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Jessica Korder
Iosif o Jossif Vissariónovich Dzhugashvili, mejor conocido como Josef Stalin (Gori, Georgia,
1879 - Moscú, 1953) es recordado como el líder totalitarista de la URSS. Durante más de 30 años
encabezó la Secretaria General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética,
cuyo gobierno se caracterizó por imponer “ El Gran Terror”, período que resalta por purgas
masivas en contra de cualquiera que mostrara oposición a la doctrina del Partido. Durante este
lapso, uno de los órganos más importantes del Gobierno fue la NKVD (Narodnyy Komissariat
Vnutrennij Del) es decir, la Comisaría del Pueblo para Asuntos Internos. Este es sólo un nombre
elegante para nombrar a la policía política de la URSS, que durante el régimen de Stalin asesinó a
3.500.000 oponentes (el numero de víctimas es aproximado puesto que en la actualidad se siguen
encontrando fosas comunes de prisioneros en algunas partes de Rusia, por lo cual no puede ser
exacto). No obstante, al mismo tiempo que civiles sufrían las crueles condiciones de vida en los
kulaks o campos de concentración y las atroces torturas de la NKVD, el pueblo soviético
admiraba a Stalin, cuyos bustos, estatuas y carteles inundaban la URSS. Se le llamó el padre de la
patria. Combinando su crueldad y supuesto gran egocentrismo, este líder paso a la historia por su
adicción al poder. Sin embargo: ¿qué es lo que hace a un gobernante adicto al poder? ¿E s el
poder por el poder o hay otros incentivos? En un primer lugar, se analizará el uso del culto a la
personalidad como medio de mantener a las grandes masas adoctrinadas pero también como
modo de glorificar a un líder, en este caso Stalin. Después se estudiarán los incentivos otros que
el poder mismo para obtener poder.
Primero que nada surge la pregunta, ¿qué es el poder? Cuando A lleva a B a actuar de forma en
la que éste no hubiera actuado sin la intervención de A, puede decirse que esto demuestra que A
tiene poder sobre B. Podemos notar que en un régimen totalitarista, como lo fue el de Stalin, hay
una tendencia a aplicar una política llamada de culto a la persona. Este término fue utilizado por
primera vez por Nikita Jrushchov en 1956 para referirse a la propaganda que se había hecho en
torno a la persona de Stalin. Crear un culto a la personalidad, según Jrushchov, es: “una elevación
en dimensiones religiosas o la admiración a nivel de religión de figuras líderes carismáticas en la
sociedad o la política”. Se caracteriza por una exagerada devoción de todas las personas con el
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líder, se puede decir que a una recepción sin crítica de las expresiones en la opinión pública del
objeto de admiración. Obviamente hay una clara censura y persecución hacia los críticos de la
persona admirada, en parte con amenazas de muerte o a la salud de éstos, llegando a su
aprehensión y desaparición. Por otro lado, hay una presencia exagerada de imágenes, fotografías
y eslóganes en escuelas, edificios y en los medios masivos. También hay una tendencia a
designar las empresas, edificios públicos, escuelas, calles, avenidas, plazas, canchas deportivas,
ciudades con el nombre del líder. Un ejemplo muy claro es Leningrado. Aunque esta práctica no
fue creada por Stalin o alguno adjunto, de hecho es bastante antigua, puesto que se considera que
fue una política aplicada por Julio César durante su dictadura en Roma. Abundan los casos en los
que se creó un culto en torno al gobernante en turno: En Alemania fue alrededor de Hitler, en
Italia fue de Mussolini, y actualmente, en Corea del Norte se puede decir que hay un culto hacia
la personalidad entorno a Fung Jong Il. Esta técnica supuestamente permite permanecer a las
grandes masas tranquilas, fascinadas por la supuesta grandeza de un líder. Se tiene la idea errónea
de que esta política comenzó desde la llegada de Stalin al poder, pero no es así. Supuestamente,
esta práctica inició en 1929 debido a la celebración del 50 aniversario de este gobernante, donde
colegas del partido pronunciaron discursos enalteciendo al secretario. De hecho, antes de esta
fecha la figura de Stalin era poco conocida y las fotos de dirigentes políticos eran escasas. Según
el historiador James Heizer, Stalin era considerado como: “de voluntad de hierro, frío, distante y
cruel.”(Heizer, p55). A partir de Diciembre de 1929, esta imagen cambia drásticamente. No solo
Stalin empieza a ser más cercano al pueblo soviético sino que el culto hacia él toma proporciones
inusitadas. Por ejemplo en Molodoi Kolkhoznick, una especio de obra de teatro o musical
dedicado a Stalin en 1937, literalmente agradece al gobernante por la vida: “ Tu construyes
nuestras vidas/ Vivimos felizmente/ Oh gracias Stalin/Por tal vida!” Llega ser tan importante la
imagen de este personaje que Lebedev Kumach, poeta soviético, le da un aire omnisciente en uno
de sus poemas:
Y así-donde sea. En la fábrica, en las minas
En el Ejército Rojo, el kínder
Él está observando…
Ves su retrato y es como si supiera
Tú trabajas-y él lo juzga
Si trabajas mal-su ceño se frunce
Pero cuando trabajas bien, él sonríe bajo su bigote.(Sarah Davies, p 152)
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Esto es un claro ejemplo de que esta exhibición de elogios no es más que un desplante de poder
por parte de gobierno soviético. Pero, ¿cuál es el objetivo? El autor George Orwell, propone en su
libro 1984 que estos desplantes de poder, no tienen otra razón que el poder en sí. A través del
personaje de O’Brien, funcionario del partido totalitarista en el poder, Ingsoc, sugiere que lo que
motiva al ser humano a buscar el poder es:
No habrá lealtad; no existirá más fidelidad que la que se debe al Partido, ni más amor que el
amor al Gran Hermano. No habrá risa, excepto la risa triunfal cuando se derrota a un enemigo.
No habrá arte, ni literatura, ni ciencia. No habrá ya distinción entre la belleza y la fealdad.
Todos los placeres serán destruidos. Pero siempre, no lo olvides, Winston, siempre habrá el afán
de poder, la sed de dominio, que aumentará constantemente y se hará cada vez más sutil. Siempre
existirá la emoción de la victoria, la sensación de pisotear a un enemigo indefenso. Si quieres
hacerte una idea de cómo será el futuro. Figúrate una bota aplastando un rostro humano…
incesantemente. (Orwell, p 265)
Se podría decir que el argumento hobbesiano ofrece un apoyo a esta teoría. Hobbes opina que el
ser humano es malo por naturaleza, sádico y utiliza la violencia para obtener la gloria personal,
para elevarse de entre sus iguales. Sin embargo también ofrece un punto en contra, que el hombre
es un ser ambicioso, que no hay nada más grande en el hombre que el deseo de más. En el caso
de Stalin, no era su propia ambición, sino la de otros la que impulso un culto a la personalidad de
gran magnitud. Paralelamente al adoctrinamiento de las masas, la idolatría hacia este gobernante
era un arma de doble filo. La Historia ha dado la falsa visión de que Stalin apoyaba esta técnica,
que de una forma u otra esta alimentaba su ego. De hecho era todo lo contrario. Stalin rechazaba
esta práctica, la consideraba exagerada y hasta innecesaria. Llego a expresarlo públicamente en
un discurso pronunciado en Junio de 1930:
Debo decir sinceramente, camaradas, que no me merezco ni la mitad de las cosas lisonjeras que
se han dicho aquí sobre mí. Soy, al parecer, un héroe de Revolución de Octubre, el líder del
Partido Comunista Soviético, el líder del Comunismo Internacional, un caballero-guerrero
legendario y todo lo demás. Esto es absurdo, camaradas, y la exageración completamente
innecesaria. Este es el tipo de cosas que por lo general se dicen en el funeral de un
revolucionario difunto. Pero no tengo ninguna intención de morirme todavía. En realidad yo era,
y continúo siendo, uno de los aprendices de los obreros especializados de los talleres del
ferrocarril de Tiflis. (J. V. Stalin, 1954; p. 182).
Pero entonces ¿por qué esta burda exaltación del líder? Justamente porque su tosquedad permitía
crear un flanco débil en el gobierno de Stalin, de forma interna y sin poder ser acusados de
traición. Una debilidad a la que se podría criticar y atacar después. Se puede decir que hubo tres
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valores del partido. Los “Héroes del trabajo” no eran más que farsantes, actores contratados por
el gobierno para imponer un estereotipo a los obreros. Los proletarios tenían que adoptar esta
actitud para no ser despedidos. Dentro de la misma clase proletaria existían divisiones. Según
Sarah Davies, no todos los hombres tenían el mismo valor para la URSS y esto se hacía evidente,
por ejemplo, a la hora de la distribución de la comida: “el sistema de ración favoreció a los
trabajadores encima de otros grupos sociales y a los trabajadores industriales encima de otros
trabajadores. Esto proporcionó al trabajador un sentimiento de seguridad” (Davies, p27). El mismo
Stakhanov, junto con los Stakhanovistas, formaba parte de un grupo favorecido por el gobierno.
Ordzhonikidze, el entonces comisario de la mina en la cual trabajaba Stakhanov, declaro que este obrero
había recibido comodidades por parte de Stalin: Carros motorizados, muebles, telas, etc. Era notable que
el apegarse al partido en el poder tenía ventajas, aun más si se lograba escalar a posiciones de
más poder. Había un grupo todavía más restringido en el que se concentraban los jefes
administrativos y principales líderes políticos. Normalmente, estos gozaban de un sueldo
muchísimo más elevado. Según Pierre Solen, un jefe administrativo o director de una fábrica
podía ganar aproximadamente 4000 rublos, es decir veinticinco veces más que un obrero.
Obviamente, las condiciones de vida que poseía este grupo eran mucho más elevadas que la de un
trabajador cualquiera. Por lo tanto, el partido no sólo representaba una burla al socialismo, sino
un salvavidas del cual dependían un gran número de personas. En una sociedad donde la
mortalidad infantil alcanzaba el 32%, conseguir un puesto en el partido, o ir subiendo de nivel
gracias a éste representaba para algunos la única forma de sobrevivir y de ofrecerle un mejor
futuro a sus hijos. Ya que un hombre solo no puede gobernar una nación y Stalin jamás hubiera
podido controlar a los millones de seres humanos que contenía la URSS, necesitó el apoyo de
grupos especiales como la NKVD para mantener el orden. Y al mismo tiempo, los miembros de
estas instituciones, dependían del gobierno para sobrevivir en un ambiente de penuria. En 1984,
Orwell expone una situación parecida, pero producida por la guerra. Los miembros del Partido
Interior tienen acceso a mejores bienes, condición de vida. Esto según el autor, produce una
división clara en la sociedad.
Responde a una táctica deliberada mantener aún a los grupos que se privilegia a un paso de la
escasez, ya que un estado generalizado de escasez agiganta la importancia de esos privilegios
haciendo que la diferencia entre un grupo y otro sea aún más notoria. (p. 190-191)
Por otro lado, tal situación no sólo tiene como ventaja la división de la sociedad, sino que
también genera una dependencia por parte de los miembros del partido al gobierno. Dependen de
él para poder mantener su nivel de vida, para poder vivir mejor que el resto de la sociedad. En el
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caso de la URSS, la búsqueda del poder que ofrecía el gobierno no era más que una forma de
acceder a un mejor modo de vida, a atenciones médicas o educación para los hijos. Este es un
punto interesante a analizar. Las campañas publicitarias de la URSS se basaban sobre todo en el
supuesto progreso en la alfabetización de la sociedad. Y puede decirse que, en cuanto al nivel de
educción de primarias, en verdad, alrededor de 30 000 000 niños pudieron cursar su equivalente.
Sin embargo, la secundaria, preparatoria y universidad no eran el mismo caso. Según Pierre
Sorlin: aun en un sistema socialista como el que supuestamente era la URSS de Stalin, la
diferencia de oportunidades era grande:
Se percibe solamente la “élite” de la categoría dirigente; no hay nada de sorprendente en que el
número de estudiantes en niveles superiores se reduzca a un pequeño círculo selectivo. (p167)
Por lo tanto, durante el régimen de Stalin, el pertenecer al grupo en el mando, a la élite, no era
motivado por la ambición de someter a las demás personas, sino que encontraba su fundamento
en que cuando se poseía más poder, se tenía acceso a bienes escasos necesarios para la vida. En el
caso de la URSS, representaba mejores raciones de alimentos, doctores y medicinas en caso de
enfermarse o que algún familiar necesitara atención medica, Puede decirse que el carnet rojo del
partido era una herramienta infalible para una mejor vida. El hombre, consecuentemente, no
busca el poder con aires de grandeza, sino que al contrario hay veces que justamente depende de
obtener cierto poder para tener acceso a lo necesario para su sobrevivencia. En economía se dice
que los bienes escasos limitan al hombre. Esta situación es reflejo, el poder es lo que le permite
sobrevivir al obtener la riqueza que necesita.
En conclusión, el ser humano tiene una tendencia a buscar el poder, a volverse más poderoso. Sin
embargo, las razones de esta búsqueda no son, como la mayoría opina, una simple adicción al
poder. Los verdaderos incentivos se encuentran en un terreno mucho menos psicológico y giran
más en torno a la necesidad. En el caso de la URSS, este gobierno totalitarista estaba al mando de
una gran población. El estar apegado a él ya fuera de forma administrativa o de forma directa a
través de la política constituía una ventaja para cualquier ciudadano. Tenía un acceso más rápido
a la comida, a sistemas médicos, educación, en otras palabras a una mejor calidad de vida. Se
puede decir que a búsqueda del ser humano por el poder, no corresponde, como muchos lo creen,
a una búsqueda por la elevación de la persona, por una búsqueda egocéntrica de ser adorado y
temido por otros. A veces depende solamente del instinto humano de sobrevivir. El ser humano
se atiene al gobierno como un modo de obtener las ventajas que le ofrece este, su subida a grados
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más altos de poder es impulsada ya sea por su instinto de sobrevivencia o por la avaricia de las
riquezas que el poder le ofrece, pero no por el poder en sí.
Puede decirse que esta es la norma, mas no debe descartarse que haya individuos adictos al poder
en sí. También puede concluirse que las figuras fuertes alrededor de las cuales surge un culto en
general no buscan esto por su narcisismo, sino que más bien se vuelven en la imagen de un
sistema que busca perpetuarse en el poder. De esta forma, se vuelven en la fachada de un régimen
o, como en el caso de Stalin, son víctimas de una campaña de desprestigio que salió mal al
exagerar su persona.
Referencias: