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LA CIENCIA

Introducción

Hace mucho, tiempo, antes de que la ciencia se desarrollara


en la antigua Grecia, la mayoría de la gente creía en la magia.
Pensaban que las condiciones meteorológicas, es decir, el clima
estaba regido por fuerzas sobrenaturales. También creían que
alguna personas, como las brujas y los hechiceros, tenían poderes
mágicos, y que valiéndose de cánticos y encantamiento, podían
provocar acontecimientos maravillosos o terribles, según el humor
que tuvieran ese día…

En aquel tiempo, la magia estaba mezclada con la religión. La


gente creía que si estos encantamientos y rituales se realizaban de
forma correcta, los dioses o espíritus les concederían sus deseos.

Los primeros sacerdotes eran magos religiosos, llamados


chamanes. Los antiguos cazadores y recolectores acudían a ellos
para que les ayudaran a sobrevivir. Estaban convencidos de que los
chamanes tenían el poder de curar enfermedades, pues se pensaba
que podían comunicarse con el mundo espiritual. Los chamanes
realizaban ceremonias para garantizar el éxito en la caza y
prevenir desastres como la pérdida de las cosechas. A medida
que la civilización avanzó, tales ideas cayeron en el olvido.

Pero hoy en día, en los comienzos del siglo XXI, es triste e


incomprensible enterarse que aun todavía siguen practicándose
estas conductas tan antiguas en América latina y en particular en
México, lo cual trae como consecuencia un retorno al oscurantismo.
Quiero reiterar y enfatizar que uno de los grandes caminos para
alcanzar el desarrollo social, económico y político de un pueblo o
nación, es sin lugar a duda, el conocimiento científico.

Ya que todo objeto de estudio, bien sea, sobre la naturaleza, la


sociedad o sobre la conducta o acciones del ser humano pueden ser
comprendidos, explicados y en determinado momento predecir las
consecuencias o resultados de un fenómeno determinado.

ORIGEN DE LA CIENCIA

Ciencia (en latín scientia, de scire, ‘conocer’), término que en


su sentido más amplio se emplea para referirse al conocimiento
sistematizado en cualquier campo o área del saber, pero que
suele aplicarse sobre todo a la organización de la experiencia
sensorial objetivamente verificable. La búsqueda de
conocimiento en ese contexto se conoce como ‘ciencia pura’, para
distinguirla de la ‘ciencia aplicada’ —la búsqueda de usos prácticos
del conocimiento científico— y de la tecnología, a través de la cual
se llevan a cabo las aplicaciones.

Ciencia (Del lat. scientĭa). f. Conjunto de conocimientos obtenidos

mediante la observación y el razonamiento,


sistemáticamente estructurados y de los que se deducen
principios y leyes generales1.

1
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EL CONOCIMIENTO ES UN HECHO (MATERIAL O FORMAL. CONCRETO O
ABSTRACTO); EN LA VIDA PRACTICA MÀS INMEDIATA Y MÀS SIMPLE,
NOSOTROS (EL PENSAMIENTO, EL HOMBRE QUE CONOCE O SUJETO
COGNOSCENTE) CONOCEMOS OBJETOS (SERES CONOCIDOS: OBJETOS DE
ESTUDIO), SERES VIVOS COMO ANIMALES, PLANTAS Y AL HOMBRE.

El sujeto y el objeto están en perpetua interacción; esta


interacción la expresamos con una palabra que designa la relación
entre dos elementos opuestos y que, sin embargo, son partes de un
mismo todo, como en una discusión o en un diálogo; diremos, por
definición, que es una interacción dialéctica.

¿Cuáles son los caracteres más generales del conocimiento tomado


como hecho?
En primer lugar, es un conocimiento práctico. Antes de
elevarse al nivel teórico, todo conocimiento empieza por la
experiencia (según el enfoque filosófico empirista, la fuente del
conocimiento es la experiencia, o dicho de otra manera, todo
conocimiento a pasado a través de nuestros sentidos u órganos
sensoriales <<mediadores>>), por la práctica. Sólo la práctica nos
pone en contacto con las realidades objetivas. Imaginémonos un ser
que tuviera una conciencia parecida a la conciencia humana, pero
que estuviera - si es que eso puede imaginarse- enteramente
pasivo, sin actividad práctica, sin necesidades, sin movimiento, sin
poder sobre las cosas con la ayuda de sus miembros y de sus
manos; para ser así, sus impresiones se desarrollarían como en una
especie de sueño; ni siquiera podría presentir lo que es un
conocimiento que penetra en las cosas y que busca lo que son en sí
mismas, es decir preguntar qué, y por qué, cómo suceden ciertos
fenómenos o hechos en la naturaleza, sociedad y en el hombre.

En segundo lugar, el conocimiento humano es social. En


la vida social, descubrimos otros seres semejantes a nosotros; ellos
actúan sobre nosotros, nosotros actuamos sobre ellos y con ellos.
Al anudar con ellos relaciones cada vez más ricas y complejas,
desarrollamos nuestra vida individual; nosotros los conocemos a
ellos y nos conocemos a nosotros mismos. Además, esos otros seres
humanos nos transmiten –por ejemplo o por enseñanza- un
inmenso saber o información ya adquirido.

Por último, el conocimiento humano tiene un carácter


histórico. Todo conocimiento ha sido adquirido y conquistado.
Antes de llegar al conocimiento es preciso partir de la ignorancia,
seguir un largo y difícil camino. Lo que es verdad en el individuo es
igualmente verdad en el caso de toda la humanidad; la inmensa
labor del pensamiento humano consiste en un esfuerzo secular para
pasar de la ignorancia al conocimiento científico y técnico. La verdad
no ésta toda hecha de antemano; no se revela en bloque en un
momento predestinado. En la ciencia, igual que, por ejemplo, en el
deporte, todo nuevo resultado supone un largo entrenamiento; y
toda nueva marca, todo mejoramiento de los resultados, se ganan
metódicamente.
Los esfuerzos para sistematizar el conocimiento se remontan a los
tiempos prehistóricos, como atestiguan los dibujos que los pueblos
del paleolítico pintaban en las paredes de las cuevas, los datos
numéricos grabados en hueso o piedra o los objetos fabricados por
las civilizaciones del neolítico. Los testimonios escritos más antiguos
de investigaciones protocientíficas proceden de las culturas
mesopotámicas, y corresponden a listas de observaciones
astronómicas, sustancias químicas o síntomas de enfermedades —
además de numerosas tablas matemáticas— inscritas en caracteres
cuneiformes sobre tablillas de arcilla. Otras tablillas que datan
aproximadamente del 2000 a.C. demuestran que los babilonios
conocían el teorema de Pitágoras, resolvían ecuaciones cuadráticas
y habían desarrollado un sistema sexagesimal de medidas (basado
en el número 60) del que se derivan las unidades modernas para
tiempos y ángulos (véase Sistema numérico; Numeración).

En el valle del Nilo se han descubierto papiros de un periodo


cronológico próximo al de las culturas mesopotámicas que
contienen información sobre el tratamiento de heridas y
enfermedades, la distribución de pan y cerveza, y la forma
de hallar el volumen de una parte de una pirámide. Algunas
de las unidades de longitud actuales proceden del sistema de
medidas egipcio y el calendario que empleamos es el
resultado indirecto de observaciones astronómicas
prehelénicas.
ORIGENES DE LA TEORIA CIENTIFICA

El conocimiento científico en Egipto y Mesopotamia era sobre todo


de naturaleza práctica, sin excesiva sistematización. Uno de los
primeros sabios griegos que investigó las causas fundamentales de
los fenómenos naturales fue, en el siglo VI a.C., el filósofo Tales de
Mileto que introdujo el concepto de que la Tierra era un disco plano
que flotaba en el elemento universal, el agua. El matemático y
filósofo Pitágoras, de época posterior, estableció una escuela de
pensamiento en la que las matemáticas se convirtieron en disciplina
fundamental en toda investigación científica. Los eruditos
pitagóricos postulaban una Tierra esférica que se movía en una
órbita circular alrededor de un fuego central. En Atenas, en el siglo
IV a.C., la filosofía natural jónica y la ciencia matemática pitagórica
llegaron a una síntesis en la lógica de Platón y Aristóteles. En la
Academia de Platón se subrayaba el razonamiento deductivo y la
representación matemática; en el Liceo de Aristóteles primaban el
razonamiento inductivo y la descripción cualitativa. La interacción
entre estos dos enfoques de la ciencia ha llevado a la mayoría de los
avances posteriores.

Durante la llamada época helenística, que siguió a la muerte de


Alejandro Magno, el matemático, astrónomo y geógrafo
Eratóstenes realizó una medida asombrosamente precisa de
las dimensiones de la Tierra. El astrónomo Aristarco de Samos
propuso un sistema planetario heliocéntrico (con centro en el Sol),
aunque este concepto no halló aceptación en la época antigua. El
matemático e inventor Arquímedes sentó las bases de la mecánica y
la hidrostática (una rama de la mecánica de fluidos); el filósofo y
científico Teofrasto fundó la botánica; el astrónomo Hiparco de
Nicea desarrolló la trigonometría, y los anatomistas y médicos
Herófilo y Erasístrato basaron la anatomía y la fisiología en la
disección.

Tras la destrucción de Cartago y Corinto por los romanos en el año


146 a.C., la investigación científica perdió impulso hasta que se
produjo una breve recuperación en el siglo II d.C. bajo el
emperador y filósofo romano Marco Aurelio. El sistema de Tolomeo
—una teoría geocéntrica (con centro en la Tierra) del Universo
propuesta por el astrónomo Claudio Tolomeo— y las obras médicas
del filósofo y médico Galeno se convirtieron en tratados científicos
de referencia para las civilizaciones posteriores. Un siglo después
surgió la nueva ciencia experimental de la alquimia a partir de la
metalurgia. Sin embargo, hacia el año 300, la alquimia fue
adquiriendo un tinte de secretismo y simbolismo que redujo los
avances que sus experimentos podrían haber proporcionado a la
ciencia.
LA CIENCIA MEDIEVAL Y RENACENTISTA

Durante la edad media existían seis grupos culturales principales: en


lo que respecta a Europa, de un lado el Occidente latino y, de otro,
el Oriente griego (o bizantino); en cuanto al continente asiático,
China e India, así como la civilización musulmana (también presente
en Europa), y, finalmente, en el ignoto continente americano,
desligado del resto de los grupos culturales mencionados, la
civilización maya. El grupo latino no contribuyó demasiado a la
ciencia hasta el siglo XIII; los griegos no elaboraron sino meras
paráfrasis de la sabiduría antigua; los mayas, en cambio,
descubrieron y emplearon el cero en sus cálculos astronómicos,
antes que ningún otro pueblo. En China la ciencia vivió épocas de
esplendor, pero no se dio un impulso sostenido. Las matemáticas
chinas alcanzaron su apogeo en el siglo XIII con el desarrollo de
métodos para resolver ecuaciones algebraicas mediante matrices y
con el empleo del triángulo aritmético. Pero lo más importante fue
el impacto que tuvieron en Europa varias innovaciones prácticas de
origen chino. Entre ellas estaban los procesos de fabricación del
papel y la pólvora, el uso de la imprenta y el empleo de la brújula
en la navegación. Las principales contribuciones indias a la ciencia
fueron la formulación de los numerales denominados indoarábigos,
empleados actualmente, y la modernización de la trigonometría.
Estos avances se transmitieron en primer lugar a los árabes, que
combinaron los mejores elementos de las fuentes babilónicas,
griegas, chinas e indias. En el siglo IX Bagdad, situada a orillas del
río Tigris, era un centro de traducción de obras científicas y en el
siglo XII estos conocimientos se transmitieron a Europa a través de
España, Sicilia y Bizancio.

En el siglo XIII la recuperación de obras científicas de la antigüedad


en las universidades europeas llevó a una controversia sobre el
método científico. Los llamados realistas apoyaban el enfoque
platónico, mientras que los nominalistas preferían la visión de
Aristóteles. En las universidades de Oxford y París estas discusiones
llevaron a descubrimientos de óptica y cinemática que prepararon el
camino para Galileo y para el astrónomo alemán Johannes Kepler.

La gran epidemia de peste y la guerra de los Cien Años


interrumpieron el avance científico durante más de un siglo, pero en
el siglo XVI la recuperación ya estaba plenamente en marcha. En
1543 el astrónomo polaco Nicolás Copérnico publicó De
revolutionibus orbium caelestium (Sobre las revoluciones de los
cuerpos celestes), que conmocionó la astronomía. Otra obra
publicada ese mismo año, Humani corporis fabrica libri septem
(Siete libros sobre la estructura del cuerpo humano), del anatomista
belga Andrés Vesalio, corrigió y modernizó las enseñanzas
anatómicas de Galeno y llevó al descubrimiento de la circulación de
la sangre. Dos años después, el libro Ars magna (Gran arte), del
matemático, físico y astrólogo italiano Gerolamo Cardano, inició el
periodo moderno en el álgebra con la solución de ecuaciones de
tercer y cuarto grado.
LA CIENCIA MODERNA

Esencialmente, los métodos y resultados científicos modernos


aparecieron en el siglo XVII gracias al éxito de Galileo al combinar
las funciones de erudito y artesano. A los métodos antiguos de
inducción y deducción, Galileo añadió la verificación sistemática a
través de experimentos planificados, en los que empleó
instrumentos científicos de invención reciente como el telescopio, el
microscopio o el termómetro. A finales del siglo XVII se amplió la
experimentación: el matemático y físico Evangelista Torricelli
empleó el barómetro; el matemático, físico y astrónomo holandés
Christiaan Huygens usó el reloj de péndulo; el físico y químico
británico Robert Boyle y el físico alemán Otto von Guericke utilizaron
la bomba de vacío.

La culminación de esos esfuerzos fue la formulación de la ley de la


gravitación universal, expuesta en 1687 por el matemático y físico
británico Isaac Newton en su obra Philosophiae naturalis principia
mathematica (Principios matemáticos de la filosofía natural). Al
mismo tiempo, la invención del cálculo infinitesimal por parte de
Newton y del filósofo y matemático alemán Gottfried Wilhelm
Leibniz sentó las bases de la ciencia y las matemáticas actuales.

Los descubrimientos científicos de Newton y el sistema filosófico del


matemático y filósofo francés René Descartes dieron paso a la
ciencia materialista del siglo XVIII, que trataba de explicar los
procesos vitales a partir de su base físico-química. La confianza en
la actitud científica influyó también en las ciencias sociales e inspiró
el llamado Siglo de las Luces, que culminó en la Revolución
Francesa de 1789. El químico francés Antoine Laurent de Lavoisier
publicó el Tratado elemental de química en 1789 e inició así la
revolución de la química cuantitativa.

Los avances científicos del siglo XVIII prepararon el camino para el


siguiente, llamado a veces “siglo de la correlación” por las amplias
generalizaciones que tuvieron lugar en la ciencia. Entre ellas figuran
la teoría atómica de la materia postulada por el químico y físico
británico John Dalton, las teorías electromagnéticas de Michael
Faraday y James Clerk Maxwell, también británicos, o la ley de la
conservación de la energía, enunciada por el físico británico James
Prescott Joule y otros científicos.

La teoría biológica de alcance más global fue la de la evolución,


propuesta por Charles Darwin en su libro El origen de las especies,
publicado en 1859, que provocó una polémica en la sociedad —no
sólo en los ámbitos científicos— tan grande como la obra de
Copérnico. Sin embargo, al empezar el siglo XX el concepto de
evolución ya se aceptaba de forma generalizada, aunque su
mecanismo genético continuó siendo discutido.

Mientras la biología adquiría una base más firme, la física se vio


sacudida por las inesperadas consecuencias de la teoría cuántica y
la de la relatividad. En 1927 el físico alemán Werner Heisenberg
formuló el llamado principio de incertidumbre, que afirma que
existen límites a la precisión con que pueden determinarse a escala
subatómica las coordenadas de un suceso dado. En otras palabras,
el principio afirmaba la imposibilidad de predecir con precisión que
una partícula, por ejemplo un electrón, estará en un lugar
determinado en un momento determinado y con una velocidad
determinada. La mecánica cuántica no opera con datos exactos,
sino con deducciones estadísticas relativas a un gran número de
sucesos individuales.

Todas las ciencias, excepto la matemática y la lógica, son


empíricas; esto quiere decir que, se basan en la observación, el
experimento y las generalizaciones hechas a partir de la
experiencia.

La generalización (es decir, ir más allá de la evidencia) es


esencial para la prosecución de los asuntos de nuestra vida
cotidiana; se encuentra en la base misma de todas las ciencias
empíricas (biología, química, psicología, antropología, sociología,
economía,…).

La etapa más temprana de una ciencia consiste en distinguir


las multiformidades de las uniformidades y en reconocer en algunas
multiformidades características pertinentemente conectadas de tal
manera que puedan descubrirse las uniformidades de mayor
generalidad y abstracción.

Por lo tanto, la primera tarea del científico, es la de describir


y clasificar; esto quiere decir que, se pasa insensiblemente del
conocimiento común, a través del sentido común organizado, al
conocimiento que puede llamarse estrictamente científico.
El científico no está interesado en afirmaciones singulares,
tales como Esta agua acaba de hervir, Estoy sintiendo miedo ahora,
Esta lloviendo ahora, Esta haciendo frío ahora, Existe gran cantidad
de trafico y distribución de enervantes, Existe un elevado índice de
corrupción, etcétera; excepto en la medida en que el hecho que
cada una de estas afirmaciones describe pueda considerarse como
un caso de algún tipo de orden. Las ciencias son ramas del
conocimiento ordenado: el científico se propone ver las conexiones
entre las cosas de ciertos tipos, sucesos naturales (es decir,
fenómenos en la naturaleza, en la sociedad y en el ser humano
mismo), y a organizarlas en sistemas.

El científico toma nota del fenómeno particular Existe un


elevado índice de corrupción en las instituciones mexicanas
encargadas de regular e impartir la justicia y el orden sólo a
fin de determinar las condiciones bajo las cuales la corrupción a
logrado penetrar y alcanzar los altos mandos de instituciones
públicas, y los factores que intervienen o propician que dicho objeto
de estudio tenga un efecto en la sociedad a través de una
imparticiòn de justicia fuera del orden jurídico, esto trae consigo el
fortalecimiento de los grupos y asociaciones delictivas y además
aumenta los índices de inseguridad para la población civil, aunado a
dicho problema también se convierte en obstáculo para que algunos
inversionistas nacionales o extranjeros decidan retirar sus
inversiones, etcétera. Corrupción significa ahora una conjunción
constante de características que llamamos propiedades, aspectos o
factores que propician el desarrollo y fortalecimiento de la
corrupción en las instituciones públicas mexicanas.

¿Qué factores principales son los que generan y construyen la


corrupción en las instituciones públicas encargadas de administrar e
impartir la justicia mexicana?

Los estadios principales del camino de la investigación científica,


esto es, los pasos y procesos principales de la aplicación del método
científico.

1. Enunciar preguntas bien formuladas y verosímilmente


fecundas.

2. Arbitrar conjeturas, fundadas y contrastables con la


experiencia, para contestar a las preguntas.

3. Derivar consecuencias lógicas de las conjeturas.

4. Arbitrar técnicas para someter las conjeturas a contrastación.

5. Someter a su vez a contrastación esas técnicas de


investigación para comprobar su relevancia y la fe que
merecen.
6. Llevar a cabo la contrastación e interpretar sus resultados.
7. Estimar la pretensión de verdad de las conjeturas y la fidelidad
de las técnicas.

Determinar los dominios en los cuales valen las conjeturas y las


técnicas de investigación, y formular los nuevos problemas
originados por la investigación.

La metodología científica es capaz de dar indicaciones y


suministra de hecho medios para evitar errores, pero no puede
suplantar a la creación original, ni siquiera ahorrarnos todos los
errores durante el desarrollo de una investigación científica

MODELO DE UN ESQUEMA GENERAL DE INVESTIGACION

1.- Planteamiento del problema.


1.1. Observación del fenómeno.
1.2. Identificación del problema.
1.3. Selección del problema.
1.4. Enunciado del planteamiento del problema.

2. Marco Teórico.
2.1. Marco Histórico.
2.2. Marco Conceptual.
2.3. Marco Legal.
2.4. Marco Constitucional.
2.5. Objetivos de la Investigación.
2.6. Justificación de la investigación.
2.7. Tipo de Investigación.
2.8. Universo, población y diseño de la muestra de estudio.
2.9. Formulación del problema.

3.- Elaboración de Hipótesis.


3.1. Variables.
3.2. Indicadores.
4.- Comprobación Empírica de la Hipótesis.
4.1. Modelo estadístico.
4.2. Encuestas y cuestionarios.
4.3. Recolección de datos.
4.4. Procesamiento de Datos.
4.5. Análisis e interpretación de los datos.
4.6. Probar o disprobar hipótesis.
Conclusiones
Recomendaciones
Bibliografía.
Anexos.
EL METODO CIENTIFICO

El método científico es un raso característico de la ciencia,


tanto de la pura como de la aplicada: donde no hay método
científico no hay desarrollo de la ciencia. Pero no es infalible ni
autosuficiente. El método científico es falible: puede perfeccionarse
mediante la estimación de los resultados a los que lleva y mediante
el análisis directo. Tampoco es autosuficiente: no puede operar en
un vacío de conocimiento, sino que requiere algún conocimiento
previo que pueda luego reajustarse, y elaborarse; y tiene que
complementarse mediante métodos especiales adaptados a las
peculiaridades de cada tema u objeto de estudio.

El método científico es la estrategia de la investigación


científica: afecta a todo el ciclo o proceso completo de investigación
y es independiente del tema u objeto de estudio. Pero, por otro
lado, la ejecución concreta de cada una de esas operaciones
estratégicas dependerá del tema u objeto de estudio y del estado de
nuestro conocimiento respecto a dicho tema.

Así, por ejemplo, la determinación de la solubilidad de una


determinada sustancia en el agua exige una técnica esencialmente
diferente de la que se necesita para descubrir el grado de afinidad
entre dos especies biológicas determinadas. Y la resolución efectiva
del primer problema dependerá del estado en que se encuentre la
teoría de las soluciones químicas, igual que la resolución del
segundo dependerá del estado en que se encuentren la teoría de la
evolución, la ecología, la serología, y otras disciplinas biológicas que
tengan relación con el objeto de estudio.

Un método es la enunciación de un conjunto de enunciados que


describen una secuencia o proceso dialéctico de operaciones, tal
que toda secuencia particular de operaciones así descrita puede
permitir a todo individuo o grupo humano producir o construir,
infaliblemente o en una apreciable proporción de casos, un hecho
repetible llamado el objetivo del método {…} Si el objetivo del
método es siempre un hecho que ocurre en algún objeto
individual, se dice que el método es aplicado a ese objeto.
Así, para clavar un clavo en un trozo de madera, se puede golpear
la cabeza del clavo con un martillo varias veces sucesivas. El método
consiste, pues, en una secuencia o proceso repetible de golpes
ejecutados con el martillo de un modo que se especifica; el
objetivo del método es la introducción de un clavo en un trozo de
madera; el objeto del método es cualquier sistema compuesto
por un clavo y un trozo de madera.

Para el conocimiento científico es esencial, en primer lugar, saber


qué se investiga y cómo se investiga. La respuesta a la
pregunta de qué es lo que se investiga descubre la naturaleza del
objetivo de la ciencia, mientras que la contestación a la pregunta
cómo se lleva a cabo la investigación, pone de manifiesto la
naturaleza del método que se ha seguido. El objetivo de la ciencia lo
constituye toda la realidad, es decir, las diferentes formas y
aspectos de la materia en movimiento, así como las formas de su
reflexión en la conciencia del hombre.

Por su objetivo, las ciencias se dividen en generales y


particulares. Son generales las ciencias filosóficas que estudian las
leyes más generales de cualquier movimiento (la dialéctica) y las
especificas del pensamiento (la lógica). Las ciencias particulares
o empíricas son las que tratan de la naturaleza, o de la
sociedad o de su interacción.

Al estudiar cualquier materia u objeto de estudio se descubre


la marcha general de la ciencia en su desarrollo, marcha que
corresponde a las fases principales de cualquier conocimiento en
general. El conocimiento de los fenómenos inmediatos “…descubre
la esencia (la ley de la causa, la identidad, la diferencia, etc.). Así es
en realidad la marcha común de todo el conocimiento humano (de
toda la ciencia) en general.

Así es que, el curso que siguen las ciencias naturales, la sociedad y


la actividad espiritual de las personas incluye las siguientes fases
principales:

Observación directa del objeto de estudio como un conjunto


en el que todo cambia y está interrelacionado; análisis del objeto,
resaltando sus distintas facetas y estudiando sus elementos;
reconstitución del cuadro de conjunto del objeto sobre la base de
las fracciones que habían sido establecidas, es decir, sobre la base
de unir el análisis y la síntesis.

Por cuanto el camino del conocimiento va del estudio de los


fenómenos directos al descubrimiento de su esencia, a las distintas
fases de este camino general del conocimiento corresponden
diferentes procedimientos de investigación: la observación
directa de los fenómenos en condiciones naturales; el
experimento, con ayuda del cual el fenómeno que se estudia se
reproduce artificialmente y se sitúa en condiciones previamente
establecidas; la comparación; la medición constituye un caso
particular de la comparación y consiste en un procedimiento especial
que permite hallar la relación cuantitativa (expresada
numéricamente) entre el objeto que se estudia (factor desconocido)
y otro (factor conocido) que se toma como unidad comparativa
(escala); la inducción y la deducción2, con cuya ayuda se
generalizan lógicamente los datos empíricos y se deducen
consecuencias lógicas; el análisis y la síntesis, que permiten
descubrir los nexos regulares que existen entre los objetos (entre
sus partes y aspectos), mediante su descomposición y
reconstitución, partiendo de los elementos que los integran. Aquí
hay que incluir también los procedimientos matemáticos, que son
recursos especiales de investigación de los objetos y fenómenos de
la realidad y de la estructura de los mismos, la elaboración y
generalización de los resultados de estas investigaciones, la
búsqueda y la expresión de las leyes física, etcétera.

2
VEASE, LA CIENCIA Y EL METODO CIENTIFICO. www.slideshare.net/Euler/slideshows,
publicado en Internet.
A través de la técnica y de la utilización practica de las leyes
de la naturaleza ya conocidas, por ejemplo, las ciencias naturales se
hallan en conexión directa con la industria, la agricultura, la sanidad,
los medios de transporte y comunicación, etcétera. Y es así que, el
progreso de la ciencia y la técnica se convierte en un factor
decisivo para el desarrollo de las fuerzas productivas de la
sociedad.

La naturaleza y formulación de hipótesis

Una hipótesis es una proposición sugerida por la evidencia (datos


empíricos y teóricos) de que se dispone para establecer la
conclusión, pero insuficiente para demostrar la conclusión. Las
hipótesis se forman cuando proponemos preguntas por qué ha
sucedido algo. ¿Por qué, por ejemplo, a los periodos de auge
económico sigue los de depresión?
Los cuatro pasos para contestar una pregunta cuando se formula
una hipótesis

Estar conscientes de una situación compleja (fenómeno o hecho)


que nos es familiar y en la cual pensamos que algo exige
explicación.

Formular una hipótesis; es decir, la afirmación de una


proposición que conecta el fenómeno inexplicado con datos
derivados de observaciones previas, siendo la proposición de tal
índole que, si es verdadera, entonces podría deducirse el fenómeno
dado, junto con otros fenómenos todavía observados. Por ejemplo,
el hierro se expande cuando se calienta. Esto significa que, Si una
varilla de hierro grado 42 es sometida a una temperatura
determinada mayor que la temperatura normal entonces dicha
varilla mostrará cambios significativos en su estructura molecular,
mecánica y física los cuales serán traducidos en una expansión o
dilatación térmica determinada, la cual puede ser medida o
cuantificable a través de instrumentos.
Deducir de la hipótesis las consecuencias de ésta; estas
consecuencias deben incluir tanto el fenómeno dado como otros
fenómenos supuestos que sucederán siempre y cuando la
proposición sea verdadera. Por ejemplo, el hierro se expande
cuando se calienta, esto quiere decir que, el hierro como metal tiene
la propiedad de expandirse con el aumento de la temperatura o
dicho de otra manera una varilla de hierro, introducida en el fuego,
se calienta; sacada del fuego y colocada en un lugar de temperatura
normal, se vuelve a enfriar y por lo tanto recupera,
aproximadamente su condición inicial. Otra forma de expandirse o
alargarse el hierro es cuando es sometido a una fuerza de tensión
determinada en la cual intervienen las propiedades mecánicas y
geométricas del material como son modulo de elasticidad, cantidad
de carbono y sus aleaciones, área y longitud de la varilla (hierro).
Poner a prueba la hipótesis recurriendo a fenómenos
observables. Esta etapa o proceso se llama usualmente la
verificación de la hipótesis. El nombre no es adecuado, puesto que
lo que se verifica es que las consecuencias tienen lugar, y no que la
proposición original – la hipótesis- es verdadera.
Diversas hipótesis pueden ser congruentes con las características o
factores del fenómeno objeto de estudio que se está investigando.

Cuando las consecuencias deducidas no son verificadas o


falseadas << falsabilidad o falsaciòn>> (es decir, cuando la
proposición que afirma que tal o cual fenómeno ha sucedido es
falsa) en modo alguno es siempre el caso que la hipótesis original
quede totalmente desacreditada; es posible que ésta pueda ser
complementada de tal manera que la consecuencia (variable
dependiente) deducida original no esté ya implicada.

Cuando queremos demostrar a alguien que lo que decimos es


verdad, cuando no estamos de acuerdo con la opinión de otro o al
rechazar una invitación, alegamos una serie de razones con las que
justificamos nuestra opinión o decisión; es decir, argumentamos.

¿QUÉ ES UNA ARGUMENTACIÓN?

Es una de las manifestaciones del discurso oral o escrito, cuya


principal finalidad es la de convencer de algo a quienes
escuchan o leen. A través de razonamientos lógicos y
epistemológicos, se intenta probar o justificar aquello que
se defiende y, al mismo tiempo, rebatir las opiniones
contrarias.
¿PARA QUÉ SIRVE?

Con la argumentación, intentamos:

• defender una opinión o un punto de vista sobre algún tema,


demostrando que son más acertados que los de los demás;
• poner de manifiesto los fallos o errores de quienes se oponen
a nuestra argumentación para hacerles cambiar de parecer;
• convencer a los que nos escuchan o leen para que admitan
como cierto lo que decimos.

¿DÓNDE Y CUÁNDO ARGUMENTAMOS?

Todos argumentamos en nuestra vida diaria, cuando queremos


convencer a nuestros amigos o familiares de algo o intentamos
inducirlos a que actúen de una determinada forma.

En las campañas electorales, se argumenta para convencer a los


electores de que les conviene votar a un determinado partido y no a
otro.

En el campo judicial, cuando el fiscal o el abogado intentan


convencer de la culpabilidad o inocencia del acusado.

En los sermones religiosos, se argumenta a fin de persuadir a los


fieles sobre la necesidad de seguir una determinada doctrina.

En los medios de comunicación, cuya finalidad es la de informar y


crear una determinada opinión, se realizan argumentaciones de
acuerdo con la ideología que estos tengan.
La argumentación se utiliza mucho en las disciplinas humanísticas
(lingüística, literatura, filosofía…), cuyas teorías se apoyan en
razonamientos lógicos o valoraciones que no todos aceptan.

LA ESTRUCTURA DE LA ARGUMENTACIÓN

En muchos textos argumentativos se distinguen tres partes:

• La tesis o idea básica que se va a defender. Esta se


presenta de forma concisa y clara.
• El cuerpo de la argumentación, donde se apoya, justifica o
fundamenta la tesis con una serie de razones.
• La conclusión, extraída a partir de los argumentos
expuestos, con la que se refuerza la tesis inicial.

LOS ARGUMENTOS

Para ser más convincente, el autor puede reforzar su propia opinión:

• apelando a la experiencia de quienes le escuchan o leen;


• apoyándose en estadísticas, cifras, imágenes o datos que
confirmen su parecer;
• aportando citas de personas de reconocido prestigio en ese
mismo campo del saber, que hayan expresado la misma o
similar opinión;
• recordando ejemplos, anécdotas o citas literarias, de los que
se extraiga idéntica conclusión a la defendida.
Si el emisor quiere convencer a quien le escucha, es aconsejable
que exista desde el principio un acuerdo mínimo con este, pues de
lo contrario será muy difícil convencerle completamente de los
razonamientos que se exponen.

Los argumentos que utilicemos en una argumentación han de


ser creíbles y estar documentados y ordenados; no deben
contradecirse entre sí ni ser falsos. También han de estar
expresados de forma clara, organizada y sencilla3. ¡Solo así
seremos convincentes!

El reconocimiento de que las clases de cosas (fenómenos o


hechos) se comportan característicamente nos conduce al
descubrimiento de la causación y las condiciones. Modos de cambios
similares recurren en situaciones que difieren en ciertos aspectos.
Por ejemplo, el hierro se pone al rojo vivo en un horno, en un
fuego, en una cabaña, en una fábrica metalúrgica, en la boca de un
caño cuando se ha disparado un gran número de veces en los
ejercicios en el campo de tiro. Otro ejemplo seria que, una
deficiencia grandular específica en el ser humano está
correlacionada con un defecto mental específico o que una
deficiencia en vitamina C está correlacionada con la enfermedad
conocida como escorbuto.

3
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Descubrimos que hay fenómenos a cuyo acontecer son
impertinentes muchas otras cosas que están sucediendo también en
la misma situación espacio-temporal. Si esto no fuera así, no podría
haber leyes causales ni ciencia.

El descubrimiento de una ley causal es el descubrimiento de


lo que es pertinente a un modo de comportamiento dado. Es por
esta razón que el descubrimiento de leyes causales requiere
la observación de situaciones o casos particulares. Esto sólo
a partir de la observación que sabemos por ejemplo que el azúcar
se disuelve en agua, y las varillas de hierro se ponen al rojo vivo
cuanto son expuestas por periodos largos de tiempo en un fuego.
Así que, las leyes causales no pueden ser deducidas de una
sola situación observada pasivamente; son descubiertas o
mejor dicho se construyen a partir del análisis de
situaciones diferentes en que unas cosas se ponen en
relación con otras cosas; observamos su comportamiento en
situaciones variantes. Eliminando factores o aspectos presentes
en situaciones diferentes podemos descubrir cuáles factores o
aspectos son impertinentes a un modo de comportamiento dado.

Es importante distinguir las leyes causales de las proposiciones


causales singulares que enuncian ejemplificaciones de las leyes.

Una proposición causal particular enuncia un fenómeno causal


definido que sucede sólo una vez.
En la ciencia, por el contrario, lo fundamental consiste en
eliminar todo lo singular e individual o particular, todo lo que no se
puede repetir, y conservarlo en forma general en conceptos y
categorías.

La ciencia no se reduce a registrar o a acumular simplemente


hechos, sino que, ante todo, busca su sistematización,
generalización e interpretación. De acuerdo con ello, los
procedimientos fundamentales y más generales de investigación
científica son los empíricos y teóricos, los cuales constituyen en su
conjunto el método que emplea la ciencia.

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CAMPOS DE LA CIENCIA

Originalmente el conocimiento de la naturaleza (ciencias


naturales) era en gran medida la observación e interrelación de
todas las experiencias, sin establecer divisiones. Los eruditos
pitagóricos sólo distinguían cuatro ciencias: aritmética,
geometría, música y astronomía. En la época de Aristóteles, sin
embargo, ya se reconocían otros campos: mecánica, óptica,
física, meteorología, zoología y botánica. La química
permaneció fuera de la corriente principal de la ciencia hasta la
época de Robert Boyle, en el siglo XVII, y la geología sólo alcanzó la
categoría de ciencia en el siglo XVIII. Para entonces el estudio del
calor, el magnetismo y la electricidad se había convertido en
una parte de la física. Durante el siglo XIX los científicos
reconocieron que las matemáticas puras se distinguían de las otras
ciencias por ser una lógica de relaciones cuya estructura no
depende de las leyes de la naturaleza. Sin embargo, su aplicación a
la elaboración de teorías científicas ha hecho que se las siga
clasificando como ciencia.

Las ciencias naturales puras suelen dividirse en ciencias físicas


y químicas, y ciencias de la vida y de la Tierra. Las principales
ramas del primer grupo son la física, la astronomía y la
química, que a su vez se pueden subdividir en campos como la
mecánica o la cosmología. Entre las ciencias de la vida se
encuentran la botánica y la zoología; algunas subdivisiones de
estas ciencias son la fisiología, la anatomía o la microbiología.
La geología es una rama de las ciencias de la Tierra.
Sin embargo, todas las clasificaciones de las ciencias puras son
arbitrarias. En las formulaciones de leyes científicas generales se
reconocen vínculos entre las distintas ciencias. Se considera que
estas relaciones son responsables de gran parte del progreso actual
en varios campos de investigación especializados, como la biología
molecular y la genética. Han surgido varias ciencias
interdisciplinares, como la bioquímica, la biofísica, las
biomatemáticas o la bioingeniería, en las que se explican los
procesos vitales a partir de principios físico-químicos. Los
bioquímicos, por ejemplo, sintetizaron el ácido desoxirribonucleico
(ADN); la cooperación de biólogos y físicos llevó a la invención del
microscopio electrónico, que permite el estudio de estructuras poco
mayores que un átomo. Se prevé que la aplicación de estos
métodos interdisciplinares produzca también resultados
significativos en el terreno de las ciencias sociales y las ciencias de
la conducta.

Las ciencias aplicadas incluyen campos como la aeronáutica, la


electrónica, la ingeniería y la metalurgia —ciencias físicas
aplicadas— o la agronomía y la medicina —ciencias
biológicas aplicadas. También en este caso existe un
solapamiento entre las ramas. Por ejemplo, la cooperación entre la
iatrofísica (una rama de la investigación médica basada en principios
de la física) y la bioingeniería llevó al desarrollo de la bomba
corazón-pulmón empleada en la cirugía a corazón abierto y al diseño
de órganos artificiales como cavidades y válvulas cardiacas, riñones,
vasos sanguíneos o la cadena de huesecillos del oído interno. Este
tipo de avances suele deberse a las investigaciones de especialistas
procedentes de diversas ciencias, tanto puras como aplicadas. La
relación entre teoría y práctica es tan importante para el avance de
la ciencia en nuestros días como en la época de Galileo. Véase
también Filosofía de la ciencia.

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COMUNICACIÓN CIENTIFICA

A lo largo de la historia, el conocimiento científico se ha transmitido


fundamentalmente a través de documentos escritos, algunos de los
cuales tienen una antigüedad de más de 4.000 años. Sin embargo,
de la antigua Grecia no se conserva ninguna obra científica
sustancial del periodo anterior a los Elementos del geómetra
Euclides (alrededor del 300 a.C.). De los tratados posteriores
escritos por científicos griegos destacados sólo se conservan
aproximadamente la mitad. Algunos están en griego, mientras que
en otros casos se trata de traducciones realizadas por eruditos
árabes en la edad media. Las escuelas y universidades medievales
fueron los principales responsables de la conservación de estas
obras y del fomento de la actividad científica.

Sin embargo, desde el renacimiento esta labor ha sido compartida


por las sociedades científicas; la más antigua de ellas, que todavía
existe, es la Accademia nazionale dei Lincei (a la que perteneció
Galileo), fundada en 1603 para promover el estudio de las ciencias
matemáticas, físicas y naturales. Ese mismo siglo, el apoyo de los
gobiernos a la ciencia llevó a la fundación de la Royal Society de
Londres (1660) y de la Academia de Ciencias de París (1666). Estas
dos organizaciones iniciaron la publicación de revistas científicas, la
primera con el título de Philosophical Transactions y la segunda con
el de Mémoires.
Durante el siglo XVIII otras naciones crearon academias de ciencias.
En Estados Unidos, un club organizado en 1727 por Benjamin
Franklin se convirtió en 1769 en la Sociedad Filosófica Americana.
En 1780 se constituyó la Academia de las Artes y las Ciencias de
América, fundada por John Adams, el segundo presidente
estadounidense. En 1831 se reunió por primera vez la Asociación
Británica para el Desarrollo de la Ciencia, seguida en 1848 por la
Asociación Americana para el Desarrollo de la Ciencia y en 1872 por
la Asociación Francesa para el Desarrollo de la Ciencia. Estos
organismos nacionales editan respectivamente las publicaciones
Nature, Science y Compte-Rendus. El número de publicaciones
científicas creció tan rápidamente en los primeros años del siglo XX
que el catálogo Lista mundial de publicaciones científicas periódicas
editadas en los años 1900-1933 ya incluía unas 36.000 entradas en
18 idiomas. Muchas de estas publicaciones son editadas por
sociedades especializadas dedicadas a ciencias concretas.

Desde finales del siglo XIX la comunicación entre los científicos se


ha visto facilitada por el establecimiento de organizaciones
internacionales, como la Oficina Internacional de Pesas y Medidas
(1875) o el Consejo Internacional de Investigación (1919). Este
último es una federación científica subdividida en uniones
internacionales para cada una de las ciencias. Cada pocos años, las
uniones celebran congresos internacionales, cuyos anales suelen
publicarse. Además de las organizaciones científicas nacionales e
internacionales, muchas grandes empresas industriales tienen
departamentos de investigación, de los que algunos publican de
forma regular descripciones del trabajo realizado o envían informes
a las oficinas estatales de patentes, que a su vez editan resúmenes
en boletines de publicación periódica.

CUESTIONARIO

¿Qué es la ciencia?
¿Cuántos tipos de ciencia existen?
¿Cuáles son los criterios que se utilizan para clasificar las diferentes
áreas del conocimiento científico?
¿Cuándo y por qué nació la ciencia?
¿Dónde nació la ciencia?
¿Cuál es la finalidad de la ciencia?
¿Qué beneficios trae consigo la ciencia factual y formal?
¿Quiénes se benefician y cómo aprovechan los resultados de la
ciencia empírica y formal)

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LA CIENCIA EN ESPAÑA Y EN LATINOAMERICA

Los comienzos de la ciencia española se remontan (dejando aparte


el primitivo saber de san Isidoro de Sevilla) a la civilización
hispanoárabe y sobre todo a la gran escuela astronómica de Toledo
del siglo XI encabezada por al-Zarqalluh (conocido por Azarquiel en
la España medieval). Después de la conquista de la ciudad de
Toledo por el rey Alfonso VI en 1085, comenzó un movimiento de
traducción científica del árabe al latín, promovido por el arzobispo
Raimundo de Toledo (véase Escuela de traductores de Toledo). Este
movimiento continuó bajo el patrocinio de Alfonso X el Sabio y los
astrónomos de su corte (entre los que destacó el judío Isaac ibn
Cid); su trabajo quedó reflejado en los Libros del saber de
astronomía y las Tablas alfonsíes, tablas astronómicas que
sustituyeron en los centros científicos de Europa a las renombradas
Tablas toledanas de Azarquiel.

En la primera mitad del siglo XVI, España participó en el movimiento


de renovación científica europea, en el que intervinieron de forma
destacada Juan Valverde de Amusco, seguidor de Andrés Vesalio, y
la escuela de los calculatores —promotores de la renovación
matemática y física—, a la que pertenecían Pedro Ciruelo, Juan de
Celaya y Domingo de Soto. El descubrimiento de América estimuló
avances, tanto en historia natural (con José de Acosta y Gonzalo
Fernández de Oviedo) como en náutica (con Pedro de Medina,
Martín Cortés y Alonso de Santa Cruz).
Después de que Felipe II prohibiera estudiar en el extranjero, la
ciencia española entró en una fase de decadencia y
neoescolasticismo de la cual no saldría hasta finales del siglo XVII,
con el trabajo de los llamados novatores. Este grupo promovía
semiclandestinamente las nuevas ideas de Newton y William
Harvey, y a él pertenecían, entre otros, Juan Caramuel y Lobkowitz,
Juan de Cabriada y Antonio Hugo de Omerique, cuya obra Analysis
Geometrica (1698) atrajo el interés de Newton. En la misma época,
desde Nueva España, Diego Rodríguez comentó los hallazgos de
Galileo.

El sistema newtoniano, todavía prohibido por la Iglesia, se difundió


ampliamente en el mundo hispano del siglo XVIII, a partir de Jorge
Juan y Antonio de Ulloa (socios del francés Charles de La
Condamine en su expedición geodésica a los Andes) en la península
Ibérica, José Celestino Mutis en Nueva Granada y Cosme Bueno en
Perú.

El otro pilar de la modernización científica de la Ilustración fue


Linneo, cuya nomenclatura binomial fascinó a toda una generación
de botánicos europeos, estimulando nuevas exploraciones. En
España, Miguel Barnades y más tarde sus discípulos Casimiro Gómez
Ortega y Antonio Palau Verdera enseñaron la nueva sistemática
botánica. El siglo XVIII fue la época de las expediciones botánicas y
científicas al Nuevo Mundo, entre las que destacaron la de Mutis
(corresponsal de Linneo) a Nueva Granada, la de Hipólito Ruiz y
José Pavón a Perú, la de José Mariano Mociño y Martín de Sessé a
Nueva España, y la de Alejandro Malaspina alrededor del globo.
También en los territorios americanos la ciencia floreció en
instituciones como el Real Seminario de Minería de México, el
Observatorio Astronómico de Bogotá o el Anfiteatro Anatómico de
Lima.

Las Guerras Napoleónicas y de Independencia interrumpieron el


avance de la ciencia tanto en la península Ibérica como en
Latinoamérica. En España la recuperación fue muy lenta; la vida
científica se paralizó prácticamente hasta la aparición de nuevas
ideas —el darwinismo en primer lugar— como secuela de la
revolución de 1868 y la I República. En esta renovación científica
desempeñó un papel fundamental el neurólogo Santiago Ramón y
Cajal, primer premio Nobel español (en 1906 compartió el Premio
Nobel de Fisiología y Medicina con el médico italiano Camillo Golgi
por sus descubrimientos sobre la estructura del sistema nervioso);
también intervinieron José Rodríguez de Carracido en química,
Augusto González de Linares en biología, José Macpherson en
geología y Zoel García Galdeano en matemáticas. En América Latina
pueden referirse como representativas de la renovación científica
del siglo XIX una serie de instituciones positivistas: en México, la
Sociedad de Historia Natural (1868), la Comisión Geográfico-
Exploradora (1877) o la Comisión Geológica (1886); en Argentina, el
Observatorio Astronómico (1882), el Museo de Ciencias Naturales
(1884), la Sociedad Científica Argentina (1872), el Observatorio de
Córdoba (1870), dirigido por el estadounidense Benjamin Gould, y la
Academia de las Ciencias de Córdoba (1874); por último en Brasil, la
Escuela de Minas de Ouro Preto, el Servicio Geológico de São Paulo
y el Observatorio Nacional de Río de Janeiro.
Gracias al empuje que el Premio Nobel de Ramón y Cajal dio a la
ciencia en general, en 1907 el gobierno español estableció la Junta
para la Ampliación de Estudios para fomentar el desarrollo de la
ciencia, creando becas para el extranjero y, algo más tarde, una
serie de laboratorios. Cuando Pío del Río Hortega se instaló en el
laboratorio de histología establecido por la Junta en la Residencia de
Estudiantes de Madrid, se convirtió en el primer investigador
profesional en la historia de la ciencia española. El centro de
innovación en ciencias físicas fue el Instituto Nacional de Física y
Química de Blas Cabrera, que a finales de la década de 1920 recibió
una beca de la Fundación Rockefeller para construir un nuevo y
moderno edificio. Allí trabajaron Miguel Ángel Catalán, que realizó
importantes investigaciones en espectrografía, y el químico Enrique
Moles. En matemáticas el centro innovador fue el Laboratorio
Matemático de Julio Rey Pastor, cuyos discípulos ocuparon
prácticamente la totalidad de cátedras de matemáticas de España.
Muchos de ellos fueron becados en Italia con Tullio Levi-Civita, Vito
Volterra, Federigo Enriques y otros miembros de la gran escuela
italiana, cuyo manejo del cálculo tensorial les había asociado con la
relatividad general de Einstein. Rey Pastor fue un impulsor de la
visita que Einstein realizó a España en 1923, en la que el físico
alemán fue recibido sobre todo por matemáticos, ya que la física
estaba mucho menos desarrollada. En biomedicina, además de la
neurohistología, adquirió relevancia la fisiología, dividida en dos
grupos: el de Madrid, regido por Juan Negrín, quien formó al futuro
premio Nobel Severo Ochoa, y el de Barcelona, dirigido por August
Pi i Sunyer. Durante la década de 1920 ambos grupos trabajaron en
la acción química de las hormonas, sobre todo de la adrenalina.

En América Latina la fisiología, al igual que en España, ocupaba el


liderazgo en las ciencias biomédicas. Los argentinos Bernardo
Houssay y Luis Leloir ganaron el Premio Nobel en 1947 y 1970
respectivamente; fueron los primeros otorgados a científicos
latinoamericanos por trabajos bioquímicos. En física, distintos países
consideraron que la física nuclear era el camino más práctico hacia
la modernización científica, debido a la facilidad para obtener
aceleradores de partículas de países europeos o de Norteamérica.
No obstante, la física nuclear comenzó, por su mínimo coste, con el
estudio de los rayos cósmicos. En la década de 1930, los brasileños
Marcello Damy de Souza y Paulus Aulus Pompéia descubrieron el
componente penetrante o ‘duro’ de los rayos cósmicos; en 1947
César Lattes, investigando en el Laboratorio de Física Cósmica de
Chacaltaya (Bolivia), confirmó la existencia de los piones (véase
Física: Partículas elementales). También la genética resultó ser un
campo de investigación fructífero en América Latina. En 1941 el
genetista estadounidense de origen ucraniano Theodosius
Dobzhansky emprendió el primero de sus viajes a Brasil donde
formó a toda una generación de genetistas brasileños en la genética
de poblaciones. Su objetivo era estudiar las poblaciones naturales
de Drosophila en climas tropicales para compararlas con las
poblaciones de regiones templadas que ya había investigado.
Descubrió que las poblaciones tropicales estaban dotadas de mayor
diversidad genética que las templadas y, por lo tanto, pudieron
ocupar más ‘nichos’ ecológicos que éstas.
Tanto en España como en América Latina la ciencia del siglo XX ha
tenido dificultades con los regímenes autoritarios. En la década de
1960 se produjo en Latinoamérica la llamada ‘fuga de cerebros’: en
Argentina, por ejemplo, la Facultad de Ciencias Exactas de la
Universidad de Buenos Aires perdió más del 70% del profesorado
debido a las imposiciones del gobierno contra las universidades.
Bajo la dictadura militar de la década de 1980, los generales
expulsaron de este país a los psicoanalistas, y el gobierno apoyó
una campaña contra la ‘matemática nueva’ en nombre de una idea
mal entendida de la matemática clásica. En Brasil, bajo la dictadura
militar de la misma época, un ministro fomentó la dimisión de toda
una generación de parasitólogos del Instituto Oswaldo Cruz, dando
lugar a lo que se llamó ‘la masacre de Manguinhos’.

FUENTES BIBLIOGRAFICAS CONSULTADAS

1. B. KEDROV, M. Y SPIRKIN A. LA CIENCIA. EDITORIAL GRIJALBO,


MEXICO, 1968.
2. LEFEBVRE, HENRI. LOGICA FORMAL LOGICA DIALECTICA.
EDITORIAL, MEXICO, 1986.
3. PADILLA, HUGO. EL PENSAMIENTO CIENTIFICO. EDITORIAL
TRILLAS, S.A. DE C. V. MEXICO, 1990.
4. Microsoft ® Encarta ® 2009. © 1993-2008 Microsoft
Corporation. Material dispuesto en DVD.

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