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ANÁLISIS DE 3 VIAJES CIENTÍFICOS:

LA EXPEDICIÓN BOTÁNICA
SEMANARIO DE LA NUEVA GRANADA
DIARIOS DE ALEXANDER VON HUMBOLDT

CIENTÍFICOS Y VIAJEROS DEL S. XIX

ALEJANDRO CASTILLO
ESTUDIANTE

CARLOS SICARD
DOCENTE

FACULTAD DE HUMANIDADES
UNIVERSIDAD DEL CAUCA
POPAYÁN, 2005
En este trabajo, me propongo analizar brevemente las características fundamentales de
los tres autores de los trabajos científicos expuestos (Mutis, Caldas y Humboldt),
intentando como objetivo principal, describir su estilo y su contenido desde una
perspectiva individual. Podemos partir del obvio supuesto de que la construcción
discursiva del viaje de dichos “científicos” plantea una radical ruptura dual, en un primer
nivel con las convencionalidades descriptivas entonces imperantes, y en otro, como
consecuencia del primero, un giro paradigmático que abre las puertas a la racionalidad
típicamente moderna, dando así un elemento importante del conflicto1.
Antes de entrar en materia, considero necesario hacer una contextualización general.
Recordemos cómo hasta bien entrado el Siglo XVIII, las descripciones que se habían
hecho del espacio geográfico neogranadino no habían dejado de ser simples
especulaciones basadas más en una curiosidad y una superficialidad descriptiva, que en
un verdadero afán de conocimiento y desentrañamiento de los secretos que albergaba la
exhuberancia de aquel todavía inexplorado lugar, secretos que permanecían vedados por
lo menos, para aquellos hombres que habían permanecido del lado colonizado de la
frontera. Muy bien han afirmado los estudios históricos más recientes la insularidad de
los sistemas regionales, que concatenada a la precariedad de la infraestructura urbana y
de transportes, mantendría el espacio neogranadino relativamente intacto durante siglos:
el límite de influencia real de los baluartes coloniales había sido siempre de muy corto
rango, esto debido tanto a la falta de medios técnicos y humanos que ensancharan dicha
frontera, como al desinterés de una élite lo suficientemente bien acomodada como para
tener que preocuparse por lo que se consideraba como “espacios vacíos”, así en realidad
no lo estuvieran; sin embargo, sí eran vacíos en la medida en que la actividad social de la
auto-denominada “civilización”, no ejercía un dominio fáctico sobre dichas áreas, que
por antonomasia podríamos caracterizar como pasivas.
Es justamente este desconocimiento el que va a ser criticado por la “modernización”
política borbónica, y posteriormente por el surgimiento de un proyecto nacional, ambos
convencidos de que la única forma de remediar tal inconveniencia, era contratando
personas capacitadas para explorar y describir con pretensión objetiva, lo hasta ese
entonces desconocido2. Este era un primer inconveniente, pues recordemos que, tal como

1
Me refiero al conflicto que brillantemente ha develado François Xavier Guerra en su texto Modernidad e
Independencias, entre la tradición y la modernidad, presente de manera constante durante todo el “largo
Siglo XIX”.
2
En este caso, las tempranas expediciones lideradas por el francés Charles de La Condamine, (1735-1744)
son solamente la excepción que confirma la regla, ya que sus pretensión no era el desentrañamiento de los
secretos naturales americanos, sino, determinar con exactitud la forma de la tierra, debate que para ese
se había ideado en la edad media, nuestro virreinato continuaba utilizando los métodos
educativos escolásticos, impartiendo una formación aun muy sesgada por el filtro del
culto católico: muy pocos neogranadinos tuvieron el privilegio de estudiar el doctorado
en medicina (que en aquel entonces comprendía tanto el estudio del cuerpo humano,
como de la naturaleza), y todavía más pocos presenciaron activamente el nacimiento del
discurso científico basado en la experimentación y el cuestionamiento razonado y crítico
del mundo natural, por lo que se vieron impelidos a recurrir a estudiosos europeos, para
dar inicio a semejante tarea tan titánica. La Expedición Botánica fue el inicio de la
misma; agenciada por el español José Celestino Mutis, (hombre de “ciencia”, con unas
relativamente amplias competencias en la categorización del mundo natural) estaba
destinada fundamentalmente a la descripción científica minuciosa de los más conspicuos
representantes de la exuberante fauna y flora (más la segunda que la primera) dentro del
territorio neogranadino. La ardua labor, comenzó en 1783, tras muchas dificultades
ocasionadas por complicaciones burocráticas. Los testimonios que ésta dejó a la
posteridad comprenden unos diarios de viaje, y unas ilustraciones de las plantas
observadas, trabajadas por los artistas mas reputados del momento. Varios criollos
tuvieron la posibilidad de participar en esta experiencia como subalternos: Antonio Zea,
Francisco José de Caldas, Jorge Tadeo Lozano, Jose María Carbonell y Miguel de Pombo
son algunos de los colaboradores (relativamente letrados), casi todos fusilados en la
coyuntura de “reconquista” española bajo las órdenes de Pablo Morillo. Si bien Mutis
murió en 1808 dejando inconclusa su labor, también dejó una marca indeleble en la
voluntad y el ánimo científico de las nacientes academias neogranadinas, que de una u
otra forma contribuyeron posteriormente en el proceso de auto-descubrimiento, ya no
solamente desde la perspectiva meramente botánica. Ahora bien, valdría la pena resaltar
algunas características del primer diario de la Expedición, el de La Mesa. Primero que
todo, es evidente el afán científico que la caracteriza, pues además de respetar
firmemente los parámetros del objeto de estudio, (se centra específicamente en la
descripción natural) su exhaustiva minuciosidad descriptiva utiliza un lenguaje
típicamente biológico (heredado probablemente de la taxonomía de su contemporáneo
Linneo); ésta particular característica, lo hace una lectura tan inasequible como pesada,
no obstante su irrefutable validez como proyecto científico. Por esta razón considero
erróneo atribuir a este escrito el carácter de temprano pionero del sentimiento patriótico
nacional, tal como lo ha hecho William Ospina (América Mestiza, ¿Dónde está la franja

entonces estaba todavía en boga.


amarilla?) evidentemente más como una apologética de los supuestos íconos históricos
que como una lectura objetiva de este trabajo que no deja de ser una simple descripción
científica.
Para esclarecer mis argumentos, creo pertinente citar un párrafo elegido
intencionadamente al azar, de dicho diario:
“En el mismo monte se vio la Justicia de encarnado muy subido. Unas Ginandras
de hojas plegadas con sus flores blancas abiertas. El Angelito, o Lytrum de dos
pétalos. El Chite, el Tomatillo de monte, los Berros en Pantanogolozo y más
abajo el primer árbol de Quina.[…]En Laguneta hay el Chocho o Erithrina. El
Thlaspi. Cerca, en un paso de lajas como escalones, a un lado del desecho reparé
un Capafraile chico […]. Allí inmediato hallamos una Cleome de pétalos
encarnados y hojas dispuestas sobre un pezón largísimo, como la palma de la
mano; la Salvia flor azul de Santafe y en abundancia hasta llegar a la mesa las
siguientes: Triunphetta, Ayennia, Commelina, el Edisaro, El Adorote, la
Escutelaria de hojas grandes […] el Evolvulus o Cuartillita, de flor blanca, la
Sida, el Asclepios, la Urena y muchas más en el monte, La Cassia de árbol. Un
Convólvulo de flor purpúrea, la Banisteria, la Echites, Las Columneas, erecta y
cernua, el Cafecillo o coralito”3
Y así sucesivamente.
Volviendo de nuevo al punto del que partimos, es prudente también recordar que el
acicate primordial de múltiples consideraciones “científicas” elaboradas por los propios
criollos, fue uno de los principales elementos de la mentalidad occidental (el lucro), y
más particularmente una de sus variables (el progreso). Era partiendo de un compromiso
(nada deleznable) con su imaginario desarrollista inculcado y arraigado tradicionalmente,
que los tempranos estudiosos de la naturaleza originarios de estos territorios emprendían
respetables empresas de pretensiones relativamente científicas en varias regiones del país.
Esta premisa se muestra claramente en un párrafo del Semanario de la Nueva Granada
(fundado por Francisco José de Caldas):
“El mismo método que siguen las naciones sabias para ser felices y gozar de
inmensas riquezas, deben adoptar proporcionalmente las provincias de este reino
que pretendan engrandecerse.”4

3
Primer diario de la Expedición Botánica, editado por Eloy Valenzuela, página 113.
4
Semanario de la Nueva Granada, Lasserre editor, París, 1849, página 212.
Es partiendo de este ideal de prosperidad que Caldas hace su descripción de la región de
Antioquia cuyas principales características esbozaré a continuación. En primera instancia,
el autor hace hincapié en la falta de estudios geo-topográficos en todo el territorio
neogranadino y cómo este aspecto es el principal óbice del desarrollo nacional.
Después de hacer esta anotación, procede a redactar su informe sobre Antioquia, escrito
en que intenta hacer, tanto un recuento histórico como un análisis sociológico y
paralelamente, una descripción “científica” de los aspectos geográficos, topográficos,
zoológicos, biológicos, demográficos, etc. Podríamos concluir entonces que dicho
ensayo, además de tener un estilo sincrético entre el cientificismo y el romanticismo,
asume una posición totalitarista. De los mencionados, podríamos decir que el histórico,
posee un nivel muy dudoso de veracidad, ya que basa sus afirmaciones sobre los
supuestos tradicionales construidos por los cronistas, observadores de mirada subjetiva,
que el autor denomina los “historiadores de aquellos tiempos”. Además, su mirada sobre
las comunidades indígenas se articula a las convencionalidades racistas imperantes en
aquella época, bastante criticables por cierto. El aspecto sociológico, está también
sesgado por toda una serie de juicios valorativos enraizados tanto en la moral católica
como en el discurso del progreso, por lo que queda invalidada la presunción científica en
estos dos campos, por lo menos en lo que actualmente entendemos como científico,
aunque muy probablemente el autor de dichas consideraciones las halla entendido dentro
de los parámetros de la ciencia. En los demás aspectos, es evidente que el autor había
sido formado relativamente bien en estas disciplinas, razón por la cual, establece
consideraciones pertinentes y acertadas basadas en cálculos de posiciones astronómicas,
alturas, temperaturas, especificidades climáticas, particularidades topográficas, densidad
demográfica, etc. Esto no implico necesariamente abandonar del todo las afirmaciones
ambiguas y las mediaciones afectivas; por ejemplo, describiendo una de las áreas de zona
tórrida dice que:
“Sobre todo en las tierras frías no reina más que una soledad profunda: apenas
de cuando en cuando, de entre las hojas melancólicas de los robles se oye el
triste canto de algún pájaro, el cual unido al silencio de las selvas, introduce en
el corazón el recogimiento y una dulce melancolía”5

Podemos ahora tratar brevemente las particularidades de los diarios de Alexander Von
Humboldt. Este barón berlinés fue un individuo formado admirablemente en casi todos
5
Semanario de la Nueva Granada, Lasserre editor, París, 1849, página 204.
los campos vanguardistas de la ciencia natural de su época: meteorología, mineralogía,
anatomía, geofísica, botánica, zoología, etc. Contribuyendo acertadamente como
representante sobresaliente en estos campos, inició su serie de viajes por Latinoamérica
en las postrimerías del Siglo XVIII, realizando una obra de extensión incalculable a lo
largo del XIX comprendida de los Diarios de viaje, el Viaje a las regiones equinocciales
del nuevo continente, el Ensayo sobre el Reino de la Nueva España, y su obra maestra,
Cosmos. Para este análisis, soy receptáculo de solamente un fragmento del diario de viaje
por Colombia que intentaré caracterizar de forma general.
Podemos afirmar que aquel alemán era un científico sin comillas; si bien en sus diarios
expone de manera coloquial y cotidiana los sucesos más elementales del viaje, es
evidente el afán experimentalista y la minuciosidad descriptiva donde pone en juego sus
competencias en casi todos los campos. Así las cosas, podríamos llegar a comparar hasta
cierto punto este trabajo con el del colombiano por su carácter totalitario, sin embargo, la
amplia formación del berlinés le otorga una mayor fluidez en la escritura y un mayor
rango científico de influencia; el otro divorcio lo encontramos en la perspectiva mucho
más objetiva y analítica del barón frente a los fenómenos sociales que se le presentan, una
actitud crítica que se debe probablemente a la observación desde la alteridad, y a su mejor
formación académica. Prueba de esto es su explícita reticencia a la destrucción de los
nativos denominados Panches, y a la sub-utilización de la mano de obra negra e indígena
en labores degradantes y desgastantes. Una de las preocupaciones principales de
Humboldt en su diario, es la exacta medición de las formas, la composición mineralógica
y sobretodo la altura de las montañas más exuberantes (pasión que lo llevará en el futuro
hasta la cima del Chimborazo). Otros aspectos secundarios en la descripción natural son
el clima, la tierra, las plantas, la topografía, los vientos, y los fenómenos astronómicos.
También es prudente mencionar que nuestro autor hace una lectura interesante de la vida
cotidiana de los lugares que visita contando anécdotas, chismes, líos políticos y
tendencias económicas, por lo que resulta un texto supremamente fértil para los
historiadores por su dualidad científica y coloquial.
Para concluir, quiero hacer una salvedad: todos los viajes científicos financiados
legalmente desde el Siglo XVIII, entre otros fines, el principal siempre fue buscar dentro
de la exhuberancia del territorio Americano, algún recurso para saquear y articular a la
economía de mercado, ya fuera a través del imperio, o de la nación.

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