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- ¿Y qué sucederá?
- Tú prueba.
vacío… y murió.
embargo se invierten muchos millones en subir allí arriba para adquirir posiciones de poder en la
invierte el dinero de los contribuyentes es uno de los males de esta sociedad excesivamente castrada, pero
eso es arena de otro costal que no es cuestión de analizar ahora. A lo que vamos.
El 7 de Junio pasado ocurrió en nuestra órbita algo extraordinario que te voy a relatar y que
conozco de primerísima mano por conductos que no te voy a revelar, pero que son de mi más absoluta
confianza. Siempre he tenido buenos contactos, ya me conoces. El caso es que la misión B41 del
transbordador espacial estaba en plena acción ese día, recogiendo para su retorno a la Tierra los restos de
cuatro satélites obsoletos para así proceder a su reciclaje, ya que portaban material nuclear desfasado y
Aquel día estaba el astronauta Paul Borman encargado de las operaciones extravehiculares, o lo
que es lo mismo, colgado del vacío por un fino umbilical que era lo único que lo mantenía unido a la gran
calabaza humana. Era un hombre experimentado, muy considerado en la NASA, y estaba situado en el
lugar exacto para atrapar uno de aquellos satélites muertos con el fin de alojarlo en la bodega con ayuda
del brazo robot. Una maniobra compleja y no exenta de riesgos, pero si todo se hacía bien no había por
Según su informe oficial, no lo divisó hasta que estaba realmente cerca. El motivo fue que se
trataba de un cubo regular de metro y medio de arista, negro muy opaco y, por tanto, invisible en el
espacio, que además no había sido señalado por los sensores de aproximación. Por suerte su velocidad y
ángulo de acercamiento no supusieron más peligro para el astronauta que el empujón, un buen susto y algo
de esfuerzo para moverlo al interior, ya que lo consideró chatarra sin dar muchas vueltas. Después si que
se las dio, si. Todos se preguntaron de dónde había salido aquella cosa, pero lo interesante es que la tenían
Borman la aseguró preceptivamente con anclajes después de recoger los trozos que sí estaban
previstos, y que llegaron puntuales a su cita. Restos de un satélite de comunicaciones de la serie Tulip,
francés. Mientras lo hacía observó que el objeto negro estaba muy atacado por restos de micrometeoritos,
que habían dejado marcas y alguna que otra costra adherida, al estilo de los barcos cuando están algo
descuidados. Sin embargo, no habían conseguido atravesar aquella superficie negra, que debía ser muy
dura, a juzgar por lo que esas piedrecillas espaciales eran capaces de hacer en la fibra de carbono o el
acero. Ese detalle era tan sorprendente que en algún lugar de su cerebro encendió una pequeña lucecita de
alerta, pero no tenía tiempo para centrarse en ello en condiciones tan hostiles para la vida, así que
prosiguió su trabajo conforme a lo planeado mientras abajo se afanaban en averiguar qué resto era el que
Más tarde, cuando observó el objeto más detenidamente, se percató de que la ausencia de
numeraciones, signos o letras era total, por lo que no era posible identificar su país de procedencia, lo cual
ya sí que era notablemente extraño. Sin embargo, Borman en un gesto reflejo, supuso que sería uno de
aquellos satélites militares rusos lanzados durante la guerra fría desde Baikonur, uno muy secreto, a juzgar
control de misión, ciento noventa kilómetros más abajo, y poco a poco fueron descubriéndose detalles
buscó su trazo. Ni en las de Tierra ni en las de la nave. Por tanto debía estar bañado en algo resistente al
rastreo, posiblemente aquella película negra opaca, lo cual hablaba muy a las claras de un fin militar.
aquella órbita, lo cual podía ser fiable o no, pero era lo que había. Hasta ese momento no se habían
producido incidencias con esos datos, por lo cual resultaban muy fiables. Por tanto, ¿qué era?
La tercera es que no parecía haber el menor signo de energía en su interior, estando a todos los
efectos muerto. Y en eso los sensores de la lanzadera si que eran muy finos, así que obviamente se trataba
de un cuerpo artificial extinto. Lo que no se sabía es si alguna vez había estado activo, porque también
Pero nadie iba a dejar que aquello se perdiese en el espacio, eso desde luego, y más tratándose de
una misión de limpieza orbital. Tras deliberar más o menos apasionadamente al respecto, desde el centro
de control se estimó más prudente abrir el objeto antes de bajarlo a tierra, y hacerlo en el vacío estelar,
quizás temiendo a algún tipo de reacción anómala que pusiese en peligro el descenso, por lo que se
procedió a dar los permisos e instrucciones pertinentes a la tripulación para operar. Así Edouard Lafaresse,
un ingeniero francés de talento, inició los protocolos en la bodega de carga, bajo estrictas condiciones de
atmósfera cero y la incomodidad del traje de presión, para descerrajar al intruso y averiguar a golpe de
El astronauta, una vez en el exterior, miró a la cosa con ojos calmados a través del visor de oro
evaporado. Aunque era un hombre muy templado y con experiencia de sobra en situaciones anómalas,
llegó a la conclusión de que aquello lo hacía sentir incómodo. Sentía algo de un cierto desagrado al estar
tan cerca, y después, al cotejar su sensación con Borman, descubrió que a éste le había sucedido lo mismo.
Puso su mano encima del objeto y no sintió nada. De algún modo lo sorprendió, porque en el fondo
esperaba algo, una reacción, vibración… algo. Pero por suerte nada ocurrió.
Ninguna de las seis caras del gran cubo parecía disponer de un sistema de apertura, y el
ensamblado era tan preciso que no se distinguían junturas de las presuntas diferentes superficies. Estaba
muy bien hecho, de eso no cabía duda, sin restos de soldadura ni pulimento. Su peso fue estimado en
755Kg, por lo que presentaba evidencias de que buena parte del interior estaba hueco, cosa bastante
Lafaresse buscó un lugar cerca de una de las aristas, ligeramente descentrado, y procedió con el
cortador láser sin que le temblara el pulso. Descartadas sus sensaciones extrañas, la verdad es que estaba
muy excitado, entusiasmado por desmembrar en pleno espacio a un cuerpo intruso del que esperaba
averiguar su procedencia y eliminar de un plomazo el pequeño misterio que suponía. Sería muy rápido,
sólo abrir y localizar componentes determinados que con toda seguridad aclararían el misterio.
El metal se mostró tenaz, muy resistente, pero en unos segundos fue atravesado por el rayito
azul, que dejó un reguero de escorias congeladas que fluyó en todas direcciones en gravedad cero.
Después la aguja se desplazó despacio hasta completar un amplio círculo de sesenta centímetros de
diámetro, tras lo cual la chapa sobrante, ya enfriada por la gélida temperatura del vacío, fue puesta a un
lado para que fuese analizada en el interior por los restantes miembros de la tripulación. Una cara
Lafaresse introdujo un estrecho umbilical de investigación, que encendió en su punta una potente
micro-antorcha a la vez que media docena de cámaras de tipo diverso, todo material muy sofisticado. Lo
primero que aparecieron en las pantallas fueron más unidades cúbicas similares a la exterior, pero de doce
centímetros de lado, unidas por sutiles puentes tubulares por los que debían ir los cables y otros elementos,
formando un entramado de aspecto modular muy peculiar, elegante y laberíntico. Nadie había visto nunca
algo así, un diseño tan limpio. Era… diferente. Casi como ver una obra escultórica impresionista.
El umbilical entró hacia el centro de aquel enjambre de dados de color negro, chocando con
diversos elementos y adaptándose gracias a su flexibilidad, hasta llegar a lo que parecía ser el corazón
matemático del conjunto. Allí, contra todo pronóstico, estaba la forma inconfundible, solitaria y casi fuera
de lugar de una pequeña esfera roja de quince centímetros, en la que confluían decenas de tubitos
provenientes de los diferentes cubos que la rodeaban. Todos convinieron, por su apariencia
verdaderamente típica, que debía tratarse del sistema de alimentación, algún tipo de pila de carácter
nuclear que ya hacía mucho que dejó de funcionar, debido a la evidente ausencia de todo tipo de radiación
detectable.
El umbilical se dirigió entonces a los laterales del interior del satélite, recorriendo sus lados y
aristas. El conjunto de cubos estaba suspendido en un único mecanismo amortiguador, que partía de un
vértice, y que se mostraba intacto en su función de aislar totalmente el mecanismo interno de las
agresiones exteriores. Por lo demás, las paredes no tenían el menor signo de nada que las hiciera
interesantes, así que se dio a Lafaresse permiso para seccionar cada lado del cubo y dejar al descubierto el
Tres horas después, mediando los consiguientes descansos, la cosa estaba al descubierto en la
bodega del transbordador. No se veía un solo cable, una fibra, nada. Solo cubos de varios tamaños unidos
por tubos muy finos, en lo que era un sistema de construcción desconocido para los ingenieros y desde
luego avanzado para haber sido realizado en los sesenta. ¡Y hasta en los noventa! Era un diseño
elegantísimo, fuese lo que fuese, valedor de un gran atractivo estructural para tanto erudito en ingeniería.
Recibió permiso para seccionar uno de aquellos tubos y observar los cableados que debían
discurrir a su través, lo cual hizo con las cuchillas radiales de una de las herramientas. Realizó un doble
corte, quedándose en sus manos con un trocito de nueve centímetros de metal sólido, sin conducción
alguna que se mostrara en su esperada oquedad. Era todo macizo. El cubo al que se había dejado a la
izquierda del corte solo accedía otro tubo, con lo que se pensó en seccionarlo para extraer la pieza o y así
confirmar que forzosamente tenía que haber alguna conducción conocida que comunicase los elementos,
La operación se realizó, y sin embargo nada visible corría por allí. Ambos conductos eran
totalmente macizos, lo cual resultó sumamente extraño. Con el pequeño cubo extraído en una bolsa de
muestras, Lafaresse se dirigió al interior de la nave sintiendo un gran alivio al fin., Tras mucho deliberar se
decidió que se procedería a abrirlo también pese a las reticencias de algunos, que consideraban que aún
podía haber peligro en ello. No obstante, no se tuvieron en cuenta esas objeciones al descartar indicios de
radioactividad, y se procedió del modo que estimaron adecuado conforme a dudosos razonamientos para
saltarse todos los protocolos de seguridad. Había mucha ansiedad, y eso se notaba. Nadie quería dejar
pasar aquel momento inicial sin despejar las dudas sobre lo que tenían en aquella bodega.
De ese modo, ahora situado sobre la mesa de operaciones del laboratorio de la nave,
debidamente precintado, se encontraba un dado negro opaco con dos tubos cortados saliendo de caras
opuestas, que presentaba un aspecto de lo más inofensivo. Estaba hueco, eso se sabía, pero no había la
caras con extremo cuidado, y al mirar emitió una sonora exclamación. Todos estaban expectantes para
saber lo que había motivado las malsonantes palabras del astronauta, pero éste se hallaba tan aturrullado
por la excitación que tardó en ubicar debidamente la cámara. Lo que descubrió dentro parecía un modelo a
escala de todo el sistema anteriormente estudiado, una reproducción mucho más pequeña pero de todo
punto literal del enjambre de tubitos y cubitos con aspecto de escultura moderna.
Después extrajo otro dadito de éste conjunto, éste de apenas un centímetro, y dentro, para
sorpresa de todos, se halló otra reproducción aún más mínima, y así hasta unas dimensiones que solo eran
discernibles con el microscopio electrónico, dando lugar a lo que sin duda alguna fue considerado una
auténtica joya de la ingeniería, una implosión de geometría auto-contenida sin parangón. Era como ver
esas muñequitas rusas que se alojan sucesivamente dentro la una de la otra hasta la más pequeña, pero
llevado al extremo. Quien hubiese efectuado aquella proeza estaba lejos de las capacidades actuales del
Lo más notable que se extrajo de la investigación realizada aquel atardecer en la órbita terrestre
fue la certeza de que nadie en el pasado pudo manejar procesos nanotecnológicos tan mínimos, ya que era
algo inexistente hasta mediados los noventa, por lo que las conversaciones desde la nave con el control de
- ¡Tráiganlo y activémoslo! ¡Metamos energía en ese núcleo rojo y veamos qué ocurre! -
corta reunión con sus asesores y de elevar consulta a instancias que ni te digo, puso los pelos de punta a
más de uno en aquella sala. Hasta entonces nadie de los presentes había oído nunca el término “fósil”
Pero lo cierto es que de un modo u otro, absurdo o acertado, lo hicieron, y aquel artefacto fue
puesto sobre la mesa de una habitación aislada para ser activado justo después de bajar del transbordador,
con una prisa que rehuía cualquier protocolo. Apareció gente muy rara, mucha chaqueta negra, se instauró
el secreto absoluto y se corrió una cortina impenetrable que evitaba la presencia de intrusos. Toda la
información, telemetría e imágenes del encuentro fueron metidas en una caja de Pandora, y todo el
Fin.
¿Lo que sucedió después? Ya no lo tengo tan claro. Incluso mis contactos tienen un límite para
saber cuando el muro se levanta, pero…. Una cosa sí que sé. Lo que se halló en aquel enjambre de cubitos
dejó sin respiración a más gente de la que cabe en la habitación de los grandes secretos donde todas las
cosas acaban cayendo cuando alguien se apodera de la verdad. Como te he dicho, no sé lo que sucedió,
En ese extraño satélite había fotos, videos cortos… imágenes. De nuestro mundo, si, pero de un
tiempo en el que las cosas no eran como conocemos. Sólo sé eso, que al parecer la configuración de los
continentes no era la de hoy ni mucho menos. Para los no ortodoxos, como yo, es fácil imaginar, deducir,
que alguien puso eso ahí arriba, supuestamente con propósitos meteorológicos, del mismo modo que
nosotros hacemos hoy, posiblemente una antigua civilización que no dejó rastro... O que sí lo dejó y sin
embargo no hemos sabido ni querido mirar, no sé. Lo que supongo es que cumplido su periodo de vida
pasó lo previsto y la nave se apagó, pero en sus entrañas de rara tecnología siguió guardando un sinfín de
Tras mucho dar vueltas, alguien en los laboratorios de interpretación de imagen de la NASA se
dio cuenta de que al lado de las instantáneas y vídeos había unas líneas que al parecer resultaron ser restos
de transmisiones hechas desde el control Tierra, y que justo en las escenas que esas líneas se pierden, las
últimas de todas, el satélite dejó de grabar, posiblemente porque se trataba códigos, instrucciones y esas
cosas. Sin ellas el mecanismo quedó descabezado y se dejó volar hasta extinguirse.
Sin embargo, esas últimas escenas, las que carecen ya de líneas, son especialmente
espeluznantes….
En ellas se ve algo, un objeto luminoso que golpea muy duro el planeta y una gran llama que
asciende hasta las capas más altas de la atmósfera a modo de columna ígnea. Supongo que la máquina las
hizo en un modo parecido al piloto automático, porque es justo cuando el viejo satélite dejó de recibir los
Después la negrura y el vacío… el silencio… y la noche más larga que se pueda imaginar.