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3 SISTEMAS ECONÓMICOS

En toda comunidad organizada se mezclan, en mayor o menor medida, los mercados


y la actividad de los gobiernos. Es más, el grado de competencia de los mercados varía,
desde aquellos en los que sólo opera una empresa, ejerciendo un monopolio, hasta la
competencia perfecta de un mercado en el que operan cientos de minoristas. Lo mismo
ocurre en cuanto a la intervención pública, que abarca desde la intervención mínima al
regular impuestos, crédito, contratos y subsidios, hasta el control de los salarios y los
precios de los sistemas de economía planificada que imperan en los países comunistas.

Incluso en las sociedades en las que se defiende a ultranza la planificación de la


economía se ha tenido que modificar la postura oficial y se hacen concesiones a la empresa
privada. Por ejemplo, la Unión Soviética permitía a sus agricultores, aunque fuese a través
de empresas colectivas, vender las cosechas de sus parcelas privadas. Durante la
dominación comunista en Polonia, casi todas las granjas estaban en manos privadas. En
Yugoslavia se permitió la gestión de las fábricas por los trabajadores bajo el mandato del
mariscal Tito, que al mismo tiempo asentaba la evolución de su régimen hacia sistemas de
economía mixta, alejados de las premisas dominantes en la Unión Soviética.

En las economías de mercado también se producen este tipo de divergencias. En


casi todas existe monopolio estatal sobre las líneas aéreas y los ferrocarriles. Incluso en los
países en los que el Estado no tiene empresas públicas, como en Japón, su influencia sobre
la actividad económica es enorme. En Estados Unidos, el más firme defensor de la
economía de mercado, el gobierno ha tenido que intervenir para evitar la quiebra de
empresas en crisis, como Lockheed y Chrysler; de hecho, ha convertido a los principales
fabricantes de armamento en empresas públicas de facto. Muchos economistas
estadounidenses han tenido que aceptar la existencia de una economía mixta: combinación
de iniciativa privada e intervención del gobierno.

3.1 Libre empresa

Las principales diferencias entre la organización económica planificada y la


capitalista radica en quién es el propietario de las fábricas, granjas y el resto de las
empresas, así como en sus diferentes puntos de vista sobre la distribución de la renta o la
forma de establecer los precios. En casi todos los países capitalistas, una parte importante
del producto nacional bruto (PNB) la producen las empresas privadas, los agricultores e
instituciones no gubernamentales como universidades y hospitales privados, cooperativas y
fundaciones.

Aunque existe una fuerte oposición en los países industrializados al control de


precios y a la planificación de la economía, los gobiernos han tenido que recurrir a este tipo
de medidas en casos de emergencia, como durante la II Guerra Mundial. Sin embargo, en
las economías de libre mercado se considera que la propiedad pública de medios de
producción y la intervención pública en la fijación de precios son excepciones, que se
deben evitar, a las reglas de la propiedad privada y de la fijación de precios a través de
mercados competitivos.
3.2 Economía planificada

La visión totalmente opuesta a la anterior es la que prevalece en los países


comunistas, donde predomina la tendencia hacia la planificación centralizada de la
economía. Aunque cada vez se tolera más la existencia de empresas privadas, y a pesar de
que ninguna economía planificada ha podido funcionar sin cierto grado de privatización de
la agricultura, la ideología dominante favorece la planificación estatal, al menos en teoría,
para fijar los precios, la propiedad pública de las fábricas, las granjas y las grandes redes de
distribución, públicas.

En teoría no existe ninguna razón que impida a una sociedad democrática optar por
una planificación centralizada de la producción, los precios y la distribución de la renta. Sin
embargo, la experiencia demuestra que la planificación central de las economías ha ido en
general acompañada del control del partido político. No obstante, existen importantes
diferencias en el grado de control entre los distintos países comunistas, e incluso en un
mismo país a lo largo del tiempo. Y también se puede constatar que el capitalismo a veces
ha ido acompañado de regímenes políticos totalitaristas.

Los principales problemas a los que se enfrenta el capitalismo son el desempleo, la


inflación y las injustas desigualdades económicas. Los problemas más graves de las
economías planificadas son el subempleo o el masivo empleo encubierto, el racionamiento,
la burocracia y la escasez de bienes de consumo.

3.3 Economías mixtas

En una situación intermedia entre la economía planificada y la economía de libre


mercado se encuentran los países socialdemócratas o liberal socialistas. Entre ellos destacan
las democracias de los países escandinavos, sobre todo Suecia. En este país la actividad
económica recae en su mayor parte sobre el sector privado, pero el sector público regula
esta actividad, interviniendo para proteger a los trabajadores y redistribuir la renta entre los
de mayores y los de menores ingresos.

Por otra parte, Yugoslavia constituyó otro ejemplo importante de economía mixta
entre la décadas de 1950 y 1980. Aunque el partido comunista institucional seguía
ejerciendo un férreo control, la censura fue escasa, la emigración no estaba prohibida,
existía libertad de cultos y una mezcla de propiedad pública, cooperativismo y propiedad
privada, que crearon una economía bastante próspera.
Monopolio, situación de un sector del mercado económico en la que un único
vendedor o productor oferta el bien o servicio que la demanda requiere para cubrir sus
necesidades en dicho sector. Para que un monopolio sea eficaz no tiene que existir ningún
tipo de producto sustituto o alternativo para el bien o servicio que oferta el monopolista, y
no debe existir la más mínima amenaza de entrada de otro competidor en ese mercado. Esto
permite al monopolista el control de los precios.

Para ejercer un poder monopolista se tienen que dar una serie de condiciones: 1)
control de un recurso indispensable para obtener el producto; 2) disponer de una tecnología
específica que permita a la empresa o compañía producir, a precios razonables, toda la
cantidad necesaria para abastecer el mercado; esta situación a veces se denomina
monopolio ‘natural’; 3) disponer del derecho a desarrollar una patente sobre un producto o
un proceso productivo; 4) disfrutar de una franquicia gubernativa que otorga a la empresa el
derecho en exclusiva para producir un bien o servicio en determinada área.

Oligopolio, mercado dominado por un reducido número de productores o


distribuidores u ofertantes. Es un mercado que se encuentra en una posición intermedia
entre lo que se conoce como competencia perfecta y el monopolio, en el que sólo existe un
fabricante o distribuidor. Un mercado oligopolístico puede presentar, en algunas ocasiones,
un alto grado de competitividad. Sin embargo, los productores tienen incentivos para
colaborar fijando los precios o repartiéndose los segmentos del mercado, lo que provoca
una situación parecida a la del monopolio. Este tipo de políticas están prohibidas por las
leyes antitrust y por las leyes de defensa de la competencia. Pero también dependen de que
las empresas cumplan sus acuerdos.

En los mercados oligopolísticos, como por ejemplo el mercado de petróleo y el de


los detergentes, con frecuencia se suceden largos periodos de estabilidad en los precios. Los
productores se limitan a competir mediante la publicidad de sus productos (por ejemplo, la
típica frase publicitaria 'lava más blanco') y otra clase de técnicas como la distribución de
cupones que pueden intercambiarse por diversos artículos. Para tomar decisiones sobre
precios, las empresas que operan en mercados oligopolísticos utilizan la teoría de juegos. El
juego consiste en anticipar la reacción de las compañías competidoras ante cambios en las
condiciones del mercado y en poder planificar la política a seguir para conseguir la máxima
rentabilidad posible. Alcanzar un resultado óptimo depende en buena medida de que las
empresas se comporten de una forma racional. En un juego de suma cero, la rentabilidad
total es fija, por lo que una empresa sólo podrá mejorar su posición a costa de las demás. En
los juegos que no son de suma cero, la decisión de un jugador puede beneficiar a todos los
demás.

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