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Políticas de la deconstrucción: ó el impacto del pensamiento de Derrida en la

política.1

Me parece que el muy citado sarcasmo de Irving Howe –“Esta


gente no quiere tomar el poder, sólo quiere tomar el departamento
de Inglés” –sigue siendo una importante crítica a esta izquierda
académica.

R. Rorty “Deconstrucción y Pragmatismo”.

Es una gran suerte que está atada a la aventura histórica de la


democracia, claramente europea, y a la cual la reflexión política y
filosófica no pueden dejar de prestar atención y no debe confinar a
la literatura al reino de lo doméstico o de lo privado.

J. Derrida “Notas sobre Deconstrucción y Pragmatismo”.

El interrogante principal que intentaremos desarrollar aquí es sobre el impacto que tuvo
el pensamiento de Derrida en (o para) la política.
A primera vista uno estaría tentado en decir ninguno. Esto es, del proyecto de la
deconstrucción no se desprende claramente ni necesariamente un proyecto político
concreto, como pudo hacerlo, por ejemplo la propuesta filosófica de Marx. Con esta
observación no hacemos otra cosa que marcar que no existe un partido político de la
“deconstrucción” o que se identifique plena o parcialmente con esta.
Pero antes de apresurarnos a plantear algo tan tajante como que la deconstrucción o el
pensamiento de Derrida no ha tenido consecuencias políticas deberíamos detenernos a
analizar varias cuestiones.
En primer lugar es necesario hacer las distinciones de la política formal o desde el
aspecto institucional y la política como el acto pragmático de la distinción entre el
amigo y el enemigo (Schmitt, Derrida: 1998) independientemente del ámbito. Otra
distinción muy útil -que sí podríamos decir- que Derrida plantea de manera innovadora
a partir de la literatura es la de lo público y lo privado. En tercer lugar podríamos
distinguir la reflexión política -desde las ciencias humanas- de la política como acto
pragmático.

1
Ricardo Esteves (UBA / UNSAM) ric.esteves@gmail.com. Presentado en la I Jornadas Internacionales
Derrida: Por amor a Derrida.

1
Esta reflexión no podría estar completa sin detenernos en la deconstrucción misma. Esto
es lo que nos vuelve a llevar al mismo punto de partida. ¿Cómo a partir de una teoría
de la escritura y el estatuto de las ciencias humanas se afecta a la política?
Este es un esquema básico del planteo que nos proponemos desarrollar en este trabajo.

Partiendo estrictamente desde el pensamiento político podría surgir la pregunta sobre


cual es la importancia o la necesidad de leer a Derrida. Existe una perspectiva
hegemónica en el pensamiento político que dado cierta estrechez y reduccionismo no
encontraría vínculo necesario entre la obra de Derrida y la literatura especializada en la
materia. Este problema permite vislumbrar el objetivo de este trabajo: la necesidad de
especificar el aporte de la deconstrucción al pensamiento político. Con esto tampoco
estamos diciendo que la deconstrucción plantee la centralidad de la política, pero aún así
sería innegable reconocer su influencia en este ámbito.

Al mismo tiempo que realizamos este planteo sobre la relevancia del interrogante aquí
presentado nos encontramos con el plano de la escritura, o mejor dicho la literatura sin
excluir a la filosofía. Aquí aparece el innegable título que propone estas jornadas, el
amor a Derrida, o en sentido más amplio el amor por la escritura y la filosofía. Es muy
difícil en este intento de plantear cualquier cuestión sobre Derrida no quedar atrapado
en la elipsis de la escritura. Si vamos a hablar de Derrida –aunque sea de sus
implicancias políticas (o al menos las de su pensamiento)- es muy difícil no tener en
cuenta aquello que nos enamoró de Derrida. Este problema ineludible no deja de marcar
la cuestión conflictiva que aquí nos proponemos abordar.
Aquí hay un planteo pragmático que tiene que ver con la política que es distraído por la
literatura y si se quiere por la filosofía. Pero esa distracción es nada menos que el
meollo del asunto. La tensión entre ese amor y el sentido del deber, desde el punto de
vista del derecho es –de alguna manera- la cuestión o el problema que se quiere señalar
visto desde ese umbral del margen.
Esto significa que si efectivamente hay algún impacto, alguna marca de Derrida en el
pensamiento política, ¿que implica esto? ¿Dónde está esa marca? ¿Cuál es la huella
derridiana en el pensamiento político?
Aquí hay una cuestión sustantiva y otra atributiva. En algunas cuestiones Derrida se
topa con la política pero que esta no es más que un atributo de otra cosa, o para decirlo
de otra forma, como adjetivo.

2
Lo político como algo atributivo o como adjetivo significa que lo político no tiene un
sentido sustantivo2. Lo político como algo sustantivo significa que lo político aparece
como algo central a la reflexión y no como implicancia o adjetivo. El horizonte estaría
trazado entre estos dos extremos. Si aquello que planteare algo atributivo para lo
político, muy de seguro nos dará la fuente de la marca derridiana que deberíamos
distinguir en el pensamiento político. De lo sustantivo no podríamos decir lo contrario.
Cuando me refiero a lo político como sustantivo aparece una combinación que nos
exigiría considerar cuestiones que exigen abordar todas estas cuestiones, como Platón,
Cicerón, C. Schmitt y S. Freud, Maquiavelo, Hobbes, incluso todos juntos (Derrida
1998).
En resumidas cuentas esta introducción plantea ciertas cuestiones e intentó marcar algún
recorrido que nos permita dar cuenta lo que presume el título. Esto es el vínculo entre el
pensamiento de Derrida y lo político.
Nos pareció relevante mencionar tres distinciones que aparecen en la obra de Derrida
que pueden llegar a tener implicancias -en algún sentido- políticas.
La primer distinción es la de lo político en un sentido muy reducido –como contrario o
resistente al pensamiento de Derrida- y un sentido más íntimo y plantea lo político en un
sentido muy amplio. Esto es lo político como la distinción schmitteana del amigo y el
enemigo, algo que no puede ser reducido a lo meramente institucional.
La segunda es la distinción entre lo público y lo privado en relación a la literatura.
Como la aparición de la literatura, en un lugar particular como pudo ser Europa, y como
esta permitió el surgimiento de la democracia. La distinción que permite hacer la
literatura entre lo público y lo privado permite el surgimiento de la democracia.
La tercera es la distinción entre lo político en tanto acción de la reflexión o el
pensamiento político a partir de las ciencias humanas.
Si estas distinciones o cualquier otra cuestión derridiana hubiera influido al menos en el
pensamiento político nos preguntamos sobre las marcas que podemos encontrar en el
mismo. Esto significa identificar estas marcas en el discurso de la filosofía y la reflexión
política.

2
Por solo citar un ejemplo: Cuando Derrida plantea en la retirada de la metáfora, la representación se ve
obligado a lidiar con la política, pero como un atributo. Aquí toma un esquema que sigue a platón en que
considera la estética, la política, metafísica, historia, religión, epistemología. Entonces el planteo sobre lo
político, al menos sobre la representación, debe ser mencionado. “En el orden político, se puede hablar de
representación parlamentario, diplomática, sindical.” J. Derrida “La deconstrucción en las fronteras de la
filosofía” p . 82. En este sentido la política es un atributo de otra cosa. La política no juega un papel
sustantivo.

3
La primera cuestión la de pensar la política en términos estrictos de la administración
opuesto a una cuestión más íntima que está implícita en una lógica que se da en un
ámbito mucho más amplio que el de la administración al mismo tiempo que se presenta
como su negación categórica. Aquí no podré hacer más que ceñirme a una discusión
particular que podemos encontrar en “De la hostilidad absoluta: La causa de la
filosofía y el espectro de lo político” en “políticas de la amistad”. (Derrida, 1998).
Tomamos esta referencia porque creemos que aquí existe una mención directa a la
cuestión de lo político en términos que indefectiblemente lo ubican completamente
opuesto a cualquier noción de administración. La referencia a la noción de lo político de
C. Schimitt aquí es fundamental.
En políticas de la amistad Derrida comienza por preguntarse por la amistad y esta
confraternización que hacen la comunidad política. La distinción entre el amigo y el
enemigo está presente desde la primer oración del texto. Pero es Cicerón quien con la
aceptación: “-Oh amigos míos, no hay ningún amigo.” (Derrida, 1998. p:17) instala la
cuestión del amigo y el enemigo. En un punto de esta reflexión, cuando Derrida se
pregunta sobre la “hostilidad absoluta”, esto es el fin último a partir de que se entabla
esta diferencia determinante, que pone de un lado y del otro a uno y otro.
En este punto –creo yo- que Derrida señala una cuestión que hace directamente a lo
político. Como el mismo principio nietzscheano de que la luz extrema enceguece, esta
reflexión sobre la política está tan específicamente apuntado hacia lo político que cuesta
creer que no se haya manifestado ya claramente a los ojos del pensamiento político.
La “hostilidad absoluta” no es una cuestión menos sino el principio que hay política. La
guerra como posibilidad real. Esto es, detrás de cada situación real en la que se
manifiesta lo político está la posibilidad concreta de la guerra. Esto es, lo político se
funda en la presuposición elemental de la “guerra de todos contra todos” (Ibid. 133.)
Aquí hay dos cuestiones fundamentales que debemos tener bien presentes para avanzar
en esta cuestión del concepto de lo político. Uno es el carácter polémico de lo político.
Segundo el carácter empedocliano de la noción de Freud sobre las pulsiones de vida y
destrucción asociadas a Eros y Tánatos.
Lo polémico es aquí casi un atributo de lo político. Esto no es de algún contenido
específico sino de lo político mismo. Lo polémico es entonces el elemento que brinda el
carácter de lo político. En el texto de Derrida esta noción de Schmitt es tan clara que
aparece citada en su cuerpo principal.

4
“El carácter polémico domina sobre todo el uso del propio término “político”,
ya sea que se moteje al adversario “apolítico”, ya sea que se lo pretenda a la
inversa descalificar y denunciar como “político”, con el fin de mostrarse uno
mismo por encima de él en su calidad de “apolítico” [en el sentido puramente
objetivo, puramente científico, puramente moral, puramente jurídico,
puramente estético, puramente económico, o en virtud de cualquier otra de
estas purezas]”3

Son estas palabras de Schmitt las que perfilan lo político a partir del mecanismo de esta
distinción amigo / enemigo a partir del principio de lo polémico. Esta impureza es lo
propiamente político. Esto irreducible en todos estos ámbitos mencionados, Esta
reducción que ya no se pregunta sobre que significa o requiere para distinguir al amigo
del enemigo sino más bien quien se identifica con cada uno. La impureza confusa que
provoca un sentido polémico que se manifiestan siempre en un campo polémico es en
un sentido lo político. Esto intenta plantear que la política contamina todo lo que no
necesariamente sea político. El carácter polémico es el portador en estado puro del
elemento político.
El intento de Schmitt es el de aislar esa impureza presente en una serie distintas de
esferas para aislar lo propiamente político. Esto sorprende a Derrida, que Schmitt se
preocupe por encontrar lo específicamente político.

“Esos esfuerzos despliegan la tensión misma de este extraño libro. Y su efeicacia


se advierte especialmente en el pasaje consagrado al sentido polémico de lo
político. No se tratará del contenido polemológico del concepto de lo político, en
cuanto implica el enemigo, la guerra, el polemos, esto es, en cuanto concepto de
lo polémico. Tan solo se tratará como hemos anunciado, del uso polémico de este
concepto de lo político, de su uso concreto, de la modalidad práctica y efectivo
de si puesta en práctica, digamos, de su realizabilidad misma. Esa necesidad no
puede dejar intacto un presunto discurso teórico sobre el tema, un metadiscurso,
un discurso meta-polémico, un discurso polemo-lógico o políto-lógico.”

Justamente esto es lo que logra reconocer Derrida en el discurso Schmittiano, esta doble
dificultad de desarrollar un discurso de lo puramente político, aquello que no se
3
Ibid. p:139.

5
corresponde con ninguna esfera particular, que contamina todas las demás, y que por
cierto no puede asirse por meta-discursos por su poderoso componente pragmático.
Llegamos a un punto donde pareciera muy derrideana la pregunta que dinamiza este
trabajo.
La distinción amigo / enemiga se funda en la noción real y posible de la guerra que
origina la conducta específicamente política. Esta distinción que se da a través de la
decisión singular se hace necesaria frente la excepción de la regla, en tanto
acontencimiento. La decisión es la guerra –la hostilidad absoluta- que se ve obligada a
oponer, discriminar a uno de los términos a través de esta distinción.
Pasemos a la referencia freudiana en este asunto. La cita de “Análisis terminable e
interminable” de Freud que da pie a este texto rastrea la tensión entre las pulsiones de
vida y destrucción a Empédocles. Aquí sospechamos que Derrida intenta señalar algo
que nos propone Schmitt a la luz del psicoanálisis. Si lo político ya se lo desprende de
todo lo estrictamente político para ver su misma esencia. Esto es la esencia de lo
político no reside en algo específicamente político más allá de lo polémico, entonces lo
político no es algo que se desarrolla en algún lugar específico sino en todo ámbito.
Aquí habría un intento de detectar en la actividad pulsional un motor de esta
diferenciación. La tensión entre las pulsiones de vida y destrucción es la misma –a lo
sumo similar- a la tensión entre amigo y enemigo. En tal caso estas pulsiones responden
a una lógica similar en tanto unen y separan.
Esta operación de articular este principio de Empédocles presente en la teoría
psicoanalítica para dar cuenta de un problema sobre la especificidad de la política
plateada por Schmitt es en buena medida útil y novedoso para el pensamiento
politológico.
La novedad aparece si consideramos este aspecto como el telos de la política. La
presencia real de esa tensión, y ya no el contenido específico de tal o cual fin o política,
es lo que presenta el telos de la política. Esto es: “La vida que se opone a ella msima, y
no a la muerte (…).” (Ibid. P: 154.).
La política aquí aparece como un presencia espectral que aparee virtualmente
simbolizando aquello a lo que hay que apelar para resistir su mismo retorno, en algún
caso exorcizarlo, en tanto que hablamos de la condición de guerra. Esto es la hostilidad
absoluta. Esa constante amenaza real y constante de la guerra que apresura la política
como algo inevitable. Esta guerra u hostilidad absoluta: “Tiene una estructura
teleológica inmanente, es auto y tauto-teleológica (la guerra pretende la muerte del

6
enemigo, etc.) incluso si, o más bien, porque, ese telos político es irreductible a
cualquier otro” (Ibidem p:156.).
Hasta aquí desarrollaremos esta cuestión. De todo esto tiene que quedar claro que tal
vez el mayor aporte que podamos rastrear aquí se encuentra estrictamente opuesto al de
la política como la administración que puede ser confundido con lo estrictamente
político. En este caso el aporte más que a las cuestiones de la inmanencia administrativa
es al campo de apertura que puede dar lugar en el sendo de la sociedad democrática a la
politización de ciertas cuestiones que a pesar de que aparentemente no contengan un
contenido político pueden ser politizadas desde su enfoque polémico.

La segunda distinción que hemos planteado, la invención de la literatura en europa y la


distinción público y privado y su relación con el surgimiento de la democracia. Aquí
necesitamos marcar que esta distinción que presenta Derrida respecto a la literatura no
tiene que ver tanto con un aspecto privado sino más bien con el secreto, que no puede
ser reducido a esta categoría. El secreto que a pesar de no se puede reducir a lo privado
se opone a lo público. El secreto es la atribución de saber algo que se encuentra oculto a
lo público y que entonces se hace susceptible a ser contado. Con el secreto aparece el
derecho a decir algo. Este secreto a si como no puede ser reducido a lo privado,
tampoco lo es a lo público y justamente aparece en la base de esto creando una apertura
que representa el umbral de la puerta de entrada a lo público4.
Lo importante a señalar aquí es la relación que establece Derrida sobre la literatura y la
democracia. Una afirmación de similares dimensiones a la afirmación Weberiana sobre
la relación de la ética religiosa y el modo de producción, específicamente el
protestantismo y la aparición del capitalismo.
Para Derrida es determinante, la democracia y la literatura están estrechamente
relacionadas:

“La literatura es una institución pública de reciente invención, con una historia
breve, comprativamente, gobernada por todo tipo de convenciones vinculadas a
4
“El secreto no es el secreto de representación que se guarde en la cabeza y que se elige contar, se trata
más bien de un secreto coexistivo con la experiencia de la singularidad. Lo secreto es lo irreductible al
terreno público –a pesar de que no lo llamo privado- e irreductible a la publicidad y la politización, pero
al mismo tiempo, este secreto está en la base de lo que puede permanecer y permanece abierto del terreno
de lo público y del dominio de la política. Es en la base de lo secreto que puedo retomar la cuestión de la
democracia, porque hay una concepción de la política y de la democracia como apertura –donde todos
son iguales y donde el espacio público está abierto a todos ...” J. Derrida “Notas sobre Deconstrucción y
Pragmatismo” p. 157.

7
la evolución de la ley, lo que permite, en principio, tener algo para decir. Por
lo tanto, lo que define a la literatura como tal, dentro de una cierta historia
europea, está profundamente conectado con una revolución de la ley y la
política: la autorización por principio de que algo puede decirse públicamente.
En otras palabras no soy capaz de separar la invención de la literatura, la
historia de la literatura, de la historia de la democracia”5.

Este podría ser un aporte novedoso para el pensamiento político. Este podría ser un
punto en el que una teoría de la escritura puede tener relevancia para el pensamiento
político. En este caso la conexión entre literatura y democracia. Pero la cuestión de
encontrar estos dos términos abre una nueva serie de problemáticas sobre las cuales
reflexionar a partir de la teoría política.

La tercer distinción entre lo político opuesto a la reflexión sobre lo político. Está claro
que la actividad filosófica no tiene como propósito manifestarse como un acto político6.
A pesar del comprensible divorcio entre pensamiento político y política, reconocemos la
posibilidad que el pensamiento político pueda manifestarse materialmente como un
proyecto político. Habíamos mencionado el marxismo como ideología basada en la obra
de Marx, al mismo tiempo que señalamos como distintos partidos y regímenes políticos
fundamentaron su ideología y existencia en el pensamiento de Marx. Aquí no es
relevante la discusión sobre si el comunismo stalinista encarnaba el pensamiento de
Marx como que Stalin haya podido articular exitosamente la noción de que ese
comunismo que se vivía era efectivamente la sociedad comunista. Aún así el
pensamiento de Marx fue fundamental para que ello sucediera. En este punto particular
nos preguntamos sobre las diferentes influencias que pudo tener la obra derridiana en la
política y el en pensamiento político. La respuesta es muy dispar, porque a pesar que
creo que la deconstrucción ha tenido una influencia muy pobre sobre la política, pero ha
recibido –a pesar de todo lo que reconocemos- con algo más de entusiasmo, repercusión
en la comunidad académica de las ciencias humanas. La obra de Derrida tal vez no haya
tenido demasiado repercusión política como ha podido tener un efecto preformativo y
sus consecuencias prácticas son algunas formas bajo las cuales se han trazado ciertas
comunidades académicas, como lo que hoy incita estas palabras y se manifiesta en estas
5
Ibid. P. 156.
6
“Digo esto para subrayar el hecho de que no estaría de acuerdo cuando Rorty hable de la filosofía como
despolitizante.” Ibid p. 169.

8
jornadas. Está claro que la marca en la escritura de las ciencias sociales –y esto dicho
casi con ímpetu filológico- que ha dejado Derrida es mucho más profundo.
El mayor aporte de la deconstrucción para el pensamiento político es la perspectiva, el
punto de vista desde el que debemos empezar a considerar algunos aspectos de los
problemas políticos. Aquí tal vez el componente político ocupa un lugar secundario
frente al componente filosófico, epistemológico y hasta en cierto sentido científico.
Hasta aquí está claro que en la distinción entre lo político y la reflexión política
consideramos que la mayor consecuencia pragmática del pensamiento derridiano es la
posibilidad de cierto establecimiento de algún sector no hegemónico dentro de la
comunidad académica. Esto podría ser considerado la consecuencia política más
marcada del pensamiento derridiano hasta el momento. Esto, considerado como un
fenómeno distinto al del impacto del pensamiento derridiano –y sin caer en una noción
platónica- en el mundo de las ideas. Estas cuestiones son distintas, pero aún así guardan
cierta relación.
Aquí deberíamos mencionar que el pensamiento derridiano -en los confines (del
pensamiento)- ha ejercido cierta influencia sobre el arte. Son muchos los autores que
reconocen cierta incomodidad utilizando el término “deconstrucción”. ¿Que designa ese
término? Sin poder contestar esta pregunta con una respuesta acabada, pero sin otra
opción que tener que seguir usando la misma palabra utilizo “deconstrucción” como la
ultima que encuentro para hacer referencia a cierto ámbito y principios teóricos que
pueden ser rastreados en obras como las De Jaques Derrida y Paul De Man.
Esta distinción es útil si queremos rastrear con que cosas se suele asociar la
deconstrucción. Puntualmente estoy pensando cuan a menudo se utiliza la palabra
deconstrucción en Arte. Si googlearamos –que ya es un verbo aceptado por la real
academia española- las palabras art y deconstruction encontraremos 2,930,000
resultados7. Si agregamos el nombre Derrida a esta búsqueda el número queda reducido
a 291,000. No es tanto el animo de cuantificar sino como referenciar a algo el simple
fenómeno que con cierta frecuencia escuchamos artistas que utilizan la palabra
deconstrucción para hacer algún tipo de descripción de lo que hacen con su obra.
Esto para decir que la deconstrucción ha tenido cierta influencia en el arte. Es muy
posible que la deconstrucción juegue el papel –según la categoría que introduce Laclau-
de un significante vacío. Deconstrucción es un significante que flota en una maraña

7
Para que tengamos una referencia de cuanto es esto si hiciéramos lo mismo con art y marxism nos daría
4,100,000. Las mismas fórmulas en castellano nos daría 136,000 y 731,000 con marxismo.

9
discursiva que traza el ámbito de lo que se puede decir en una sociedad –como decirse a
sí misma como sociedad (que es imposible). La manera en que este término logre entrar
en cadena de equivalencia con otro significante distinto favorece a la constitución de un
orden hegemónico (Ch. Mouffe & E. Laclau, 1985). Esto resumido muy burdamente, la
deconstrucción ya no solo hace referencia al pensamiento de Derrida, sino que además
hace referencia a cierto movimiento artístico, académico, etc, que a pesar de no tener
nada en común en referencia al contenido explícito o significado común –más allá de
que se identifiquen utilizando distintamente- con esa palabra. Esto sería justamente una
forma de tener una noción del efecto político del pensamiento o las ideas. Lo político
aquí sería la manera en que se articula diferencialmente un mismo significante (Laclau,
2003), como es en este caso la deconstrucción.
La manera en la que damos cuenta el alcance político pragmático del pensamiento
derrideano está incluso contaminado por sí mismo. Es decir, que apelemos a Muffe y
Laclau –así como a Rorty o Zizek- un fenómeno que puede estar asociado si no al
menos en algún punto influenció o inspiró algún tipo de afinidad. Otra cuestión menos
curiosa es que todos estos pensadores reflexionan sobre lo político o la política.
Antes de avanzar por el aspecto de la reflexión política como opuesto política como
acto, vale mencionar que el pensamiento y obra de Derrida han tenido cierto apego y
acogida en ciertos ambitos, pero en definitiva la deconstrucción –ni que alguna vez lo
hubiera pretendido- no prosperó como proyecto político. Tampoco podemos decir que
ha pasado desarpecibido o que se ha inscripto silenciosamente en los anaqueles de la
filología. Reconocemos que no hay un proyecto político en términos que no ha habido
algún tipo de articulación de ese carácter en nombre del pensamiento de Derrida. Así
mismo reconocemos que la forma en que vemos las cosas, en particular la política, han
sido afectadas por las sospechas derrideanas.
Respecto a la reflexión política, como dijimos Derrida no es hoy en día una referencia
necesaria para cualquier estudiante ciencia o filosofía política. ¿De que manera llega a
la comunidad académica especializada en la reflexión política el pensamiento de
Derrida? ¿Cuál es entonces esa consecuencia –ya si no en la política pragmática- en el
pensamiento sobre la política o lo político?
De la misma manera que es incómodo utilizar la palabra deconstrucción lo es con
posestructuralismo. Existe un grupo de filósofos abocados a la reflexión política que en
sus trabajos han sido de alguna manera tocados por Derrida.

10
Avanzar aquí por este sendero haría conveniente mencionar algún tipo de mención al
volumen que compila una discusión entre Ernesto Laclau, Chantal Mouffe, Richard
Rorty8. Aunque no participare de esta obra podríamos considerar también a Slavoj
Zizek. Este grupo a pesar de sus diferencias irreducibles presentan algún tipo de
convergencia en un irregular y fragmentado frente que al menos es necesario reconocer
como contrahegemónico. Esto ya debería ser en algún sentido un acto pragmático de la
política.
La influencia Derridiana en la reflexión de la política sigue ejerciendo mucha
influencias pero no sin experimentar muchas resistencias.
Señalamos estas referencias de la teoría política contemporánea que en ningún caso se
trata de discípulos sino que más bien duros interlocutores en varias discusiones. Estás
discusiones sin embargo nos pueden ayudar a pensar algunos alcances de la
deconstrucción en el pensamiento político.
Para el caso de Laclau admite que la deconstrucción ha brindado un aporte al punto de
vista desde el que encara la constitución de los social y esto implicaría ampliar un
espacio de lo político. En segundo lugar platea un aporte por la radicalización de la
sociedad democrática al abrir un espacio de indecibilidad que genera una tensión
irreducible que hace posible la política9.
Laclau plantea que la deconstrucción debiera tener el elemento de la articulación
hegemónica. Mediante esta articulación hegemónica se logra un efecto de radicalización
política10. Otro punto de contacto importante aquí es la teoría lacaniana. La teoría de la
hegemonía opera con la misma lógica del objeto a del esquema lacaniano pero en la
política. Esto sirve para decir que el elemento lacaniano del pensamiento derrideano, a
pesar de lo distante que pueda parecer en términos de pertenecer a la disciplina del
psicoanálisis, resulta muy atractiva para ciertos sectores académicos de distintas
disciplinas.
Rorty reconoce que la deconstrucción ha tenido un imacto positivos –si se quiere- y otro
negativo. Básicamente distingue dos grupo, uno que ha realizado una buena lectura de

8
Ch. Mouffe (comp.) “Deconstrucción y Pragmatismo” Buenos Aires, Paidos 2005.
9
E. Laclau “Deconstrucción, pragmatismo y hegemonía” p. 124.
10
Vale la pena rescatar la forma concreta en como es planteada está forma de la deconstrucción. “La
lógica de la deconstrucción es primordialmente política en el sentido de que, al mostrar la indecibilidad
estructural de áreas cada vez mayores de lo social, también expande el área de operación de los diversos
momentos de institución política.” (…) “Ya hemos visto que la completad ausente de la estructura (de la
comunidad en este caso) debe ser representada/tergibersada por uno de sus contenidos particulares (una
fuerza política, una clase o un grupo). Esta relación por la que un elemento particular asume la tarea
imposible de representación universal, es lo que llamo relación hegemónica”. Ibid. P.122.

11
la obra de Derrida y otro que lo ha hecho mal. En parte la mala lectura de la obra de
Derridá se debe a asociarlo con Foucault bajo el nombre de posestructuralistas
convirtiéndolo en un crítico del humanismo. Reconocé que hay poco en común entre la
obra de estos dos pensadores salvo la sospecha nietsztcheana.
Lo que rescata de positivo de la buena lectura de Derrida es que reconoce cierto
optimismo y espíritu humanista. Pero no ve en el pensamiento de Derrida un elemento
radical que deba ser utilizado dentro de un ámbito privado. Asume aquí una posición
reformista reservando la radicalidad propuesta de la deconstrucción como una forma de
ironismo privado11.
Hablar de cómo influencia la deconstrucción el pensamiento de Zizek presenta una
dificultad y una ventaja. La ventaja es que aparece en muchas oportunidades la
referencia a Derrida, pero su retórica argumentativa difusa nos dificulta identificar con
precisión como esta abona sus posiciones.

Podríamos rescatar de estas tres distinciones fundamentales, la de lo político como lo


concerniente a la administración en contraposición con lo político en tanto polémico, la
manera en que la literatura sienta las bases para la democracia, y la distinción entre la
política y el pensamiento político que ha habido cierta gravitación derrideana sobre
estas cuestiones.
Hemos marcado y trazado posiciones respecto a como podríamos politizar cuestiones a
partir de la obra derridiana.
Ahora, antes de culminar este trabajo en una conclusión, ¿Qué podemos decir a la luz
de lo ya expresado de la deconstrucción y el pensamiento político? ¿Qué podemos decir
de lo estrictamente relacionado a una teoría de la escritura? Concretamente, hemos
dicho alfo de la deconstrucción, pero ¿Qué pasa con la gramatología?
A pesar de todo lo que ya hemos repasado sigue en pie la dificultad de establecer algún
vínculo entre esta teoría de la escritura –o deconstrucción si se quiere- y el pensamiento
político.
Hasta ahora tal vez hayamos convencido a alguien que Derrida además de plantear lo
político como algo atributivo (como decíamos en un comienzo) también lo hace de

11
Ibid. “Pero no considero a textos como “La política de la amistad” como contribuciones al pensamiento
político. Lo político, tal como yo lo veo, es una cuestión pragmática de reformas a corto plazo y
compromisos (…). El pensamiento político se centra en el intento de formular algunas hipótesis sobre
cómo, y bajo que condiciones, pueden llevarse a cabo esas reformas. Quiero guardar el radicalismo y el
pathos para momentos privados, y seguir reformista y pragmático cuando se trata de contactarse con otra
gente.” p.43.

12
forma sustantiva en situaciones específicas. Pero en términos generales ¿Qué otros
aportes brinda la deconstrucción al pensamiento político? Más concretamente y en
relación con lo que nos preguntábamos desde un comienzo ¿Cuáles son las marcas que
la deconstrucción deja en la reflexión política? En parte este interrogante ha sido
contestado cuando se hacía alusión a la continuidad que encontrábamos en las obras de
Mouffe, Laclau, Rorty y Zizek del trabajo de Derrida.
Sin entrar en una profunda reflexión sobre la deconstrucción –sino más bien intentando
señalar algunas cuestiones fundamentales de la misma- podríamos rescatar en la
pretensión de que ésta no es un discurso más entre otros discursos sino que es el
discurso sobre los discursos. Una teoría de la escritura en el marco de las ciencias
humanas es justamente una teoría que se pregunta sobre el fundamento sobre el que
apoyan estas mismas. Esto es, no es desde las ciencias humanas que se puede hablar de
la deconstrucción sino que es al revés.
Existe un vicio muy común que es confundir la deconstrucción con un método. La
deconstrucción no es un método en tanto que es más bien una ontología sobre el saber
humano. Incluso la posición de Derrida respecto a la escritura es bastante radical ya que
en vez de partir de una teoría del lenguaje para abordar a una teoría de la escritura
realiza un movimiento completamente contrario.

“Todo sucede, entonces, como si lo que se llama lenguaje no hubiera podido ser en
su origen y el su fin sino un momento, un modo esencial, pero determinado, un
fenómeno, un aspecto, una especie de escritura”. (Derrida, 2000 p:14.)

Aquí, apenas un par de páginas más adelante aparece –en el punto 2 del primer capítulo
“El significante y la verdad”- el término de deconstrucción. Se pregunta entonces sobre
el vínculo que se desprende de un logos en la tarea de arrogarse la verdad. Ningún
significante es originario. Esto es, “(…) todo significante, y en primer lugar el
significante escrito, sería derivado” (Ibidem. p: 18). No hay entonces un significado
sobredeterminado sino que cualquier significado requiere de otros significantes –que
por supuesto son arbitrarios- y en es en relación a ellos mismos que se logra establecer
la significación. La problemática que introduce el logocentrismo y la exterioridad
ineludible que exige el proceso de significación no lleva a pensar que la escritura es
anterior al signo lingüístico al mismo tiempo que desafía la totalidad del mismo.

13
Esta discusión sobre el signo lingüístico y el sistema de la escritura en general hace
propensa sobre la externalidad de lo no lingüístico. El planteo sobre que es entonces lo
que es exterior a la significación cuando en la reversión del adentro y el afuera se pone
de manifiesto en la deconstrucción12.
Esto es un aspecto fundamental de la deconstrucción. La desligación de los significados
naturales o sobredeterminación de cualquier término. Es un juego en el que necesitamos
significar las cosas y donde no solo los significantes no hacen referencia a otra cosa que
otros significantes, que no pueden entablar relaciones fundamentales con las cosas
mismas. Esto es, la verdad se establece mediante el discurso, que al mismo tiempo no es
más que una determinación contingente de relaciones entre significantes.
Volviendo a lo que al pasar mencionamos sobre la metáfora y la representación el
lenguaje juega un juego imposible en el que intenta hacer presente una ausencia. En la
medida que consideremos el lenguaje –al menos la metáfora- como una representación
es necesario que ausentemos esa imagen espectral que no aceptamos como presencia
plena (Derrida, 2001). Esta oposición al platonismo ayuda a imponer cierta distancia
entre las palabras y las cosas, a pesar que la diferencia entre una y otras se hace un tanto
difuso. Es por esta misma cuestión que la literatura cobra relevancia en toda esta
discusión. Si la verdad no es algo que debemos encontrar en las cosas mismas, como si
estas tuvieran alguna entidad que hubiera que desentrañar en el lenguaje, ¿Dónde
hacerlo? Si verdad es aquello que yace exclusivamente en las palabras –o mejor dicho
el discurso- la literatura es un ámbito fértil para desentrañar relaciones de significantes
entre más significantes, esto es verdades.
Volviendo momentáneamente a la gramatología y la tradición del pensamiento político
encontramos un hecho singular que no ha logrado preñar esta tradición. Me refiero a la
lectura de Rousseau, referente insoslayable para el pensamiento político.
Desgraciadamente la extensa lectura derrideana de Rousseau no ha encontrado
demasiado eco en el pensamiento político contemporáneo. Es cierto que la lectura
canónica del pensamiento político de Rousseau se centra en el Contrato Social en vez
del los discursos. Pero esta reflexión rousseaneana sobre el discurso de las ciencias
humanas en cierta medida resulta orgánica a su propuesta política. Respecto a la
violencia que ejerce la cultura sobre el individuo, o en términos rousseauneanos, la

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“El sistema de la escritura en general no es exterior al sistema de la lengua en general, salvo si se
acepta que la división entre lo exterior y lo interior pasa por el interior de lo interior o en el exterior de
lo exterior, hasta el punto de que la inmanencia de la lengua esté esencialmente expuesta a la
intervención de fuerzas en apariencia extrañas al sistema” (Ibidem. p: 56.)

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manera en que el contrato social disuelve ciertos lazos de solidaridad corrompiendo a
los hombres encontramos:

“(…) sobre la violencia que no sobreviene de afuera, para sorprenderlo, a un


lenguaje inocente, que padece la agresión de la escritura como el accidente de su
mal, de su derrota y de su caducidad; sino violencia originaria de un lenguaje que
es ya desde siemore una escritura. En ningún momento, pues, se rebatirá a
Rousseau y a Lévi-Struss cuando ligan el poder de la escritura al ejercicio del
poder.” (Derrida, 2000. p: 139.)

Este enfoque de Rousseau –a pesar de la centralidad del mismo para el pensamiento


político- queda marginado de la teoría política contemporánea.
Para no ahondar en cuestiones que ya no hacen tan directamente a la cuestión y que
presentarlas aquí exigirían aumentar esta disquisición sin propósito (como sucedería si
quisiéramos al menos mencionar nociones como huella, margen, differance, firma,
acontecimiento, etc).
Aunque redundante en “La estructura, el signo y el juego en el discurso de la ciencias
humanas” (Derrida, 1989) se profundiza sobre como la deconstrucción sirve para
replantear el estatuto de las ciencias sociales lo que en la dirección de las cuestiones que
hemos venido señalando hasta ahora recalcaría esta idea que la deconstrucción brinda
un nuevo lente que nos permite descomponer lo que vemos permitiendo descubrir
espectros lumínicos que nos hacen caer en la cuenta del juego óptico de la reflexión
lumínica. Con esta metáfora intentamos señalar como la deconstrucción como principio
ontológico nos brinda una suposición que abre una nueva significación que en algún
punto debería manifestar alguna consecuencia política.
Aparte de lo dicho en los tres puntos anteriores aquí encontramos un nuevo suplemento
para seguir sosteniendo nuestras sugerencias sobre el peso político de la deconstrucción.
Para clausurar en algún punto esta discusión sin fin me remitiré a una reflexión
derrideana en torno a la ley:
“La ley no es ni presentable ni representable y la “entrada” en ella, según una
orden que el hombre de campo interioriza y se da, se difiere hasta la muerte. A
menudo se ha pensado la ley como en aquello mismo que pone, se pone y se junta
en la composición y la autonomía supone siempre representación, como la
tematización, el hacer-se-tema.” (Derrida, 2001 p: 122).”

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Algo hemos sugerido sobre el valor de esta noción de representación para la política. El
aspecto más importante de esta discusión tal vez sea el carácter catacrético de la
significación. Esta puesta en escena de la metáfora brinda un nuevo lugar privilegiado a
la retórica. Este rescate de la retórica o la nueva forma en que es introducida en toda
esta discusión sobre el lenguaje, la significación y el estatuto de las ciencias humanas ha
generado ciertas resistencias que marcan las manifestaciones sintomáticas del estado de
la reflexión –en este caso particular- política y de las ciencias sociales.
Hasta aquí hablaremos de la deconstrucción para terminar de brindar un accesorio a
nuestro argumento principal basado en las tres distinciones sobre la política y el aporte
derrideano a la misma.

A manera de cierre en esta conclusión tenemos que reconocer la noción derrideana de


no-cierre. Más aún cuando la cuestión tan compleja que aquí intentamos proponer fue
expuesta tan resumidamente. Entonces la primer conclusión es reconocer que
intentamos abarcar una basta temática de manera muy escueta.
Independientemente de esto creemos haber demarcado en algún sentido un sendero que
nos permita ver el camino que ha tomado la deconstrucción para penetrar en el
pensamiento político contemporáneo.
En primer lugar vimos tres distinciones que se pueden encontrar en el pensamiento de
Derrida que pueden contribuir con la teoría política. Estas son, primero la distinción
entre lo político en tanto la administración en contraposición con lo específicamente
político. Aquí Derrida retoma la noción schmitteana del concepto de lo político
intentando aislar lo propiamente político.
La conclusión es que política como administración –en tanto norma y casi fundiéndose
con el derecho- en cierto punto en vez de convertirse la concentración de lo puramente
político puede volverse su negación. En nuestra lectura de “La hostilidad absoluta” de
“Políticas de la amistad” vimos como lo político está relacionado con una decisión
categórica que es distinguir el amigo del enemigo. Esta distinción no está ligada con
algún ámbito particular sino que más bien todo ámbito estaría contaminado de la
necesidad de realizar esta distinción entre el amigo y el enemigo. El elemento polémico
que pone en acción este reconocimiento. La polémica en tanto genera el acto de la
decisión que traza la línea divisoria entre uno y otro. El aporte a esta lectura schmitteana
es la visión freudiana desde la perspectiva de la pulsional. Esto sirve para reforzar el

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argumento de la transcendentalidad de lo político. Lo político ya no sería tanto una
actividad humana canalizada en un ámbito específico sino una fuerza pulsional, ajena –
en algún aspecto- a la racionalidad anclado en un fundamente inconsciente. Esto
desplaza lo noción de política como cálculo racional –posición muy habitual en el
pensamiento político contemporáneo- hacia el espectro de lo emocional. Maquiavelo ya
reconocía esta característica bifronte de la política que es racional y a la vez emocional.
En este sentido el pensamiento político con la influencia de Hobbes migra de lo fortuito
a un cálculo que como si anticipara el orden celeste newtoniano para la sociedad
moderna. Aquí encontramos un aporte del pensamiento derrideano para la reflexión
política.
La segunda cuestión que desarrollamos fue el de la relación entre la literatura y la
democracia. Aquí Derrida presenta una interesante puerta de entrada a pensar lo
político, específicamente en la democracia desde un enfoque nuevo y totalmente
desconocido para las disciplinas politológicas.
La invención de la literatura, un hecho público que da acceso ya no a lo privado sino a
algo íntimo, que es lo que se puede decir. Esto, esa cuestión íntima que se puede decir
adquiere carácter público volviéndose un fundamento de la democracia. Además de la
noticia sobre esta conexión sirve para darnos indicios de donde podremos encontrar un
contenido que solvente nuestras actuales democracias: la literatura.
La tercera distinción entre la política y el pensamiento político, aunque reconocemos
que la deconstrucción no ha logrado una articulación política en el espacio estricto del
Estado, ha logrado cierta articulación contrahegemónica en algunos ámbitos
académicos, que volviendo al sacarsmo inicial, aunque no estén buscando tomando el
poder lo están haciendo en los departamentos de literatura. Este sarcasmo convertido en
cinismo es la afirmación de que esto está efectivamente sucediendo. Esto es: se está
llevando a cabo una articulación de ese elemento polémico que nos hace optar entre
nuestros amigos y los enemigos en el ámbito académico. Esta sería la consecuencia
política pragmática más contundente.
Por el lado del pensamiento político, creemos que en este ámbito, el de la reflexión, es
donde la deconstrucción ha encontrado un campo fértil.
En lo que respecto a este ámbito de la reflexión que nos propone la deconstrucción
señalamos algunos aspectos sobre la teoría de la escritura que sostiene esta teoría. La
teoría de la escritura –o gramatología- no sería una ciencia más sino una ciencia sobre

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las ciencias. Muy brevemente señalamos cuestiones de esta inabarcable discusión sobre
el estatuto ontológico de las ciencias humanas.
Además de que esta teoría de la escritura nos brinda un nuevo punto de vista para
reflexionar en términos amplios nos permite dar cuenta –desde su centralidad-
cuestiones sobre la ley y lo político. Aunque la gramatología ocuparía este espacio de lo
político como atributivo (como mencionamos más arriba), como sugerimos, si se
rescataran algunas lecturas de Rousseau realizadas por Derrida sin duda podríamos
descubrir algo novedoso para el pensamiento politológico.
Como reflexión final reconocemos que la deconstrucción es una teoría que surgió de las
disciplinas más relacionadas con la literatura dentro del pensamiento humano. El
pensamiento politológico ha desarrollado una tradición que puede tener poco contacto
referencial con el tramado que constituye la lingüística y la literatura.
Aún así la deconstrucción tiene mucho que ofrecer para el pensamiento político. Si esto
resulta controversial para alguien, en definitiva, afirmaría ese carácter polémico y por
tanto político. Esta es la política de la deconstrucción.

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Derrida J. (1989) “La estructura, el signo y el juego en el discurso de la ciencias humanas“
en “La escritura y la diferencia” Barcelona. Anthropos.

Derrida J. (1998) “De la hostilidad absoluta “en “Políticas de la amistad” Valladolid.


Trotta.

Derrida J. (1998B) “Márgenes de la filosofía “ Barcelona. Cátedra.

Derrida J. (2000) [1971] “De la gramatología “ Bs. As. SXXI

Derrida J. (2001) “La deconstrucción en las fronteras de la filosofía “ Barcelona. Paidós.

Derrida J. (2005) “Notas sobre deconstrucción y pragmatismo“en Mouffe (comp.)


“Deconstrucción y Pragmatismo” Bs. As. Paidós

Freud S. (2000)“El malestar en la cultura y otros ensayos” Madrid, Alianza.

Laclau E. (2005) “La razón populista”, Buenos Aires, FCE

Laclau E. (2005) “Deconstrucción, pragmatismo y hegemonia“ en Mouffe (comp.)


“Deconstrucción y Pragmatismo” Bs. As. Paidós

Laclau E. & Mouffe Ch. (2004) “Hegemonía y Estrategia Socialista”, Buenos Aires, S XXI

Laclau E. (2002) “Misticismo, Retórica y Política”, Buenos Aires, FCE

Laclau E. (2000) “Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo”, Buenos Aires,
S XXI

Rorty R. (2005) “Deconstrucción y pragmatismo“ en Mouffe (comp.) “Deconstrucción y


Pragmatismo” Bs. As. Paidós

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