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NOTAS SOBRE LAS DIFICULTADES

DE LAS EDITORIALES ACADÉMICAS EN COLOMBIA


Por Nicolás Morales Thomas*

¿Sobrevivirán o no los libros académicos en Colombia? Todos los días, los editores de los organismos
públicos universitarios y no universitarios nos hacemos la misma pregunta. Este interrogante no está
ligado a un descalabro financiero, la ausencia de material publicable o la falta de papel: nuestras ediciones
suelen estar subvencionadas, los presupuestos no se han reducido y no parece que esta situación vaya a
cambiar. Nadie nos ha obligado a cambiar nuestro status, podemos seguir atendiendo nuestros objetivos
científicos. A diferencia de las editoriales privadas nuestras preocupaciones no parecen tampoco traducir
angustias relativas a nuestra supervivencia comercial en el caótico y frágil mundo editorial. No. Nuestra
existencia, en un sentido estricto, no depende de vender un 6% mas de libros este año, o de fabricar tres o
cuatro best sellers. Somos entidades académicas que como uno de sus objetivos se han trazado la meta de
difundir el conocimiento -en el caso de la entidad que represento, ligado a la antropología, arqueología y
la historia colonial1 . Puede sonar paradójico, pero nuestras utilidades no incrementan nuestra producción
editorial. Claro, siempre los funcionarios administrativos recibirán con beneplácito los ingresos que
produzcan los libros que realizamos, pero este dinero no alterará fundamentalmente los planes editoriales
del siguiente año.
A pesar de este cuadro -falsamente seguro- desde hace algunos meses tenemos la sensación de que las cosas
se complican. Nuestros problemas no parecen presentarse en las primeras fases del proceso editorial. En
otras palabras, los manuscritos susceptibles de ser publicados siguen llegando. Y mientras existan
universidades y centros de investigación no creemos que la producción de textos académicos disminuya.
No, en nuestra opinión los asuntos marchan mal en los procesos directos de comercialización. Primero, en
la distribución de libros, segundo, en la difusión de estos, y por último, en su venta directa al público.

La distribución de libros y los problemas del monopolio


La distribución de libros académicos vive una extraña paradoja. Es uno de los sectores comerciales con
menor oferta de servicios. Son muy pocas las empresas de distribución de libros académicos en Colombia.
De tal suerte que muchas editoriales universitarias se ven abocadas a contratar con, probablemente, la
única empresa seria del sector. Sin competencia es difícil ser exigentes con la calidad de los servicios. Las

* Politólogo de la Universidad de los Andes. Jefe de proyectos editoriales del Instituto Colombiano de Antropología e Historia
(ICANH).
1
El ICANH poco después de su reestructuración administrativa logró consolidar un catalogo editorial anual de una veintena de
libros, tres revistas especializadas y entre uno y dos productos de multimedia. Para una institución no universitaria es una cifra no
despreciable: casi cuarenta libros en dos años que se suman a mas de doscientos títulos del catalogo editorial precedente. Se
realizaron múltiples coediciones con instituciones publicas, privadas, e incluso con prestigiosas editoriales. En 2001 dos de nuestros
libros ganaron menciones en el concurso de la Cámara del Libro (El final del salvaje y Los años del cambio). Uno de ellos (El Final
del salvaje) logró insertarse en la bizarra lista de los libros más vendidos, y en 2002, un segundo libro (Ordenar para controlar) hizo
lo propio. En 2002 el ICANH gano el Premio Silvio Zabala con Remedios para el Imperio, mejor libro de historia colonial en
América Latina. Tenemos stand propio en la Feria del Libro y logramos consolidar una venta de bodega anual con una asistencia
masiva. Somos probablemente la institución estatal que más libros produce, fuera, por supuesto, de las universidades publicas.
empresas del sector hacen su mejor esfuerzo, pero, al ser escasas, acumulan una gran cantidad de títulos
que no pueden representarse adecuadamente. Una empresa de distribución de libros puede en Colombia,
sin quererlo, acumular hasta 7000 títulos de libros. Esto hace que sea imposible exigirle al distribuidor una
especialización de los títulos que representa.
Un segundo problema está en los márgenes de intermediación del distribuidor. Estos son altos (entre el 50
y el 55% del precio de venta) aunque probablemente estén justificados por la extrema dificultad en la
distribución editorial en Colombia, que se ve seriamente afectada por la crisis económica y el conflicto.
Desde el transporte hasta las carteras morosas de las librerías dificultan el desarrollo del sector.

Las librerías universitarias ¿están desapareciendo?


Es cierto. Las librerías universitarias, punto final de la comercialización, están desapareciendo. Dado que
nuestro producto es especializado, nuestros libros nunca irán a los supermercados o papelerías de cadena.
En ese sentido, la librería especializada se constituía para nosotros en la base de las ventas. Sucede que la
librería universitaria está desapareciendo, por lo menos en una multitud de ciudades secundarias, e incluso
en algunas capitales de departamento. Las misceláneas de libros, más papelería que otra cosa, privilegian el
best seller o el libro de texto. El libro académico –especialmente el de Ciencias Sociales- en cambio, ha
sufrido una cierta marginalización. Sólo se exhibe en grandes librerías muy ligadas a grandes universidades
y que se cuentan con la punta de los dedos. Todas las semanas recibimos en el Instituto cientos de llamadas
de personas que regionalmente no tienen ni idea de cómo procurase nuestros libros. Y hablamos de ciudades
como Manizales, Valledupar o Cúcuta. Por otro lado, los problemas de personal en las librerías son
dramáticos. Atrás quedaron los tiempos del librero especializado. Adicionalmente, las grandes editoriales
cuentan con personal que visita recurrentemente las librerías, posicionando sus productos por encima de
aquellas que no están en capacidad de hacerlo. Nosotros no podemos ejercer ningún control efectivo sobre
la distribución y difusión de nuestros libros. El distribuidor dice hacer su mejor esfuerzo. Y debemos
creerle. Resultado: nuestros escenarios privilegiados son las ferias del libro, pero nuestra presencia está
exclusivamente condicionada a nuestro presupuesto. En Bogotá podemos garantizarla, pero por fuera…

Nuestros productos suelen interesar poco a los medios


La prensa raras veces dedica espacio a la literatura especializada académica. Las razones son múltiples.
Unas están ligadas a la crisis misma de los periódicos en Colombia. La pauta publicitaria durante la última
década presenció una notable reducción, lo que hizo que estos medios redefinieran sus espacios. En el
mercado bibliográfico sólo las grandes editoriales pautan. Esto hace que los espacios de noticias, reseñas y
entrevistas se asignen, muchas veces, a libros que cuentan con un respaldo publicitario. Las grandes editoriales
pueden hacer campañas de prensa. Tienen los recursos para invitar a un desayuno de trabajo con autores
y periodistas. Pueden financiar brochures y gastos de correo con información básica del autor, comentarios
de los críticos, etc. Por último, son capaces de organizar grandes lanzamientos y, gracias a sus oficinas de
prensa, hacen que dichos lanzamientos sean registrados en la prensa o en los medios radiales. Nosotros 2
debemos resignarnos a mandar los libros con la esperanza de que algunos de estos periodistas culturales se
interesen por nuestros temas. De ser así, puede que el periódico nos dedique un segmento escaso de su
espacio. Nunca, por supuesto, el suficiente. La prensa no es el único canal publicitario para las editoriales.
Para nosotros, desafortunadamente, sí. Muchas entidades, como la nuestra, tienen fuertes restricciones en
el gasto público. Es casi imposible que logremos armar paquetes con documentación publicitaria destinada

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a profesores universitarios. No hacemos afiches, ni volantes, ni entrenamos vendedores profesionales. Y la
televisión, por supuesto, en tanto se construye a partir del espectáculo, esto es, en una relación social
mediada por las imágenes (como es definida por Guy Debord), desecha los dominios que le son ajenos, en
tanto opacan la pirotecnia de sus retóricas, o en el mejor de los casos, porque estos no son rentables.
Es obvio que lo que está en el fondo del problema es la crisis económica que afecta al país. La cadena
comercial editor-distribuidor-librero no podía escapar a esta crisis. Es probable que nuestros públicos no
sean inmensos. Pero creemos que existen, y que no están cubiertos actualmente. Cómo llegar a ellos es,
hoy, el verdadero enigma. Lo que sí está claro es que nosotros –los editores universitarios- garantizamos lo
que los editores comerciales no pueden hacer. Las editoriales universitarias hacen que autores locales y
foráneos especializados sean conocidos por públicos que, de otro modo, no podrían acceder a ellos. Las
editoriales académicas toman riesgos, incluso al conservar su objetivo científico, editando libros teóricos
que no tendrían salida en los mercados comerciales. Por ultimo, las editoriales académicas intentan
desesperadamente contribuir a la recuperación y difusión del patrimonio cultural –en un sentido extenso
del término– subsidiando productos regionales de alta calidad.
Es probable que esta sensación de desamparo no sea más que eso: una sensación. Los indicadores de ventas
no han desmejorado dramáticamente, pero a veces las intuiciones pueden remplazar a los indicadores, más
cuando estos son inexistentes. Es cierto: no hacemos estudios de mercado. Tampoco tenemos estrategias
claras para conocer a nuestros compradores, ni existen estudios financieros relativos al sector. Y lo más
importante: creo que nos ha faltado mucha imaginación en nuestras estrategias comerciales. La tecnología
electrónica, por ejemplo, ha sido poco explorada con la idea de un mejor cubrimiento de nuestros productos
En general, diríamos que el Estado se ve incapaz de responder a una serie de interrogantes propios del
sector, y de reaccionar ante sus eventualidades. No existe una sola oficina publica donde se reflexione
sobre la problemática de la edición de libros en el ámbito nacional. Millones de pesos anuales en presupuestos
de publicación sin un horizonte reflexivo. Libros, en su gran porcentaje buenos, que por cuenta de la
ausencia de unas políticas y estrategias de distribución claras y eficaces, jamás ven la luz. Aunque haya
públicos ávidos de lectura y conocimiento. Principal paradoja del asunto: los lectores, creemos, están ahí.
El problema es, que de seguir todo esto como va, no sabemos si en el futuro podremos llegar a ellos.

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