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¿Sobrevivirán o no los libros académicos en Colombia? Todos los días, los editores de los organismos
públicos universitarios y no universitarios nos hacemos la misma pregunta. Este interrogante no está
ligado a un descalabro financiero, la ausencia de material publicable o la falta de papel: nuestras ediciones
suelen estar subvencionadas, los presupuestos no se han reducido y no parece que esta situación vaya a
cambiar. Nadie nos ha obligado a cambiar nuestro status, podemos seguir atendiendo nuestros objetivos
científicos. A diferencia de las editoriales privadas nuestras preocupaciones no parecen tampoco traducir
angustias relativas a nuestra supervivencia comercial en el caótico y frágil mundo editorial. No. Nuestra
existencia, en un sentido estricto, no depende de vender un 6% mas de libros este año, o de fabricar tres o
cuatro best sellers. Somos entidades académicas que como uno de sus objetivos se han trazado la meta de
difundir el conocimiento -en el caso de la entidad que represento, ligado a la antropología, arqueología y
la historia colonial1 . Puede sonar paradójico, pero nuestras utilidades no incrementan nuestra producción
editorial. Claro, siempre los funcionarios administrativos recibirán con beneplácito los ingresos que
produzcan los libros que realizamos, pero este dinero no alterará fundamentalmente los planes editoriales
del siguiente año.
A pesar de este cuadro -falsamente seguro- desde hace algunos meses tenemos la sensación de que las cosas
se complican. Nuestros problemas no parecen presentarse en las primeras fases del proceso editorial. En
otras palabras, los manuscritos susceptibles de ser publicados siguen llegando. Y mientras existan
universidades y centros de investigación no creemos que la producción de textos académicos disminuya.
No, en nuestra opinión los asuntos marchan mal en los procesos directos de comercialización. Primero, en
la distribución de libros, segundo, en la difusión de estos, y por último, en su venta directa al público.
* Politólogo de la Universidad de los Andes. Jefe de proyectos editoriales del Instituto Colombiano de Antropología e Historia
(ICANH).
1
El ICANH poco después de su reestructuración administrativa logró consolidar un catalogo editorial anual de una veintena de
libros, tres revistas especializadas y entre uno y dos productos de multimedia. Para una institución no universitaria es una cifra no
despreciable: casi cuarenta libros en dos años que se suman a mas de doscientos títulos del catalogo editorial precedente. Se
realizaron múltiples coediciones con instituciones publicas, privadas, e incluso con prestigiosas editoriales. En 2001 dos de nuestros
libros ganaron menciones en el concurso de la Cámara del Libro (El final del salvaje y Los años del cambio). Uno de ellos (El Final
del salvaje) logró insertarse en la bizarra lista de los libros más vendidos, y en 2002, un segundo libro (Ordenar para controlar) hizo
lo propio. En 2002 el ICANH gano el Premio Silvio Zabala con Remedios para el Imperio, mejor libro de historia colonial en
América Latina. Tenemos stand propio en la Feria del Libro y logramos consolidar una venta de bodega anual con una asistencia
masiva. Somos probablemente la institución estatal que más libros produce, fuera, por supuesto, de las universidades publicas.
empresas del sector hacen su mejor esfuerzo, pero, al ser escasas, acumulan una gran cantidad de títulos
que no pueden representarse adecuadamente. Una empresa de distribución de libros puede en Colombia,
sin quererlo, acumular hasta 7000 títulos de libros. Esto hace que sea imposible exigirle al distribuidor una
especialización de los títulos que representa.
Un segundo problema está en los márgenes de intermediación del distribuidor. Estos son altos (entre el 50
y el 55% del precio de venta) aunque probablemente estén justificados por la extrema dificultad en la
distribución editorial en Colombia, que se ve seriamente afectada por la crisis económica y el conflicto.
Desde el transporte hasta las carteras morosas de las librerías dificultan el desarrollo del sector.