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Antonio Romano
Depto. de Historia y Filosofía de la Educación.
Universidad de la República- Uruguay
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males de la ignorancia” es el capítulo segundo de La educación del pueblo de José
Pedro Varela, texto fundacional de la pedagogía uruguaya.
La educación combate, pero lo hace en un terreno diferente del que se producen
los combates que enfrentaron a las divisas tradicionales. La tiza venció a la tacuara en la
representación de la nueva mitología moderna. Y el voto sustituyó al fusil. El batllismo3
de principios de siglo XX logró forjar una utopía de país educado, civilizado y
democrático. Uruguay se consideraba, gracias a una temprana expansión de la
educación, una suerte de democracia excepcional, que lo distanciaba del resto de los
países de la región.
El golpe de Estado de 1973, pero también el devenir autoritario del gobierno
inmediatamente anterior de Pacheco Areco (1968-1971), rompe con este imaginario de
país excepcional y de democracia pacífica. El nuevo discurso autoritario logra quebrar
varias representaciones imaginarias muy caras a los uruguayos, empezando por ubicar al
sistema educativo como parte del caos que vivía la sociedad. La educación se había
convertido en una de las principales causas de los males que afligían a la nación.
Si la educación se había convertido en uno de los sentidos principales de la
democracia uruguaya, ésta no podía mantenerse al margen de las fuertes disputas de la
época. Si la educación destruía los males de la ignorancia, la irrupción de nuevos males
también debía ser disputada por la educación; o mejor dicho, dentro de la educación.
Para el nuevo régimen, la educación se constituyó desde temprano en un “campo
de guerra”. Nuestra hipótesis es que la reformulación de un nuevo proyecto político-
pedagógico autoritario emerge en el campo educativo debido a su alto contenido
simbólico, puesto que desde allí era posible (re)fundar los cimientos de la “nueva”
República.
Es, entonces, en el terreno educativo donde se produjo, tiempo antes del golpe
de Estado, la primera “intervención”, que va a significar una violación flagrante de la
Constitución. En este sentido, podemos decir, que en el Uruguay el golpe a la
educación es anterior al golpe de Estado. Y además el golpe a la educación no se va
producir en forma abrupta sino que va a alcanzar su máxima expresión luego de
atravesar tres etapas. Un proceso que va a proceder a desarticulación del discurso
pedagógico moderno y la rearticulación de un discurso autoritario, basado en una nueva
relación con la tradición.
3
Con “batllismo” nos referimos a la ideología que constituye la matriz política desde la cual se construyó
el Estado moderno uruguayo durante las dos presidencias de José Batlle y Ordoñez (1903-1907 y 1911-
1915).
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I. La consolidación del discurso pedagógico moderno en el Uruguay (1950-
1960)
3
El período que se abre desde comienzos de la década de 1950 hasta finales de los
años 60 puede ser caracterizado en el Uruguay como el momento en que se produce la
consolidación del discurso pedagógico, sobre todo en la enseñanza secundaria; pero
también porque es a finales de los años 60 cuando dicho discurso comienza a entrar en
crisis. En este contexto dos categorías va a emerger como centrales: “crisis” y
“reforma”.
Su significación va a experimentar importantes deslizamientos de sentido
durante el periodo estudiado. La reconstrucción de los sentidos a los que se asociaron,
nos permite dar cuenta de las transformaciones del campo de la educación.
Uno de los principales desplazamientos de sentido se va a producir en aquello
que se definió como la “crisis de la educación”. Y si bien la crisis en la educación puede
rastrease casi desde el origen de la Enseñanza Secundaria, en este momento va a poner
en evidencia la casi desarticulación del lenguaje pedagógico.
Fue en este marco que se produjo la reivindicación desesperada de la reforma,
como el par opuesto capaz de dar sentido a la crisis. Pero la eficacia simbólica de la
Reforma va a ir perdiendo progresivamente fuerza, para dejar en evidencia uno solo de
los términos de la relación que amenaza con saturar cualquier otra percepción relativa al
futuro del campo: la crisis.
Dicha reivindicación va a coincidir con la emergencia de un nuevo actor social,
devenido actor político de primera importancia: el movimiento estudiantil. La
constitución del movimiento estudiantil en sujeto político, va a señalar una mutación
fundamental de la formación social uruguaya: el fracaso de las formas de socialización
política tradicionales y el comienzo de una nueva forma de control que va a
consolidarse años después, pero que ancla sus raíces en este periodo.
Desde 1950 en adelante, las “crisis en la educación” se expresan en el campo
pedagógico y es allí donde encuentra solución. No obstante, a partir de 1968, se produce
una alteración drástica de esta situación. La irrupción del movimiento estudiantil de
Secundaria como un actor político es uno de los síntomas más claros de esta crisis. A
partir de este momento la discusión pedagógica va estar completamente subsumida en la
disputa política.
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El análisis planteado se centra en las transformaciones ocurridas durante los
inicios del régimen cívico-militar, a partir de la emergencia de un nuevo significante
vacío4 que irá adquiriendo cada vez más peso en la escena pedagógica. Si la “Reforma”
como respuesta a la “crisis” constituyó el eje de las discusiones pedagógicas hasta fines
de los 60, con la irrupción del autoritarismo este significante va ser desplazado por el
“Proceso”. Pero este desplazamiento esta revelando un intento de desarticulación de una
tradición que duró más de medio siglo, donde la pérdida de especificidad del discurso
pedagógico va a ir acompañada de los esfuerzos por subordinar el proyecto pedagógico
al proyecto político.
La desarticulación no se producirá de una vez y para siempre, como la idea de
golpe transmite. Este proceso llevará más de cinco años en concretarse. Comienza antes
del golpe y se despliega plenamente dos años después de la disolución de las cámaras,
cuando se fecha el inicio5 del golpe de estado. Podemos plantear que el golpe a la
educación se preparó con mucho tiempo de anticipación al golpe de estado, y se produjo
en tres etapas: 1) la primera intervención de Secundaria en 1970; 2) la promulgación de
la Ley 14.101 en 1973; y 3) la segunda intervención en 1975.
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confrontaciones con las autoridades en ejercicio, pero también el comienzo de lo que
definimos como una “guerra pedagógica”.
Es durante este periodo que va de 1970 a 1973 que se producen los mayores
enfrentamientos, sobre todo contra y entre los estudiantes, dado que irrumpen en la
escena grupos de ultraderecha fuertemente vinculados a las fuerzas policiales. Estos
grupos comienzan a adquirir presencia en la escena política, confrontando tanto a
balazos como a través de panfletos divulgados por la prensa. La confrontación
ideológica se vuelve intensa.
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enseñanza es, antes que servicio público destinado a enseñar a la juventud, campo de
guerra a conquistar”.
La idea de que la enseñanza era un “campo de guerra” se fundamentaba en una
cita extraída de un discurso del presidente de la Juventud Uruguaya de Pie (JUP) 8,
agrupación de ultraderecha, que planteaba que “la enseñanza es un frente de lucha
decisivo”9.
En el programa de la JUP se establece que están dispuestos a “asegurar el
cumplimiento de un año lectivo normal por todos los medios”. Compartían el programa
del Ejecutivo y ofrecieron toda su “colaboración” para llevarlo adelante. El término
“normal” se transformó en la palabra clave, ya que pretendía de algún modo reivindicar
un estado perdido y la necesidad de buscar por todos los medios su recuperación.
La idea es recuperar “un paraíso perdido” (Bayce; 1989) de supuesta
tranquilidad, que el agitado movimiento estudiantil, y ahora los docentes, pretenden
alterar. “Pacificación” se vuelve la palabra preferida del Ejecutivo y el objetivo del
nuevo Consejo de Secundaria.
8
La JUP era una organización de ultraderecha que hizo su irrupción en esos días como respuesta a las
movilizaciones estudiantiles. Sus comienzos se remontan al 24 octubre de 1970, poco después de
decretada la clausura de los cursos en Secundaria, y se extingue a finales de 1974. Según una
investigación periodística llegó a tener más de 10.000 afiliados. La organización definía a sus partidarios
del siguiente modo: “el jupista era un soldado para la paz, aplicado al estudio y al trabajo”.
9
El texto completo citado dice: “NI CONVENCERAN NI VENCERAN. La juventud Uruguaya de Pie
está dispuesta a asegurar el cumplimiento de un año lectivo normal por todos los medios a su alcance...,
es en ese espíritu que prestará toda la colaboración que sea necesaria a las autoridades de Enseñanza
Secundaria”. (Secundaria, Año 1, Nº 2, 15/6/71)
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presidencial de Pacheco Areco, uno de los principales responsables de la escalada
autoritaria, y en la asunción de un nuevo gobierno del Partido Colorado, que había
triunfado producto de una elección muy reñida y con acusaciones de fraude (cosa
infrecuente en el Uruguay moderno).
El candidato más votado en las elecciones había sido Wilson Ferreira Aldunate,
del Partido Nacional, pero debido a la Ley de Lemas que permitía la acumulación de
votos de varios candidatos que se presentaran bajo un mismo lema, no pudo ganar. La
izquierda experimentó un crecimiento exponencial recogiendo más del 18% de los
votos. Juan María Bordaberry, el presidente electo, asumió su mandato con un partido
muy fragmentado, debilitado y en medio de un contexto agitado por una crisis política y
económica sin precedentes.
10
Las medidas prontas de seguridad es una figura de excepción donde se suspenden los derechos y
garantías individuales, de forma similar a lo que definen otras constituciones como estado de sitio.
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El tono de la confrontación se puede captar en la reacción de Arturo Arado, quien define el proyecto del
siguiente modo: “¿De qué se trata? De reunir en un solo ente a la Enseñanza Primaria y Normal, la
Secundaria y la Universidad del Trabajo. ¿Para coordinarlas? No, para co-ordenarlas. Es decir, para
reducirlas a un común orden. Pero orden, común o no, que ya deja de ser el orden, para ser la orden.” El
subrayado es mío. (Cuadernos de Marcha, Nº 67, noviembre de 1972)
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Históricamente esta había sido la ecuación para la resolución de los conflictos en el país. El reparto
entre las dos grandes fuerzas políticas que permitían equilibrar a través de la coparticipación en el poder.
La diferencia era que en este momento una nueva fuerza irrumpía en la escena con mucha adhesión, el
Frente Amplio, y además ni el movimiento sindical ni el estudiantil se sentían representados por los
partidos tradicionales.
8
La Ley de Educación General 14.101 va a ser la piedra de toque desde donde se
plantea la reorganización la enseñanza, hasta la sanción de la “ley de emergencia” en la
transición democrática. Esto significa que la dictadura no va a implicar una ruptura
desde el punto de vista de la ley de enseñanza, sino una continuidad, incluso una
profundización, de sus fundamentos.
La nueva ley también implica una ruptura con la tradición de autonomía de la
educación, no tanto porque esta no se hubiera considerado formalmente a la hora de
elaborar el proyecto de ley13, sino porque cambia el concepto desde el cual se
piensa la educación.
13
“Dicen que la ley quita autonomía a la enseñanza –plantea el presidente–. No señores. Tampoco es
cierto. Los organismos de enseñanza que se crean con la ley quedan con la misma autonomía que tienen
hoy. Lo que se modifica es la forma de integración. Que en definitiva es la misma que hoy rige para el
Consejo de Enseñanza Primaria y Normal.” (Discurso del presidente Bordaberry, pronunciado en el
Departamento de Florida, el 9 de diciembre de 1972)
9
Ahora quienes están en la oposición se convierten en enemigos de la
democracia. Entonces, se puede pasar por encima del orden jurídico porque lo que está
en juego es “la continuidad institucional”. Y desde la perspectiva del Ejecutivo, el
cuerpo docente no ofrece garantías en materia de defensa de las instituciones
democráticas. Por eso la ley se presenta en su Artículo 1º, como una ley que tiene como
“meta esencial... asegurar (...) la defensa de la soberanía nacional, el orden y la
seguridad integral del Estado.”
Sus ideólogos eran conscientes de la ruptura con la tradición de la educación. Por ello,
plantean: “con este mensaje que estamos enviando al Parlamento (...) comenzamos un
proceso de renovación de la Educación Nacional.” Proceso que se inicia con la
promulgación de la ley y se continúa durante el “Proceso”14. El proceso educativo
comienza antes que el proceso político. La fecha de inicio: 4 de enero de 1973.
10
son desempeñados por militares, no así los cargos de director. Esta es la nueva
modalidad del reparto del régimen cívico-militar: civiles y militares compartiendo el
gobierno. Aquí también se expresa el carácter de cívico-militar del nuevo régimen.
La cita precedente además de ser una muestra de cuáles eran los principios en
que se inspiraban los ideólogos de la intervención, despeja cualquier tipo de dudas de
cuales eran sus intenciones: insertar el problema educativo “en el proceso
revolucionario”; en otras palabras, poner la educación al servicio del régimen. Es
llamativo el eufemismo que se utiliza para justificar el desajuste: “el problema
educativo”.
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Constitución, las otras ya estarían filtradas por la doctrina marxista). Y destacan además
la afirmación de “valores permanentes y superiores de la persona humana”. Acá nos
encontramos con algunas de las fuentes de inspiración de los ideólogos del proyecto. No
obstante, ahora no nos vamos a detener en este punto16. Simplemente plantear que para
los militares existen valores fundamentales que también estarían puestos en cuestión por
la presencia de los grupos marxistas en la educación.
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Para obtener una descripción más afinada del perfil político del actual director de Secundaria, tomamos
como base una nota escrita por el ex-presidente del CONAE, Edelmiro Mañe, recientemente renunciante:
“Mucho le costó a la Humanidad romper con la dura corteza de la larga noche medieval y transitar por el
filtro de la Inquisición. Y a pesar de tantas luchas por la dignificación del género humano, otra vez
pretende sumirnos en nuestro propio medio, en fanatismos dogmáticos. Basta recordar a manera de
ejemplo que el máximo jerarca de Educación Secundaria convocó, hace pocos meses, a una reunión en la
que se planteó con cínica crudeza, el ataque contra los liberales y los judíos de la enseñanza media. De los
labios de este jerarca no salió ningún reparo a tal proposición; y no podía hacerlo, porque este espécimen
es el mismo que hace algunos años, entonces director del periódico El Federal, era saludado como
“Fuhrer” de la juventud nazi del Uruguay... (El País, 9/3/75)
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Cuando analizamos las Circulares que emanaron del Consejo en este periodo,
advertimos una novedad que revierte la forma en que se entendió el ejercicio del
gobierno de la educación. Se trata de una suerte de coexistencia de dos tipos de lógicas,
que modulan en forma diferente el funcionamiento del organismo.
Hasta el momento, los órganos de dirección de la educación pública se habían
caracterizado por reivindicar una cierta neutralidad ideológica. Este era el sentido de la
laicidad: estar por encima de las disputas partidarias. Y allí adquiría sentido la
autonomía; dado que había que mantener a la educación más allá de estas disputas. El
gobierno de la educación debía reconocer su especificidad técnica y no su adscripción
política.
A partir de la acción de este nuevo Consejo, vamos a encontrar que a la lógica
de carácter técnico que intenta responder a las necesidades más específicas del
organismo, se le superpone una lógica de carácter más doctrinario que intenta
reestructurar el organismo en el marco de una nueva política de gobierno.
Si hubiera que definir la historia de la actividad del Consejo en base a estos
criterios, se podrían marcar dos grandes etapas: una que se extiende hasta 1973, y otra
desde 1973 en adelante, vísperas de la aprobación de la Ley 14.101. Pero dentro de esta
última etapa, es posible marcar también una radicalización unilateral a partir de 1975.
Antes de la Ley 14.101 la acción del Consejo se caracterizó por traducir las
discusiones políticas en términos técnicos. Esto podría inducirnos a creer que su
actividad era de carácter meramente administrativo. Sin embargo, las decisiones del
Consejo tenían, por su jerarquía, una dimensión política. Aunque dicha dimensión se
expresaba en resoluciones de carácter administrativo y pedagógico18.
A partir de la aprobación de la Ley 14.10 esto va a cambiar. El Consejo no solo
reduce su actividad deliberativa, sino que las decisiones están en su mayoría referidas a
ajustar o interpretar el funcionamiento del Consejo de Educación Secundaria a la propia
ley. Toda la normativa institucional tendrá como referencia dicha ley. Sin embargo,
durante la primera etapa del golpe, de 1973 a 1975, la fase técnica aún resultaba
importante.
A partir de la intervención de 1975 la situación cambia radicalmente: las
preocupaciones del Consejo son de orden básicamente doctrinario.
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No es frecuente ver resoluciones del Consejo donde se apele a argumentaciones de tipo ideológico, ni a
ninguna ley u otro fundamento que la propia actividad deliberativa del Consejo. Sí existían antecedentes a
los cuales se remitía, pero solo en carácter de tales.
13
El régimen autoritario, a medida que se afirma, desconfía cada vez más del
sistema educativo tradicional. La educación se convierte no en una posible solución,
sino en un “problema”. Y el principal problema de la educación es la infiltración
ideológica. Esto explica la centralidad que va adquirir la dimensión doctrinaria.
14
determinación. De ahí que se hable de “persona” en lugar de individuo. El individuo, en
tanto proyecto de individualización propio de la modernidad, es negado desde esta
perspectiva del personalismo neotomista. Massera caracteriza los orígenes de esta
corriente del siguiente modo:
Levinas parte de la premisa de que el hombre bajo el nazismo, más que una
afirmación de rasgos culturales preexistentes, constituye una novedad.
15
Para Levinas, el hitlerismo representa un capítulo en la historia de la “aventura
del alma”. Tal vez fuese más apropiado hablar de la “desventura del alma”, porque lo
que está en juego es la afirmación de su libertad o la sujeción frente al conjunto de lo
real, donde la afirmación de su destino se realiza a partir del reconocimiento de su
sometimiento. En palabras del vicepresidente del CONAE: “La civilización occidental
está (...) enraizada en lo más hondo de nuestra conducta frente a la vida. Queramos o no
somos genuinamente de ella”.
Antes de construir y para construir hay que mirar lo que nos hemos
encontrado, y luego rechazar algunas herencias, y aceptar y superar
otras. (1930: 20-21).
Una actitud totalmente opuesta a la perspectiva hitleriana del Cnel. Soto, que
pretende fundar una nueva cultura donde se reconozca la imposibilidad de elección.
Somos la tradición y no podemos ser otra cosa que lo que está determinado que seamos.
Por eso se condena cualquier intento de alteración, así como “toda corriente de
pensamiento que encierre conceptos discordantes, [puesto que] conduce a subvertir los
valores esenciales” (Soto, 1975). De ahí que no se trate solo de la irrupción de una
nueva ideología, la cual en tanto ideología articulada es bastante mediocre, sino de una
filosofía que se deriva de cierta “decisión originaria” que afirma la relación del alma
con el mundo.
16
que la ha comprometido, para recuperar su virginidad primera.
(2001: 11)
Levinas encuentra por debajo del liberalismo y la libertad burguesa, una
concepción de igualdad de las almas que se derivaría de la tradición cristiana. Las almas
son iguales, no por naturaleza, sino precisamente por lo contrario: por la posibilidad de
liberarse de la naturaleza, liberarse del pasado y “recuperar su virginidad primera”.
Siempre se puede recomenzar.
De ahí que la definición de política, tal como plantea Zambrano (1930), sea “el
afán o voluntad de reforma”. Para Zambrano se trata de una “actitud política ante la
vida”, que puede ser sintetizada en la voluntad de poder. Se quiere el poder, pero para
dirigir la vida.
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utilizando su mejor arma operativa, vale decir “deformando mentalidades y
desnaturalizando sentimientos”. Desde este punto de vista, “la educación es el arma
más firme” para combatir la subversión, entendiendo por educación la acción de
“proporcionar orientación formativa integral, esto es, fortalecer el espíritu de la persona
humana, enriquecer su mente y robustecer su cuerpo.” De ahí que hayamos planteado
que la “política pedagógica” militar es una “política de los afectos”20.
Para concluir
18
el proyecto educativo en concordancia con el proyecto político que pretendieron
impulsar. Allí se produce la mayor novedad en materia de política educativa del
régimen autoritario, que nos permite afirmar que no solo se produjo una destrucción de
lo existente, sino un intento de construir un orden alternativo, donde se suprimiera, de
una vez y para siempre, la posibilidad de la existencia de otras formas de orden político.
Y junto con este nuevo orden trascendente, la formación de la persona como la que
galvanizaría y permitiría la consolidación de este proyecto.
Bibliografía
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