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COMUNISMO
Por Norberto Herrera
O sea que Marx y Engels reconocen que las condiciones habían “cambiado
mucho”; que el documento debía ser “retocado”. El “hoy” al que se refieren
es 1872 (hace más de un siglo), pero no lo pueden “modificar”. O sea que el
Manifiesto es algo infalible, inmutable, dogmático. Lo dialéctico no funciona
en el documento fundamental del comunismo, porque nadie, ni los propios
autores tienen derecho a modificar.
El asunto es de fondo. ¿Cuáles son las medidas revolucionarias enumeradas
al final del capítulo II? Nada menos que las que han sido llamadas El
Decálogo del Comunismo, que éste implementa una vez que toma el poder.
Trascribimos literalmente del Manifiesto, algunas de esas ‘medidas
revolucionarias’:
· Expropiación de la propiedad territorial y empleo de la renta para
los gastos del Estado.
· Fuerte impuesto progresivo
· Abolición del derecho de herencia.
· Confiscación de la propiedad de todos los emigrados y sediciosos.
· Centralización del crédito en manos del Estado por medio de un
Banco Nacional con capital del Estado y monopolio exclusivo.
· Centralización en manos del Estado de todos los medios de
transporte.
· Multiplicación de las empresas fabriles pertenecientes al Estado y
de los instrumentos de producción.
Vez tras vez estas medidas confiscatorias y totalitarias fracasan en los países
comunistas, empobreciendo cada vez más a sus pueblos. No obstante, los
ideólogos no rectifican su teoría “científica”, porque según ellos se basa en
principios inmutables. Algunos estudiosos del comunismo y amigos
personales de Lenin y Troski, como Max Eastman, desde su inicio
cuestionaron el alegado carácter científico de esa doctrina, que no
evoluciona al paso del tiempo: “A medida que la batalla entre el mundo
comunista y la civilización occidental se ha intensificado, se pone de
manifiesto el fondo de superstición que se agita en el pensamiento marxista,
y su carencia absoluta de base científica” [1]