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TEMA 5
Las desigualdades de
clase, género, etnia y ciu-
dadanía ante la educación
SUMARIO
Presentación ...................................................................................................... 2
Objetivos ............................................................................................................ 3
Índice de contenidos .......................................................................................... 4
Contenidos ......................................................................................................... 5
1. ¿Qué significa “igualdad”? .......................................................................... 5
2. Clase, género y etnia .................................................................................. 6
3. Reformas equipaarbles, resultados muy dispares ...................................... 7
4. Los factores estructurales: economía y cultura......................................... 10
5. La respuesta de los actores: identificación y estrategias .......................... 12
6. La ciudadanía, o las dos caras del demos: inclusión y exclusión ............. 14
Propuesta de actividades ................................................................................. 17
Actividad 1. Análisis de datos ....................................................................... 17
Actividad 2. Debate teórico ........................................................................... 17
Actividad 3. Análisis de contenido ................................................................ 17
Recursos .......................................................................................................... 18
Básicos ......................................................................................................... 18
Lecturas complementarias ........................................................................ 18
Recursos didácticos para el desarrollo de las actividades ........................ 18
Complementarios.......................................................................................... 18
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Tema 5 Las desigualdades de clase, género, etnia y ciudadanía ante la educación
Presentación
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Tema 5 Las desigualdades de clase, género, etnia y ciudadanía ante la educación
Objetivos
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Tema 5 Las desigualdades de clase, género, etnia y ciudadanía ante la educación
Índice de contenidos
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Tema 5 Las desigualdades de clase, género, etnia y ciudadanía ante la educación
Contenidos
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Tema 5 Las desigualdades de clase, género, etnia y ciudadanía ante la educación
Los trabajadores, las mujeres y las minorías étnicas han seguido procesos
hasta cierto punto similares en relación con la escuela. Primero fueron
simplemente excluidos de unas escuelas que eran de la pequeña y media
burguesía, para varones y no mujeres y para la etnia dominante. Es
impensable dar cuenta detallada aquí de esto, pero permítanseme algunas
pistas. Las escuelas nacieron como un fenómeno urbano, limitado a la
burguesía —en sentido primigenio— acomodada y a un sector de la pequeña
burguesía vinculado o candidato a vincularse a funciones eclesiásticas,
burocráticas o militares. Los demás, los campesinos y, en buena medida, los
artesanos, por no hablar ya del resto —los que no tenían ni tierras ni oficio—,
estaban excluidos de derecho o de hecho. Las mujeres, por su parte, fueron
excluidas de hecho —se criaban con sus madres— o incorporadas a “escuelas”
en las que ni siquiera se les enseñaban las primeras letras, sino tan sólo
disciplina, piedad y buenas costumbres. Las minorías étnicas, en fin, han
acumulado episodios de exclusión expresa hasta muy recientemente: entre
nosotros, por ejemplo, los gitanos fueron excluidos primero de derecho —lo
mismo que de los gremios y otras instituciones— y luego, en gran medida, de
hecho, pues siempre se encontraban en las bolsas de no escolarización en las
zonas rurales pobres, las periferias urbanas más marginales, etc.
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Estados Unidos, y luego de hecho, como en las escuelas de los barrios negros
del norte (no por nada la campaña de los derechos civiles tuvo su tour de force
en la política de busing, de transporte en autobús de los niños negros a
escuelas de los barrios blancos). Entre nosotros, los gitanos fueron durante los
setenta y los primeros ochenta concentrados en las llamadas escuelas-puente.
Sin embargo, los procesos y los resultados de estas reformas han sido muy
distintos. La reforma comprehensiva sin duda es la que más atención ha
requerido, la que ha estado más en el centro de los debates educativos, la que
antes se emprendió y la que ha tenido tras de sí agentes colectivos más activos
y con mayor claridad de propósitos. Piénsese, simplemente, en cómo se llegó
durante mucho tiempo a identificar la desigualdad con la desigualdad de clase,
o en el papel predominante de la izquierda y de su discurso, y su vinculación
preferente a la clase trabajadora. La reforma coeducativa ha sido normalmente
posterior, aunque no siempre, y en todo caso mucho más discreta y silenciosa;
no ha contado con grandes valedores organizados equiparables a los partidos
de izquierda (en cuyo discurso y cuyos programas ocupaba y todavía ocupa un
papel menos importante) o los sindicatos. La reforma integradora de las
minorías étnicas es mucho más reciente, aunque en algunos casos bastante
sonora, y los colectivos afectados mantienen actitudes muy diversas, desde la
reivindicación y el activismo de los negros norteamericanos hasta el rechazo o
la pasividad entre los gitanos españoles.
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Los resultados aún difieren más. Los más brillantes son, sin duda, los de la
incorporación de las mujeres. Hoy presentan tasas de retención, éxito y
promoción superiores a las de los hombres en todos los niveles educativos,
aunque no accedan todavía a las mismas ramas y especialidades. De manera
general, puede decirse que las mujeres están logrando una educación similar a
la de los hombres de su clase y etnia (hay algunos bastiones masculinos y,
ciertamente, otra cosa es el acceso al mercado de trabajo). Esto no significa
que hayan desaparecidotas desigualdades de género ante la educación. En
primer término, que las mujeres obtengan mejores resultados no significa que
no sigan afrontando obstáculos sexistas debidos tanto al contenido de la
educación, como a la idiosincrasia de los profesores o las actitudes y
estrategias de sus familias. Es fácil constatar tanto que todavía persisten
numerosos bastiones masculinos (la automoción o la construcción en la F.P. o
las ingenierías en la Universidad, por poner ejemplos de distinto nivel) como
que la incorporación de las mujeres ha seguido en buena parte la pauta de la
socialización de las tareas domésticas, encaminándolas a hacer fuera del
hogar lo que antes hacían dentro de él (por ejemplo en las ramas de estética y
peluquería en la F.P., o las encaminadas a la sanidad y la educación en la
Universidad). Sin embargo, el veredicto es pese a ello inequívoco: las mujeres
han logrado avances educativos espectaculares, numerosos viejos bastiones
masculinos han caído (lo fueron y ya no lo son la medicina, las ciencias
experimentales, el derecho o la economía) y los que quedan, sin duda, no
tardarán en hacerlo. En sentido opuesto, es cierto que los avances en el
sistema educativo no se traducen de inmediato en avances equiparables en el
mercado de trabajo, pero aun esto debe ser matizado, evitando caer en típicas
y tópicas simplificaciones como esas que cada día nos recuerdan que hay
muchas ayudantes pero pocas catedráticas en la Universidad (sin reparar en
que que las catedráticas de actuales deben compararse con las de hace
veinticinco o treinta años, no con las de hoy), o muchas maestras pero pocas
directoras de centro (sin tener en cuenta que probablemente les frene más la
desigual distribución de las tareas domésticas y familiares en su hogar que la
resistencia de sus compañeros, que en su mayoría son compañeras, a
aceptarlas).
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sobre los efectos de estos resultados en el mercado de trabajo). Aquí hay que
añadir, no obstante, que los efectos de las reformas no son para los
trabajadores, como para las mujeres, urbi et orbi, sino bastante variados: no a
todas las clases les ha ido igual, ni proporcionalmente igual, y probablemente
han mejorado más el rendimiento y las oportunidades de la pequeña burguesía
urbana o los trabajadores de los servicios que los del campesinado o la clase
obrera industrial. Prolifera un discurso tópico, pretendidamente radical y
progresista, que estigmatiza a la escuela como instrumento del “capital”, de la
“burguesía”, etc. (o, en la retórica actual, como una víctima del “neoliberalismo”
y la “globalización”). Tiene parte de cierto, pero sólo parte y, como cualquier
media verdad, también es media mentira. Es verdad que las clases
económicamente acomodadas, por el mero hecho de serlo, no se enfrentan al
problema de pagar la enseñanza de sus hijos o dejar de percibir los ingresos
que supondría su incorporación al trabajo, así como que pueden suplir sus
carencias con recursos adicionales y que pueden tener mejor integrado en su
horizonte personal la importancia de los títulos escolares. Pero también es
cierto que el capital se transmite por vía de l derecho sucesorio, sin contar otras
incluso más rentables para evitar impuestos, no por vía de la escuela. Lo que la
escuela transmite y requiere es capital cultural y, en parte, social (relacional),
no económico, y quienes basan su estrategia de obtención o retención de
privilegios sociales principalmente en la escuela no son la nobleza de espada,
ni la burguesía, ni la pequeña burguesía tradicional, sino más bien la nobleza
de toga, las profesiones y los empleados de cuello blando, es decir, las clases
medias funcionales entre las cuales se cuenta, por ejemplo, el profesorado, y
entre cuyos vástagos figuran, sin ir más lejos, la inmensa mayoría de los
estudiantes de magisterio y otras carreras conducentes a la profesión
enseñante.
En cuanto a las minorías étnicas, hay que comenzar por decir que los
resultados son mucho más dispares, pero también con mayor tendencia al
desastre. Más dispares porque la dimensión de la etnicidad es más amplia y
existen minorías con resultados brillantes, como sucede hoy en los EEUU con
muchos de los grupos de origen asiático o sucedió ayer con los judíos, pero
también minorías con resultados desastrosos, como negros e hispanos en ese
país o como los grupos gitanos tradicionalistas en el nuestro. Estas diferencias
pueden depender de factores diversos como el papel de la tradición escrita, la
alfabetización y la erudición en su propia cultura (parte de la explicación, por
ejemplo, del éxito académico judío); las actitudes hacia el trabajo y la autoridad
en sus culturas de origen (que ayuda a comprender el éxito de los alumnos
asiáticos en los Estados Unidos); o la actitud ante el proceso mismo de
inmigración, en particular la disposición a integrarse plenamente en la sociedad
y la cultura de acogida (por ejemplo en el caso de las minorías comerciantes,
aunque su logro académico pueda correr en paralelo con su [auto]segregación
social); además, por supuesto, del propio legado escolar y académico (el
magnífico background, por ejemplo, de los inmigrantes de Europa del Este). La
consecuencia de esto es que podemos encontrarnos, al mismo tiempo, con
unas minorías que se integran plenamente en el sistema educativo, hasta el
punto se superar espectacularmente a la mayoría (como ha sido
tradicionalmente el caso de los judíos por doquier o es hoy el de diversos
grupos asiáticos en los EE.UU.) y otras que se ven persistentemente relegadas
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pero que al integrarse en un único sistema escolar éste resulte más o menos
preterido (v.g. los negros en los EEUU); otra, que el grupo no logre tener
ninguna presencia significativa en el magisterio (v.g., las poblaciones nativas
en las los países de colonización anglosajona y los gitanos en España). En
suma, la composición social del magisterio habría variado en detrimento de los
alumnos de clase baja y en favor de las mujeres, pero manteniéndose siempre
muy desfavorable para las minorías étnicas.
Por último, pero quizá lo más importante, debemos pasar de considerar a los
grupos afectados en términos puramente pasivos, como objeto de los agentes
de la institución, como representación involuntaria de una cultura, una
subcultura o un estatus que los sitúan más lejos o más cerca de la cultura
escolar, para pasar a contemplarlos como protagonistas de estrategias
individuales y grupales. Creo que podemos hacerlo a partir de sus presumibles
(y, según diversos estudios al respecto, observables y fundamentados) grados
de identificación expresiva e instrumental con el medio y la cultura escolares.
Simplificando bastante, diré que llamo identificación expresiva a la
identificación con la escuela como un fin, por sí misma, como un contexto en el
que el alumno se encuentra a gusto o a disgusto sin necesidad de otras
consideraciones; alternativamente, identificación instrumental sería la confianza
en ella como un medio, como instrumento para lograr otro fin, probablemente
para conservar o conseguir un buen empleo, un buen matrimonio, una posición
social, etc.
Creo que el nivel más bajo en ambos tipos de identificación es el que puede
darse en algunos grupos étnicos. En general, la identificación expresiva será
baja para cualquier grupo étnico, salvo que se trate de individuos
especialmente decididos a olvidar sus raíces (lo que puede llegar a ser el caso
de algunos grupos de inmigrantes) y, aun entonces, con el límite de que no se
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Para las clases sociales, la cosa puede ser más complicada, a pesar de su
aparente sencillez. Me limitaré a señalar que los alumnos de clase obrera
pueden presentar un bajo nivel de identificación, tanto expresiva como
instrumental, con la escuela a diferencia de sus colegas de clase media. La
baja identificación expresiva es fácil de comprender: su uso del lenguaje, sus
valores, sus formas de comportamiento, sus gustos culturales, etc. estarán más
alejados de los de la escuela, que son precisamente los de la otra clase. En
cierto modo, para ellos, identificarse con la cultura escolar es abandonar la
propia, algo que los demás niños suelen hacer sentir en forma de rechazo
hacia el “pringado”, el “cabezón”, etc. Más importante todavía es señalar que,
en contra de lo que supone el mundo de la enseñanza, puede haber una
elevada dosis de racionalidad también en la baja identificación instrumental.
Por un lado, la promesa de movilidad social que la escuela les presenta es, por
su propia esencia, cierta en términos individuales pero falsa en términos
colectivos. Son muchos los llamados, pero serán pocos los elegidos. Si el
individuo calcula el valor del juego, ponderando lo que se le ofrece por las
oportunidades realistas de conseguirlo, puede ser muy racional no participar (si
bien con ello aumenta las oportunidades de otros y, por tanto, también hace
más racional la decisión de esos otros de participar).
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