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SUORE TEATINE

DELL'IMMACOLATA CONCEZIONE
CASA GENERALIZIA
SALITA MONTE DEL GALLO 27 00165 ROMA

Prot. Nº 29 / 09

Madre Superiora y Comunidad


Religiosas Teatinas de la I. C.

“Al llegar la plenitud de los tiempos


envió Dios a su Hijo, nacido de mujer
para que recibiéramos la adopción de hijos.”
(Gál. 4,4-5)

Mis queridísimas hermanas:

El texto que encabeza mi felicitación de Navidad encierra una de las


verdades más sublimes que en nuestras Constituciones concretan la identidad teatina
“Ella nos engendró al engendrar a Cristo” (Cf. Const. 31). Significa esto, mis queridas
todas, que para nosotras la Navidad no puede ser nunca un espectáculo de gentes
curiosas que se acercan a un llamativo escaparate para pasar un rato vacío, sino una
experiencia vital -de la mano de su Madre- de progresiva asimilación en nuestro interior
de la vida del Hijo de Dios, que nace un día y otro para darnos a gustar la salvación… la
verdadera, la única capaz de saciar la sed infinita del ser humano y de la que sólo Él es
portador.

Navidad, en efecto, es creer en el Dios vivo que viene a salvarnos. Creer


que “la gloria del Señor ha amanecido sobre nosotros”, que su amor se nos ha
revelado, que su luz nos ilumina. Éste es el Misterio que suscita espontánea la sorpresa:
Somos hijos de Dios y, en su propio hijo, somos hermanos. Es la plenitud del hombre,
colmada por la vida de Dios. “En el establo de Belén el cielo y la tierra se tocan. El
cielo vino a la tierra. Por eso, de allí se difunde una luz para todos los tiempos; por
eso, de allí brota la alegría y nace el canto” (Benedicto XVI).

He aquí la razón por la que la Navidad sólo acontece en el alma cuando


nos asomamos a la cueva de Belén con una actitud como la de María, con el corazón
abierto a la disponibilidad, a la entrega generosa, a la aceptación del designio -amoroso
ciertamente, pero muchas veces incomprensible- del Padre. Y es que el cielo sólo cabe
en el corazón humilde de los pobres, de los que se reconocen necesitados de Dios y
sabedores de que lo tienen lo han recibido de Él.

“En la tierra paz a los hombres que aman a Dios” es el grito que
resuena en los cielos de la historia invitando siempre a un orden nuevo. La paz, la vida
nueva vienen de Dios que nos las transmite en la total humildad de su nacimiento. Ésta
es la presencia viva y palpable del “Dios con nosotros”. ¡Qué momento tan
significativo es éste, hermanas, que nos disponemos a celebrar para acercarnos a Él con
el silencio meditativo de María, y preguntarnos si nuestra fidelidad se asemeja a la suya
y si en verdad “toda nuestra vida está dedicada con solicitud a los interés del reino”
(Const. 7)!
SUORE TEATINE
DELL'IMMACOLATA CONCEZIONE
CASA GENERALIZIA
SALITA MONTE DEL GALLO 27 00165 ROMA

La Navidad, queridas hermanas, viene hoy, en este momento concreto,


con la invitación a recuperar al Dios presente entre nosotras y para que, con renovada
ilusión, respondamos desde cada una a su mensaje de paz. Esa paz que nace y se
construye, día a día, en lo cotidiano, en la donación, en la armonía con nosotras mismas,
en el diálogo, en la escucha… y que se solidifica en el amor.

Pienso -no sé si asientes conmigo, hermana- que casi nunca nos


preocupamos de descubrir las grietas de la gruta de Belén… ni las de nuestra gruta, no
tan pobre, sin duda, pero tantas veces carente de calor, de paz y amor. Y puede suceder
que, al faltar calor en nuestra gruta, nuestra Navidad sea “navidad” -con minúscula-, o
“navidades” -en plural-; es decir, días y días de sonidos y colores teñidos de
superficialidad sin más. ¿No será que nos falta calor y silencio? ¿Tal vez olvidamos que
María, la que nos engendró en su hijo, guardaba calladamente todos los acontecimientos
en su corazón?

El texto paulino, pórtico de este mensaje, nos recuerda que recibimos en


el Hijo la adopción de hijos, que con la venida del Señor nace una filiación nueva que
transforma nuestras personas por la irradiación de la luz que emerge de ella. La
explosión de la ternura, el misterio cálido, el protagonismo de la humildad del Niño,
junto a la mirada tierna y creyente de María y de José, nos traen vida para que nosotros
tengamos vida y demos fruto; hay, pues, lugar para la alegría y para cantar “gloria a
Dios en las alturas”.

Se nos brinda una nueva oportunidad. Vivamos, queridas hermanas, la


Navidad verdadera, dejemos que Dios nos inunde por doquier de su paz, esa paz que es
fruto del entendimiento, la sensibilidad, el perdón, la justicia, la libertad, la cordialidad,
la fraternidad... La experiencia personal de cada una es, sin duda, una invitación a la
esperanza en la Iglesia, en el mundo y en la Congregación.

Que la Virgen de la Navidad nos ayude a contemplar con sencillez y


profundidad el misterio de Belén y, que con la fe de María nos arrodillemos ante el
pesebre y, al igual que ella, “que se vació para llenarse de Dios”, nosotras también nos
vaciemos de todo lo que no es Dios a fin de vivir -como María-, sólo para Dios y ser así
“testigos en el mundo del amor del Padre” (Const.10).

Con el deseo mis queridas Hermanas de que os llegue a todas mi abrazo


navideño lleno de la alegría y el gozo de una feliz Navidad.

______________________________
Sor Francisca Mª Gil
Superiora General

[ NOTA: Durante los días 5 al 15 de enero, Dios mediante, viajaré con Sor Rosa María
hacia Puerto Rico para completar así la visita a las Casas de la provincia “Nuestra Señora de
Guadalupe”. Como siempre, encomendamos este nuevo peregrinar a vuestras oraciones.]

Roma, a 24 de diciembre de 2009 – Solemnidad de la Natividad del Señor.

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