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2 El primero de los libros que, según las palabras de Pedro, configuran las
Escrituras inspiradas por el espíritu de Dios, es el libro del Génesis o del
principio. Se llama así porque en sus primeros capítulos, brevemente describe el
del universo, el de la atmósfera o cielo que permite la vida en nuestro planeta, el
de las aguas y la tierra firme, el de la vegetación y los animales, y el de los
humanos… Este es un libro que fue frecuentemente citado por Jesús, puesto
que en sus relatos se desvela el porqué de la exigencia de redención para el
hombre, y se fundamenta el mensaje profético de toda la Escritura, al anunciar
por primera vez la mediación de un redentor y el triunfo del propósito de Dios.
Moisés lo inicia con la declaración de la creación del universo, y narra
sintéticamente la adecuación de nuestro planeta al sostén de la vida que lo
habita, mientras repetidamente manifiesta que en un principio, Dios hallo a toda
su creación muy buena. (Génesis 1:31) De acuerdo con el relato, el hombre y la
mujer fueron creados físicamente sanos y moralmente justos, hallándose
estrechamente unidos a su Creador, y capacitados para tomar decisiones en el
ejercicio responsable de la libertad y la autoridad que Dios les había otorgado
cuando dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, (la imagen moral) que sea
semejante a nosotros, y tenga autoridad sobre los peces del mar, las aves de
los cielos, todo animal de la tierra...” (Génesis 1:26)
3 Luego describe el jardín que el Creador había hecho crecer, cómo un lugar
donde abundaban todos los frutos que el hombre necesitaba para su alimento; y
explica que el Creador “…tomó al hombre y lo llevó al jardín de Edén para que lo
cultivase y cuidase...” (Génesis 2:15) Desde entonces, aquel jardín de Dios se
convirtió en la morada del hombre, aunque no en su propiedad; Con esto Dios
propuso un arquetipo de lo que la propiedad representa, puesto que de su
respeto dependía la convivencia apacible entre una sociedad humana que
previsiblemente aumentaría, tal cómo él mismo había dispuesto al decir: “Sed
fecundos y…llenad la tierra...” (Génesis 1:28) Pero además, el hombre debía
aprender, comprender y aceptar, el hecho de que el permanecer unido a su
Creador mediante la fidelidad a los principios morales establecidos por él, y
congénitos en todos sus hijos, resultaba esencial para poder mantener la vida;
de manera que Dios le dijo: “Come con entera libertad los frutos de cualquiera de
los árboles del jardín, pero no debes comer el fruto del árbol del conocimiento
del bien y del mal, porque desde el día en que lo comas, irás muriendo
(envejeciendo) y morirás”. (Génesis 2:16..17)
10 Así pues, aunque ninguno de los descendientes de Adán podía por sí mismo
recuperar la condición por él perdida, Dios no había dejado a la humanidad sin
esperanza, y en el momento establecido, “...manifestó el amor que siente por
nosotros, enviando al mundo a su Hijo unigénito, para que por medio de él
pudiésemos obtener la vida. Pues nosotros no hemos amado a Dios, ha sido
Dios quien nos ha amado, y nos ha demostrado su amor al enviar a su Hijo
cómo sacrificio expiatorio de nuestros pecados”. (1Juan 4:9..10) Ahora bien,
para llevar a cabo una redención que pusiese al alcance del hombre la rectitud y
la vida perdurable perdida, Dios eligió de entre todos sus hijos fieles, a su
primogénito, que renunciando a su vida en los cielos y a “...la gloria que tenía
antes de que el mundo fuese”, (Juan 17:5) aceptó nacer cómo humano. El
apóstol Pablo describe la actitud que demostró ante la mediación que su Padre
le encomendaba, diciendo: “Cristo dice (al Padre): ‘No te has complacido en
sacrificios ni ofrendas, (las que se ofrecían según la Ley) pero me has formado
un cuerpo. No has aprobado holocaustos ni sacrificios por el pecado, y
entonces he dicho: Mira, voy yo, cómo se ha escrito de mí en el rollo del libro,
para hacer ¡Oh mi Dios! tu voluntad’”. (Hebreos 10:5..7) Entonces el ETERNO
envió a Gabriel, para que anunciase a María, una virgen judía descendiente del
rey David de Jerusalén, que Dios la había elegido para traer al Mesías al mundo,
y ella, dando su consentimiento a esta disposición, contestó: “He aquí la esclava
del SEÑOR, hágase en mí según tu palabra”, (Lucas 1:38) Así que el Creador
de la vida transfirió la vida de su primogénito al seno de María, y ella dio a luz a
un niño que por indicación del ángel, fue llamado Yahushua, que quiere decir el
‘Yahúh salva’. (Lucas 1:31..35) Por esta razón, en armonía con su origen, Jesús
podía verazmente decir a los que le escuchaban: “Antes de que Abraham fuese,
yo era”. (Juan 8:58)
11 Pablo escribió: “Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer, y bajo la
Ley…” (Gálatas 4:4) Por esto el Hijo de Dios había dicho en una ocasión a sus
discípulos: “No penséis que he venido a destruir la Ley o los Profetas; yo no
he venido a destruir si no a cumplir, porque de verdad os digo que hasta que los
cielos y la tierra hayan pasado, ni siquiera una i o una tilde de la Ley quedarán
sin efecto…” (Mateo 5:17..18) Así pues, Cristo obedeció el espíritu y la letra de
la Ley hasta en el menor detalle, cumpliendo por tanto con todas las
disposiciones que para la redención de una condena, la Ley establecía. De
hecho, la Ley de Moisés declara que los que por sus deudas, cayesen en la
esclavitud, tenían legalmente derecho a ser redimidos de la esclavitud por sus
hermanos, o por los hermanos y parientes de su padre; (Levítico 25:47..48) y
especificaba que la compensación ofrecida cómo redención o rescate, debía
ser equivalente en todo, al valor de la deuda. (Deuteronomio 19:21) Por esto,
Jesús, hijo de Dios, fue el mediador adecuado a lo que la Ley establecía; porque
puede decirse que por tener el mismo padre, era hermano de Adán. (Lucas
3:22, 38) Y puesto que no había heredado la muerte, y durante su vida “…ni
cometió pecado, ni hubo en sus palabras engaño…”, (1Pedro 2:22) resulto ser
el único humano que podía gozar de una vida perdurable; una vida que equivalía
en todo a la que Adán perdió; una vida que él ofreció para redimir la de la
humanidad. El apóstol Pablo escribe: “Verdaderamente, que grande y
misericordioso es este secreto sagrado, que se manifestó a través de un cuerpo
que satisfizo los requisitos de la Ley, se presentó a los ángeles en espíritu,
fue anunciado a las naciones para darse a conocer al mundo, y fue ascendido a
la gloria”. (1Timoteo 3:16) Y dice en otro lugar: “Está escrito que el primer Adán
fue hecho alma viviente, y el último Adán, un espíritu dador de vida”. (1Corintios
15:45)
12 Después de ser resucitado, Cristo “…entró una sola vez y para siempre en
el Santo del tabernáculo mayor y más perfecto (los cielos), que no ha sido
construido por la mano del hombre, o sea, que no pertenece a esta creación,
llevando consigo, no la sangre de machos cabríos y de toros jóvenes, (cómo
según la Ley, se hacía en el templo) si no la suya propia, para procurarnos
una redención eterna”. (Hebreos 9:11..12) Y tras “…haber cumplido con la
purificación de los pecados mediante el sacrificio de expiación, se ha sentado a
la diestra de la Majestad divina en el más alto de los cielos, y ha adquirido una
naturaleza tan superior a la de los ángeles, cuanto mayor es su responsabilidad
en la posición que le ha sido otorgada...” (Hebreos 1:3..4) Ahora, “...la fe en el
poder redentor de su sangre, es la base para que Dios, por su misericordia,
atribuya la justificación” o la rectitud al hombre. (Romanos 3:25) Puesto que si
“...por una sola trasgresión la condena se extendió a todos los hombres, por un
solo acto de justicia, la justificación que da la vida se extiende a todos los
hombres; y si por la trasgresión de un solo hombre, muchos han sido
constituidos pecadores, por la obediencia de un solo hombre, también muchos
han sido justificados”. (Romanos 5:18..19) De manera que “Si la muerte llegó
por medio de un hombre, la resurrección también llega por medio de un
hombre, para que del mismo modo que mueren todos por la culpa de Adán,
vuelvan todos a la vida por medio de Cristo”. (1Corintios 15:21..22)
13 En el libro del Génesis, hallamos que desde un principio Dios había declarado
su propósito de redimir a los descendientes de Adán, dándolo a entender en
Edén con estas entonces misteriosas palabras, dirigidas a Satanás: “...pondré
enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia. Él
aplastará tu cabeza y tú herirás su talón”. (Génesis 3:15) Esta revelación que
pronosticaba la intervención del Creador en favor de una futura humanidad,
origina el proceso de lo que las Escrituras denominan el sagrado secreto de
Dios, un “…secreto sagrado que se encuentra escondido desde tiempos
remotos en las escrituras proféticas, y que ha sido ahora desvelado” en la
‘buena nueva’, “por disposición del Dios eterno, para darlo a conocer a todas las
naciones, y que se hagan obedientes a la fe”, (Romanos 16:25..26) obteniendo
la vida perdurable que el rescate de Cristo ha puesto a su alcance.