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Especies amenazadas

INTRODUCCIÓN: Especies amenazadas, especies de plantas y animales en


peligro de desaparición en un futuro inmediato. Según la Unión Internacional para la Conserva-
ción de la Naturaleza y los Recursos Naturales (UICN), se consideran siete categorías de estado
de conservación de las especies, que hoy constituyen un patrón internacional: (Ex) extinguida,
(E) en peligro, (V) vulnerable, (R) rara, (I) indeterminada, (K) insuficientemente conocida y (NA)
no amenazada.

En España, la ley de la conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestres


(promulgada en 1989) establece que el reconocimiento de especies amenazadas, tanto animales
como vegetales, cuya protección requiera medidas de protección, se realizará mediante su inclu-
sión en un catálogo, el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas, donde se recogen las especies
y subespecies en ‘peligro de extinción’ y las de ‘interés especial’.

La extinción es en realidad un proceso normal en el curso de la evolución. A lo largo de todo el


tiempo geológico, el número de especies que se han extinguido es mayor que el de las que existen
en la actualidad. Su lenta desaparición fue consecuencia de cambios climáticos y de la incapaci-
dad para adaptarse a situaciones como la competitividad y la depredación; de hecho, antes de que
el ser humano interviniera en todos los ecosistemas, la tasa de extinción natural de los mamíferos
era de la pérdida de una especie cada dos siglos. Sin embargo, desde el siglo XVII, se sabe que se
han extinguido al menos 60 especies de mamíferos y que este proceso se ha acelerado debido al
impacto sobre los ecosistemas naturales de la explosión demográfica y de los avances tecnológi-
cos. Hoy en día, los cambios que sufre el medio ambiente son más rápidos que la capacidad de la
mayoría de las especies para adaptarse a ellos mediante selección natural. Según datos actualiza-
dos en 1996, de la ‘lista roja’ de la UICN, una cuarta parte de las especies de los mamíferos del
mundo está amenazada de desaparición. En España, el inventario oficial más actual sobre el esta-
do de conservación de nuestros vertebrados recoge que más de la mitad de las especies de mamí-
feros españoles están catalogadas como amenazadas, según las diferentes categorías, así como el
53% de los peces continentales, el 27% de anfibios y reptiles y el 33% de las aves. Algunas espe-
cies catalogadas como en ‘peligro de extinción’ en la península Ibérica son: el quebrantahuesos,
el águila imperial ibérica, la malvasía, el lagarto gigante del Hierro, el lince ibérico, la foca
monje, el oso pardo y varias especies de plantas de diversos géneros.

Según datos de 1996, en España se conoce que unas 500 especies de plantas superiores también
están amenazadas, y se sabe algo menos sobre el estado de los invertebrados. A nivel mundial, los
datos que se barajan sobre especies amenazadas son: más de 26.000 especies de plantas y más de
2.700 vertebrados. A principios de 1997, en Ginebra tuvo lugar la convención de los estados
miembros (unos 53 países) sobre la conservación de las especies migratorias, donde se acordó
incluir unas 40 especies en la lista internacional que registra los animales migratorios que necesi-
tan una protección inmediata. Entre los animales que requieren una protección urgente y que tie-
nen mayor riesgo de desaparición están los gorilas de África central, la grulla de Siberia, los
gansos enanos, los halcones, los porrones pardos y el águila imperial, entre otros. De las espe-
cies que habitan en América Latina destacan: el delfín de la Plata, los ciervos de los Andes
meridionales, la nutria de Chile, el pingüino de Humboldt y el flamenco de los Andes, entre
otros.

CAUSAS
Las especies se extinguen o se ven amenazadas por diversas razones, aunque la causa primera es
la destrucción del hábitat. El drenaje de zonas húmedas, la conversión de áreas de matorrales en
tierras de pasto, la tala de los bosques (especialmente en los trópicos), la urbanización y la subur-
banización, y la construcción de carreteras y presas, han reducido notablemente los hábitats dis-
ponibles. Al producirse la fragmentación de los hábitats en ‘islas’, la población animal se agrupa
en áreas más pequeñas. En éstas, las especies pierden el contacto con otras poblaciones del mismo
tipo, lo que limita su diversidad genética y reduce su capacidad de adaptación a las variaciones
del medio ambiente. Estas poblaciones pequeñas son muy vulnerables a la extinción, y para al-
gunas especies estos hábitats fragmentados son demasiado reducidos para que una población sea
viable.

Desde el siglo XVII, la causa de que muchas especies se hayan extinguido o estén amenazadas ha
sido la explotación de animales para la alimentación y elaboración de otros productos. Por ejem-
plo, la aniquilación de ballenas de gran tamaño para obtener aceite y carne las ha conducido al
borde de la extinción; los rinocerontes africanos, sacrificados para obtener sus cuernos, también
están amenazados. El gran alce gigante se extinguió en el siglo XIX a consecuencia de una caza
excesiva, y el periquito de Carolina desapareció como especie debido tanto a su caza como a la
destrucción de su hábitat.

La introducción de enfermedades, parásitos y depredadores frente a los que la flora y la fauna na-
tiva carecen de defensas ha provocado el exterminio o reducción importante de algunas especies.
Por ejemplo, la propagación accidental de una plaga eliminó los castaños de los bosques caduci-
folios de Norteamérica. También el control de los depredadores e insectos tiene efectos adversos.
El control excesivo de los perros de las praderas ha extinguido casi por completo a uno de sus de-
predadores naturales, el turón de pies negros.

La contaminación atmosférica, del agua y del suelo son causas importantes de extinción, así
como la introducción de especies exóticas, la sobreexplotación directa de las especies y la inten-
sa agricultura. Los productos químicos tóxicos, sobre todo los hidrocarburos clorados, como el
diclorodifeniltricloroetano (DDT) y los bifenilos policlorados (PCB), se han concentrado en las
cadenas tróficas, afectando más a aquellas especies situadas al final de la cadena. Así, tanto el
DDT como los PCB interfieren con el metabolismo del calcio de las aves, lo que origina el re-
blandecimiento de las cáscaras de los huevos y malformaciones en las crías. La contaminación y
el aumento de la temperatura del agua han provocado la desaparición de especies endémicas de
peces de varios hábitats.

ESFUERZOS DIRIGIDOS A LA CONSERVACIÓN DE LAS ESPECIES Se


han efectuado algunos esfuerzos privados y gubernamentales dirigidos a salvar especies en vía de
extinción. Una propuesta inmediata es la protección de especies a través de la legislación. Ade-
más, son importantes los esfuerzos que se realizan a través de los convenios internacionales, de las
publicaciones de ‘listas rojas’ o catálogos de las especies amenazadas, de diferentes proyectos
como ARTEMIS (creación de un banco de semillas para plantas en peligro), ZEPAS (Zonas de
Especial Protección para las Aves); así como los acuerdos que se obtienen en los diferentes con-
gresos y cumbres, tanto a nivel internacional como nacional.

Los esfuerzos internacionales se concretan en el Convenio sobre Comercio Internacional de Espe-


cies Amenazadas de la Flora y Fauna Salvaje, ratificado por 51 países. Su propósito es reducir la
explotación de éstas mediante la regulación y restricción de su comercio. Sin embargo, en algu-
nos países la eficacia de estas leyes depende de la aplicación y apoyo que reciben de la pobla-
ción y de los tribunales. Debido a que su aplicación no es totalmente estricta, a la negligencia de
algunos segmentos de la sociedad que consienten el comercio con especies amenazadas, y a que
las actividades de cazadores furtivos y traficantes sin escrúpulos facilitan este comercio, el futuro
de muchas especies, a pesar de su protección legal, es incierto.

Los esfuerzos dirigidos a la conservación de especies también incluyen la repoblación de la natu-


raleza con animales en edad de procrear, bien para restablecer su número (como en el caso del hal-
cón peregrino) o para aumentar la población natural (como en el caso de la grulla cantora). Gra-
cias a la reproducción en cautividad, por ejemplo, el número de ejemplares de cóndor de Califor-
nia se ha elevado de 27 en 1987 a unos 52 en 1992. Otro proyecto implica la determinación de
los hábitats críticos que se deben conservar para las especies amenazadas. Su protección puede
llevarse a cabo mediante el establecimiento de reservas, aunque su valor está limitado por el efecto
isla. Las objeciones planteadas por algunos grupos con intereses particulares hacen que la conser-
vación de zonas para las especies amenazadas sea también difícil.
Animales en extinción
Quebrantahuesos
Quebrantahuesos: Ave carroñera de gran tamaño llamada también buitre barbudo. La
cabeza es blanca, excepto una franja oscura que une el ojo con un grupo de plumas que
sobresalen del pico. El pecho y el vientre son de color crema o cobrizos, y las alas, la
cola y el dorso, negros. Su gran envergadura, casi 3 m, le permite aprovechar las corrien-
tes térmicas de aire ascendente cuando vuela buscando carroña. Se alimenta sobre todo
de huesos que, cuando son de gran tamaño, estrella contra las rocas para romperlos. Ave
territorial, construye sus nidos en pequeños entrantes de las paredes más abruptas de las
montañas. Cada vez más escaso, se encuentra en África, Asia y Europa. En España, esta
especie se encuentra en peligro de extinción.

Clasificación científica: el quebrantahuesos pertenece a la familia Accipítridos, del or-


den Falconiformes. Se clasifica como Gypaetus barbatus.1

Lince

Lince: Nombre que recibe un carnívoro de la familia de los Félidos caracterizado por te-
ner un aspecto parecido al de un gato, pero de mayor tamaño, con las patas más largas,
zarpas grandes y fuertes, y orejas terminadas en un pincel de pelos de más de 2 cm de
longitud; además, también posee un penacho de pelos en cada mejilla. La distribución
del lince se extiende a lo largo de la zona templada y subártica del hemisferio norte. Es
un animal de cuerpo robusto, que mide entre 65 cm y 1,30 m de longitud (sin contar la
cola, que es corta), y está recubierto por un pelaje denso y suave. Éste suele presentar un
dibujo moteado que está más o menos marcado dependiendo de la especie. El hábitat tam-
bién varía según la especie; por ejemplo, el lince boreal vive sobre todo en los bosques
de coníferas del norte de Eurasia, mientras que el ibérico lo hace en las zonas de mato-
rral bajo típicas del bosque mediterráneo. Son animales de costumbres nocturnas y solita-
rias; sus presas habituales son liebres, conejos, roedores, venados inmaduros y pájaros, a
los que caza al acecho. Los linces son activos tanto en invierno como en verano. La re-
producción tiene lugar en primavera y la hembra se retira a un cobijo para parir una ca-

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mada de dos o tres crías. Éstas nacen a principios del verano y permanecen al lado de la
madre durante el primer invierno.

Existen cuatro especies de linces exclusivas del hemisferio norte: el lince rojo norteame-
ricano; el lince canadiense, que con sus 90 cm de longitud corporal sin contar la cola
(que mide entre 5 y 14 cm de largo), posee un tamaño mayor al del lince rojo y se distri-
buye por el norte de los Estados Unidos, Canadá y Alaska; el lince boreal, que vive en
Escandinavia, Europa central y oriental, y norte de Asia, y el lince ibérico, distribuido
por la península Ibérica; tiene un peso medio de 15 kg, es un cazador sigiloso que se vale
de la vista y el oído para capturar a sus presas; se encuentra bajo amenaza de extinción
por ser considerado una alimaña y por el valor de su piel.

Su hábitat natural es el bosque mediterráneo. En España, las zonas donde su presencia es


mayor son los parques nacionales de Doñana (Huelva), Cabañeros (Ciudad Real) y el
Parque natural de Monfragüe (Cáceres).

Por último, existe otra especie llamada caracal o lince africano, que vive en las zonas se-
cas de África, Arabia, Oriente Próximo e India y es más pequeño que las especies ante-
riores, pues mide 76 cm de longitud corporal y 46 cm a la altura de la cruz.

Clasificación científica: los linces pertenecen a la familia de los Félidos, dentro del or-
den de los Carnívoros. Los linces se clasifican dentro del género Felis, aunque algunos
autores los sitúan en un género propio: Lynx. El lince rojo se clasifica como Felis rufus,
el lince boreal como Felis lynx, el lince canadiense como Felis canadensis y el lince ibé-
rico recibe el nombre científico de Felis pardina. El caracal se clasifica como Felis ca-
racal.2

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Oso pardo
Oso pardo: Nombre genérico que se aplica a cualquiera de las diferentes razas o subespe-
cies de oso, que pertenecen a una única especie y que se distribuyen por toda la región ho-
lártica (América del Norte, Europa y Asia). El oso pardo está estrechamente relacionado con
el oso polar. El nombre de oso de montaña, oso gris o grizzly se aplica a las subespecies
del norte de América, incluidas las que habitan hasta la sierra de Chihuahua y a lo largo de
la sierra Madre Occidental, en México.

El oso pardo es una de las especies más grandes de las ocho que hay de osos y se carac-
teriza por presentar una gran variabilidad no sólo en el tamaño sino también en el peso
y en el tono y aspecto del pelaje; éste puede ser casi negro o canela claro e incluso algu-
nos individuos son blancos. En general los pelos del dorso y de la cruz son más claros y
el pelaje es más oscuro durante el otoño y el invierno. Como el resto de los osos su mar-
cha es plantígrada y las extremidades anteriores terminan en cinco garras largas y curva-
das que emplea para excavar en la tierra.

Hace algunos años los científicos consideraban especies distintas al oso pardo euroasiá-
tico, al oso grizzly de América del Norte y al oso Kodiak de Alaska. Esto es debido a la
distribución tan amplia que presenta el oso pardo y que ha dado lugar a la aparición de
diferentes subespecies. Los osos Kodiak de Alaska y los osos pardos que viven en zonas
de costa suelen ser de color castaño, con una porción de pelo más largo en la cabeza que
la hace parecer más grande; el peso varía mucho dependiendo de la subespecie de que se
trate y de la localización geográfica de cada individuo. Los machos de oso Kodiak son
de los más pesados (más de 440 kg), mientras que los osos grises o grizzly que habitan
hacia el interior no son mucho más grandes que el oso negro americano; los machos pe-
san unos 135 kg y las hembras unos 100. Ambos sexos sólo están juntos durante la época
de celo; el resto del año llevan una vida separada, los machos por un lado y las hembras
y sus crías por otro, aunque algunos grupos familiares permanecen juntos durante dos o
tres años.

El oso pardo se ha adaptado a vivir en hábitats muy distintos, desde zonas abiertas, lla-
nuras y tundra, hasta áreas boscosas, y desde el nivel del mar hasta la alta montaña. Tam-
bién se ha adaptado a explotar muchos tipos de comida y se alimenta de productos tanto
de origen animal como de origen vegetal, como bayas, tubérculos, bulbos, carroña, hue-
vos, peces, hongos y miel. En otoño, su dieta está formada sobre todo por bellotas, bayas
y hayucos, alimentos energéticos que le proporcionan las reservas necesarias para el pe-
riodo de hibernación. Llegado el momento, el oso pardo se refugia en una grieta en las
rocas, una cueva o cualquier cavidad natural adecuada.

El oso pardo es, en principio, un animal de costumbres diurnas, pero donde ha sido muy
perseguido por el ser humano se ha hecho nocturno y también ha cambiado su hábitat re-
tirándose a los bosques más aislados y solitarios. La época de reproducción comienza en
mayo o junio y tanto las hembras como los machos son polígamos, es decir, que ambos
pueden copular varias veces con distinta pareja (en algunas poblaciones son monóga-
mos). Los osos pardos presentan métodos propios para controlar el número de sus pobla-
ciones y la hembra no suele tener su primera cría hasta los cinco o siete años de edad.
Tras la cópula y después de unos días de convivencia, el macho y la hembra se separan.
El óvulo recién fecundado detiene su desarrollo y no lo continúa hasta el otoño, por lo
que el nacimiento de los oseznos (normalmente dos por camada), no sucede hasta enero.
La hembra pare en una osera y los oseznos recién nacidos son muy pequeños (menos de
400 gr de peso y unos 23 cm de longitud). Éstos maman y viven durante el invierno a ex-
pensas de las reservas almacenadas por la madre y permanecen junto a ella durante casi
un año. La hembra no vuelve a criar hasta tres o cuatro años después y su edad repro-
ductiva termina a los treinta años de edad, aunque pocas sobrepasan los veinte, por lo
que resulta muy difícil que éstas sean reemplazadas en la población.

El oso pardo se encuentra presente en la península Ibérica, en concreto en los Pirineos y


en la cordillera Cantábrica. Cada núcleo de población está aislado de los demás; en la cor-
dillera pirenaica hoy sólo sobreviven ocho individuos (a mediados de este siglo se esti-
maban en unos 70 osos) y la población cantábrica consta de 60 a 80 ejemplares, aunque
también ha disminuido mucho desde finales del siglo XIX. El oso pardo está considerado
en España como una especie en peligro de extinción.
Clasificación científica: los osos pardos forman parte de la familia de los Úrsidos, den-
tro del orden de los Carnívoros.Todos pertenecen a una sola especie. El oso pardo eura-
siático se clasifica como Ursus arctos, el oso gris o grizzly como Ursus arctos horribilis
y el oso Kodiak como Ursus arctos middendorffi. Los osos grises que habitan en México
son Ursus arctos nelsoni, Ursus arctos kennerleyi y Ursus arctos horriaeus.
CONSERVACIÓN DE LA FAUNA

Uno de los principios básicos de la conservación de la fauna es la disponibilidad de ali-


mento natural y abrigo para las poblaciones de cada una de las especies de un hábitat
dado. Dos importantes amenazas a las que se enfrenta la vida silvestre es la destrucción
de hábitats, debida al drenaje de los mismos, a la agricultura y a la expansión urbana, y
la fragmentación de hábitats en parcelas demasiado pequeñas para que puedan mantener
las poblaciones autóctonas de animales. El tráfico ilegal de plumas, cuernos, marfil y ór-
ganos ha puesto a muchas especies al borde de la extinción. La fauna salvaje es un im-
portante recurso biológico, económico y recreativo que puede preservarse por medio de
una gestión cuidadosa. El reglamento de caza permite abatir a muchas especies sin que
ello afecte a sus niveles de población, e incluso pueden contribuir al control de especies
que se han vuelto demasiado abundantes en la región que habitan.

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