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MISA DE CLAUSURA

DE LA 35a CONGREGACIÓN GENERAL

6 marzo de 2008

Saludo (cf. 1Cor 1, 2s.)


A los que han sido santificados en Cristo Jesús,
llamados a ser santos
junto a todos aquellos que en diversos lugares
invocan su nombre:
sea con vosotros la gracia y la paz de Dios
y de Nuestro Señor Jesucristo.
Y con tu espíritu

Introducción al Acto penitencial


QUERIDOS HERMANOS,
en el corazón del tiempo cuaresmal
el Espíritu de aquel que es misericordioso y fiel
nos reúne para compartir juntos el pan de la Palabra y de la Eucaristía
al final del trabajo de nuestra Congregación General.

Confiamos al Señor el camino de la Compañía,


y mientras nos preparamos para regresar a nuestras comunidades de origen
fundimos nuestras voces en el canto de agradecimiento y de alabanza.
Que María interceda por nosotros,
venerada aquí bajo la advocación de Nuestra Señora de la Strada,
a cuya protección se han confiado los Amigos en el Señor,
antes de partir para las misiones confiadas por el Romano Pontífice

Que intercedan nuestros santos y beatos,


que han sido testigos del Evangelio hasta los lejanos confines de la tierra,
consolidando la unión de ánimos que brota del amor, de la humildad y del
servicio.
Al inicio de esta celebración pedimos la conversión del corazón,
para que nuestro testimonio sea siempre más creíble y
podamos ser imagen de Dios en este mundo.

Oración colecta
Oh DIOS, FUERZA DE QUIENES EN TI ESPERAN,
en el diseño de tu Providencia
nos dispersas ahora por los cuatro extremos de la tierra
para anunciar tu palabra de salvación,
siendo testigos de tu amor, que da la vida:
concédenos actuar siempre en comunión contigo,
para que con nuestra almas inflamadas de caridad evangélica
y unificados en el Espíritu de obediencia,
custodiemos lo que has querido iniciar en nosotros.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,


que es Dios, y vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.

Sobre las ofrendas


TOMA, SEÑOR, y recibe
Junto con el pan y el vino para el sacrificio de la eucaristía,
la ofrenda de nuestra vida:
haz que el compromiso generoso de esta mínima Compañía,
puesta al servicio de tu gloria,
corresponda al don de tu benevolencia.
Por Cristo nuestro Señor.

Introducción al Te Deum
Transformados en un solo cuerpo y un solo espíritu
por la comunión con el Pan celeste
y siendo voz de toda la Compañía dispersa por el mundo entero,
elevamos en este momento nuestro himno de agradecimiento
a Aquel que es el único Santo,
de quien descienden toda gracia y bendición.
En el Señor que hace nuevas todas las cosas
cante el corazón colmado de reconocimiento y de alabanza
cante por todos los dones de su amor,
cante en la esperanza cierta de los bienes futuros.

Durante el canto del TE DEUM, el P. General y algunos Padres Congregados (en representación de las
asistencias) además de algunos Hermanos, Escolares y Novicios ponen incienso en el incensario situado
sobre el altar para simbolizar la oración que se eleva en toda la Compañía dispersa por el mundo entero.

Al terminar el canto el P. General concluye:

SUBA A TI CON AGRADO, oh Dios,


el perfume de nuestra oración
así como acogiste la ofrenda de Zacarías
a quien el ángel llevó el anuncio del nacimiento del Precursor.

Sea aceptado por ti como el incienso de Melquisedec


Sumo sacerdote de la verdad;
o como la fragancia de Aaron,
que puso fin al mal de Israel.
Por la oración de todos los Santos y Beatos Mártires,
te sea agradable este incienso:
por esta ofrenda dona la paz a tu Iglesia
y bendice esta mínima Compañía,
que has querido señalar con el nombre santísimo de tu Hijo amado.
Te sea querido el bálsamo de nuestra oración,
así como aceptaste el canto de alabanza de María,
que llena del Espíritu Santo
por su obediencia, mereció generar en la carne
a Aquel que el cielo no podía contener.
A Ella, nuestra Madre Bendita, nos confiamos,
para que por su intercesión
en el momento en el que nos preparamos para partir
y dispersarnos en tu viña,
no dismuya la unidad y aquella caridad
que en tu providencia has querido para nosotros,
reuniéndonos de todas las naciones, pueblos y lenguas
para que formáramos un solo cuerpo,
al servicio de tu alabanza y gloria.

María, a la que veneramos bajo la advocación de Señora de la Strada,


nos guíe en el camino y sea para nosotros maestra en el cantar
las grandes obras que continuamente realizas por nosotros
La Virgen Santa sostenga nuestra obediencia,
nos confirme en la humildad,
extienda nuestros corazones al mayor bien de las almas,
y dé vigor a la oración que unos por otros elevamos con alegría a ti.
Que implore de tu bondad,
como Madre cuidadosa,
la plenitud de tu bendición
el don del Espíritu de paz
ya que solo en ti confiamos,
solo en ti esperamos,
solo en ti resplandecemos de caridad evangélica.
De nuevo, Señor, te ofrecemos toda nuestra libertad,
volviéndote a entregar lo que tu nos has regalado
y que reconocemos como tuyo,
para que tú dispongas de ello según tu voluntad:
danos tu amor y tu gracia
que ésta nos basta.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Elevamos al Padre, fuente y principio de todo bien,
nuestra oración común.

R. Escucha, oh Padre, nuestra oración

Portugués:
1. Por la Santa Iglesia de Dios repartida por todo el mundo,
para que anuncie con coraje el Evangelio de la salvación
y testimonie con gozo a Cristo crucificado y resucitado
que ofrece su vida por amor a la humanidad.
Oremos.

Alemán:
2. Por el Santo Padre Benedicto XVI,
para que sostenido por nuestra oración en su ministerio al servicio de la unidad,
nos confirme en la fe, nos aliente en la esperanza y nos inflame de caridad hacia
Dios y hacia los hermanos.
Oremos.

Rumano:
3. Por la Compañía de Jesús, enviada a los cuatro puntos de la tierra:
para que encarnada en el actual contexto eclesial y social, viva un renovado
impulso y sincero fervor misionero,
para que fiel a su carisma pueda buscar el mayor bien de las almas.
Oremos.

Japonés:
4. Por el Prepósito General Adolfo Nicolás:
Para que el Señor, que lo ha elegido para guiar a su Compañía, lo refuerce con su
gracia y le dé la fuerza para desgastarse en el servicio con todas sus energías
de modo que este cuerpo apostólico “ad dispersionem”
pueda responder a los nuevos desafíos de nuestro tiempo
permaneciendo fiel al Evangelio, a la Iglesia y a cada persona humana.
Oremos.

Francés:
5. Por los que gobiernan las naciones:
para que superando intereses particulares, se empleen con coraje
en buscar el bien común en la verdadera libertad y en la verdadera paz,
para que la esperanza de dignidad, de justicia y de vida para todos los hombres
sea garantizada por un auténtico progreso social.
Oremos.
Hindi:
6. Por todos aquellos que viven en la pobreza,
por los enfermos en el cuerpo y en el espíritu,
por los marginados y por los ancianos que viven en situaciones de soledad:
para que su grito de sufrimiento no quede desatendido por nuestra indiferencia,
sino que encuentren la cercanía y el socorro de los hermanos,
y así, experimentando nuestra proximidad
ninguno pueda sentirse abandonado en el momento de la necesidad,
Oremos.

Swahili:
7. Por todos nosotros aquí reunidos en torno al altar del Señor:
para que esta eucaristía que celebramos al final de la Congregación General
nos sostenga en nuestro camino,
de modo que reunidos en un solo cuerpo por el Espíritu Santo,
podamos llegar a ser ofrenda viva en Cristo
para la mayor gloria y alabanza de Dios.
Oremos.

Al terminar el canto el P. General concluye:

OH PADRE, que escuchas siempre la voz de tus hijos,


acoge nuestra humilde acción de gracias
al término de nuestra Congregación General;
y haz que reforzados en la unidad
todos los miembros de la Compañía
trabajen con renovada confianza
en la edificación de tu reino.
Por Cristo nuestro Señor.
MISA DE CLAUSURA
DE LA 35a CONGREGACIÓN GENERAL

LECTURAS

Primera lectura

Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros.

Lectura de la primera carta del apóstol San Juan


4, 7-17

Queridos hermanos: Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el


que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a
Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en
que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de Él. En
esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él
nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación para nuestros
pecados.
Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos
amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a
otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su
plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que
nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el
Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es
el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el
amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece
en el amor permanece en Dios y Dios en él.
En esto ha llegado el amor a su plenitud con nosotros: en que tengamos
confianza en el día del Juicio, pues como él es, así somos nosotros en este
mundo.

Salmo responsorial (salmo 144)

R. Cantaré eternamente la bondad del Señor

Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey,


bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás. R.

Grande es el Señor y merece toda alabanza,


es incalculable su grandeza.
Una generación pondera sus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas. R.

Encarecen ellos tus temibles proezas,


y yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias. R.

El Señor es clemente y misericordioso,


lento a la cólera y rico en piedad;
El Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,


que te bendigan tus fieles,
que proclamen la gloria de tu reinado
que hablen de tus hazañas,
explicando sus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado. R.

Aclamación (Mt 28, 19. 20]

Alabanza a ti, oh Cristo, rey de la eterna gloria.


Id y haced discípulos de todos los pueblos,
Dice el Señor;
Sabed que yo estoy con vosotros todos los días
hasta el fin del mundo.
Alabanza a ti, oh Cristo, rey de la eterna gloria.

Evangelio

Id al mundo entero y predicad el Evangelio.

Proclamación del Santo Evangelio según San Marcos 16, 15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once, y les dijo: «Id al mundo entero y
proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el
que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos
signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán
serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño.
Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de
Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor
cooperaba confirmando la palabra con las señales que lo acompañaban.

Palabra del Señor

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