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Derecho de Autor

El derecho de autor (del francés droit d'auteur) es un conjunto de normas y principios que
regulan los derechos morales y patrimoniales que la ley concede a los autores, por el solo
hecho de la creación de una obra literaria, artística, científica o didáctica, esté publicada o
inédita.
En el derecho anglosajón se utiliza la noción de copyright (traducido literalmente como
"derecho de copia") que -por lo general- comprende la parte patrimonial de los derechos
de autor (derechos patrimoniales).
Una obra pasa al dominio público cuando los derechos patrimoniales han expirado. Esto
sucede habitualmente trascurrido un plazo desde la muerte del autor (post mortem
auctoris). Por ejemplo, en el derecho Mexicano, 100 años desde la muerte del autor.
Dicha obra entonces puede ser utilizada en forma libre, respetando los derechos morales.
Símbolos
El símbolo ℗ (una letra "P" mayúscula ubicada dentro de un círculo) representa la reserva
de los "derechos de autor sobre una grabación sonido" (música) y es la abreviatura para
la palabra "fonógrafo" (phonograph en inglés) o registro fonográfico. Este símbolo hace
referencia más directamente a la obra musical en sí grabada en un determinado disco,
casete, CD, etc., de hecho, es muy común verlo impreso en las contraportadas de los
álbumes musicales.
Por otro lado, el símbolo © (una letra "C" mayúscula dentro de una circunferencia) hace
referencia más propiamente al derecho de autor (copyright) sobre obras intelectuales de
otra índole, como por ejemplo: libros, folletos, obras dramáticas, obras cinematográficas y
audiovisuales; dibujos, pinturas etc.
La diferencia entre el significado de un símbolo y otro es muy tenue.

Clases de derechos de autor


Dentro de la tradición jurídica del Derecho continental, Derecho internacional, y Derecho
mercantil, se suelen distinguir los siguientes tipos de derechos de autor:
• Derechos patrimoniales: son aquellos que permiten de manera exclusiva la
explotación de la obra hasta un plazo contado a partir de la muerte del último de
los autores, posteriormente pasan a formar parte del dominio público pudiendo
cualquier persona explotar la obra.
• Derechos morales: son aquellos ligados al autor de manera permanente y son
irrenunciables e imprescriptibles.
• Derechos conexos: son aquellos que protegen a personas distintas al autor, como
pueden ser los artistas, intérpretes, traductores, editores, productores, etc.
• Derechos de reproducción : es un fundamento legal que permite al autor de la obra
impedir a terceros efectuar copias o reproducciones de sus obras.
• Derecho de comunicación pública: derecho en virtud del cual el autor o cualquier
otro titular de los derechos puede autorizar una representación o ejecución viva o
en directo de su obra, como la representación de una pieza teatral o la ejecución
de una sinfonía por una orquesta en una sala de concierto. Cuando los
fonogramas se difunden por medio de un equipo amplificador en un lugar público,
como una discoteca, un avión o un centro comercial, también están sujetos a este
derecho.
• Derechos de traducción: para reproducir y publicar una obra traducida se debe
solicitar un permiso del titular de la obra en el idioma original.
México

Según la Ley Federal del Derecho de Autor[] , los derechos patrimoniales de autor están
vigentes durante toda la vida del autor más 100 años tras el final del año de la muerte del
autor más joven o de la fecha de publicación en caso de los gobiernos federal, estatal o
municipal. Existen dos excepciones a esta regla:

• 1.- Las obras que ingresaron al dominio público antes del 23 de julio de 2003

• 2.- Las obras que por su naturaleza, están protegidas por una reserva de
derechos.

En general, esto significa obras creadas por alguien fallecido antes del 23 de julio de 1928
(75 años antes).

La legislación mexicana reconoce y protege tres tipos de derechos: derechos


patrimoniales, derechos morales y derechos conexos.

Prerrogativas del Derecho de Autor

Los autores que se ubican en el campo del derecho de autor, son los creadores de obras
artísticas, literarias y científicas, así como de programas de cómputo u otras creaciones
similares. Para diseñar un derecho de autor como un conjunto de prerrogativas
establecidas en favor de los creadores, en México se implantó la Ley Federal del Derecho
de Autor (LFDA), porque era necesario proteger el “producto del intelecto humano como
un derecho que se adquiere”.

Así, el conjunto de atribuciones que son reconocidas por la LFDA, son las otorgadas a los
creadores de obras intelectuales expresadas por medio de “la escritura, la imprenta, la
palabra hablada, la música, el dibujo, la pintura, la escultura, el grabado, la fotocopia, el
cinematógrafo, la radiodifusión, la televisión, el disco, el casete, el videocasete o cualquier
otro medio de comunicación”.

En su artículo 11, la Ley Federal del Derecho de Autor define el derecho de autor, como:

el reconocimiento que hace el Estado a favor de todo creador de obras literarias y


artísticas previstas en el artículo 13 de esta Ley, en virtud del cual otorga su protección
para que el autor goce de prerrogativas y privilegios exclusivos de carácter personal y
patrimonial. Los primeros integran el llamado derecho moral y los segundos, el
patrimonial.

El derecho de autor se divide en dos tipos de prerrogativas para los creadores: los
derechos morales y los derechos patrimoniales. El derecho moral reconoce a un creador
como “único, primigenio y perpetuo titular” de una obra en la que haya plasmado su
creatividad, mientras que el derecho patrimonial tiene por función proteger las
retribuciones a que se haya hecho acreedor por la explotación, la ejecución y el uso de su
obra en forma lucrativa.

Derecho de la propiedad industrial

Cabe señalar que los creadores relacionados con la propiedad industrial, son aquellos
que se ocupan de generar aplicaciones en la industria o agregar comodidad al entorno
con nueva tecnología. Es el derecho de la propiedad industrial el que ampara marcas,
patentes, nombres comerciales, avisos comerciales, modelos de utilidad, diseño industrial,
el secreto industrial y las denominaciones de origen.

El instrumento legal que protege la propiedad intelectual en el terreno de la invención, es


la Ley de la Propiedad Industrial, cuyo campo de acción se haya en la industria y el
comercio. La entidad que la regula es el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial,
perteneciente a la Secretaría de Economía.

Para la Ley de la Propiedad Industrial una invención es:

Toda creación humana que permita transformar la materia o la energía que existe en la
naturaleza, para su aprovechamiento por el hombre y satisfacer sus necesidades
concretas. Quedan comprendidas entre las invenciones, los procesos o productos de
aplicación industrial.

Y la función de la Ley es:

Proteger la propiedad industrial mediante la regulación y otorgamiento de patentes de


invención; registros de modelos de utilidad, diseños industriales, marcas y avisos
comerciales; publicación de nombres comerciales; declaración de protección de
denominaciones de origen, y regulación de secretos industriales.

Entre las patentes de invención están incluidas las de importación, las patentes de
perfeccionamiento, y las patentes y certificados de adición, entre otros. La propiedad
industrial se aplica no sólo a la industria y el comercio, sino también a la industria agrícola
y la extractiva, y productos naturales como “vinos, granos, tabaco, frutos, animales,
minerales, aguas minerales, cervezas, flores, harinas”.

Convenios sobre la propiedad intelectual

3.3.1 Convenio de París para la Protección de la Propiedad Industrial

3.3.2 Convenio de Berna

3.3.3 Convención de Roma


3.3.4 Organización Mundial de la Propiedad Intelectual

Desde el siglo XIX, los gobiernos de diversos países han tenido la iniciativa de proteger el
derecho de autor y la propiedad industrial de sus ciudadanos creativos, motivo por el cual
se han dado a la tarea de establecer leyes en diferentes momentos. Este desarrollo de la
creatividad y la aplicación de una legislación, han tenido efectos a nivel internacional,
gracias a la fluidez con que las obras intelectuales se exportan a otros países, pues el
idioma, la cultura y las tradiciones no son un obstáculo para ello. Esto ha dado lugar al
establecimiento de convenciones, a las cuales se han adherido una gran cantidad de
países:

A raíz de la “Exposición Internacional de Invenciones de Viena”, en 1873, se hizo patente


a nivel mundial la protección intelectual, pues algunos expositores no asistieron por el
temor de que sus creaciones fueran copiadas y explotadas. Así, en 1883 se estableció el
Convenio de París para la Protección de la Propiedad Industrial, para entrar en vigor en
1884 con la participación de 14 naciones. Este fue el primer tratado internacional para la
protección de la propiedad intelectual en otros países, en lo relacionado con las patentes,
las marcas y los diseños industriales.

Convenio de París para la Protección de la Propiedad Industrial

La Unión de París para la Propiedad Industrial, mejor conocida como Convenio de París,
fue establecida en 1883 con la finalidad de que los titulares de patentes, marcas o diseños
industriales, quedaran protegidos con un solo registro en su país y en los pertenecientes a
la Unión. Entre estas naciones se pueden establecer vínculos, por estar involucradas en
la propiedad intelectual.
Convenio de Berna

En 1886 surgió el Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias y


Artísticas, que hasta la fecha ampara a nivel internacional el derecho de los autores, con
el fin de que tengan el privilegio de controlar el uso sobre sus obras literarias, artísticas o
científicas, así como recibir una retribución por su utilización.

Convención de Roma

Con un alcance internacional se estableció la Convención de Roma para la Protección de


los Artistas Intérpretes o Ejecutantes, los Productores de Fonogramas y los Organismos
de Radiodifusión el 26 de octubre de 1961, bajo la administración de la Organización
Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), como un comité intergubernamental integrado
por países contratantes, a diferencia del Convenio de París, que está constituido como
una Unión. En la actualidad cuenta con 83 países contratantes.

Organización Mundial de la Propiedad Intelectual

La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), establecida en 1970, es uno


de los 16 organismos especializados de la ONU que administra 24 tratados
internacionales sobre la protección de la propiedad intelectual. Tiene como objetivo
fomentar a nivel internacional el uso y la protección de las obras producto del intelecto,
debido a que considera que éstas abren las fronteras de la ciencia y la tecnología, y
enriquecen el mundo de la literatura y las artes. Con esto pretende mejorar la calidad de
la vida y generar riqueza para las naciones, por lo menos para los 183 países miembros
con que cuenta.

3. La propiedad intelectual y el derecho de autor

El código civil de 1928 fue promulgado por Plutarco Elías Calles, en cuyo libro II, Título
VIII, quedó de manifiesto la regulación del derecho de autor, a través de sus
disposiciones. Por otra parte, en el Reglamento para el Reconocimiento de Derechos
Exclusivos de Autor, Traductor o Editor, que fue publicado en el Diario Oficial de la
Federación el 17 de octubre de 1939, ya se había hecho énfasis en una obra o creación
como el objeto de protección del derecho de autor.

En México surgió la primera Ley Federal sobre el Derecho de Autor en 1947,


conjugándose lo estipulado en el Código Civil de 1928 y el Reglamento para el
Reconocimiento de Derechos Exclusivos de Autor, Traductor o Editor, de 1939. A través
de esta Ley se concedió al autor el derecho de publicar su obra en cualquier medio y con
fines de lucro, así como su transformación, comunicación, traducción y reproducción
parcial o total, extendiendo la vigencia del derecho de autor hasta 20 años después de su
muerte, en beneficio de sus herederos. Otra novedad fue la tipificación de algunos delitos
como violaciones al derecho de autor.
La incipiente Ley Federal sobre el Derecho de Autor de 1947 fue trascendente por integrar
el principio de “ausencia de formalidades”, lo que significaba que una obra estaba
protegida desde el momento de su creación, estando registrada o no. Con esta
transformación jurídica, la legislación mexicana logró integrarse en el plano de los
derechos autorales a nivel mundial. A partir de este momento México haría historia en el
futuro en cuanto a la protección de los autores, así como lo sugieren sus antecedentes del
siglo XVII.

Pero fue hasta el 2 de febrero de 1989 cuando quedó determinada como una atribución
expresa de esta Dirección General, “la salvaguarda de la propiedad intelectual”, a través
de la creación de la Subdirección Jurídica de la Propiedad Intelectual, como resultado de
la reorganización administrativa de la Oficina del Abogado General.

La Ley Federal del Derecho de Autor

La Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) es el instrumento a través del cual se
protege el derecho de los autores en México. La Ley protege la forma en que se fija una
obra y la originalidad. En el artículo 5 de esta Ley se señala que las obras están
protegidas desde el momento que son “fijadas en un soporte material” y que el
reconocimiento de los derechos de autor y los derechos conexos no “requiere registro ni
documento de ninguna especie, ni quedará subordinado al cumplimiento de formalidad
alguna”.

Instituto Nacional del Derecho de Autor

La autoridad administrativa encargada del derecho de autor en México es el Instituto


Nacional del Derecho de Autor (INDAUTOR), un órgano desconcentrado de la Secretaría
de Educación Pública (SEP) con funciones y facultades.

El INDAUTOR quedó establecido a través del decreto publicado en el Diario Oficial de la


Federación del 24 de diciembre de 1996. Su ley, la Federal del Derecho de Autor, entró
en vigor el 24 de marzo de 1997. En su artículo 1 se señala que

…tiene por objeto la salvaguarda y promoción del acervo cultural de la Nación; la


protección de los derechos de los autores, de los artistas intérpretes o ejecutantes, así
como de los editores, los productores y los organismos de radiodifusión, en relación con
sus obras literarias o artísticas en todas sus manifestaciones, sus interpretaciones o
ejecuciones, sus ediciones, sus fonogramas o videogramas, sus emisiones, así como de
los otros derechos de propiedad intelectual.

En su artículo 2 se establece que sus disposiciones son de orden público, interés social y
observancia general en todo el territorio nacional. Se agrega que su aplicación
administrativa corresponde al Ejecutivo Federal por conducto del Instituto Nacional del
Derecho de Autor y, en los casos previstos por esta Ley, al Instituto Mexicano de la
Propiedad Industrial (IMPI).

Registro Público del Derecho de Autor


Una de las funciones del Instituto Nacional del Derecho de Autor es otorgar seguridad
jurídica a los autores, así como a los titulares de los derechos conexos y de los
patrimoniales. Esto es posible gracias al Registro Público del Derecho de Autor, aunque
las obras literarias y artísticas, además de sus derechos conexos, están protegidos a
pesar de no estar inscritos en este registro, según el artículo 5 de la Ley Federal del
Derecho de Autor.

Aunque una obra literaria o artística se encuentre en el supuesto de contravenir la moral,


el respeto a la vida privada y el orden público, su inscripción en el Registro Público del
Derecho de Autor sólo “podrá negarse o suspenderse” por una sentencia judicial. Los
datos y hechos que son asentados en el registro conllevan la presunción de ser ciertos,
pero si aparece una controversia, se suspenden los efectos de la inscripción hasta que se
dicte una resolución.

Contrato de edición

Mediante un contrato de edición, el titular de los derechos patrimoniales de una obra debe
entregarla a un editor para que la reproduzca, distribuya y venda, cubriendo al primero las
prestaciones acordadas. Los elementos más importantes de un contrato de edición, son:

1. Número de edición o reimpresión;

2. Tiraje;

3. Indicar si es exclusiva o no la entrega del material, y

4. Establecer la remuneración que recibirá un autor o el titular de los derechos


patrimoniales.

Al celebrar un contrato de edición de obra literaria se deberá tener presente:

Las obligaciones del autor:

• Entregar la obra en los términos y condiciones contenidos en el contrato


(incluye el plazo convenido para la entrega de la obra).
• Responder de la autoría y originalidad de la obra.
• Responder del ejercicio pacífico de los derechos que le transmita al editor.
• Resarcir al editor los gastos que se originen por haber hecho
modificaciones que hagan más onerosa la edición (salvo pacto en contrario).
• Notificar al editor que tenga el derecho de preferencia para una edición
posterior de la obra, los términos de las ofertas que reciba.

Las obligaciones del editor:


• Reproducir la obra.
• Distribuir la obra (por sí mismo o por un tercero).
• Vender la obra (por sí mismo o por un tercero).
• Pagar al titular del derecho patrimonial las prestaciones convenidas.
• Efectuar el pago de los gastos de edición (salvo pacto en contrario).
• Efectuar el pago de los gastos de distribución (salvo el pacto en contrario).
• Efectuar el pago de los gastos de promoción, publicidad y propaganda
(salvo pacto en contrario).
• No incluir en la publicación de la obra ninguna modificación sin el
consentimiento por escrito del autor.
• Mencionar el nombre o seudónimo del autor y si son varios los de cada uno
de ellos.
• Concluir la edición en el término estipulado en el contrato, o en el término
de un año, contado a partir de la entrega de la obra lista para su edición.
• Poner a la venta los ejemplares de la obra en un plazo de 2 años, contado
a partir de la entrega de la obra al editor.
• Hacer constar en la obra que publique:
– Nombre y domicilio del editor.
– Año y número ordinal de la edición o reimpresión.
– Número Internacional Normalizado del Libro (ISBN) ó
– El Número Internacional Normalizado para Publicaciones Periódicas (ISSN).

Los derechos del autor:


• Los que se derivan de las obligaciones a cargo del editor, principalmente
recibir el pago de las regalías correspondientes.
• Hacer las modificaciones que estime conveniente a su obra, antes de que
la misma entre en prensa.
• Exigir el cumplimiento del contrato si el editor no termina la edición en el
plazo estipulado en el contrato o en el término de un año, contado a partir de la
entrega de la obra al editor.
• Exigir que se ponga a la venta la edición de la obra.

Los derechos del editor:


• Los que se derivan de las obligaciones a cargo del autor.
• Preferencia para hacer la siguiente edición de la obra.
• Fijar el precio de venta al público de la obra (si no se fijó el precio de venta
en el contrato).
• El contrato de edición de obra literaria deberá contener, como mínimo:
– El número de ediciones o, en su caso, reimpresiones que comprende.
– La cantidad de ejemplares de que conste cada edición;
– Si la entrega del material es o no en exclusiva.
– La remuneración al titular de los derechos patrimoniales.
• El contrato de edición termina por alguna de las siguientes causas:
– Vencimiento del plazo estipulado en el contrato.
– Si la edición objeto del contrato se agota.
– La edición se agota cuando el editor carece de ejemplares de la misma para
atender la demanda del público; se
– presume que el editor carece de ejemplares cuando no ha puesto los mismos a
disposición de las librerías
– durante un lapso de 6 meses.
– Si el editor no distribuye la obra en los términos pactados.
• El aviso de terminación del contrato de edición deberá hacerse en forma
fehaciente.

Contrato de edición de obra literaria con editor


Cuando el autor pretenda editar una obra literaria con alguna editorial, debe quedar por
sentado explícitamente que es la titular de los derechos patrimoniales o que cuenta con la
autorización correspondiente para editarla.

Contrato de edición de obra literaria con autor


El autor de una obra literaria, científica, didáctica o artística, entrega ésta a un
editor, de manera exclusiva o no, para que la reproduzca, distribuya y venda por
su cuenta, cubriendo al creador el monto de las prestaciones acordadas. La
UNAM celebra este tipo de contratos con autores externos o con colaboradores de
la propia Universidad, que realicen una obra en tiempo fuera de trabajo.
De acuerdo con este contrato, los colaboradores deben recibir un pago único o el
10% de regalías sobre el precio de venta de los ejemplares. También se acuerda
“que el autor es la causahabiente del derecho de edición de la obra durante la
vigencia del contrato”. Terminada ésta, el derecho regresa al autor.
Entre otros acuerdos más, con este contrato las partes pueden pactar que la
distribución y la venta sean realizadas por un tercero, pero lo que no puede
negociarse es el derecho moral sobre una obra, pues, como ya se ha mencionado,
es personal y permanece unido al autor, es decir, es inalienable, imprescriptible,
irrenunciable e inembargable. En cuanto a los derechos patrimoniales, el contrato
de edición no implica la transmisión de otros derechos como el derecho del autor a
explotar de manera exclusiva su obra o autorizar a otros su explotación.
El editor debe publicar una obra sin “abreviaturas, adiciones, supresiones o
cualquier modificación sin autorización por escrito del autor”. Sólo éste podrá
hacerlo, pero antes de que la obra entre a la imprenta. Si alguna modificación
genera un costo, el autor tendrá que cubrirlo.
Contrato de coedición
Un contrato de coedición es el que celebra la UNAM con editoriales o con
cualquier tercero, con el propósito de compartir los gastos de edición. El trabajo
editorial puede estar a cargo de la UNAM o de la empresa editora. Este contrato
debe contener los mismos elementos que un contrato de edición y otros más:
1. Título de la obra, edición o reimpresión y nombre del autor, compilador o
colaborador;
2. Determinar a qué parte corresponde la titularidad de los derechos
patrimoniales de la obra;
3. Señalar si la entrega del material se hace de manera exclusiva o no, de la
UNAM a la editorial o viceversa;
4. Las características de la obra, como tamaño final, cantidad de páginas, tipo
de papel para portada e interiores y tiraje;
5. Costo, determinando qué porcentaje aportará cada una de las partes y la
forma como se hará el pago;
6. Especificar el porcentaje de ejemplares que corresponde a cada una de las
partes;
7. Indicar las obligaciones que tendrá cada una de las partes;
8. Aclarar quién y de qué manera cubrirá las regalías del autor;
9. Mencionar cuál de las partes se hará cargo del registro de la obra y el
contrato ante el INDAUTOR;
10. Anotar la vigencia del contrato en cuanto a la edición y la venta de los
ejemplares, y
11. Informar cuál de las partes tendrá bajo su custodia los negativos de la
coedición.
Contrato de obra futura
La producción de obra futura sólo podrá ser objeto de contrato cuando se trate de obra
determinada cuyas características deben quedar establecidas en él. Son nulas la
transmisión global de obra futura, así como las estipulaciones por las que el autor se
comprometa a no crear obra alguna.
Cuando los contratos se refieran a la transmisión de derechos sobre obra futura, deberán
referirse a una obra determinada, cuyas características se precisen en el contrato, así
como los plazos y condiciones de entrega de la obra, la remuneración del autor y el plazo
de vigencia del contrato. No podrá pactarse la producción global futura de un autor, ni
comprometerse a no realizar obra alguna.

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