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Introducción
Entre las herramientas más importantes que tiene una familia o un cristiano
para buscar a Dios y permitir que él nos hable, es la Sagrada Escritura.
Fue gracias a un herrero alemán, Johannes Gutenberg (1398 – 1468), que fue
posible la impresión de miles de copias de la Biblia. Y en segundo lugar, la
Reforma Protestante, propició la necesidad de traducir la Palabra de Dios al
idioma nativo de cada fiel. La Biblia Casiodoro de la Reina (1569) fue la primera
Biblia en castellano completa (antes hubo otras traducciones parciales).
Todos estos datos parecen lejanos, pero son prueba que ha faltado por mucho
tiempo una cultura religiosa de familiaridad con la Palabra de Dios. Viendo esta
como algo lejana e incomprensible.
Actualmente, todavía hay ciertas barreras que necesitan ser superadas. Sigue
siendo válido un problema de comprensión de lo que dice la Biblia, pues parece
que su mensaje no es claro siempre. En segundo lugar, hay un problema de la
finalidad con que se lee la Biblia. Unos se acercan a ella en busca de
conocimiento, parecido a una enciclopedia, olvidando que lo más importante
sigue siendo el “vivir la Palabra”. Un tercer aspecto, es que se ha olvidado
también, su dimensión sacramental, es decir, una manifestación de la gracia
de Dios, de su Espíritu. Esa dimensión donde la Palabra de Dios es capaz de
transformar nuestras vidas.
Sin embargo, también se desarrolló toda una corriente espiritual desde los
comienzos del cristianismo, presente en los Santos Padres de la Iglesia, que
“vivían” su relación con la Palabra de Dios de una forma más edificante. Esta
corriente se siguió cultivando en los monasterios y recibió el nombre de “lectio
divina”. Se trata de una lectura orante de la Biblia, con la intención de
encontrarse con Dios y dejar que él nos transforme. Esto es lo que aquí se
desarrollará.
Pero antes de hacer una descripción de los pasos para realizar la lectio divina,
es necesario aclarar unos supuestos que todos debemos conocer.
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La Biblia es para Todos
Lo primero a tener en cuenta es que la Biblia antes de ser Palabra de Dios para
nosotros fue Palabra de Dios para sus primeros oyentes. Los primero oyentes
fueron aquellos fieles que vivieron en la época en que se escribieron los 46
libros del Antiguo Testamento y los 27 del Nuevo Testamento.
En primer lugar se trata de judíos, cuya lengua materna es el hebreo, por eso
este es el idioma original de la mayoría de los escritos del AT. El segundo
idioma más importante de la Biblia es el griego, lengua que hablaba la
mayoría de los primeros cristianos fuera de Israel.
Así que en principio, para ellos que eran personas de varias clases sociales,
pero en su mayoría pobres y sin educación, la Biblia no presentaba ningún
problema serio de comprensión. Entendían perfectamente el mensaje
expresado en su propio idioma. Y además dado a conocer por medio de
cantos, ejemplos, y símbolos que eran tomados de la vida cotidiana.
Como ejemplo se puede tomar a Ezequiel quien toma dos varas en las manos.
En una pone el nombre de Judá y en el otro el nombre de José. Luego las junta
para formar una sola vara. Ante este acontecimiento sus paisanos le preguntan
qué quiere decir con lo que hace y él responde que Dios desea unir los dos
reinos en uno sólo (Ez 37,16-19). Su acción busca más comunicar que
confundir.
Claro que para nosotros, personas del siglo XXI, hay cosas que no nos quedan
tan claras en la Biblia y más bien son oscuras. Nos topamos con esta dificultad
cuando se hace evidente los problemas de traducción de un idioma a otro
(hebreo-español o griego-español) y las diferencias culturales entre nosotros y
las personas que vivieron hace miles de siglos. Aunque esto es una realidad
innegable, también se debe recordar que la intención principal del Dios es de
comunicarse con nosotros de forma entendible, con sentido, y no de manera
confusa o que nos conduzca al error.
Por eso, la Biblia está dirigida para nosotros para que la entendamos y no para
que nos apartemos de ella por no entenderla.
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Cuál Biblia es la mejor
Luego de establecer que Dios desea comunicarse con nosotros de una forma
clara, surge inmediatamente la duda de cuál traducción de la Biblia es la
mejor. Es decir, cuál nos puede ser de mayor provecho.
La mejor regla para resolver el asunto de cual Biblia es mejor para nosotros,
está en la finalidad con que la usaremos. ¿Para qué quiero la Biblia? Es la
pregunta que debemos hacernos. Si la queremos para hacer estudios bíblicos
pues es mejor una que tenga bastante anotaciones y referencias, como la
Biblia de Estudio de SBU o la Biblia de América. Pero si la queremos para leer y
orar con ella es mejor una traducción con la que se sienta uno cómodo. En
este sentido recomiendo la traducción al lenguaje actual (TLA) de Sociedades
Bíblicas Unidas o la Biblia Latinoamericana.
En conclusión, ninguna es mejor que otra. Todo está en la finalidad con que
voy a acercarme a la Palabra de Dios.
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La Biblia como una realidad sagrada
Hasta cierto punto hemos perdido ese sentido divino o sagrado que tiene la
Biblia. Esa actitud de respeto hacia ella, porque contiene la Palabra de Dios y
porque es una mediación para acercarnos a Dios. Muchos tienen la Biblia
arrinconada en algún lugar de la casa o hecha pedazos. Y prácticamente nadie
se prepara previamente de alguna manera para leer la Palabra de Dios.
Sin embargo, para mejor expresar cuál debería ser nuestra actitud hacia la
Biblia, quiero poner como ejemplo al pueblo judío.
Cuando los judíos en el año 70 d.C. perdieron el Templo de Jerusalén por ser
quemado durante la rebelión contra los romanos, prácticamente se quedaron
sin la referencia más importante de su fe. El Templo representaba el lugar del
encuentro privilegiado con Dios, era el lugar de la “presencia de Dios”. Fue así
como los fariseos, el grupo religioso más influyente en ese momento, promovió
el estudio de la Torá como reemplazo al templo y medio principal para
encontrar la presencia divina (Armstrong 2008:85). Así que ahora en vez de
construir la vida espiritual alrededor del culto del templo, los fariseos invitaban
a construir una nueva espiritualidad familiar alrededor del estudio de la Torá.
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La Biblia: testimonio de la Palabra de Dios
En primer lugar, Jesús es la Palabra de Dios. Con Él Dios Padre lo ha dicho todo
y nos ha revelado su voluntad. El es comunicador por excelencia de Dios. Al no
estar él presente físicamente, podemos encontrar otras mediaciones por las
cuales Dios se nos comunica. A lo largo de los siglos, se ha dicho que es
posible encontrar a Dios en:
Estos ejemplos son para que se entienda que Dios habla con nosotros en
muchos momentos, en diversas circunstancias a lo largo de nuestra vida.
Puede hablarnos tanto a ver a un pobre, como al admirar la belleza de un
ocaso, o al leer el periódico. Unas veces requerirá más esfuerzo de parte
nuestra en tratar de comprender con nuestra inteligencia y voluntad lo que
Dios quiere decirnos. En otros momentos, todo parecerá más claro y sencillo.
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¿Por qué la Palabra de Dios es viva?
“… porque la letra mata, mientras que el Espíritu da vida”. (2 Cor 3:6) Estas
palabras dice Pablo a los Corintios respecto a la obra que Dios está realizando
en ellos por medio del Evangelio de Cristo. Además les dice:
Así queda claro que el Evangelio de Jesús es una acción del Espíritu en el
corazón de cada creyente. Esto significa que la Palabra de Dios toca el
corazón de cada quien y lo transforma.
Sin embargo, muchísimas veces no somos conscientes del poder que tiene la
Palabra de Dios al leer la Biblia. Generalmente, se vuelve como letra de tinta.
Sin la capacidad de conmover o de traer novedad.
Pero más que pensar que la Palabra de Dios no es eficaz, el problema está en
nuestra falta de disposición para acoger la Palabra de Dios. San José de
Calasanz, santo educador de niños, resumía este principio tan importante así:
“La voz de Dios es una brisa suave y delicada quien no está atento no la
puede oír y quizá en ella ha puesto Dios su salvación y ¡ay de aquel
que la pierde y no aprovecha la ocasión”
Giner,Severino. San José de Calasanz. Maestro y fundador. BAC. 1992.p.168
Por tanto, aprender la “lectio divina” es aprender a estar atento a esa voz de
Dios que es voz de Espíritu que “toca” nuestro corazón. Esta acción es la que
lleva la gracia de Dios para transformarnos.
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Antes de comenzar la lectio divina
Esta parte es para dar algunos consejos prácticos que pueden ser útiles para la
tarea que se quiere emprender.
Este primer consejo nos dice que Dios nos lleva por muchos caminos en esto
de la oración, y por tanto, la “lectio divina” es un camino que puede ser de
gran provecho para muchos, pero no para todos.
Segundo consejo que da Santa Teresa sobre la oración que nos puede ayudar
es: “lo que más os mueva amar eso haced”. Esto quiere decir que en la
oración podemos utilizar cualquier medio que nos mueva más a amar a Dios.
Se puede usar una candela, tener un crucifijo, la Biblia, una imagen. Lo que se
debe procurar con todos estos medios es despertar nuestro amor.
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la Bilbia también son un buen punto para comenzar. Otro aspecto es que se
debe preferir un texto corto a uno demasiado largo y, es mejor, un texto que
entendamos a otro que nos resulte poco entendible. Los textos más difíciles es
mejor dejarlos para momentos en que la “lectio” se hace con otras personas.
El octavo consejo es tener presente que hay momentos en que Dios nos ayuda
a entender un texto y hay otros momentos es que debemos esforzarnos más
con nuestra inteligencia. Lo mismo se puede decir sobre la oración, o la puesta
en práctica de algo que nos hemos propuesto. Esto significa en que la oración
es una gracia de Dios. Aunque él nos facilita las cosas, también nos educa para
que utilicemos nuestra inteligencia y usemos libremente nuestra voluntad para
buscarlo.
El noveno consejo es uno de los más importantes: la Biblia debe ser leída con
el mismo espíritu que la inspiró. Este principio significa que siempre se debe
buscar y preferir aquél sentido de un pasaje bíblico que sea “bondadoso”, que
sus efectos sean los dones del Espíritu Santo. Si un pasaje causa confusión o
duda, no debe tomarse como el sentido que Dios quiere para nosotros.
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LOS PASOS DE LA LECTIO
Lectura
Hay que tener presente que unas veces nos resulta fácil sentir que la Palabra
de Dios “nos habla” y otras veces requiere más de nuestro esfuerzo personal
para entender el mensaje. Ambas cosas son queridas por Dios.
Cuando la lectura se nos hace fácil y sentimos que Dios “nos habla” es una
acción de la gracia de Dios que nos facilita las cosas. En este caso nos
resultará muy fácil el siguiente paso de la lectio divina. Sin embargo, cuando
no se da esta ayuda, tendremos que usar nuestra inteligencia para encontrar
un sentido del texto que nos sea significativo.
La pregunta clave
en la lectura es:
¿Qué dice el
texto?
En este primer paso, es importantísimo respetar lo que el autor del libro quiso
comunicarnos. Por eso, antes de interpretar el texto de una manera simbólica,
se debe preferir una lectura literal de lo que dice. Si se respeta este principio
evitaremos “decir” a la Palabra de Dios cosas que nunca quiso decir.
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Es recomendable leer el texto varias veces, hasta mejor entenderlo. Otro
sugerencia es leerlo despacio y con nuestra imaginación ir recreando en
nuestra mente lo que se va leyendo.
Hay una anécdota que nos contó un día un hermano
religioso argentino, Ricardo Grzona, sobre cómo fue que
él entendió esto de repetir la lectura. Nos decía que un
día que estaba en casa de sus padres, estaba revisando
y botando las cosas que había en un armario. Fue así
como se encontró con la caja que contenía todas las
cartas que sus padres se habían escrito mientras eran
novios durante un año, ya que uno estaba en otra
ciudad. Todas estas cartas estaban enumeradas y
ordenadas. Mientras él pensaba en botarlas, se acercó su
madre y le hizo gesto de dejarlas. Él se justificó diciendo
que eso fue hace muchísimos años y que ya tienen
tantos de matrimonio. Ella le dijo que gracias a estas
cartas habían llegado tan lejos en el matrimonio, ya que
cuando necesita, buscaba una de las cartas las leía….con
las dos manos las ponía en su corazón… suspiraba y ….
recordaba. Fue así como entendió el hermano Ricardo
que significaba leer la Biblia varias veces: Leo…con las
dos manos lo pongo en mi corazón… inhalo.. y recuerdo.
Recordar es un asunto del corazón, no de la cabeza.
Cuando buscamos sentido con nuestro esfuerzo debemos tener presente
siempre esta regla, ya anteriormente mencionada:
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Así que una interpretación más provechosa es la que nos da alegría, paz, nos
acrecienta la paciencia, nos invita a la humildad y a la amabilidad.
d) Hacer una pausa y pensar cuál es la idea principal del texto es muy
importante. Es mejor si la idea principal se logra ubicar en el mismo
texto. Si encontramos la idea principal sentiremos que nos ilumina todo
el pasaje.
La Palabra de Dios
trae LUZ Y
FUERZA
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“ama a tu enemigo” y nosotros sentimos que nos aclara una situación de
conflicto familiar dándonos luz de cómo actuar, también sentiremos que
nos da la fuerza necesaria para realizar lo que la Palabra nos pide.
Así que cuando hemos identificado las palabras que Dios nos ha
comunicado son su gracia, el siguiente paso será “sacar” toda la riqueza
que tienen. Es como sacar agua de un pozo. Es profundizar en el
entendimiento que nos dio y el sentir que nos despertó.
Para mejor dar a entender esto voy a poner como ejemplo el Salmo 1. Lo
primero que hice fue de acuerdo a los consejos de cómo interpretar
sacar las siguientes observaciones:
Luego de este breve esfuerzo por buscar un sentido del texto, sigue el
paso de permitir confrontar lo que se dice con nuestra propia vida.
Puedo hacerme preguntas como:
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Si hemos hecho bien la “meditatio” habremos descubierto un sentido
más profundo del texto, tendremos una conciencia más viva del pasaje
bíblico y una sensación de actualidad de su mensaje. Pero lo más
importante es que el texto bíblico ha dejado algo en nosotros.
Oración (Oratio)
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comprender mejor un texto, sino de disponernos a un ENCUENTRO con
ALGUIEN. Así que orar es ponerse en presencia de Él.
Así, pues, luego de haber realizado los primeros dos pasos tenemos “tema de
conversación” para dialogar con Dios. Este tema puede motivarnos a dar
gracias, a adorar, a pedir, a interceder o alabar. En pocas palabras, nos pide
DAR UNA RESPUESTA. Sin embargo, la primera respuesta que debemos dar es
el SILENCIO. Parece contradictorio, pero es el fundamento de todo.
Sin embargo, podemos también utilizar otras formas para expresar nuestra
respuesta a Dios:
Sobre cuál debe ser nuestra respuesta a la Palabra de Dios que hemos recibido
en los pasos anteriores de la Lectio Divina, no hay una receta única. Lo que se
puede recomendar es que nuestra respuesta debe ser apropiada al mensaje
recibido, de acuerdo a nuestra situación o a la voluntad de Dios para nuestra
vida.
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Ahora bien, toda Palabra de Dios tiene un propósito y una eficacia y esto nos
llevará al siguiente punto de la Lectio Divina.
Para aclarar más el sentido que debe tener toda oración, quiero poner de
ejemplo las enseñanzas de Santa Teresa de Jesús. Según ella en la oración
buscamos la comunión con Dios y esta comunión se busca al “contentar” a
Nuestro Señor, es decir, estar siempre dispuestos a agradarle. Y no hay cosa
que más le agrade que hacer su voluntad. ¿Y cuál es su voluntad? Teresa
responde: amarlo a Él y al prójimo. Pero además dice: como eso de que
amamos a Dios no se puede saber, es mejor que nos esforcemos por amar al
prójimo. No nos preocupemos que Dios mismo se encargará luego de
aumentar nuestro amor a Él de mil maneras (Moradas 5:3:8). Teresa pues nos
aparta de una oración egoísta y nos muestra el camino correcto: agradar a
Dios por medio del amor al prójimo.
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Retomando el mensaje del texto o la parte del mensaje bíblico que nos ha
tocado el corazón, nos preguntamos cuál es nuestro sentir y cuál es la
dirección hacia donde nos llevan. Se decía anteriormente que la Palabra de
Dios nos trae LUZ Y FUERZA y, aquí en esta etapa es donde notaremos la
dirección que tiene esa fuerza. Nuestra voluntad será movida hacia una
dirección.
No siempre es fácil entender el camino por donde nos quiere llevar Dios con su
Palabra y, sobre todo, cuando se trata de tomar una decisión difícil, podemos
dudar. También existe la posibilidad que hayamos “añadido” algo de nuestros
intereses a esa frase. Por eso recomiendo lo siguiente:
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