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INTERACCIÓN CEREBRO-MENTE EN EL AJEDRECISTA.

Miguel A. Pagano. Dr en Medicina. Neurólogo.


Unidad de Neurología. Hospital Fernández
Te: 4823-8559
Mail: ajolfi@sinectis.com.ar
Cerviño y Bulnes. Capital Federal, Argentina.

El problema de la interacción cerebro-mente ha suscitado el interés de la


filosofía desde hace más de dos milenios. Ya en la escuela de Platón, varios
siglos antes de Cristo, se creía en la localización en un “ente” separado del
cuerpo (y por ende del cerebro) al mundo de las ideas, a las que se consideraba
en una dimensión propia, inaccesible en forma directa a los mortales. Era tarea
de aquellos filósofos el intento, a través del discernimiento y el razonamiento, de
acercamiento a este mundo. Era tradición, por ejemplo, que no podían formar
parte de aquella escuela aquellos que no poseyeran conocimiento y dominio del
campo de las matemáticas. Hoy asumimos que, aquel “mundo” de las ideas,
pertenecen al dominio de la mente, y ésta es completamente terrenal, ya que, de
algún modo, se halla ligada a la actividad del cerebro. Este concepto fue, no
obstante, el resultado de un largo camino en el discurrir filosófico. El famoso
filósofo francés René Descartes, en el siglo XVII, expone una nueva mirada
sobre el viejo problema: “cuerpo y alma” son dos entes separados, pero el alma
(en la que se engloban las actividades del dominio mental) no se halla en un
mundo separado e inaccesible, sino que interactúa con el cuerpo y se ubica en
un locus determinado. El filósofo pensaba que el asiento del alma era la glándula
pineal, por su topografía medial, particular, en el centro del cerebro. Con el
concepto “alma” se quería englobar todas aquellas manifestaciones del dominio
de la mente (res-cogitans), en contraposición a los entes tangibles y corpóreos
(res-extensa).
Una revisión de todos los aspectos y corrientes históricas, relacionadas
con el problema de la relación cerebro-mente, excede los propósitos del
presente texto. Bástenos comentar que dos hipótesis principales cobraron vida:
la dualista: mente y cerebro son dos entidades separadas y la monista: mente y
cerebro son una sola y única entidad. En los párrafos que siguen esbozamos
una apretada síntesis, sin mayores comentarios, de las principales teorías
vinculadas a estas dos hipótesis, con los principales autores defensores de las
mismas.

HIPOTESIS DUALISTAS
 EPIFENOMENISMO: lo físico determina lo mental, que no reacciona
sobre lo físico (Hobbes, C.Vogt, TH Huxley, etc).
 ANIMISMO: lo mental causa, controla o dirige lo físico. Lo físico no
determina lo psíquico ( Platón, Tomás de Aquino).
 AUTONOMISMO: lo mental y lo físico son independientes (L.
Wittgenstein)
 PARALELISMO PSICOFÍSICO, ARMONÍA PREESTABLECIDA: Lo
mental y lo físico son paralelos (Leibniz, Lotze, J.H.Jackson)
 INTERACCIONISMO PSICOFISICO: cerebro y mente están separadas,
pero interactúan uno con otro (Descartes, McDougall, Freud, W Penfield,
R Sperry, J C Eccles, K R Popper, R Penrose, etc)

HIPOTESIS MONISTAS
 IDEALISMO (PANPSIQUISMO, FENOMENISMO): todo es mental, lo
físico no existe (Berkeley, Fichte, Hegel, Fechner, W James, Whitehead,
Teilhard de Chardin).
 MONISMO NEUTRAL ( TEORÍA DEL DOBLE ASPECTO): lo mental y lo
físico son manifestaciones de una sola y única sustancia, de entidad
desconocida (Spinoza, B Russell, etc.).
 MATERIALISMO ELIMINATIVO (CONDUCTISMO): nada es psíquico. Los
fenómenos mentales no existen. Sólo existen fenómenos físicos,
reacciones químicas, interacciones moleculares, conexiones
interneuronales, etc. (Watson, Skinner, Turing, P Churchland).
 MATERIALISMO REDUTIVO O FISICISTA: los estados psíquicos son
estados físicos. La diferencia con la anterior es que no desconoce la
existencia del fenómeno mental, sólo que la considera como un “estado
físico” (Epicuro, Lucrecio, Lamettrie, Pavlov, Quine, etc.)

 MONISMO PSICONEURAL EMERGENTISTA: lo psíquico es un conjunto


de actividades cerebrales de características especiales “emergentes”
(Darwin, Ramón y Cajal, Hebb, Luria, M Bunge, Damasio, Crick, etc.).

Las tendencias actuales abogan claramente por una concepción monista de la


interrelación cerebro-mente, siendo probablemente el “monismo psiconeural
emergentista” la hipótesis que mejor la representa. Como síntesis de esta introducción
neurofilosófica podemos concluir que, en nuestros tiempos, la idea de la mente (¿o
alma?) como un ente ajeno al cuerpo (en nuestro caso el cerebro) ha sido relegada,
particularmente en el ámbito científico. Al cerebro, por tanto, se le asigna un rol crucial
como soporte estructural y fuente generadora de la mente. Así es que pensamiento,
lenguaje, memoria, razonamiento, emociones, creatividad, inspiración, etc., dejaron de
ser fenómenos con existencia propia, para convertirse en funciones que emanan de la
actividad cerebral. En este punto es válido plantearse una serie de cuestionamientos:
¿posee el cerebro la estructura y función necesarias para constituirse en soporte de la
mente?; ¿el cerebro funciona como un todo para los diferentes procesos mentales
(generalizacionismo u holismo), o lo hace mediante la activación de sectores
diferenciados (localizacionismo o modularidad)?; ¿es posible mejorar el rendimiento del
cerebro con métodos de activación, tales como por ejemplo el aprendizaje y práctica
del ajedrez? En los párrafos que siguen se intentará avanzar sobre estos tres
interrogantes.
ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL CEREBRO

El cerebro posee diferentes sistemas estructurales y funcionales, desde los


niveles microscópicos a los macroscópicos: molecular, celular, sináptico
(neurotransmisión), conexiones (redes) y subsistemas (modularidad).

NIVEL MOLECULAR:
El sistema nervioso posee una dimensión molecular en la cual
cumplen un papel crucial los neurotransmisores y sus correspondientes receptores (ej:
serotonina, dopamina, noradrenalina, acetilcolina y glutamato). Estos se localizan en
amplios mapas topográficos, distribuyéndose en enmarañados circuitos y desarrollando
complejas funciones que se extienden desde simples actos motores a actividades
como la memoria, emoción, lenguaje y otras expresiones de la esfera mental.

NIVEL CELULAR
La neurona constituye el elemento básico de la arquitectura del sistema
nervioso. Es la unidad elemental de procesamiento de información, así como una
unidad morfológica, funcional, trófica y patológica (Ramón y Cajal).
El cerebro humano contiene alrededor de un billón de neuronas, de las
cuales cien mil millones están interconectadas en redes funcionales. Todas ellas
comparten las mismas propiedades básicas, pero con la peculiaridad de que pueden
producir funciones distintas al estar conectadas en forma diferente.

NIVEL SINÁPTICO
Las sinapsis, espacios de unión entre las neuronas, confieren al cerebro
una dimensión especial capaz de generar funciones que superan lo esperado por el
simple accionar de las neuronas por separado. Funcionalmente pueden ser excitatorias
o inhibitorias, dependiendo también del neurotransmisor liberado.
Una neurona puede terminar en un sinnúmero de sinapsis. Un soma
neuronal puede recibir miles de contactos de otras neuronas. Que una neurona termine
“disparando” para ejecutar su acción dependerá del balance entre los mensajes
excitatorios o inhibitorios de los miles de aferencias.

NIVEL DE CONEXIONES O REDES


En el sistema nervioso es común la organización en redes o “circuitos
neuronales” De estos emergen funciones simples y complejas como el sistema de
reflejos, sensorial o motor.
Existen también circuitos neuronales con diferentes
neurotrasmisores (dopaminérgico, serotoninérgico, colinérgico, etc). Estos circuitos de
neurotrasmisores expresan funciones altamente elaboradas, como regulación de
sistemas motores, emoción, memoria, etc.

NIVEL DE SUBSISTEMAS
La organización funcional del sistema nervioso implica la
estructuración en subsistemas. Estos se distribuyen en forma compleja a lo largo del
neuroeje y cumplen un sinnúmero de funciones diferenciadas. De acuerdo a las
principales dimensiones del cerebro involucradas podemos dividirlas en tres ejes
organizacionales: a) Rostro-caudal (de arriba hacia abajo); b) antero-posterior (de
adelante hacia atrás) y c) lateral (derecha-izquierda). Se hará un breve resumen de
estos tres ejes.

a) EJE ROSTRO-CAUDAL

NIVEL CORTICAL: Funciones corticales / mentales superiores.


NIVEL GANGLIO-BASAL, CIRCUITO LÍMBICO, HIPOTÁLAMO: Regulación del
movimiento, control de las emociones, funciones básicas vinculadas a apetito, sed,
impulso sexual.
NIVEL DEL TRONCO CEREBRAL Y CEREBELO: control de respiración y
frecuencia cardíaca, etc., regulación del movimiento, sueño, automatismos del
movimiento y de la marcha, etc.
NIVEL MEDULAR: Automatismos reflejos.

b )EJE ANTERO-POSTERIOR

ÁREAS ANTERIORES: Planeamiento y ejecución de funciones motoras, humor,


cognición, toma de decisiones, sentimientos, emociones (lóbulos frontales).
ÁREAS POSTERIORES: Recepción de todos los sistemas sensoriales
(somestésicas, auditivas, visuales) (lóbulos occipitales y parietales).
ÁREAS DE PROCESAMIENTO: Analizan, especialmente el arribo del “material” del
exterior.
AREAS DE ASOCIACIÓN: Conectan las áreas anteriores con posteriores, pero
también ambos hemisferios entre sí (sentido lateral).

c) EJE LATERAL

HEMISFERIO IZQUIERDO: Especialización en funciones del lenguaje, discriminativa,


lógico-filosóficas y matemáticas.
HEMISFERIO DERECHO: Especialización en funciones visuo-espaciales, relacionado
con expresiones plásticas y artísticas.

MODULARIDAD Vs HOLISMO

Durante gran parte del siglo XIX dominaba la idea del funcionamiento
“holístico” del cerebro. Sus defensores consideraban que no existían sectores
funcionalmente diferenciados y que, las distintas actividades mentales, se sustentaban
en la activación completa del cerebro. Es decir, “el cerebro funciona, en cada momento,
como un todo”. En contraposición a esta idea, paulatinamente se encontraron
evidencias de funciones en sectores “discretos” del cerebro. Las primeras de estas
evidencias se efectuaron en la segunda mitad de la citada centuria, en la que
observaciones anatomopatológicas localizan la capacidad de expresión del lenguaje en
el lóbulo frontal del hemisferio izquierdo (Broca) y la comprensión del mismo en el
lóbulo temporal del mencionado hemisferio ( Wernicke). Estos hallazgos fueron sólo el
punto de partida de un extenso recorrido, que continuó en el siglo XX y sigue en
nuestros días, durante el cuál numerosas investigaciones parecen coincidir en la
existencia de “módulos” de funcionamiento cerebral. Estos módulos se hallan en
sectores determinados de ambos hemisferios, considerando algunos autores que la
vinculación de cada módulo, con otros sectores funcionalmente relacionados, sería la
verdadera dimensión del funcionamiento cerebral, hipótesis esta última a la que se
denominó “conexionista”.

MÉTODOS DE ACTIVACION DEL CEREBRO, EL EJEMPLO DEL AJEDREZ.

El aprendizaje y práctica del ajedrez, al igual que otras manifestaciones


científicas o artísticas, constituye una herramienta interesante como método de
activación del cerebro. Existen numerosos métodos a través de los cuales se puede
proceder a la activación de distintas áreas cerebrales, sin que pueda establecerse con
claridad la existencia de ventajas de uno sobre otros y con posibilidad para todos ellos
de mejorar el rendimiento cerebral y aumentar nuestras “reservas cognitivas”. Tal es
así, por ejemplo, con el aprendizaje y práctica de las ciencias “duras” como las
matemáticas, la física o la química. También se puede lograr estos cometidos con
aquellas manifestaciones pertenecientes al mundo del arte, como la música o la
pintura. El empleo de juegos orientados al mismo fin es asimismo compatible para
estos logros. El ajedrez constituye uno de tantos ejemplos, con la salvedad de que por
tratarse de una práctica que contiene componentes lúdicos, pero también científicos y
artísticos, lo convierte en una herramienta especial para el aprendizaje y “estimulación
cerebral” a todas las edades. En los párrafos que sigue se hace una síntesis de los
mecanismos cerebrales que se pondrían en juego durante el proceso de aprendizaje en
diferentes niveles de formación de un ajedrecista.

El cerebro del ajedrecista principiante. El aprendizaje


Cuando el cerebro del niño o adolescente (o incluso en edades mayores)
se enfrenta al tablero de ajedrez y sus piezas, un mundo aún desconocido para él,
comienza un proceso fascinante en el que todas sus facultades mentales se hallan en
una especie de alerta o “preparación” para lo que viene. Es natural que un estado de
perplejidad asociado a curiosidad invada todas sus sensaciones, y un sinfín de
interrogantes pueden acosarlo: ¿de qué se tratan estas piezas?, ¿cuáles son sus
movimientos?, ¿cuál es la esencia del juego?, ¿cuáles las estrategias?, etc. A medida
que el maestro de ajedrez va conduciendo al aprendiz en el laberinto, comienza a
perfilarse la línea directriz del conocimiento del juego; línea que tiene como sustento
todo el andamiaje estructural y funcional del cerebro que hemos esbozado en los
párrafos anteriores. Así, el niño aprende el valor relativo de las piezas, sus movimientos
y su posición e interacciones con otras piezas del tablero. Comienza lenta y
paulatinamente a adquirir el concepto de la “lógica de las posiciones”, en la cuál,
posiblemente, mucho tenga que ver el entramado de las conexiones interneuronales.
En esta etapa elemental se requiere la disposición funcional emanada de
varias estructuras cerebrales, a las que podríamos llamar “áreas operativas”. Así, el
aprendiz en todo momento necesita “ver “el tablero y la disposición de las piezas,
función provista por los lóbulos occipitales de ambos hemisferios cerebrales; al mismo
tiempo se requiere efectuar un “reconocimiento” de lo que se ve, es decir situación de
las piezas en el tablero, diferenciación por sus peculiaridades geométricas, ubicación
relativa, etc.; función esta denominada de “reconocimiento visuo-espacial, provista por
el sector posterior del lóbulo parietal derecho. Durante el proceso de aprendizaje en
todo momento resulta crítico mantener el proceso de atención y, además, se requiere
“recordar” lo que se acaba de aprender y las destrezas que se debe emplear para llevar
adelante lo aprendido. Este último dominio, se refiere a un tipo particular de “memoria”,
llamada memoria de trabajo. Estas funciones, el mantenimiento de la atención y la
memoria de trabajo, son provistas por los sectores dorso-laterales de ambos lóbulos
frontales.

El cerebro del ajedrecista de nivel intermedio. El aprendizaje continúa


En la medida que el proceso de aprendizaje y entrenamiento avanza, el
ajedrecista aumenta paulatinamente su nivel. La base estructural de este progreso se
asienta en el establecimiento de nuevas conexiones interneuronales. Estas conexiones,
que involucran especialmente los lóbulos temporales de ambos hemisferios, actuarían
como una especie de “base de datos”, generando así un almacenamiento de la
información en dichos lóbulos. Este proceso es posible gracias a una función provista
por un sector de los lóbulos temporales: “la memoria a largo plazo”, la que, en buena
medida, permite generar nuestras “reservas cognitivas” a futuro. En el caso particular
del cerebro del aprendiz de ajedrez, en este nivel, significaría el almacenamiento de
“memorias” de posiciones sobre el tablero con pocas piezas (teoría de los “chunking”
de memoria, Campitelli y col.)
En el aprendiz de ajedrez de nivel intermedio continúan operando las
“estructuras operativas” en todo momento, las cuáles ahora recurren, además, en
forma “automática”, a los almacenes consolidados de “memoria a largo plazo”. Por otra
parte, una nueva función/habilidad cobra relevancia y se va afianzando durante esta
etapa: es el proceso de “toma de decisiones”. Dicho proceso requiere la integridad de
la base de ambos lóbulos frontales.
En la medida en que el proceso de entrenamiento/aprendizaje continúa, el
ajedrecista requiere de las capacidades funcionales provistas por otras estructuras del
sistema nervioso (incluso más allá del cerebro), e insensiblemente va mejorando su
rendimiento y puede aumentar su nivel y pasar a una etapa superior. Así otros
sectores, como los ganglios de la base del cerebro, el tronco cerebral y el cerebelo
pueden participar del concierto del aprendizaje. Estas últimas estructuras cumplen un
sinnúmero de funciones, siendo relevantes para nuestro tema la posibilidad que
brindan de “automatizar” los movimientos aprendidos, en un nivel inconsciente de
activación y permitiendo también, en la medida que el proceso continúe, incrementar
las reservas cognitivas. En el caso particular del aprendiz de ajedrez en esta etapa es
posible realizar rápidamente movimientos (que ya no requieren ser analizados de la
misma manera que en la etapa inicial) merced a la rápida acción de todos los sectores
mencionados en el apartado anterior (reconocimiento visuo-espacial, memoria de
trabajo, memoria a largo plazo, etc) (o, quizás, por la resolución en un plano
“inconsciente” de los mismos). Al sumarse a este proceso las estructuras que permiten
la “automatización” de la ejecución motora (movimiento de la pieza) y su conexión con
una instantánea “toma de decisiones” (lóbulo frontal), permite explicar el espectáculo
de los jugadores de “ajedréz rápido” (ajedrez relámpago, ping-pong o blitz), quienes
parecen resolver intrincadas posiciones con la velocidad del rayo.

El cerebro del ajedrecista de nivel superior


En esta etapa tienden a consolidarse y perfeccionarse las habilidades
adquiridas (se consolidan y aumentan las conexiones interneuronales). En los lóbulos
temporales, los fragmentos de memoria con pocas pieza o “chunks”, se extienden
ahora en segmentos más amplios, con mayor números de piezas (teoría de las
“plantillas”, Campitelli y col).
En este nivel pueden alcanzar su máxima participación las estructuras de
las bases de los lóbulos frontales, las cuáles no sólo tienen como función la “toma de
decisiones”, sino también, en conjunto y en conexión con otras estructuras como el
sistema límbico del lóbulo temporal, constituyen el asiento de las emociones y los
sentimientos.
Quizás el interjuego de todas estas estructuras, en la medida en que el
esfuerzo y el tiempo dedicados se mantienen, sean también la base estructural de
fenómenos de naturaleza superior, tales como la creatividad y la inspiración, y cuyos
misterios estamos aún muy lejos de dilucidar.

CONCLUSIONES

El problema de la interrelación cerebro-mente ha sido objeto de estudio de


la filosofía y las ciencias fácticas desde hace muchas centurias. No obstante, la mayor
parte de los mecanismos subyacentes al funcionamiento del cerebro, continúan siendo
un enigma. La concepción actual, asentada sobre la hipótesis denominada “monismo
psiconeural emergentista” y, por otra parte, la aceptación de la organización funcional
del cerebro en módulos independientes e interconectados, permiten suponer la
posibilidad de “actuar” sobre el cerebro, mejorando su rendimiento a través de
diferentes métodos de estimulación. El ajedrez, como ejemplo puntual de esto último,
se ha revelado como una herramienta de gran interés en el estudio de los procesos de
enseñanza/aprendizaje. Diferentes sectores del cerebro se activan en forma secuencial
y en paralelo a través de la ejercitación en este juego.
En la evolución del proceso de aprendizaje, en los diferentes niveles de
dominio del juego de ajedrez, se van así activando paulatinamente diversas estructuras
cerebrales o “módulos”, de las cuáles emanan las consecuentes funciones:
visualización, reconocimiento visuo-espacial, memoria de trabajo, memoria a largo
plazo, toma de decisiones y, probablemente, sentimientos y emociones. En los niveles
más elevados de la práctica del juego, se considera que pueden surgir factores poco
conocidos, como la creatividad y la inspiración, los cuáles distan aún mucho de ser
aclarados.
REFERENCIAS

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