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(1850-1890)
INTRODUCCIÓN
En 1849 se inició la llegada de los culíes chinos, originada por la escasez de mano
de obra en la agricultura debido a la abolición de la esclavitud por el Presidente Ramón
Castilla. El destino no fue exclusivamente agrícola, en los primeros años se les destinó
tanto a la agricultura como al trabajo en las islas guaneras y en la servidumbre urbana.
Los gobiernos que se sucedieron en la segunda mitad del siglo pasado dieron apoyo,
tanto al tráfico como al silenciamiento, al duro trato que los hacendados infligieron a los
culíes.
Mediante ley de 1849. llamada "Ley China", se permitió el ingreso masivo de los
trabajadores chinos. En octubre de 1849 acoderó en el puerto del Callao la barca danesa
"Frederick Wilhem" trasladando a los primeros 75 culíes chinos al Perú. Entre los años
1849 a 1880 el lucrativo negocio de importar trabajadores desde China Imperial trajo
entre 90 y 100 mil chinos al puerto del Callao y a otros puertos peruanos. La durísima
travesía demoraba cerca de 120 días en realizarse.
Para hacer posible el traslado de toda esta población hubo un engaño legal que
consistía en hacer firmar en la misma China un contrato a los incautos "colonos". Los
contratos se firmaban en condiciones de presión por deudas y, de manera general, en
circunstancias de angustia individual de todo tipo. El Estado peruano otorgó a par-
ticulares la facultad de importar esta mano de obra por intermedio de concesiones
mediante la suscripción de contratos.
De 1849 a 1854 llegaron al Perú 4.754 chinos según datos de Castro Mendoza (1).
Cuando los barcos llegaban a los puertos, los contratos de los chinos eran traspasados a
sus patrones, que generalmente era hacendados.
En 1851 los efectos en la agricultura se dejaron sentir con una mayor productividad
lo que originó que cerca de 98 empresarios se dedicaran a este negocio. Esta nueva
dinámica agrícola, gracias a la presencia china, favoreció en los primeros años
solamente a un sector minoritario de los hacendados costeños.
Ex_ Director del Museo Antonio Raimondi.
Miembro de la “Sociedad Peruana de Historia de la Farmacia”
email: latorrej@hotmail.com
EL CONTRATO
Sin la legalidad de los contratos hubiese sido dificil el tráfico de miles de culíes,
pues no hubiera habido el consentimiento de los estados comprometidos en esta trata
(Perú, Portugal, Inglaterra y China).
La forma jurídica empleada fue la del colono dentro del marco de la inmigración
china para el Perú. Estaba vigente en 1852 el Código Civil que, en el Libro Primero,
Título Quinto, establecía: "Nadie nace esclavo en el Perú"; y, el esclavo que venía del
exterior, era libre desde que pisaba el territorio de la República conforme al artículo 17
de la Constitución Política del Estado de 1860 Título 4º, Garantías Individuales que es-
tablecía: "No hay ni puede haber esclavos en la República".
Sin embargo, el trato que se les dio fue la de verdaderos esclavos. Las leyes
peruanas sobre los extranjeros no les fue aplicada. El Código Civil, en el Art. 33,
normaba que: "Los extranjeros gozan en el Perú de todos los derechos concernientes a
la seguridad de su persona y de sus bienes, y a la libre administración de éstos". Lo que
sí se les aplicó fue el Art. 37 del mismo cuerpo legal: "El extranjero que se halla en el
Perú, aunque no sea domiciliado, puede ser obligado al cumplimiento de los contratos
celebrados con peruano, aún en país extranjero, sobre objetos que no estén
prohibidos...".
Los culíes se defendieron del abuso, sobre todo tomaban nota de la fecha en la que
habían ingresado al trabajo. Desconocer o no recordar esta fecha era perder la
posibilidad de salir definitivamente de la hacienda. Ciertos procedimientos y tratos
utilizados no estaban escritos pero sirvieron para regir la vida cotidiana de la gente. No
estaba escrito, por ejemplo, aplicar castigos físicos. Sin embargo los hacendados lo
hicieron con mucha frecuencia y severidad. Lo hacían porque esa era la norma usual
para controlar a los trabajadores de sus haciendas.
La presencia del Estado era muy débil. Se quedaba en las puertas de las haciendas y
si las tocaba era para pedir a los hacendados sus "contribuciones".
" ... Quien escribe esta crónica visitó hace poco tiempo las Islas Chinas. El trabajo
de excavación de guano lo hacían los chinos y había entre 250 a 300 embarcaciones
cargando. Algunos han dicho que habría guano sólo para ocho o diez años si se hacían
extracciones en tal cantidad como se estaba efectuando entonces". Sin embargo, en un
artículo aparecido en el "Guano Diggers" en "Household Worlds" 1853, el escritor esti-
maba que había 250 millones de toneladas en las islas de Chincha y que tomaría 180
años para limpiarlas. El valor de los depósitos estaba estimado en 1,250 millones de
Libras Esterlinas...".
Testigos oculares pintaron un sombrío cuadro de la suerte que corrían los culíes
empleados en las islas de guano. Unos sesenta obreros chinos consiguieron burlar la
vigilancia de sus guardianes y se suicidaron sobre las rocas, "... dos docenas de azotes
(a los chinos) los dejaban sin respiración y cuando los soltaban, al cabo de
treintainueve, después de dar unos pasos vacilantes, caían al suelo. Eran llevados al
hospital y las más de las veces si se recuperaban, se suicidaban".
Uno de los empresarios dedicados al tráfico de chinos fue Pedro Denegri, quien
contrató a Giuseppe Garibaldi, durante su permanencia en el Perú, para iniciar el tráfico.
El 5 de Octubre de 1851, a bordo del buque inglés "Bolivia", llegó Garibaldi al puerto
del Callao (2) según testimonio ocular de Francisco Dabadie, profesor de idiomas
residente en Lima (3).
El gobierno peruano envió una comisión científica a las Islas Chincha para efectuar
los planos y medir el guano que contenía. Dicha comisión estuvo integrada por Antonio
Raimondi, José Castañón, Fermín Asencios, Francisco Cañas, José Eboli y Manuel J.
San Martin. Raimondi nos narra su viaje: "Visité en 1853 las afamadas Islas de Chincha
formando parte de su comisión enviada por el Supremo Gobiemo, con el objeto de
medir la cantidad de guano que existía. Ví con asombro ese inmenso depósito de
amoníaco, de más de cuarenta metros de espesor que desgraciadamente ha concluído
con poco provecho de Perú.
Pude en aquella ocasión convencerme con mis ojos, por los restos de las aves, y por
los huevos transformados en guano, hallados de materia orgánica, es realmente
formada de excrementos de aves marinas acumuladas lentamente durante muchísimos
siglos y, por consiguiente, que no tiene origen misterioso e hipotético que ha querido
darle recientemente un viajero alemán..." (8)
Un testigo de la vida en las islas de Chincha fue Ricardo Palma, quien tenla 19 años
de edad en ese entonces. Palma recibió su nombramiento de oficial 3º del cuerpo
político, el 7 de febrero de 1852, día de su cumpleaños, pero recién se embarcaría el 13
(16 en otros documentos) de marzo del año siguiente en la goleta "Libertad" de estación
en las islas de Chincha (10). Ostentaba el cargo de contador que lo asumió a partir de
octubre de 1853, en remplazo del oficial del mismo grado de nombre José Ezeta.
Mientras Ezeta esperaba un nuevo destino, Palma tuvo que desempeñar otras tareas en
el bergantín "Libertad" como el de comandante de la nave en algunas veces.
El gobernador de las islas era el capitán de fragata Pedro José Carreño. Las Islas de
Chincha eran tres y se las identificaba como la del Norte, la del Centro y la del Sur.
Situadas frente a Pisco, distaban de tierra aproximadamente dieciocho kilómetros. En
los correspondientes derroteros, que sobre la costa del Perú escribieron Aurelio García y
García en el siglo pasado y Rosendo Melo en los primeros años del presente, hay
información muy apreciable sobre ellas. Una flotilla de botes, balandras y lanchas-cis-
ternas las surtía de agua que llevaban desde Paracas y los víveres se cargaban en Tambo
de Mora.
Todo eso, sin duda, fue visto por don Ricardo Palma, quien estuvo en las islas de
Chincha hasta el mes de marzo de 1854, en que lo trasladaron a la Comandancia
General de Marina en calidad de amanuense. Sin
embargo, de aquella época no quedó recuerdos en sus Tradiciones. ¿Por qué, ni aún con
el correr de los años, no dijo algo al respecto?
Las protestas sobre el trato a los chinos empezaron a preocupar en las relaciones
internacionales del Perú con China. En 1857 ocurrió un acontecimiento que originó un
conflicto diplomático. La barca nacional "Carmen" era capitaneada en marzo de 1857
por el italiano Luis Camagli, desplazaba 343 toneladas y era propiedad de Pedro
Denegri, dueño también de la "Petronila" y de la "Santiago" y del bergatín-goleta
"Carolina", embarcaciones utilizadas para el tráfico de culíes al Perú. El 9 de ese mes
naufragó en su travesía de Suatao al Callao, con 260 chinos contratados para trabajar en
las haciendas costeras, según el informe del cónsul en Hong Kong, Nicanor Tejerina,
publicado en las páginas de "El Comercio", el 18 de julio de 1857.
1855 - 59 2,964
1860- 64 14,738
1865 - 69 21,639
1870 - 74 48,039
En mayo de 1872. partió del Callao el barco peruano "Mariluz" con destino a
Macao, con el objeto de traer 255 culíes para las haciendas del Norte. Debido a una
tormenta, la mencionada nave fletada por Emilio Althaus sufrió una grave avería el 10
de julio de 1872, teniendo que efectuar una escala obligada en Yokohama, en territorio
japonés. El trato para los culíes era inmisericorde, morían un tercio en el trayecto. Uno
de ellos escapó y se refugió en una nave británica, en donde solicitó ayuda, protección y
amparo. El Encargado de Negocios de la Gran Bretaña, por denuncia del comandante
del barco inglés, gestionó ante las autoridades japonesas una investigación para llegar a
la verdad en cuanto a la grave denuncia del chino evadido. Se estableció que las
condiciones eran insuficientes y atentatorías a la vida y en consecuencia se determinó
que los culíes se encontraban en libertad para abandonar el "Mariluz".
LA YAPA Y EL ENGANCHE
La suspensión del tráfico de culíes al Perú significó un gran problema para los
hacendados. Cualquier hacendado tenía aún el trauma generado durante décadas por la
ausencia o escasez de mano de obra. Para evitar la crisis intentaron mejorar las
condiciones de trabajo de los culíes. Primeramente, cuando los hacendados se dieron
cuenta que muchos chinos cumplirían sus ocho años de trabajo crearon la "yapa".
La "yapa" era el tiempo añadido que, por lo general, era de seis meses, a los ocho
años a los que estaban obligados los chinos. Se justificaba diciendo que durante los años
que los culíes estuvieron en la hacienda pudo ocurrir que faltaron al trabajo algunos días
por distintos motivos y en consecuencia con la yapa cumplían a cabalidad sus ocho
años. La mala imagen internacional del Perú se incrementó cuando un hacendado
norteño marcó con hierro candente a 48 inmigrantes chinos. El gobierno tuvo que decir
que la denuncia era falsa.
A partir del tratado de Tienen Rsin, firmado en 1874, el Perú y China establecieron
relaciones diplomáticas. Los hacendados creyeron que el tráfico se reiniciaría
rápidamente pero éste se volvió imposible. A fin de evitar su ruina, crearon una ficción
jurídica, el "recontrato" o "enganche".
Aquel culí que lo deseaba podía volver a contratarse en las mismas condiciones que
antes pero con una diferencia muy atractiva para los chinos: la cantidad de dinero que
por el contrato recibieron antes los traficantes de semi-esclavos asiáticos se les
entregaba en proporción al tiempo de recontrata que habían aceptado. Esto permitió a
los hacendados continuar tranquilos durante algunos años sin que renaciera el trauma de
escasez de "brazos".
FIN DE LA ESCLAVITUD
NOTAS
4. Garibaldi, Vittotio Emanuele, Cavour. Nel Fatti Della Patria - Bologna - Zanichelli.
1911. Facsímil del diploma signado con el número 10 pág. 24. Documento
actualmente en poder del Museo del Risorgimento de la ciudad de Milán.
8. Antonio Ralmondi. El Perú. Mis primeros viajes. Parte preliminar, tomo I. capitulo
I, 1874.
10. Libro copiador Nº 47, folio 636, Escalafón de Marina. Libro copiador Nº 693, folio
192, Goleta "Libertad" 1853, Documentos 38 y 40 del Museo Naval.
11. No sólo en las Islas de Chincha. También se les explotaba en los depósitos de
Pabellón de Pica y Punta Lobos, incluso cuando ya se protestaba por tanto abuso.
14. Humberto Rodríguez Pastor, "Hijos del Celeste Imperio en el Perú" (1850-1900),
p.26, 1989.