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1 Durante el llamado ‘Sermón del Monte’, Jesús dijo: “Sed pues perfectos
cómo vuestro Padre del cielo es perfecto”, (Mateo 5:48) pero ¿Acaso es esto
posible? ¿De que modo podrían los que han heredado el pecado, ser perfectos a
semejanza del Padre del cielo?
Y sin embargo, las palabras de Jesús instaban a los que le escuchaban, a ser
perfectos ¿Cómo lograrlo?
Para comprender el sentido de sus palabras, debemos liberarnos de la idea de
que la ‘perfección’ a la que Jesús se refería, debía ser siempre y en toda
circunstancia, total e ilimitada, demostrando una suprema excelencia en
cualquier aspecto, puesto que en realidad solamente Dios posee esta perfección
absoluta. En cambio, la perfección de cualquier persona o de cualquier cosa que
ha sido creada, está estrechamente relacionada con su adecuación al propósito
de su creación, por lo que su perfección es siempre relativa.
3 Con las palabras hebreas que se traducen cómo ‘perfecto’, ocurre lo mismo.
Por ejemplo, se dice en la Escritura que Noé era ‘justo e íntegro’ (Génesis 6:9) y
Job era ‘recto e íntegro’. (Job 1:8) Pero la palabra ‘tamim’, que correctamente
se traduce en estos dos versículos cómo ‘íntegro’, quiere también decir
‘perfecto’ y ‘completo’.
Es pues evidente que la ‘tamim’ o perfección que se atribuye a estos hombres,
no puede describir una perfección total ni significar que no tuviesen pecado, ya
que cómo descendencia de Adán, lo habían heredado ¿Cómo podían pues ser
considerados íntegros o perfectos? En el sentido de que se esforzaban según
sus capacidades y posibilidades, por cumplir con perfección o integridad, todas
las cosas que Dios requería de ellos; unas cosas que nunca estaban fuera de su
alcance, ya que cómo muestra la Escritura, Dios no requiere del hombre algo
que este no pueda hacer y en armonía con esto, escribe Miqueas: “Se te ha
explicado, hombre, lo qué es el bien ¿Y que es lo que Yahúh requiere de ti, a
no ser el obrar con rectitud, amar la clemencia y ser modesto al tratar con
tu Dios?” (Miqueas 6:8)
4 Yahúh conoce y tiene en cuenta las debilidades de sus hijos humanos; cómo
padre, no exige de un hijo adolescente lo mismo que de uno ya maduro, y cómo
alfarero, no espera hallar en una vasija de terracota común, la calidad de una
vasija de arcilla refinada. Por esto Isaías le ora diciendo: “…ahora, Yahúh, tú
eres nuestro padre; nosotros somos la arcilla y tú eres el alfarero, pues todos
nosotros somos obra de tu mano. No te encolerices entonces excesivamente ni
recuerdes para siempre nuestros pecados; por favor Yahúh, ten en cuenta que
todos nosotros somos tu pueblo”. (Isaías 64: 7-8) Y David escribe este salmo:
“Igual que un padre se compadece de sus hijos, se compadece Yahúh de los que
le temen, porque él sabe de qué estamos hechos, recuerda que solamente
somos polvo”. (Salmo 103:13-14)
Estas palabras que fueron inspiradas a sus profetas por su santo espíritu, nos
confirman que Dios considera las debilidades y las equivocaciones de sus
servidores terrestres, con bondad y con misericordia.
6 Cuando Jesús dijo: “Sed pues perfectos cómo vuestro Padre del cielo es
perfecto”, el argumento considerado era el amor y la generosidad, y esta
declaración suya registrada en el evangelio de Lucas, lo completa: “Si amáis a
los que os aman ¿Qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los
que los aman. Si hacéis bien a los que os hacen bien ¿Qué mérito tenéis?
Porque también los pecadores hacen lo mismo. Si prestáis a aquellos de
quienes esperáis recibir ¿Qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a
los pecadores para recibir de ellos la misma cantidad. Antes bien, amad a
vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada a cambio,
entonces será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo porque él
es bondadoso con los que son ingratos y perversos. Sed pues misericordiosos
igual que es misericordioso vuestro Padre.” (Lucas 6:32-36)
7 De esta manera enseñó Jesús a sus discípulos, que el demostrar amor a los
que nos demuestran amor, es algo natural en casi todas las personas y no
requiere un esfuerzo meritorio, sin embargo, si sus discípulos deseaban ser hijos
de su Padre del cielo, debían seguir el ejemplo de su generosidad, puesto que él
sostiene la vida de todos, haciendo “…salir su sol sobre buenos y malos, y
haciendo llover sobre justos e injustos”. (Mateo 5:45)
Los verdaderos discípulos de Cristo no deben pues ser exiguos, incompletos o
imperfectos en la manifestación de su amor y de su generosidad; por el
contrario, deben poner en práctica de manera excelente estas cualidades,
manifestándoselas también a sus enemigos. Jesús no estaba hablando de algo
imposible, cómo el hecho de ser perfectos en todos los aspectos al modo del
Altísimo, estaba mostrando a sus discípulos una determinada característica de la
generosidad de Dios, que ellos debían esforzarse en imitar completa y
perfectamente, cómo él mismo lo hizo, amando a sus enemigos hasta el punto
de entregar su vida en favor de la de ellos. Teniendo todo esto en cuenta,
entendemos mejor las palabras de Juan, cuando escribe: “…si en este mundo
el amor ha llegado a ser perfecto en nosotros, somos como él (Cristo) y
podemos enfrentarnos con confianza al Día del juicio, porque el amor perfecto
aparta el temor”. (Juan 4:17)
8 Debemos preguntarnos si cómo él, manifestamos esta clase de amor basado
en la generosidad ¿Amamos a nuestros enemigos y oramos por nuestros
perseguidores, esperando que se vuelvan a Dios? Porque Yahúh “…no se
retrasa en el cumplimiento de su promesa, como piensan algunos, más bien nos
muestra su paciencia, porque quiere que todos tengan la oportunidad de
llegar a la conversión, sin que ninguno sea destruido”. (2Pedro 3:9)
Cristo, a imagen de su Padre, impartió con amor y generosidad su enseñanza y
sanó a todos los que se acercaban a él. Si nos interesamos bondadosa y
misericordiosamente por los demás, sin permitir que la parcialidad y el prejuicio
nos influencien negativamente, también nosotros perfeccionaremos nuestro
amor y asumiremos la actitud del Hijo de Dios, igual que él asumió la de su
Padre. Esta postura nos permitirá adquirir una disposición amable y afectuosa
que contribuirá a establecer excelentes relaciones con los demás y en particular,
con nuestras familias y con nuestras hermanas y hermanos cristianos, porque
promoveremos alrededor nuestro, armonía y cooperación, eliminaremos
fricciones y malos entendidos, y ejerceremos una influencia positiva en las
personas que encontramos en nuestra vida cotidiana.
10 Aquel joven hubiese realmente podido hacer lo que Jesús le decía, igual que
lo habían hecho sus otros discípulos, abandonando su actividad y hacienda para
seguirle, pero su reacción fue muy diferente, pues dice Mateo que “…al oír el
joven estas palabras, se marchó entristecido, porque sus bienes eran muchos”.
(Mateo 19:22) El hecho es que la seguridad que sus muchos bienes le
proporcionaban, fue para él más digna de confianza que la seguridad que un
tesoro en los cielos le ofrecía, aunque seguramente conocía la Ley y los
Profetas, no había puesto fe en la protección y la bendición de Dios. Cuan
diferente es la actitud de Yahúh, que entregó a su Hijo más amado, a su
Primogénito, en favor de la vida de la humanidad.
11 Podemos concluir diciendo que tampoco hoy en día se nos exigen cosas que
estén más allá de nuestras posibilidades, ya que solo debemos servir con todo el
corazón a nuestro Dios Yahúh y a nuestro prójimo dentro de nuestras
capacidades y de nuestras posibilidades ¿Nos esforzamos en cumplir con esto?
¿Estudiamos e investigamos la Palabra de Dios con seriedad? ¿Respetamos y
ponemos en práctica los principios que se hallan en las Escrituras? Si lo
hacemos, podemos estar seguros que seremos considerados “perfectos, cómo”
nuestro “Padre del cielo es perfecto”, ya que al imitar su amor y su bondad, su
misericordia y su generosidad, demostraremos ser sus hijos. Hagamos por tanto
de manera que estas cualidades sean una parte esencial en nuestro modo de
vivir.