Platón confiesa en la Carta VII su insatisfacción política de su época, y en
particular del régimen democrático ateniense. Forma de gobierno en el que pueblo asume la dirección de los asuntos de la ciudad.
Platón rechaza a la democracia porque en realidad la gobernaba una
minoría de políticos y demagogos que arrastraba al pueblo, y abusaban de su incapacidad política, de su falta de reflexión y de su insensatez. Estos políticos "demagogos" eran formados por los sofistas para alcanzar el poder mediante el engaño y el halago, manipulando los sentimientos de las masas populares mediante el arte de la oratoria. Estos políticos en lugar de buscar el bien de la ciudadanía, buscaban sólo su propio enriquecimiento y beneficio personal.
Platón rechaza la base fundamental de la democracia, según la cual
cualquiera puede desempeñar funciones públicas, sin necesidad alguna de preparación, de conocimientos y virtud. Eran simplemente elegidos por sorteo. Este sistema es peligroso para la armonía y el buen funcionamiento de la ciudad. No es concebible que el timón del Estado esté en manos de la masa ignorante y manipulada, o de políticos inexpertos o ambiciosos.
Platón rechaza la democracia, porque ésta condenó a muerte a su maestro
Sócrates bebiendo cicuta de manera injusta. por corromper a los jóvenes y despreciar a los dioses inventado dioses nuevos.
Frente a un gobierno democrático, Platón propone uno aristocrático como
un remedio a todos los males de la política y como alternativa a otros regímenes políticos. Los males de la polis sólo tendrá cura cuando el gobierno esté en manos de los filósofos, hombres sabios y virtuosos indispensables para el buen gobierno. Sólo los filósofos tienen el conocimiento de la justicia , el bien común, la belleza y la verdad. Y aquel gobernante que no conozca la esencia de la justicia y el bien jamás llegará a ser un gobernante justo.
Los aristócratas o filósofos no son mejores por linaje o sangre sino los mejores en virtud y saber, en este sentido su teoría es una teoría elitista.
Para poder llevar a práctica esta propuesta política es necesario: en primer
lugar, seleccionar a los individuos con más capacidades y cualidades innatas para el gobierno: capacidad para aprender, ser honesto, generoso, tener un alma noble y ninguna bajeza. En segundo lugar, hay que potenciar estas cualidades y capacidades naturales mediante una educación adecuada, hasta conducirlos a la máxima perfección. Y sólo podrá lograrse cuando supere un largo proceso educativo. Será el Estado el encargado de la selección de las mejores naturaleza y de su educación. Este es el tema principal del libro VII de la República.
La educación estará enteramente al servicio de la política y del bien de la
ciudad. La educación será un proceso duro, arduo, costoso y no exento de resistencia y obstáculos, pues el cuerpo arrastra al alma hacia las cosas del mundo sensible, en el que sólo puede encontrarse apariencias, sombras, deformaciones de la justicia y la bondad.
Tendremos un Estado justo cuando los gobernantes sean verdaderamente
prudentes y justos los guardianes valientes y los productores moderados y cuando estas dos últimas clases se sometan a los gobernantes. Lo importante es el bien común sobre el bien individual por lo que a guardianes y filósofos se les exigirán renuncias y una vida sacrificada en favor del bien de la colectividad. Y cada clase deberá desempeñar su función en beneficio del conjunto. Cada clase estará plenamente satisfecha por la función que desempeña no admitiéndose ni por asomo cambiar de clase a la que se pertenece. El productor es feliz realizando sul tarea, como el soldado haciendo de guardián de la polis.
Para llegar a ser gobernante deberá superar el largo proceso educativo
alcanzando la dialéctica como ciencia suprema acerca de las Ideas y de las relaciones entre Ideas. Y se convierte en dialécticamente ascendente cuando va desde el mundo material hasta las Ideas culminando en la comprensión de la Idea del Bien. Representado por el liberado del antro hacia el mundo de arriba o exterior. La dialéctica descendente recorre el camino inverso.
Lo que mueve al filósofo no es simplemente un interés teórico por saber y
conocer la realidad sino un interés práctico, transformar y mejorar la sociedad y la vida de los hombres en dirección de la justicia y la felicidad. Quien ha conocido la esencia de los justo y de los bueno tiene la obligación moral de poner sus capacidades al servicio de la ciudad. Bastará que asuma la responsabilidad de3 gobernar de acuerdo con los principios de justicia y bondad, aunque esto suponga sacrificios y renuncias personales, pues lo importante no es la felicidad del individuo, de unos pocos sino de la colectividad.
Por lo tanto, la educación debe estar al servicio de la política, del mismo
modo que los sofistas, pero éstos no creen en la verdad absoluto, sino más bien en la apariencia, la opinión. De lo que se trata no es ayudar al político a alcanzar la verdad sino a alcanzar el éxito, el triunfo y lograr poder e influencia, cuestiones fundamentales para la Atenas democrática e imprescindible para convencer y conquistar el apoyo de la asamblea popular. De ahí que la educación de los sofistas se centra en enseñar a los aprendices a políticos qué es aquello que al pueblo le gusta escuchar de sus dirigentes y de qué mancera conseguir su apoyo. Para eso es conveniente la retórica y la erística. Frente a esta posición se encuentra Platón con la enseñanza de las matemáticas y de la dialéctica disciplinas excelentes para alcanzar el pensamiento abstracto y el conocimiento de las Ideas. Las matemáticas constituirán el preámbulo necesario e indispensable para la dialéctica. Con la dialéctica el filósofo gobernante alcanzará la bondad y el conocimiento de lo verdadero.
El caso opuesto del gobierno del rey/filósofo es el del tirano no conducido
por ninguna virtud sino un individuo totalmente corrupto y egoísta que sólo mira sus beneficios personales, no queda lejos la oligarquía, la timocracia y la ya mencionada democracia. Platón salvará únicamente a un régimen aristocrático. Constituidos por individuos educados en la virtud y en el conocimiento noético.