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Leonardo Carvajal
MANUAL DEL
DOCENTE DEMOCRÁTICO
ASOCIACIÓN CIVIL ASAMBLEA DE EDUCACION
Contactos:
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Que nadie lea la Ley Orgánica de Educación por ti
Estimado(a) colega: en los últimos meses se han difundido muchas interpretaciones sobre la
Ley Orgánica de Educación (LOE). Varias sensatas y muchas exageradas o tendenciosas. No
dejes que nadie piense o decida por ti. Lee personalmente la LOE y conversa sobre ella con
colegas. Compara tus juicios con los que otros han formulado y elabora tus propias
interpretaciones. Pretendo fundamentar con razones los análisis que iré haciendo para abrir
un diálogo respetuoso contigo. Es el método de trabajo intelectual que he usado para formar
Licenciados en Educación desde 1975 hasta 1998 en la UCV y desde entonces hasta ahora
en la UCAB.
No estoy en una posición socio-política neutral. Pienso que el actual Gobierno de Venezuela
ha venido actuando mucho más mal que bien y, por lo tanto, creo y trabajo por su relevo
democrático. Pero no soy un opositor a ultranza, alguien que niegue todo lo que hacen o
piensen los representantes de este Gobierno. Ellos hicieron una LOE sin consultar
debidamente a los venezolanos, pues el documento que publicaron en los diarios Últimas
Noticias y Vea el domingo 9 de agosto pasado lo aprobaron en la Asamblea Nacional el
jueves 13. En ese lapso, menor de cien horas, muy pocos en el país pudieron leerlo y casi
nadie opinar al respecto. Estoy seguro que ese también fue tu caso.
Pienso que el atajo que siguieron los diputados para aprobar la LOE no cumplió con las
normas constitucionales. Aspiro que en el futuro próximo, cuando tengamos una Asamblea
Nacional con una nueva mayoría, podremos subsanar tal desviación antidemocrática.
Mientras tanto, el docente venezolano tiene que trabajar con la Ley promulgada, aplicando
el principio de “Al César lo que es del César” pero también el de “A la propia conciencia lo
que es de la conciencia”. Cada quien debe asumir su posición. Mi análisis del texto legal
arroja que en él existen varias normas muy positivas, otras simplemente “regulares” o
rutinarias, algunas inconstitucionales y varias francamente inconvenientes según los
criterios que manejo sobre lo que debería ser una educación libre, democrática y de calidad
para el pueblo venezolano.
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Estado se reservaría sobre ciertas carreras profesionales, las cuales sólo podrían ser
impartidas en instituciones ad hoc del Estado cuando éste las declarase de “interés
nacional”, tal como pauta el numeral 8 del artículo 35 de la LOE.
Ahora bien, el principal problema que genera esta LOE no lo califico de inconstitucional,
mas sí de gravísimo porque supondría modificar sustancialmente la misión pedagógica de la
escuela, de hecho bastante debilitada en las ultimas tres décadas, para adjudicarle a ésta
múltiples funciones, pretendiendo que se convierta en un campo para la experimentación
socio-política. Veámoslo.
Rescato en este inicio del siglo XXI la divisa de la Federación Venezolana de Maestros en
1936, porque el mayor desatino de la LOE consiste en pretender trastocar la esencia de la
escuela. Porque así como la esencia de un equipo de fútbol es meter goles y el de una
panadería hacer panes, la de la escuela es formar, en saberes y en valores, a las nuevas
generaciones mediante la labor pedagógica de los profesionales de la educación, contando
con el apoyo insustituible de las familias de los estudiantes.
Para formar integralmente, la escuela debe capacitar a los estudiantes, sobre todo a los
adolescentes, para el trabajo mediante una planificada vinculación de los centros educativos
con los centros productivos. Y, también, puede y debe la escuela prestar apoyo a la
comunidad ante distintos eventos o procesos, pero siempre como una tarea secundaria,
complementaria y circunstancial. Por ejemplo, cuando nuestros centros educativos fungen
como centros de votación en los procesos electorales.
Estos Consejos podrían colaborar con las escuelas para mejorar su infraestructura física, el
mantenimiento y la seguridad de las personas y los bienes del plantel. Pero sería
inaceptable que pretendiesen desplazar a las Comunidades Educativas, articulación de los
equipos directivos y docentes con los padres y representantes, estudiantes y personal obrero
y administrativo. Tampoco se podría aceptar que fiscalicen o supervisen a los docentes. Al
docente sólo lo deben evaluar y supervisar el equipo directivo de su plantel y los
supervisores profesionales del Ministerio de Educación, gobernación o alcaldía. Debemos
defender, como lo hizo el maestro Prieto Figueroa, el respeto a la labor profesional del
maestro en pro de la mejor educación de los niños y jóvenes. La escuela debe hacer la mejor
pedagogía posible. No debemos convertirla, porque la enredaríamos y debilitaríamos, en
fábrica, ambulatorio y centro cívico-comunal.
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La educación no debe servir para formar seguidores de un partido o un
gobernante
Hace poco tiempo, Jacqueline Farías, una de las vicepresidentas del PSUV, declaró que el
fin de la educación era hacer de los niños unos “futuros Chávez”. Tal manifestación no es
un hecho aislado. Los funcionarios de este Gobierno tratan de generar en los venezolanos
una conducta de aceptación y seguimiento incondicionales a las directrices y ocurrencias
del Presidente Chávez. Su designio lo declararon solemnemente en la gigantesca pancarta
que enmarcaba el escenario del Teatro Teresa Carreño, a comienzos del año 2007, el día de
la tercera toma de posesión presidencial. Allí se decía: “Mande comandante, que nosotros
obedeceremos”…
Es muy importante formar para “la participación activa, consciente y solidaria en los
procesos de transformación social” como dice el artículo 102 de la Constitución, el cual, a
su vez, transcribe lo que a este propósito se señalaba en el artículo 3 de la LOE de 1980.
Eso quiere decir formar a ciudadanos aptos para participar en la vida cívica y política de
nuestro país. Tal cosa es muy positiva y muy distinta a formar militantes o simpatizantes de
una determinada corriente política.
La Constitución, otra vez en su artículo 102, prohíbe sesgar la educación a favor de una
doctrina determinada al señalar que ella “es un servicio público y está fundamentada en el
respeto a todas las corrientes del pensamiento”. Hay que enseñar todas las doctrinas e
ideologías, con respeto a la verdad histórica y a la libertad de conciencia del estudiante. En
la LOE este concepto se repite en su artículo 14, al indicar que “la educación regulada por
esta Ley” se inspira en la doctrina de Simón Bolívar, de Simón Rodríguez, en el humanismo
social y “está abierta a todas las corrientes del pensamiento”. Cualquiera, pues, que invoque
una ideología, sea la que sea, como la que deben aceptar en exclusiva los maestros y los
estudiantes, viola la Constitución y la LOE.
Mucho menos se pueden aceptar doctrinas o mensajes políticos que promuevan, tal como
dice el artículo 10 de la LOE, “la intolerancia” o “las discriminaciones de cualquier tipo”.
También prohíbe sabiamente la LOE, en su artículo 11, la difusión de “ideas y doctrinas
contrarias” a los principios y valores constitucionales. Esta prohibición aplica para muchos
asuntos, uno de los cuales la prédica belicista en contra de otras naciones y gobiernos, pues
en el Preámbulo de nuestra Constitución se señala que entre los fines supremos de nuestra
República está la promoción de “la cooperación pacífica entre las naciones”.
El maestro Prieto Figueroa defendió que el maestro no era un “eunuco político” puesto que
“la educación es una función política y la más política de las actividades del hombre, porque
por medio de ella se forja la nación”. Pero, para él, ello no significaba que el maestro actuara
como activista partidista con sus alumnos. Porque “La educación tiene que ser, sin dudas,
neutral frente a las luchas de los partidos (…) pero no puede serlo en relación con los
fundamentos de la democracia (…) ella está obligada (…) a sostener el pleno imperio de los
principios de las instituciones que garantizan el respeto a las libertades civiles y políticas”.
Dejaba claro, entonces, que la educación debía ser política, no en el sentido partidista, sino
en cuanto promotora de los valores democráticos.
En cuanto a los educadores, en aquellos años en los que los gobiernos, como el de López
Contreras, pretendían que se inscribieran en sus Cruzadas Cívicas Bolivarianas y no, en
cambio, en otros partidos, Prieto Figueroa defendió que cada quien podría militar
políticamente donde desease. Negó entonces que el docente hiciese política partidista con
sus alumnos, pero defendió que fuera del plantel, en cuanto ciudadano, sí pudiese ser
militante de cualquier grupo político. Su formula para la actuación política-partidista del
docente debe permanecer vigente: “En la escuela, neutralidad absoluta; fuera de la escuela,
libertad ciudadana completa”.
Estuvo Prieto Figueroa siempre consciente que muchos gobiernos querrían presionar a los
maestros para convertirlos en sus propagandistas. Por eso fue tajante en una de sus
primeras publicaciones: “El maestro no es funcionario del Estado, sino servidor de la Nación
(…) por esto no está obligado a conformar su ideología con la ideología oficial”. Y hacia el
final de su vida, volvió a repetir: “la educación no puede ser, no debe ser la expresión de la
doctrina política de un partido”.
De allí que, frente a la pretensión de algunos gobernantes que plantean altaneramente que
ellos sí pretenden “ideologizar, y ¿qué?” a los estudiantes, el docente democrático debe ser
capaz de oponer en el día a día de su quehacer, la ciencia y la conciencia ante la ideología
partidista. Porque cada partido o líder político tiene el derecho y el deber de profesar una
ideología. En eso no hay problema. El problema se presenta cuando los líderes de un grupo
político pretenden imponer su ideología en el sistema educativo. Eso constituye un
inaceptable abuso de poder. El maestro en cuanto ser político, en cuanto ciudadano, debe
difundir los valores democráticos de la Constitución, comunes a todos, y no los valores
específicos de un grupo o partido. Porque partido, por definición, es tan sólo una parte de
un todo y es inaceptable el que una parte o parcela pretenda imponer sus valores a todos.
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No podría calificarse como bolivariano a cualquier directivo de centros educativos que
practicase discriminaciones o persecuciones contra los docentes que no pertenecen al
partido de gobierno. Simón Bolívar luchó y murió por ganar la libertad para todos. Nadie
que se comporte como un esbirro tratando de castigar la libertad de conciencia de los demás
puede llamarse bolivariano. Tampoco puede decirse bolivariano aquel docente que trate de
obligar a sus jóvenes estudiantes a pensar políticamente como él y, peor aún, a participar
en actividades de corte partidista. Estaría manipulando la conciencia de personas menores
de edad. No estaría educando sino tratando de amaestrar a los seres humanos.
Por su parte, Simón Rodríguez fue pionero de la educación liberadora ya que atacaba el
perverso enfoque de quienes usan la educación para formar seguidores acríticos de las
órdenes de caudillos o comandantes de sus vidas. Decía así en su libro Consejos de amigo
dados al Colejio de Latacunga “Enseñen los niños a ser preguntones para que, pidiendo el
por qué de lo que se les mande hacer, se acostumbren a obedecer…a la Razón, no a la
autoridad, como los limitados, ni a la costumbre, como los estúpidos”.
Y así como no pueden los defensores de la recentralización de las competencias del Estado
seguir apoyándose en Ezequiel Zamora, quien murió por defender el federalismo; tampoco
pueden quienes practiquen obediencias serviles a líderes políticos seguir diciendo que se
basan en Simón Rodríguez, porque éste, en su libro Sociedades Americanas en 1828,
indicaba claramente que: “En el Sistema Republicano las costumbres que forma una
Educación Social producen una autoridad pública, no una autoridad personal; una
autoridad sostenida por la voluntad de todos, no la voluntad de uno solo, convertida en
autoridad (…) No habrá jamás verdadera Sociedad, sin Educación; ni autoridad razonable,
sin costumbres liberales”.
Proyectos Pedagógicos, sí.
Control político de los docentes, no.
Los proyectos pedagógicos de aula y de plantel no fueron inventados por este Gobierno.
Fueron iniciados por el movimiento gremial magisterial en los años treinta y cuarenta del
pasado siglo XX y cristalizaron en las llamadas escuelas experimentales. Luego, en la
década final del siglo XX, con el impulso del Ministro Antonio Luis Cárdenas, muchos
educadores revivieron esa saludable práctica pedagógica. El actual Gobierno, loablemente,
ha continuado impulsando esta metódica de trabajo educativo.
Pero una cosa es la positiva vinculación de la escuela con la comunidad, a través de los
proyectos pedagógicos, los cuales siempre estarán coordinados y orientados por los
educadores y otra cosa sería el que, bajo el pretexto de la vinculación de la comunidad con
la vida escolar, activistas políticos que se hayan adueñado de los Consejos Comunales
pretendan controlar y subordinar a los docentes.
Este Gobierno ha tratado muy mal a los educadores. En el año 2000 promulgó el Decreto
1.011 que creaba unos supervisores itinerantes a los que se les adjudicaba el
anticonstitucional poder de destituir a los docentes sin respetar el debido proceso.
Derrotamos ese adefesio jurídico. Pero el Gobierno, también desde el año 2000, incumplió el
espíritu y la letra del Reglamento para el Ejercicio de la Profesión Docente no realizando los
concursos de credenciales para el ingreso en los cargos docentes. Ha aplicado las nefastas
prácticas del favoritismo y la discriminación en los procesos de ascenso de los docentes. En
meses recientes, en muchas zonas educativas del país se viola la Constitución, en su
artículo 21, pues se establece una odiosa discriminación en contra de los egresados de
muchas universidades autónomas, experimentales y privadas formadoras de docentes, pues
sólo se les otorgan cargos a quienes provengan de la UBV y de la Misión Sucre.
Los educadores debemos luchar por la vigencia de nuestros derechos académicos, laborales
y de libre asociación sindical ante un Gobierno elitista u “olímpico”, pues en diez años y
medio nunca, o casi nunca, los ministros de educación del ahora llamado subsistema
básico han aceptado reunirse con los voceros o dirigentes nacionales de los gremios
magisteriales. No reconoce el Gobierno ni en la práctica, ni en su discurso político, ni en la
legislación que acaba de promulgar, la dignidad del magisterio y de sus organizaciones. Pero
hay que asirse de la Constitución y luchar por la vigencia real de lo que se establece en su
artículo 104: “El ingreso, promoción y permanencia en el sistema educativo, serán
establecidos por ley y responderán a criterios de evaluación de méritos, sin injerencia
partidista o de otra naturaleza no académica”.
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Del miedo…al pánico…o a la valentía
Cuando un maestro o profesor cierra la puerta del aula en la que dará su clase, él o ella es
el único dueño de la pedagogía que va a desarrollar, el único dueño de sí mismo, con su
conciencia libre por encima de cualquier presión o amenaza. Debemos recordar que fue la
respuesta profesional de los docentes de aula la que, a comienzos del año 2008, derrotó el
intento gubernamental por imponer un modelo curricular sesgado en lo ideológico y
deficiente en lo técnico.
Somos también los maestros y profesores, conjuntamente con las familias venezolanas, los
que hemos formado en los corazones y mentes de nuestros jóvenes estudiantes y
profesionales la carga de libertad y de espíritu de lucha por sus derechos y los derechos de
todos que exhiben en estos últimos años. Sembramos espíritu democrático y esta siembra,
bien hecha, da sus frutos.
Cualquier ley, cualquier norma, cualquier currículo nunca será aplicado por los ministros o
los diputados. Somos los docentes quienes los interpretamos y los aplicamos usando
nuestra inteligencia y nuestra conciencia. Porque no somos ni robots ni reclutas en los
patios de un cuartel. Somos profesionales de la educación en un país en el que, por cierto,
solemos enseñarles a nuestros niños, apenas comienzan a estudiar, que sí es posible que,
con inteligencia y maña, Tío Conejo venza a Tío Tigre.
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La inteligente resistencia democrática de los maestros argentinos
El gobierno del teniente coronel Juan Domingo Perón practicó en la Argentina una política
de expulsar a aquellos docentes que no fuesen leales al peronismo e impuso como
mecanismo ideologizador, a los pocos años de tomar el poder, en 1949, la obligatoriedad del
uso en la escuela primaria del libro autobiográfico de Eva Perón, La razón de mi vida. Hubo
maestros que, indignados, renunciaron. Pero muchos otros se quedaron y lograron “darle la
vuelta” –que es lo que debe hacer un maestro capaz y democrático- al propósito bastardo
que perseguía el régimen peronista.
Ellos fueron capaces, en muchos casos, de usar tan sólo para ejercicios de ortografía y
caligrafía las páginas de ese libro, diluyendo la importancia de su fondo ideológico. Pero
también fueron capaces de proponer a sus alumnos interpretaciones opuestas al interés del
régimen como cuando presentaban la categoría de “progreso histórico” como hilo
interpretativo en vez de la de “ruptura histórica”. Pues el peronismo, al igual que todo
caudillismo totalitario, necesita que los ciudadanos y los jóvenes educandos entiendan la
relación pasado-presente a través de la simplificación maniquea del “antes malo-ahora
bueno”. En cambio, el buen maestro debe ser capaz de explicarle a sus estudiantes que toda
historia es una evolución con continuidades y cambios y que, en cualquier etapa histórica,
hay luces y sombras…
No tenerle miedo a un nuevo currículo
Ejemplo 1. El estudio del ALBA: el maestro podría hacerlo en cuatro pasos, a saber: a)
explicar quién creó el ALBA, en qué fecha y con qué propósito; b) presentar, en un mapa de
América, la ubicación de todos los países integrantes del ALBA; c) proponer a los alumnos
una investigación sencilla, a través de la prensa, a lo largo de un mes, para responder dos
preguntas: ¿Qué aportes hace Venezuela a los países del ALBA? y ¿Qué aportes recibe
Venezuela de esos mismos países?; d) exponer colectivamente los hallazgos de la
investigación.
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Bibliografía
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