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Obras de Immanuel WALLERSTEIN

1974: DE SEVILLA A AMSTERDAM: EL FRACASO DEL IMPERIO.

(Capítulo 4 de El Moderno Sistema Mundial, I, de Immanuel Wallerstein.


Digitalizado a partir de la edición en castellano de Siglo XXI editores, 1979.
Traducción de Antonio Resines)

La economía-mundo europea que se estaba creando [en el siglo XVI] era un gran
premio, y es comprensible que los hombres buscaran su control. La ruta de la
dominación imperial era el camino clásico, familiar para los hombres de esa era.
Muchos soñaron con esa posibilidad. Los Habsburgo, bajo Carlos V, hicieron un
valiente intento de absorber toda Europa. Hacia 1557, el intento había fracasado, y
España perdió definitivamente no sólo su imperio sino también su papel económico
central. Muchas ciudades aspiraban a ser el eje de la economía-mundo europea: Sevilla,
Lisboa, Amberes, Lyon, Génova y Hamburgo pretendieron (si no exigieron) serlo. Pero
de hecho, sería Amsterdam, un candidato poco probable en 1450, la que para 1600
habría logrado la preeminencia. Volvamos ahora a esta historia del fracaso del imperio,
que trajo consigo la declinación de España, y la de todas las ciudades-Estado que eran
sus aliados, en favor de los triunfantes rebeldes de Amsterdam.

La oscilación económica ascendente que comenzó hacia 1450 creó una notable
prosperidad en primer lugar en todos los viejos centros de comercio, en lo que se ha
llamado la espina dorsal de Europa -Flandes, el sur de Alemania, el norte de Italia-- y,
por supuesto, como resultado de los descubrimientos, en España. Resulta llamativo ver
con qué precisión estas áreas vinieron a constituir el imperio de los Habsburgo bajo
Carlos V. En esta expansión el elemento significativo más nuevo era el comercio
transatlántico español del siglo XVI, centrado en Sevilla y su Casa de Contratación de
las Indias, un comercio que llegó a ser tan importante que "toda la vida europea y la
vida del mundo entero, en la medida en que existía un mundo, podría decirse que
dependían [de este tráfico]. Sevilla y sus cuentas podrían darnos el ritmo del mundo"
(1).

¿Cómo llegó España a jugar un papel tan central? Después de todo, como discutimos en
el Capítulo I, fue Portugal y no España la que se puso a la cabeza de la expansión
ultramarina europea del siglo XV. Más aún, el siglo XV no fue una era tranquila en la
historia de España. De hecho, Jaime Vicens Vives dice que "la palabra crisis sintetiza la
evolución histórica española durante el Cuatrocientos" (2).

La crisis era política (un período de rebelión y guerra interna) y económica (recesión en
toda Europa). La reacción de España ante la crisis en términos económicos fue
desarrollar su industria ovejera y ganar, como resultado de los bajos precios, una
considerable parte del (reducido) mercado mundial (3). La fuerza del grupo de
productores de lana en España, la Mesta, era tal. Que los intentos de potenciales
burgueses castellanos de que el rey adoptara políticas proteccionistas fracasaron en los
siglos XIV y XV (4). Incluso bajo los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, supuestos
partidarios de la actividad industrial, Vicens encuentra que las industrias mencionadas
"o bien son de lujo o de mercado local" (5). A diferencia de Inglaterra, España no
avanzaba hacia una importante industria textil (6). Irónicamente, puede haber sido el
hecho mismo de la competencia castellana, combinada con la depresión de finales de la
Edad Media, lo que animó a Inglaterra a emprender el camino del crecimiento
industrial. El hecho fue, no obstante, que España no emprendió ese camino.

Pero entonces, si la economía española era estructuralmente tan débil, ¿Cómo


explicamos la posición económica central de España en la primera mitad del siglo XVI?
En parte porque las debilidades eran a largo plazo, no a corto plazo, y en parte porque a
determinados niveles el sistema político era fuerte. Castilla tuvo una clara tarea
"nacional" a lo largo de toda la Edad Media. Por una parte, estuvo la Reconquista, la
expulsión gradual de los moros de la península ibérica, que culminó con la caída de la
Granada musulmana y la expulsión de los judíos de España, ambos en 1492, el año de
Colón. Por otra parte estaba el empuje para unificar los Estados cristianos de la
península. Esta impulso culminó con una unión tan sólo en la cumbre, reteniendo
Aragón una legislatura, un presupuesto del Estado y un sistema sociolegal separados.

Dado que España fue construida sobre una Reconquista, el feudalismo como forma
política era débil (7). Por consiguiente, como afirma José A. Maravall, "un orden
político y social que no estaba basado en la estructura feudal proporcionaba un terreno
favorable para el desarrollo de formas ‘estatales’ " (8). Un sistema de carreteras de
primera categoría hacía la relación política y económica del centro con la periferia
relativamente sencilla (9). Fernando e Isabel ayudaron a la Mesta a crear un fuerte
sistema de mercados nacionales (10). Crearon un sistema de movilidad individual, si
bien en un contexto de mantenimiento de los valores de rango y jerarquía (11).
Fortalecieron la burocracia, haciendo de ella algo "enraizado en la comunidad [...] de la
cual es [...] ‘pars rei publicae’ " (12). Nacionalizaron, por así decirlo, el clero católico
(13). Por encima de todo, crearon "condiciones en las cuales el potencial económico
existente en Castilla pudiera ser ampliamente realizado" (14).

Que el oro y la plata fluyeran a través de España, que Castilla pudiera ascender al centro
del cielo europeo era, dice Pierre Vilar, "consecuencia a la vez que causa" (15). Pero
¿consecuencia de qué, exactamente? De una larga serie de hechos, en realidad,
centrados en torno al papel económico de los metales: la débil base de metales precios
del mundo mediterráneo, la centralidad anterior del Sudán, como suministrador del oro,
el impacto de la expansión portuguesa sobre los intermediarios norteafricanos de las
ciudades- Estado italianas, el papel de los genoveses den España y su deseo de
encontrar una fuente no portuguesa de metales precios (un deseo que sólo podía
satisfacer España).

Reconstruyamos esta compleja historia. Hemos hablado ya del papel del oro en el
comercio medieval, y de cómo el oro de Sudán llegaba a Europa, a través del norte de
África y del mundo mediterráneo cristiano. Súbitamente a mediados del siglo XV, el
papel norteafricano disminuyó grandemente. La extensión de esa disminución parece
ser una cuestión bastante debatida: Braudel habla de un hundimiento de la posición
norteafricana (16). Malowist reconoce la reducción pero no la considera catastrófica
(17). La súbita escasez de oro y plata agravó la carga financiera del Estado español, que
había ido aumentando continuamente a causa de los crecientes gastos militares y de la
Corte, causando una caída del valor del dinero de cuenta, el maravedí (18).

La crisis financiera fue seria, e hizo reaccionar a los genoveses de España, porque eran
tanto sus banqueros como los compradores del oro. Hemos hablado ya del papel de
Génova en el comercio español. Los genoveses estaban implicados en él de muchas
formas, no sólo como financieros (19). Pero ¿por qué no podían los genoveses haber
conseguido su oro a través de Portugal? Tal vez la fuerza de Portugal como país puntero
en la exploración significaba que sus términos no fueran tan ventajosos para Génova
como los que ofrecería España (20). Tal vez también porque su propia fuerza llevaba a
una falta de imaginación. La imaginación es habitualmente tan sólo la búsqueda de
ganancias a plazo media. Por parte de aquellos para los cuales los canales a corta plazo
están bloqueados. Cuando los canales no están bloqueados la imaginación sufre.
Portugal se las apañaba bastante bien con la navegación a lo largo de la costa africana.
No sentía presión alguna para lanzarse a peligrosas aventuras de navegación hacia el
oeste (21). Chaunu argumenta elocuentemente el sensato planteamiento de que no es la
suerte lo que justifica el descubrimiento de América por España. Era el país mejor
dotado, en el contexto de aquellos tiempos, "no sólo para aprovechar todas las
oportunidades que se le ofrecieran, sino para creárselas ella misma" (22). Inglaterra
empleó al italiano John Cabot, pro su segunda expedición "inglesa" requirió apoyo
español. Hasta el siglo XVIII Francia e Inglaterra no se convirtieron en países con
exploración ultramarina y harta el XVIII no tuvieron realmente éxito" (23).

España, sin embargo, tuvo éxito, ya en el siglo XVI, en la creación de un vasto imperio
en las Américas, tan grande como se lo permitía el costo del transporte marítimo (24).
Eso supuso un relampagueante crecimiento del comercio transatlántico, multiplicándose
su volumen por ocho entre 1510 y 1550 y de nuevo por tres entre 1550 y 1610 (25). El
foco central de este comercio era un monopolio del Estado en Sevilla (26), que en
muchas formas se convirtió en la estructura burocrática clave de España. El elemento
central en el comercio transatlántico eran los metales preciosos. Al principio los
españoles simplemente tomaron el oro y extraído por los incas y utilizado en sus rituales
(27). Esto era todo un filón. Precisamente ciando se estaba acabando, los españoles
consiguieron descubrir el método de la amalgama de plata, que les permitió extraer
rentablemente la plata que tan abundantemente existía, y que representó el flujo
realmente importante de metal precioso hacia Europa (28).

El "relampagueante crecimiento" del comercio vino acompañado por una espectacular


expansión política por Europa. Tras la coronación de Carlos V como emperador del
Sacro Imperio Romano Germánico en 1519, sus dominios en Europa incluían áreas tan
variadas y discontinuas como España (incluyendo Aragón), os Países bajos, varias
regiones del sur de Alemania (incluyendo Austria), Bohemia, Hungría, el Franco
Condado, Milán, y las posesiones españolas del Mediterráneo (Nápoles, Sicilia,
Cerdeña y las Baleares). Por un momento ese imperio, paralelo en su estructura al
contemporáneo imperio otomano de Solimán el Magnífico y al imperio moscovita de
Iván el Terrible, pareció absorber el espacio político de Europa. Parecía que la naciente
economía-mundo podría convertirse en otro imperio. Carlos V no fue el único en
intentar absorber la economía mundo europea en su imperio. Francisco I de Francia
estaba intentando hacer lo mismo (29) y Francia tenía las ventajas de su tamaño y su
centralidad (30). Pero Francia tenía menos recursos para su intento, y la elección de
Carlos V como emperador, por encima de Francisco I, fue un gran paso atrás. No
obstante, Francia, localizada "en el corazón" (31) del imperio español, era
suficientemente fuerte como para hacer que la historia de los siguientes cincuenta años
fuera la de una guerra virtualmente constante entre los dos gigantes imperiales, los
Habsburgo y los Valois, una lucha que conduciría finalmente al agotamiento de ambos
en 12557, y a la desaparición por un largo período de tiempo de los sueños imperiales
en Europa.

La larga lucha de los dos gigantes, Francia y España, se desarrolló en términos militares
principalmente en la península italiana, primero con las guerras franco-españolas de
1494-1516, y después con la rivalidad Habsburgo-Valois que continúa hasta 1559 (32).
La razón para luchar sobre Italia, desde el punto de vista de los imperios, era clara. Las
ciudades-Estado italianas del norte habían sido en la Baja Edad Media el centro de las
actividades económicas más "adelantadas", industriales y comerciales, del continente
europeo. Si bien ya no monopolizaban el comercio a larga distancia, eran aún fuertes
por su capital acumulado y su experiencia (33), y un pretendido imperio-mundo
necesitaba asegurar su control sobre ellas. En el disperso mapa político de Italia (34),
sólo Lombardía había desarrollado un aparato de Estado relativamente fuerte sobre un
área de tamaño medio (35), pero en apariencia excesivamente pequeña aún para
sobrevivir políticamente (36).

Notas:

(1) Chaunu, Séville, VIII (1), p. 14.

(2) Jaime Vicens Vives, Approaches to the history of Spain, 2ª ed, Berkeley, Univ. of
California Press, 1970, p. 76 [Aproximación a la historia de España, Barcelona, Vicens
Vives, 1976, p. 89].

(3) "Sin la crisis por la que pasó Europa durante los siglos XIV y XV, sin la atracción de
los posibles bajos precios de la lana castellana, sin la bien conocida disminución de las
exportaciones de la lana inglesa, sin la próspera actividad de las ciudades italianas,
habría sido imposible e impensable el desarrollo del ganado lanar castellano con sus
millones de ovejas itinerantes". Braudel, La Méditerranée, I, p. 84.

(4) "Que en el siglo XV la industria pañera había alcanzado una densidad notable, nos
lo revela, precisamente, la proposición de las Cortes de 1438, celebradas en Madrigal,
solicitando que se prohibiera la importación de tejidos extranjeros y la exportación de
lana castellana. Esta política decididamente proteccionista no fue aceptada por Juan II
por la intervención decidida de la Mesta, y de todos los que vivían cómodamente del
comercio de la lana: mercaderes, recaudadores, tratantes y usureros. Desde entonces
empezó el violento forcejeo de los latifundistas para evitar el desarrollo de la burguesía
castellana. En este sentido debe entenderse el acuerdo de las Cortes de Toledo de 1462,
en las que Enrique IV fijó la proporción de un tercio que se reservaba la industria pañera
castellana sobre las exportaciones totales de la Mesta, proporción escasa si se quería
retener para el país la riqueza que salía hacia el extranjero y que hacía la fortuna de
tantos aristócratas" Jaime Vicens Vives, An economic history of Spain, pp. 259-260 [p.
238].

(5) Ibid., p. 305 [p. 277].

(6) "Castilla se caracterizaba por ser exportadora de lana primera materia y no de paño,
y [...] uno de los soportes de la política mercantilista de los Reyes Católicos fue el
fomento de la extracción de las lanas merinas de la cabaña mesteña. Inglaterra, por el
contrario, que poseía una próspera ganadería lanar, las 9/10 partes de cuyos vellones se
había exportado tradicionalmente con destino a la industria flamenca, comenzó en el
siglo XIV, a la par que desarrollaba su cabaña, una política de industrialización de la
materia prima". José Larraz, La época del mercantilismo en Castilla (1500-1700),
Madrid, Atlas, 1943, p. 20.

(7) Luis Vitale enumera cinco razones por las cuales el feudalismo fue más débil en
España que en otros países de Europa occidental. Estas razones giran en toro al impacto
de las conquistas árabo-musulmanas, el papel de la Mesta y el papel inicial de la
burguesía. Véase Latin America: reform or revolution?, pp. 34-36.

(8) Maravall, Cahiers d’Histoire Mondiale, VI, p. 791. Esto no significa necesariamente
que el papel económico de los grandes terratenientes fuera débil. Por el contrario, Pierre
Vilar sostiene sobre la base de este hecho que el imperialismo español fue "la fase
superior del feudalismo". "Le temps de Quichotte", Europe, vol. 34, 121-122, enero-
febrero de 1956, página 8.

Sin embargo, ya hemos argumentado en el capítulo anterior por qué la aparición del
fenómeno de los latifundios no debe ser considerado como un "segundo feudalismo",
sino más bien como "agricultura capitalista". Véase no obstante Pierre Vilar: "En
España [...] o más bien en Castilla, las clases dominantes emprendieron la conquista a la
manera de la Reconquista: a la manera feudal. La ocupación de tierras, el sometimiento
de los hombres a la condición servil, la acumulación de tesoros, todo esto no es una
preparación para "invertir" en el sentido capitalista de la palabra. Una burguesía
naciente podría haberlo hecho. Y desde 1480 aproximadamente, hasta 1550, no dudó en
hacerlo. Sin embargo, a causa de su posición en el circuito monetario, ensayó primero el
inestable capitalismo de puertos y ferias. Además, las "fuerzas productivas" de las que
disponía -tierra, hombres, innovaciones técnicas-- cayeron bien pronto en las llanuras de
Castilla bajo la ley de los rendimientos decrecientes. Después, a partir de 1550, sintió el
efecto esterilizante de las inyecciones de moneda. Se gasta, se importa, se presta bajo
interés. Se produce poco. Los precios y los salarios se disparan. El parasitismo se
desarrolla y la empresas decae. Eso significa pobreza para el día de mañana" (ibid., pp.
9-10).
La alusión de Vilar al "inestable capitalismo de puertos y ferias" parece referirse al
escepticismo de Marx sobre las cualidades progresivas del capital comercial: Sin
embargo, su desarrollo, considerado por sí solo [...] es insuficiente para explicar y
mediar la transición de un modo de producción a otro [...] Por el contrario, allí donde
ese capital predomina imperan condiciones anticuadas". Capital, III, cap. 20, p. 327. [El
Capital, III, vol. 6, p. 418]. El subrayado es mío.

(9) "Este movimiento de ‘acarreo’ es lo que permite a castilla servir de nexo y unión
entre las regiones periféricas de la península que la rodean y la separan a menudo del
mar. Es ese tráfico, y no castilla solamente, como se ha dicho [Ortega y Gasset], lo que
ha hecho a España [...] ¿Acaso no es la facilidad de com8unicaciones la primera
condición para un gobierno eficaz? Castilla se convierte por todas estas razones en el
centro histórico de gravedad de España". Braudel, La Méditerranée, I, p. 49.

(10) "El especial interés de Fernando e isabel en restringir y regular los portazgos sobre
la Mesta se debía a la importancia muy acrecentada de esta organización como
instrumento para el estímulo de la comunicación interna. La nacionalización del
comercio, la evolución de los mercados locales y urbanos hacia un mercado nacional,
era una etapa de progreso económico cuya profunda importancia estos ilustrados
soberanos fueron los primeros de la península en apreciar". Klein, The Mesta, p. 223.

(11) "El efecto de la política de Fernando e Isabel fue por consiguiente confirmar y
consolidar la importancia del rango y la jerarquía en la sociedad castellana, pero al
mismo tiempo ofrecer oportunidades de progreso social a muchos que habrían tenido en
reinados anteriores esperanzas mucho menores de acceder a un estatus privilegiado. Una
de las claves para el progreso era la educación, que podía llevar eventualmente a una
posición en el servicio real. La otra era la riqueza, particularmente la riqueza urbana,
que hizo posible la alianza entre las ricas familias de comerciantes (incluidas las de
origen judío) y las familias de respetable linaje aristocrático". J. H. Elliott, Imperial
Spain, 1469-1716, Nueva York, Mentor, 1955, pp. 113-114.

(12) Maravall, Cahiers d’Histoire Mondiale, VI, p. 805.

(13) "Los Reyes Católicos no querían que hubiese extranjeros ocupando posiciones
eclesiásticas en su reino, en parte para preservar sus privilegios, pero en parte también a
la vista de lo poco que los extranjeros conocían de las cosas de su reino" (ibid., p.
806).

(14) Elliott, Imperial Spain, 1469-1716, p. 117. Elliot señala por otra parte toda una
serie de rasgos negativos de su reinado. Véanse pp. 123-127.
(15) Vilar, Past and Present, 10, p. 32. Y España asciende, añade Álvaro Jara, porque
conquista la América española: "España no estaba aislada del marco europeo; recibía, a
su vez, la influencia y el reflejo de las necesidades económicas provenientes de los
centros financieros europeos, que le eran comunicadas de una forma u otra. Ya se tratara
de las necesidades del consumo español (entendiendo consumo en el sentido general de
provisiones) o de las exigencias de las campañas militares de la monarquía, las colonias
indias formaban un telón de fondo protector, sin cuya ayuda sería imposible explicar el
predominio español. Así, no debemos dudar en hablar de una coincidencia de intereses
paralelos entre los grandes rasgos de la conquista española en América -basados en la
empresa privada-- y las necesidades del aparato de Estado metropolitano, que
estimulaba una forma de conquista que permitiese acumular prodigiosos tesoros sin
riesgos ni grandes desembolsos". "Estructuras de colonización y modalidades del tráfico
en el Pacífico sur hispanoamericano", Les grandes voies maritimes dans le monde, XVe-
XIXe siècles (VIIe Colloque, Commisssion Internationale d’Histoire Maritime), París,
SEVPEN, 1965, página 251.

(16) "Desde la última década del siglo XV, el oro de Sudán deja de llegar, al menos en
las mismas cantidades, a las ciudades del norte de África [...] [El] Mediterráneo se ve
súbitamente privado de una parte importante de su suministro de oro [...] A
consecuencia de ello, la prosperidad local del norte de África se derrumba como un
castillo de naipes [...] ¿Qué sucedió Sólo esto: en 1460, los exploradores portugueses
alcanzaron las proximidades del golfo de Guinea [...] Ello da comienzo a una verdadera
‘captura’ del tráfico económico sahariano, un cambio de dirección y una desviación".
Fernand Braudel, "Monnaies et civilisation: de l’or du Soudan à l’argent d’Amérique",
Annales ESC, I, 1, enero-marzo de 1946, pp. 12-13.

(17) "Existe mucha confusión sobre la influencia de los puertos comerciales [comptoirs]
portugueses de Arguim (a partir de 1448) y São Jorge de Mina (1482-1484) en el
comercio africano de oro. Debemos admitir que el puesto comercial de Arguim
modificó en alguna medida la dirección de las exportaciones de oro sudanés, así como
los nómadas bereberes ocupados en este comercio, tenían, con la llegada de los
europeos a Arguim, nuevos compradores de mineral, pero esto no afectaba de ninguna
forma a su posición en este comercio. Esto no era cierto para los tradicionales
compradores de oro, es decir, los magrebíes y los egipcios, quienes, al parecer, iban a
sentir los efectos de la aparición de competidores europeos en las costas de África
occidental [...]

"En la etapa actual de las investigaciones pensamos más bien que las exportaciones de
oro sudanés al Magreb y a Egipto quizá habían disminuido de hecho, pero que este
fenómeno no fue de proporciones catastróficas para el mundo árabe. Nos parece
igualmente dudoso que el crecimiento de la circulación de oro en Uadam pueda ser
atribuido a la actividad del puesto comercial en el puerto de Mina, que estaba situado
demasiado lejos [...]

"En cualquier caso, de acuerdo con el autor de Tarikh es-Soudan, Djené era todavía un
gran centro de intercambio de sal del Sahara por oro a finales del siglo XVI y
comienzos del XVII". Marian Malowist, "Le commerce d’or et d’esclaves au Soudan
occidental", Africana Bulletin, 4, 1966, páginas 56-59.

(18) Véase Miguel Ángel Ladero Quesada, "Les finances royales de Castille à la veille
des temps modernes", Annales ESC, XXV, 3, mayo-junio de 1970, p. 784.

(19) Los genoveses y otros no españoles desempeñaron 8un amplio papel no sólo en la
búsqueda de metales preciosos y en el comercio de España, sino también en la
producción primaria en las islas Canarias. Véase Manuela Marrero, "Los italianos en la
fundación del Tenerife hispánico" en Studi in onore di Amintore Fanfani, V, Evi
moderno e contemporaneo, Milán, Dott. A. Giuffrè, 1962, pp. 329-337.

(20) "Es un honor para Génova, si de honor se trata, haber sido la única entonces en
buscar una solución antiportuguesa", Braudel, Annales ESC, I, Página 14.

(21) "El fracaso de Colón en Portugal puede explicarse por el mismo adelanto de los
conocimientos geográficos en los medios gubernamentales y comerciales del país.
Nadie deseaba arriesgar dinero y vidas humanas sobre la base de hipótesis tan
evidentemente erróneas, si se era juicioso y se tomaban en cuenta especialmente las
distancias que debían cubrirse.

"Además, Portugal estaba demasiado dedicada a la fructífera política de exploración


africana, a la búsqueda a través de Sudán de una ruta marítima directa a las islas de las
especias, para apostar por una probabilidad tan remota como la inverosímil ruta
propuesta por Colón". Chaunu, Séville, VIII (1), pp. 89-90.

(22) Ibid., p. 235.

(23) "Desde el momento en que uno se niega a reconocer que ha habido una revolución
tecnológica entre los comienzos del siglo XVI y el siglo XVIII, se niega a admitir que el
papel de Castilla resultaba lógicamente favorecido por su posición como punta de lanza
de la Reconquista, en la intersección del Mediterráneo y el océano, en la intersección
del punto culminante de los vientos comerciales hacia el norte y el punto de contraflujo
de las latitudes medias hacia el sur, desde ese momento se atribuye a la suerte, es decir,
al absurdo, el descubrimiento de América por un navegante genovés que parte de Palos;
y en la misma línea, la vida de Andalucía en el siglo XVI, el largo e inteligente esfuerzo
de los habitantes del sur de la península Ibérica, se convierten en el fruto absurdo de un
absurdo capricho". Chaunu, Séville, VIII (1), pp. 236-237.

(24) "La América española alcanzó sus dimensiones en menos de medio siglo. El
fracaso en la conquista del Chile araucano lo demuestra. La américa colonial, en orden a
crecer y sobrevivir, comenzó pronto a basarse en un sistema eficiente de comercio
marítimo. El costo del transporte exigía una amplia producción de riquezas. Ello
condenó a la primera América a los únicos sistemas capaces de producir tales riquezas
inmediatamente". Pierre Chaunu, L’Amérique et les Amériques, París, Armand Colin,
1964, pp. 85-86.

(25) "Qué asombroso el dinamismo de esta primera fase de expansión: aquí estamos
realmente en presencia [...] de una ruptura estructural. Esta disparidad se explica
fácilmente: ¿no es este período 1504-1550 la transición de la nada al ser?" Chaunu,
Séville, VIII (2), p. 51.

(26) "Incapaz el Estado español de liberarse en su política oceánica de la influencia del


grupo de hombres de Andalucía que controlaban la situación, buscó con toda su fuerza
asegurar un estricto respeto a un monopolio [el de Sevilla] que, entre otras virtudes,
favorecía la eficacia de su control". Huguette y Pierre Chaunu, "Economie atlantique,
économie-monde" (1504-1650)" Cahiers d’Histoire Mondiale, I, 1, julio de 1953, p. 92.

(27) Véase Álvaro Jara, "La producción de metales preciosos en el Perú en el siglo XVI,
Boletín de la Universidad de Chile, 44, noviembre de 1963, p. 60. Véase el cuadro de la
p. 63.

(28) "Es probable que sin el uso de la técnica basada en las propiedades del mercurio,
todo el proceso inflacionario europeo se habría detenido, y la minería americana habría
entrado en una fase de estancamiento y decadencia". Álvaro Jara, "Economía minera e
historia económica hispanoamericana", en Tres ensayos sobre economía minera
hispanoamericana, Santiago (Chile), Centro de Investigaciones de Historia Americana,
1966, página 37.

(29) "Existe [en el siglo XVI] un imperialismo francés. Ante todo los franceses se
negaron a reconocer ninguna dependencia respecto al Emperador [del Sacro Imperio
Romano]. "El rey es emperador en su reino". Después Carlos VIII bajó por Italia [1494]
para alcanzar Oriente, dirigir una cruzada y obtener nuevos títulos en el imperio de
Constantinopla. Entró en Nápoles, coronado de oro, llevando en sus manos el cetro y el
globo imperiales, mientras todo el mundo gritaba: "Emperador augustísimo". Entonces
hubo pánico en Alemania, donde pensaron que estaba deseoso del título de emperador
del Sacro Imperio Romano Germánico. Este imperialismo francés, que tomó la forma de
los intentos de dominar Italia y la candidatura de Francisco I en la [elección del] Sacro
Imperio [Romano] de 1519, se vio reemplazado, tras la elección de Carlos V, por una
política defensiva contra los Habsburgo". Mousnier, Les XVe et XVIe siècles, pp. 132-
133.

Michel François habla de forma similar de la "doble herencia" de Francisco I, por una
parte como monarca cuya autoridad había sido creada por el duro trabajo de los
filósofos políticos [légistes] y los hombres de gobierno, y por otra parte como heredero
de las empresas imperiales italianas de Carlos VII y Luis XII, que habían "abierto
perspectivas singularmente amplias para la monarquía francesa". "L’idée d’empire sous
Charles Quint", en Charles Quint el son temps (Colloques Internationaux du CNRS,
París, 30 de septiembre-30 de octubre de 1958), París, CNRS, 1959, página 25.

(30) En 1500, se podía decir que "Inglaterra, España y Borgoña-Austria giraban como
en una órbita en torno a la primera y mayor de las potencias europeas, Francia [...] Las
principales ventajas de Francia eran su extensión y su posición central. En la Europa
occidental de comienzos del período moderno, Francia era el corazón. Inglaterra,
España, Italia y el imperio alemán ocupaban posiciones simétricas en torno suyo, de
forma que Francia controlaba sus líneas de unión. Y el corazón era también el reino más
populosos". Garret Mattingly, Renaissance diplomacy, páginas 129, 131.

(31) La expresión es de un español del siglo XVI, A. Pérez, en L’art de gouverner.


Discours adressé à Philippe II, citado en Ruggiero Romano, "La pace di Cateau-
Cambrésis e l’equilibrio europeo a metà del secolo XVI", Rivista Storica Italiana, LXI,
3, 1949, p. 527.

(32) Véase Oman, A history of the art of war, p. 14, que comenta en qué amplio
porcentaje la lucha militar tuvo lugar en Italia.

(33) R. S. López sugiere que resulta válido el paralelismo con a Inglaterra posterior a
1870, y añade: "Si todo esto implicaba decadencia, ni los italianos ni sus competidores
lo advirtieron plenamente". "The trade of medieval Europe: the south", en Cambridge
Economic History of Europe, II, M. M. Postan y E. E. Rich, comps., Trade and industry
in the Middle Ages, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1952, p. 351.

Amintore Fanfani también observa la gloria de Italia en la Baja Edad Media y su


decadencia en los siglos XV y XVI: "La buena fortuna de Italia en la Edad Media está
ligada al hecho de que los puertos de la península eran la base del comercio occidental
con el Levante y del comercio levantino con Occidente; además está ligada al hecho de
que los vínculos comerciales con el Levante eran de naturaleza colonial, mientras que
los vínculos con Occidente eran los propios de un exportador de bienes industriales. No
es totalmente cierto que los italianos poseyeran sus propias colonias en ultramar y
carecieran de ellas al otro lado de los Alpes, sino que de hecho todos o casi todos los
italianos disfrutaban de los beneficios de una colonización puramente económica, no
muy evidente, y por tanto bastante tolerada, pero sustancial, y por tanto extremadamente
fructífera [...]

"Desde el siglo XIV dos hechos comienzan a perturbar la situación sobre la que se
basaba la prosperidad italiana [...] Con el avance de los turcos y la liberación de
franceses e ingleses, las perspectivas de prosperidad para la economía italiana se
redujeron, aunque, a lo largo del siglo XVI, consiguieron no ser eliminados totalmente".
Storia del lavoro in Italia dalla fine del secolo XV agli inizii del XVIII, Milán, Dott. A.
Giuffrè, 1959, pp. 24-25.
(34) Por qué estaba Italia tan desunida políticamente es algo que no atañe a nuestro
análisis. La respuesta se encuentra probablemente en los desarrollos políticos de la Alta
Edad media, en combinación con el relativo éxito económico de algunas ciudades-
Estado en la Baja Edad Media. Una explicación clásica es la ofrecida por Jacob
Burckhardt: "La lucha entre los papas y los Hohenstaufen dejó a Italia en condiciones
políticas esencialmente distintas de las de los restantes países de Occidente. mientras
que en Francia, España e Inglaterra el sistema feudal estaba organizado de tal forma
que, al concluir su existencia, se transformó naturalmente en una monarquía unificada, y
mientras que Alemania ayudó a mantener, al menos en apariencia, la unidad del
imperio, italia se había librado de él casi por completo. Los emperadores del siglo XIV,
incluso en el caso más favorable, ya no eran admitidos y respetados como señores
feudales, sino como posibles dirigentes y sustento de poderes que ya existían; mientras
que el papado, con sus dependientes y aliados, era suficientemente fuerte para impedir
la unidad nacional en el futuro, no lo era lo bastante para introducir esa unidad. Entre
ambos yacía una multitud de unidades políticas [...] cuya existencia se fundaba
simplemente en su poder para mantenerla". The civilization of the Renaissance Italy,
Nueva York, Modern Library, 1954, p. 54.

Véase Wallace Ferguson: "Los Estado de la Italia renacentista eran necesariamente


diferentes de los del norte, porque la historia pasada de Italia era también diferente, y
esa diferencia era en parte el resultado de dos hechos puramente políticos: primero, el
hecho de que desde el siglo X al siglo XIII Italia perteneció ala Sacro Imperio Romano
Germánico, y segundo, el hecho de que los papas gobernaban un Estado territorial que
se extendía a través del centro de la península". "Toward the modern State", en Wallace
Ferguson, comp., Renaissance Studies, 2, Londres (Ontario), Univ. of Western Ontario,
1963, pp. 147-148.

(35) "Lo que separó a Lombardía del resto de Italia en los siglos XIV y XV fue su
transformación política [...] [La] signoria [es] la "innovación" fundamental que subyace
a los vastos cambios económicos de Lombardía en este período [...] En más de una
forma, las políticas económicas de esta época en Lombardía, sobrepasando con mucho
la política municipal, prefiguran el mercantilismo inglés, sin omitir el tratamiento
otorgado a la Iglesia y a sus tierras [...]

"En lo que podríamos llamar sus obras públicas, sus políticas de estímulo de la industria
y el comercio, sus mejoras en la agricultura, y sus políticas de población (incentivos
materiales para la formación de familias numerosas, para la repatriación y la migración
a Lombardía), los duques de Milán anticiparon en muchos, quizá en todos los aspectos
significativos, a los Estados mercantiles aún lejanos en el tiempo". Douglas F. Dowd,
"The economic expansion of Lombardy, 1300-1500: a study in political stimuli to
economic Change", Journal of Economic History, XXI, 2, junio de 1961, pp. 147.
160.
(36) Para comprobar que este fenómeno no se limitó a Lombardía, véase Mousnier,
Les XVe et XVIe siècles, p. 93.

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