Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
La caverna nos aparece como una cárcel. En ella no sólo hay ataduras que sujetan
a los prisioneros, sino que hay, además, oscuridad, privación de movimientos, privación
de luz. Un espacio cerrado para la vida, para el camino, incluso para la mirada y la
comprensión.
¿Somos nosotros esos prisioneros que aparecen en esta historia? Francamente no,
porque tenemos una ventaja respecto de ellos: nosotros, contemplando la escena, sabemos
que ellos son los prisioneros, que ellos viven engañados..., pero, de manera repentina,
empieza a abrazamos la sospecha de que también nosotros lo seamos; sólo ahora
empezamos a sospecharlo; ahora que hemos leído el mito y esa sospecha ya no nos
abandona. Sabemos ahora que la caverna es cárcel, es clausura de la libertad y de la digni-
dad... clausura, en fin, de la existencia humana.
No obstante nuestra aparente seguridad, imaginemos de nuevo la escena. Una
larga hilera de seres -que no de personas- inmovilizados tanto por las cadenas de
hierro como por las de la ignorancia de su situación real. Como siempre no hacen sino
dormitar y, sólo cuando resuenan voces -ecos, realmente; sonidos distorsionados,
deformes-, parecen salir levemente de su aislamiento oscuro y nihilista. Esa es su
vida, eso es lo normal: por ello no aspiran a nada más. Es que no hay nada más
(para ellos, ciertamente, porque nosotros, que observamos la escena desde el
exterior, sabemos que hay mucho más y mejor).
Pero, de pronto, no sabemos muy bien por qué, uno de los prisioneros,
en un movimiento extraño incluso para él y un tanto pesado e inseguro, logra
soltarse de sus cadenas. Primero de las que le retienen las manos después, de las
que le bloquean cuello y cabeza. Su, primeros movimientos son torpes y lentos;
le duelen todos los músculos, todos los huesos; el miedo y la ignorancia también
le pesan y le entorpecen. Pero la curiosidad es superior a todo ello y consigue
avanzar. Primero a rastras, luego de rodillas, finalmente, casi de manera
triunfal, erguido.
Ya en esta posición bípeda, una nueva extraña sensación viene a apoderarse
de él: empieza a mirar hacia todas partes, pudiéndolo hacer ahora con más facilidad
porque una tenue luz resplandece en la lejanía, y comienza a preguntarse acerca de
muchas cosas: quién es él, quiénes son sus compañeros encadenados y, sobre todo,
qué es el resplandor más allá del fondo de su mundo (la pared final de la caverna).
Mira y admira. La mirada a medio camino entre el saber (o, mejor, intuir) y el
preguntarse.
Permanece quieto varios minutos. Pero ahora, movido por no sabe bien qué
impulso, vuelve a caminar. Se acerca a un lugar claro, muy distinto del fondo de la
caverna (que ahora se le presenta tan oscuro y húmedo). Empiezan a dolerle los ojos
porque la luz, que nace de una hoguera, cada vez es más intensa; no puede fijarlos en
ella y aparta su mirada de allí y la vuelve hacia el fondo de la caverna, donde están sus
compañeros, inmóviles e impasibles. Sabe que no quiere volver allí. La sensación
anímica es ahora extraordinaria. Un gran lastre se ha quitado de encima: las cadenas
físicas (y psíquicas, aunque él aún no lo sepa). Siente la liberación de su cuerpo y una
extraña sensación en su interior: algo le da alas.
Vuelve a girarse hacia la luz y, al hacerlo, ¡oh, maravilla!, ve a otros seres
humanos rondando la hoguera en extraño ritual andarín. La curiosidad se apodera de él
y, aún con mucho miedo y con gran inseguridad -tanto en sus movimientos como en
su ánimo-, decide observarlos. Portan extraños objetos que producen sombras en el
fondo de la caverna.
Así las cosas, nuestro prisionero liberado, extrañado por lo que ve, decide proseguir
su difícil camino. Se acerca, pues, a la hoguera. Los ojos, aún medio tapados por las manos,
se le van acostumbrando poco a poco a los destellos de la luz. Y pronto llega a sentirse
hechizado por el juego. Ahora no puede apartar la vista de las llamas, ni tampoco su cuerpo
de la maravillosa sensación de calor.
Mientras tanto, los portadores siguen, impasibles, su tarea. Pero una sensación
de rabia envuelve ahora a nuestro personaje: ¿cómo no han advertido esos portea-
dores a los que vivían (malvivían, realmente) en el fondo de la caverna, apresados
(cosa que él ahora sabe), de la grandiosidad del fuego que ilumina y de la auténtica
realidad que les circunda, ni de que las sombras y los ecos les mantienen engañados e
inmóviles? ¿Cómo no les han liberado de las pesadas cadenas, ellos que no llevan y
pueden alcanzar a ver las que le oprimían a él y las que lo siguen haciendo con el resto
de sus compañeros, allá en el fondo oscuro y húmedo?
Consternado, decide sentarse junto al fuego. Tiene una nueva necesidad
jamás sentida en sus treinta años de vida: pensar en todo lo que le está ocurriendo.
Pensar también en su vida anterior, pensar en sus compañeros, pensar en su nueva
situación de no encadenamiento (de libertad, aunque todavía no sabe cómo llamar a
esa extraordinaria situación), pensar en la actitud (insolidaria y egoísta, y quizá
premeditada) de los portadores, incluso pensar en el más allá del fuego.
Su cuerpo vibra sacudido por emociones nuevas. No sabe qué hacer, pero sí
que no puede detenerse ahora, a pesar del miedo y de la inseguridad física pues todavía
no domina la posición bípeda. Los sentimientos de libertad le embriagan y por eso
exige. Así pues, decide seguir subiendo la cuesta que está más allá del fuego, aunque el
camino se presenta empinado y escarpado. A pesar, sobre todo, de tantas preguntas sin
respuesta y, por qué no, de la segura tranquilidad que le ofrecían las cadenas de su
anterior vida, que nunca era arriesgada. Ahora, en este nuevo intento,
efectivamente, corre el riesgo de morir: despeñado o, quién sabe, en manos de los
portadores (de los que no puede fiarse, dada su actitud para con él y sus compañeros).
Empieza su nueva andadura. Los tropiezos y resbalones son continuos; le duelen los
pies, ahora ensangrentados, y también las manos. De nuevo reina la oscuridad... y con
ella el miedo. Nuestro héroe se detiene. Mira hacia atrás. Todavía vislumbra el
resplandor del fuego en la lejanía. Quizás por arriesgarse más, piensa, pierde el
pedazo de libertad que ya ha conquistado; quizás sea el momento de contar lo que ha
visto y sentido a sus compañeros; quizás nunca debió romper las cadenas que le
detenían pero le ofrecían la seguridad de lo conocido y cotidiano ...
Las fuerzas le flaquean: las físicas y las anímicas. Se sienta. Quiere meditar,
ahora que tiene capacidad para ello, porque es consciente de esa maravillosa
posibilidad. Pero no puede: mil emociones y mil pensamientos se agolpan en su
maltrecha persona -ahora sí: persona; al menos, empieza a serlo- sin darle tregua.
Sus sentimientos se debaten entre la añoranza y la libertad. Y nuestro héroe a punto está
de retroceder y volver a su lugar de origen, del que quizás -piensa una vez más
nunca debió salir.
Pero algo nuevo va a suceder. Ahora es un golpe de suerte lo que le
proporciona un nuevo motivo para avanzar: en el exterior (él no sabe, todavía, que
hay un mundo, una existencia exterior; esto es, otro mundo mucho más rico y
luminoso) el sol está brillando en lo alto con fuerza y sus rayos empiezan a
colarse, providencialmente, por algunas grietas del techo de la gruta. Y, quizás en
el momento más crítico, se da cuenta de esta nueva luz.
Luz distinta a la del fuego: las llamas le detenían en su paso, hechizadoras; sin
embargo la nueva luz es como los mojones que marcan el camino hacia la meta,
hacia la resolución de un misterio. Hay algo más allá, todavía -piensa-: el enigma
continua desplegándose ante él, velado, y con él, el camino. Nuestro personaje, ante
el nuevo hallazgo, se envalentona, una vez más, y decide reemprender la difícil
marcha hacia lo misterioso (que se desvelará como su libertad y su dignidad, esto es,
como su verdadera condición humana).
El camino recorrido por el prisionero liberado le ha acercado bastante a la salida.
Salida de la caverna, salida de su condición infrahumana, salida de un engaño (po-
siblemente perpetrado por los portadores... o quizás éstos también desconozcan la
auténtica realidad y condición humana y sean, a su vez, presos de otro engaño mayor o,
al menos, distinto). Sea como fuere, la sospecha ronda ya por su cabeza y por su
corazón. Pero ahora, piensa, no es el momento para considerar tales asuntos. Mejor
llegar al final -si lo hay- y, una vez allí, meditar en torno a este grave asunto.
Y final, ¡por fin!, la salida de la caverna. ¡Pero qué duro se hace llegar hasta allí!
Es la salida de un misterio y de un engaño; es la salida de la ignorancia; es la salida de
la oscuridad física (los ojos le duelen y le maldicen) y de la espiritual (su alma rechina
de rabia y de coraje recordando su situación primigenia sus cadenas anteriores)... pero
es la llegada a un mundo nuevo, de la talla del ser humano.
El texto y su autor
ACTIVIDADES COMPLEMENTARIAS:
1. La caverna descrita y la sociedad actual, ¿se parecen en algo?
2. A la luz del midrash construido, ¿crees que el hombre es libre por naturaleza o más
bien es un logro personal y social (incluso histórico)?
3. ¿Existen hoy simuladores/portadores que nos encadenan? ¿Quiénes son? ¿Con qué
medios actúan y nos hipnotizan o nos narcotizan?
4. ¿Qué significa que "sólo la educación parece tener una pequeña oportunidad para
desvelar la auténtica condición humana y potenciar las enormes posibilidades que el ser
humano, todos y cada uno, posee"?
5. ¿Es la libertad posible, se trata simplemente de un sueño inalcanzable (dados los
obstáculos que dificultan) o es más bien un simulacro (dada nuestra condición humana
soberbia)?
6. Debate en torno a las dificultades que existen hoy el día para lograr la
autorrealización: ¿qué obstáculo! encontramos en el camino? ¿Qué apoyos considera:
más importantes en tu experiencia personal?
7. Define la expresión autorrealización (realización per. sonal) y relaciónala con la
libertad (personal).
8. Inventa otra final para la historia del prisionero liberado. Una vez elaborado, haz
estas cuestiones:
a) Subraya, en tu escrito, los conceptos que crees
fundamentales, en especial aquellos que crees que tienen relevancia para la ética y
defínelos.
b) ¿Qué implicaciones éticas tiene tu final? ¿Cómo solventa, si lo hace, las
dificultades para conquistar la libertad y sobrevivir a los engaños de los timadores y
`vendedores' de pseudolibertad?
c) ¿Qué puede significar, en este contexto, la expresión "una larga caminata empieza
siempre con un primer paso"?
9. Fue Kant el que dijo que el hombre tenía dignidad y no precio: ¿qué precio hay
que pagar para la libertad? ¿Qué costes comporta la realización personal? ¿Cómo, en
todo caso, se ensancha nuestra dignidad?
10. ¿Qué es la conciencia histórica? ¿Qué tiene que ver la situación del prisionero
liberado (caverna, esfuerzo, descubrimiento de `lo otro') con ella?
11. Busca datos sobre Matin Luter King y trata de comparar la escena narrada con la de
su vida.
12. Supón que el prisionero liberado es Nelson Mandela: reescribe su vida personal y
su lucha a la manera de un midrash: convierte en literatura la difícil historia de este
importante personaje de nuestro tiempo.
Trabajos complementarios:
1. Disertación: Conciencia histórica y liberación social.
2. Investigación: El debate ético-político en Sócrates y De los Sofistas.
CUESTIONES RESUELTAS
PREGUNTAS:
RESPUESTAS
El texto comentado pertenece a una obra fundamental del autor, La República. En ella Platón desarrolla
su pensamiento político desde el nivel teórico, en el que trata de definir la justicia, hasta el aspecto más
práctico, referido al modo de llevarla a cabo mediante un modelo de estado apropiado. El filósofo se sirve
con frecuencia de un lenguaje rico en imágenes y símbolos para ilustrar su pensamiento. Entre estas
alegorías, junto a otras como la del sol o la de la caverna, se encuentra la de la línea. En la misma, en
continuidad con la del sol, donde dividía el mundo en una parte sensible y otra inteligible, elabora una
clasificación del conocimiento en diferentes tipos, en función de los diferentes ámbitos de lo real. Hay,
pues una clara correspondencia entre las alegorías del sol y de la línea, ya que una hace referencia al
aspecto ontológico y la otra, la que nos ocupa, al epistemológico. La tercera alegoría o símil importante es
la de la caverna, más conocida por ser donde Platón expone el desarrollo del proceso dialéctico que
conduce hasta las ideas.
En la alegoría de la línea, que comienza en el parágrafo 509d y abarca hasta el final del libro VI (511c)
desarrolla el filósofo ateniense tres grandes ideas:
– el método dialéctico
Tras comparar la idea de Bien con el sol, luz del conocimiento, Sócrates realiza una clasificación del
saber recurriendo a una línea dividida en dos segmentos a los que hará corresponder los órdenes de lo
inteligible y lo visible, quedando divididos en cuanto a “su verdad y no verdad”, es decir, en ciencia
(episteme) y opinión (doxa). Posteriormente vuelve a dividir cada ámbito en dos subórdenes: “Toma
ahora una línea dividida en dos partes desiguales; divide nuevamente cada sección según la misma
proporción, la del género que se ve y otra la del que se intelige” (509d). Cada orden de lo real es
aprehendido por una modalidad de conocimiento. Habrá cuatro regiones delimitadas correspondientes a
otros tanto modos de conocer. En el mundo de lo visible, es decir de lo sensible, distingue entre
imaginación y creencia, que se corresponden ontológicamente con las imágenes y las cosas,
respectivamente. En el de lo inteligible, aquello que se conoce con el intelecto o la razón, distingue entre
conocimiento discursivo, es decir, aquel que procede deductivamente para llegar a conclusiones, que
conduce a los objetos matemáticos, y la inteligencia o ciencia dialéctica que lleva a las ideas.
La inteligencia se sirve de la Dialéctica (“la razón misma aprehende, por medio de la facultad dialéctica y
hace de los supuestos no principios sino realmente supuestos, que son como peldaños y trampolines hasta
el principio del todo” – 511b –) que también, al igual que el pensamiento discursivo, parte de hipótesis y
supuestos, pero no para descender a lo concreto sino para remontarse al límite de lo inteligible, las ideas.
No se sirve de imágenes, como hace la Geometría, sino “de ideas, a través de ideas y en dirección a ideas
hasta concluir en ideas”. Este es el estudio que Platón imprescindible para la educación de los futuros
gobernantes: ello les permitirá ascender hasta las ideas en sí, la justicia en sí y el bien en sí: lugar donde
los órdenes ético y político se armonizan y confunden. Algo que se realizará en el estado ideal, que
supone la puesta en práctica y la realización de la idea de justicia. Aquí hallamos el vínculo con la tercera
gran alegoría, la de la caverna. Ella trata de la educación y el proceso que conduce, mediante la dialéctica,
a las ideas.
El texto, exponente de la alegoría de la línea, no sólo se vincula con los otros dos, el del sol y el mito de la
caverna, sino que los tres conforman una totalidad que constituye la esencia de la filosofía platónica. En
ellos se muestra su concepción de lo real (ontología), del conocimiento (epistemología) y de la educación.
Forman juntos un todo inseparable. Es por ello que componen la piedra angular del pensamiento
platónico con la teoría de las ideas y el papel fundamental de la educación para la consecución del estado
ideal por él esbozado. Cuando en los primeros libros de La República dibuja los perfiles de ese modelo de
estado, que recordemos que se halla compuesto de tres estamentos, gobernantes, guardianes y
productores, los tres con unas funciones muy específicas, no hace sino preparar el camino a los conceptos
de los libros VI y VII, ya reseñados como de gran importancia teórica. El texto comentado señala la
importancia del conocimiento, entendido como un proceso gradual que debe llevar a la cima, pero en esa
cima se funden las ideas de Bien y Justicia, sobre las que descansa la filosofía platónica. De este modo los
órdenes ético y político, es decir, la filosofía práctica de Platón, quedan decisivamente entrelazados.
El tema de la justicia se remonta a una tradición que arranca en los sofistas y pasa de Sócrates al propio
Platón. Precisamente las disputas entre los sofistas y el maestro de Platón son bien conocidas por éste,
algo visible desde el inicio de la obra. Pese a que desde el comienzo de la redacción del libro I hasta la
conclusión del libro X han pasado, según los especialistas, alrededor de 15 años, se da una continuidad
temática que unifica su contenido.
Todo parece indicar que el motivo que llevó a su elaboración fue la muerte de Sócrates, que dejó una
huella indeleble en un joven Platón que aún confiaba en la justicia “real”, la impartida en la Atenas de su
tiempo, pero que debió sufrir una gran desilusión tras el suceso que culmina con la condena de su
maestro. De modo que el impacto de este acontecimiento puede ser, en gran medida, la clave de buena
parte de las cosas que habrán de suceder en la vida y la obra platónicas. Mucho tiempo después un Platón
ya anciano, en una de sus cartas, reconocerá que fue este hecho, y lo que precedió al mismo, lo que le
hizo desistir de su interés por la política profesional. Los hechos a los que se refiere son una serie de
acontecimientos habidos en la polis de Atenas, en los albores del siglo IV a. C., que conducen al final de
la democracia y al gobierno de los Treinta Tiranos, para, tras un corto período de tiempo, volver
nuevamente a la democracia. Todo ello sucedió en muy poco años, pero dejó abiertas grandes heridas en
la sociedad ateniense. Entre los procesos seguidos contra aquellos que contribuyeron a derrocar el sistema
democrático se hallaba el de Sócrates, que culminó con su condena a muerte. Platón consideraba a
Sócrates “el más justo de los hombres de su tiempo”, por lo que no es de extrañar su decisión de
reorientar su vida hacia el pensamiento político más que a la actividad política práctica. El no creía poder
encontrar la justicia en la vida pública de la sociedad de su tiempo. La justicia sólo podía llegar cuando
los dirigentes políticos fueran filósofos o cuando los filósofos llegaran a gobernar. Sólo en el caso de
coincidir en una misma persona el filósofo y el gobernante se podía llegar a conseguir un estado que
encarnara la idea de justicia. Este pensamiento ya no abandonaría a Platón a lo largo de su vida.
Después de estos acontecimientos vendrían sus viajes a Italia, a Siracusa, donde, en vano, intentará poner
en práctica su modelo de estado ideal, siguiendo los esquemas esbozados en La República. En algunos
pasajes de esta obra esencial dejará patente la decepción que le produjo los derroteros finales del sistema
democrático de la polis ateniense, que, para él, desembocará en un régimen demagógico tras la muerte de
Pericles. Es por ello que el diseño de un modelo de estado justo se convertirá en el motor de su filosofía.
El mismo descontento que condujo a Platón a concebir un estado utópico llevará posteriormente a otros
autores, especialmente del Renacimiento, a seguir por este camino. Su repercusión es patente en la obra
de Tomás Moro (Utopía) o Tomasso Camapanella (La ciudad del sol). Aunque las utopías sociales han
seguido vigentes hasta nuestro tiempo. Hay especialistas, sin embargo, que han visto en la obra platónica
un antecedente de los totalitarismos modernos.
En el reino de lo inteligible distingue Platón entre pensamiento discursivo y dialéctico, siendo a este
último procedimiento al que reserva el más alto grado de conocimiento: el que da vía libre a las ideas.
Pero, y es otro ejemplo de la influencia socrática, la dialéctica es un desarrollo de la mayéutica socrática.
Por dondequiera se levanta, como un auténtico alter ego de Platón, la figura de Sócrates. Y ello pese a
que en sus obras de madurez la huella de aquel pierde nitidez.
Platón diseña un modelo de estado ideal que sirva para poder plasmar su concepción de lo que debe ser la
justicia. No una justicia real, entendida como la equivalente a la que se impartía en los distintos estados,
sino una justicia basada en la idea de Justicia en sí, que intentara realizar, poner en práctica esa idea. Para
ello toma como punto de partida su clasificación del alma. Hay que recordar que el filósofo ateniense
distingue tres tipos de alma, racional, irascible y concupiscible; lo que dará lugar a otros tantos tipos de
individuos atendiendo al alma predominante, a su carácter, diríamos hoy. A tales tipos de alma
corresponderán otras tantas virtudes. De este modo, al alma racional corresponderá la virtud de la
prudencia; al irascible, la moderación; y al concupiscible, la templanza. Pues bien, sobre este esquema de
las virtudes y los tipos de alma elabora Platón su modelo de sociedad. En correspondencia con cada uno
de ellas su modelo social tendrá tres grandes grupos o niveles sociales. De una parte, los gobernantes,
encargados de dirigir el estado, y que, dada su responsabilidad, deberían ser los más sabios y justos.
Serían los filósofos, pues sólo ellos pueden alcanzar a conocer la idea de justicia mediante la práctica de
la dialéctica. Un segundo grupo lo constituirían los guardianes del estado, responsables de su seguridad.
Los integrantes de este grupo se extraerían de entre los más valerosos (alma irascible). Por último, un
extenso grupo compuesto por los que productores (trabajadores) cuya función vendría dada por la
necesidad de nutrir de bienes materiales necesarios a la comunidad.
La justicia se lograría cuando los tres grupos funcionaran correctamente, cumpliendo su cometido en el
conjunto social. Sólo de este modo se podría llegar a la armonía social, a la justicia, en suma. Para Platón
las exigencias de la colectividad deben imperar sobre las exigencias de los individuos. Los gobernantes
deben ser los mejor preparados (aristocracia), pero la aristocracia platónica tiene como base la sabiduría,
el conocimiento de la justicia, no la mera herencia o la riqueza. Esta es la tesis intelectualista platónica: el
conocimiento del Bien (de la Justicia) es imprescindible para su realización social. Lo único que legitima
el poder es la sabiduría. De ahí que el gobernante haya de ser filósofo.
Pero para llevar a cabo este plan social, es necesario un sistema educativo férreo. La enseñanza es
imprescindible para el buen funcionamiento de ese estado modelo. Es por ello que Platón diseñará las
partes de la que deberá componerse una buena educación. Empezando por la Gimnasia y la Música,
educación del cuerpo y de la sensibilidad, y continuando con las Matemáticas y la Dialéctica. Los más
destacados serán, claro está, los gobernantes. En el ya mencionado mito de la caverna se refiere
simbólicamente al papel de la educación (paideia, raíz de pedagogía). Los prisioneros para liberarse de
sus cadenas deben ascender hacia el estudio supremo, como denomina Platón al saber de las Ideas, al
saber dialéctico. El logro de las mismas supone la verdadera anámnesis, el recuerdo de lo perdido por el
alma racional al encarnarse en el cuerpo. El resultado final de todo este proceso es, como se ha indicado,
la formación de los futuros gobernantes, de los dirigentes del estado.
VOCABULARIO
MITO O ALEGORÍA DE LA CAVERNA
Mito con el que Platón describe nuestra situación respecto del conocimiento: al
igual que los prisioneros de la caverna que sólo ven las sombras de los objetos,
nosotros vivimos en la ignorancia cuando nuestras preocupaciones se refieren al
mundo que se ofrece a los sentidos. Solo la filosofía puede liberarnos y permitir-
nos salir de la caverna al mundo verdadero o Mundo de las Ideas.
En el libro VII de la "República" (514a-516d), Platón presenta el mito de la caverna.
Es, sin duda, el mito más importante y conocido de este autor. Platón dice
expresamente que el mito quiere ser una metáfora "de nuestra naturaleza respecto de
su educación y de su falta de educación", es decir, sirve para ilustrar cuestiones relativas
a la teoría del conocimiento. Pero tiene también claras implicaciones en otros dominios
de la filosofía como la ontología, la antropología e incluso la política y la ética;
algunos intérpretes han visto también implicaciones religiosas.
La descripción del mito tal y como lo narra Platón en la "República" se articula en
varias partes:
1. Descripción de la situación de los prisioneros en la caverna.
2. Descripción del proceso de liberación de uno de ellos y de su acceso al mundo
superior o verdadero.
3. Breve interpretación del mito.