosperidad; si creemos que 174 LAS CONSECUENCIAS ECONGMICAS DE LA PAZ todos nuestros recientes aliados son Angeles puros y todos nuestros recientes enemigos, alemanes, austriacos, htingaros y los demés son hijos del demonio; si deseamos que, afio tras aio, Alemania sea em- pobrecida y sus hijos se mueran de hambre y enfermen, y que esté rodeada de enemigos, entonces rechacemos todas las proposiciones de este capitulo, y particularmente las que puedan ayudar a Alemania a recuperar una parte de su antigua prosperidad material y a encon- trar medios de vida para la poblacién industrial de sus ciudades. Pero si tal modo de estimar a las naciones y las relaciones de unas con otras fuera adoptado por las democracias de la Europa occidental y setvido financieramente por los Estados Unidos, entonces, jque el Cielo nos salve a todos! Si nosotros aspitamos deliberadamente al empobrecitiento de la Europa central, la venganza, no dudo en pre- decitlo, no tardaré. No habr4 nada, entonces, que pueda retrasar mucho tiempo esa guerra civil, tiltima, entre las fuerzas de da reac- cién y las convulsiones desesperadas de Ja revolucin, ante cuyos horrores serén insignificantes los de la tiltima guerra alemana, y que destruird, sea quienquiera el vencedor, la civilizacién y el progreso de nuestra generacién. Aunque el resultado nos defraude, ¢no debe- mos basar nuestras acciones en esperanzas de algo mejor y creer que la prospetidad y la felicidad de un pais engendra la de los otros, que Ja solidaridad del hombre no es una ficcién y que avin pueden las naciones tratar a las otras naciones como semejantes? Las modificaciones que antes he propuesto podrfan contribuir a poner en condiciones a las poblaciones industriales de Europa para continuar ganando la vida. Peto no son suficientes. En particular, Francia perdetia en teorfa (en teorfa solamente, porque nunca lega- ria a obtener el cumplimiento efectivo de sus presentes reclamacio- nes) y habria que buscarle, en otra direccién, salida a sus dificultades. Procedo, pues, a hacer proposiciones: primero, para la regulacién de las reclamaciones entre América y los aliados, y segundo, para pro- porcionar un crédito suficiente que faculte a Europa para volver a crear su stock de capital circulante. TI. ARREGLO DE LAS DEUDAS ENTRE ALTADOS Al proponer la modificacién de las cléusulas de reparaciones, las he considerado tan sdlo en relacién con Alemania. Pero la honradez LOS REMEDIOS 175 exige que una reduccién tan grande en Ia totalidad vaya acompafiada de un nuevo ajuste de su proporcionalidad entre los aliados. Los ofre- cimientos hechos por nuestros hombres de Estado desde todas sus plataformas durante la guerra, asi como otras consideraciones, exi- gen ciertamente que los territories petjudicados por la invasién del enemigo reciban prioridad en la compensacién. Asi como éste fue uno de los objetos por que deciamos que luch4bamos, nunca incluimos el recuperar las pensiones entre nuestros fines de guerra. Propongo, por tanto, que nos mostremos en nuestros actos sinceros y dignos de confiar y que, obrando asi, Gran Bretafia abandone desde luego sus reclamaciones de pago en metélico a favor de Bélgica, Servia y Fran- cia. La totalidad de los pagos hechos por Alemania deberd, pues, estar sujeta a Ia obligacién prefcrente de reparar el dafio material causado a los paises y provincias que suftieron la invasién del ene- migo; y yo creo que la suma de 1.500 millones de libras esterlinas asi utilizable ser bastante para cubrir enteramente el coste actual de Ja restauracién. Ademds, tan sélo mediante la pretericién absoluta de sus reclamaciones de compensacién en metélico podrd pedir Gran Bretafia con autoridad Ia revisién del Tratado y limpiar su honor del incumplimiento de su palabra, en el cual tiene Ja principal responsa- bilidad, a causa de la politica en que comprometié a sus represen- tantes la eleccién general de 1918. Solventando asi el problema de las reparaciones, se podrén evar adelante bajo mejores auspicios y con mayor esperanza de éxito las otras dos proposiciones financieras, cada una de las cuales implica una llamada a la generosidad de los Estados Unidos. La primera pretende la cancelacién completa de la deuda entre Jos aliados (es decir, la deuda entre los gobiernos de los paises alia- dos y asociados), contrafda con propésitos de guerra, Tengo esta pro- posicién, que ya se ha presentado en algunos sitios, por absolutamen- te esencial para la prosperidad futura del mundo. Seria un acto de alta previsidn politica para el Reino Unido y para los Estados Unidos, las dos potencias principalmente obligadas a adoptarla. Las sumas de dinero que supone se indican aproximadamente en la siguiente tabla:* 5. Las cifras de esta tabla estén calculadas en parte parcialmente, y pro- bablemente no son completamente exactas en el detalle; pero muestran las ci- fras aproximadas con suficiente exactitud para los propdsitos del presente argu- mento. Las cifras britdnicas estén tomadas de los Libros Blancos de 23 de oc- tubre de 1919 (Cmd. 377). En cualquier arreglo efectivo se necesitan modifica- 176 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ Por los Por el Préstamos Estados Reino Por consentidos Unidos Unido Prancia Toran Ex millones En millones En millones En millones de libras de libras de libras de libras Al Reino Unido . . 842 = — 842 AFrancia . . . . 550 508 = 1.058 Miele 25 467 35 827 Ride 38 568 6 160 766 A Bégica. . . . . 80 987 90 268 A Servia y Yugoslavia 20 208 20 60 A los otros aliados . 35 79 50 164 Toran . . . . 1.890 1.740 355 3.995 Asf, el volumen total de la deuda interaliada, suponiendo que los empréstitos de uno de los aliados no estén cubiertos por los em- préstitos hechos a otto, se acerca aproximadamente a 4.000 millones de libras. Los Estados Unidos no han hecho més que prestar. El Reino Unido ha prestado unas dos veces més que ha pedido. Fran- cia ha pedido prestado unas tres veces mds que ha prestado ella. Los otros aliados no han sido mds que deudores. Si toda la deuda interaliada expresada se condonara mutuamen- te, el resultado neto en el papel (esto es, suponiendo que todos los empréstitos sean aceptables) supondrfa la pérdida para los Estados Unidos de unos 2.000 millones de libras; para el Reino Unido, de ciones en conexién con ciertos préstamos de oro, 0 por otros motivos. Yo me ocupo en lo que sigue sdlo del principio general. Las sumas adelantadas pot Jos Estados Unidos y Francia que estdn en délares y francos, las hemos calcu- Jado aproximadamente a la par. El total excluye los empréstitos obtenidos por el Reino Unido en el mercado de los Estados Unidos y los empréstitos obtenidos por Francia en el mercado del Reino Unido o de los Estados Unidos, 0 toma- dos del Banco de Inglaterra. 6. No comprendido el interés de Ia deuda después de la Revolucién bol- chevique. 7. Los anticipos hechos a este pafs no tienen interés. 8. EI total de los préstamos consentidos por los Estados Unidos es ahora de 2.000 millones de libras; pero nos faltan los uiltimos detalles. LOS REMEDIOS 177 unos 900 millones de libras; Francia ganaria unos 700 millones de li- bras, e Italia unos 800 millones. Pero estas cifras mds bien exageran la pérdida del Reino Unido y disminuyen la ganancia de Francia, porque una gran parte de los empréstitos hechos por ambos pafses han sido para Rusia, y no pueden, por mucho que se esfuerce la ima- ginacién, darse por vélidos. Si se estimara que los préstamos hechos por el Reino Unido a sus aliados valen el 50 por 100 de su valor verdadero (suposicién arbitraria, pero conveniente, que el canciller del Exchequer ha aceptado, en més de una ocasin, tan buena como cualquier otra, para el propésito de obtener un balance nacional aproximado), la operacién no implicarfa para ella ni pérdida ni ga- nancia. Pero cualquiera que fuera cl resultado neto, calculado en el papel, el alivio de la ansicdad que tal liquidacién producirfa seria muy gran- de. Esta proposicién pide, pues, generosidad a los Estados Unidos. Hablando con un conocimiento intimo de Ias relaciones que han tenido durante la guerra los ‘Tesotos britdnico, americano y aliados, creo que éste serfa un acto de generosidad que Europa puede pedir perfectamenie, con tal de que ella por su parte haga propésito hon- rado de no continuar Ia guerra, econémica o de otra clase cualquiera, y de Hevar a cabo Ia reconstitucién econdmica de todo el continente. Los sacrificios financieros de los Estados Unidos han sido pro- porcionalmente a su siqueza inmensamente menores que los de los Estados europeos. Y esto no podia haber sido de otra manera. Era una querella europea en la que el Gobierno de los Estados Unidos no hubiera podido justificar ante sus ciudadanos el gasto de toda su fuerza nacional, como hicieron los europeos. Después que los Esta- dos entraron en la guerra, su auxilio fue ilimitado y espléndido, y sin esta ayuda los aliados nunca hubieran podido ganar la guerra, prescindiendo por completo de la influencia decisiva de Ia Iegada 9. La historia financiera de los seis meses, desde fines del verano de 1916, hasta la entrada de los Estados Unidos en la guerra, en abril de 1917, est4 por escribir. Son muy pocas personas —fuera de la media docena de funcionarios del Tesoro briténico, que vivieron en contacto diario con las inmensas ansieda- des y Ins exigencias financieras imposibles de aquellos dias— las que pueden hhacerse cargo plenamente de la firmeza y del valor que fueron necesarios y de Jo desesperado que hubiera sido scguir la empresa sin cl auxilio del Tesoro de Jos Estados Unidos. Los problemas financieros desde abril de 1917 en adelante fueron de una condicién completamente diferente de Ia de Jos meses prece- dentes. 12, — Keynes 178 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ de las tropas americanas. Europa, por tanto, no puede olvidar nunca Ja extraordinaria ayuda que le fue ofrecida durante los primeros seis meses de 1919, por la intervencién de Mr. Hoover y de la Comisién americana de auxilios. Nunca hubo obra mds noble de desinterés y buena voluntad ni Mevada a efecto con més tenacidad, sinceridad y habilidad, ni menos agradecimiento, pedido ni dado. Los ingratos gobiernos de Europa deben a la habilidad politica y a Ja informacién de Mr. Hoover, y de su grupo de hombres de trabajo americanos, mucho més de lo que han sido capaces de apreciar hasta ahora, ni Iegarén a reconocer nunca. La Comisién de auxilios americana, y sdlo ella, aprecié la situacién de Europa, durante aquellos meses, en su verdadera perspectiva, y sintié hacia ella todo lo que los hombres pueden sentir. Fueron sus esfuerzos, su energia y los recursos ame- ticanos puestos por el presidente a su disposicién, a veces en contra de la propia obstruccién europea, los que no sélo evitaron una can- tidad inmensa de sufrimiento humano, sino que salvaron a la orga- nizacién europea de la ruina general.” Pero al hablar asf,-como lo hacemos, del auxilio financiero ame- ricano, suponemos técitamente, y América creo yo que lo supuso tam- bién cuando dio el dinero, que no se trataba al hacer esto de una inversién de dinero, Si Europa tuviera que pagar los 2.000 millones de libras del auxilio financiero que ha recibido de los Estados Uni- dos, con un interés compuesto al 5 por 100, la cosa cambiaria por completo de carécter. Si los anticipos de América se fueran a conside- rar as{, su siempre relativo sacrificio financiero habria sido realmente muy leve. Las controversias sobre los sacrificios respectivos son estériles y muy necias, porque no hay razén en el mundo para que los sactificios relativos sean necesatiamente iguales, habiendo tantas otras conside- raciones muy pertinentes y por completo diferentes en cada caso. Los dos o tres hechos que siguen se aducen, no para sugerir un argumen- 10. Mr. Hoover fue el tinico hombre que salié de Ia prueba de Paris con una reputacién realzada. Esta compleja personalidad, con su aire habitual_de titén cansado (0, como otros dirian, de luchador agotado), con sus ojos fijos constantemente sobre la verdad y sobre los hechos esenciales de la situacién europea, aporté a los Consejos de Paris, cuando tomé parte en ellos, precisa- mente, ese soplo de realidad, de conocimiento, de magnanimidad y de desin- terés que, si se hubiera encontrado también en otros elementos, nos hubieran proporcionado la buena paz. LOS REMEDIOS 179 to que obligue a los americanos, sino tan sdlo para demostrar que, puesto en su propio punto de vista egofsta, un inglés no trata de evitar el debido sacrificio que a su pais corresponde al sugerir esta proposicién: 1. Las sumas que el Tesoro briténico tomé prestadas del Tesoro ameticano, después de haber entrado éste en Ja guerra, se compensaron, aproximadamente, con las sumas que Inglaterra presté a los ottos aliados durante el mismo perfodo (esto es, prescindiendo de Jas sumas prestadas antes de que los Estados Unidos entraran en Ja guerra), de donde resulta que casi toda la deuda de Inglaterra con los Estados Unidos fue contraida, no por su propia cuenta, sino para poder auxiliar a sus ottos aliados, que, por diferentes razones, no estaban en situacién de obtener sus auxilios de los Estados Uni- dos directamente." 2, El Reino Unido ha vendido, aproximadamente, 1,000 millones de libras esterlinas de sus valores extranjeros, y por afiadidura ha contraido una deuda exterior que sube a unos 1.200 millones de libras. Los Estados Unidos, lejos de vender, han com- prado més de 1.000 millones de libras, y no han adquirido efectiva- mente deuda ninguna exterior. 3. La poblacién del Reino Unido es, aproximadamente, Ia mitad que la de los Estados Unidos; su renta, aproximadamente, es una tercera parte, y su riqueza acumulada, en. tre la mitad y una tercera parte, La capacidad financiera del Reino Unido puede calcularse, por tanto, en unas dos quintas partes de la de los Estados Unidos. Estas cifras nos permiten hacer las siguicntes comparaciones. No contando los préstamos a cada uno de los aliados (en el supuesto, justo, de que estos préstamos tengan que ser de- vueltos), los gastos de guerra del Reino Unido han sido unas tres veces mayores que los de los Estados Unidos, o sea, en proporcién a su capacidad, entre siete y ocho veces mayores. Dilucidado este punto lo més brevemente posible, vuelvo a los problemas més amplios de las futuras relaciones entre los que toma- ron parte en Ia ultima guerra, por los cuales deben ser juzgadas las presentes proposiciones principalmente. Fracasado el arreglo que ahora se propone, la guerra acabaria con una trama de gravosos tributos pagaderos de unos a otros alia- 11. Aun después que los Estados Unidos entraron en guerra todo el gasto de Rusia en los Estados Unidos, ast como la totalidad de los otros gastos de aquel Gobierno en el extranjero, tuvieron que ser pagados por el Tesoro bri- tinico. 180 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ dos, La suma total de este tributo exceder4, probablemente, de la suma que ha de poder obtenerse del enemigo, y la guerra habra acabado con el resultado intolerable de que los aliados se paguen unos a ottos indemnizaciones, en lugar de recibirlas del enemigo. Por esta raz6n, la cuestién de las deudas interaliadas estd estre- chamente ligada al intenso sentimiento popular de Jos aliados europeos en la cuestién de las indemnizaciones, sentimiento que esté basado no en un célculo razonable de lo que Alemania puede en realidad pagar, sino en la apreciacién bien fundada de la situacidén financiera insoportable en que estos paises se encontrardn si aquélla no paga. Tomad a Italia como ejemplo extremo. Si se puede esperar razo- nablemente que Italia pague 800 millones de libras, seguramente Ale- mania puede y debe pagar una cifra inmensamente mayor. O si se decide, como asi es, que Austria pueda pagar poco menos que nada, ano seré una conchisién inadmisible que Italia pueda ser cargada con un tributo aplastante, mientras Austria se libra? O, para ponerlo en otra forma algo diferente, gcémo se podra esperar que Ttalia se someta al pago de esta gran suma, viendo que Checoslovaquia paga poco o nada? Al otro extremo de la escala estd el Reino Unido. Aqui la situacién financiera es diferente, y ¢l pedirnos a nosotros que pa- guemos 800 millones de libras es una proposicién muy diferente que pedir a Italia que los pague. Pero el sentimiento cs casi el mismo. Si nosotros nos hemos de dar por satisfechos sin obtener plena com- pensacién de Alemania, jcudn amargas serén las protestas contra el pago de cantidad alguna a los Estados Unidos! Nosotros, se diré, tenemos que contentarnos con una reclamacién contra los Estados en quicbra de Alemania, Francia, Italia y Rusia, mientras que los Estados Unidos han asegurado una primera hipoteca sobre nosotros. El caso de Francia es, por lo menos, tan abrumador. Apenas puede obtener de Alemania el pago completo de la destruccién causada en su propio pats. Francia, vencedora, tiene que pagar a sus amigos y aliados cuatro veces m4s que Ja indemnizacién que pagé, derrotada en 1870, a Alemania, La mano de Bismarck fue suave, comparada con la de un aliado 0 Ja de un asociado. Un arreglo de la deuda inter- aliada es, pues, un elemento preliminar indispensable para que los pueblos de los paises aliados puedan hacer frente, con el corazn libre de locura y de desesperacién, a la fatal verdad acerca de las probabilidades de indemnizacién por parte del enemigo. Setfa una exageracién decir que los aliados europeos no pueden LOS REMEDIOS 181 pagar el capital y los intereses que deben. Pero obligatlos a hacerlo es imponerles, positivamente, una carga aplastante. Es de esperar, pues, que hagan intentos constantes para eludir el pago, y estos in- tentos serdn fuente constante de roces internacionales y de malque- rencias durante muchos afios. Una nacién deudora no ama a su acree- dor, y es en vano esperar sentimientos de buena voluntad por parte de Francia, Italia y Rusia hacia este pats o hacia América, si su desarrollo futuro es entorpecido durante muchos afios por el tributo anual que tengan que pagar. Sentirén el incentivo de buscar sus amigos en otras partes, y de que cualquier ruptura de las relaciones pacificas en el porvenir Ilevaria consigo la gran ventaja de escapat al pago de las deudas exteriores. Si, en cambio, estas grandes deudas son perdonadas, se estimulardn la solidaridad y la verdadera amistad de Ias naciones Ultimamente asociadas. La existencia de Jas deudas de la gran guerra es una amenaza para la estabilidad financiera de todos. No habrd pais europeo en el que la repudiacién de Ja deuda no Ilegue a ser pronto un problema politico importante. En el caso de la deuda interior, sin embargo, estan interesadas las partes por ambos lados, y es cuestién de distri- bucién interior de la riqueza. Pero no ocurre esto con las deudas exteriores, y las naciones acreedoras pueden encontrar muy en breve que el sostenimiento de un tipo especial de gobierno o de una orga- nizacién econémica determinada en los pafses deudores perjudica a su interés. Los compromisos de Jas alianzas 0 de las ligas no son nada comparidos con los compromisos de las deudas de dinero. La consideracién, final, que ha de influir en la actitud del lector en cuanto a esta proposicién, debe depender, sin embargo, de su modo de pensar en cuanto al lugar futuro que ocuparén en el pro- greso del mundo las grandes obligaciones en papel que nos ha legado Ja guerra financiera, tanto en el interior como en el exterior. La gue- tra ha acabado debiendo cada uno inmensas cantidades de dinero a los dems, Alemania debe una gran suma a los aliados; los aliados deben una gran suma a Gran Bretafia, y Gran Bretafia debe una gran suma a los Estados Unidos. A Jos tenedores de préstamos de guerra de cada pafs les debe una gran suma el Estado, y al Estado, a su vez, le deben una gran suma éstos y los demds contribuyentes. La situacién, en conjunto, es en el més alto grado artificiosa, falsa y humillante. No seremos ya nunca capaces de movernos, a no ser que libremos nuestros miembros de estas ligaduras de papel. Una hoguera 182 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ general es una necesidad tan grande, que si no hacemos de ella un asunto otdenado y sereno, en el que no se cometa ninguna injusticia grave con nadie, cuando Iegue al final se convertird en una confla- gracién que puede destruir otras muchas cosas. En cuanto a la deuda interior, yo soy uno de los que creen que el impuesto general para Ja extincién de la deuda es un requisito previo esencial para sanear la Hacienda en todos Jos pafses beligerantes. Pero el mantenimiento de grandes deudas entre los gobiernos tiene en sf mismo peligros es- peciales. Antes de la mitad del siglo xrx, ningtin pafs debfa grandes can- tidades a una nacién extranjera, salvo los tributos que se arrancaban bajo Ja fuerza de la ocupacién de momento y en un tiempo por los principes ausentes, bajo las sanciones del feudalismo. Es cierto que la necesidad que ha tenido el capitalismo europeo de encontrar una salida en el Nuevo Mundo ha hecho que durante los pasados cin- cuenta afios, aunque en una escala relativamente més modesta, paises como la Argentina Ileguen a deber una suma anual a naciones como Inglaterra. Pero el sistema es frdgil, y ha sobrevivido solamente por- que su carga sobre los paises deudores no habia sido hasta ahora opresora, porque esté representada por partidas activas y est4 ligada con el sistema de la propiedad general y porque las sumas ya presta- das no son desmesuradamente grandes en relacién con las que atin se espera tomar a préstamo. Los banqueros estén acostumbrados a este sistema, y creen que es parte necesaria del orden social perma- nente, Estén dispuestos a creer, por tanto, por analogfa con él, que un sistema semejante entre los gobiernos, en una escala mucho més amplia y definitivamente opresora, no reptesentada por un activo real y menos intimamente asociada con el régimen de la propiedad, es natural, razonable y conforme con la naturaleza humana. No conffo en esta visién del mundo. Ni aun en el interior esté muy seguro el capitalismo, a pesar de evar consigo muchas simpa- tfas locales, de jugar un papel real en el proceso diario de la produe- cién y de depender en gran parte de su seguridad la organizacién actual de la sociedad, Pero sea esto como sea, equerrén los pueblos descontentos de Europa, durante la generacién venidera, ordenar sus vidas en tal forma que una parte apreciable de la produccién diaria se dedique a hacer un pago al extranjero, cuya razén (sea entre Euro- pa y América o entre Alemania y el resto de Europa) no es conse- cuencia obligada de su idea de Ia justicia o del deber? LOS REMEDIOS 183 De un lado, Europa debe depender, en iltimo término, de su propio trabajo diario y no de la generosidad de América. Pero, de otro lado, no puede ahorrar con objeto de que el fruto de su trabajo diario pueda ir a ninguna otra parte. En una palabra: no creo que ninguno de estos tributos se siga pagando mds que, en todo caso, muy pocos afios, Ni encajan en Ja naturaleza humana, ni estén acor- des con el espfritu de los tiempos. Si alguna fuerza tiene este modo de pensar, la utilidad y la ge- netosidad coincidiran, y la politica que promueva mejor la inmediata amistad entre las naciones no contrariaré los intereses permanentes del bienhechor.” III. UN EMPRESTITO INTERNACIONAL Paso a tratar de una segunda propuesta financiera. Las exigencias de Europa son urgentes. La esperanza de ser relevado del pago a In- glatetra y a América de intereses abrumadores durante la vida de las dos generaciones venideras (y de recibir de Alemania alguna ayuda anual para el coste de la restauracién) libertard al porvenir de una an- siedad excesiva. Pero no remediaré los males del presente inmediato: el exceso de Jas importaciones de Europa sobre sus exportaciones, el cambio adverso y el desorden de la circulacién monetaria, Seré muy dificil que la produccién curopea resurja sin alguna medida temporal de auxilio exterior. Soy, por tanto, partidario de un empréstito in- ternacional en alguna manera o forma, tal y como ha sido defendido en muchos sitios en Francia, Alemania e Inglaterra, y también en los Estados Unidos. De cualquier manera que se reparta la responsabi- lidad definitiva para el pago, la carga de proporcionar los recursos inmediatos debe caer inevitablemente en mayor parte sobre los Esta- dos Unidos. 12, Se dice que el Tesoro de los Estados Unidos estaba conforme en car pitalizar, esto cs, en afiadir a la suma principal los intereses debidos a él por sus empréstitos a los gobiernos aliados durante los tres afios préximos. Pre- sumo que el Gobierno briténico hard probablemente lo mismo. Si las deudas han de ser pagadas definitivamente, esta acumulacién de Jas obligaciones a in- terés compuesto hace la situacién progresivamente peor. Pero el arreglo dis- cretamente ofrecido por el Tesoro de los Estados Unidos proporciona un inter- valo adecuado para la consideracién en calma de todo el problema, a Ja luz de Ja situacién de la postguerra, tal y como se revelard pronto. 184 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ Las principales objeciones a todas las variedades de esta clase de proyectos me figuro que son las siguientes: Los Estados Unidos no estén inclinados a mezclarse en adelante (en vista de las recientes experiencias) en los asuntos de Europa, y en todo caso, no tienen por ahora destinado més capital para la exportacién en gran escala. No hay garantfa de que Europa destine el auxilio financiero al uso debido, ni de que no lo malgaste, quedando dentro de dos o tres afios en tan mala situacién como estd ahora; M. Klotz emplearé el dinero en retrasar un poco mas el dia del aumento de los impuestos; Italia y Yugoslavia se pelearén; Polonia lo dedicaré a realizar con sus vecinos el papel militar que Francia le ha asignado; las clases gobernantes de Rumania se dividirén el botin, En una palabra: Ame- rica habrfa retrasado el aumento de su propio capital y habria eleva- do el coste de su propia vida para que Europa pueda continuar durante otros dos afios con las practicas, la polftica y los hombres de los tiltimos nueve meses. Y en cuanto al auxilio a Alemania, es tazo- nable y tolerable que los aliados europeos, habiendo quitado a Ale- mania el tiltimo resto de su capital activo, contra los argumentos y demandas de los representantes financieros americanos en Paris, pue- dan volverse hacia los Estados Unidos para pedirles fondos para rehacer a la victima en la medida suficiente para que la expoliacién vuelva a empezar dentro de uno 0 dos aiios? No hay contestacién para estas objeciones tal y como estén ahora las cosas. Si yo tuviera influencia en el Tesoro de los Estados Unidos, no prestarfa un penique a ninguno de los actuales gobiernos de Euro- pa. No merecen que se les conffen recursos que dedicarfan a la pro- secucién de una politica en contra de la cual, a pesar del fracaso del presidente en afirmar Ja fuerza y los ideales del pueblo de los Estados Unidos, los partidos republicano y demécrata estén seguramente uni- dos. Pero si, como debemos rogar que asi sea, el alma de los pueblos europeos se aparta este invierno de los falsos idolos que han sobre- vivido a la guerra que los creé, y sustituyen en sus corazones el odio y el nacionalismo, que ahora los poseen, con ideas y esperanzas de felicidad y de solidaridad de 1a familia europea, entonces la piedad natural y el amor filial impulsarén al pueblo americano a dejar a un Jado todos los pequefios obstéculos del provecho particular, y a com- pletar la obra que empezaron salvando a Europa de Ia tiranfa de la fuerza organizada, salvéndola de si misma. Y aun si la conversién no se tealiza plenamente y sdlo algunos partidos de cada uno de los LOS REMEDIOS 185 paises europeos adoptan una politica de reconciliacién, América pue- de todavia sefialar el camino y sostener al partido de la paz, mediante un plan y una condicién con los cuales le prestard su ayuda para la obra de renovacién de la vida. La inclinacién que, segtin se nos dice, tiene ahora més fuerza en el espititu de los Estados Unidos: desentenderse del tumulto, de la complicacién, de Ia violencia, del gasto, y, sobre todo, de Ia incom- prensién de los problemas europeos, se comprende fécilmente. Nadie puede sentir tan intensamente como el autor cuén natural es res- ponder a la locura y a Ia falta de sentido real de los hombres curopeos con un: «Pidrete, pues, en tu propia maldad; nosotros continuamos nuestro camino»: Lejos de Europa, de sus esperanzas marchitas, de sus campos de carniceria y de su aire emponzofiado. Pero si América recapacita por un momento lo que Europa ha significado para ella y lo que todavia significa; lo que Europa, madre del Arte y del conocimiento, a pesar de todo, es atin y seguird sien- do, gno rechazard estos consejos de indiferencia y de aislamiento, y se interesaré en los que pueden ser problemas decisivos para el pro- gteso y la civilizacién de toda la Humanidad? Suponiendo, pues, aunque no sea més que pata mantener nues- tras esperanzas, que América esté dispuesta a contribuir a la recons- truccién de las fuerzas sanas de Europa, y que no quiera, después de haber realizado Ja destruccién del enemigo, dejarnos entregados a nuestras desgracias, equé forma adoptaré su ayuda? No me propongo entrar en detalles; pero las lineas generales de todos los proyectos de empréstito internacional son las mismas, Los pafses en situacién de prestar asistencia, los neutrales, el Reino Uni- do, y para la mayor parte de la suma requerida, los Estados Unidos, deben proporcionar créditos de adquisicién para el extranjero a to- dos los paises beligerantes de la Europa continental, tanto aliados como enemigos. La suma total requerida puede que no sea tan gtan- de como se supone. Puede hacerse mucho acaso, con un capital de 200 millones de libras, en el primer momento. Esta suma, aunque se haya establecido un precedente distinto para la cancelacién de la deuda de guerra interaliada, puede prestarse y puede ser tomada a préstamo con la intencién inequfvoca de ser devuelta totalmente. Con este fin a Ja vista, se podria alcanzat la mayor seguridad para 186 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ el empréstito, y las medidas para su devolucién definitiva serfan todo Jo completas posibles. Y, sobre todo, se colocaria, tanto para el pago del interés como para la devolucién del capital, delante de todas las reclamaciones por reparacidn, de toda la deuda interaliada de guerra, de todos los préstamos de guerra anteriores y de toda clase de deu- das de gobierno de cualquier otra especie. A los paises que tuvieran derecho a pagos por repataciones que tomaran este préstamo se les exigitia que comprometieran todos esos pagos al pago del nuevo empréstito. Y todos los Estados que tomaran el préstamo serian re- queridos para cobrar sus impuestos de aduanas a base de oro, com- prometiendo tales ingresos al servicio del empréstito. Los gastos hechos con el dinero del empréstito estarfan sujetos a una inspeccién general, aunque no detallada, de los paises actee- dores. Si, ademés de este empréstito para la adquisicién de alithentos y materiales, se estableciera un fondo de garantia que ascendiera a una suma igual, esto es, a 200 millones de libras (de la cual, proba- blemente, no seria necesario obtener mds que una parte en metilico), al que contribuyeran todos los miembros de la Sociedad de Naciones, segtin sus medios, seria posible fundar sobre él una reorganizacién general de la circulaci6n monetaria. De esta manera, Europa podia ser provista de la suma minima de recursos liquidos necesarios para revivir sus esperanzas, para reno- var su organizacién econémica y pata poner su gran riqueza intrin- seca en condiciones de funcionar en beneficio de sus trabajadores. No tiene objeto en este momento trazar estos planes con mds detalle. Es necesatio un gran cambio en la opinién ptiblica antes de que las proposiciones de este capitulo puedan entrar en la regién de la poli- tica prdctica, y hemos de esperar el progreso de los acontecimientos con toda la paciencia posible. IV. Las RELACIONES DE LA EUROPA CENTRAL CON RUSIA He dicho muy poco de Rusia en este libro, El carécter general de la situacién no tequiere ser acentuado, y de los detalles no sabe- mos casi nada auténtico. Pero en una discusién acerca de cémo puede restablecerse la situacién econémica de Europa hay uno o dos as- pectos de la cuestién rusa que son de una importancia vital. LOS REMEDIOS 187 Desde el punto de vista militar, se teme en algunos sectores una reunion definitiva de las fuerzas de Rusia y de Alemania. Setfa mu- cho més probable que esto tuvicra lugar en el caso de que los mo- vimientos reaccionarios triunfaran en uno de los dos paises; peto no se puede pensar en Ia unidad efectiva de propésitos entre Lenin y el actual Gobierno, esencialmente burgués, de Alemania. Por otro lado, el mismo pueblo, que teme tal unién, teme atin mds el éxito del bolchevismo, y, sin embargo, hay que reconocer que las tinicas fuer- zas eficaces para combatirle son, dentro de Rusia, los reaccionarios, y fuera de Rusia, las fuerzas organizadas de orden y autoridad de Ale- mania, Asf, los que abogan por Ia intervencién en Rusia, ya directa © indirectamente, estén en perpetua contradiccién consigo mismos. No saben lo que necesitan; o més bien, necesitan aquello que no son capaces de ver que es contradictorio. Esta es una de las razones por las que su polftica es tan inconstante y tan excesivamente fitil. El mismo conflicto de propésitos aparece en la actitud del Con- sejo de los aliados en Paris para con el actual Gobierno de Alemania. Una victoria del espartaquismo en Alemania podria muy bien ser el preludio de la revolucién en todas partes; renovaria las fuerzas del bolchevismo en Rusia y precipitaria la temida unién de Alemania y de Rusia; pondria ciertamente fin a todas las esperanzas que se han fundado sobre las cldusulas financieras y econdémicas del Tratado de Paz. Peto Paris no ama a Espartaco. Y de otra parte, una victoria de la reaccién en Alemania se verfa en todo el mundo como una amenaza a la seguridad de Europa, que pondria en peligro los frutos de la victoria y las bases de la paz. Ademés, el establecimiento de un nuevo poder militar en el Este, con su foco espiritual en Brande- burgo, atrayendo a si a todos los talentos militares y a todos los aventureros militares, a todos los que echan de menos a a los empe- radores y que odian a la democracia, de toda la Europa oriental y central y del sureste; un poder que geogréficamente seria inaccesible para las fuerzas militares de los aliados, podria fundar muy bien, al menos segtin los temores de los timidos, una nueva dominacién na- poleénica que surgiera, como el Fénix, de las cenizas del militarismo cosmopolita. Asi es que Paris tampoco ama a Brandeburgo. El argu- mento apunta, pues, a conservar aquellas fuerzas moderadas de or- den que, con alguna sorpresa del mundo, atin se arreglan para sos- tenerse sobre la roca del temperamento aleman. Pero el presente Gobierno de Alemania lucha por la unidad alemana acaso mds que 188 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ por ninguna otra cosa; Ia firma del Tratado de Paz fue sobre todo el precio que muchos alemanes creyeron que valia la pena de pagar por la unidad, que fue todo lo que les quedé del afio 1870. Por tanto, Paris, con algunas esperanzas de desintegracién sobre el Rin, atin no extinguidas, no puede resistirse a ninguna ocasién de insultar y de indignarse, a ninguna ocasién de rebajar el prestigio o debilitar Ja influencia de un gobierno con cuya estabilidad continuada estén ligados, sin embargo, todos los intereses consetvadores de Europa. El mismo dilema afecta al potvenir de Polonia, en el papel que Francia le ha sefialado. Tiene que ser fuerte, catdlica, militarista y fiel, la consorte, 0 al menos Ia favorita, de la Francia victoriosa, ptds- pera y magnifica, entre las cenizas de Rusia y la ruina de Alemania. Rumania, con tal de que se la pueda persuadir de guardar las apa- tiencias un poco més, comparte la misma concepcién. Pero a no ser que sus grandes vecinos sean présperos y estén tranquilos, Polonia es una imposibilidad cconémica sin més industria que los progroms judios. Y cuando Polonia encuentre que la politica seductora de Francia es una pura fanfarronada, y que en clla no hay dinero ni gloria, caerd lo més pronto posible en los brazos de cualquier otro. Por tanto, los célculos de la diplomacia no nos evan a ninguna parte. Los suefios caducos y las intrigas infantiles en Rusia, en Po- lonia y en otras partes son el entretenimiento favorito ahora de esos ingleses y franceses que buscan a excitacién en sus formas menos inocentes y que piensan, 0 al menos obran, como si la politica exte- rior perteneciera al género del melodrama barato. Volvamos, pues, a algo més sélido, El Gobierno alemén ha anun- ciado (30 de octubre de 1919) su adhesién continuada a una politica de no intervencién en los asuntos interiores de Rusia, «no slo por principios, sino porque cree que esta politica esté también justificada desde un punto de vista pricticon. Supongamos que al fin adoptemos también el mismo punto de vista, si no en principio, al menos desde un punto de vista practico, ecudles seran entonces los factores eco- némicos fundamentales de las futuras relaciones de la Europa central con la oriental? Antes de la guerra, la Europa occidental y Ja central sacaban de Rusia una parte importante de sus cereales importados. Sin Rusia, los pafses importadores hubieran tenido que reducirse. Desde 1914, Ja pérdida de los aprovisionamientos tusos se ha contrarrestado en parte sacdndolo de las reservas, y en parte por las grandes cosechas LOS REMEDIOS 189 de Norteamérica traidas por Mr. Hoover con precios gatantizados por ; pero en mayor parte, por los ahorros en el consumo y por las privaciones. Después de 1920, la necesidad de aprovisionamientos rusos sera atin mayor que era antes de la guerra; porque los precios garantizados en Norteamérica habrén sufrido intermitencias, el au- mento normal de la poblacién habr4, comparado con el de 1914, con- sumido la demanda interior, y el suclo de Europa no habré recobrado todavia su antigua productividad, Si el comercio con Rusia no se reanuda, el trigo en 1920-1921 (a no ser que las cosechas sean es- pecialmente abundantes) ser escaso y muy caro. El bloqueo de Rusia Ultimamente proclamado por los aliados es, por tanto, una medida esttipida y de imprecisién; no estamos bloqueando a Rusia, sino que nos bloqueamos a nosotros mismos. EI proceso de la resurreccién del comercio de exportacién ruso tendr4 que ser forzosamente lento. La actual productividad del cam- pesino ruso se cree que no es suficiente para producir un excedente de exportacién sobre Ja escala de preguerra. Las razones para esto son muchas; pero entre ellas figuran la insuficiencia de los utiles y accesotios de la agricultura y la ausencia de aliciente para la produc- cién, causada por la falta, en las ciudades, de mercancias que los campesinos puedan adquirir a cambio de sus productos. Finalmente, también por la desorganizacién del sistema de transportes, que per- turba o hace imposible la concentracién de los excedentes locales en los grandes centros de distribucién. No veo medios posibles de reparar esta pérdida de productividad dentro de un perfodo razonable de tiempo, a no ser mediante la ac- tuacién del espiritu de empresa y de Ja organizacién alemanas. Es imposible, geogréficamente, y por muchas otras razones, para los in- gleses, franceses y americanos, el emprender esta tarea; no tenemos ni alicientes ni los medios para realizar la obra en suficiente escala. ‘Alemania, en cambio, tiene la experiencia, el estimulo, y en gran ex- tensién los materiales, para prover al paisano ruso las metcancfas de que ha estado privado durante Jos tltimos cinco afios, para reor- ganizar el negocio de los transportes y del almacenamiento, para traer asi al mundo, en ventaja comtin, las provisiones de que ahora estd tan desastrosamente privado, Esté en nuestro propio interés pre- cipitar el dia en que los agentes y los organizadores alemanes estén en situacién de poner en marcha en cada aldea rusa los impulsos de las causas econémicas normales. Este es un proceso completamente 190 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ independiente de la autoridad gobernante en Rusia; pero podemos predecir, seguramente con alguna certeza, que, resulte o no resulte permanentemente aplicable al temperamento ruso la forma de comu- nismo representada por el Gobierno de los Soviets, la resurreccién del comercio, de las comodidades de la vida y de las fuerzas econd- micas ordinatias, no es probable que promueva las manifestaciones extremas de esas doctrinas de violencia y tiranfa que son hijas de la guerra y de la desesperacién. No nos limitemos, pues, en nuestra politica de Rusia, a aplaudir e imitar Ja politica de Ja no intervencién que el Gobierno de Alema- nia ha anunciado, sino que, desistiendo del bloqueo, que es perjudi- cial a nuestros propios intereses permanentes, asf como ilegal, anime- mos y ayudemos a Alemania a volver a ocupar su pucsto’en Europa, como creadora y organizadora de riqueza para sus vecinos del este y del sur. : Hay muchas personas en las que tales proposiciones suscitardn enérgica oposicién. Yo les pido que Ileguen con el pensamiento a las consecuencias de entregarse a esos prejuicios. Si nos oponemos en detalle a todos los medios por los cuales Alemania o Rusia puedan recuperar su bienestar material, porque sentimos un odio nacional, de raza o polftico contra sus habitantes 0 sus gobiernos, debemos es- tar preparados a hacer frente a las consecuencias de tales sentimien- tos, porque aun cuando no hubiera solidaridad moral entre las razas emparentadas de Europa, habria una solidaridad econémica que no podemos despreciar. Atin ahora, los mercados del mundo constitu- yen uno solo. Si no permitimos a Alemania que cambie los productos con Rusia para que pueda alimentarse, tendr4 que competir inevita- blemente con nosotros en los productos del Nuevo Mundo, Cuanto mas éxito tengamos en romper las telaciones econdmicas entre Ale- mania y Rusia, mds deprimiremos el nivel de nuestra propia econo- mfa y aumentaremos la gravedad de nuestros propios problemas domésticos. Esto, poniendo el problema en su nivel més bajo. Hay otros argumentos, que no pueden ignorar los mds obtusos, contra una politica que esparce y fomenta la ruina econémica de los grandes pafses. Veo pocos indicios de acontccimientos draméticos préximos en ninguna parte. Motines y revoluciones los puede haber; pero no ta les, en el presente, que tengan una significacién fundamental. Contra LOS REMEDIOS 191 Ia tiranfa politica y la injusticia, la revolucién es un arma. Pero gqué esperanzas puede ofrecer la revolucién a los que sufren de privacio- nes econémicas, que no son producidas por las injusticias de la dis- tribucién, sino que son generales? La tinica salvaguardia contra la revolucién en la Europa central esté positivamente en el hecho de que ni siquiera al espiritu de los hombres que estén desesperados ofrece Ia revolucién de ninguna forma perspectivas de mejora, Pue- de, pues, ofrecerse ante nosotros un proceso largo y silencioso de extenuacién y de empobrecimiento continuado y lento de las condi- ciones de vida y de bienestar. Si dejamos que siga la bancatrota y la tuina de Europa, afectaré a todos a la larga, pero quizé no de un modo violento ni inmediato. Esto tiene una ventaja. Podemos tener todavia tiempo para me- ditar nuestros pasos y para mirar al mundo con nuevos ojos. Los acontecimientos se encargan del porvenir inmediato de Europa, y su destino préximo no estd ya en manos de ningtin hombre. Los sucesos del afio entrante no serén trazados por los actos deliberados de los estadistas, sino por las cortientes desconocidas que continuamente fluyen por bajo de la superficie de Ia historia politica, de las que na- die suele predecir las consecuencias. Sélo de un modo podemos in- fluir en estas corrientes: poniendo en movimiento aquellas fuerzas educadoras y espirituales que cambian Ja opinién. La afitmacién de Ja verdad, el descubrimiento de la ilusién, la disipacién del odio, el ensanchamiento y la educacién del corazén y del espiritu de los hom- bres deben ser los medios. En este otofio de 1919, en el que yo escribo, estamos en la es- tacién muerta de nuestro destino. La reaccién de los esfuerzos, los temores y los sufrimientos de los cinco afios pasados ha llegado a su maximo, Nuestra facultad para sentir y tratar otras cuestiones que las inmediatas de nuestro propio bienestar material, se ha eclipsado temporalmente. Los mayores acontecimientos, fuera de nuestra ex- periencia directa, y las mds temerosas predicciones no nos pueden conmover. El terror sobrevive en cada corazén humano A los males que ha devorado: los més soberbios temen Todo lo que quisieran no creer que es verdad: La hipocresfa y el uso hacen de sus espititus Templos de varios cultos, ya extinguidos; 192 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ No se atreven a idear el bien para la condicién humana, Y, sin embargo, no conocen que no se atreven. El bueno necesita fuerza para lorar lMgrimas estériles. El poderoso necesita bondad: Ia peor de las necesidades para ellos. El sabio necesita amor; y los que aman necesitan sabidurfa; Y asi todas Jas cosas mejores estén confundidas con el mal. Muchos son fuertes y ricos, y quisiera ser justos; Pero viven entre sus semejantes dolientes Como si nadie sintiera: no saben Io que hacen. Hemos sufrido una conmocién que supera a toda resistencia, y necesitamos descanso. Nunca, durante la vida de los hombres que ahora existen, ha ardido tan débilmente el elemento universal en el alma del hombre. Por estas razones, la voz verdadera de la nueva generacién no ha hablado todavia, y la opinién silenciosa atin no se ha formado, A la creacién de la opinién general del porvenir dedico este libro. 13, — Keynes APENDICE \ NOTA EDITORIAL * EI texto de este volumen corresponde al de la reimpresién de 1924. No se hizo ningiin cambio en ésta ni en las posteriores reim- presiones y el texto es idéntico, en lo que se ha podido descubrir, al de la primera edicién de diciembre de 1919. Sin embargo, Keynes escribié distintos prefacios para algunas de las numerosas traduccio- nes del libro, de los cuales presentamos dos por su especial interés. Entre los papeles de Keynes también existe el borrador de un ptefacio més extenso que, por las correcciones que se le hicieron y que posteriormente fueron incorporadas al prefacio esténdar, parece elaborado con antetioridad. De los prefacios especiales, con mucho el més importante es el de Ia edicién francesa, El original del mismo, manuscrito y conside- sablemente corregido, atin existe. Tiene gran interés por su llamada a la inteligencia nacional de Francia, su anélisis de los intereses fran- ceses a largo plazo y su énfasis en que las reclamaciones, mas urgen- tes, de Francia y Bélgica en relacién a las reparaciones deberfan tener ptioridad con respecto a las de Inglaterra. Tambign se incluye un prefacio especial para la edicién rumana. Pot la correspondencia que se conserva, parece que este prefacio se debié a las protestas de M. Krupenski, quien negocié Ia traduccién, y segtin el cual algunas frases casuales parecfan indicar que Keynes se oponfa a las reclamaciones de Rumania después de la guerra, Entre * Nos ha parecido oportuno reproducir en este Apéndice, por su interés documental, esta nota de los editores ingleses y los prefacios para distintas tra- ducciones escritos por Keynes, que se incluyen en la edicién inglesa de la obra (volumen Il de The Collected Writings of Jobn Maynard Keynes, Macmillan- Cambridge University Press para la Royal Economic Society, Londres-Cam bridge, 1984). (N. def e.) 196 LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ Jos borradores manuscritos de Keynes estd no solamente el prefacio que se publicdé, sino también una corta introduccién que finalmente no se imprimié pero que reproducimos en este volumen. Las otras traducciones del libro, al danés, sueco, holandés flamen- co, italiano, espaiiol, ruso, japonés y chino, contienen todas el pre- facio esténdar inglés. La versién alemana no tenfa prefacio; en su Jugar habfa una introduccién de M. J. Born, quien, con C. Brinkmann, habfa sido el responsable de Ja traduccién. Habfa también introduc- ciones en algunas de las otras traducciones: de G. Vissering en la holandesa; de V. Giuffrida en la italiana y de un autor que firmé H. D. en Ia flamenca. No ha sido posible identificar este ultimo con certeza, ni con la correspondencia existente ni con los datos internos. El ejemplar de la traduccién flamenca hallada entre los libros de Keynes le fue enviado con una dedicatoria personal por el Dr. J. de Decker, quien, segtin consta en las cartas que se han conservado, tuvo un papel primordial como intermediario en Ia realizacién de la edi- cién flamenca. Las investigaciones realizadas a peticién de los edito- res actuales han conducido a sugetit (ya que no puede hacerse otra cosa) que el autor de la introduccién flamenca fue Derk Hoek, que en ese momento estaba escribiendo acerca de los problemas flamen- cos y tenfa un gran interés en los problemas de la paz. La edicién norteamericana, publicada separadamente por Har- court, Brace & Co., Ilevaba, en todas sus impresiones, el prefacio estindar. Es posible, aunque entre los papeles de Keynes no hay nada que lo confirme, que el prefacio largo que incluimos fuera concebido originalmente como un prefacio separado para esta edicién, y que Keynes posteriormente cambiara de opinién en este aspecto. BORRADOR DE UN PREFACIO MAS EXTENSO * El autor de este libro, agregado temporalmente al Tesoro brité- nico durante la guerra, fue su representante oficial en la Conferencia de Paz, de Parfs hasta el 7 de junio de 1919; también tuvo asiento, como mandatario del ministro de Hacienda, en el Consejo Supre- mo Econémico. Dimitié de estos puestos cuando se hizo evidente que no se podia mantener por mds tiempo la esperanza de una modifica- cidn substancial en los términos de la paz proyectados. Los funda- mentos de esta oposicién al Tratado, o més bien a toda la politica de la Conferencia respecto de los problemas econémicos de Europa, apa- recerén en los capitulos siguientes. Son por completo de cardcter pti- blico, y estén basados en hechos conocidos del mundo entero. El autor cree, y tiene grandes esperanzas, por lo tanto, que no ha abu- sado en estas paginas de la confianza que le depositaron sus supe- riores del Tesoro a los que atin se siente ligado por Ia gratitud. Desde que se esctibié el capitulo III, que se refiete principal- mente al cardcter del presidente Wilson, Ja situacién ha cambiado. El presidente ha pasado por grandes sufrimientos de la mente y del cuerpo, y ha tenido reveses de la fortuna que despiertan la simpatia de todos, incluso de aquellos al servicio de cuyas ideas parece haber caido. Al anotar las razones del fracaso del presidente es necesario, por lo tanto, apuntar que él, por lo menos, intenté una accién justa y desinteresada en las cuestiones internacionales. Si acepté un tra- tado injusto, era para ganar la Sociedad de Naciones; y si, por fallos de temperamento o de comprensién, también ha perdido la Sociedad, no ha sido por razones egoistas o viles. J. M. Keynes King’s College, Cambridge Noviembre de 1919 * Més tarde ebreviado hasta formar el prefacio estdndar. (N. del e.) TEXTO DEL PREFACIO FRANCES Este libro se dirigié principalmente a una audiencia de lectores ingleses y americans. Se subrayan aquellos aspectos a los: que, a jui- cio del autor, hay que dar un especial énfasis para dichos lectores. Por Io tanto, puede valer la pena, al preparar la versién francesa, indicar francamente y en pocas palabras uno o dos aspectos que sur. gen del Tratado de Versalles que tienen especial significado para Francia. Los capitulos que siguen intentan demostrar, entre otras cosas, que nuestros representantes en Paris cometieron dos grandes errores en contra de nuestros intereses. Pidiendo lo imposible, renunciaron a la substancia por el accidente, y lo perdieron todo. Al concentrarse excesivamente en los objetivos politicos, y en la consecucién de una seguridad ilusoria, pasaron por alto la unidad econémica de Europa ~—ilusoria porque donde menos se encuentra Ja seguridad es en la ocupacién de grandes fronteras, y también porque las dificultades po- liticas del momento serén irrelevantes para los problemas de la pré- xima década, Permitaseme decir de nuevo, pero mds enfaticamente, lo que se dice en las paginas que siguen en relacién a las consecuencias de estos ertores sobre los destinos de Francia. Con el victorioso resultado de la guerra, la posicién politica y moral de Francia no estaba en entredicho. Pero su situacién finan- ciera y econémica era mala, Esta tiltima situacién era, por lo tanto, Ia que los estadistas debian asegurar en Ja paz. Los intereses france. ses necesitaban principalmente que se obtuviese una prioridad razo- nable en las sumas que Alemania pudiese demostrar que podfa pagar, * Traducido de la versién inglesa. (N. del e.) PREFACIO FRANCES 199 que sus pesadas deudas a los aliados fuesen reguladas, y que después de demostrar alguna medida de magnanimidad hacia el enemigo, Francia estarfa en posicién de esperar lo mismo a cambio de com. partir, moderadamente y en proporcidn a sus necesidades, los créditos de reconstruccién para Europa en su conjunto, en la medida en que Jas otras naciones que habian sufrido menos lo quisieran consentir, a fin de contribuir atin mds a la pacificacién universal. He recomendado todas estas cosas en los capitulos que siguen. Creo que son justas y oportunas, que Inglaterra no deberia reclamar ingresos por reparaciones de Alemania hasta que las reclamaciones de Francia y Bélgica, més urgentes, hayan sido satisfechas; que In- glaterra y Estados Unidos deberfan condonar totalmente las canti- dades que sus aliados les deben, cantidades que no deben contem- Plarse en ningtin momento como objeto de interés comercial, y que con un crédito general deberfamos intentar reconstruir parte del ca. pital productivo de Europa. Que no se me acuse de distribuir mis simpatias de forma equivocada, porque también incluyo recomenda- ciones para mantener la fe en un enemigo humillado y para buscar Ja recuperacién de Europa en sui conjunto. Pero los intereses fundamentales de Francia han sido traicionados por aquellos de quienes se ha rodeado M, Clemenceau. Rebajaron las reclamaciones morales de las dreas devastadas exagerando sin ninguna vergitenza su magnitud, Antepusieron la consecucién de un arreglo global muy por encima de las posibilidades de Alemania a la prioridad de las reclamaciones de Francia (si bien en el fondo de sus corazones conocfan la imposibilidad alemana, aunque dijesen lo con- tzatio), incluyendo de esta forma las teclamaciones de pensiones y separaciones, lo que era contratio a nuestras obligaciones, ¢ impu- sieron una carga imposible al enemigo, con lo que no obtuvieron otro efecto que el de reducir la parte percibida por Francia de cada pago hecho por Alemania, sin aumentar la suma total que Alemania pagaba. No consiguieron ningiin crédito ni arreglo de Jas deudas in- teraliadas, y perdicron la simpatfa por aparentar una imprudente ava- ticia. Los representantes de Francia en la Conferencia de Paz sacti- ficaron los sélidos intereses de su pais a cambio de unas promesas incapaces de sez cumplidas, obtenidas por force majeure, que, como ambas partes salfan, no valian el papel en que estaban escritae, La politica que defiendo esté, por lo tanto, mucho més de acuer- do con los intereses materiales de Francia que las vacfas ilusiones de o eeeeeee 200 LAS CONSEGUENCIAS ECONOMICAS DE LA PAZ Versalles. Pero busco el apoyo por otras razones, porque esta politica deficnde la solidaridad de Europa y Ja seguridad de todos nosotros. alistard segura Francia porque sus centinelas estén en el Rin, si sus finanzas estén en una situacién ruinosa, si espiritualmente esté ais- Jada de sus amigos, si el detramamiento de sangre, la miseria y el fanatismo prevalecen en los dos continentes? No se crea que asigno a Francia la responsabilidad de este desas- troso Tratado, responsabilidad que se divide entre todas las partes. Inglaterra, puede decirse con justicia, no se limité a obtener sus in- tereses, y es clla la que debe cargar con la mayor culpa por la forma que tomaron las reparaciones. Ha obtenido colonias y barcos y una porcién mayor de las reparaciones de lo que en justicia le corres- ponderta. Pero me atrevo a decir que, en un aspecto, Francia estd sola, y por ello se esté aislando. Francia es el tinico pats del mundo cuyos estadistas atin no han empezado a decir Ja verdad a sus compatriotas, © quizé ni siquiera a sf mismos. Mi libro se publicé en Inglaterra hace unos meses y aunque no ha recibido muchas criticas, nadie ha intentado seriamente rebatir mis argumentos sobre la capacidad de pagar de Alemania. El curso de los acontecimientos desde que lo escrib{ me ha convencido de que las cifras que doy no son demasiado bajas, sino demasiado altas. En cualquier caso, lo que digo es que mis conclusiones generales sobre este aspecto particular no son ob- jeto de discusién, fuera de Francia, en ningiin medio competente. Concuerdan con la opinién instruida del momento. De lo que se si- gue que, fuera de Francia, ninguna autoridad importante supone que es deseable o posible aplicar el Tratado en su integridad; y las opi- niones se dividen entre los que revisarfan formalmente el Tratado, y Jos que (en ausencia de un mecanismo para hacerlo) ponen sus espe- ranzas en una revisién dia a dia mediante acciones ejecutivas. Sdlo en Francia se oyen las vacfas palabras acerca de «l’execution integrale du Traité de Versailles». Cuanto més claro aparezca que el Tratado no se ejecuta y que no puede ejecutarse, aparentemente més se ce- garan los ojos y més se taparén los ofdos de los estadistas franceses que intentar4n alterar los hechos negdndolos. Por lo tanto, hago una llamada, ms allé de sus politicos, a la inteligencia de Francia, a este clemento de Ja mente francesa al que Je gusta ver Jas cosas como son y llegar a sus consecuencias; y tam- bién al idealismo, que es fruto de la humanidad y del buen sentido. PREFACIO FRANCES 201 Como en Inglaterra, también en Francia las mejores mentes de Ja nacién se han mantenido apartadas y no han lefdo el Tratado o no Io han entendido, Dejemos que atinen sus fuerzas para prevenir los peligros que, de no ser asi, nos acecharén. J. M. Keynes Parfs Marzo de 1920 | \ PREFACIO A LA EDICION RUMANA Este libro se ocupa de tres temas principales. El problema de si mantenemos Ja fe en nuestros enemigos vencidos es mds, quizds, una cuestién de pasado que de futuro, aunque ha afectado a los lazos morales durante mucho tiempo, y lo hard todavia. El problema de la indemnizacidn, su cantidad y la forma de obtenerla, que he tratado con considerable amplitud, es de mayor interés para los poderes de Occidente de Io que pueda serlo para Rumania, Pero el tercer tema, que forma el substrato de todo el libro, o sea la solidaridad de Euro- pa y la necesidad de una paz social y econémica, debe ser de mayor interés para los ramanos que para los que pertenecemos a paises en los que las condiciones son més estables y las perspectivas més se- guras. Rumania es, en sus nuevas fronteras, un pais grande, poblado y fértil. La naturaleza no se ha olvidado de ninguno de los elementos sobre los que el hombre puede construir la felicidad. Pero serdn intitiles, como Jo han sido en tantos otros momentos de Ia historia, si sus vecinos no son pactficos y prdsperos y a menos que vivan en paz y sinceridad entre ellos, Rumania tiene grandes oportunidades. Pero habria quien la tentarfa para seguir un camino falso y frivolo. No dejemos que las ideas de exagerados imperios o de predominan- cia militar la distraigan de la consecucién de la civilizacién y la feli- cidad. Evitemos también la indulgencia con un gobierno extravagante extravagante por situarse por encima de la cantidad de recursos inmediatamente disponibles—. En algunos momentos, gentes poco educadas podrfan decir que tenfamos un margen suficiente de segu- tidad como para permitirnos ser indulgentes con vanas diversiones como éstas. Pero esto no es asf abora. La totalidad de Europa, y especialmente la Europa central y oriental, esta al borde de grandes PREFACIO A LA EDICION RUMANA 203 peligros ¢ infortunios. Debemos tener muy claro, individualmente, de qué lado vamos a poner nuestra influencia. No habré buenas pers- pectivas a menos que los lideres de la opinién publica de todo el mundo aprendan a ser sensibles y sinceros. Espero que mis lectores rumanos me perdonen si cteen que en algdin pétrafo del libro soy injusto con su pais. Si es asi, he cometido el error por ignorancia y no por otra razén. J. M. Keynes King’s College, Cambridge 12 de noviembre de 1920 | INTRODUCCION A LA EDICION RUMANA * Los tratados de la Conferencia de Paris estén desmorondndose politica y econémicamente porque no tenfan fundamentos sélidos. Politicamente, suponfan que el grupo de paises que habfa ganado la guerra podia ser, indefinidamente, un cuerpo compacto de una fuerza abrumadora que afirmase su autoridad conjunta en cualquier parte de Europa —supuesto contrario a la naturaleza de las cosas—. Eco- némicamente, dieron lugar a Ia pasién y a la avaricia, y no quisieron ver los hechos reales de la estructura econémica de Europa ni, in- cluso, su propio interés. Este libro hace propuestas para obtener una solucién a Ja difi- cultad creada por los disparates econdémicos del Tratado. El interés directo de Rumania en estas propuestas no es grande, Pero el in- terés indirecto en el arreglo de una situacién que empobrece a todos es enorme. Por lo tanto, estoy contento de que mis amigos en Ru- mania hayan pensado que vale la pena presentar este libro al piiblico rumano. * Finalmente no incluido en Ja edicién rumana. (N. del .) INDICE ALFABETICO Alemania: capacidad de pago de las reparaciones, 45, 50, 61-62, 89-90, 92, 94, 97, 103, 109-135, 200; in- flacién, 156, 160; inversiones en cl extranjero, 45, 53-54 y n., 113-116, 117; poblacién, 15-16 y n.; posibi- lidad de contratar importacioncs, 106, 121-129, 149; sistema econd- mico antes de 1914, 45; sistema de transportes, 71 alimentos, declive europeo del sumi- nistro de, 188-189 alimentos americanos, desarrollo eu- ropeo y suministro de, 13, 21-23, 30 AlsaciaLorena, 28, 44, 48, 66, 67n., 68, 118, 126, 171 aranceles: requerimiento del Tratado sobre, 67-70 y n.; revisién de, 172- 174 Armisticio, condiciones y relaciones del Tratado de, 24-25, 38, 40-45; artfcu- los, 46-74; véase también Tratado de Versalles Austria, 136 y n., 150, 160, 161 y n= 162 y n., 166, 180 Austria-Hungria, Tmperio de, 52, 63, 79, 154, 172-173; poblacién, 15-16 Bélgica: préstamos recibidos, 176; re- clamacién de reparaciones, 77-78 y n., 80-83, 96, 175, 195, 199 Bulgaria, 79, 136 yn, capital: acumulacién antes de 1914, 18.20; excedentes de, 21 carbén: declive de la produccién eu- ropea de posguerra, 62-63, 64-65 y n., 151; efectos del Tratado sobre Jas entregas, 55-60; entregas alema- nas a Francia, 58.63; produccién alemana, 17, 59, 60 y n., 61, 1295 sugerencias para modificar las obli- gaciones alemanas, 171-172 cartaginense, paz, 28, 29, 40 Catorce puntos de Wilson, 28-29, 30, 37, 40-41, 43-44, 68, 75-78 Clemenceau, 11, 25-27, 28-29, 32, 36, 39, 98, 147, 199 colonias alemanas, cesién de las, 46.47, 48, 54 Comisién de reparaciones, funciones y poderes de la, 47 y n., 50, 51-53, 60n., 70n., 106-109, 117-119, 135- 142, 145. Conferencia de Paris, 24.39 Consejo de los Cuatro, 11, 24.25, 31, 33-34, 37, 136n., 147, 166 Consejo de los Diez, 34-35, 37 Consejo Supremo Econémico, 6 corrupeién monetaria, 152-155 10-11, deudas interaliadas, negociacién de las, 49-51, 166, 174-183, 199 206 LAS CONSECUENCIAS ECONGMICAS DE LA PAZ empréstitos internacioneles, 167, 183- 186 Estados Unidos: deseo de retirarse de Europa, 184-185; préstamos a Euro- pa, 175-183 Europa: aranceles, 172-174; excepcién de Gran Bretaiia, 164-165; fragil dad de la organizacién econémica 13-14, 17-18, 22-23, 64-65, 148-151 relacién con América antes de 1914, 13, 21-23; sistema monetario de posguerta, 154, 160; solidaridad continental, 189-192, 200, 202 expottaciones para el pago de repara- ciones, 121-123, 125-129 ferroviario, sistema alemén, 46, 48 y n., 71, 119, 143 fluvial, sistema, 38, 71-74 Francia, 28-29, 198-201; poblacién, 28; préstamos recibidos, 176-177, 180-181; problemas presupuestarios y econémicos, 158-160, 176; recla- maciones de reparaciones, 55-63, 77- 78, 80, 83, 84 y n-85 y n., 86, 96, 104, 175, 195, 199 Gran Bretafia: elecciones de 1918, 91- 95; préstamos recibidos, 176, 181; reclamaciones de reparaciones, 77, 83, 86.87, 93, 104, 175, 199-200; si- tuacién econémica después de 1918, 164-165, 175-177, 179 Grecia, peticién de reparaciones, 87 hierro, efectos en el Tratado sobre, 55, 56, 65-67, 126; revisién del Trata- do, 171-172 Hoover, Mr., 178 y n., 189 House, coronel, 34 Hungria, 150-151, 160, 161-163, 166 Italia: préstamos recibidos, 176-177, 180-181; reclamacién de reparacio- nes, 59-60 y n., 62-63; sistema mo- netatio, 158-159; situacién financie. ra, 160 Kaiser, 93 Klotz, M., 98, 104n., 105n., 154, 184 Lenin y la corrupcién monetaria, 152- 153 Lloyd George, D.: en el Consejo de los Cuatro, 26, 32, 33, 39, 57n., 147; en telacién a las reparaciones, 92, 95, 97, 154 marina mercante alemana, 45, 46; ce- sin de, 112-113 y n. monetario, sistema, 154-160 Orlando, 26 y n. oro, reservas alemanas en 1918 de, 110-112 pagos anuales, capacidad alemana de, 110, 121-135 pensiones e indemnizaciones de sepa- racién, peticiones de, 38, 101-102, 103-104, 199 préstamos internacionales, 154, 157, 167, 175-177 poblacién europea, crecimiento de la, 15-16; distribucién, 148 Polonia, 38, 44, 57 y n-58n., 67, 68, 119, 126, 160, 184, 188 propiedad privada alemana, valor de los territorios cedidos de, 47-49, 110, 118 y n-120, 143 remedios para después de Versalles, 164-167 reparaciones: capacidad de pago ale. INDICE ALFABETICO 207 mana, 45, 50, 61-62, 89-90, 92, 94, 97, 103, 109-135; estimaciones del total justificable de, 76-89, 104; in- terptetaciones de los Catorce puntos de Wilson para, 42, 75; sugerencias de revisién de, 170; sugerencias para reducir a escala las demandes para, 104; términos y fechas de pa- gos de, 99-109 Rumania, 188, 202-203, 204; peticién de reparaciones, 77, 79, 151, 184, 195 Rusia, 150, 154, 160-162; poblacién, 16, 151, 163, 166; préstamos reci- bidos, 176-177; relaciones con la Europa Central, 167, 186-190; re- paraciones, 87 y n. Ser préstamos recibidos, 176; re- clamaciones para reparaciones, 77, 79, 83, 87-88 y n., 175 Sociedad de Naciones, 27, 28, 36, 38, 44, 141, 167 y n-169, 170, 197 Tratado de Versalles: contraposiciones alemanas al, 142-146; fracaso de aplicacién, 200-201, 204; sugeren- cias de revisién, 166-174 Turquia, 79, 136, 166, 172 Union de librecambio, 172 y n.-173 Wilson, presidente, 11, 30-39, 96, 147, 167 y n., 197; véase también Cator- ce puntos de Wilson {INDICE Prefacio Capitulo I. — Introduccién Capitulo II. — Europa antes de la guerra . Capitulo III.— La Conferencia . Capitulo I1V.— El Tratado . Capitulo V.— Reparaciones . -Capitulo VI.— Europa después del Tratado Capitulo VII.— Los remedios APENDICE Nota editorial Borrador de un prefacio 1 més exten! Texto del prefacio francés Prefacio a la edicién rumana Introduccién a la edicién rumana Indice alfabético 13 24 40 75 147 164 195 197 198 202 204 205

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