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—Cada vez que atrapes algo con tu red, tráelo al palacio para que
lo coloquemos en el platillo de mi balanza. En el otro platillo pondré
el mismo peso en monedas de oro para ti —le informó.
Feliz por la promesa, Eduardo se hizo al mar por tres largos días.
Remaba, lanzaba la red y la traía de vuelta al barco. Pero siempre
estaba vacía. Desilusionado, tomó la ruta de regreso.
No sólo hay que dar las gracias a quienes están vivos y cerca
de nosotros. Reconoce en tu corazón a quienes te ayudaron
aunque no vivan o se encuentren lejos.
¿QUÉ SABES DE ESTOS
VALORES?
“Por favor” y “gracias” son dos expresiones comunes
en tu vida diaria que aparecen una y otra vez en las
relaciones con los demás. Detente por un momento a
pensar en ellas. La primera es un llamado de ayuda
para solicitar algo que puede ser muy sencillo (el
préstamo de un objeto) o muy complicado (el auxilio
en un caso de vida o muerte). La segunda manifiesta el
reconocimiento por el beneficio que hemos recibido. En
su nivel más superficial aparecen como fórmulas
automáticas de cortesía, pero cuando vives a fondo
estas emociones ingresas a uno de los territorios más
ricos y profundos de las relaciones humanas.
LA GRATITUD Y TÚ
Ser agradecido es apreciar a cada momento lo que
los demás hacen por nosotros y generar con ellos un
compromiso de confianza: como estamos conscientes
de su ayuda, podremos responder de igual forma
cuando ellos requieran la nuestra. Cuando la
confianza crece, se convierte en amistad: dos seres
humanos comparten emociones, problemas,
soluciones y la ayuda fluye siempre en las dos
direcciones. El respeto y los sentimientos de cariño
mutuos crecen hasta regirse por la fidelidad: no sólo
agradecemos y correspondemos a quien nos ayuda,
tenemos un cariño sólido que nos hará estar siempre
allí para responder, sin importar que las
circunstancias cambien.
EL ANTIVALOR Y SUS
RIESGOS
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