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El lenguaje natural constituye pues una “realidad” simbólica sui generis, que emerge
como un “segundo sistema de señales” que es más extenso, como lengua, que el
instalado en el individuo que lo integra siconeurobiológicamente en su habla como un
conjunto de “objetos mentales” de comunicación y coordinación con su comunidad
lingüística.
Los lenguajes cumplen una función clave en el desarrollo del conocimiento. Y más
especialmente, los leguajes escritos, que nos plantean pasado y comparación. Los
lenguajes nos permiten distinguir, nominar y categorizar, acciones indispensables a la
hora de comprender y comunicar el entorno a otros en comunidad, así como la propia
estructura de la lengua, a través de una suerte de metalenguaje que discierne sobre
sus estructuras, aún cuando aquella operación pueda desembocar en paradojas,
sinsentidos o círculos viciosos sobre los cuales nos alertaba Wittgenstein. (“Es
imposible que una frase se proclame a sí misma como verdadera”)
Entender que todo lenguaje es más un sistema de relaciones posibles que de términos,
palabras o símbolos en sí mismos es determinante para conseguir una más eficiente
comunicación y colaboración, así como para comprender la capacidad autopoiética
histórico-social de todo sistema de símbolos, sincrónica o diacrónicamente y, en
consecuencia, mejorar la especial habilidad humana para adecuarse a diferentes
entornos sociales o naturales. Estos últimos tampoco son neutrales en la conformación
de los lenguajes, porque el propio cerebro, de modo filogenético, se ha ido ajustando
antropológicamente a sus requerimientos, generando mutaciones culturales y
biológicas (supervivencia de la mejor adaptación) que posibilitan su permanencia. Los
inuit, habitantes de los hielos árticos, son capaces de discriminar cientos de sonidos-
señales de los hielos, así como gran número de tonalidades de blanco, códigos que si
no son conocidos pueden provocar la muerte. Como éste, hay, por lo demás, cientos
de ejemplos similares de adaptación a los diferentes ecosistemas del globo.
1 Francisco Varela & Humberto Maturana. De Máquinas y Seres Vivos. 1995 Editorial Universitaria. Santiago
de Chile.
En la Sociedad del Conocimiento, este fenómeno se ampliará exponencialmente, con
efectos de enormes consecuencias.